33.
En serio, lamento tanto la tardanza, pero últimamente he estado algo ocupada por la universidad. Trataré de actualizar el capítulo 34 durante la próxima semana, solo espero que no me dejen tanta tarea.
¡Espero que les guste el capítulo!
Pd: ¿Les gusta la música? ¿Son de las personas que le dan su propio significado a cada canción que escuchan? ¡No duden en pasarse por One Per Day! La encontrarán en mí perfil<3
~*~
Había pasado más de una hora desde que Azucena había venido por los platos, el suave ronquido por parte del castaño me indica que ella había cumplido con su parte. Sin embargo, cuando intento liberarme de la montaña de musculo que está sobre mi estomago, este se remueve, haciendo que el pánico se aferre a mí sistema.
—¿Daen? —pregunto, tratando de descifrar si en realidad estaba dormido—. ¿Daen?
Cuando no recibo respuesta por parte del castaño, me encargo de retirar su brazo de mi estomago. Ciertamente, tener sexo completamente adolorida no fue mi mejor idea, pero tenía que hacerlo, tal vez después de lo que haría, ese sería mi último recuerdo que tendría de Daen.
Mi estomago y mi pierna duelen, sin embargo, me encargo de colocarme un pantalón de yoga corto y una sudadera holgada. Azucena tendría todas las cosas que necesitara abajo, lo único que me quedaba era buscar aquel estúpido lugar.
Aun con la bota en mi pierna, soy capaz de moverme un poco más rápido. Por primera vez desde el accidente, me alejaría de Daen, aun cuando era una muy mala idea tenía que hacerlo.
La seguridad de Daen no entraba en discusión.
Una vez que estoy lista, observo al hermoso chico sobre la cama. Está completamente desnudo bajo la delgada sabana, sin embargo, lo único que llama mi atención es la cicatriz en su estomago, aquella marca se la había ganado por protegerme.
Aquella marca era la cantidad de amor que él sentía por mí.
Aun cuando era solo una niña él se había encargado de protegerme. Él puso su vida en peligro por tratar de salvar la mí.
Mis dedos se parean por su mejilla y soy capaz de sentir el poco vello que empezaba a crecer en aquella área.
—Te amo, Daen.
Con un amargo sabor en la boca, abandono la habitación, no sin darle una última mirada al castaño completamente dormido sobre la cama. Mis pasos retumban en la madera del piso, y sé que la única que es capaz de escucharme es Azucena.
Ella era la encargada de sedar a los dos hombres que custodiaban la casa. Tal vez se había arrepentido y no lo había hecho, pero aquello se ve descartado cuando bajo las escaleras con lentitud.
Los dos hombres se encuentran completamente dormidos en el sillón de la sala, detrás del mismo se encuentra una maleta, del cual noto sobresalir lo que parece ser un arma.
—Todo lo necesario está en la maleta —La voz de Azucena me toma por sorpresa, y lo único que noto es la aterrada mirada de la mujer cuando observa la pistola en mis manos. La había llevado conmigo desde el momento en que Daen me la había entregado, y ese día no iría ningún lugar sin ella.
—Por el amor a Dios —dice, haciéndose la señal de la cruza—. ¿Daen te pego eso? ¿no pueden vivir sin un arma dentro de la casa?
—No puedo confiarme —regreso el arma a la cinturilla de mi pantalón, escondiéndola perfectamente con la amplia sudadera—. Si Cabo regresa dígale que estoy dormida. Debe encargarse de que él no entre a esa habitación, señora Azucena.
—Hel —llama mi atención, deteniéndome justo antes de que me encamine a la maleta—. ¿Esto es necesario? Daen no regresó aquí desde hace mucho tiempo, solo mandaba dinero y pequeñas cartas diciendo como se encontraba.
>>Tú lo trajiste de vuelta aquí. No hagas que algo cambie eso.
—Señora Azucena, sé que Daen le tiene un gran cariño —digo, tomando la mano que me ofrece—, pero soy sincera al saber que si no me hubiera conocido todo en su vida seguiría intacto.
>>Él casi muere por mi culpa, no quiero que se vuelva a repetir.
—¿Cuídelo por mí, está bien? —La abrazo, sin darle tiempo a que diga algo y a continuación digo—: Lo amo demasiado.
Luego, con toda la determinación que puedo, tomo la maleta y abandono la casa. El silencio de la noche me envuelve, haciendo que los latidos de mi corazón aumenten su explosivo retumbar en mis oídos.
Trago duro, ignorando el dolor que aparece en mis costillas cuando desbloqueo el auto. No hay pistas de ninguna persona en la calle, por lo que intento mantenerme un poco más tranquila.
Dejo la maleta en el asiento trasero, sabiendo perfectamente que mi siguiente lugar era el restaurante de Brent. Necesitaba obtener la dirección, aun cuando era el peor error de mi vida.
—Así que estás huyendo de la protección que te da ese chico —la voz a mis espaldas no me sobresalta, sin embargo, mantengo la mano firme en el arma—. Aún no sé qué hago aquí, pero creo que estoy haciendo lo correcto.
Giro sobre mis talones, encontrándome con la mirada verde de Brent, este aún parece adolorido, pero se encuentra de pie, observándome completamente serio.
—Mamá dejó varias cartas antes de morir, en una de ellas habla de ti y de lo hermosa que eras, o eres —dice, su ceño se frunce—, dijo que no tenía que culpar a mi padr... nuestro padre por nada. Que él solo estaba protegiéndonos.
—Lo hizo muy bien —respondo, forzando una sonrisa—. ¿Me dirás como llegar a ese lugar? —Niega, observándome como si estuviera a punto de regresarme al interior de la casa.
—Iré contigo.
Me quita las llaves antes de que sea capaz de decir algo y abre la puerta del copiloto, invitándome a subir al enorme vehículo.
—Brent... no tienes que hacer esto.
—La vida me quitó un padre —dice—, ahora que gané una hermana no pienso dejar que un estúpido asesino termine con ella. Si puedo ayudarte, lo haré.
>>Según lo que tengo entendido; los Petrov nunca abandonamos a los nuestros.
—Bien —digo, sabiendo que no tenía demasiado tiempo, en cualquier momento Daen podría despertar, y lo menos que quería era a él detrás de mí—. Me dejas en ese lugar y luego te marcharás.
—Como digas.
Su tono me indica que no lo hará, sin embargo, no peleo. Él sería de ayuda, aun cuando no quería que terminara herido. No habíamos sido criados juntos, pero aquella extraña conexión entre hermanos estaba ahí.
Brent podía ser un completo desconocido para mí, pero mi sangre llamaba a la suya, como si de alguna manera papá hubiera arreglado todo el encuentro.
Él, aún después de muerto, seguía uniendo personas.
Brent sube al auto, el cual no tarda en encender. Sus ojos se enfocan en mí, dándome una última mirada antes acelerar fuera de la calle de la madre de Daen.
—Es hora de enfrentar a un asesino en serie.
~*~
—¿Cuánto falta? —Pregunto, observando la oscuridad fuera del auto, lo único que era capaz de ver era la inmensa playa a nuestro lado derecho—. Has conducido por media hora.
—No falta mucho —musita. Enfoco mis ojos en él y noto su ceño fruncido—. ¿Por qué estás yendo en busca de un asesino cuando tienes un hombre que te ama más que a nada?
—Lo amo —digo, sin siquiera pensar mi respuesta—, y sé que ha sufrido suficiente por mi causa. Ha hecho demasiado por mí.
>>Sé que esto es una locura, pero quiero encontrar paz. Todas las personas que he conocido me han sido arrebatadas de la peor manera.
—Lamento lo de tu mejor amiga —dice, cambiando de tema—. ¿Sabes que no seré de mucha ayuda, no?
—No quiero que te quedes —musito, sintiendo como la velocidad del auto disminuye—. Tienes una vida aquí, un restaurante en el cual eres feliz. Debes seguir viviendo para continuar con eso.
>>Yo no tengo nada que perder, él me quitó todo, solo me queda Daen, y debo hacer esto para que él tenga un futuro.
—Promete que no morirás.
—Lo intentaré —me río, contagiándolo un poco con mi bizarro humor—. Cuando te marches, por favor, busca a Daen y dile que lo amo.
—Llegamos —dice, soltando un suspiro para luego señalar un capítulo plantado con grandes árboles—. Esta casa se la dejó a mi madre, pero ella nunca la tomó. Dijo que te pertenecía a ti.
—Luego de esto —trago duro—, tal vez todo lo que tengo te pertenezca a ti.
Bajo del auto antes de escuchar su respuesta. El dolor en mi pierna no disminuye. Eso sería un problema. Tomo una respiración, parándome un poco más fuerte cuando me dirijo a la puerta trasera. Brent baja del auto antes de que sea capaz de notarlo y me ayuda a sacar la maleta.
—No quiero nada de tu dinero —dice, frunciendo el ceño—. Tendrás que ver a quien se lo darás.
Mi boca se abre, lista para decir algo, pero un disparo dirigido al cielo me hace guardar silencio. Siento como mi corazón se acelera, sin embargo, me encargo de sacar el arma de mis pantalones y cargarla. Brent me observa, completamente asustado cuando tiro de él y lo obligo a esconderse detrás del auto.
—Toma un arma de la maleta —digo —Azucena se encargó de cargar cada una de ellas. No preguntes, solo dispara, ¿entendiste?
—¡Será mejor que salgas de ahí, maldita bastarda! —Una voz femenina resuena con fuerza, haciéndome fruncir el ceño. El acento australiano resuena con fuerza. Sé que tal vez se trata de aquella mujer, la misma que había identificado en las fotos. Sin embargo, esta voz es mucho más joven, no era la misma que había logrado escuchar en aquel barco abandonado.
—Hel —Brent llama mi atención justo antes de que intente colocarme de pie—. No lo hagas.
—Debo hacerlo —reviso en la maleta con rapidez, encontrando un arma un poco más grande que la que Daen me había dado—. En cuanto puedas vete y busca a Cabo —digo, sabiendo de ante mano que él estaría buscándome—. Dile donde estoy.
Me levanto, siendo testigo de la estilizada figura de pie en medio de la fila de arboles. Sé que, a comparación con ella, me veo como todo una momia estática. Sin embargo, me las arreglo para apuntar el arma en su dirección.
Mi dedo está en el gatillo, listo para disparar, pero su voz me detiene diciendo—: La bastarda llego preparada con artillería pesada.
—¿Quién diablos eres? —Pregunto, volviendo a levantar mi arma. La delgada figura de la chica se mueve, guardando el arma que momentos antes usó.
La mata de cabello rojo es más notable ante cada paso que da, la sonrisa ladeada y el maquillaje oscuro cubriendo sus ojos solo me dicen que esperaba paciente mi visita.
—Veo que él no se equivocó —dice, sacando una navaja de la cinturilla de su pantalón corto—. En realidad, sí nos parecemos.
La pálida piel y los finos rasgos en su rostro me hacen saber que, a pesar de mi edad, era uno o dos años mayor que ella. Mi ceño se frunce, tratando de observa su rostro con un poco más de claridad, sin embargo, no logro darle fundamento a sus palabras.
—¿De qué hablas?
—Vamos, Hel —se burla, lanzando lejos la navaja lejos de ella. Las mangas de su blusa son dobladas, y la veo estirar un poco—. Es momento de dejar los juegos de niños, deja tus armas y ven por mí.
>>No dejaré que llegues a él.
—No necesito tu permiso —digo. Sujeto el arma con algo más de fuerza, negándome a darle una sola oportunidad—. ¿Dónde está él?
—En todas partes —da otro paso, obligándome a retroceder. Mi mano tiembla, sin embargo, apunto a su pie sin siquiera pensarlo y disparo. El grito ensordecedor cargado de dolor llega a mis oídos, y observo como la pelirroja se agacha, soltando quejidos acompañados de risas, las cuales me erizan el vello de los brazos.
Estaba loca.
—¡Él dijo que no dispararías! —grita, haciéndome sobresaltar—. Dijo que eras una maldita cobarde. Hel Petrov —dice, con lentitud—, la maldita hija del Rey Petrov... ¿Qué se siente matar a tu propia hermana?
—¿Qué?
Para cuando espero una respuesta de su parte, disparos provenientes de mi espalda impactan contra el delicado cuerpo de la pelirroja. Esta me observa mientras cae de espaldas, completamente estática y sin lograr soltar la información que quiero.
—¿Estás loca? —Brent dice detrás de mí. Suena más allá de nervioso, pero soy incapaz de desviar la mirada de la chica tirada en el suelo—. Iba a dispararte, Hel.
—D-dijo que era mi hermana —digo, tragando duro—. ¡¿Por qué diablos disparaste?!
—¡Iba a matarte, Hel! —grita, captando mi atención—. Me importa muy poco si era el presidente de Estados Unidos—. Sé que eres una Petrov. Mi sangre me lo dice, sin embargo, ella no lo es... o era.
—Esto tiene muy mala espina —digo, observando las luces que se encienden en la enorme casa que hay al final del camino—. Se supone que nadie sabía de este lugar, Brent.
—¿Qué viniste a buscar?
—Algo que me dijera dónde está Killer —musito—. No pensé encontrarme con él justo ahora.
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