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7.

Los días en aquella habitación de hotel parecían transcurrir a paso de tortuga. Los cubiertos en mis manos son dejados de mala gana sobre el plato. Los huevos revueltos ahora solo me daban asco.

—Necesito salir de aquí, no aguanto más —Los ojos de Daen me observan por sobre el periódico que se encuentra leyendo, luego, como si yo no hubiera dicho nada, regresa la vista a este—. Sé que me estás escuchando, Hamilton.

—Sé que sabes que te estoy escuchando —murmura, tranquilamente—. Ve a recoger todas tus cosas, regresamos a la casa.

Abro la boca para decir algo, pero este me sorprende en cuanto coloca el periódico sobre la mesa, completamente abierto en una página.

—¿Qué es eso? —pregunto, en voz baja. Daen señala con su dedo un lugar en particular y no puedo evitar llevar mis ojos hasta ahí. Una foto de la casa de mi padre en Australia sobresale con grandeza.

—¿La casa de mi padre?

—Es tu casa ahora, Hel —Levanto la mirada hacia Daen, este no me observa, sus ojos se encuentran completamente concentrados en la hoja de periódico—, pero no es eso, mira aquí.

Intento descifrar lo que intenta mostrarme, pero no soy capaz de distinguir nada. La gran casa estaba siendo revisada por un sinfín de policías, mientras estaba acordonada con aquella cinta amarilla.

—¿Los policías?

—No —Daen musita. Le doy una mirada rápida y lo pillo observándome—. Abre los ojos Hel, dime todo lo que ves. —nuevamente guio mis ojos hacia el papel. Escaneo cada rostro y cada objeto en la imagen, pero sigo viendo lo mismo.

—¿El auto? Daen esto es estúpido, solo dime qué quieres que vea. —Me quejo, cubriendo mis ojos con mis manos. Estaba aburrida y él solo se enfocaba en confundirme aun más.

—La ventada del frente. Era la habitación de tu padre, ¿Qué ves ahí? —mis ojos se entrecierran casi con vida propia, luego, observo la ventana principal. Aquella que estaba completamente oscura y...

—Hay alguien ahí y... tiene una máscara.

—Exacto.

—He visto antes esa mascara. —murmuro, Daen intenta decirme algo, pero, con rapidez me levanto de la mesa y corro hacia la que había sido mi habitación los últimos días.

—¿Hel, de que hablas? —la voz de Daen está detrás de mí, y siento su pesada mirada cuando me arrodillo frente a la mesita de noche. La caja con fotografías es rápidamente regada sobre la cama y rebusco entre las fotos.

—Vi esa mascara en una de estas fotos —murmuro, buscando aquella foto en particular—. Fue tomada en esa casa...

—El cuarto de muñecas... —Mi búsqueda se frena en cuando veo a Daen tomar una foto entre sus manos, me levanto, tratando de observar el contenido.

—T-tú nunca me dijiste sobre aquella foto...

—Eso no es importante ahora, Hel —gruñe, bajando la foto con rapidez—, ¿sabes lo que esto quiere decir? —niego con la cabeza, esperando a que el me lo diga.

—Debo revisar esa casa. —Abro la boca para decir algo, pero Daen me sobresalta en cuanto gira con rapidez—. Recoge todo eso, nos vamos en 10 minutos.

—Puedo quedarme aquí.

—No te voy a dejar sola, Hel —su voz es dura, pero suave al mismo tiempo—. No dejaré que pase de nuevo lo de tu padre, no te despegarás de mí.

Intento preguntar a que se refiere, pero es tarde. Él ya se ha marchado y me ha dejado con la palabra en la boca nuevamente.

Con un gruñido, me siento en la cama para empezar a colocar todo en su lugar. Cada una de las fotos en aquella caja era desconocidas para mí, no recordaba cada uno de aquellos momentos.

Es como si no hubiera sido parte de ellos y, a la vez, fui lo más importante.

La foto en la cual me encontraba con el alto niño castaño, al cual ahora reconocía como Daen, me es desconocida. La sonrisa que le daba en ese entonces era grande, como si tuviera mil y una historias junto a él.

Historias de las cuales no recordaba nada.

—¿Por qué no te recuerdo, Daen?... ¿Por qué?

Le doy un último vistazo a la foto y luego la meto junto al resto. Tenía diez minutos para guardar la poca ropa que había usado. Sin levantarme de la cama saco mi maleta que había metido bajo la cama, y la coloco sobre la misma.

Sin rebuscar mucho, saco lo primero que veo en esta. El calor de Sídney está en su punto más alto y no quería morir rostizada.

Antes de sacarme una sola prenda me cercioró en que la puerta de mi habitación este completamente cerrada, luego, puedo cambiar me con rapidez.

Tenía que sacarle información a Daen. Necesitaba saber si el recordaba algo de aquella foto.

***

—¿Dónde está Arman? —pregunto, una vez que salgo de la habitación completamente lista. Han pasado más de veinte minutos, lo sé por la manera en que los ojos de Daen me miran con enfado—. Tuve un pequeño problema, pero ya está todo resuelto.

—No es mi problema —escupe. Luego, su ceño se frunce por un momento—. ¿No es algo que deba preocuparme, cierto?

—No, idiota. Regresando a mi pregunta... ¿Dónde está Arman?

—Junto al resto del equipo, revisando la casa. —Arqueo mi ceja a su dirección. Daen se encontraba completamente cambiado, su cabello algo despeinado lo hace lucir... bastante bien, aunque me costaba aceptarlo.

Lo único fuera de lugar era aquella cicatriz en su cuello... aquella cicatriz parecía haber sido hecha con odio... mucho odio.

—Pensé que ibas a revisarla tú.

—Yo pensé que tu amiga llegaba ayer pero ambos nos equivocamos, ¿no? —Abro mi boca para responder, pero la cierro y pienso mis palabras con tranquilidad.

—Llegará hoy, en realidad, debería estar llegando a casa en unas horas... —Daen y yo nos miramos por un minuto y, sin decirnos nada, tomamos nuestras cosas y salimos pitando de aquella habitación de hotel.

Tener algo nuevo que ver –aunque sea las paredes del ascensor–, es mucho mejor a estar encerrada en aquella habitación. Daen lo sabía perfectamente. Él no me había dejado sola durante los 3 días en el hotel.

—No le pasará nada. —Daen rompe el silencio, dándome una rápida mirada—. Mila no es tan tonta como parece.

—Lo sé. ¡Hey! —Me quejo, golpeando su hombro. Daen se ríe, mostrando una sonrisa ladeada, luego, regresa su vista a la pared frontal del ascensor—. ¿Recuerdas algo de niño?... aquella foto.

—Aun no es tiempo, Hel —responde, cortando mis palabras—, todo a su tiempo.

No digo nada, me mantengo en silencio hasta que las puertas del ascensor se abren frente a nosotros. Daen toma mi maleta sin que le diga nada y me anima a caminar junto a él.

No lo pienso.

Varios ojos se posan sobre nosotros y por un instante, me siento avergonzada.

—Señorita Petrov... ¿ya nos deja? —Daen y yo nos detenemos frente al hombre de la otra noche. Este, nos regala una sonrisa. Tengo ganas de golpearlo, pero me sereno con rapidez.

—Sí, puede pasar todo a mi cuenta. Estaré feliz de pagar.

—No tienes que pagar nada, rusa. —Daen responde. Esta vez aquel apelativo no suena a un insulto, más bien parece que lo dice con cariño—. Enviaré a uno de los encargados del hotel de Rusia a revisar este, noté varios fallos en el servicio.

Los ojos del hombre del cual había olvidado el nombre se abren realmente asustado, no puedo decir nada, porque estaba de acuerdo con Daen. El servicio no era el mejor para la categoría del hotel.

Un estremecimiento recorre mi espalda cuando la gran mano de Daen se posa en esta.

—Esperamos otra visita...

—Volveré a poner el pie aquí cuando tú ya no trabajes aquí. —mis ojos se abren con sorpresa ante las palabras de Daen y, cuando quiero disculparme por él, este se encarga de sacarme del hotel mientras carga dos maletas.

—No había necesidad de ser tan grosero —digo, para ambos—. Él solo hacía su trabajo, y no es como si me conociera de toda la vida. Nunca he venido a este lugar.

Daen se detiene en la acera del hotel, dejando las maletas en el suelo para luego observarme.

—¿En serio no recuerdas nada? —niego con la cabeza con rapidez. Los ojos de Daen se pasean por la calle y cuando está a punto de decir algo, un gran auto negro se detiene frente a nosotros.

Cuando la ventanilla baja con lentitud, estoy tentada a correr, pero los duros rasgos y la sonrisa de Arman me tranquilizan con rapidez.

—Suban rápido, no queremos sorpresas. —Daen abre la puerta del asiento trasero para mí y subo siendo empujada por el mismo. Las maletas son colocadas en el asiento delantero con ayuda de Arman y Daen sube de último junto a mí.

—¿Algún problema en la casa?

—Todo limpio —Arman responde, estoy tentada a decir algo, pero nuevamente me veo interrumpida—. El equipo de Rusia vino, Daen. Órdenes expresas del señor Petrov antes de morir, lo sabes.

—¿Mi padre?, ¿de qué equipo hablan? —Daen se deja caer contra el asiento de cuero y Arman arranca el auto.

—Uno del que no quería encárgame.

Veinte minutos después de un incómodo silencio y del sueño tratando de vencerme, estamos frente al portón de la puerta. Arman se encarga de presionar los botones en la pequeña caja y luego los limpia con rapidez.

Nuestras miradas se encuentran en el espejo retrovisor y no puedo evitar enarcar una ceja.

—Seguridad.

No sé que responder, por lo que —en silencio—, espero a que las puertas se abran frente a nosotros.

—Necesitamos cerraduras nuevas y códigos nuevos. No quiero otro error, Arman.

—Entendido.

El auto se detiene frente a la casa y me sorprendo al ver los autos estacionado fuera de esta. Varios hombres completamente vestidos de negro se encuentran rodeando la casa, listos para atacar.

—¿Quiénes son?... —pregunto, pero Daen ya ha bajado del auto. Con rapidez, salgo detrás de él.

De un momento a otro el ambiente se torna pesado, como si mi presencia no fuera necesaria. Como si estuviera sobrando.

—Señor Hamilton —Un alto hombre de color se detiene frente a Daen, este me da una mirada y luego maniobra entre un saludo militar en mi dirección—. Señorita Petrov, es un gusto conocerla.

—Lo mismo digo...

—Cabo. —Daen responde por él—. Solo dile Cabo.

—Cabo. —concuerdo, algo confundida. Cabo, asiente lentamente y luego observa a Daen.

—En la sala hay un paquete, es para la señorita Petrov. Lo revisamos y cercioramos de que no sea peligroso para ella.

—¡¿Abrieron mi correo?! —Me quejo, pasando de ellos. El lugar se siente incómodo en cuanto doy un paso en el interior, pero no me detengo hasta llegar a la sala.

En esta, el recuerdo de Bertha colgando en el techo me frena por un momento, por un corto momento en el cual saco aquella imagen de mi cabeza. Mis ojos se pasean en la habitación y cuando estoy a punto de darme por vencida.

Observo una caja sobre la mesa de centro.

Dejo de lado mi bolso y me agacho frente a la caja. Varias voces se escuchan en el pasillo de entrada, pero las ignoro. Con rapidez, remuevo la cubierta de esta.

La tapa cae de mis manos con rapidez en cuanto presencio lo que había en el interior.

—¡Arman!, ¡Arman! —el latido de mi corazón es tan fuerte como los gritos escapando de mis labios. En un abrir y cerrar de ojos la habitación está completamente llenas de los hombres vestidos de negros, todos ellos con armas, apuntando a ningún punto en particular.

Me arrastro lejos de la mesa de centro, levantándome como podía. Los fuertes brazos de Arman me reciben cuando corro hacia él. Tratando de alejar aquella imagen de mi mente.

—Ningún lugar es prohibido para mí. —la voz de Daen suena tranquila, pero me atrevo a observarlo.

Aquel rostro... el rostro de Bertha se encontraba completamente desprendido de su rostro, listo para ser usado como una máscara.



N/a: 


Espero que les guste el capitulo<3 

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CAPÍTULO EDITADO.


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