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[ 11:2 ]

Enciendo la linterna de mi celular y me adentro al bosque. Las ramas de los árboles se mueven con el viento, uno que otro conejo sale disparado dando saltitos cuando lo apunto por accidente con la luz cegadora. Las hojas secas crujen bajo mis pies. Apago la linterna, asustado de poder atraer la atención de un Feráseo, y parpadeo hasta que mis ojos se acostumbran a la oscuridad. Los chillidos vuelven a aparecer y acelero el paso. Doy vueltas en el laberinto de árboles que es el bosque a las afueras de Tearscolm, y quedo petrificado al ver una silueta a la lejanía.

Una vocecita en mi cabeza enciende una alarma. Es una mariposa, te matará.

Corre. Corre, corre, corre, corre.

Maldición —sisea la persona, suspirando con pesadez—. Conejo estúpido. Quédate quieto, ¿sí? Deja que te cace, no es tan difícil.

La adrenalina abandona mi cuerpo en oleadas y puedo respirar otra vez.

Solo es Jungkook.

Se abalanza hacia adelante en un ataque, pero el animalillo blanco es más rápido y huye dando saltitos. Escapa en mi dirección, y Jungkook gira con el rostro fruncido y ensangrentado, agarrando una bolsa de basura que parece pesada y echándosela en el hombro antes de ir tras el conejo. Se queda inmóvil cuando me ve, deja caer la bolsa al suelo y olvida al conejo, que desaparece entre los arbustos. El frenar el seco hace que trastabille hacia adelante hasta que está por tropezar y caer sobre mí.

El contenido de la bolsa se desparrama a mis pies. Son conejos, muertos y ensangrentados. Sus cuellos han sido rotos y sus cabezas cuelgan a un lado como las de unos peluches descosidos. Hay uno que tiene todo el cuerpo hecho pedazos, y me da la impresión que toda la sangre proviene de él. Hay, por lo menos, unos cinco, y acabo de salvar la vida del sexto sin querer.

—Kim Taehyung —dice Jungkook en un susurro, con una incredulidad que me hace pensar que está por abalanzarse sobre mí solo para comprobar que soy real. Sigue inclinado hacia adelante, así que se para erguido y me mira—. Kim Taehyung —repite, esta vez con un tono confundido, casi como una pregunta.

Me aclaro la garganta y levanto una mano.

—Hola.

—¿Qué... ? —frunce las cejas y se pasa las manos por el cabello— ¿Qué diablos haces aquí? No deberías... Mierda, no, no, no. ¿Por qué saliste? —está frustrado, la respiración se le agita y mueve las manos sin saber qué hacer con ellas.

Parece darse cuenta de algo, pues sus ojos se abren y se cubre la boca, intentando inútilmente limpiarse la sangre que parece haberse secado. Patea con fuerza el conejo que está en peor estado (sospecho que fue su cena). Se agacha, con la cabeza entre las piernas, y me da la espalda. Me acerco y extiendo una mano, pero el nota mis intenciones aún sin verme y se hace a un lado. 

—Lo siento, Jungkook. Estaba... preocupado. Saliste de la habitación en medio de la noche, y saliste del hostal. Sin tus hermanos. No puedes juzgarme por —sin darme cuenta, empiezo a exasperarme también.

Digo todo en susurros, pero estoy gritando en susurros, así que mi voz empieza a hacerse mínimamente presente. Jungkook, ante ese pequeño sonido, se gira a la velocidad de la luz y se lanza sobre mí para cubrirme la boca. Su mano está helada, un poco húmeda y, por lo poco que alcanzo a ver, también está llena de sangre. Pensar que esta es la mano que usó para matar a los cinco conejos me da un poco de asco, pero me trago la sensación. Jungkook está alerta, mira a ambos lados y se concentra en lo que sucede alrededor.

—Cállate. Cállate, chico tonto —sisea—. Nos matarán por tu culpa.

Empiezo a hablar y todo queda atrapado por la mano de Jungkook, por lo que pone los ojos en blanco y quita la mano, pero la mantiene cerca por si acaso.

—Tú estabas discutiendo con un conejo. Te escuché estando a metros de distancia. Si un Feráseo nos escuchó es tu culpa.

Intercambiamos una mirada mordaz, pero el color abandona nuestro rostro cuando escuchamos algo detrás de nosotros. Parecen grandes pisadas que destruyen todo a su paso, haciendo árboles a un lado para aproximarse a nosotros. Jungkook y yo nos giramos al mismo tiempo, y una enorme bestia viscosa se hace presente entre los árboles. Es la mariposa más grande que he visto hasta ahora, tan alta como las copas de los árboles. Chorrea baba negra y tiene los ojos fijos en nosotros.

Mierda —dice Jungkook a viva voz.

Se cuelga la bolsa de conejos sobre el hombro y agarra mi mano antes de empezar a correr hacia la salida del bosque. La mariposa ruge y empieza a perseguirnos sobre cuatro patas. Jungkook apresura el paso, girándose cada tanto para asegurarse de que haya distancia entre la bestia y nosotros. Yo me dejo arrastrar. Su mano sostiene mi muñeca con tanta fuerza que me clava sus uñas y no me sorprendería que deje una marca violácea de sus dedos. Jungkook es rápido, como cualquier vampiro. Más rápido que el humano promedio y mucho más rápido que el humano enclenque y débil que soy ahora mismo.

Cuando nos hemos alejado unas calles del bosque, me arden las plantas de los pies y siento pesado el pecho. Me cuesta respirar. Jungkook no hace más que acelerar, con el sudor haciendo brillar su frente. Jadea por el cansancio, pero no lo hace tanto como yo. Aprieto los dientes y hago un esfuerzo monumental por no detenerme, por no ceder ante el dolor. La mariposa que nos persigue es un buen motivo para seguir adelante y no mirar atrás.

Vuelve a rugir, y una nueva serie de golpes a la distancia me hace pensar que más Feráseos están despertando y uniéndose a la persecución. Mierda, mierda, mierda. Moriremos, moriremos de verdad. O, por lo menos, yo moriré. Jungkook podría salir volando con sus alas de...

Murciélago.

La idea ilumina mi mente y me da un pequeño subidón de energía, el suficiente como para gritar con la garganta seca.

—¡Jungkook! ¡El murciélago! ¡Sé el murciélago!

—¿Qué? —grita en un jadeo, mirándome de reojo sin dejar de correr.

La bolsa negra rebota contra su espalda y tengo la impresión de que se romperá y los conejos saldrán despavoridos. Recuerdo a Jeonghan durante el escape, lanzando sándwiches como si su vida dependiera de ello. Tal vez eso no funcionó entonces, pero puede que esta vez los conejos muertos sí sean una buena distracción para las mariposas.

Jungkook se mueve ágilmente entre vehículos abandonados y advierte un callejón a lo lejos. Nos metemos dentro, pegando las espaldas a la pared y conteniendo el aliento. Me pregunto qué tan alejados estamos del hostal, y cómo diablos hice para caminar tanto por mi cuenta antes de llegar al bosque. En mi defensa, no habían hordas de Feráseos despiertos antes.

Los Feráseos nos alcanzan, pero no nos ven. Los observamos mirar a todos lados, rugir violentamente y destrozar autos a su paso. Uno de ellos destroza un hidrante y el agua sale disparada desde el suelo. Siguen su camino calle abajo y el ruido pronto se disipa.

—¿Qué dijiste antes? —pregunta Jungkook, sin aire. Trago saliva y me doblo hacia adelante, con las manos en las rodillas. Estoy molido.

—¿Por qué no te convertiste en murciélago? Pudiste haber escapado enseguida.

Me mira como si lo hubiera insultado. Se sorbe la nariz y mira hacia otro lado. Su pecho sube y baja. Lleva puesta una camiseta blanca sin mangas y unos pantalones deportivos negros. Debe estarse congelando aquí afuera, ¿los vampiros sentirán frío? Yo tengo frío.

—No iba a dejarte, Taehyung. Y, entre la bolsa de conejos muertos y tú, no creo que mis alas puedan soportar el peso.

Finjo no sentirme ofendido por lo que acaba de decir y me vuelvo a parar erguido con la cabeza contra la pared. Cierro los ojos y recupero el aire. Nunca había sentido tanta adrenalina en toda mi vida.

—Podemos usar los conejos como distractor hasta llegar al hostal. Como carnada. El olor a sangre los atraerá. En realidad, ¿no es un riesgo estar aquí escondidos con esa cosa apestando a muerte? —señalo la bolsa negra con el mentón. Jungkook frunce más el entrecejo—. Nos encontrarán por el olor.

—No, no podemos usar los conejos. Y usarlos no nos servirá de nada —lo dice con la seguridad de un niño caprichoso.

—¿Por qué? —pregunto, irritado.

—Porque salí por ellos. Los cacé, los necesitamos. No podemos tirarlos como si fueran basura.

—¿Porqué necesitamos los conejos, Jungkook? —pregunto, poniendo los ojos en blanco.

—Necesitamos su sangre. Jay dijo que nos servirá para pelear contra el Gran Demonio cuando intentemos escapar.

—Jay —pienso en el tarado sonriéndome desde las gradas. Resoplo— ¿Por qué no viniste con tus hermanos, entonces?

—Soobin sigue herido. Y Riki —suspira y baja la mirada— está ocupado. Ambos están bien, a salvo y felices. Están felices por primera vez en sus vidas, Kim Taehyung. Si puedo hacerme cargo de esto solo sin tener que molestarlos, todo estará bien. Es mejor así.

—¿Y qué hay de ti? —le pregunto, empezando a enojarme. No estoy enojado con él, pero sí con la forma en la que se refiere a sí mismo. ¿Qué se cree, un mártir? ¿Quiere recibir el premio a hermano del año? Ridículo—. ¿No deberías estar a salvo? ¿No puedes permitirte, no sé, ser feliz también? —no me responde, solo me mira con ojos bien abiertos— ¿Y si salías herido? ¿Y si no regresabas, Jungkook?

Traga saliva.

—Puedo hacerme cargo de las cosas solo. 

¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2024 ]

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