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Un estruendo irrumpe el silencio de las calles. Un disparo, seguido de rugidos y gritos y más disparos. Cada sonido llegar con unos segundos de retraso a mis oídos, distorsionado y lejano. Escucho el click de los interruptores de luz encendiéndose por todo el hostal, el sonido de las mantas cayendo al suelo y rechinido que hace mi cama cuando Jungkook pasa sus manos debajo de mi cuerpo y me carga con una facilidad que me resulta ofensiva. Apenas tengo tiempo de ver a Jay, hecho un ovillo sobre la cama aún durmiendo, antes de que Jungkook me saque corriendo de la habitación.
Cierro los ojos, los abro, dejo que Jungkook me cargue como a una jodida princesa. No pongo resistencia, pero tampoco me esfuerzo por agarrarme de su cuello, por lo que me rodea con sus brazos para evitar que caiga. Siento como bajamos las escaleras, mi cabeza rebota contra su hombro y me golpeo la quijada. Me quejo en voz baja, como un perrito con sueño, y decido que lo mejor será usar mi nula fuerza de voluntad para aferrarme a él. Puedo ver siluetas borrosas correr detrás de nosotros. Jungkook se detiene en el recibidor del hostal, y todos empiezan a hablar en una cacofonía de voces inentendibles que hacen que me duela la cabeza.
La primera voz que distingo es la de Joshua.
—¡¿Qué mierda fue eso?! —suena alterado, pero no me molesto en mirarlo. Escondo la cabeza en el pecho de Jungkook y froto mi nariz contra la tela de su camiseta. Está caliente y huele a él— Dios, no eran los Feráseos. ¿Eran los Feráseos? ¿Ahora tienen armas?
—No seas imbécil —ese es Jeonghan. Suena igual de alterado, aunque intenta esconderlo—. Son animales sin cerebro. Incluso si tuvieran armas, no sabrían cómo usarlas —se detiene por un momento, dudoso—, ¿cierto?
—No son ellos —dice Yeonjun. Veo de reojo que está parado frente a la ventana—, son humanos.
—Es verdad —dice el señor Choi. Todos se giran para mirarlo. Mi vista se empieza a aclarar, y parece que lleva algo en sus manos. Parpadeo un par de veces: es una maldita escopeta, lo sabía—. Avisaron por la radio esta mañana que planeaban una serie de protocolos nocturnos para limpiar las calles, matar a todos los que puedan para evacuar a la gente y llevarnos lejos de la ciudad. Nunca dijeron que empezaría hoy —camina con pasos seguros hacia Yeonjun y mira el paisaje. Parece enojado—. Esos idiotas no tienen ni idea de cómo lidiar con la situación. El pánico de la gente no les servirá de nada, ¿escuchan? ¿Escuchan los gritos, muchachos? —las personas en las casas vecinas, los más horrorizados, gritan a la par de los disparos. Son unos imbéciles. No gritas para llamar la atención del monstruo, sin importar lo asustado que estés. Es una regla básica— Los Feráseos también los escuchan.
—¡Ciudadanos de Tearscolm, no teman! —dice un hombre a través de un megáfono cuando los rugidos y gritos se calman. Todos los chicos se acercan a la ventana y se amontonan a su alrededor para ver mejor el escenario. Hay unos cinco cadáveres de mariposas desparramados por la calle, con charcos de baba negra expandiéndose debajo de cada uno. Algunos aún mueven los brazos o piernas en pequeños movimientos espasmódicos. Cruzando la calle y acercándose al hostal hay una enorme camioneta militar atestada de hombres uniformados y armados que aún sostienen sus armas en alerta. En la bandeja de la camioneta está el hombre del megáfono. Tiene la cabeza rapada y una cicatriz atravesándole el ojo derecho— ¡Esta calle está limpia! Las Fuerzas Armadas de Tearscolm se encargarán de todo, ¡y dentro de poco unos colegas vendrán a evacuarlos!
—Si están limpias —dice Sunoo. La voz le tiembla, aún cuando el brazo de Riki lo sostiene. Parece esperanzado—, significa que podemos irnos.
—Aún no celebren, chicos —dice el señor Choi. Se aleja de la ventana para abrir un poquito la puerta y mirar por la abertura—. Nunca ha sido tan fácil. Él no se rendirá tan fácil. Esto es un trabajo para más de una noche, para más que una patrulla.
Nosotros no celebramos, como nos dice el señor Choi, pero las calles se llenan de exclamaciones emocionadas y regocijos. Las personas no salen de sus casas, pero se asoman por las ventanas para agradecer a los militares y llenarlos de elogios. Los hombres del camión se permiten disfrutarlo un rato, y el señor Choi parece molestarse más con cada una de sus sonrisitas autocomplacientes.
—¿Qué le pasó al chico? —dice uno de los vampiros. No sé cuál es hasta que veo el cabello azul. Soobin. Me está señalando— ¿Está bien?
—No salía de la cama aunque grité su nombre, más de una vez —dice Jungkook, fastidiado, y me agarra con más fuerza. Si no me sintiera extremadamente cómodo aquí arriba, ya lo hubiera golpeado—. No quería que le pasara nada.
—Se ve liviano —Riki se acerca, y trae a Sunoo consigo. Es el primero de mis amigos que se percata de que estoy aquí. Yeonjun habla con el señor Choi junto a la puerta y los otros dos discuten sobre cómo un Feráseo usaría un revólver al pie de las escaleras. Sunoo se encoje bajo el brazo de Riki, y me mira con curiosidad—, ¿puedo intentar cargarlo?
—No es liviano —dice Jungkook, y ya puedo escuchar la sonrisa en su voz— es pesado como una vaca.
—Taehyung —dice Sunoo—, ¿estás bien?
—Bájame, vampiro estúpido —digo, con la voz seca y rasposa, golpeando a ciegas el pecho de Jungkook. Él no me hace caso, pero acerca su rostro al mío para inspeccionarlo y empieza a olfatearme—, ¿qué eres? ¿Un maldito perro? Bájame, maldita sea.
Me baja con cuidado y toma mi rostro, asegurándose de que esté bien. Lo revisa desde cada ángulo posible. Intento empujarlo, pero nada lo detiene. Este imbécil es fuerte, o quizás es solo que me siento tan débil como un niño enfermo. Los otros tres nos miran, entre confundidos y divertidos. Los quiero golpear, a todos. Empezando por Jungkook. El segundo es Jay.
—Kim Taehyung —dice Jungkook al terminar su revisión, con sus uñas clavándose en mis hombros y sus ojos grises fijos en los míos—, ¿estás bien? ¿Completamente bien?
—Sí —trago saliva y carraspeo—, sí. ¿Por qué no lo estaría?
—No te levantaste.
—Tengo el sueño pesado.
—Eso es mentira —dice Sunoo, entrando un poco en pánico cuando cuatro pares de ojos caen sobre él—. Digo, nunca podías dormir cuando nos quedábamos en la casa de Jeonghan por el sonido de la refrigeradora. ¡Ah! Y cuando nos quedamos atrapados en la biblioteca en una noche de tormenta, no cerraste los ojos en toda la noche. También fuiste el primero en despertar por los ronquidos la primera noche aquí.
—Estoy tan orgulloso de que hayas podido decir todo eso en frente de cuatro personas sin tartamudear —miro a Sunoo. Aún me pica la garganta y me pesan los ojos. Los entrecierro—, ¿pero tenía que ser en mi contra?
Él se encoje de hombros y sonríe un poco.
—Lo siento.
Soobin se me acerca. Sus fosas nasales se expanden y frunce el ceño. Empieza a olerme el cuello, y Riki no tarda en seguirlo, soltando a Sunoo. No puedo evitarlo y retrocedo, pero termino chocando contra el cuerpo de Jungkook cuando intento escapar. Maldición, ahora él también me olfatea. Increíble.
—¿Desde cuándo los vampiros —cierro los ojos y me encojo. Esto hace cosquillas— hacen esto? ¿No era una cosa de hombres-lobo? Ay, cállate —digo, al ver como Sunoo empieza a reírse. Jeonghan y Joshua se acercan y se le unen. Jeonghan incluso saca su celular. Los vampiros prácticamente están sobre mí—. ¡Maldición, no grabes! ¡Dejen de olerme!
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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