36 |Daen|
Hel está callada, demasiado, a decir verdad. Nunca la había visto así y eso me preocupa. Está llena de sangre, pero no parece importarle. Está cojeando, y arruga el rostro cada que da un paso.
—Toma una ducha —murmuro, sabiendo que la necesitaba—. Luego puedes dormir.
Sus ojos suben a los míos, y el brillo que siempre han estado ahí, hoy no están. Sus ojos verdes lucen cansados, agotados y, hasta cierto punto, aterrorizados. En silencio y luego de deshacerme de mi camisa, me acerco a ella y me arrodillo entre sus piernas.
—¿Estás bien? —pregunto, tratando de obtener su atención, sin embargo no lo logro. Una lágrima se desliza por su mejilla, y sé que todo lo que ha visto y escuchado hoy puede alterar su estado de lucidez—. Hel, mírame —Ordeno, sus ojos verdes están sobre los míos, preocupados y asustados—. Todo está bien, ¿lo entiendes? Se acabó.
—Y-yo —llora. Se lanza sobre mí, y no dudo en sujetarla contra mi pecho. Sé que está traumatizada. Yo había llorado por semanas la primera vez que maté a alguien y había sido entrenado por semanas. Hel no era así. Andrey Petrov había protegido a su hija de cualquier mal que pudiera acercársele, pero todo su trabajo se había ido por el escusado ante la aparición de su ex – esposa—. Tengo miedo.
Nadie se había imaginado que la madre de Hel se encontraba con vida.
—Te daré una ducha —digo, levantándome con algo de dificultad del suelo. Hel no dice nada, en su lugar, se esconde en mi pecho, soltando algunos sollozos.
El baño en casa de Azucena es pequeño, sin embargo me las arreglo para entrar junto a Hel. Lo primero que elimino de su cuerpo es la ropa carga de sangre. Lo hago con calma, no queriendo asustarla, no más de lo que estaba.
—Pensé en ir a Las Vegas —musito, agachándome a la altura de la bota que cubre su pie. Teníamos que ir al médico, tenía que revisar su pierna, saber si habría sufrido algún otro daño era importante para mí. Mi trabajo no es difícil y, en menos de dos minutos, estoy nuevamente frente a Hel. Ella se cubre el pecho con sus brazos, y noto la ligera capa de color cubriendo sus mejillas—. Casarnos. Llevar a Brent, Cabo, Mila, Jeff y Azucena.
>>Sería genial.
—Cuando Mila se recupere —dice. Su voz es un casi inaudible susurro, pero soy capaz de escucharlo. Su frente se arruga, y sé que nuevamente va a llorar—. Q-quiero... y-yo...
—Te amo —digo, interrumpiéndola. No quería que regresara a aquella casa, al menos por ahora, estaba mejor mantenerla con la mente enfocada en otra cosa—. Mañana iremos al médico para que revisen tu pie y luego iremos a Las Vegas. Quiero casarme contigo ahora. No quiero esperar.
—N-no podemos irnos ahora.
—Sí podemos —La detengo. Ella no se iba a quedar en Australia todo el tiempo que incluia los entierros. Ninguno de los que habían perdido la vida esta noche lo merecían—. Vamos a ducharnos, estoy agotado.
Hel no dice nada e, en silencio, ingresa a la ducha. Suelta un suspiro cuando el agua cae sobre su cuerpo y yo no dudo en deshacerme de mi ropa para unirme a ella.
Me encargo de eliminar los restos de sangre de su cuerpo, sin importarme cuando se mueve incomoda, o suelta unos cuantos quejidos. No quería ser suave con ella, no quería tratarla como alguien que no podía valerse por si misma, sin embargo, trato de darle su tiempo.
Hel era valiente y se pondría bien. Olvidaría lo ocurrido y recuperaría su vida. Era libre de hacerlo. Ya no debía esconderse. Ya no debíamos escondernos.
Nuestra ducha termina luego de media hora. Estoy agotado y Hel parece notarlo. Soy el primero en salir con una toalla alrededor de mi cintura.
—Diablos... —Recuerdo la ropa en el baño, sin embargo soy detenido por Hel, quien sujeta las prendas como si de veneno se tratase. No dudo en tomarlas—. Iré a deshacerme de esto.
—Gracias.
Es lo único que murmura. Quiero hacer algo para cambiar su actitud, pero no se me ocurre nada. Hel me observa en silencio, siento su mirada en mi espalda, aunque no dice nada.
Llego al primer piso más rápido de lo que pienso y Cabo está junto a Brent y Jeff. Todos hablan en voz baja, por lo que me detengo cuando entro en el campo de visión del hermano de Hel.
—Será mejor que te quedes con ella —dice—. La pelirroja a la que disparé sigue con vida. Nos engaño.
—¿Qué?
—Mató a dos policías que trataban de mover el cuerpo y huyó —Jeff interviene, observándome—. No sabemos qué tan peligrosa es, pero es mejor que te mantengas cerca a Hel.
—¿Puedes deshacerte de esto, Cabo? —Pregunto, elevando la ropa en mi mano. Él lo entiende con rapidez, y se levanta, tomando las prendas en su poder—. Iré a...
El grito proveniente del segundo piso me sobresalta. Todo pasa en un abrir y cerrar de ojos y, cuando lo noto, estoy dentro de la habitación. Hel está completamente desnuda, tirada en el suelo mientras observa sus manos llenas de sangre. Lo primero que pienso es en alguna herida, y no dudo en acercarme a ella.
—¿Qué está mal?
—Y-yo... —Sus ojos aterrados me observan—. Daen... y-yo...
—¿Qué diablos ocurre? —Cabo llega, y no dudo en tirar del cuerpo de Hel hacia el mío.
—C-creo... —Hel suelta, luchando contra mi agarre—. Daen, creo que estaba embarazada.
Estaba.
¿Estaba?
Hel me observa con ojos abiertos, y cuando su boca está a punto de soltar algo, grita nuevamente. Sus manos se dirigen a su vientre y se sujeta con fuerza.
—¿Qué diablos está ocurriendo? —La voz de Azucena se filtra en mis oídos, sin embargo no soy capaz de procesar nada de lo que ocurre. Alguien tira de mí, alejándome de Hel y Azucena es la que se acerca a ella.
—Hel necesita ir al hospital —La escucho decir—. Tuvo un aborto.
~*~
Mis pies se mueven, llevándome consigo de un lado al otro de la sala de espera. ¿Por qué diablos se tardaban tanto? ¡¿por qué no obtenía una maldita respuesta?!
—Ella estará bien —Azucena asegura—. Es fuerte.
—¡Y una maldita mierda! —grito, sobresaltándola—. ¡No tienes la jodida idea de cómo me siento justo ahora, Azucena!
La mujer que prácticamente me había criado, me observa. No parece enojada, o insultada, en su lugar, una de sus cejas se arquea, y me observa como cuando era un adolescente que se escapaba por las noches.
—Será mejor que bajes tu tono, Daen —dice—, conozco el dolor de perder a las personas a las que amas. Sé cómo te sientes, también sé que las cosas pasan por algo, y esto no es una excepción.
—Hel estaba jodidamente embarazada y soy el último en saberlo.
—Ella tampoco estaba segura, Daen —dice. Sé que tengo la atención de Cabo y Brent puesta en mí, pero no me importa. Hel estaba embarazada y yo no sabía nada. Lo que empeoraba eso era el hecho de que ese niño ya no existía. Me lo había arrancado de las manos sin siquiera darme cuenta—. Si ella hubiera estado en estado mucho antes tampoco hubiera durado mucho, ¿lo sabes, no?
>>Ha pasado por mucho. Ella no tiene la culpa de querer tener una vida feliz, sí, tal vez estuvo mal el haberte ocultado eso, sin embargo lo hizo porque te ama. Tu también lo hubieras hecho, Daen.
Paso una mano por mi cabello, sintiéndome realmente inútil. ¿qué podía hacer en un momento como este? ¿cómo podía si quiera pensar en un momento feliz cuando todo en mi vida terminaba mezclándose con excremento?
—¡Hey, Hamilton! —Una suave y dulce voz llama mi nombre, mi ceño se frunce, pero todo pasa en un abrir y cerrar de ojos. El fuerte estruendo de un disparo y el dolor estallando en mi estomago me dejan estático. Ojos azules entran en mi campo de visión y, de inmediato sé de quién se trata—. Después de todo, tal vez, la venganza de Killer si se cumpla.
Grito y más disparos estallan en el hospital. Mi cuerpo sede, preso del dolor y me dejo deslizar al suelo. Azucena corre a mí junto a Brent, quien golpea mi rostro con suavidad.
—No puedes jodidamente morir ahora —dice—, acabamos con todos esos hijos de puta. Puedes salir de esta, Daen.
—¡Un médico! —Alguien, grita. Una risa se escapa de mis labios, y no dudo en tirar del cuello de la camisa de Brent.
—Si algo ocurre conmigo —digo, lleno de dolor—. Cuida a tu hermana o vendré desde el maldito infierno a meter una bala entre tus ojos.
Mi agarre en la tela sede, y el cansancio del día se apodera de mi cuerpo. La bruma del sueño amenaza con absorberme y no me niego a ello. Estaba cansado.
Quería descansar, quería eliminar todo lo malo que se había apoderado de mi vida.
Tal vez, después de todo, la muerte era la última salida.
Mis ojos se abren de golpe. No quería morir. No quería dejar a Hel sola, no cuando ambos nos necesitábamos el uno al otro. Observo a mí alrededor, y lo único que encuentro es césped. Una gran e infinita capa de césped.
—¡Vamos, Daen! —Una pequeña y suave voz grita, captando mi atención—. ¡No puedes atraparme! —Mi ceño se frunce, pero todo bajo mis pies tiembla antes la pequeña niña con cabellos rojos que corre descalza. Detrás de ella va un moreno, corriendo, soltando varias risas y sé que soy yo. Sé que se trata de mí, también sé que la pequeña niña es Hel.
—Aún no estás muerto, mi querido Daen —Me sobresalto, girando con rapidez listo para pelear, pero toda gota de ira se elimina de mi cuerpo cuando el rostro del hombre que me había dado una oportunidad se dibuja frente a mí—. ¿Golpearás al hombre que te crió como a un hijo, eh? Te enseñé bien.
—Señor Petrov... —digo, porque siempre lo llamé así—. ¿Qué es todo esto?
—Tu momento feliz —sonríe—. ¿Quién diría que el momento feliz del mejor de mis hombres era uno con mi pequeña rusa? Te golpearía si no estuviera muerto. ¡Te acostaste con ella!
—La amo —corrijo, frunciendo el ceño—. Siempre la he amado, y no creo que eso cambie aun después de la muerte —Andrey Petrov sonríe, para luego golpear mi espalda—. ¿Por qué estoy aquí exactamente?
—Estás en la mesa de un quirófano, están tratando de salvarte la vida pero el panorama no es muy alentador —Me observa—. Siempre he sido sincero contigo, Daen, dejar de serlo después de muerto suena muy estúpido.
—¿Dónde está ella?
—Escapó de su habitación y está con llorando junto a Azucena —Sus ojos se dirigen a la visión que tengo justo frente a mí. Yo corriendo detrás de Hel, la hermosa Hel—. Ella espera que salgas con vida.
—¿Es imposible?
—Mucho —suelta un suspiro—. Nunca entendí por qué Amanda me odió tanto —agrega, en voz baja—. Un año después de que Hel nació lo supe. Ella amaba a Yerik, yo me interpuse entre ellos, mi padre me interpuso entre ellos y ambos me odiaron. Terminé haciendo de mal tercio con una mujer a la que no amaba y mi hermano. Toda una locura.
—Hel no tuvo la culpa.
—Pero era sangre de mi sangre —Agrega él, dándome una mirada rápida—. Prometí amar y proteger a Hel, aún cuando no amé a su madre. Mi pequeña rusa ya tenía una madre que la odiaba, no me necesitaba a mí de ese lado de la historia.
>>Cuando cumplió los siete años ocurrió lo del disparo a Hel, también tu siendo herido. Las muertes de tus padres. Todo es por mi culpa. Yo inicié la matanza. Yo creé a Killer.
—Amanda era una desequilibrada mental —murmuro—, no puede culparse de todo. La muerte de mis padres no recae sobre usted.
—Tal vez no, tal vez sí —suelta un suspiro—. Eso solo lo sabrá Amanda.
Su mano golpea mi espalda como solía hacerlo. Como si se tratase de una charla entre padre e hijo. Murmura algo que no soy capaz de entender, y luego desaparece justo frente a mis ojos.
—Siempre amé y siempre amaré a Hel Petrov —musito, en voz baja—. Eso no cambiará aun cuando muera.
Me dejo caer en el suelo, observando con atención la escena. Los niños se percatan de mi presencia y corren hacía mí. La pequeña pelirroja me sonríe, mientras mi yo del pasado me observa con el ceño fruncido.
—¿Quién eres?
—Nadie —respondo, porque en realidad no sé que más decir—. Solo un vecino.
—Será mejor que te largues.
—¡No seas grosero, Daen! —Hel se queja, observando al moreno con el ceño fruncido. Este bufa, para luego girarse sobre sus pies y empezar su marcha lejos de nosotros. Observo a la Hel de seis años. La belleza siempre había sido parte de ella, siempre se mantuvo con ella.
—Será mejor que vayas con él —digo, señalándolo—. Él cuidará de ti por el resto de tu vida, será mejor que no lo hagas enojar.
—Yo cuido de él aún cuando él se niega —Ella ríe, como si me estuviera contando un secreto—. Siempre cuidaré de él.
Se acerca a mí, y sus labios se presionan contra mi mejilla, enviando una descarga eléctrica a través de mi cuerpo. Musita en voz baja, una frase que no logro entender, sin embargo me veo arrancado de la tranquilidad en la que me había sumergido.
—¡Está regresando! —Gritos y agitación es lo único que escucho—. ¡Otra descarga!
—Se está estabilizando, doctor —alguien más dice, pero no sé qué diablos ocurre. Mis oídos silban, mi pecho duele, y siento como si me hubieran abierto desde el interior.
—Será mejor que lo haga —dice—. Su esposa no aceptará un no por respuesta.
Fin
N/a:
Bueno, primero que nada debo agregar que aún falta por publicar el epilogo, sin embargo lo haré mañana. Estoy algo cansada y hoy escribí sin parar. Lo segundo que quería hacer era agradecerles. Sé que tal vez no soy la mejor escritora del mundo, en realidad, me considero la peor, pero ustedes a pesar de ello me han dado una oportunidad y se han tomado el tiempo de leer una de mis locuras. En serio, no sé como agradecerles tanto. Tal vez Killer no sea la mejor historia del mundo, pero en ella hay invertido mucho de mi esfuerzo, y tiempo de ustedes, por lo que, al menos para mí, lo hace importante. No soy la mejor para dar palabras de agradecimientos, pero quiero que sepan que mis torpes palabras salen del corazón.
Millón gracias por cada uno de sus votos y comentarios.
¡Ustedes hacen mucho mejor esta experiencia!
Besos, DenisseGBellamy.
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