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Jeonghan me deja solo en mi habitación para hablar con mi madre. Dudo un poco, con su contacto brillando en la pantalla de mi celular. Me lo pego a la oreja, parado frente a la ventana y con el corazón latiendo rápido en mi pecho. Tarda un poco, pero contesta. La línea permanece silenciosa por unos segundos.
—Taehyung —su voz suena como un suspiro aliviado—. Namgil dijo que despertaste, es un alivio.
—Mamá —le digo, y el simple hecho de escuchar su voz me pone emocional otra vez. Tomo aire—, ¿estás bien?
—Sí, todo está en orden, querido. Solo estoy... ocupada. Convencer a cuatro familias de dejar la ciudad porque el apocalipsis se acerca no es tarea fácil —suelta una risa ronca y me doy cuenta de lo cansada que está.
Debe estar tan cargada de trabajo como Namgil. Son la cabeza de toda esta operación, y eso tiene que ser una responsabilidad enorme. No parece tener tiempo para hablar y, aunque extrañé muchísimo escucharla y solo quiero que me reconforte, sé que lo mejor es dejarle concentrarse. Sin poder evitar que me gane mi curiosidad, me armo de valor para preguntarle algo antes de colgar.
—Mamá.
—¿Sí, hijo?
—Encontré un diario aquí. Era tuyo y del señor Namgil —el otro lado de la línea se queda en completo silencio, y ya puedo imaginarla tensa en su escritorio—. Hay... —me aclaro la garganta—, ¿recuerdas las cosas que escribiste ahí?
—Un poco, sí.
—¿Recuerdas a los Umbras?
La escucho levantarse de su asiento, caminar un poco, tirar unos libros y pasar las páginas de uno con rapidez. La escucho garabatear y rasgar papeles. Mamá carraspea.
—Sí, me acuerdo de los Umbras, hijo, ¿por qué... ?
—Tengo uno —digo, sin rodeos. Me siento en la cama y miro mis manos. Me apresuro a seguir hablando antes de que ella diga algo. Tengo que soltar todo ahora que no hay barreras—. Su nombre es Jay. Apareció hace dos años. Creo que... cuando empezaron los problemas con papá. También porque discutí con mis amigos. Y un día apareció.
La revelación la deja completamente estupefacta, atónita. No sabe qué decir. No sabe si tiene que decir algo. Su respiración se vuelve pesada y la escucho soltar un sollozo antes de quebrarse.
—Ay, por Dios —llora contra el teléfono—. Taehyung. Dios, Taehyung. Lo siento, lo siento tanto. Yo... es mi culpa.
—No es tu culpa, mamá —le digo con firmeza. Ella traga sus lágrimas, pero los lamentos siguen sonando en su garganta—. En serio, no lo es. Fueron muchas cosas.
—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta con dificultad. Espero a que se calme un poco, y empieza a hipar— ¿Por qué no me lo dijiste? Podríamos haberlo solucionado juntos.
—No pensé que me creerías —confieso, y eso no hace más que avivar su llanto.
—¿Por qué no te creería? Eres mi hijo. Mi hijo. Y si eso no fue suficiente, vivimos en un infierno, Taehyung. Viví en un infierno. Y estudié el maldito infierno. Sé de estas cosas. Podría...
—No, no habrías podido, mamá —se lo digo con suavidad. Parece enojada consigo misma, y quiero que deje de atormentarse. Quizás este no fue el mejor momento para decírselo, después de todo—. Él decide cuándo se va.
—Podría haberte ayudado a manejarlo. Se van cuando ya no tienen de qué alimentarse. Pero aquí, en esta casa —se sorbe la nariz. Su voz está cargada de una emoción intensa que no logro discernir— cargada de negatividad no podías... Lo siento, hijo. De verdad, de verdad que lo lamento.
—No todo es malo. Jay ya no lo es, o ya no intenta serlo. Nos está ayudando. Ya sabes, con información. Dijo que se irá después del Juicio Final.
—¿Te desmayaste por culpa del Umbra?
—Leí lo del beso en su diario, y digamos que lo intenté —me río intentando darle gracia a la conversación, pero ella vuelve a sorberse la nariz. No parece sorprendida, así que dejo de reírme—. Le di mi energía o algo así.
—Esa entidad es peligrosa, Taehyung. Asegúrate de mantenerte alejado de él hasta que desaparezca. Tampoco lo toques. No solo absorben oscuridad, sino que también energía. ¿Está en su forma real?
—Sí.
—Eso es bueno, y malo. Prométeme que no dejaras que te toque otra vez, a menos que sea para despedirse y desaparecer. Promételo, Taehyung.
—Lo prometo, mamá.
Suspira de forma entrecortada y escucho que regresa a trabajar en anotaciones y libros, pero se detiene un momento.
—Descansa, hijo. Necesitarás energía para lo que está por venir. Todos la necesitaremos, pero tu necesitarás un poco extra después de ser tan descuidado y besar a un Umbra —el tono burlón que usa aligera el ambiente—. Dime, ¿por lo menos es atractivo?
—¡Mamá! —ambos nos reímos y puedo sentirla cerca, aunque sea por un momento. Cierro los ojos para imaginar que está aquí, rodeándome con sus brazos y diciéndome que todo estará bien— Suerte con el trabajo. Te extraño mucho.
—Yo también te extraño, hijo. Descansa, nos veremos pronto.
Cuelgo y me quedo mirando la pantalla ennegrecida del celular un rato. Decido hacerle caso a mamá, me meto debajo del edredón de la cama de Jungkook y cierro los ojos. Noto demasiado tarde que es la cama equivocada, pero no me importa. Huele a él, al igual que la ropa que tengo puesta, y sigue teniendo un poco de su calor impregnado (nuestro calor). Se siente cálida, como un abrazo de mamá. Cierro los ojos.
Se siente como un hogar.
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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