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Dos días. Desde el incidente con el Quiróptero pasaron dos días. Setenta y dos horas en las que demasiados sucesos tuvieron lugar. Jungkook me cuenta todo mientras nos alistamos y bajamos las escaleras. El ataque del murciélago hizo que la azotea quedara marcada como zona prohibida. Yeonjun está bien, está vendado y sanando. Soobin regeneró su ala bastante rápido (al parecer me perdí la charla en la que el señor Choi reunía a todos en el comedor y explicaba lo evidente: Soobin, Jungkook y Riki son vampiros, qué sorpresa). El señor Choi habló con nuestros padres, porque las operaciones de la milicia siguen sin dar resultados satisfactorios (en el último contraataque, un Quiróptero se comió a la mitad de militares) y necesitamos un plan B.
Necesitamos salir de aquí.
Y no solo del Black Owl, de Tearscolm.
El señor Choi contactó a mamá usando mi teléfono (Jungkook aparentemente memorizó mi contraseña) y se reunirán esta noche.
—¿Qué hay de mi padre? —pregunto, mientras Jungkook se saca la camiseta blanca que usaba y se pone encima una sudadera gris. Aparto la mirada, fingiendo que me interesan los cordones sucios de mi zapatos y no el chico semi-desnudo a dos metros de mí—. Si se encuentra con Choi, lo matará. Y luego matará a mamá. Fueron las cartas del señor Choi las que hicieron que mi padre... perdiera la cabeza —Jungkook se gira para mirarme. Me sorbo la nariz, haciendo memoria e intentando hacer a un lado los momentos más dolorosos del recuerdo—. Mamá se escribía seguido con alguien, seguramente Namgil, y papá un día abrió la correspondencia y... solo recuerdo a mamá llorando y a papá arrodillado frente a mí diciendo que ella era una zorra y que no debía confiar en ella. No volvió a ser el mismo desde entonces... ¿qué pasará con mi padre?
Su expresión me confunde. Parece haber descubierto algo monumental. Carraspea y juega con los cordones de su sudadera.
—Creo que lo mejor es que hables con tu madre sobre eso en persona. Es mejor que ella te lo diga...
No le pregunto más. No puedo negar que tengo curiosidad, ¿algo le pasó a papá? Pero Jungkook tiene razón. Lo que más quiero en este momento es ver a mamá. No puedo ni imaginar lo preocupada que debió sentirse al saber que estaba inconsciente. Otra vez fui una carga más en su bolsa de problemas, pero sin Jay, decido no atormentarme sobre eso. Ya no vale la pena.
Solo quiero abrazarla.
Todos están esperándonos abajo, o más bien esperaban a Jungkook. Están sentados en una sola mesa en el centro del comedor, y tienen varios papeles y lápices esparcidos por la superficie. Yeonjun se inclina sobre la mesa mientras Soobin y él hablan en susurros y el vampiro garabatea sobre una hoja. Tienen el diario del señor Choi abierto de par en par delante de ellos, en la sección de Quirópteros. Sunoo señala la cabeza del Quióptero y luego hace mímicas con sus manos como si estuviera rompiendo algo. Riki lo encuentra adorable y ríe, y luego hace algo inimaginable que me deja en claro de todas las cosas de las que me perdí en dos días: Lo besa en la sien.
—¿Quién está sediento? Necesitan hidratar esas cabecitas para idear un plan, ¿no? Joshua y yo hicimos limonada —Jeonghan entra con una jarra de limonada y Joshua lo sigue de cerca con dos vasos de vidrio en cada mano. Jeonghan es el primero en verme, y está a punto de soltar la jarra. Riega un poco de su líquido antes de recomponerse. La deja sobre una de las mesas y corre hacia mí— ¡Taehyung!
—Mierda, ¡Taehyung! —exclama Joshua, dejando los vasos de vidrio y corriendo tras Jeonghan. Eso llama la atención de todo el mundo, y en un parpadeo tengo a seis chicos sobre mí, abrazándome y tomando mis manos, diciendo lo felices que están de que esté bien, que esté despierto, que esté vivo y con ellos. Jungkook se hace a un lado y disfruta de la escena.
No puedo aguantarlo más y me echo a llorar (otra vez).
—Sigues apestando a llanta quemada, chico —dice Soobin, acariciando mi cabello. Me encojo de hombros y sonrío entre lágrimas. Él me devuelve el gesto—. No vuelvas a desmayarte, ¿quieres? Retrasas nuestro trabajo.
—¿Tú estás bien? Me dijeron que sanaste, pero —recuerdo los dientes filosos del Quiróptero desgarrando la piel y me recorre un escalofrío— vi la mordida. Estoy seguro de que debió doler muchísimo.
—He pasado por cosas peores. No podré volar por un tiempo, pero no importa. No lo hacía mucho de todos modos —le resta importancia y señala hacia atrás con gesto divertido—. Deberías preocuparte por el chico llorón de allá atrás, que ni siquiera es capaz de sostener una pluma sin quejarse.
—Me arrepiento de salvarte la vida —replica Yeonjun con un falso tono serio, cruzando los brazos. El que está vendado el imposible de ignorar, las vendas blancas le recorren desde la muñeca hasta el codo, y está usando unos shorts que también dejan ver la venda en su pierna. No puedo ni imaginar el dolor—. En serio, no debí hacerlo.
Soobin se aleja de mí para acercarse a él y tomar su rostro con ambas manos. Yeonjun intenta alejarse, pero Soobin no se lo permite. Acerca mucho sus rostros y pega su nariz con la arrugada de Yeonjun.
—¿Quieres que hablemos acerca de quién salvó a quién? —dice Soobin. Yeonjun lo empuja con fuerza y escapa a la cocina, pero puedo ver la sonrisa juguetona que se asienta en sus labios antes de que desaparece, con Soobin corriendo tras él.
—Son parejas adorables, ¿no lo crees? —Jungkook aparece junto a mí, mirando como un padre orgulloso a Sunoo y Riki, garabateando otra vez un papel sobre la mesa y planificando un escape.
—Cuatro días. Nos conocemos cuatro días, ¿por qué se siente como si nos conociéramos toda la vida?
—No lo sé —me mira de reojo y sonríe sin colmillos—. Creo que es bueno encerrarse de vez en cuando, si es con la gente correcta.
No puedo evitar pensar en que, si hubiera estado despierto, probablemente Jungkook y yo estaríamos igual que esos cuatro. Ahora mismo, hay una tensión agradable, pero ligeramente incómoda entre nosotros. Un cable que nos conecta. Un pensamiento que flota sobre nuestras cabezas (¿deberíamos hacer eso también? ¿Estaría bien? ¿Me dejarías?). Un interruptor que me aterra apretar, y Jungkook siente el mismo miedo.
—¿Y el señor Choi? —pregunto cuando el silencio se extiende demasiado.
—Está encerrado en su oficina. No ha dejado de escribir y llamar y leer. No lo había visto así desde... desde nunca, en realidad. Está planeando algo grande, estamos. Creo que solo esperábamos a que despertaras para detonar la bomba, chico-rarito —ladea la cabeza hacia mí y pone una mano en mi mejilla por dos segundos. La quita y regresa la mirada al frente, como si no acabara de alterar todo mi sistema interno con ese toque fugaz.
Me acerco a ver los papeles desperdigados por la mesa. Tienen dibujos de las bestias y muchísimas anotaciones. ¿El ajo les provocará daño? Agua bendita. ¡Escopetas, pam, pam! Me río por lo bajo; están intentando encontrar debilidades. Será difícil conseguirlo sin interactuar propiamente con las bestias, pero es alentador ver su esfuerzo.
Si Jay de verdad quiere ayudarnos, supongo que debería... preguntarle sobre esto luego.
—Oye, Taehyung —Joshua se acerca a mí y me pasa un vaso con limonada. Le doy un sorbo—. Ahora que estás despierto, ¿puedes preguntarle a tu cosa-demonio-mascota cuándo será la Gran Invasión? Digo, sé que es un demonio, pero su letra es una basura, ¿sabes? Seguimos sin estar seguros de si será en dos o tres días. Tú le puedes hablar —se encoge de hombros, como si estuviéramos hablando del clima. De la cosa más trivial del universo—, pregúntale.
Me quedo completamente en blanco y me atraganto con la limonada. Dejo el vaso en la mesa y me limpio con el dorso de la mano.
—¿Qué?
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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