19.
—¿Te gusta la vista? —Un estremecimiento recorre mi cuerpo cuando los labios de Daen se presionan contra mi hombro desnudo. Escoger uno de los tantos vestidos de verano que había en mi maleta parecía haber sido una buena elección—. De noche se pueden ver luciérnagas.
—¿Si? Más tarde podre ver alguna —Mi voz es baja, y la única razón era saber que los puntos ya no se encontraban en mis heridas. Una sonrisa se desliza en mis labios cuando los gruesos brazos de Daen me rodean con cuidado—. ¿Dónde están todos?
—Revisando los alrededores —Responde, apoyando su barbilla en mi cabeza—. Cabo esta en la entrada principal y Arman en la trasera. No dejaré que nada ingrese a esta casa.
—El que me protejas a mi no deja fuera de peligro a todos los que conozco —murmuro, apoyándome contra su pecho—. Primer mi padre, luego Bertha, Zoe...
—Detente, Hel —Me gira con lentitud y sus ojos se encuentran con los míos—. Mi prioridad eres tú, rusa. Lo de Zoe... nadie se lo espero, nena, pero no es culpa de nadie.
—Killer va detrás de mí, Daen —Suelto, con algo de obviedad—. Él lo está demostrando con todo lo que pasó. Acabará con cualquiera que se meta en su camino.
Las grandes manos del castaño se cierran alrededor de mis mejillas, sujetando mi cabeza en un solo lugar. Sus ojos azules se encuentran nuevamente con los míos, y un estremecimiento me recorre la espina dorsal.
—Él no va a volver a acercarse a ti, Hel —Promete. Su voz es completamente seria, y creo en Daen con rapidez. Asiento, sin saber que responder a sus palabras. Sabía que al estar a su lado, nada podría lastimarme y, que si algo lo hacía, él estaría dispuesto a salvarme—. En la primera habitación del segundo piso están tus cosas, tu computadora también está ahí.
Mi cabeza está apoyada contra su amplio pecho, y debo separarme un poco para poder observarlo.
—¿Puedo usarla?
—Sí —su ceño se frunce por un momento, como si dudara de sus palabras—. Uno de los hombres de cabo logro instalar algo para que no nos rastreen.
—¿Qué?
—¿No sabes cómo te encontré, cierto? —Niego con la cabeza, negándome a recordar aquella desastrosa mañana—. Tus tacones son un lugar perfecto para colocar rastreadores.
Lo observo algo confundida, a lo que él sólo niega con la cabeza con diversión.
—¿Debo asustarme por eso?
—No —Frunce un poco el ceño, luego, en menos de un parpadeo, parece aterrado—. Es mi forma de saber donde estas...
Parece asustado por mi reacción, pero justo en ese momento, no tenía opción a enojarme. Por su sobreprotección ahora me encontraba con vida, y completamente a salvo.
Ambos nos quedamos en silencio, observándonos fijamente, hasta que él decide romper el momento incomodo.
—¿Puedes quedarte en tu habitación? Debo registrar el alrededor, no quiero ninguna equivocación de ahora en adelante.
—Ten cuidado —musito con total sinceridad. Daen ablanda su mirada por un segundo, para luego marcharse con un leve asentimiento.
Un suspiro se elimina de mi cuerpo, luchando por obtener libertad.
Estar en medio de la casa de los padres de Daen era totalmente extraño. La casa no había sido pisada por nadie salvo por nosotros... y la chica que se encargaba de cuidarla, pero ahora, al estar aquí, me hacía sentir segura.
De una extraña manera.
Mis pies se mueven casi con vida propia, y me encuentro subiendo las escaleras. Mis ojos se deslizan por el largo pasillo, y me detengo justo frente a la primera habitación.
Empujo la puerta blanca, encontrándome con una amplia y ya decorada habitación. El aroma a limón me hace aspirar con algo de fuerza, y me pierdo en el interior.
No puedo evitar mi felicidad al encontrar mis cosas sobre la cama. La maleta que había venido conmigo desde Rusia estaba ahí, abierta, mostrando la ropa que Arman había vuelto a empacar. Dejo el teléfono que Daen me había entregado sobre la cama, y me le doy una revisión rápida a la habitación.
Las fotografías colgadas en la pared frente a la cama, llaman mi atención.
Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando veo unas cuantas fotos de Daen cuando era pequeño, de unos tres o cuatro años, y otras pocas fotografías, en las que estábamos ambos, sonriéndonos como si no nos importara nada más.
Cuando siento mis mejillas adoloridas de tanto sonreír, decido seguir con mi revisión, pero soy bruscamente detenida por una foto colgada sobre todas. Una foto donde estaba Daen, mi padre, yo... y aquel hombre.
Sin ningún cuidado arranco la fotografía de la pared, obteniendo un mejor vistazo de la fotografía.
El parecido entre aquel hombre y mi padre, eran demasiadas...
—¿Encontraste tus... ¿Qué haces? —La voz de Daen me sobresalta un poco, pero no logra despegar mis ojos de la foto—. ¿Hel?, ¿Qué ocurre?
—¿Quién es él? —Pregunto, extendiendo la foto hacía él, señalando al hombre que reconocía del secuestro—. Él estuvo en el restaurante del hotel, Daen... Él me llevo a ese lugar...
Ojos azules caen sobre mí como dagas, observándome como si estuviera loca.
—Hel... Él está muerto.
—No lo estaba ese día —Siseo, tomando nuevamente la foto—. Estoy cien por ciento segura de que este hombre se sentó en la misma mesa que yo, y amenazó con matarte sino iba con él.
—Hel —Daen niega nuevamente—. Él es tu tío. Yerik Petrov.
—Fue él —Aseguro, dejando que la irritación se filtre en mi sistema—. No estoy loca, Daen. Él estuvo frente a mí. Amenazó con matarte... Lo vi antes de desmayarme en el interior de ese auto.
Daen me observa sin decir nada mientras me dejo caer sobre la cama. La fotografía termina en el suelo entre los dos, pero ninguno es capaz de tocarla.
—Cuando estuve en ese auto y lo vi de nuevo, supe que lo conocía de algún lugar... pero no lograba recordarlo. No logro recordarlo aun —Trago duro, quitando los mechones de cabello que amenazan con cubrir mi rostro—. Su sonrisa... por un momento me recordó a mi padre, pero el odio en sus ojos eliminaba eso.
Daen se agacha para obtener la fotografía.
—Se la entregaré a Cabo para ver que puede encontrar ¿Vale? —No respondo, pero sé que él lo toma como una afirmación—. Debes descansar, Hel.
—Estoy bien —Aseguro, observándolo a los ojos—. Daen... no necesito que mires por mí las 24 horas del día... aun puedo valerme por mi misma.
—No es mi problema —Esta serio, pero aun así no le tengo miedo.
—Tampoco el mío —Aseguro—. Si puedes hacer el favor y salir de mi habitación.
—Rusa —Se burla, acercándose a mí con lentitud. Con uno de sus brazos mueve la maleta, haciendo espacio para empujarme sobre la cama—. Estas muy mal ubicada.
—Estoy enojada, Daen —Gruño, intentando detener sus manos—. No voy a tener sexo contigo.
—Oh cariño —Se burla nuevamente, quitándose la camisa con rapidez—. Tu y yo no tenemos sexo.
***
—¿Pido la cena o no van a comer nada? —Arman parece bastante incomodo cuando irrumpe en la sala y nos encuentra abrazados viendo la televisión.
—Yo quiero pizza. —Ruego, poniendo mi mejor sonrisa.
—Pidan ustedes —Daen se levanta del sillón, revolviendo con suavidad mi cabello—. Debo revisar unas cosas.
—Ten cuidado. —Arman y yo decimos al unísono, recibiendo una mirada divertida por parte del ojiazul.
—Tengan cuidado ustedes dos.
El silencio que llena la habitación cuando Daen se marcha, me hace sentir incomoda. Arman era como un padre para mí y, el estar con Daen bajo pecado, (sus palabras, no mías) me hacía sentir mal.
—Si te lastima, juro que morirá. —Suelta, luego de unos minutos. Una sonrisa se desliza en mis labios mientras observo al hombre que había ayudado a cuidarme casi por toda mi vida.
—Arman —Empiezo—. Daen y tu son los que menos daño me harán. Me han cuidado por todo este tiempo... no creo que en sus planes este verme mal... o sufriendo.
—Buen punto —Asiente, rascándose la barbilla—, pero aun así mantendré un ojo sobre el castaño.
—Ve por mi pizza, hombre celoso. —Me rio, lanzándole un cojín. Este gruñe, pero no objeta a mi orden.
Cuando me quedo sola, no pierdo el tiempo al recostarme completamente en el sillón. La visión de Grimm en la televisión vuelve a hipnotizarme por otro momento, pero soy rápidamente arrancada de la trama, cuando escucho gritos y chiflidos en el exterior de la casa.
La puerta principal se abre con rapidez, y se vuelve a cerrar con fuerza, haciéndome sobresaltar.
—¡No te muevas de ese sillón, Hel! —Daen grita, haciéndome entrar en pánico—. ¡Cabo!
—Las habitaciones de arriba están limpias, debe estar por aquí. —Cabo baja las escaleras de dos en dos. ¿A qué hora subió? —. No baje los pies del sillón, señorita Petrov.
—¿Daen?, ¿qué ocurre? —Intento llamar la atención del castaño pero fracaso por mucho. Daen se encuentra revisando el suelo de la sala con precaución—. ¿Cabo?
—Una serpiente entro.
—¿Tanto alboroto por una serpiente? —Resoplo, observando totalmente confundida a Cabo, quien parece no entender mi respuesta.
—¡La tengo! —Daen tira con fuerza de la cola del animal, y este se resiste. Cabo interviene cuando ve al castaño atareado con la serpiente, y lo toma en un dos por tres—. Saca eso de aquí.
—Ya no lastimará a nadie.
Intento detener a Cabo, pero recibo una dura mirada por parte de Daen. Él se encuentra todo sudado y lleno de tierra.
—Así que... ¿Una serpiente?
—Sé que no le tienes miedo —Gruñe, pasándose una mano por el cabello—, pero no estoy dispuesto a correr el mínimo riesgo contigo.
No puedo evitar reír en cuanto empieza a subir las escaleras al segundo piso. Daen suelta un sinfín de improperios acerca de los animales salvajes.
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