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15.

Soy testigo del alto hombre abandonando la pequeña mesa. Los latidos de mi corazón solo aumentaban ante cada paso que él daba mientras se alejaba.

Solo tenía dos opciones: Ir con él, o dejar que Daen muera.

Mis ojos se enfocan en la espalda del alto chico junto a una de las encargadas del hotel, el aparato en su oído me indica que no le está prestando atención, o simplemente espera a ser atendido.

Sin saber exactamente por qué, un punto rojo en su espalda me confirma lo que el extraño hombre frente a mi había dicho minutos antes.

Nos estaban vigilando día y noche.

Me levanto de la mesa, ignorando las miradas que caen sobre mí. Cada una de esas miradas pertenecían al equipo de Cabo, luego de varias semanas había podido reconocerlos con muchas más facilidad, aun cuando intentaban pasar desapercibidos.

El alto cuerpo de Daen se gira en cuanto toco su brazo, ojos azules se detienen sobre mí listos para atacar, pero al darse cuenta de que era yo, se relajan notablemente.

—Iré al baño —Miento, negándome a soltar algo de mi conversación con aquel hombre. El miedo de que le ocurriese a algo a Daen me mantenía concentrada. No quería que lo lastimaran—. ¿Puedes pedirme un café?

—Claro. —La respuesta de Daen me deja incomoda. Talvez, luego de esto será la última vez que lo vea, o talvez sea la última vez que él me vea con vida. Pensando en eso, me inclino hacia Daen, tirando de su cuello para poder unir nuestros labios. Él parece confundido al inicio, pero termina rodeando mi cintura con uno de sus brazos mientras se acerca más a mí—. Tendré tu café listo para cuando vuelvas.

Suelto una risa, tratando de no confundir a Daen en cuanto me suelta. Ahora, varios ojos están sobre nosotros, pero los ignoro, dejando al guapo chico en el mismo lugar mientras me alejo de él, haciendo mi camino al baño.

Mis pies se mueven con rapidez a través del hotel. Sabía que, en algún lugar cerca del baño, había una salida trasera. Aquel hombre me lo había explicado con detenimiento.

—Cerca al baño, encontraras una puerta negra, saldrás por ella y luego me encargare yo, niña —Él había soltado, completamente tranquilo—. Despídete de tu novio, cariño.

Lagrimas pican en mis ojos y, cuando me doy cuenta, varias se deslizan con libertad por mis mejillas.

Yo misma estaba cavando mi tumba, luego de esto, todo podía volver a ser normal, ¿no? Todo acabaría, Killer dejaría en paz a Daen, y él podría encontrar a alguien con quien ser feliz.

Aquel pensamiento, instala un dolor en mi pecho.

Aun con el corto tiempo en conocerlo, había desarrollado un cariño que no era capaz de descifrar. Sabía que, si Daen se enteraba de esto, me odiaría. Odiaría el hecho de que echo a perder sus planes.

Odiaría que yo rompa su promesa contra su voluntad...

Cuando me detengo frente a la puerta del baño de mujeres, escaneo mí alrededor, encontrando lo que aquel hombre me había indicado. Aquella puerta negra parecía burlarse de mi acercamiento con Daen.

Trago duro.

Luego de la increíble noche, tenía que haber algo que lo arruinará, algo que nos hiciera volver a separarnos. Siempre había algo que nos impedía estar juntos, tal y como había pasado en el pasado.

Tiro de la manija de la puerta en cuanto me cercioro de que nadie me observe, una vez hecho, cruzo la misma, cerrando con cuidado detrás de mí.

Un grito se queda atrapado en mi garganta cuando lo que parece ser un saco cubre mi cabeza, los empujones que le siguen a eso me obligan a avanzar en medio de tropezones.

Tengo la necesidad de gritar, pero simplemente los dejo hacer lo que quieren en cuanto recuerdo la amenaza dirigida a Daen. Tenía que mantenerlo a salvo, así costara mi vida.

—Pensé que la pondrías mas difícil —La voz que entra por mis oídos es la misma de hace rato, y tengo ganas de golpearlo. Por él estaba echando todo a perder, por él, ahora, me encontraba preocupada por la vida de Daen—, pero terminaste siendo más tonta de lo que pensé. Él tenía razón.

—Eres una basura —Escupo con odio. El golpe que llega a mi rostro aun cubierto por aquel saco, me corta la respiración. El ardor estalla segundo después, obligándome a mantener las lágrimas a raya—. Tu madre debe estar retorciéndose en el infierno, maldito enfermo.

—No lo creo, cariño —Se rie, aumentando la ira en mi sistema—. En realidad creo que se está relajando en sus vacaciones por Australia, pero la llamaré para preguntarle.

Puedo sentir el movimiento bajo mi cuerpo, y el ruido de un motor irrumpiendo en el silencio del lugar.

Estaba en un auto.

—Es hora. —Otra voz irrumpe en mis oídos, y cuando intento decir algo, el pinchazo de una aguja me hace soltar un quejido. ¿Qué diablos era eso? La bolsa sobre mi cabeza desaparece, obligándome a parpadear con fuerza cuando la oscuridad me abruma un poco.

La visión de tres hombres en trajes me recibe, y al único que logro reconocer es al del medio. El mismo hombre que había ocupado el lugar frente a mí en la mesa me observaba con una sonrisa en su rostro.

Aquella sonrisa se me hacia conocida. Yo la había visto antes... estaba segura.

—Buenas noches, mi niña rusa.

***

El olor a mariscos, y a sal de mar inunda mis fosas nasales obligándome a contener la respiración. El dolor instalado en mi cuerpo solo aumentaban las nauseas en mi sistema, obligándome respirar con lentitud.

¿Dónde estoy?

Lo último que recuerdo es ver aquella sonrisa... aquella sonrisa que se burlaba de mi restringida mente, negándome la entrada a aquellos recuerdos de la niñez.

—Ya despertaste —Una nueva voz ingresa en mis oídos, pero no soy capaz de observar nada. Mis ojos se encuentran totalmente cubiertos, y se me es difícil distinguir de donde viene aquel sonido—, pensé que dormirías el resto de la tarde.

—¿Quién eres? —Pregunto, ahora totalmente confundida. ¿Qué diablos hacia una mujer aquí? —. ¿Qué haces aquí?

—Oh, no te molestes por mí, niña —Suelta. El acento australiano definiendo su voz—. Pronto sabrás quien soy, pero justo ahora no es importante —Trago duro. El ambiente se había tornado pesado de un momento a otro. El miedo instalado en mi pecho solo aumentaba la duda en mi sistema—. Que grite fuerte, no tengas compasión.

¿Qué? —El pánico llena mi voz, cuando esas palabras abandonan a la extraña. Gruesos y callosos dedos tiran de mi blusa, rompiéndola con facilidad—. ¡No! —Grito, tratando de luchar contra las amarras en mis extremidades, pero termino perdiendo la batalla cuando un fuerte golpe es colocado en mi rostro.

El saco es eliminado de mi cabeza, y soy capaz de captar la espalda de aquella mujer marchándose. El cabello castaño meciéndose ante cada paso que daba.

—Ella no es tu problema ahora —Un ronca y gruesa voz llama mi atención, obligándome a levantar la mirada hacia él. El dolor incesante en mis ojos me decía que no saldría viva de esta y, que si lo hacía, terminaría realmente mal—. Preocúpate más por mí, rusa.

—¡Muérete! —Grito con odio, escupiendo lo que parecía ser sangre en el camino.

Daen ven por mí, por favor...

El hombre frente a mi parecía rodear los 45, alto, con una gruesa barba cubriendo su mandíbula, y con cicatrices por doquier. Sinceramente, él podría asustar hasta al hombre más fuerte.

Yo estaba asustado...

Mis pensamientos se ven cortados en cuanto una navaja entra en mi campo de visión. Los torpes dedos del hombre se pasean por la cuchilla, sonriendo ante la herida que se aparece en uno de estos.

El ensordecedor latido de mi corazón se escucha más fuerte de lo normal, bloqueando el sonido de lo que parecían ser olas, el primer grito me abandona cuando la cuchilla entra en contacto con mi estomago, tranzo una línea cerca de mi ombligo.

—Las cicatrices quedaran perfectas en ti —Se burla, arrancándome otra grito cuando pasea la navaja nuevamente sobre mi estomago. Podía sentir perfectamente el filo de navaja abriendo mi piel, el ardor que le continuaba a esta y, por último, el dolor que se quedaba instalado en esta—. Lástima que a Daen no le gustaran...

—Déjalo fuera de esto —Gruño, tratando de luchar contra las lágrimas. El respirar se torna dificultoso gracias al dolor de las heridas, pero me obligo a fulminar al hombre frente a mí—. Su nombre no debería ser pronunciado por tu asquerosa boca.

Nuevamente, la cuchilla se pasea sobre mi piel, esta vez cortando sobre uno de mis brazos. La sonrisa de satisfacción en el rostro de aquel hombre me enfermaba, su sola presencia me mantenía asqueada.

—¡Ahí vienen! —Un grito de lo que parecía ser una alerta, tensa al hombre frente a mí, la navaja cae al suelo y, casi al instante, un fuerte golpe es colocado contra mí, haciéndome perder el equilibrio de la silla y dejándome caer en el suelo de golpe.

—¡Acabare con todos ustedes, hijos de puta! —Un sollozo se escapa de mis labios cuando el dolor se apodera de mi cuerpo. Sabía que esa era la voz de Daen, él había venido por mí...

Los disparos que suena alrededor de la habitación, aumentan mi nerviosismo.

Lucho contra las amarras de mis manos, lastimándome las muñecas en el proceso. Un gruñido se libera de mi pecho cuando no logro desatar ni el primer nudo, pero mi respiración se queda atrapada en mi garganta cuando veo al chico castaño de pie a unos cuantos metros de mí.

Soy testigo del horror cubriendo sus ojos y del arma que se encuentra en su mano, lista para ser usada.

Un pequeño aparato aparece en su mano, y murmura algo en voz baja, para luego guardarlo en su bolsillo, junto a su arma. Con rapidez, se acerca a mí para desatar las cuerdas que mantenían sujetas mis muñecas y mis tobillos.

Sus ojos están sobre mí, mas no me observa.

La línea cruzando sus labios me indica que no dirá nada, pero aun así, me ayuda a colocarme de pie. Sus ojos se detienen en las heridas cruzando mi estomago, y una línea se instala en su frente.

No soy capaz de decir nada, las lágrimas corriendo mis mejillas eran lo único con lo que podía comunicarme. El dolor en mi rostro, en mi estomago y en mi brazo, me mantenían callada, sufriendo en mi propio dolor.

Observo a Daen con detenimiento cuando de remueve al sacar su camisa.

—Ponte eso.

—Daen...

—Sólo ponte eso y cierra la boca, Hel. —Sus palabras son duras, como si un tempano de hielo estuviera en su lugar. Tomo la camisa en silencio, y me la coloco, ignorando la ira instalada en Daen.

Los tacones que llevo en los pies me dificultan caminar, y Daen parece notarlo. Uno de sus brazos tira de mí, ayudándome a mantener el equilibrio y, en silencio, camino junto a él.

Paredes húmedas, llenas de oxido y agujeros, me indicaban que no estábamos en un edificio, en realidad, las escaleras y camarotes que se abrían paso a nuestro alrededor, me aseguraban que era uno de los tantos barcos abandonados en el puerto de Australia.

Un quejido me abandona cuando Daen me sujeta con un poco mas de fuerza la cintura al subir un escalón, y se disculpa con la mirada.

Los hombres que han estado cuidando de nosotros aparecen en cuanto llegamos a las escaleras que unían al barco con el puerto, y recibo una mirada desaprobatoria por parte de Arman.

Él también estaba enojado.

—Yo me encargo de ella, Daen. —dice, una vez que llegamos al suelo, pero Daen no me suelta, en su lugar, me toma en sus brazos, ignorando todas las miradas sobre nosotros.

—Que nadie vea esto. —Suelta, y es cuando me doy cuenta de varios cuerpos cubriendo el suelo, entre aquellos cuerpos, podía distinguir uno con traje, pero no era él.

Un auto negra entra en mi campo de visión, y Dean me deja en el suelo para luego abrir la puerta. Sin saber exactamente qué hacer, intento acercarme al castaño, pero este simplemente retrocede, dejando caer mi mano entre nosotros, dejándome completamente rechazada.

—Daen... —Mi voz me abandona en un ronco quejido, las lagrimas no se han detenido y me siento patética por llorar frente a él.

—Sube al maldito auto, Hel.

Sus duras palabras me golpean con fuerza, obligándome a negar con la cabeza, completamente destruida. Ese no era el mismo Daen que se había preocupado por mí la noche anterior, no era el Daen que me había besado antes de haberme marchado.

Este Daen estaba enojado, completamente corroído por la ira.

Negándome a seguir observando el odio en sus ojos, subo al auto, manteniéndome en el rincón junto a la puerta contraria. Los sollozos no tardan en aparecer de nuevo, y es cuando me dejo ir, suelto todas las lagrimas que había estado conteniendo desde la muerte de mi padre.

Dejo que cada una de esas lágrimas se lleve el dolor en mi interior, dejo que se lleven el sentimiento que había formado hacia Daen o al menos, lo intente.

Por un momento, dejo que toda la fortalezca se elimine y solo quede la niña miedosa, aquella niña que solo necesita el abrazo de su padre para saber que todo estaba bien.

Que todo estaría bien.


N/a:

Nuevo capitulo al fin en linea. Tuve que prestarle la computadora a mi sobrino para poder actualizar porque la mía no entra a internet (¿Alguien sabe que puedo hacer?)

Y bueno... espero que les guste el capitulo y perdón por la tardanza. 

Pd: ¿Se pasan por WildFire? La encontrarán en mi perfil<3


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