Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1.

El inmenso dolor en mi pecho no desaparecería con nada, de eso estaba completamente segura. Menos de una semana había pasado desde que la fatídica noticia de la muerte de mi padre había llegado a mí. Perder a la única persona que pertenecía a mi familia me dejó devastada. Mi papá, el hombre que me había criado, ya no estaba conmigo. Me había dejado, igual que todas las personas que tenía el apellido Petrov.

Ahora, luego de prometerme una vida en Australia, se había ido, dejándome completamente sola.

Limpio la lágrima que empieza a deslizarse por mi mejilla y me obligo a tomar un poco más de fortaleza de mi interior. Observando el arreglo de flores que yo misma había armado, me coloco mis lentes oscuros. Como por arte de magia mis rodillas se doblan y termino en el suelo, frente a la tumba de mi padre.

—Papi —Mi voz se libera en un extraño chillido, resultado de largas horas de llanto encerrada en mi habitación, no soy capaz de reconocer mi propia voz y, sin poder evitarlo, dejo que varias lágrimas se escapen de mis ojos—, me prometiste que volveríamos juntos a Australia... Juntos. No sólo yo.

La fuerte brisa sacude mi cabello y me obligo a reprimir un sollozo en cuanto mis ojos se enfocan en las elegantes letras talladas en la lápida que yo misma había mandado a hacer.

Papá siempre amó mi caligrafía y, ahora que había muerto, no dudé en escribir yo misma las palabras en un papel para que éstas fueran colocadas en el pedazo de piedra frente a mí.

Andrey Petrov.

Amado padre y confidente.

1960-2013

En la mañana en la que había recibido la noticia de la muerte de mi padre, no había creído en nada. Simplemente, como toda una estúpida, me había echado a reír, sin embargo, cuando varias imágenes invadieron mi teléfono, mi corazón se detuvo por completo.

Había perdido al hombre de mi vida. El hombre que me quería, a pesar de todos los malos ratos que le había hecho pasar.

Levanto la mano, no pudiendo resistir el impulso de pasear mis dedos por la rasposa e irregular piedra. Era el único contacto que me quedaba con él, con la única persona que había sido capaz de amarme como nadie más lo había hecho.

Supo perfectamente cómo llenar los papeles de padre y madre. Ciertamente, tener a Andrey Petrov como padre, no había necesidad de desear a una madre, mucho menos a una mujer que abandona a sus hijos luego de traerlos al mundo.

—Me iré a Australia —murmuro, con voz ronca. El acento ruso se hace mucho más notable por las lágrimas que luchaban por escapar de mis ojos. Sin importar las fotografías que salgan de mí, me inclino y presiono mis labios contra la lápida de mi padre y murmuro un pequeño te amo en voz baja.

Como puedo, me coloco de pie, dando una última mirada a la tumba de mi padre. De ahora en adelante, era el lugar al cual tendría que venir para poder verlo.

El camino de grava que había cruzado una hora antes de llegar a la tumba de mi padre, es el único guía que tengo para salir del cementerio. El sonido de los tacones chocando contra el duro concreto me distrae por un segundo.

Luego de salir, tendría que volver a ser Hel Petrov. La única heredera de la dinastía Petrov. Tenía que ser la chica con ojos verdes y mirada dura, la pelirroja que no se doblegaba ante nada y la mujer que nunca lloraba, pero, a pesar de todo lo que se decía de mí, lo único que deseaba era llorar, llorar como nunca antes lo había hecho y terminar de hundirme en mi miseria.

Justo ahora, por la muerte de mi padre, sabía lo que era tener un corazón roto.

Los rayos de sol me pegan de frente y agradezco mentalmente ante la vista del hombre esperándome junto al enorme auto. Arman, mi guardaespaldas por más tiempo del que recordaba. Era el hombre de confianza de mi padre y él único encargado de llevarme a los lugares que necesitaba ir.

—¿Lista para volver a casa, señorita Hel? —pregunta. El tosco acento ruso se nota mucho más en él que en mí, sin embargo, me limito a negar en modo de respuesta.

—No, necesito ir con el abogado —Una línea dura adorna los labios del moreno—. Sigo sin comprender por qué tanta prisa por leer el testamento de mi padre. Su cuerpo aún está caliente y a ellos simplemente les importa compartir todo lo que él obtuvo durante toda su vida. —Arman hace una mueca, sin embargo no responde y se limita a mantener la puerta del auto abierta para que pueda subir.

Una vez que la cierra, espero pacientemente a que rodee el auto para que ocupe el lugar detrás del volante. Sus ojos cafés entran en contacto con los míos por breves segundos y dice—: Su padre estaría muy orgulloso, señorita.

Sus palabras calan en lo más profundo de mí ser, agudizando mucho más el dolor que embargaba mi corazón. Arman, con unas simples palabras, logra rasgar con fuerza la herida recién hecho y, con voz ronca, digo—: Lo sé, me lo repetía a diario, Arman.

El alto y fuerte ruso asiente, para luego simplemente fijar su vista en el camino y encender el auto.

Mis ojos se enfocan en el exterior del vehículo. Amaba Rusia, era el lugar en el cual crecí y el cual me había criado, sin embargo, iba a continuar con los planes que mi padre había hecho para ambos. Iría a Australia y conseguiría mi título en Administración de Empresas.

Iba a regresar a Australia.

Aún cuando nadie me esperaba en aquel extraño país, tenía que hacerlo. Tenía que ser fuerte por mi padre y por mí misma. Iba a salir adelante, tal y como él me había enseñado.

No bajes nunca tu cabeza, rusa, eres más fuerte de lo que tú misma crees.

Suelto un suspiro cargado de dolor. Extrañaba mucho a mi padre.

Media hora después de un largo camino, estaba de pie fuera del auto, observando algo asombrada el alto edificio al cual debía entrar. Arman guía mi camino, atento a nuestro alrededor. No soy capaz de pasar por alto el nerviosismo en si mirada, sin embargo, lo ignoro. No quería preocuparme por otra cosa que no sea terminar con todo el papeleo que tenía que hacer.

Las puntas de mis tacones resuenan con fuerza contra el suelo de mármol, llamando la atención de la mujer encargada de la recepción. Ésta no demora en colocarse de pie cuando me reconoce.

—Señorita Petrov —suelta con prisa. Mi ceño se frunce, pero simplemente no digo nada. ¿Cómo diablos sabía que era yo? —. El señor Sokolov la espera en su oficina.

Asiento, sin ánimos para hablar, para luego dejar que ella se encargue de guiar mi camino.

Era la primera vez que ponía un pie en éste lugar, sin embargo, la sensación de sentirme fuera de lugar era algo que ya conocía. Sabía de antemano, que ninguna de estas cosas pegaba conmigo. Prefería mil veces tener un lienzo completamente en blanco para dibujar, tal vez, algún libro que logre sacarme de la realidad, o una simple cámara que lograra llenar el lado de fotógrafa que desarrollé desde que era una niña. No necesitaba lujosas oficinas y secretarias más arregladas que la primera dama de Estados Unidos.

Aun cuando iba a estudiar administración, el mundo de los negocios no me atraía para nada.

Cuando las puertas del ascensor se abren frente a nosotros, Arman y la secretaria me deja el camino libre y no dudo en cruzar delante de ellos. Ellos suben después de mí y Arman se encarga de presionar el botón que nos llevará al quinto piso.

Guardo silencio hasta que la caja metálica es capaz de hacer su camino hacia arriba.

Menos de un minuto es necesario para que las puertas se vuelvan a abrir frente a nosotros y agradezco en voz baja a la rubia. Ella no tarda en regresar al ascensor luego de indicarnos cuál era el camino que deberíamos tomar.

Los ojos de Arman están sobre mí y se limita a observarme por unos cortos segundos para luego caminar delante de mí.

Suelto un suspiro y agradezco el momentáneo tiempo de distracción. Lo necesitaba. Necesitaba dejar de pensar por un momento, tenía que dejar que el dolor se filtrase fuera de mi sistema para que lograra tranquilizarme de una vez por todas.

Aún no lograba entender como alguien era capaz de tener una mente tan retorcida como para acabar con la vida de un buen hombre, explotando su auto.

—¿Daen? —La voz de Arman me obliga a detenerme de golpe, haciendo que la confusión se filtre en mi sistema. No dudo en colocarme sobre la punta de mis pies, a pesar de usar tacones, Arman lograba sacarme varios centímetros, sin embargo, como puedo, observo a la persona que se encuentra delante de nosotros—. ¿Qué haces aquí?

—Sokolov me citó —El acento suena extraño a mis oídos, los que me hace dudar de que sea ruso—. ¿Cómo lo llevas?

—¿Quién se supone que es usted? —digo, interrumpiendo su conversación—. No creo que alguien lo haya llamado a la lectura del testamento de mi padre —Mi voz me abandona más alto de lo que pretendo y, para dar a conocer mi molestia, me quito los lentes oscuros, para luego clavar mis ojos sobre el desconocido que se encontraba a unos cuantos pasos de mí, apoyado despreocupadamente contra la pared pulcramente pintada—. Nunca te había visto.

La puerta de la oficina frente a nosotros se abre con rapidez, haciendo que mi atención se desvíe del castaño al hombre con el cabello casi blanco que sale de esta.

—¿Señorita Petrov? —Mi ceño se frunce mientras observo al abogado de mi padre. Necesitaba una explicación. ¿Cómo era posible que un completo extraño estuviese aquí? —. ¿Podemos empezar?

Abro la boca para responde, pero el castaño a mi lado me interrumpe con rapidez.

—¿Pueden darse prisa? Tengo trabajo que hacer y sólo estoy perdiendo mi tiempo —Cargada de indignación, observo como el castaño ingresa al interior de la oficina y, como si leyera mis pensamientos, Arman libera un suspiro para luego guiarme al interior de la enorme oficina.

—Lamento su pérdida, señorita Petrov —El abogado musita, luego de que todos tomamos asiento. Me encuentro frente a su escritorio, teniendo a mi lado al castaño que continuaba siendo un completo desconocido para mí. No puedo evitar rodar los ojos, sintiendo la irritación apoderarse de mi sistema.

—Si eso fuera cierto no estuviera aquí justo ahora, ¿no, señor Sokolov? —Él me observa con asombro, pero no le doy tiempo a disculparse, en lugar de ello, agrego—: Y sí, tal vez me vea totalmente inofensiva, pero sé defenderme por mi cuenta, si no hay nada más que tenga que decir, vaya al grano.

—Bien —murmura, suena incomodo, pero no hago el más leve intento de disculparme. Ciertamente, él sólo esperaba su pago por todos los años de servicio a mi padre, eso no lo ocultaría—. ¿Daen Hamilton?

—Soy yo —dice, con claridad, llamando la atención de Sokolov—, pero sigo sin entender que hago aquí.

—Creo que no eres el único —murmuro, ganándome las miradas irritadas de Sokolov y el castaño. Sin agachar la cabeza, cruzo mis brazos. No iba a cerrar la boca, en cierto punto tenía razón. Si no lo conozco, ¿por qué mi padre lo tendría en su herencia?

—Está estipulado en el testamento del señor Andrey Petrov que sus dos únicos herederos deben estar presentes en la lectura del mismo —Muerdo mi lengua, reprimiendo la sarta de palabras que luchan por salir de mis labios. El hecho de compartir el patrimonio que mi padre había ganado durante toda su vida era simplemente estúpido, mucho más cuando es persona no había compartido un momento junto a mi padre, mucho menos conmigo. El abogado saca un folder, logrando sacarme de mis pensamientos y, luego de colocarse sus anteojos, empieza con la lectura—: Yo, Andrey Petrov, deseando testear en forma ológrafa, declaro mi voluntad de hacer un testamento, nombrando heredero de todos mis bienes muebles e inmuebles a mi única hija, Hel Alice Petrov Romanov.

El silencio invade la oficina como si fuese la peor peste que existiese en el planeta. Me siento incomoda cuando tres pares de ojos caen sobre mí. No era sorpresa, todos los que conocían a mi padre sabían que era hija única.

—¿Eso es todo? —musito, algo incomoda. Sokolov se limita a negar con la cabeza.

—Hay más —dice, paseando sus ojos por los papeles en sus manos antes de continuar—: A mi querido Daen, aunque no eres sangre de mi sangre, te dejo a cargo de mi rusa, Hel, sé que sabrás cuidar muy bien de ella y, por favor, no la dejes sola. Sé que ambos se entenderán a la perfección o, al menos, lo intentarán —Mis ojos están abierto a tope y mi boca podría terminar en el suelo en cualquier momento. Quiero decir algo, pero lo único que logro hacer es boquear, al igual que un pescado y escucho al abogado hablar—. Daen será él que cuidará de ti, mi pequeña rusa, él sabrá cómo protegerte, y sé perfectamente que él no dejará que algo malo te ocurra.

—¿Qué mierda?... —La voz del castaño resuena con algo de fuerza, haciendo que ambos giremos a observarnos. Tanto él como yo nos encontramos confundidos y, sin esperar palabra alguna del otro, regresamos nuestra atención hacia Sokolov, quien se aclara la garganta.

—Cada uno de mis negocios estarán a cargo de ustedes dos. Daen no podrá dejarte desprotegida por nada del mundo y, si eso ocurre, el testamento será inválido y por consiguiente su parte pasará a ser donativo para mi fundación de niños abandonados. Pequeña rusa, sé que patearás traseros. Estoy orgulloso de ti —Debo tomar una lenta respiración para no terminar llorando y, como puedo, me obligo a tranquilizarme. Escuchar nuevamente ese apodo, sólo rompía mi corazón en pequeños trozos. Sokolov extiende el papel hacía mí y no dudo en tomarlo.

La pulcra y gran letra de mi padre se extiende a lo largo del papel, ocupando el espacio necesario. Sabía de antemano que nadie, nunca, podría ser capaz de falsificar aquella letra. La conocía perfectamente como para terminar siendo engañada.

Mi padre había escrito su testamento.

—Él mismo lo escribió, Hel —El abogado murmura. No dudo en posar mis ojos sobre el hombre a mi lado. Su ceño está fruncido, mientras sus ojos azules me perforan con seriedad. Era guapo, mucho más de lo que yo podría decir, sin embargo, no me detengo al momento de escanearlo. Su mandíbula cincelada se encontraba cubierta por una capa de barba, en ciertos aspectos me resultaría desagradable, sin embargo, en él, era verdaderamente llamativo. Me aclaro la garganta, rompiendo el incomodo silencio en el cual se ha sumido la oficina—. ¿Dónde conociste a mi padre?

Sus gruesos labios se limitan a formar una línea recta, noto la incomodidad que invade su cuerpo y, cuando creo que no va a responder, se limita a decir—: No es algo que te interese, rusa.

—Daen... —Arman murmura, pero el castaño no lo deja terminar y, como si no le importase nada, se levanta soltando un gruñido y abandona la oficina a toda máquina.

Algo irritada, y claramente enojada, vuelvo mi atención hacia el abogado, quien se limita a tomar de vuelta el testamento de mi padre y colocarlo en el folder negro.

—¿Hay alguna manera para ignorar el testamento? —Ciertamente, el dinero era lo que menos me importaba. Mi padre durante mis cumpleaños se había empeñado en regalarme acciones de cada una de sus empresas de moda, así que, si ignoraba el testamento, no iba a morirme de hambre.

No me veía trabajando junto al castaño... Daen.

Él asustaba.

Y no, no era simplemente por su mirada. Algo salvaje habitaba dentro de él, algo que estuviera listo para liberarse ante el más mínimo movimiento.

—No la hay —Sokolov dice, observándome—. Si las reglas no se cumplen al pie de la letra, será desestimado y todas las posesiones de su padre pasarán a manos del banco para evaluación y luego terminará en la fundación.

—Esto no es cierto —murmuro, dejando que mi cuerpo se desparrame sobre la silla, sin embargo, la poca tranquilidad queda de lado cuando la puerta de la oficina se abre de un solo golpe y los ojos azules del castaño me perforan con irritación.

—No estaré aquí todo el día —dice, en medio de un gruñido—. Según tengo entendido debes tomar un vuelo a Australia. Date prisa, rusa. —Lo observo con confusión, pero él abandona la oficina nuevamente sin dejarme siquiera dirigirle una palabra.

Sin despedirme del abogado Sokolov, sigo al castaño, con Arman detrás de mí, quien se encarga de cerrar la puerta detrás de ambos. Él mismo me sujeta por el brazo, previniendo que termine dándome de bruces contra el suelo.

—El que pelees con él no lo hará cambiar de opinión, Hel —Clavo mis ojos en Arman, algo enojada. Cuando él me llamaba por mi nombre, sabía que no tenía espacio a discutir. Una vez que Arman se enojaba, nada lo hacía calmarse, ya había pasado por lo mismo—. Daen es el hombre de confianza de tu padre, mucho más importante que yo... Era, lo siento —A pesar de sus disculpas, él continua—.Créame cuando le digo que su padre no se equivocó en elegirlo a él para cuidarla.

—No lo conozco.

Si el señor Petrov lo escogió como su protector, debes confiar a ojos vendados, Hel.

[b@I

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro