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[ 14:2 ]
Jeonghan ya desaparece por el pasillo del segundo piso, ignorando por completo el grito de Joshua. Ahora que somos cuatro, Joshua cede y deja a Yeonjun con Sunoo para que dediquen el resto de la mañana a practicar con el silenciador y las armas. No es que planeemos dispararle a nadie, pero el señor Choi no estará con nosotros al momento del escape (muy ocupado encargándose de nuestras familias con mamá) y queremos estar preparados para todo. Joshua y yo vamos a la oficina del señor Choi en busca de las susodichas balas. Joshua rebusca entre sus cosas más de lo necesario hasta dar con las municiones y luego me envía de nuevo a la planta de arriba para preguntarle a Jungkook por el líquido especial.
Me abstengo de decirle que no lo he visto desde que me desmayé y que me pone más que nervioso enfrentarlo de nuevo, porque Joshua es un entrometido y no me entusiasma tener que detallarle el trabajo manual que un vampiro me dio anoche.
Bueno, quiero verlo. Solo ruego que no vuelva a ser el imbécil indiferente que fue después del beso. Lo de ayer fue mil veces peor que un beso.
La puerta de nuestra habitación está cerrada, algo que es extraño teniendo en cuenta que el cuarto estaba vacío cuando desperté en la mañana y que no la cerré antes de bajar. Toco tres veces y me acerco para escuchar si hay alguien adentro.
—¿Jungkook?
—Eh, ¡sí! ¡Pasa! —abro la puerta y lo encuentro sentado en la cama con toda su ropa desparramada frente a él. Tiene un bolso negro abierto sobre el regazo. Él sí está empacando porque, a diferencia de nosotros, sí tiene cosas de valor en este lugar. Debería llamar a mamá y decirle que me traiga algunas pertenencias y ropa. Tampoco me molestaría que salvara un par de álbumes de My Chemical Romance... Jungkook me mira fijamente, con el rostro tan rojo como un tomate. Levanta una mano— Hola.
—Hola —respondo y cierro la puerta detrás de mí. Eso hace que se ponga particularmente nervioso y traga en seco. Me siento a su lado— ¿Estás... ? —tomo aire— ¿Estás bien? Te ves muy rojo, quizás es fiebre... —toco su mejilla con una mano y siento que mis pies vuelven a tocar el suelo cuando no se aleja.
—Los Natálidos no nos enfermamos.
—Por supuesto que también son inmunes a eso —digo, poniendo los ojos en blanco, y él sonríe.
—Debe ser por —cierra los ojos y frunce el ceño— la sangre de anoche. Nunca había bebido tanta sangre en tan poco tiempo. Estaré así por unas horas más. Riki y Soobin ya se burlaron de mí, así que no lo hagas tú también. Por favor —ruega, aún sin abrir los ojos, y su piel se enciende todavía más. Acaricio sus mejillas.
—No me burlaría jamás. Es... es muy vergonzoso para mí también, ¿sabes? Es más vergonzoso para mí, de hecho. No quiero recordar cómo actué ayer —me rio en un tono muy bajo y Jungkook abre los ojos. Su mirada baja hasta la bufanda en mi cuello y su rostro se contrae en una mueca de dolor.
—¿Duele?
—No tanto como creí que lo haría —me encojo de hombros.
—Lo siento —dice, mirándome a los ojos, y la sinceridad en su voz es tan intensa como el dolor en su expresión. Me dan ganas de llorar.
—Yo te lo pedí. Te di permiso, Jungkook. Siempre tendrás mi permiso, ¿sí? No te disculpes —beso su nariz y él solo baja la mirada con vergüenza— ¿Eso significa que estamos bien?
—Sí, eso... Eso creo. Sigo sin entender lo que está sucediendo. Sucediéndome —se escabulle hasta esconderse en mi cuello y me abraza—, pero no quiero alejarme. Alejarme de ti. Es difícil, Kim Taehyung —siento que hace presión en mi cuello sobre la bufanda y se tensa—. Prometo no volver a actuar como un animal —se separa un poco para mirarme a los ojos otra vez. Están brillando.
—Descuida, no actué mucho mejor —tomo su rostro con ambas manos. Sus mejillas están tan calientes que no puedo alejar el pensamiento de que está enfermo—. Haremos las cosas bien, y las haremos juntos. Cuando salgamos de aquí será un nuevo comienzo.
—Kim Taehyung —se restriega contra mi mano como un animalito necesitado de afecto. Vuelvo a besarlo, esta vez en la frente.
—Jeon Jungkook —lo abrazo una vez más y acaricio su cabello. Sus manos rodean mi cintura y siento por un momento fugaz que todo saldrá bien—. Solo quiero que tengas muy presente que no aguantaré que me ignores por veinticuatro horas seguidas otra vez.
—No lo haré, no podría —su voz suena muy baja justo debajo de mi oreja y la cercanía me da escalofríos—. Alejarme por más de cinco minutos hace que pierda la cabeza —besa mi mandíbula y luego mis labios, rápido, antes de darme esa sonrisa llena de colmillos de un niño de cinco años—. Estas cosas te atarán a mí de por vida —añade, con sus manos sobre la bufanda. Se refiere a las mordidas—. Jay no se acercará otra vez a ti, me aseguraré de eso.
—Seguro —respondo, entornando los ojos y riendo. No es necesario, quiero decirle, porque Jay se irá por su cuenta dentro de unas horas. Pensar en eso hace que me sienta extrañamente vacío. Carraspeo e intento cambiar el tema antes de que vuelva a mencionar a Jay—. Por cierto, Namgil quiere que untemos sangre de conejo en las balas, ¿dónde la dejaste ayer?
—Ah, la escondí —responde con tranquilidad. Enarco una ceja y Jungkook aparta la mirada, tomando mis manos y enfocándose en ellas—. Si sobraba, creí que podría beberla después. Guardar un poco en un termo para Soobin y Riki durante el viaje. No sé si ellos la necesitan, pero yo —se señala el rostro y sonríe, derrotado— no creo que necesite beber sangre por meses.
—Está bien. Si la necesitan, pueden mordernos y ya está, ¿no? Sunoo y Yeonjun también están marcados ahora.
—No es tan fácil, chico tonto —me da un golpe en la frente y frunce profundamente el ceño—. Te desmayaste ayer. ¿Y si no me detenía y morías? Ustedes necesitan sangre para vivir, bobo. Y controlarse cuando la bebes es... complicado.
—¿Eso quiere decir que no volveras a morderme? —intento sonar indiferente, pero la expresión de Jungkook me indica que soné un poco decepcionado. Se ríe casi bufando, estupefacto.
—¿Quieres que vuelva a hacerlo?
—Tal vez —respondo, encogiéndome de hombros y sintiendo las orejas arder. Jungkook cierra los ojos y continúa riéndose hasta que termina con un suspiro incrédulo. Pone una mano en mi mejilla y me obliga a mirarlo.
—Cuando vuelvas a abastecer tus reservas y yo vuelva a necesitarla, podemos intentarlo otra vez. Con cuidado, y prometerás decirme si te sientes mal —asiento, pero él no luce convencido—. En serio, tienes que decírmelo. Cargarte y especialmente limpiarte mientras estabas inconsciente ayer fue un suplicio —me suelta y se levanta de la cama justo a tiempo para no ver mi rostro lleno de vergüenza e indignación absoluta. ¿Limpiarme? Malidición, justo cuando pensaba que los gemidos habían sido lo peor—. Tienes bonitos muslos, por cierto. Vamos, te enseñaré dónde está la sangre —dice, ofreciéndome su mano. La tomo, aunque me siento profundamente ofendido.
—No puedes solo decir ese tipo de cosas —le digo en un susurro, sintiendo toda la temperatura de mi cuerpo subiendo mientras dejo que me arrastre fuera de la habitación.
—¿Qué, lo de los muslos? —asiento cuando me mira de reojo— Pero es verdad, hubiera sido peor decir que quiero morderte ahí, aunque tampoco es mentira...
Me siento tremendamente avergonzado cuando llegamos al garaje y no me atrevo a hacer contacto visual con nadie. Joshua está agachado frente a una enorme caja de cartón. Se apila sobre el pecho unas tres cajitas más pequeñas y se levanta, encontrándose con nosotros bajo el umbral de la puerta.
—Buenos días, chico vampiro —saluda, dejando las cajitas en una mesa manchada con aceite. Jungkook le devuelve el saludo moviendo la cabeza. Se esconde tras su mano enseguida, probablemente en un intento de ocultar el sonrojo salvaje—. Nos espera una larga mañana pintando estas bellezas —señala los paquetes de balas, sonriendo—. ¿Tienes la sangre?
—Eh, sí —Jungkook se dirige a una esquina del garaje, aún cabizbajo, y hurga detrás de otro par de cajas. Con gran facilidad saca del escondrijo una botella de refresco de un litro llena hasta un poco más arriba de la mitad con un líquido espeso y rojizo. La carga como si no pesara nada y la deja en la mesa junto a los paquetes de balas—. Aquí está.
—Es... Vaya que es mucha sangre, ¿no? —comenta Joshua, tosiendo y mirándome con disimulo. Me encojo de hombros— No creí que hubieran tantos conejos.
—No me gusta desperdiciar nada. Además, Riki y Soobin salieron a buscar más. Mis cinco conejos obviamente no bastaron para una camioneta entera —responde Jungkook, con la vista fija en la botella.
—¿Y los cadáveres?
—Riki se los llevó en la mañana. Probablemente los tiró en el basurero municipal, o en el bosque. Empezaban a oler a podrido —comenta Jungkook.
—¿Dejarlos en el bosque no es como darle comida gratis al enemigo? —dice Joshua. Jungkook levanta la cabeza y le ofrece una expresión molesta con los colmillos al aire. El ceño fruncido de Joshua se destensa, y en cambio enarca una ceja— ¿Por qué estás tan rojo? ¿Es la sangre? —Jungkook abre mucho los ojos con pánico y se voltea, dándonos la espalda— No se volverá un desquiciado por el olor y nos morderá, ¿verdad? —me susurra Joshua. Mira fugazmente la bufanda y bufa— Otra vez.
—No seas tonto, no funciona así. No es un animal —le susurro de regreso—. Te explicaré luego lo del sonrojo, ¿sí? Ignóralo por ahora.
—¿Tiene algo que ver con que casi te desangra anoche? —me cuesta, pero asiento con la cabeza, listo para una burla de Joshua que nunca llega— Está bien —no parece convencido en lo absoluto, pero creo que desde hace mucho ya pasó la etapa de temerle a los vampiros (ayer bebió con dos de ellos. No bebes con criaturas a las que temes, ¿cierto?), así que solo carraspea y empieza a sacar las balas de los paquetitos de cartón—. Bien, vampiro. Parece que estás bien alimentado —sonríe con malicia cuando Jungkook se vuelve a girar, con los ojos entrecerrados—. Así que ayúdanos con esto —le pasa un paquetito aún sellado y Jungkook lo atrapa en el aire.
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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