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Sobre el hombro de Jungkook, veo una silueta oscura asomándose por el umbral de la cocina. Mis ojos se conectan con los suyos, y él desaparece como un rayo. El corazón me palpita a mil latidos por segundo, mi garganta se queda seca y la piel me arde. Ha sido menos de un segundo, pero he podido ver su rostro. Jay estaba sin la máscara.

Me apresuro a chasquear los dedos, unas cinco veces, sin quitar la vista del umbral. Jungkook comprende enseguida y parece tentado a voltearse, pero sabe que sería algo imprudente y se queda en la misma posición, sin mover ni un solo cabello. El ambiente a nuestro alrededor se enfría de repente. La calidez que nos envolvía desaparece en un santiamén.

Jay vuelve a asomarse y toma el valor para entrar en el cuarto. Se queda parado tras dar un solo paso dentro de la cocina y se limita a observarme. Tiene los ojos afilados, oscuros como una noche turbulenta y rodeados de ojeras tan prominentes que parecen dibujadas con crayón negro. El cabello, de un sucio tono rubio, le cae sobre la frente y cubre gran parte de su rostro. Tiene las manos escondidas en los bolsillos de ese abrigo viejo que parece robado de un cementerio, camina descalzo hacia nosotros con la espalda encorvada y la mirada oscurecida. Si no estuviera seguro de que es Jay, que es un Umbra en su forma real y que no hay forma que me haga daño, correría. Estaría completamente aterrado, porque en este momento luce como un criminal.

—Entonces, Kim Taehyung —dice Jungkook de repente, obligándome a dejar de ver a Jay para verlo a él. Se está esforzando por sonar natural, pero sus labios tiemblan en las comisuras cuando sonríe—, ¿té de manzanilla o frutos del bosque? Enciente la estufa, yo me encargo del agua.

Jungkook es, para mi sorpresa, un muy buen actor. Al principio desborda nerviosismo, es más que obvio que está tentado a voltearse hacia los espacios vacíos que yo miro de vez en cuando para preguntarle directamente a Jay si está entre nosotros, pero no lo hace. Pasados unos veinte minutos, empieza a actuar con completa naturalidad. Puede que se haya olvidado por completo de Jay, o que simplemente se haya metido mucho en su papel. Sea cual sea la razón, estaré para siempre agradecido con Jeon Jungkook.

Prepara un té de frutos rojos mientras me cuenta retazos de su infancia con sus hermanos y Namgil en el hostal. Fueron al colegio Bulgogi por un año o dos, cuando tenían diez, pero Namgil no tardó en sacarlos por las interminables quejas de las maestras. Intento hacer memoria, recabar entre los vacíos de mi memoria, pero termino por soltarle que no lo recuerdo en absoluto.

—A mí me parece haberte visto en algún programa de la escuela —me mira por sobre su hombro entrecerrando los ojos y frunciendo las cejas, pero no tarda en encogerse y regresar su atención a la estufa humeante. Se ríe muy bajito—. Me parece haber visto a un grupo de niños raritos merodeando por el patio.

—¿Nosotros éramos los raritos? —ataco enseguida. Sus pequeñas bromas y comentarios despreocupados están logrando, parcialmente, que me olvide de la presencia de Jay, que está hecho un ovillo en la esquina de la cocina. Pero no del todo, me sigue temblando un poco la voz— Para tu información, nunca han llamado a mis padres al colegio por mi comportamiento. Y ya me puedo imaginar que la mente maestra detrás de sus altercados eras tú.

—No solo era yo —se apresura en reclamar con tono indignado. Me rio—. Soobin también se lucía si se trataba de planes estúpidos. No fue sorpresa para nadie cuando Namgil nos sacó de ese lugar. Nos lo buscamos, comiéndonos a la mascota de la clase —se gira para ver mi expresión horrorizada y pone los ojos en blanco—. Era un hámster, Kim Taehyung. Hemos comido cosas peores, no pongas esa cara.

—¿Qué clase de... cosas? —pregunto con cautela. Jungkook saca las bolsitas de té del agua, las escurre y las tira en la basura— Pensé que la dieta del vampiro promedio se basaba en sangre y comida humana.

—¿Y de dónde crees que sacamos la sangre? —pregunta con ironía, mirándome mientras sirve el té en dos tazas con agilidad. Me quedo callado. Vuelve a entornar los ojos y resopla—. No mordemos cuellos, rarito. No humanos, por lo menos...

—¿Y qué muerden, entonces? ¿Hámsters?

—Y... otros animales —se encoge de hombros y me pasa la taza, sentándose frente a mí. Nos quedamos sumidos en un silencio expectante, así que toma su taza con ambas manos y se concentra en el hilillo de humo que se desprende del té. Suspira—. Promete que no te sentirás asqueado.

—Me estoy imaginando lo peor ahora mismo —cuando se atreve a mirarme, le doy una sonrisa rápida—. Hoy te conté mi mayor secreto —le digo, en voz baja, como si Jay no escuchara. Está con la cabeza escondida entre sus piernas y el cabello rubio y sucio cubriéndole los ojos—. Puedes contarme el tuyo también.

Se ríe sin ganas.

—Créeme, Kim Taehyung. Tengo peores secretos que esto —la sonrisa se le borra del rostro. Se encoge, soplando el humo y con el ceño profundamente sombrío—. Ratas, conejos, gatos, perros. ¿Animal que se mueva y lo puedas encontrar en el callejón? Nuestro desayuno, almuerzo y cena... ¡Por Dios, Kim Taehyung! ¡No me mires así!

—¡Perros! —me cubro la boca con una mano y lo señalo con la otra— ¡Perros, Jeon Jungkook! Eso es básicamente un crimen contra la humanidad.

—No es para tanto, no exageres —nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos, y nos echamos a reír como un par de bobos.

Jay se remueve incómodo en su puesto, y el sonido de su ropa llama mi atención. Me quedo helado y alcanzo a verlo de reojo. Se ha levantado, los pies descalzos plantados firmemente en el suelo de la cocina, y me mira fijamente. Me permito observar su rostro. Las ojeras y el evidente descuido lo hacen ver como un psicópata que se ha metido al hostal a la fuerza, pero si se arreglara un poco... No estaría tan mal. Es un demonio. Es un monstruo, así como los vampiros y los Feráseos de afuera, pero supongo que entre toda la oscuridad, puedo apreciar que es uno de los demonios menos horrorosos que he visto.

Por debajo de Jungkook.

Le hago un ademán disimulado por debajo de la mesa, indicándole que se vaya. Como un dueño que le ordena a su perro que salga. Jungkook se ha quedado en silencio también, y se limita a beber su te, dándome mi espacio para lidiar con la situación (me pregunto qué pasara por su cabeza, si creerá que me veo como un desquiciado mirando a la nada).

—El Natálido miente. Los Natálidos mienten, Taehyung —me dice, con su voz rasposa y malsonante, y verlo hablar (esos labios secos articulando palabras) me da un escalofrío. Se da media vuelta, pero no sale de la cocina antes de volver a hablar—. Esto es un terrible error, pero no tengo fuerzas para seguir intentando. No hoy.

No me da tiempo a sopesar sus palabras o armar una réplica, porque sale disparado como un rayo hacia la planta alta. Sigo con la mirada su recorrido. Jungkook tamborilea con sus uñas sobre la taza que sostiene y sigue soplando despreocupadamente. Me volteo hacia él y suspiro, dejando salir todo el aire que he estado conteniendo desde que Jay apareció. Jungkook me mira por encima del humo.

—Ya se fue.

Él también suelta el aire, abriendo mucho los ojos y alzando las cejas. Se pone una mano sobre el pecho.

—Por fin, maldición. Eso fue tenso —aprieta los labios y mira por sobre mi hombro— ¿Cómo es la cosa? Bueno, dijiste que tenía una máscara, ¿no?

—Ahora no estaba usando la máscara —me inclino hacia adelante y bajo la voz, como si Jay fuera a escucharnos. Jungkook también se acerca.

—¿Y cómo luce? —pregunta, bajando su tono de voz también.

—Parece un delincuente juvenil —le digo, riéndome entre susurros.

—Seguro que pensaste eso de nosotros ayer por la noche —sonríe con ironía.

Solo hacemos contacto visual por unos cinco segundos. Yo me encojo de hombros.

—No lo voy a negar —replico en un susurro, y él se levanta de la mesa para darme un golpe suave en la frente — ¡Auch!

—¿Qué están haciendo, ustedes dos? —Jungkook mira por encima de mi cabeza y su ceño se frunce ligeramente. Joshua aparece detrás de mí, devolviéndole la expresión disgustada a Jungkook— No me digas, ¿eso es té? Mierda, he estado muriendo por algo de beber desde hace horas —sonríe satisfecho al ver la taza frente a mí y alarga la mano para agarrarla, pero se detiene en medio camino— ¿Sucede algo? —pregunta, inexpresivo, viendo a Jungkook. El vampiro le enseña los dientes como a punto de atacar y tiene las cejas pobladas más que fruncidas.

—Hicimos bastante té, ¿cierto, Jungkook? —le digo, intentando calmarlo. He olvidado por un momento que, aunque Jungkook es un chico bastante calmado y dudo mucho que se lance a mi cuello, sigue siendo un vampiro con impulsos. Me levanto y camino hacia él. Joshua está confundido, incluso algo molesto por el ambiente tenso que hay en la cocina. Paso una mano alrededor de su cuello y me lo llevo hacia la estufa. Estamos dándole la espalda a Joshua ahora— ¿Por qué actúas así de repente? —le reclamo, de nuevo en un susurro, muy cerca de su rostro— Creí que estábamos bien.

—Sí, tú y yo. Porque ahora compartimos atún, secretos y me dejas escuchar música en tu celular —responde, enojado. Me doy cuenta de que mi celular sigue encendido sobre la encimera con Talking In Your Sleep reproduciéndose a un volumen casi nulo—. Ese chico no ha hecho absolutamente nada bueno por mí. No le debo nada, no tengo por qué ser amable con él. Hice ese té para nosotros, Kim Taehyung —entrecierra los ojos y se acerca más—. No quiero que se lo des.

Trago saliva. Es un vampiro difícil, sin duda.

—Las amistades no se basan en favores, vampiro estúpido —le doy un golpe suave en el hombro y él gruñe—. Dijiste que ustedes tres no tienen amigos, ¿por qué no intentas empezar a tenerlos, entonces? Joshua es casi tan intenso como tú, se llevarán bien.

Frunce los labios en un medio puchero y la arruga entre sus cejas se acentúa.

—No quiero.

—Inténtalo.

—No quiero...

—Hazlo por mí —lo suelto un poco sin pensar. Este chico es mi amigo desde hace unas tres horas, y el chico que nos mira con mala cara desde atrás es mi amigo desde hace trece años. No quiero que se vuelvan inseparables, pero nos vendría bien que puedan intercambiar un par de palabras sin gruñirse el uno al otro. Todos deberíamos intentar llevarnos mejor, ahora que aparentemente nos quedaremos juntos en el hostal por otro día más—. Ofrécele una taza de té, sonríele. O, no, no le sonrías. Solo no lo mires como si le quisieras arrancar el cuello.

Pone los ojos en blanco, pero termina cediendo. Le sirve una taza de té aún humeante a Joshua y la deja frente a él, que se ha sentado donde antes lo estaba yo, con tanta fuerza que unas gotitas se desparraman por los bordes de la taza. Joshua mira la taza como si fuera una amenaza de muerte, y Jungkook no deja de entornar los ojos.

—Ten —se limita a decir, refunfuñando en voz baja y cruzándose de brazos. Joshua lo mira de arriba a abajo, perplejo.

—¿Gracias? —responde Joshua, inseguro, y le da un sorbo largo al té de frutos rojos. Le gusta, pero reprime la sonrisa y decide seguirle dando largos sorbos en silencio en lugar de agradecerle sinceramente a Jungkook.

Estoy satisfecho con su interacción, por ahora es suficiente. 

¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2024 ]

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