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Todos terminan con sus tareas pre-apocalipsis y nos reunimos en el recibidor del hostal para repasar el plan. Soobin, Riki y Jungkook bajan sus maletas y las ponen en la parte trasera de la camioneta. Yeonjun y Sunoo dejan las armas en los asientos que ocuparán durante el escape y guardan las municiones en un lugar que esté al alcance de los dos. Soobin conducirá, porque solo los vampiros y Yeonjun saben hacerlo, y tanto él como Riki y Jungkook son parte de nuestra unidad de defensa.
Yeonjun irá de copiloto. En la parte de atrás hay dos hileras de asientos una frente a la otra. En la primera, irán Jungkook, Joshua, Jeonghan y Sunoo, las dos defensas junto a una ventana. En la segunda irán Riki, Jay y yo. No tenemos muy en claro si Jay ocupará un espacio físico en la camioneta (aún soy el único que puede tocarlo), pero lo mejor será prevenir en lugar de lamentar.
El plan es ir a toda velocidad y sin detenernos bajo ningún motivo hasta salir de Tearscolm. El señor Namgil nos enviará la señal para salir junto a su ubicación en tiempo real para encontrarnos con nuestros padres en la salida de la ciudad. Comprobaremos que todo esté en orden, curaremos a los heridos si hay alguno y nuevamente partiremos hacia otra ciudad. Una lejana, muy lejana. Lo más lejos posible de Tearscolm y el infierno que es aquí.
Hoy finalmente termina todo.
Lo único que queda es esperar.
—¿Y Jay? —pregunta Joshua, cuando Yeonjun termina de repasar el plan. Estamos sentados en la mesa central del comedor. El reloj marca las diez con veinte minutos. Guardo mi celular después de enviarle un mensaje a mamá y miro a Joshua.
—No lo sé, no lo he visto desde la mañana —admito, pasando una mano por mi cabello. Joshua aprieta los labios, da un asentimiento y se levanta.
—Estaré en la camioneta. Jeonghan, ayúdame a ver que llevemos todo una última vez.
—Ya lo revisé. Tres veces —dice Jeonghan, levantándose de mala gana y siguiendo a Joshua.
—También iremos al garaje —dice Soobin, dándole una palmada a Riki en la espalda. Su hermano asiente y se levanta de la mesa. El tono serio de Soobin se suaviza cuando mira a Yeonjun—. ¿Vienes?
—Seguro —Yeonjun se sonroja un poco y va tras Soobin. Riki le ofrece su mano a Sunoo y él la toma de inmediato.
En un par de segundos solo quedamos Jungkook y yo en la mesa. Las cortinas están corridas y el comedor está bastante oscuro. Hay una vela encendida en la barra del bar que ilumina tenuemente la habitación. El silencio es abrumador. Jungkook toma mi mano por encima de la mesa y la acaricia con su pulgar. Sus dedos están helados, pero es reconfortante.
Quiero ver a mamá, quiero salir de aquí. Con él. Quiero empezar una nueva vida en la que lo más extraño de mi día a día sea que mi novio es un vampiro. ¿Por qué Namgil no ha enviado ningún mensaje aún? Es tarde, debíamos haber salido hace poco. Reviso una vez más el mensaje que le envié a mamá (¿Todo está bien? No hemos recibido nada del señor Choi) y apago mi celular al ver que no hay respuesta. Empiezo a zapatear bajo la mesa.
—Jay no aparecerá si te ve conmigo —Jungkook suspira con el ceño fruncido. Mira a ambos lados, a la escalera y a la cocina y gruñe como un lobo—. ¡Ya sal de una vez, demonio! ¡Prometiste ayudarnos!
—No debe estar muy lejos —digo yo, aunque no me lo creo.
Es demasiado extraño, me acosumbré tanto a la presencia de Jay que estar lejos por tanto tiempo me resulta incómodo. O quizás solo es el hecho de que ahora me resulta útil y me estresa que no aparezca en un momento como este. De todas formas, Jungkook decide darme mi espacio (darle espacio al maldito demonio para que aparezca), se levanta y planta un beso en mi cabeza antes de desaparecer por la puerta que da al garaje.
Estoy solo en el recibidor del hostal Black Owl. El único sonido que me acompaña es la mezcla del crujido de la vela con mi zapateo ansioso. Siento un vértigo peculiar en la boca del estómago, emoción fundida en temor. Quiero vomitar. No fue la mejor idea desayunar un vaso de leche en un día tan importante. Escondo el rostro entre mis manos e intento respirar profundamente. Todo va a salir bien, me digo. Todo saldrá bien.
Consigo calmarme en el momento justo en el que abren la puerta del hostal de par en par. Doy un sobresalto y me giro, esperando encontrar al señor Choi con la escopeta en mano, y me quedo helado al ver a Jay parado bajo el umbral con la mano apoyada en la puerta. Tiene los ojos tan abiertos que están por salir de sus órbitas, el cabello revuelto y sostiene la máscara en la mano izquierda. El corazón me deja de latir a un ritmo normal cuando veo la máscara: está rota por la mitad.
Jay y yo hacemos contacto visual. Cierra la puerta detrás de él y da zancadas hacia mi. Tira la máscara en la mesa y me agarra por los hombros.
—No sabía que podías abrir puertas —digo, intentando bromear. Él me ignora campalmente.
—Tenemos que salir de aquí, Taehyung. Él viene. El acto final, lo hará ahora. Está... Está... —baja la mirada y las líneas negras de su rostro empiezan a brillar. Está asustado, tan asustado que podría llorar en cualquier momento, pero sabe que no puede hacerlo ahora. No tenemos tiempo.
—Aguarda, respira. ¿Dónde estabas?
—Haciendo guardia afuera —me mira a los ojos y los suyos brillan de un ámbar oscuro intenso—. Lo puedo sentir. Está cerca, tan cerca... Y me llama. Me dice que vaya con él. Pero no puedo, Taehyung. No puedo dejarte aquí, no puedo verte morir... No puedo morir, me matará, me matará... Hay que salir ahora mismo.
—No podemos, tenemos que esperar la señal del señor Choi.
—¡Eso no importa ahora, Taehyung! —me agarra tan fuerte que siento sus uñas en los hombros. El grito sale de lo más profundo de su garganta y es tan fuerte que retumba contra las paredes y hace eco en mi mente. Sus ojos y marcas negras brillan más de lo que han brillado nunca, y entonces empieza a llorar unas gruesas lágrimas oscuras que le manchan todo el rostro— Tenemos que irnos. Es ahora o nunca... Por favor, Kim Taehyung. No te pido que me perdones, pero confía en mí por primera y última vez —la imagen es terrorífica, pero me produce cierta lástima verlo así, rogándome con su último aliento—. Por favor.
Tomo una respiración profunda y agarro la mano de Jay antes de correr hacia el garaje. Siento el corazón latiéndome con rapidez, y el latido se extiende a mi cabeza con una ligera migraña, producto del grito estridente de Jay, pero ya habrá tiempo para sufrir de los efectos colaterales fuera de Tearscolm. Abro la puerta de par en par y ya todos están dentro de la camioneta. La puerta negra del vehículo sigue abierta, así que prácticamente doy saltos hasta llegar y empujo a Jay dentro. Él cae sobre Riki, quien no se altera en lo más mínimo porque le he tirado un demonio encima. En realidad, ninguno parece notar su presencia. Me pregunto si será de mal gusto decirle que vaya sobre Riki durante todo el escape...
Absolutamente todos dentro parecen confundidos al verme entrando y cerrando la camioneta con fuerza. Tomo asiento y recupero el aliento antes de dirigirme a Soobin.
—Tenemos que irnos —dicto con decisión.
—El señor Choi no nos ha dicho nada, tenemos que esperar por...
—Jay apareció —el ambiente se vuelve pesado y el recién nombrado se encoge, acomodándose junto a mí y encogiéndose como si se sintiera avergonzado aún cuando nadie puede verlo—. Dijo que Santalan está cerca y que no tendremos otra oportunidad de salir.
—¿No iba a aparecer en la noche? El señor Choi no ha dicho nada —dice Yeonjun, con el ceño fruncido. Jay parece tentado a lanzarse hacia adelante para intentar zarandearlo y convencerlo de que eso no tiene importancia (aún cuando Yeonjun no sentirá nada), pero Soobin se adelanta.
—El señor Choi no sabe cuándo vendrá el Gran Demonio —dice, con la vista en el frente, hacia la puerta cerrada del garaje—. Llámalo —le dice a Yeonjun, que ya tiene el celular en la mano.
—No podemos explicarle ahora lo de Jay. No hay tiempo, y si le decimos que saldremos ahora nos preguntará por qué —dice Joshua, empezando a exasperarse y elevando la tensión dentro de la camioneta.
—Mamá probablemente ya se lo explicó. Le conté sobre Jay hace unos días —digo yo, y Jay levanta la cabeza de su escondite para mirarme con horror. Vuelve a llorar, pero no le presto atención—. Llámalo —repito, mirando a Yeonjun—, y sácanos de aquí lo antes posible —añado, dirigiéndome a Soobin. Ambos asienten con la cabeza. Yeonjun ya tiene el celular en la oreja en un segundo y Soobin enciende la camioneta.
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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