18.
—Se supone que debes quitar esa cara, Daen —Lo regaño, dejándome caer junto a él en aquellas sillas de espera. Justo ahora, estar dentro de un hospital, mantenía mi nerviosismo a raya. Él no podría entrar aquí y dañarnos. No era tan estúpido—. Ya me quitarán los puntos y podre dejar de quejarme cuando me duelan.
Daen me observa por un segundo y luego larga un suspiro. Sus hombros parecen relajarse un poco y, en silencio, dejo caer mi cabeza sobre uno de ellos.
Habían pasado 8 días desde el fatídico día, y era hora de remover los puntos que mantenían unidas mis heridas.
—Sólo quiero regresar al hotel —Suelta. Esta de mal humor, lo noto en la forma en la que su ceño se frunce. Había notado aquellas pequeñas expresiones que denotaban cambio de humor en el tiempo que pasábamos en aquella habitación de lujo—. No me gustan los hospitales.
—Concuerdo contigo —Estaba de acuerdo con él. La última vez que había pisado un hospital era cuando tenía 8 años. Luego de aquel trágico accidente del cual mi padre me había contado, pero aquello había sido otra mentira más—. Odio el olor a desinfectante.
El castaño a mi lado no responde, es más, debo fijar mis ojos en él para asegurarme de que sigue respirando.
Sus ojos se enfocan en un punto neutro, como si estuviera recordando algo que no es de su agrado. Como si aquel recuerdo, sólo lo perturbara un poco más.
—¿Daen?
—La última vez que estuve en un hospital te vi en una cama... —Su voz es ronca y más baja de lo normal—. Estabas conectada a varias maquinas y no podías respirar por tu cuenta...
—Daen —Llamo su atención. Gira su rostro con rapidez en mi dirección, y creo que está a punto de llorar. Sus ojos se encuentran rojos, y es cuando me doy cuenta que está luchando contra las lagrimas—. Estoy aquí.
No sé que más decir para quitar esa expresión de su rostro. Luego de unos segundos, él asiente, y todo parece volver a la realidad.
Nos quedamos sentados hasta después de 20 minutos, en los cuales ambos solo jugamos con nuestros dedos. Daen aprieta mis dedos con suavidad, y yo lo dejo continuar.
Simplemente no quería dejar que aquel recuerdo se filtre en su mente.
—Daen, Hel, es su turno —Mi cabeza se levanta y observo al médico de mi padre a unos cuantos pasos frente a nosotros. Daen es el primero en levantarse y tirar de mi mano para ayudar a levantarme—. Perdón por la demora, tuve que terminar con una operación antes.
—No hay problema. —Aseguro, regalándole una sonrisa al hombre entrado en años. Su nombre aun se escapaba de mi mente, pero no le doy importancia, él único que intercambiaba información importante con él era Daen, y justo ahora, era lo menos que ambos queríamos hacer.
Seguimos al médico a través del pasillo, hasta dar con una puerta celeste, el se encarga de abrirla, y dejarnos pasar para luego cerrarla a sus espaldas.
—Necesito que te recuestes en la camilla, Hel, yo iré por las cosas que necesito.
Asiento, esperando a que el abandone nuevamente la habitación. Daen hace una mueca al observar la habitación mientras yo subo a la camilla. El castaño posa los ojos sobre mí.
—Debes dejar de hacer cosas estúpidas, Hel —Dice, su voz es severa, pero sé que no está enojado—. No quiero volver aquí.
—Lo intentaré. —No puedo evitar que mi voz suene con burla. Daen me lanza una mala mirada, pero cierra la boca en cuanto la puerta vuelve a abrirse. Un chico de unos 23 años ingresa en la habitación, y ambos lo observamos.
—El doctor no podrá venir, tuvo un paciente de emergencia y yo me encargaré de remover los puntos.
Daen endurece el gesto, y sé que no le gustó nada el cambio.
—Ni se te ocurra tocarla. —Gruñe, en cuanto el chico ocupa la silla junto a la camilla. Sus movimientos se ven frenado por el tono del castaño, y me fijo en su ceño fruncido.
Sus ojos son verdes, y sus raíces negras me hacen saber que su cabello está teñido. Sus rasgos no son tan remarcados, aun parecía tener algo de su adolescencia en su rostro, lo que no llamaba mi atención.
Era lindo, pero no era mi tipo.
—Debo sacar los puntos o sus heridas se empeoraran, señor Hamilton. — Su voz no denota miedo, y no se amilana cuando el castaño se cruza de brazos.
—Nos vamos, Hel.
—Déjalo hacer su trabajo, Daen —Suelto, tratando de no irritarme con su actitud—. Vine aquí para que sacaran los puntos, no me interesa quien lo hace.
El castaño está a punto de pelear, pero me acuesto completamente en la camilla, y lo ignoro.
Sabía que no era nada bueno retarlo cuando estaba de mal humor, pero él también sabía que no tenía que elegir por mí. Era lo suficientemente mayor para tomar mis propias decisiones.
Sean correctas o erróneas.
Siento los ojos de ambos sobre mí, y Daen se acerca cuando levanto mi blusa hasta bajo mis pechos. Fulmina con la mirada al chico, y se detiene a mi lado para darme una mirada enojada.
—No estoy intentando quitarle a su novia, señor Hamilton —Intento no sobresaltarme, pero fallo por mucho cuando la punta fría de la tijera hace presión contra la piel cerca a la herida. El no nos observa, sus ojos están fijos en la herida de mi estomago—. En realidad no es mi tipo.
—Cierra la boca y enfócate en tu trabajo. —Daen gruñe con enojo, y debo sujetar su mano para que se concentre en mí, y no en el chico que quita aquel hilo quirúrgico de mi piel.
No puedo observar a aquel chico, pero sé de alguna manera, que él se estaba riendo del enojo de Dash.
Los tres guardamos silencio por lo que parece una eternidad, y lo escucho soltar un listo antes de comenzar con la herida de mi brazo. Esta vez no me sobresalto con el frio del metal, y sólo me enfoco en Daen, quien aun parece bastante enojado.
Un suspiro es emitido por parte del rubio, y fijo mis ojos en él.
—¿Sólo eran tres heridas? —Pregunta, miro a Daen, quien aprieta la mandíbula. Por alguna extraña razón, el pensamiento de él celoso me hace reír, pero me muerdo la lengua antes de recibir alguna de sus miradas envenenadas.
—Si —Respondo, una vez que él se aleja y soy capaz de sentarme. Sus ojos viajan a mis muñecas, y las escondo detrás de mi espalda con rapidez—¿Eso es todo?
—Necesito vendarte el brazo, no queremos que un mal golpe vuelva a abrir la herida. —Su tono de voz derrocha reproche, y no puedo evitar mi sorpresa cuando sus ojos se dirigen a Daen. ¿Qué diablos estaba insinuando?
—Él no me golpea —Mi voz es completamente sería, y tomo por sorpresa a ambos chicos—. En realidad, es en la única persona en la que confiaría mi vida a ojos cerrados.
—Salgamos de aquí, Hel, te vendaré en el hotel. —Asiento, y dejo a un rubio completamente sorprendido cuando bajo de la camilla. Daen me guía fuera de la habitación, y ambos caminamos a la salida ignorando las miradas que están sobre nosotros.
Una vez fuera del hospital, Daen me entrega la gorra que yo había tomado de su habitación y él se coloca los anteojos oscuros antes de hacer nuestro camino hacia el gran auto blanco.
Luego de aquel ataque de Killer en el hotel, Daen había optado por cambiar el auto, ahora un Land Rover descansaba en el estacionamiento del hospital mientras nos dirigíamos al mismo.
Arman no tarda en bajar del auto y abrirnos las puertas.
Una mueca aparece en mi rostro cuando subo al auto. Las heridas en mi estomago aun dolía cada que hacía esfuerzo alguno.
—¿Estás bien? —Daen pregunta, ocupando el lugar junto a mí, su voz teñida de preocupación.
—Sí —Aseguro, alejando sus manos de mi ropa—. Sólo duele cuando hago fuerza.
Parece dudar un poco, pero al final aleja sus manos de mi ropa. Uno de sus brazos rodea mis hombros y me atrae hacía su cuerpo, presionando un beso contra mi cabeza.
Arman ocupa el lugar del conductor y nos observa a través del espejo retrovisor.
—¿A la casa?
—Por favor, Arman. —Daen responde. La tensión en su cuerpo ha desaparecido por completo, y sé que es porque estamos fuera del hospital.
—¿Vamos a casa? —Daen niega, sonriendo de lado. Mi confusión parece divertirle, pero no dice nada más. Intento decir algo, pero el simplemente me ignora, fijando sus ojos en el ventanilla de su lado.
Los hombres podían ser aun más inmaduros que un adolescente enamorado.
***
—¿Puedo saber dónde estamos? —Pregunto, bajando del auto con ayuda de Daen. Mis ojos se enfocan en la enorme casa frente a nosotros. No estaba tan lejos de la ciudad, y parecía extremadamente tranquila—. No he visto tanto cristal junto en una casa.
—¿Te gusta?
—Es bonita —Aprecio, negándome a mentir. Pero sinceramente, no era mi estilo de casa—. ¿Quién vive aquí?
—¿Enserio quieres saberlo? —El pregunta. No sé que responder a mi pregunta, y él parece tomarlo como un no. Toma mi mano, y tira de mí con cuidado, llevándome a la puerta principal. En la misma, una alta mujer rubia nos espera, y una gran sonrisa aparece en sus labios cuando fija sus ojos sobre Daen.
—Señor Hamilton —Ella saluda, luego me observa a mi, y su pestañeo se detiene. Soy bastante alta, y agradezco ese hecho para no sentirme tan... normal, junto a ella. Aun con tacones, me encontraba unos cuantos centímetros por sobre ella—. Señorita...
—Petrov —Continúo por ella, levantando la cabeza con orgullo—. Hel Petrov.
—Señorita Petrov —Sé que su sonrisa es falsa, y la decepción parece abordarla cuando fija sus ojos en el lugar que la mano de Daen y la mía se sujetan—. ¿Hay algo en lo que puedo ser de ayuda, señor?
—No, puedes marcharte, Larissa. —La rubia parece sorprendida, pero hace lo que Daen indica. Da una última mirada antes de alejarse de nosotros y cruzar el tramo de escaleras.
—¿Quién es?
—Es amiga de la familia. —Responde, su voz se torna seria, pero luego sonríe cuando abre la puerta de madera.
—¿De mi padre?
—No —su voz resuena dentro de la madre de la casa, y debo detenerme para observarlo—, de los míos.
No respondo a eso, y fijo mis ojos en el recibidor que está delante de nosotros. Podía notar que era una casa remodelada, la madera cubriendo el suelo no era algo nuevo, y Daen asiente a mi pregunta no formulada.
—Esta casa era el regalo de aniversario que mi padre le iba a dar a mi madre antes de morir —dice.
—Oh... —Cierro la boca, sin encontrar algo reconfortante que responder—. Es hermosa.
Lo era, pero aun me seguía pareciendo mucho.
—Mande a remodelarla —dice. Tira de mi mano nuevamente y entramos aun más en la enorme casa. Daen parece bastante cómodo, y puedo verlo cuando camina con seguridad a la sala principal—. Lo muebles son nuevos.
Muebles blancos adornaban la habitación, y una gran pantalla plana descansaba empotrado en la blanca pared. Podía usar esta sala para un cine, siempre y cuando nadie termine rompiendo los cristales que daban al amplio jardín frente a la casa.
—Me gusta la vista. —susurro, soltándome de su agarre y haciendo mi camino hacia el grueso cristal. Mis dedos se deslizan por este y no puedo evitar sonreír.
Era una casa hermosa.
—Son antibalas —Daen rompe el silencio que empezaba a prolongarse entre ambos—, pensé que podríamos usarla hasta estar seguros...
—Me encantaría. —No me tardo en responder. Daen está frente a mí, observándome con intensidad mientras el sol se esconde en el horizonte, y con aquella hipnotizante vista, se inclina hacía mi y presiona sus labios contra los míos.
—Los chicos ya están revisando los alrededores y Arman fue por nuestras cosas al hotel.
Una sonrisa se desliza en mis labios, y desde los últimos ocho días, sabía que esta era genuina. Que, aunque nos encontrábamos bajo peligro constantemente, Daen podía hacerme olvidar aquello con el simple roce de sus labios.
—¿Podemos ver el resto de la casa? —Pregunto, con un leve sonrojo en mis mejillas.
—Lo que quieras, Rusa.
N/a:
Perdón por la tardanza, estuve algo ocupada con la universidad y también ando algo enferma xdd
¡Espero que les guste el capítulo!
No se olviden de votar y comentar, no cuesta nada<3
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