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La puerta del garaje es vieja y le vendría bien unas cuántas reparaciones. También es lenta, y no ayuda para nada a alivianar el peso en nuestros corazones. Cada rechinido que hace mientras sube se mezcla con nuestros latidos erráticos y nos recuerda lo que estamos haciendo, lo que dejamos atrás y todo lo que nos espera allá afuera. Nos recuerda que podríamos morir en cualquier momento.
—¿A dónde iremos? No sabemos dónde están nuestros papás —dice Sunoo. Está muerto de miedo y el arma tiembla mientras la sostiene con indecisión. Riki alarga la mano para ponerla sobre la suya, y Sunoo se tranquiliza un poco.
—La entrada de Tearscolm, pasando el puente —dice Yeonjun, aún con el celular pegado a la oreja. Parece que Namgil está ocupado, porque vuelve a marcar cuando no hay respuesta—. Pase lo que pase, acordamos que ese sería el punto de encuentro. Necesitábamos la señal porque ellos tenían que estar ahí antes que nosotros.
—¿Y si no están cuando lleguemos?
—Si llegamos —dice Yeonjun. La calle empieza a tomar forma frente a nosotros. Le pregunto a Jay en un susurro si hay Feráseos cerca (me aterra pensar que el rechinido los alerte y nos arranquen la cabeza sin avanzar por lo menos unas cuántas calles), y él me responde en voz baja que no, que es perfecto para salir. Bufo, ¿por qué diablos susurra él?— tendremos que esperar.
No podemos quejarnos o lamentarnos más, porque la puerta se abre lo suficiente como para dejar salir la camioneta y Soobin arranca a toda velocidad. El impulso nos empuja a todos hacia atrás y nos golpeamos con fuerza contra los asientos. Las personas en posiciones de defensa se ponen en alerta con los ojos pegados a la ventana. Jay tenía razón: no hay rastro de Feráseos en la avenida Seongcheom. Animales muertos de los que solo quedan huesos, cadáveres de bestias y manchas negras por todos lados. Riki, que tenía el control para abrir el garaje, ni siquiera se molesta en cerrarlo (no es como que tuviera tiempo de todos modos). Si el Black Owl le sirve a algún sobreviviente de refugio, bien por ellos.
Las calles pasan como rayos de tonos amarillos, rojos y negros por la ventana cuando intento mirar. Todos tienen un trabajo realmente pesado ahora mismo, mientras que yo... Bueno, supongo que lo mejor sería que Jay dejara de llorar si me quiere decir algo importante. Le doy palmadas en la espalda y deja poco a poco de gimotear. Toma aire y lo suelta con lentitud. Me siento muy extraño teniendo que consolar a un demonio llorón mientras mis amigos abren las ventanas y apuntan hacia afuera con sus armas y los vampiros están en plena transformación (no hay alas, pero sí orejas puntiagudas, ojos amarillos brillantes y colmillos el triple de grandes).
Soobin gira con agilidad. La ciudad muerta tarda poco en despertarse, porque no hemos conducido ni por un minuto cuando Jay se pone tenso bajo mi mano y se inclina hacia adelante, entre los asientos, para gritar.
—¡Hay un Feráseo a la izquierda! No... ¡son tres! Son grandes... No, no... ¡Vayan por la derecha!
—¡Feráseo a la izquierda! —grito.
No podemos cambiar de ruta. Tardaríamos mucho tiempo en volver a ponernos en marcha y Soobin ya ha hecho el giro cuando grito. Me cubro los oídos y cierro los ojos cuando escucho disparos, tan cerca que podrían estarlo haciendo justo en mis oídos. Los Feráseos rugen con fuerza y puedo suponer que uno nos ha alcanzado cuando la camioneta se sacude con fuerza. Pero chillan y retroceden. Espero que sea porque la sangre de conejo les ha hecho daño.
Escucho gruñidos de los vampiros y gritos inentendibles de mis amigos.
Volvemos a estabilizarnos y abro los ojos. Todos están respirando agitados y Sunoo tiene el rostro pálido y no parpadea. Aún tiene el arma en alto y su mano tiembla descontrolada. Riki tiene la boca mancha de negro y Jungkook las manos garrudas goteando el mismo líquido vizcoso. Soobin continúa conduciendo, impasible. Todos dentro a excepción de los vampiros y yo lucen profundamente traumatizados.
Nadie dice nada, pero lo que sucedió es bastante obvio y no hace falta preguntar. Trago saliva y miro de reojo a Jay. Se agarra con fuerza el pecho e hiperventila. Vuelvo a pasar una mano por su espalda hasta que su respiración se estabiliza y vuelve a lucir decidido con la vista al frente.
—Lo puedo sentir —dice en un hilo de voz. No porque no quiera que lo escuchen, sino que le cuesta hablar—. Me llama. Escucho su voz en mi cabeza. Ven, Jay. No perteneces aquí, Jay. Regresa a Myranna, ven conmigo. Cuidaré de ti. Miente. Me matará. No, le respondo. No. No, no, no, no...
Susurra cosas que no entiendo, y pronto recaigo en que está hablando en otro idioma. Uno más brusco, con sonidos duros que suenan como cosas terribles. Una lágrima silenciosa cae por su mejilla. Miro a mi alrededor y Jay no es el único que llora. Yeonjun, Sunoo, Jeonghan y Joshua también lo hacen. Sin hacer ruido, sin sorberse la nariz o sollozar. No quieren distraer al resto, no pueden permitirse un llanto adecuado ahora mismo, pero es obvio que todo esto es demasiado para un grupo de adolescentes de dieciocho años. Incluso para aquellos que se criaron en la ciudad del diablo.
No pasa mucho y siento que el alma regresa a mi cuerpo cuando veo a la lejanía el puente rojo que une Tearscolm con el resto del mundo y pasa sobre un río descontrolado y violento llamado Thornas. Mamá dijo alguna vez que, en el 45, todos los peces y criaturas del río estaban muertas cuando los pescadores probaban suerte. Habían días en los que no había ni uno en el río, y muchos decían que el Gran Demonio se los había llevado para alimentar a sus monstruos. Algunas tardes, ya sea por el reflejo del cielo anaranjado, una mala broma de la vista a los testigos o una travesura del Gran Demonio, los caudales del río Thornas era de un rojo oscuro similar al de la sangre.
Algunas cuerdas del puente están rotas y un bulto echado en el medio parece ser un animalillo sin vida, pero aparte de eso tenemos el camino libre para salir.
Todos lucen mucho más tranquilos ahora que estamos tan cerca de lograrlo. Es verdad que sigue siendo temprano y no hay muchos monstruos despiertos a esta hora de la mañana, así que tenemos muchísima suerte de solo habernos encontrado con un par, pero hay cierta tensión en el aire que no nos permite celebrar aún. Es demasiado bueno para ser real, y no hay rastro de Namgil, mamá u otro de nuestros padres.
Las cosas nunca se solucionan con tanta facilidad, mucho menos en medio del apocalipsis.
El cielo se oscurece sobre la camioneta. De un segundo a otro, es tan oscuro como si fuera media noche cuando claramente salimos del Black Owl a las diez de la mañana. Miro a Jay en busca de una explicación, pero él mira hacia el frente con la cabeza ligeramente inclinada hacia arriba con una expresión consternada, como si estuviera mirando al mismísimo Belcebú. Hago lo mismo, y el corazón deja de latir en mi pecho cuando lo veo.
—Está aquí.
El Gran Demonio es tal y como me lo imaginé, tal y como Jay describió mil veces y como lo dibujaron en las hojas desparramadas que estaban en el comedor cuando planificaron el escape. Pero es mucho más grande, e imaginarlo no se compara en lo más mínimo a tenerlo frente a nosotros. Él ha oscurecido todo, su enorme e incomprensible figura cubre el Sol, abarca todo y nos separa de la entrada de Tearscolm.
Es mucho más bizarro que cualquier otra bestia que hayamos visto. Mide unos seiscientos metros de alto, tan grande como un edificio (de una gran ciudad, porque no hay muchos edificios en Tearscolm). Es una enorme masa de baba negra (la misma que las otras bestias, supongo), que recién empieza a tener forma en los brazos largos y huesudos, el cuello demasiado delgado y finalmente esa cabeza que llenó mis pesadillas cuando era niño.
El cráneo de alce tiene cuernos de demonio, los ojos vacíos y raíces negras como las de Jay recorriéndole todo el rostro. Aunque está tan alto en el cielo que no podemos admirarlo con mucho detalle, es más que obvio que solo la cabeza de Santalan es tres veces del tamaño de nuestra camioneta. Él ladea la cabeza y se fija en el pequeño automóvil que surca la calle ahora mismo. Cada movimiento que hace resuena por toda la ciudad y varias personas de casas circundantes no tardan en salir a ver el motivo de tanto escándalo. Los gritos no se hacen esperar, y Santalan no tarda en alargar la mano para aplastar casas y autos estacionados intentando callar el estruendo.
El caos se desata en Tearscolm, una verdadera masacre de magnitudes inimagibales se hace presente. Soobin no deja de conducir, incluso cuando Yeonjun le grita que se detenga. Feráseos empiezan a aparecer. La mayoría corre en cuatro patas hacia el dios-demonio que tenemos en frente, pero uno que otro se acerca de forma amenazante a la camioneta. Sunoo dispara esforzándose por darles a ellos en lugar de a aquellos que corren despavoridos en dirección contraria, lejos de Santalan. Poco saben que la única salida está en frente, y que estarán atrapados en el infierno con el Gran Demonio si corren en esa dirección.
Santalan no tarda en volver a fijarse en nosotros. Su mano cae con fuerza frente a la camioneta, destrozando el pavimento, y Soobin apenas la esquiva. El auto se mueve con giros violentos y vuelvo a hacerme un ovillo al imaginar que volcaremos con la camioneta. Por suerte, no sucede y de alguna forma u otra llegamos al puente de Tearscolm.
El puente del río Thornas es largo y ondea cuando siente el peso del auto. Los gritos de la gente se hacen lejanos, pero los monstruos no tardan en aparecer. Un Quiróptero chilla antes de bajar su vuelo hacia nosotros, pero Yeonjun le dispara antes de que se acerque demasiado. La camioneta debe ser un desastre viéndola desde afuera, así que espero que el escudo de sangre permanezca en su lugar.
Joshua y Jeonghan lloran a lágrima viva y se abrazan como si fueran sus últimos momentos juntos. Riki y Jungkook tienen el rostro herido y completamente manchado de negro, ambos ya con medio cuerpo afuera del vehículo y las heridas sanando por sí solas. Jay sigue susurrando cosas en una lengua extraña y yo estoy a punto de perder la cabeza. Soobin frena la camioneta a raya y todos caemos hacia adelante. Él y Yeonjun se gritan cosas que no entiendo. Yeonjun le sacude el celular frente al rostro y Soobin mueve las manos con impaciencia. De un momento a otro Yeonjun se gira hacia el asiento trasero y le grita al par que llora algo que por fin entiendo.
No vamos a morir.
Jay me agarra por los hombros y me obliga a mirarlo. Tiene los ojos hinchados y sigue llorando, pero su voz es estable mientras habla. Me mira como si fuera la primera vez que me tuviera frente a él, como si fuera lo más preciado que posee. Como si estuviera dispuesto a dar su vida por mí, como si me adorara y quisiera morir por mí.
Lo imagino esa noche después de la pelea de mis padres, hace dos años. Yo, llorando bajo el edredón de mi cama, pensando en mis amigos y repitiéndome que merezco lo peor. Él, que se las arregló para escabullirse dentro de mi habitación a esas horas de la noche, mirándome. ¿Habrá sentido pena? ¿O me habrá visto como una mísera fuente que lo alimentaría de negatividad por los siguientes años?
Porque te quiero, Kim Taehyung.
—Kim Taehyung, tienes que escucharme —dice, y lo hago, aún con todo el escándalo que es la camioneta y el lugar alrededor. Solo lo escucho a él, tengo que hacerlo—. No es Santalan. Es... el Gran Demonio es mucho más grande. Este es solo un clon. Es más débil de lo que imaginé, y eso es muy bueno. La sangre de conejo... es buena, es fuerte y es suficiente. No pueden rodearlo, pero pueden atravesarlo. Dile al vampiro eso. Conduzcan a través de él. La sangre de conejo lo quemará y podrán llegar al otro lado. La salida de Tearscolm es una calle recta, así que no se detengan.
—¿Y mamá? —pregunto sin voz. Jay limpia las lágrimas de mi rostro y siento que su pulgar quema mi piel, pero no lo alejo.
—Están allá. Están del otro lado, Taehyung. Esperando —Jay sonríe, y es la primera vez que he visto un gesto honesto en ese rostro demoníaco—. Puedes hacerlo, Kim Taehyung. Pueden hacerlo. Esto es todo lo que puedo hacer por ustedes, espero que sea suficiente.
Rompe el contacto visual, pero su mano no cede y sigue tocando mi rostro. Siento los ojos de Jungkook cuando regresa al interior del auto, contemplando como le hablo a la nada, y se da cuenta de lo que está sucediendo. Aparta la mirada y no interfiere. Sabe que no es su momento y lo respeta.
Es hora.
Por fin.
Es todo lo que he deseado desde que tengo dieciséis años.
Y aún así, aún cuando es imposible que sienta más alivio y felicidad, lloro su partida como si realmente me doliera.
—Te... —espero que diga te amo, pero no lo hace. Traga y mira de reojo a Santalan antes de volver a concentrarse en mí—. Te quiero, Taehyung. No espero que sea recíproco, pero quisiera desde lo más profundo de mi ser egoísta que esto sea suficiente para que consideres perdonarme alguna vez. Lo... siento. Lo siento tanto —no le respondo aunque me muera por hacerlo.
No pensé mucho en este momento, desesperado porque Jay desaparezca en lugar de planear lo que yo haría durante su partida. Él tampoco me da tiempo para pensar mis palabras o maquinar una reacción adecuada, aceptando ya nuestro destino. Nunca volverá a escuchar mi voz, nunca volverá a ver mi rostro. Sonríe con lo último que le queda sin ser consciente de que sus ojos y sus lágrimas delatan que su corazón está ardiendo.
No cierro los ojos cuando Jay me besa. La piel resquebrajada de sus labios acaricia los míos con cuidado en un inicio, y luego pasan a hundirse en el desespero de un amante trágico que está por perder a su amado. Un soldado despidiéndose de su mujer en la guerra. Un último beso compartido mientras el uno yace en el suelo con una herida mortal. Como si, muy en el fondo de su cabeza, realmente creyera que podríamos llegar a ser los protagonistas de un romance condenado.
No lo somos.
No en esta vida, Jay.
Perdón.
Veo como su piel se oscurece, las manos que sostienen mis mejillas se vuelven suaves y poco a poco se desvanece. Jay se deshace en un montículo de petalos negros que caen con elegancia sobre el asiento de la camioneta. Aún siento sus dedos limpiando mis lágrimas y sus labios pegados contra los míos mientras admiro como los pétalos se marchitan, y una ráfaga de viento inexistente se lleva los restos de Jay. Salen por la ventana abierta junto a Jungkook y desaparecen en dirección al cielo. No hacia Santalan como el resto de bestias.
Jay es libre ahora. No hay un vínculo que nos una. Está roto.
Soy libre.
Respiro profundamente una vez. Siento que el aire cargado de muerte y sangre y oscuridad llena mis pulmones y me permito disfrutar de esta respiración, solo por un momento. La fatiga abandona mi cuerpo lentamente, me deshago de esa capa pesada que me cubría cuando estaba junto a Jay y una ola de energía me recorre. Me limpio las lágrimas con una manga y me giro hacia Jungkook.
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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