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King's Landing


El tiempo pasó y con ello la familia empezó a distanciarse, el rey había caído enfermo así que la regencia de la reina fue un hecho que todos aceptaron pues la heredera no había hecho presencia en los últimos seis años.

—Bien hecho.—Aegon se encontraba en el campo de entrenamiento practicando con una espada de madera como solía hacerlo en su niñez.

—Nada mal para un niño de su edad.—Halagó Aemond hacia el pequeño quien mostraba su perlada sonrisa.

—Era de esperarse, es mi hijo.—Cargó al niño de hermosas mejillas rosadas.

—Quien lo llevó 9 meses y sufrió pariendo fui yo.—Se quejó Aemma caminando hacia su familia.—Merezco un poco de crédito, ¿No lo creen?

—Y te lo doy, hermana.—Aemond aseguró.—La disciplina de Rhaegar ha sido heredada de su madre.

—Quiero ser un gran guerrero como el tío Aemond.—Habló el pequeño.

Los tres adultos lo miraron con una sonrisa, era el niño más risueño que había entrado en su vida.

—Lo serás, acompañarás a tu padre a todas las batallas, pondrás el apellido Targaryen en lo más alto.—Aseguró su madre besando cada mejilla de su hijo.

El pequeño Rhaegar se aferró a su padre emocionado, pero la presencia de Helaena hizo que la familia se preocupara.

—Hermanos... Tengo noticias.—Habló.

—Helaena, ¿Que ocurre?—Aegon preguntó.

—Han puesto en duda la legitimidad de Lucerys Velaryon, Rhaenyra está por ser avisada y tendrán un juicio por ello, desde que Sir Corlys desapareció su hermano ambiciona su herencia...

Aemma volteó incomoda a su esposo quien con una mirada le dio la paz que necesitaba, iba a ver una vez mas a su hermana pero no estaba contenta por ello, únicamente se dio la vuelta dispuesta a ingresar al castillo.

—Rhaegar sigue entrenando con tu tío.—Lo dejó en el suelo y corrió al lado de su esposa.—¿Estas bien?

—Necesito ver al rey.—Pronunció.

—Iré contigo.

—Aegon-

Se paró de golpe tratando de que este la dejara, pero el peliblanco posó sus manos en los hombros de su mujer dando aquel apoyo que necesitaba.

—Por favor, déjame estar a tu lado... Se que ver a Rhaenyra después de lo que ocurrió te causa mal, pero estaré a contigo en todo momento.

Ella solo pudo abrazarlo, respirar su aroma y sentir aquella paz que solo el le daba, tomada de la mano de su esposo se encaminaron a los aposentos de su padre donde se encontraba tendido en su cama, enfermo.

—Padre.—Habló con seriedad.

El hombre respondió ladeando su cabeza hasta dar con la mirada violeta de su hija y como siempre, solo la ignoró.

—Se que no deseas verme, nunca he sido de tu agrado... Pero heme aquí, la reina y yo siempre hemos estado a tu lado a pesar de tus rechazos.

Se sentó en el borde de la cama para estar cerca de el pero el viejo rey miraba el techo de sus aposentos, no quería verla, no quería escucharla, simplemente no la quería ahí.

—Te he amado toda mi vida a pesar de que... A la única que haz amado es a Rhaenyra.—Su garganta se sintió seca.

Silencio.

—Dime, ¿Por qué nunca me haz querido? Padre... ¿Acaso me odias por la muerte de mamá?

Y de nuevo, silencio.

—Mi vida significó la pérdida de la reina... No fui el varón que tanto deseabas tener con ella... Pero he hecho todo por ti, nunca deshonré a la familia, seguí todas las reglas, aguante cada reclamo para poder hacerte feliz... Pero nunca seré suficiente para ti.

—Eres igual a ella...—Susurró el rey con nostalgia.—Igual a tu madre...

Aegon se sentó junto a su esposa acariciando sus brazos intentando evitar su llanto, no le gustaba verla llorar pues eso rompía su corazón.

—Cuando te veo, la veo a ella.—Su voz ya era débil.—La culpa me ha perseguido todos estos años, hija.

Por primera vez había escuchado el porqué de su rechazo, solo se limitó a tomar la mano de su padre y dejar un beso en ella.

—Lo siento, Aemma.

—Está bien... Está bien, papá.—Murmuró dejándolo descansar.

Aegon sujetó la mano de su esposa acompañándola a la puerta de los aposentos mientras en el fondo escuchaban los murmullos y sollozos del rey, un rey arrepentido.

—Tranquila.—Habló Aegon a ella al verla con la mirada agachada.

—Solo deseo que mi padre pueda amarme.—Lo miró.

El príncipe no pudo soportar aquellos ojos aguados de su princesa, dejó un beso en sus labios antes de tomarla entre sus brazos dándole un lugar seguro en el cual refugiarse.

El día que muchos ansiaban había llegado, la heredera junto a su familia arribó a la capital y pronto se encontraron en el castillo.

—Rhaenyra.—Saludó la menor.

Pero esta solo la miró con seriedad, su ahora esposo trató de hacerla razonar pero ella solo tenía algo que reclamar.

—He visitado a mi padre.—Habló.—Quiero que me digas, ¿Por qué le dan leche de amapola al rey?

—Lo recomendaron los maestres.

—Eso espero, no quiero que te alíes con las personas equivocadas.

—No cometas errores que pueden afectarte a ti y a tu familia.—Habló Daemon.

—Querido tio, en vez de saludarme vienes a amenazarme.—Soltó una risa cínica.—¿Qué más podría esperar de un poco hombre como tú?

Este hizo una mueca pero ignoró su comentario, no haría nada por dañar a su sobrina-cuñada, mucho menos frente a Rhaenyra.

—Solo venimos por la herencia de mi hijo Lucerys, Vaemond ha calumniado a mis hijos y como bien sabes... Eso está prohibido.

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