23.
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~*~
—¿Qué se supone que es esto? —Daen pregunta, pero noto la sonrisa que se desliza en sus labios. Me encojo de hombros, colocando el pastel de chocolate sobre sus piernas cuando se sienta—. No es mi cumpleaños, Hel.
—Lo sé —Aseguro, encendiendo las velas—. Ese día Zoe... —Niego con la cabeza, alejando aquel recuerdo—. Pasó lo que pasó y no pude hacerte un pastel.
—¿Qué? —Suelta nuevamente. Parece realmente confundido, pero aun así no elimina la sonrisa de su rostro—. ¿Por qué?
Me encojo de hombros, tratando de no sentirme tan avergonzada, pero ciertamente, así me sentía.
—Ella iba a ayudarme —Explico, sentándome frente a él. Daen sujeta el pastel cuando este se mueve, tratando de que no caiga sobre las sabanas—. Te iba a dar la sorpresa, pero ya sabes.
El castaño niega algo divertido y me fijo en cada uno de sus movimientos. Con mucho cuidado coloca el pastel sobre la mesita de noche, para luego tirar de mi cuerpo, haciendo que termine sobre él.
Sus labios entran en contacto con los míos, y su lengua no tarda en entrar en mi boca, tomando tanto como era capaz de dar. Sus manos están acariciando mi espalda, haciendo que mi piel arda bajo su toque, logrando estremecerme de pies a cabeza.
La sonrisa que se desliza en mis labios hace reír a Daen. Se separa un poco, enfocando sus ojos en los míos.
—Cuando eras niñas amabas que te cargara —Menciona, paseando sus dedos por mi mejilla—. Tu padre estar a punto de tener un ataque cuando lo hacía, y tu sólo reías. Amo tu risa.
Siento que debo decir algo, pero aquello no estaba en mi mente. Los recuerdos de mi niñez son muy pocos, y Daen no hacía acto de presencia en muchos.
—Lo siento —susurro, no sabiendo exactamente que decir—. Tu recuerdas eso... no sé qué decirte.
—No es tu culpa —Su ceño se frunce, haciendo que mi mano se levanta y presione uno de mis dedos contra las arrugas de su frente—. Tal vez no estoy presente en tus recuerdos, pero sientes que lo estuve. Es lo único que necesito.
—¿Cómo era mi madre? —La pregunta sale tan rápido que no logro darme a explicar. Daen me observa por un segundo, parece no querer responder la pregunta, por lo que agrego: —Nunca he visto fotos de ella, papá parece que se deshizo de todas.
—Lo hizo luego de lo que ocurrió —Él indica. Sus ojos se enfocan en otro punto, paseando inconscientemente sus dedos por mi espalda—. Ella era pelirroja, mucho más que ti. Tenía esos enormes ojos verdes, como los tuyos. Aunque ciertamente, era desagradable.
>>Nunca logré llevarme bien con ella, por más que lo intentará o me esforzará, siempre terminé siendo el bastardo adoptado por su esposo. Cuando intentaba acercarme a ti, se alejaba diciendo que no tenía derecho a tocar a una Petrov.
—Suena horrible —susurro, sintiendo algo de enojo hacia esa mujer—. Recuerdo a papá diciendo que no perdiera mi tiempo recordándola, que no valía le pena gasta un pensamiento en ella.
—Era tu madre —Me interrumpe, tomando mi barbilla entre sus dedos. Los ojos azules de Daen se enfocan en los míos y me observa con intensidad—. Puede que haya cometido errores, pero quiero pensar que detrás de todo te amaba.
—¿Y si no lo hizo?
—Es imposible no amarte —Siento mi corazón latir con algo más de rapidez—. Eres una buena mujer, Hel. Hermosa, inteligente y con una lengua que puede callar a cualquiera.
—Puede que tengas razón —Suelto, dejando que una sonrisa se deslice en mis labios—, pero tengo una pequeña esperanza de que me amó, aunque sea un poco.
—Yo igual.
Sin embargo, no soy capaz de creer en mis palabras o en las de Daen. Aquella parte de mí que creía en que mi madre me amó, estaba desapareciendo con el paso del tiempo. No tenía ningún recuerdo de ella, no tenía recuerdo de Daen por su causa.
Ella había borrado parte de mi infancia, me había enviado a un hospital del cual salí con la mente en blanco.
Parte de mi niñez había sido eliminada en contra de mi voluntad cuando ella disparó una bala en mi cabeza. Aun no había investigado sobre eso, pero algo me decía que no había amor en ella cuando lo hizo.
Tal vez, ella nunca me había amado después de todo.
—¿A dónde se supone que irás? —Daen pregunta. Sus ojos están sobre mi cuando dejo caer mi bolso sobre el sillón. Dejo que una sonrisa se deslice en mi rostro antes de responderle.
—Quieres decir iremos. No saldré sola, Daen, te lo prometí. —Él arquea una ceja, haciéndome entender que no entendía mi punto—. Si estaré encerrada aquí necesito encontrar algo que hacer, ¿Qué mejor que aprender a cocinar?
—Vale...
—Iremos de compras —Le indico, acercándome al perchero para tomar su chaqueta y luego lanzársela. Daen la toma, dejando de lado el periódico que ahora descansa sobre sus piernas—. Quiero preparas pizza y unos tacos.
—¿En serio sabes usar una cocina, Hel? —Se burla, haciéndome rodar los ojos.
—¿El pastel no era un ejemplo suficiente de que eso, Daen?
—Bien jugado, pelirroja.
Lo observo colocarse de pie sujetando su chaqueta en la mano. La sonrisa que baila en sus labios me hace saber que he ganado por un segundo.
Cabo estaba al tanto de nuestra pequeña salida, improvisando a la hora de realizar una salida de casa, tratando de mantener alejado a cualquier sospechoso.
La presencia de Bacardi en Australia parecía mantener a todos en alerta, listos para cualquier ataque que este destinado hacia nosotros.
—Sólo iré porque me gustó el pastel —Daen me saca de mis pensamientos, tomando mi bolso para luego extenderlo hacia mí—. Vamos, quiero probar tu pizza, mujer.
Suelto una risa mientras hago mi camino detrás de él. Cabo nos espera junto a uno de los autos, saludando con un simple movimiento de cabeza. El hombre de tez morena me abre la puerta del auto, sonriéndome para que suba, lo cual hago sin dudarlo.
Daen me sigue, ocupando el lado junto a mí luego de intercambiar unas cuantas palabras con el moreno.
En el camino al supermercado ninguno dice nada, en realidad, el silencio que cae sobre nosotros es cómodo, dando paso a que mi mano se entrelace con la de Daen, pasando por alto la mirada divertida que nos regala Cabo.
Él ya sabía que Daen y yo teníamos... algo, y no parecía molestarle.
—¿Arman? —Pregunto. No había visto al hombreen todo el día, lo que me preocupaba un poco.
—Tuvo que salir de la ciudad —Cabo es quien responde—. Al parecer alguien de su familia se enfermó.
Hago una mueca.
¿Arman tenía familia?
Ciertamente, en todos los años que trabajó con papá y conmigo nunca había mencionado una familia. En realidad, parecía ciertamente molesto cuando algo sobre el tema salía a relucir.
—No lo sabía —Respondo, tratando de recordar algo de la familia del hombre, pero nada parece llegar a mi mente—. Parece un hombre bastante solitario —murmuro en voz baja, lo suficiente para que Daen logre escucharme—. Nunca mencionó algo sobre una familia.
—Tal vez no sea nada malo —Daen me sonríe, apretando mi mano con suavidad—. Él sabe cuidarse.
Asiento, no queriendo ahondar en el tema. El resto del camino es silencioso, siendo únicamente llenado con el sonido del radio, el cual notificaba varios asaltos, entre ellos los disparos que hubo frente a nuestra casa.
Cosa que me preocupaba.
Cabo se había hecho cargo en cuanto los policías habían puesto un pie en la propiedad, aseguró que se trataban de extranjeros codiciosos que se preparaban para entrar a la casa a la fuerza.
Cosa que no lograron.
—¿Puedes tomar un carrito? —Le pregunto a Daen, quien me mira divertido—. Debo buscar unas cuantas cosas, iré al pasillo de la carne.
—Ojos en tu espalda. —Asiento, entendiendo perfectamente a que se refería.
Daen había accedido a entrar únicamente los dos, ciertamente el pequeño supermercado no era peligroso. A menos que las madres y sus hijos terminaran siendo secuestradores, lo cual dudaba mucho.
Mis pies se mueven con rapidez, y los tacones resuenan con fuerza contra las baldosas.
Hacer cosas que eran normales me estaba encantando. El recuerdo de ir al supermercado junto a Arman en Rusia se filtra en mi mente. Ágata, el ama de casa que cuidaba de mí, solía llevarme con ella, enseñándome los pequeños secretos que tenía a la hora de comprar las cosas.
La extrañaba.
Cuando las cosas se tranquilicen un poco, podría ir a Rusia, tal vez quedarme allá no sea un error, después de todo la universidad estaba siendo dejada de lado desde la aparición de Killer.
Me detengo frente a la sección de carnes. El frío del congelador me hace removerme un poco, tratando de alejarlo de mi cuerpo. Cuando encuentro lo que necesito, debo colocarme sobre mis puntillas, pero aun así el llegar a ello, se hace difícil.
—Cualquier persona creería que con esos tacones alcanzaría todo —Un hombre se acerca a mí, tomando la carne por mi y extendiéndola en mi dirección—. Aquí tiene, jovencita.
—Muchas gracias —Sonrío, tomando la carne—. Su nieta es muy bonita. —Observo a la niña que sujeta la mano del hombre, esta parece asustada, y se esconde detrás de la pierna del señor.
—Todos dicen lo mismo —El hombre podría tener unos 65 años, ciertamente, también podría ser mi abuelo. Lo veo observar a nuestro alrededor, para luego sacar algo de su bolsillo, no puedo evitar confundirme cuando suelta a su sobrina, y toma mis manos para dejar un pequeño papel en estas—. Un hombre me pidió que le entregue esto.
—¡Hel! —Daen se acerca a mí, y el hombre se aleja luego de murmurar un adiós. Los observo completamente confundida mientras se aleja—. ¿Quién era?
—No lo sé —murmuro. Daen toma el papel entre mis manos, examinándolo con atención—. Se acercó porque no alcanzaba la carne y me dijo que un hombre le pidió que me entregue eso.
—Aun cuando tratas de alejarte, tengo cientos de ojos sobre ti —Daen lee, captando toda mi atención—. Tú y yo estamos destinados a encontrarnos de nuevo, Hel. Siempre compartiremos todo. K.
—¿Está aquí? —Pregunto. Daen presiona algo en su oído, claramente comunicándose con Cabo—. ¿Lo viste? Le entregó una nota a Hel. Sesenta años, chaqueta azul, tiene a una niña de 5 años junto a él. Está bien.
—¿Qué ocurre?
—Killer no se despaga de ti, Hel —Sus ojos me observan, luego posa su mano en la carne que descansa en mis manos—. Toma otra, no confío en ese hombre.
Asiento, dejando la carne de lado. Daen se encarga de tomar los últimos cortes, los que casi nunca son tomados por nadie, lo cual lo deja algo tranquilo.
Luego de diez minutos, Daen no habla del pequeño incidente, pero un malestar se posa en mi pecho cuando me veo acorralada por dos de los hombres de Cabo. El hombre no iba a dejarme sola luego de eso.
Lo cual era irritante.
Ellos mismo sabían que Killer usaba a personas ajenas a todo para compartir sus mensajes, también sabían que ninguno de ellos lo habían visto ciertamente. Cada una de las personas que "contacto" con Killer, daba una descripción distinta.
Daen lo sabía de antemano, él había pasado detrás de la pista de ese asesino por mucho tiempo.
Para cuando volvemos a casa, el silencio en el auto es incomodo, Daen y Cabo no hablan, y ninguno de los dos gira hacia mí para encararme, al contrario, cada uno parecía sumido en sus pensamientos.
Tú y yo estamos destinados a encontrarnos de nuevo, Hel. Siempre compartiremos todo.
Esas palabras retumban con fuerza en mi cabeza. ¿Qué quería decir?
¿Estaba destinada a terminar en sus garras?
¿Él daba por sentado que iba a matarme?
Mi mano sujeta la de Daen, y por un corto minuto tengo su atención, pero este se limita a responder: —Tenemos que buscar otro lugar.
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