28.
Aquí la primera parte del maratón. Espero mañana poder publicar el siguiente (prendan velas a Lucifer en mi nombre)
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¡Que disfruten su lectura!
Capitulo dedica a josi230710 u.u solo porque andas de dramática e.e ily<3
~*~
Han pasado dos semanas desde la última vez que hablé con Mila, por Daen, sabía que ella estaba empezando a comer, lo cual me mantenía tranquila.
Los informes de parte de la policía no se hicieron esperar y uno de los hombres de confianza Jeff vino a tomar una muerta de mi sangre. Obviamente, esta había sido extraída por el mismo Daen y con una aguja que él había supervisado a cada momento.
—¿No te quedarás en cama, cierto? —Daen me sujeta cuando me ve vagar con las muletas. Había dejado la silla de ruedas días antes y ahora trataba de aprender a manejar los grandes palos que me mantenían de pie. Gruño en voz baja, aceptando la ayuda del castaño.
—Estuve toda una semana encerrada, Daen —Me quejo. Había llegado al punto de no querer volver a ver una cama en un largo tiempo. Preferiría dormir en el sillón—. Siento que no volveré a caminar si regreso a la habitación.
En realidad, no quería regresar a la habitación por el simple hecho de que él ya no dormía conmigo. Daen tenía miedo de lastimarme, algo que me estaba irritando hasta cierto punto.
—¿Hay noticias de Mila? —Pregunto. Alejándome de mis pensamientos. No iba a ganar nada enojándome, él seguiría sin tocarme si el yeso continuaba en el mismo lugar—. Quiero saber si está bien.
—Lo está —Él asegura. Su alto y duro cuerpo ocupa el sillón frente al mío, manteniéndose lo más lejos posible. Estaba a nada de explotar—. Si algo llega a complicarse, te lo diré, tenlo por seguro.
—No lo harás —Daen sonríe, sabiendo perfectamente que no estaba equivocada—. Tratarás de mantenerlo escondido de mí hasta que logres solucionarlo, o hasta que algo se arruine.
—Ella está bien, Hel —Su voz es seria y le creo—. Deja de preocuparte tanto.
—No lo haría si no tuviera un asesino detrás de mi cuello. ¿Encontraron algo gracias a mi sangre?
—Jeff encontró pequeñas conexiones, pero nada concreto —Se levanta, tomando el folder que descansaba sobre la mesita de centro. Los cristales habían quedado atrás, y ahora la madera se podía observar desde cualquier lugar. La casa era grande y muy acogedora—. Hay fotos y varias multas por exceso de velocidad, pero ninguno de ellos de conecta con Yerik.
Tomo la carpeta, no dudando ni un segundo en escanear su contenido.
Las imágenes a blanco y negro son las primeras en entrar a mi campo de visión. En ellas podía distinguir a un hombre, tan alto y corpulento como él que me había enfrentado. Su cabello estaba siendo oculto por un sombrero, lo que dificultaba la visualización de su rostro.
—En ninguna sale su rostro —Gruño. Estaba realmente harta de todo lo referente a Killer. Él estaba logrando sacarme de mis casillas sin siquiera intentarlo—. Es como si fuera un fantasma.
—Jeff cree que fingió su muerte —Daen retira la carpeta de mis manos, sentándose junto a mí. Su gran mano se desliza bajo mi blusa, dejándola sobre el hueso de mi cadera. Ya no dolía, pero estaba algo sensible. Aun tenía raspones cubriendo mi piel—. Envió a un hombre de Cabo de para revisar aquel río. ¿Tu padre te lo contó?
Asiento. La historia parecía haber salido de un libro de duelos, algo realmente descabellado.
—Tuvo una pelea con su mejor amigo, ambos se dispararon y Yerik terminó en el río.
—Nunca encontramos su cuerpo —Daen murmura. Está serio, puedo sentirlo en la tensión que irradia su cuerpo—. Tal vez tiene sentido ahora.
—¿Crees que ambos fingieron todo eso? —Me giro un poco, ignorando el dolor punzante en mi costado izquierdo. Ojos azules observan los míos y sé que Daen estaba dudando de todo tanto como yo lo hacía—. ¿Crees que se dejó disparar para regresar y acabar con toda su familia?
—Si Yerik Petrov se presentó en el hotel ese día, todo puede ser posible, Hel.
—Esto cada vez se complica más, ¿no? —Sus labios se presionan contra mi frente, haciéndome soltar un suspiro. Los minutos que teníamos de tranquilidad eran pocos, además de cortos—. ¿Regresaremos a Rusia?
—Cuando meta una bala en la cabeza de ese hijo de perra. —Ya no me asustaba escucharlo hablar así. Era su manera de canalizar su enojo, y estaba aprendiendo a vivir con ello.
Al fin de cuenta nos íbamos a casar, ¿no?
—¿Recuerdas la mujer de la que te hablé? —Pregunto—. Pude verla de espalda, pero su voz... Creo que la conozco.
Antes de que sea capaz de continuar, Cabo entra, seguido por dos de sus hombres. La pequeña caja en su mano me indicaba que mi tiempo de relajación había terminado.
¿Habría alguna parte humana dentro de esa caja?
—Lo encontramos en la casa de tus padres, Daen —Cabo indica, la caja es dejada sobre la mesita, llamando la atención de todos—. No hay una bomba... o algo parecido, pero no quise abrirlo.
—¿Hay alguien en ese lugar?
—Dos de los chicos están vigilándola, no quería que el imbécil de Bacardi volviera a meter su nariz por ahí.
—¿Crees que fue él? —Pregunto. Al saber que esta vez el paquete parecía estar conectado con Daen, me asustaba más. ¿Qué ganarían con tratar de asustarlo? Tal vez que una bala termine entre sus bolas. Obviamente, Daen, no se quedaría con los brazos cruzados.
—Sé lo mismo que usted, señorita Petrov. —Abro la boca para discutir con Cabo, odiaba cuando me llamaba señorita Petrov, a estas alturas, tenía que aprender a llamarme Hel, tal y como Daen lo había hecho desde un principio. Daen se mueve, captando la atención de todos. Sus ojos están fijos sobre la caja y la toma, justo antes de que sea capaz de detenerlo.
Letras grandes dibujan a la perfección el nombre del castaño y un escalofrió recorre mi columna cuando se deshace de la tapa.
—Diablos... —Lo escucho murmurar, mientras sus dedos se deslizan bajo la cara joya que descansa sobre una pequeña almohadilla. De inmediato noto la tensión en el cuerpo de Daen—. Esto es...
—¿Daen? —Llamo su atención, tragando con fuerza. Ese anillo lo conocía a la perfección. Yo mismo había ayudado a escogerlo cuando fuimos a aquella joyería junto a Mila. Ojos azules escanean mi rostro, pero sé que no seré capaz de emitir alguna palabra. Mis ojos estaban estancados en la mancha roja cubriendo el fondo de la caja. Era muy grande para solo transportar un anillo de hombre. Quiero tomar la caja, pero el castaño no me lo permite. Puedo notar el bulto bajo la esponja, pero me niego a pensar que lo que se encuentra bajo eso, era una parte humana.
Una parte del padre de Mila.
Cabo no permite que ninguno de los dos sea capaz de remover la almohadilla y se aleja de nuestra vista cuando se adueña de la caja. El anillo aun está entre los dedos de Daen, y espesas lágrimas se deslizan por mis mejillas.
—¿Él la tiene? —pregunto, me es difícil hablar por el nudo en mi estomago. El padre de Mila era una buena persona, yo misma había tratado con él. Era parte de mi familia aunque no llevara el apellido Petrov. El no era ruso, pero su amistad con mi padre era más grande que la que yo tenía con su hija—. Necesito hablar con ella. Quiero...
—Lo siento, Hel —Cabo regresa, sujetando una bolsa de plástico en sus manos, ya no me siento intimidada por lo que se dibuja frente a mí. Era un dedo, el mismo dedo que tenía la marca del anillo que Mila le había regalado—. No puedo ponernos en peligro solo por localizar a Mila. Te quedarás con Daen y tres de mis hombres. Iré con Jeff en busca de tu amiga.
Observa a Daen, quien aun no logra emitir palabra alguna.
>>No moverás tu trasero de esta casa, si me llego a enterar de que lo haces, yo mismo meteré una bala en tus bolas, ¿lo entiendes, Hamilton?
Cabo no espera respuesta por parte de Daen, y se marcha, dejándoles varias órdenes a sus hombres. El sonido del auto alejándose de la casa me indica que no bromeaba. Mila podría llegar sana y salva, o también podía hacerlo muerta.
Y no quería nada de ello.
Ella no tenía la culpa de todo lo que ocurría. Ninguna de las dos pidió nacer en nuestras vidas. No sabíamos a lo que nos enfrentábamos.
—Tenía que haberlo sabido —Daen musita, luego de unos minutos—. Su padre no podía estarla matando de hambre todo este tiempo. ¡Tenía que haberlo sabido!
—¿Cuándo hablamos?...
—¡Ese hijo de puta la tenía amenazada! —Gruñe. El enojo es palpable en su voz y mi mano se enlaza en la suya, tratando de atraer toda su atención hacia mi—. Hel... Lo siento, no debí fiarme, tenía que haberla sacado de ahí desde que lo dijiste, yo...
—Ella va a estar bien —digo, trato de que las lágrimas no continúen, lo que es algo difícil—. Mila es inteligente, si no dijo nada aquel día es porque tiene algo en mente.
Al menos esperaba eso. Ella estaba bien, lograría escapar y sería capaz de encontrarme aun contra todo pronóstico.
La puerta nuevamente se abre, revelando al hombre de confianza de Cabo. James, él mismo al cual le había sacado una bala.
—Max se encontrará con Jeff, el investigador —Sacude unas llaves en nuestra dirección. ¿Quién diablos es Max? —. El lugar más seguro para ustedes es la playa.
—¿Estás loco? —Daen se levanta, dejándome de lado ante la dura mirada que le ofrece al hombre—. Es un lugar abierto, cualquiera podría dispararle a Hel en ese lugar.
—En realidad no —digo, observando con atención a James—. Hay un lugar en la playa, es una cabaña pequeña, pocos conocen el camino.
—Esa cabaña queda descartada, señorita, hay otro lugar —James me interrumpe, haciéndome confundir aun más—. Esta cabaña fue construida por un solo hombre y solo su padre conoce el camino.
—¿Cómo diablos piensas llegar ahí, James? El señor Petrov está muerto.
—Las aves se posan sobre ella en las noches y él sol las hace desaparecer.
Mis ojos se abren de golpe al entender aquellas palabras. Fueron las mismas que usaba en cada uno de mis cumpleaños. Antes de soplar las velas, me las susurraba al oído, solo para que yo pudiera escucharlas.
—Las aves se posan sobre ella en las noches —Sabía que hacía referencia al agua, pero nunca pensé que se refería a la una playa en Australia—. ¿En qué playa de Sydney hay gaviotas con picos negros?
—Tamarama —Daen responde, casi sin pensarlo—. Solía ir a ese lugar cuando era adolescente. Tu padre pasaba tiempo con un hombre de ese lugar, pero nunca supe de que trataba todo. Siempre me quedaba en el auto.
Me remuevo en el sillón, tratando de pensar con más claridad.
—¿Es cerca? —No conocía Sydney del todo y no iba a esconder eso.
—Dos horas desde aquí. —Estar en Palm Beach solucionaba gran parte de nuestro problema.
—¿Cómo conoces la frase?
—Max.
—¿Max es?...
—Cabo —Daen responde, parece impaciente por lo que debo decir, pero me tomo mi tiempo. Había pasado varios meses desde la última vez que mi padre me dijo aquella frase—. ¿Qué tiene que ver esa frase con las gaviotas de pico negro?
—Luego de que salí del hospital luego de lo ocurrido con mi madre, tuve un tipo de obsesión con las gaviotas, puedo culpar a la televisión del hospital —Daen intenta no apresurarme, lo cual agradezco—. Mi padre empezó a decirme "pequeña negrita" por el pico de las mismas.
—Hel, al grano.
—Las palabras que dijo en mi cumpleaños número once fueron: Cuando estés asustada recuerda que las aves se posan sobre ella en las noches y él sol las hace desaparecer.
>>Desde ese día, en todos mis cumpleaños, decía lo mismo.
—¿Crees que se refiere a la playa?
—No lo creo —Niego, sonriendo estúpidamente. Aun cuando creí que mi padre estaba loco, él pensaba en todo—. Si él lo dijo, es porque hay algo en esa playa, pero la cuestión aquí es como lo supo Cabo.
Daen me observa y suelta un largo suspiro.
—Tu padre dejó un paquete para mí y otro para Cabo en su herencia. Ninguno de ellos fue nombrado frente a ti porque lo estipuló en el documento.
—¿Qué te dejó a ti?
—Aun no es momento.
James tose, llamando nuestra atención.
—Les recuerdo que buscar un lugar seguro es nuestro problema principal —Indica, lanzando las llaves en dirección a Daen—. Max dejó esto antes de marcharse, creo que intenta decirnos que es hora de mover el trasero, señor Hamilton.
—Iré por algo de ropa para nosotros y la medicina de Hel. —El castaño desaparece escaleras arriba, dejándome sola con James, quien no duda en alcanzar mis muletas cuando me ve pelear con mi pierna rota.
—Me han disparado varias veces, pero nunca me he roto un hueso, debe apestar.
—Demasiado —No puedo evitar reír. Era la primera vez que me rompía un hueso, además de las costillas, pero el dolor iba desapareciendo poco a poco—, pero logras acostumbrarte.
Daen regresa, tres minutos después cargando las maletas que no habíamos deshecho del todo. El estar en ataque las veinticuatro horas del día nos obligaba a estar alerta.
—Bien, es hora de descubrir lo que esconde tu padre en esa playa.
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