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King's landing

A lo largo de los años, los hermanos continuaron su crecimiento en un entorno que la reina se esforzó por mantener armonioso. Aemma, la pequeña, era el rayo de luz que iluminaba los días de Aegon, quienes ahora tenían ocho y seis años, respectivamente. Aunque la relación entre los dos era en su mayoría cálida, no estaban exentos de las peleas normales de niños.

—Mi dragón será más grande que el tuyo y volaré a lugares que nadie haya conocido —declamaba la pequeña peliplata, envuelta en la fantasía de sus sueños, mientras jugaba con su hermano menor. Aegon, encantado con la imaginación de su hermana, disfrutaba de escuchar sus anhelos—. Y tú me acompañarás.

—¿Pueden venir Helaena y Aemond? ¡Oh! ¿Y mamá?

—La reina nos acompañará, y nuestros hermanos volarán con nosotros —aseguraba, tejiendo un mundo de fantasía para sus pequeños.

Con brazos extendidos, los dos niños giraban y reían, simulando ser dragones que surcaban los cielos en una danza despreocupada. Sin embargo, la primogénita del rey se acercó con una sonrisa a su hermana menor.

—¿Y a mí no me llevarán? —preguntó Nyra, buscando su propio lugar en la fantasía compartida.

—¡Nyra! —respondió Aemma con alegría, acercándose para recibir el abrazo de su hermana mayor.

Aegon, incómodo con la dinámica entre las hermanas, decidió ocuparse jugando con su espada de madera. La presencia de Rhaenyra le resultaba desagradable, y prefería mantenerse al margen, consciente de la aparente indiferencia que ella mostraba hacia él y sus hermanos.

El tiempo había marcado una distancia entre las princesas, ya que Rhaenyra asumía más responsabilidades tras ser nombrada heredera. Sin embargo, la conexión con Aemma seguía siendo fuerte, y ambas compartían momentos de complicidad que, aunque menos frecuentes, eran valiosos.

—Tú siempre estarás a mi lado —aseguró Aemma a Nyra, sellando su vínculo con un tierno abrazo.

—Eso te lo aseguro —agregó Rhaenyra, dejando un beso en la cabeza de su hermana, reflejando su compromiso a pesar de las responsabilidades que pesaban sobre ella.

Mientras las hermanas forjaban sus lazos, el pequeño Aegon observaba la dinámica desde la periferia, incómodo con la presencia de Rhaenyra. Intentaba disimular su descontento, pero sus ojos delataban la incomodidad que sentía ante la aparente indiferencia de la heredera.

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Mientras tanto, en los aposentos reales, el rey y la reina sostenían una discusión en tono susurrante acerca del futuro de sus hijos. Rhaenyra había sido prometida a su primo Laenor, gracias a los rumores sembrados por la Mano del Rey sobre la relación de la heredera con su tío.

—No tienes de qué preocuparte, esposo —consoló Alicent, observando la chimenea y desviando su mirada de la discusión—. Rhaenyra cambiará su comportamiento una vez que se case, tendrá hijos y sentará cabeza.

En su interior, la reina anhelaba estar lejos de la princesa. La revelación de la mentira de Rhaenyra, tras interrogar a Criston Cole, había avivado el resentimiento en el corazón de Alicent. Había confiado en Rhaenyra y permitido el exilio de su amado padre, lo cual le generaba un dolor profundo.

—Es lo que más deseo; como mi heredera, tiene que actuar como tal —suspiró el rey, sintiendo un alivio momentáneo ante la perspectiva de un cambio en la conducta de su primogénita.

Alicent, aparentando interés en las palabras de su esposo, mantenía su atención centrada en el fuego que danzaba en la chimenea. Pero en su mente, solo resonaba su hijo mayor, Aegon. Era evidente cuánto deseaba Rhaenyra mantener lejos a su sangre, y la reina temía por la seguridad de sus hijos cuando ella ascendiera al trono.

Entonces, una idea iluminó la mente de Alicent.

—¿Qué hay de Aemma? —preguntó, observando a su esposo, sabiendo que la pequeña no era su favorita, pues su nacimiento había ocasionado la muerte de su primera esposa.

—¿Qué tiene que ver ella con la boda de Rhaenyra? —respondió, algo frustrado por escuchar ese nombre.

—He pensado que... quizás comprometerla con Aegon refuerce nuestros lazos... La princesa ama a Aemma más que a nadie, y quizás por ella decida mejorar su relación con sus hermanos —habló con calma, provocando cierta incomodidad—. Que los hermanos se lleven bien será bueno tanto para nosotros como para el pueblo.

Viserys escuchó atentamente a su esposa, considerando la propuesta. Quizás casar a Aemma con Aegon, en lugar de buscar una alianza externa, sería beneficioso. Mantendría la pureza de la sangre y, con suerte, Rhaenyra aprendería a querer a sus hermanos a través de esta unión.

Finalmente, el rey pronunció lo que Alicent anhelaba escuchar.

—Mañana anunciaré en el consejo el compromiso de Aemma y Aegon.

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