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Tiene el cabello de un sucio tono gris, un pico de viuda del que se originan largos mechones que le caen sobre la cara. Las cejas tupidas se conectan en su entrecejo fruncido, y alcanzo a ver un lunar en su nariz, cerca de su ojo. El cabello revuelto se le divide en dos como un libro abierto, y parece el más cansado entre los tres. Es el único que jadea.
Abre un poco los labios resecos, y la luz amarillenta ilumina algo en su sonrisa que me hela la sangre. Algo extra, algo que no debería estar ahí. Regreso la atención a los otros dos chicos y me concentro en los labios. Uno de ellos me devuelve la mirada, y la aparto hasta la lámpara de gas. Tienen el labio superior sospechosamente abultado. Mierda, ¿es demasiado tarde para pedirle al hombre que me deje salir? ¿Dónde está Jay? Es la primera vez que quiero verlo. Él debe saber qué son estos chicos, aunque es bastante obvio solo con una inspección rápida.
Me sorprende que el de cabello gris ni siquiera se moleste en ocultarlos, ¿soy el único de nosotros que notó sus colmillos?
Son Quirópteros. Mierda, nos deshicimos de la mariposa, pero ahora estamos atrapados con tres vampiros. ¿Siquiera son Quirópteros? Los libros del abuelo de Sunoo los retrataban como murciélagos de dos metros con aspecto humanoide, colmillos de como cinco centímetros y alas huesudas. ¿Por qué estos chicos parecen salidos de una revista de modelos adolescentes?
Aunque también parecen salidos de un basurero.
No solo es la ropa, sino que tienen el rostro repleto de pequeñas cicatrices que aún sangran y manchas de lo que parece ser tierra. Sus pantalones no solo tienen las típicas rasgaduras de unos jeans rotos, están completamente destrozados desde las rodillas hacia abajo, dejando ver sus piernas casi en su totalidad. Ahí también tienen raspaduras sangrantes. En especial el gris, parece que se va a desangrar por la rodilla.
¿Lo Quirópteros sangran? Ese es un dato que no estaba en los libros.
Bueno, si consumen sangre todos los días, supongo que son una bolsa de sangre andante. Si la bolsa se rompe, algo tiene que salir.
Realmente no puedo pensar con claridad. Sigo con el corazón retumbándome las paredes del pecho, ¿desde cuándo los Quirópteros son tan atractivos?
—Okey —dice el propietario, dejando la lámpara en una mesa junto a la puerta. Se asoma por la ventana. Sigue jadeando. Se pone la mano en el pecho. ¿Por qué está tan cansado si él ni siquiera corrió?—. Dejemos las presentaciones para la mañana, en el desayuno.
—¿Nos dará el desayuno? —pregunta Jeonghan. Todos le damos miradas que gritan cállate, idiota. Mucho más justificadas teniendo en cuenta que el imbécil tiene como diez sándwiches de atún en la mochila.
—Eh, sí. Si prometen que me pagarán cuando podamos salir de aquí —dice el hombre, riendo un poco. Está medio calvo y tiene los inicios de una barba descuidada creciéndole alrededor de la boca. Lleva puestos unos lentes que tienen algunas cisuras, y se los acomoda sobre el puente de la nariz.
—¿Cuándo será eso? —pregunta Joshua, con el tono algo brusco. Mierda, deberíamos estar agradeciéndole al hombre y todos se están comportando como unos imbéciles. A este paso, el propietarios nos sacará a patadas y nos dejará como ofrenda para las mariposas.
El hombre se saca el celular del bolsillo y empieza a revisar algo, con el rostro contrariado. Nos lo muestra segundos después: Es la transmisión en vivo de un chico de nuestra clase, Hwang Hyunjin. Este lado de la ciudad ha estado tranquilo en comparación a como está el sur en este momento. Todos vemos la pantalla horrorizados. Es una suerte que nos hayamos encontrado solamente con una mariposa.
Es el escenario que tanto quise ver cuando era niño, por el que me desvelaba en las noches.
Son tres mariposas arrastrando el cuerpo de unos niños. Parecen muñecos de trapo a esa distancia, desde la ventana de la habitación de Hyunjin. Los niños no se mueven, no zarandean para soltarse, y de su cabeza brota un río de sangre que va pintando líneas imprecisas por las calles. Mierda, mierda, mierda. Es lo que todos pensamos y lo que Hyunjin dice en susurros temerosos. Una de las mariposas se detiene, y su cabeza gira con lentitud hacia donde se encuentra Hyunjin. Podemos sentir lo que seguramente él está sintiendo, el pánico haciéndonos temblar. Él suelta una maldición más sonora y se agacha lo más rápido posible. El plano ahora solo muestra el tapizado de la pared su habitación. Parece que empezó a llorar, los sollozos siendo callados por su mano antes de que la transmisión se apague de repente.
—Lo más seguro sería esperar a la mañana, niños. Si salen ahora, es seguro que habrá una masacre ahí afuera.
Los tres extraños asienten, como si hubieran recibido la orden de un militar, y nos pasan de largo para dirigirse hacia las escaleras. Las suben con una agilidad peculiar dada la penumbra absoluta, como si estuviéramos a plena luz del día, desapareciendo entre las oscuridad. Nosotros nos quedamos quietos, pasmados, esperando recibir una orden más concreta. Después de todo, nosotros somos los polizones y los vampiros parecen estar en su propia casa. El hombre nos sonríe.
—Me alegra que estén a salvo, muchachos. Soy Choi Namgil, llámenme como ustedes gusten —nos estrecha la mano uno por uno, y se detiene por unos segundos para mirarme—. Yo te conozco... ¿eres hijo de Kim Sooyoung?
Asiento con la cabeza, algo avergonzado. Sabía que se trataba de la misma persona. Mi madre me ha contando mil anécdotas de ella y su mejor amigo y cómo ambos devoraban los libros de demonología de la biblioteca municipal después de la universidad. Seguramente ambos eran los únicos psicópatas que encontraban disfrutable toda la situación del Gran Demonio y los monstruos. Todo el mundo veía un apocalipsis. Ellos dos veían un interesante objeto de estudio.
No sé por qué mi madre no se casó con el señor Choi. No sé por qué mierda eligió a mi padre en lugar de a este hombre, que luce mil veces más decente.
—Wow, ¡wow! ¿Qué tal está tu madre?
—Bien. Ha estado... —pienso en mi padre. En la cantidad de veces que he escuchado a mi madre llorando en la sala con la TV encendida. Carraspeo— bien. Me ha hablado de usted muchas veces.
Sus ojos se encienden.
—Ah, ¿en serio? —empieza a reírse, soltándome. Vuelve a coger la lámpara y me la entrega, dándome unas palmaditas en el brazo— Pueden escoger cualquier habitación para pasar esta noche. La cuenta va por la casa —mira a los demás y hace un ademán para que subamos las escaleras. Todos agradecemos al unísono, haciendo una pequeña reverencia antes de voltearnos a la vez hacia las escaleras.
Dejamos al señor Choi y subimos las escaleras, tan pegados el uno al otro como un grupo de niños asustados que buscan a sus padres en medio de la noche, después de una pesadilla horrorosa. Sé que ellos temen que una mariposa aparezca de la nada cuando lleguemos al segundo piso y nos devore, pero a mí me tiemblan las manos ante la posibilidad de que uno de los Quirópteros se materialice frente a nosotros. A mí no me asustaría que una mariposa apareciera al final de las escaleras, me resultaría un alivio en su lugar.
¿Dónde mierda está Jay? Quiero preguntarle sobre los vampiros y desapareció por completo desde la persecución.
Nos quedamos quietos sobre el último escalón. Siento todas sus miradas sobre mí, tengo la lámpara, soy el líder de alguna u otra forma. Pero soy el menos indicado para liderar. Sería mucho mejor que Joshua nos dijera qué hacer, o Yeonjun. No yo.
Tenemos un largo pasillo que se extiende a ambos lados, completamente oscuro. La luz de la luna que se cuela por las ventanas sucias a ambos extremos del pasillo iluminan un poco las cuatro puertas que se reparten en forma de zig-zag por las paredes. Tres están cerradas, y una está entreabierta. Nos acercamos a esa primero.
—Es más que obvio que los vagabundos están en las otras habitaciones —dice Joshua en un susurro. Igual que cuando éramos pequeños, sus susurros son más gritos que nada. Le da una suave patada a la puerta, y ésta se abre de par en par con un chirrido parecido a un lamento agonizante. Está vacía, con dos camas perfectamente tendidas y un clóset viejo— ¿Quiénes se quedan aquí?
—Podríamos entrar todos —sugiere Sunoo. Todos entramos en la habitación y Yeonjun la cierra detrás de nosotros.
—Entonces, ¿quién duerme en el piso? —pregunta Yeonjun.
—Podemos compartir las camas, ¿no? Dos en cada una —dice Jeonghan, dejando la mochila sobre la cama. Saca un lazo negro y empieza a hacerse un moño. Todos lo vemos con expresión horrorizada— Mierda, no es para tanto. Joshua y yo siempre dormíamos juntos.
—Sí, cuando teníamos cinco años y dormíamos en tu cama de tres plazas —responde Joshua, sentándose sobre el escritorio que se desprende del clóset. La madera parece tener más años que la ciudad entera y no me sorprendería que se rompa debajo de su cuerpo.
Sunoo se asoma por la ventana y sus ojos se abren de par en par. Cierra las cortinas de golpe y voltea hacia nosotros.
—Hay como cinco Faréseos afuera del hostal.
—¿Podemos encender la luz? No veo una mierda —dice Jeonghan. El cabello rubio le cae como un pequeño riachuelo hasta un poco más abajo de la nuca.
—No es buena idea —digo yo, mirando a Yeonjun y a su mano ya sobre el interruptor. Me ofrece una sonrisa nerviosa y baja la mano.
—¿Entonces? —dice Joshua, aún con el ceño fruncido. Jeonghan se tira boca arriba sobre la cama, con las manos detrás de la cabeza, poniéndose cómodo— ¿Qué hacemos ahora?
Yeonjun aprieta los labios. Se acerca hacia la mochila y abre el cierre, metiendo la mano dentro. Saca uno de los sándwiches envueltos en papel aluminio. Saca otro y me lo tira. Apenas alcanzo a atraparlo en el aire, aún sosteniendo la lámpara.
—¿Ahora? Comer. ¿Después? Dormir. ¿Mañana? —dejo la lámpara de gas sobre la mesita de noche entre las camas, en un lugar que ilumine toda la habitación. Mis ojos se encuentran con el semblante preocupado de Sunoo, e intento sonreírle—. Rogar que los Faráseos desaparezcan y seguir con nuestras vidas.
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2023 ]
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