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—Ah —se separa, solo un poco, y me mira a los ojos—, creo que tu mamá también estaba con ellos. Namgil habla mucho de ella también. Eran como... un trío dinámico, o algo así.
—Lo más seguro es que sí. Mamá menciona mucho al señor Choi cuando habla de la universidad, pero nunca mencionó a otra mujer —intento hacer memoria, pero mamá nunca ha hablado de una alguna amiga durante su época universitaria...
De repente recuerdo que solía mostrarme fotos, y algo en mi cabeza hace click. Recuerdo estar sentado en la cama de mis padres, con varias fotos desparramadas frente a mí. Mamá me contaba lo que sucedía en cada una, pero se saltó una foto en específico e intentó esconderla bajo la almohada. Recuerdo que estaba abrazando al señor Choi en esa foto y me parece que también a otra persona. Una mujer con una melena pelinegra.
No, no era pelinegra. Su cabello... Su cabello era gris.
¿Tal vez por eso mamá y el señor Choi se distanciaron? ¿Porque su otra amiga murió a manos de un Quiróptero?
Mamá huyó, conoció a papá, me tuvo a mí y rearmó su vida. El señor Choi heredó el hostal, se quedó con los trillizos e intentó vivir la suya. Todo empieza a cobrar sentido poco a poco. La historia que era un rompecabezas incompleto empieza a tomar forma en mi cabeza.
—Mamá tiene fotos de tu madre. Me las mostró una vez —le digo. Jungkook abre mucho los ojos. Intento sonreírle—. Ahora que lo recuerdo, puedo ver el parecido.
—Tienes que enseñármelas. Namgil apenas tiene fotos de mamá, y todas están viejas y borrosas —frunce la nariz, y no puedo evitar reír al verlo con el ceño fruncido teniendo todo el rostro sonrojado y húmedo.
—Lo prometo, una vez que salgamos de aquí.
—¡Oh, oh, oh! ¿Eso significa que iré a tu casa? —pregunta, con los ojos soltando destellos. Pienso en la última vez que mis amigos pisaron mi casa, en lo incómodo que fue gracias a papá, y le sonrío con vergüenza.
—Preferiría traer las fotos al hostal. Mi casa es... Es fea, no quieres estar ahí, te lo aseguro.
Se decepciona, pero intenta ocultarlo. Ninguno decide moverse, así que permanecemos cerca del otro, con sus manos terminando inexplicablemente en mi cintura y mis brazos aún a su alrededor. Jungkook se acurruca contra mi hombro y me limito a escuchar su respiración.
—Tengo hambre —suelta un sonido similar a un ronroneo, y recién ahí me percato de que le estoy acariciando el cabello. No me detengo.
—Creo que tengo un sándwich de atún en la habitación... Los hizo la mamá de Jeonghan, y fue lo único que trajimos en su mochila. Tal vez también haya un poco de dinero y un cargador de celular... ¿Crees que el atún siga en buen estado después de veinticuatro horas?
Se queda callado y siento como se encoge.
—¿Esa cosa envuelta en aluminio... era tuya?
También me quedo en silencio.
—Sí —digo después de un rato. Él se niega a enfrentarme cara a cara—, ¿te lo comiste?
—Lo siento —murmura, muy bajo. Bufo—. Creí que Namgil los dejó para nosotros. Se me hacía raro que no nos hubiera avisado, y que hubiera usado tanta mayonesa...
No puedo contener la carcajada burbujeante que viene después. Incluso Jungkook se sorprende. Es ridículo, no puedo dejar de reír.
Este chico es un tonto, un tonto adorable. Es un niño, un niño pequeño con colmillos, un niño más alto que yo. Un niño que puede cargarme como a una novia en su día de bodas, pero que se esconde entre mis brazos cuando está triste. Es un maldito vampiro al que quiero besar aunque lo he conocido por poco más de un día.
Quizás no nos hablemos cuando salgamos de este lugar, quizás finja que no me conoce. Tal vez lo volveré a ver si regresa a la escuela, o si yo invento una excusa para volver al hostal. Mis amigos son amigos de sus hermanos ahora, así que podremos volver sin que sea extraño, ¿cierto? Volveré a verlo. Lo sé, pero no me abandona este presentimiento de que se me escapará de las manos en cualquier momento. No quiero perder a este niño, quiero protegerlo. Quiero sobrevivir a este apocalipsis, sobrevivir con él.
Empieza a olfatearme después de un rato, y yo le revuelvo el cabello.
—¿Sigo oliendo a oscuridad? —bromeo, pero él parece irritado de repente.
—Sí —arruga la nariz y hunde la cara entre mi hombro y mi cuello, inhalando profundamente y exhalando con brusquedad. Estornuda—. Siempre oliste extraño, pero ahora es... demasiado intenso. Hueles como... como esas cosas, como un Feráseo —me mira a los ojos—. ¿Jay te hizo algo?
—No —me abrazó, durmió sobre mí y me besó en la frente (aunque el beso fue después de que los vampiros dictaminaran que apesto)—. Dormimos en la misma cama, debe ser por eso.
La respuesta no ayuda para nada a mejorar su estado de ánimo y ahora parece más molesto que antes. Me abraza con más fuerza, pegándome a su pecho y obligándome a hundir la nariz en su camiseta. No puedo respirar por unos segundos, pero, cuando deja de presionar tanto, su olor me rodea y me llena. La calidez de su cuerpo contagia al mío, y me siento tan en casa. Más de lo que me he sentido nunca, en ningún lugar.
Mi rostro hierve.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, esforzándome por no perder la voz. Un Feráseo grita en la lejanía, y el corazón me late a mil latidos por segundo.
—No quiero que huelas a oscuridad, no si es la oscuridad de un demonio —responde a la defensiva—. Preferiría que huelas a mí, quizás así Jay no se te acerque.
Preferiría que huelas a mí.
Voy a perder la cabeza.
—¿Y si regresamos? —sugiero en un susurro, desesperado por escapar de este momento antes de que la sangre suba hasta mi cerebro— Tengo sueño, y no nos hará bien desvelarnos si mañana tenemos trabajo que hacer, ¿verdad?
—No te quiero soltar.
—No seas ridículo, Jungkook —intento empujarlo, pero usa más fuerza y se me hace imposible. Pongo los ojos en blanco y lo golpeo en el pecho—. Suéltame, vampiro estúpido. Aún sigo mal, ¿lo olvidas? Tuviste que cargarme antes, estoy mal, tengo que descansar.
Parece considerarlo por un momento, pero, cuando pienso que he ganado la discusión y quiero aprovechar su distracción para alejarme de él, siento sus manos bajando (bajando, ¿por qué están bajando? Mierda, ¿por qué están bajando?). Me sostiene con fuerza y me levanta del suelo. Engancho las piernas a su cintura y los brazos a su cuello para no caer, y siento un vértigo repentino. Le doy una expresión confundida, contrariada, una que grita ¿qué mierda estás haciendo, Jeon Jungkook? Él sigue con las cejas fruncidas.
—¿Qué mierda crees que haces? —le pregunto, en un susurro exasperado.
—Dijiste que estás enfermo, así que te cargaré hasta abajo.
—Tienes que dejar de hacer esto, no soy un maldito costal de cemento.
—No —dice con diversión—, pero pesas como uno.
Solo me baja cuando tenemos que pasar por la escotilla, pero me vuelve a cargar apenas ponemos los pies en el suelo, y ya no puedo quejarme porque el silencio del pasillo es sepulcral después de que cierra la puerta (la cierra con una facilidad que resulta ofensiva, aún sosteniéndome con un solo brazo). El recibidor del bar está tal y como lo dejamos: todos dormidos, una armonía de respiraciones calmadas que es reconfortante. Jay sigue arriba, supongo. Mucho mejor.
Jungkook y yo maniobramos para llegar a nuestro sitio sin pisar a nadie. Nos echamos las cobijas encima. Jungkook está cerca, su calor queda atrapado debajo de la tela y se mezcla con el mío. Mi corazón no se calma. Tener a Jay encima no me produjo absolutamente nada parecido. Y eso que lo tuve literalmente sobre mí. Jungkook está a una distancia razonable, nuestros cuerpos no se tocan ni un poco, pero... es diferente.
Me giro hacia él para encontrar que me está mirando, fijamente, sin parpadear.
De verdad es un chico atractivo.
Me muerdo el labio. Él extiende su mano hacia mí y lo muerdo con más fuerza. No sé qué esperar, o qué quiero esperar. Recuerdo mi necesidad irracional de tocarlo en la azotea, y un nuevo pensamiento se hace presente y me aterroriza.
No solo quiero tocarlo, quiero me toque. Quiero sus manos sobre mí, quiero confirmar si está frío como un cadáver (porque se supone que los vampiros están muertos), o si su piel está caliente. Caliente contra la mía. No solo sus manos, sus labios, la textura resquebrajada contra los míos. Quiero besarlo, quiero que me bese. Quiero... Dios, quiero tantas cosas, con tanta intensidad...
Siento sus dedos en mi cabello, una caricia suave y casi fraternal que me decepciona y me altera de igual manera. Me sonríe. Está cerca, pero no tanto como me gustaría.
—Buenas noches, Kim Taehyung.
—Buenas noches.
No duermo, absolutamente nada. No cierro los ojos por más de cinco minutos. No puedo dejar de pensar. Estoy despierto cuando los primeros rayos de sol entran por la ventana, y finjo dormir cuando el señor Choi se levanta y camina sobre nosotros con cuidado para no pisarnos hacia la cocina.
Este será un día infernal.
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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