twenty two. shooting and internal conflicts
O22 | SHOOTING AND INTERNAL CONFLICTS
El sol brillaba cálidamente sobre el parque de diversiones, mientras el sonido de risas y música llenaba el aire. Era un día especial, no solo porque Eunbi celebraba su cumpleaños, sino porque por primera vez estaba viviendo algo que siempre había soñado: un día en el parque de diversiones con su familia.
Caminaban juntas por el parque, llamando la atención de los transeúntes con sus accesorios únicos. Hyejin llevaba unas orejas de conejo rosadas que Eunbi había insistido en que usara. A su lado, su madre lucía unas orejas de oso marrones que contrastaban con su elegante porte, mientras que Eunbi llevaba un brillante cuerno de unicornio en la cabeza. En una mano sostenía un helado de fresa que parecía tan grande como su entusiasmo.
—¡Miren, un carrusel! —exclamó Eunbi, apuntando emocionada hacia el brillante tiovivo que giraba al ritmo de una melodía alegre—. ¿Podemos subir, Jinnie? ¡Por favor!
—Claro, Eunbi —la chica respondió, revolviendo cariñosamente el cabello de la niña—. Es tu día. Hoy haremos lo que quieras.
La pequeña dio un pequeño saltito de alegría antes de girarse hacia su madre.
—¿Tú también subirás, mamá?
—Claro que sí, Eunbi —Younghee murmuró con una sonrisa llena de cariño—. Aunque no recuerdo la última vez que subí a un carrusel.
Hyejin rió, recordando las pocas veces que su madre se había permitido un momento de diversión.
—No te preocupes, mamá. Te verás genial subiendo a uno de esos caballos de colores.
Caminaron hacia el carrusel, disfrutando del ambiente del parque. A pesar de que Hyejin mantenía su habitual expresión calmada, en su interior sentía una emoción infantil que no quería admitir. El parque de diversiones tenía algo mágico, algo que le recordaba la única vez que estuvo allí antes, cuando Junho la había invitado años atrás. Había sido una experiencia especial, pero completamente distinta. Hoy, estaba allí como parte de una familia completa, celebrando la felicidad de Eunbi.
Una vez en el carrusel, Eunbi escogió el caballo blanco con una crin dorada, mientras su madre optó por un carruaje al lado. Hyejin, de pie junto a su hermana, sostenía las pequeñas manos de la niña mientras el carrusel comenzaba a girar.
—¡Mira, Jinnie! ¡Estamos volando! —gritó Eunbi, riendo con pura alegría.
—Sí, Eunbi. Estamos volando.
Cuando el carrusel se detuvo, Eunbi saltó emocionada del caballo y señaló hacia una rueda de la fortuna.
—¡Quiero subir ahí! —exclamó, tirando de la mano de Hyejin—. ¿Podemos?
—Por supuesto, pero primero terminemos tu helado, ¿de acuerdo? —la mayor asintió. Su leve sonrisa delataba lo mucho que disfrutaba el día.
Mientras se dirigían hacia una banca para terminar el helado, su madre observaba a sus dos hijas con ojos llenos de cariño.
—Las veo tan felices —Younghee habló suavemente, rompiendo el silencio.
—Es gracias a ti, mamá. Siempre has hecho todo lo que has podido por nosotras —murmuró Hyejin. Su madre negó con la cabeza.
—Y ahora tú haces lo mismo, Hyejin. Mira a Eunbi. Nunca había visto a tu hermana tan feliz.
Eunbi, ajena a la conversación, seguía hablando emocionada sobre todos los colores, luces y atracciones que veía a su alrededor.
—¡Quiero probar ese algodón de azúcar gigante! —dijo, señalando un puesto cercano—. Y después, podemos ir a la rueda de la fortuna, ¿verdad?
—Claro, pero recuerda que no puedes comer todo lo que veas —Hyejin rió, divertida por la energía inagotable que su hermana parecía tener—. Si no, terminarás con dolor de estómago.
Eunbi la miró con una expresión traviesa.
—Está bien, Jinnie. Pero hoy es mi cumpleaños, así que un poco de dolor de estómago está permitido, ¿no?
Hyejin negó con la cabeza, aunque no pudo evitar reír.
De repente, como si se hubiera olvidado de todo lo que acababa de decir, Eunbi se colocó de pie, comenzando a caminar con rapidez, dejando atrás a Hyejin y su madre.
—¡Eunbi, espera! —Hyejin pidió, ajustándose las orejas de conejo mientras apresuraba el paso para alcanzarla.
—¿A dónde va tan rápido esta niña? —preguntó su madre, divertida, mientras trataba de mantener el ritmo.
Eunbi se detuvo frente a un pequeño puesto donde un hombre con un gorro y manos hábiles dibujaba retratos. Sus obras colgaban alrededor del puesto, llamando la atención de los transeúntes.
—Señor, ¿puede hacernos un dibujo? —cuestionó la niña con una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor—. ¡Es mi cumpleaños!
El hombre, que estaba terminando un retrato de una pareja, levantó la mirada y sonrió ampliamente.
—¿Cumpleaños? —dijo con un tono cálido—. ¡Entonces, feliz cumpleaños, pequeña dama! Claro que sí, ven aquí con tu familia.
Hyejin y su madre llegaron junto a Eunbi justo cuando el hombre les hacía un gesto para que se sentaran.
—Las tres juntas, por favor —pidió mientras colocaba un nuevo lienzo en el caballete—. Quédense quietas, pero no demasiado. A veces las mejores expresiones surgen cuando están hablando.
—Gracias, señor —Eunbi se apresuró a responder, emocionada, mientras se sentaba en el centro.
Hyejin se colocó a su derecha y su madre a la izquierda, ajustando las orejas de oso que llevaba.
—¿Qué quieres que dibuje primero? —el hombre cuestionó mientras comenzaba a bosquejar.
—¡Mis orejas de unicornio! —Eunbi exclamó, llevándose las manos a la cabeza como si quisiera asegurarse de que estuvieran en el lugar correcto.
—¿Y por qué un unicornio? —preguntó el artista mientras movía el lápiz con destreza.
—Porque son mágicos —dijo la niña con una seriedad que hizo que tanto Hyejin como su madre rieran suavemente—. Y yo quiero ser mágica también.
—Bueno, ya eres bastante especial —respondió el hombre, sonriendo mientras añadía detalles al dibujo—. No todos los días alguien tan brillante cumple años.
Mientras el artista trabajaba, las tres mujeres charlaban. Hyejin hablaba de cómo había organizado el día, asegurándose de que fuera perfecto para Eunbi. Su madre, por su parte, compartía anécdotas del pasado, momentos en los que no habían tenido el lujo de celebrar de esta manera.
De repente, el sonido agudo de sirenas rompió la atmósfera alegre. Las luces rojas y azules se reflejaban en los rostros de las personas cercanas, y un murmullo de curiosidad comenzó a crecer entre la multitud.
El hombre, que estaba concentrado en su trabajo, levantó la vista hacia el sonido, frunciendo el ceño.
—¿Qué habrá pasado? —Younghee murmuró, mirando en la dirección de las sirenas.
—Seguramente algo en la entrada del parque —respondió Hyejin, tratando de sonar despreocupada mientras lanzaba una mirada rápida hacia el origen del alboroto.
El hombre volvió a su dibujo, pero su mano temblaba ligeramente, algo que no pasó desapercibido para Hyejin.
—Señor, ¿está bien? —cuestionó con cautela.
—Sí, claro... —musitó el artista, aunque su tono traicionaba su creciente inquietud.
El ruido de la sirena se intensificó, y el hombre dejó de dibujar de repente. Se quedó inmóvil por un momento, como si algo en el sonido lo hubiera sacudido profundamente. Entonces, sin previo aviso, dejó el lápiz sobre la mesa y se puso de pie con rapidez.
—Disculpen, lo siento mucho —habló mientras se ajustaba el gorro y miraba en dirección a las luces parpadeantes—. Tengo que irme.
Antes de que pudieran decir algo más, el hombre corrió hacia la dirección de las ambulancias, dejando el dibujo a medio terminar en el caballete. Hyejin lo observó mientras se alejaba, su expresión ensombreciéndose por una sensación de incomodidad.
—Eso fue raro —murmuró, mirando a su madre, quien parecía igual de desconcertada.
Eunbi, sin embargo, no perdió su entusiasmo.
—¿Volverá para terminar el dibujo? —exclamó, ladeando la cabeza con curiosidad.
—No lo sé, Eunbi —Hyejin acarició el cabello de su hermana para tranquilizarla—. Pero no te preocupes. Este día sigue siendo especial, ¿de acuerdo?
—¡Claro! Pero solo espero que ese hombre este bien.
🦑♥️🚨
La noche era fresca, y las luces de la ciudad pintaban las calles con reflejos vibrantes mientras el auto avanzaba con un suave ronroneo. Hyejin sostenía con firmeza el volante, aunque sus ojos denotaban un leve cansancio tras un día lleno de celebraciones. A su lado, Junho miraba por la ventana, perdido en sus pensamientos, pero con una ligera sonrisa en los labios al recordar los momentos felices que acababan de compartir.
—No puedo creer cómo brillaba Eunbi cuando abrió los regalos —habló el hombre, rompiendo el silencio. Se giró hacia Hyejin, sus ojos llenos de calidez—. El collar que le diste y ese set de pinturas que le diste fue un éxito total.
Hyejin soltó una risa suave, sus manos relajándose en el volante.
—Sabía que le encantaría. Siempre la veo dibujar en cualquier trozo de papel que encuentra. Merece tener algo propio.
—Fue un buen día para ella —añadió, recostándose en el asiento con un suspiro satisfecho—. Aunque no sé si podré sacarme de la cabeza cómo se emocionó con ese pastel.
Hyejin asintió, con una sonrisa que parecía iluminar su rostro a pesar del cansancio.
—Fue una sorpresa para todos, incluso para mí. No estaba segura de si le gustaría tanto el diseño.
Junho la miró, alzando una ceja.
—¿El pastel de unicornio? Creo que fue una apuesta segura. ¿A quién no le gustan los unicornios?
Ambos rieron, y por un momento, el ambiente dentro del auto se llenó de una calma que contrastaba con el bullicio de la ciudad afuera. Sin embargo, la mente de Hyejin, siempre activa, comenzó a divagar.
—Junho... —dijo de repente, sin apartar la vista de la carretera.
—¿Mmm? —respondió él, mirando de reojo cómo una sonrisa juguetona se formaba en los labios de Hyejin.
—He estado pensando... Deberíamos adoptar una mascota.
El mayor parpadeó, sorprendido por el cambio de tema, y luego dejó escapar una carcajada.
—¿Una mascota? ¿De dónde salió esa idea?
—No lo sé —Hyejin admitió, encogiéndose de hombros—. Siempre me han gustado los animales, pero nunca pude tener uno. Además, podría ser como nuestro hijo.
—¿Qué clase de mascota estás pensando? —cuestionó, interesándose rápidamente al oír esa última frase—. Por favor, no digas algo raro como un hurón o una serpiente.
—Nada tan exótico. Estaba pensando en un perro, o tal vez un gato. Algo que pueda acompañarnos en casa.
—Un perro suena bien —Junho murmuró, asintiendo con su cabeza—. Aunque sería una responsabilidad enorme.
—Lo sé, pero me gustaría intentarlo —respondió Hyejin con determinación.
—Deberíamos ir a un refugio. Estoy seguro de que encontraremos al indicado ahí.
—Me gusta cómo piensas.
—Lo sé —Junho bromeó, inclinándose ligeramente hacia ella—. Soy una mente brillante.
Ambos rieron nuevamente, y la conversación sobre posibles nombres, razas y anécdotas futuras llenó el resto del trayecto. Hablaban con una emoción que hacía que el tiempo pasara volando. Junho incluso compartió recuerdos de su infancia con un perro llamado Haru, mientras Hyejin imaginaba a un gato trepando por los muebles del salón.
Finalmente, llegaron al motel que le pertenecía a Gihun. Hyejin estacionó el auto frente al edificio deteriorado y apagó el motor.
—Bueno, aquí estamos —habló, girándose hacia Junho.
Él asintió, mirando el lugar con expresión seria.
—Después de esto, iremos a ver lo de la mascota —dijo, medio en broma, medio en serio.
—Hecho.
Luego de decir aquello, ambos salieron del auto y se dirigieron al edificio.
El lugar tenía un aire sombrío, con pasillos estrechos y paredes desgastadas que parecían haber sido testigos de más historias de las que podían soportar. Junho y Hyejin caminaron en silencio, sus pasos resonando suavemente en el piso de concreto mientras seguían las indicaciones que Gihun les había dado. A medida que avanzaban, el sonido de disparos se hizo cada vez más fuerte, reverberando como un eco en los corredores.
—Parece que llegamos tarde —comentó Junho con un suspiro, apurando el paso.
Al entrar en la sala donde Gi-hun les había dicho que practicaban con las armas, fueron recibidos por una escena caótica pero organizada. Grupos de hombres estaban alineados, disparando a blancos en un espacio acondicionado para el entrenamiento. El olor a pólvora impregnaba el aire, mezclado con el retumbar constante de los disparos.
De inmediato, Wooseok, el hombre que ahora trabajaba para Gihun, se acercó a ellos. Tenía puestos unos protectores auditivos de color naranja brillante que parecían enormes sobre sus orejas.
Hyejin no pudo evitar reír ante su apariencia.
—Wooseok, ¿qué llevas puesto en las orejas? —preguntó, fingiendo curiosidad.
El hombre, que no captó el tono burlón, respondió con toda seriedad mientras hablaba más alto de lo necesario.
—¡Son para amortiguar el sonido de los disparos! ¡Esto puede dejarte sordo si no tienes cuidado!
Hyejin apretó los labios para contener la risa, mientras Junho observaba la interacción con una mezcla de diversión y resignación.
—¿De verdad? —respondió la chica con fingida sorpresa—. Nunca lo habría adivinado.
Wooseok, sin captar el sarcasmo, asintió enfáticamente antes de girarse hacia el campo de entrenamiento. Señaló con entusiasmo a varios grupos de hombres que estaban en plena acción.
—¡Miren esto! —exclamó—. ¡Estos hombres de aquí son exmarines! —dijo, apuntando a un grupo de hombres corpulentos y disciplinados—. ¡Aquellos de allá son ex-UDT! —continuó, señalando a otro grupo con un aura de precisión mortal—. Y esos últimos... —hizo un gesto hacia un conjunto de figuras más reservadas—. ¡Son exfuerzas especiales!
Hyejin arqueó una ceja y miró a Junho, quien exhaló profundamente.
—Ah, y por supuesto... —Wooseok se giró hacia ellos con una sonrisa amplia—. ¡Tenemos a un expolicía entre nosotros!
—Gracias por el recordatorio —respondió Junho, cruzando los brazos mientras Hyejin reprimía otra risa.
—¿Y tú? —el hombre preguntó, girándose hacia la chica—. ¿Qué puedes hacer?
—Soy chef.
Por un momento, Wooseok frunció el ceño, claramente desconcertado por su respuesta, pero rápidamente cambió de actitud y asintió con entusiasmo.
—Eso es genial. A todos nos vendría bien alguien que cocine.
Junho dejó escapar una risa discreta mientras Hyejin inclinaba la cabeza en un gesto de modestia exagerada. Antes de que Wooseok pudiera continuar, se giró hacia donde estaba Gihun, quien observaba el entrenamiento con expresión seria.
—Bueno, lo vio usted mismo —habló con emoción—. Son hombres de verdad. Harán lo que usted pida, siempre y cuando les pague.
En ese momento, los disparos cesaron repentinamente, y un silencio inusual llenó la sala. Todos los presentes se volvieron hacia Gihun, esperando sus instrucciones. Hyejin miró a su alrededor, sintiendo una mezcla de tensión y curiosidad en el aire.
Wooseok se acercó a uno de los hombres que destacaba entre el grupo y lo empujaba suavemente hacia Gihun.
—Aquí está el jefe del equipo —informó con una sonrisa satisfecha, como si presentara una obra maestra—. Un hombre con mucha experiencia en el extranjero. Se lo presento.
Hyejin frunció ligeramente el ceño mientras analizaba al hombre. Había algo en su porte que resultaba realmente intimidante, desde su postura relajada pero alerta, hasta la forma en que sus ojos parecían analizar cada detalle del entorno. Lo había visto disparar anteriormente, y no había duda de que era un experto, pero su presencia emanaba una experiencia más profunda, la de alguien acostumbrado a sobrevivir en situaciones extremas, incluyendo combate cuerpo a cuerpo.
—Soy Kim —se presentó el hombre con una inclinación breve, su voz baja y firme.
Hyejin compartió una mirada rápida con Junho, como si ambos evaluaran simultáneamente al desconocido.
—Hay que tener cuidado —Gihun musitó, mirándolo con seriedad—. Si descubren lo que estamos tramando, las cosas podrían salir mal rápidamente.
—¡No se preocupe! —dijo Wooseok con entusiasmo—. Solo vamos a estar usted y yo, y todos ellos van a estar cerca del club, listos para cualquier cosa.
Junho, con el ceño ligeramente fruncido, dio un paso adelante.
—¿Seguro que los dejarán entrar?
—Por supuesto —exclamó, dándole un golpe juguetón en el brazo—. ¡Ya tengo todo mi outfit listo! ¿Por qué siempre dudas de mí?
—También voy a entrar con ustedes —Hyejin declaró con firmeza, cruzando los brazos.
—No, Hyejin —su prometido se apresuró a negar—. Eso no va a pasar.
—¿Por qué no? Soy capaz de manejarme bien en situaciones peligrosas. Y lo sabes, Junho.
—Eso no es el punto —respondió él, dejando escapar un suspiro de frustración—. No quiero que te expongas. No sabes cómo puede terminar esto.
—¿Y tú sí? —Hyejin replicó, dando un paso hacia él—. Junho, sé que también quieres entrar, entonces si tú lo haces, yo también. No voy a quedarme sentada mientras ustedes toman todos los riesgos.
El tono suave pero insistente de su discusión llenó el espacio, mientras los demás en la sala intercambiaban miradas incómodas. Incluso Wooseok parecía haberse quedado sin palabras.
—Esto no es un juego, Hyejin. No quiero que te pase nada.
—Y yo no quiero que te pase nada a ti —respondió ella, su voz más baja pero cargada de emoción—. ¿Por qué siempre tienes que ser el único en proteger a los demás?
Antes de que la discusión pudiera continuar, Wooseok intervino con una sonrisa torcida.
—Parece que tienen algunos temas que resolver. ¿Quieren que les busque un consejero de pareja o algo?
Ambos giraron hacia él con una mirada intimidante, sus expresiones sincronizadas en una advertencia silenciosa. Wooseok levantó las manos, retrocediendo un paso.
—Está bien, está bien, no dije nada —murmuró, claramente intimidado, mientras los otros en la sala reprimían una risa.
Gihun, quien había estado observando en silencio, decidió interrumpir.
—Sus rostros estuvieron expuestos en la isla —habló con firmeza, atrayendo la atención de todos—. Podrían reconocerlos de inmediato si entran.
Hyejin apretó los labios, procesando sus palabras. Aunque odiaba admitirlo, el hombre tenía razón.
—No deben atacar bajo ninguna circunstancia a menos que se les dé la señal.
—Sí, señor. Copiado.
Gihun asintió en respuesta y dejó que su mirada recorriera al resto del equipo. Su tono se volvió más serio, más personal, mientras añadía:
—Y por si acaso algo llega a pasarme mañana, quiero que...
Antes de que pudiera terminar su frase, Wooseok lo interrumpió de manera abrupta, rompiendo la tensión con su habitual tono despreocupado.
—¿Qué es lo que podría pasarle? ¡Si usted tiene un localizador!
—Los soldados realizan inspecciones profundas a los jugadores antes de entrar al juego —murmuró Hyejin—. Si llegan a sospechar algo, podrían encontrarlo.
—Por eso le colocamos el localizador en la muela.—el hombre hizo una pausa para mirar a todos, como si esperara algún tipo de reconocimiento por su ingenio—. Así nadie lo encontrará.
Se giró hacia Gihun y continuó, su voz rebosando seguridad:
—Escuche, señor Seong. No importa dónde lo lleven. Nosotros lo vamos a seguir. No tenga miedo.
La promesa resonó en el aire por un momento, pero la atmósfera fue interrumpida de golpe por el estruendo de una ametralladora que volvió a dispararse desde el otro lado de la sala.
—¡Idiotas, les dije que me avisaran!
Hyejin, que no pudo contener la risa, dejó escapar una carcajada al ver la reacción exagerada de Wooseok. Con una mezcla de diversión y curiosidad, se acercó a Kim, el líder del equipo, quien observaba la escena con una expresión estoica.
Junho frunció el ceño con una ligera molestia al ver cómo Hyejin se acercaba al hombre. Aunque intentaba disimularlo, el pequeño resquicio de celos que sentía no podía ser ocultado.
Kim la miró, agachando ligeramente la cabeza para encontrarse con sus ojos, ya que Hyejin era considerablemente más baja que él. Ella lo observó con una sonrisa traviesa antes de hacer su petición.
—¿Puedo usar tu arma?
La pregunta pareció tomarlo por sorpresa. Kim frunció el ceño con duda, como si evaluara la situación, pero finalmente, tras un momento de reflexión, extendió su arma hacia ella.
—Úsala con cuidado —pidió con seriedad, aunque había un destello de curiosidad en su mirada.
Hyejin tomó el arma con firmeza y caminó hacia el lugar donde Kim había estado disparando antes. Al llegar, revisó cuidadosamente el cargador, asegurándose de la cantidad de balas que le quedaban. Todo en sus movimientos era meticuloso, como si estuviera acostumbrada a manejar armas con regularidad.
El grupo observaba con interés mientras Hyejin se colocaba en posición. La chica levantó el arma, ajustó su postura, y comenzó a disparar con precisión milimétrica. Cada bala alcanzaba su objetivo con una exactitud que dejaba a los presentes boquiabiertos. En cuestión de segundos, había destruido todos los blancos que estaban colocados en el rango de tiro.
Cuando terminó, bajó el arma con calma y se giró hacia Kim, devolviéndosela con una leve sonrisa.
—Gracias. Fue divertido.
El hombre tomó el arma, disimulando una mueca de sorpresa, y asintió ligeramente, como si estuviera reevaluando su impresión inicial de ella.
—No esperaba menos de alguien como usted —comentó finalmente, con un toque de respeto en su tono.
Hyejin sonrió, sintiendo cómo el ambiente a su alrededor había cambiado ligeramente. Aunque la tensión del día siguiente seguía presente, había algo reconfortante en saber que, al menos por un momento, podía demostrar que no estaba allí solo como una espectadora.
Wooseok observó a la chica con incredulidad. Se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de ver. Finalmente, no pudo evitar soltarse y exclamó en tono alto y con asombro:
—¡Un chef no hace eso!
—¿Por qué no? ¿Acaso no se puede ser buena en más de una cosa? —Hyejin bromeó.
El contrario se pasó una mano por el cabello y luego negó con la cabeza como si estuviera tratando de asimilar que la mujer que había conocido como chef tenía habilidades que no se limitaban a la cocina.
—¡Eso es increíble! —dijo finalmente, su tono ahora lleno de admiración. Aunque trató de recuperar la compostura, la incredulidad seguía reflejada en su rostro—. Pensé que solo sabías cocinar...
Hyejin se cruzó de brazos, disfrutando de la sorpresa de Wooseok. En su interior, sentía una extraña satisfacción al ver cómo desafiaba las expectativas de los demás.
—Un chef también necesita ser... Versátil, ¿no?
—No puedo creer que una chef pueda disparar como un profesional —musitó el hombre, recibiendo como respuesta una risa por parte de Hyejin.
—¿Quién sabe? Tal vez deberías tomar clases de tiro.
🦑♥️🚨
La noche en la habitación era tranquila, casi demasiado silenciosa. La única luz provenía de la débil claridad que entraba por la ventana, proyectando sombras tenues sobre las paredes. Hyejin estaba acostada al lado de Junho, pero sus pensamientos corrían a mil por hora, demasiado caóticos como para permitirle descansar. Miró al techo durante un largo rato, intentando calmarse, pero su mente seguía regresando a la misma pregunta que había estado rondando todo el día.
Finalmente, incapaz de soportar la incertidumbre, se giró hacia él. Junho estaba tendido a su lado, con el rostro relajado, como si estuviera dormido. Hyejin se mordió el labio inferior, sintiendo una ligera punzada de culpa por querer romper esa paz, pero la necesidad de respuestas la superó.
—¿Estás dormido? —susurró, su voz apenas un hilo de sonido en la oscuridad.
Junho no se movió de inmediato, pero tras unos segundos, suspiró suavemente y abrió los ojos. Giró la cabeza hacia ella, sus facciones apenas visibles en la penumbra.
—No —respondió con voz baja, ronca por el cansancio. Se acomodó un poco, girándose para mirarla de frente—. ¿Qué pasa?
Hyejin dudó por un instante, sus ojos recorriendo su rostro, buscando algo, cualquier cosa que la ayudara a encontrar las palabras adecuadas. Tragó saliva y asintió, aunque sabía que Junho apenas podía verlo.
—Sé que me estás ocultando algo —dijo finalmente, su voz tranquila pero cargada de una mezcla de preocupación y determinación.
Junho no respondió de inmediato. La ligera rigidez que recorrió su cuerpo no pasó desapercibida para Hyejin, quien lo observaba atentamente, incluso en la oscuridad. Él desvió la mirada hacia el techo, como si estuviera buscando las palabras correctas o tal vez el valor para decirlas. Su silencio era una respuesta en sí misma, y eso solo hizo que el pecho de Hyejin se apretara aún más.
—Por favor, sé honesto conmigo —insistió ella, con un tono que mezclaba súplica y firmeza. Se acercó un poco más, sus dedos rozando la sábana entre ambos, como si estuviera buscando una conexión más tangible.
Junho suspiró, un sonido largo y cargado de peso. Giró la cabeza hacia ella de nuevo, sus ojos oscuros intentando leer la expresión de Hyejin a pesar de la falta de luz. Finalmente, habló, su voz baja, casi temblorosa.
—El líder de los juegos... —empezó, haciendo una pausa—. Es mi hermano, Inho.
Hyejin sintió cómo su respiración se detenía por un instante. Su mente se quedó en blanco mientras las palabras de Junho se repetían una y otra vez, como un eco implacable. Quería decir algo, pero no podía encontrar las palabras. Su corazón comenzó a latir con fuerza, un tamborileo que resonaba en sus oídos. Finalmente, desvió la mirada hacia el techo, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Tu hermano? —susurró, aunque ya conocía la respuesta. Había algo en la manera en que Junho había pronunciado esas palabras que no dejaba lugar a dudas.
Junho asintió lentamente, con la mirada fija en ella. La tensión en sus hombros era evidente, como si estuviera preparándose para el impacto de su reacción. Pero Hyejin permaneció en silencio, mordiéndose el interior de la mejilla mientras su mente conectaba los puntos. Finalmente, después de lo que parecieron minutos eternos, habló, su voz temblando ligeramente.
—Entonces... —dijo, dejando que la palabra colgara en el aire por un momento—. ¿Eso quiere decir que fue él quien te disparó?
Junho cerró los ojos, como si la pregunta le doliera más de lo que esperaba. Asintió de nuevo, su mandíbula apretada, y exhaló un suspiro cargado de resignación.
—Sí —admitió en un susurro, su voz apenas audible.
Hyejin sintió una oleada de emociones recorriéndola: incredulidad, tristeza, confusión. Su mente retrocedió al momento en que había encontrado a Junho herido, a los días de incertidumbre mientras él se recuperaba. Todo cobraba un nuevo significado ahora, y no sabía cómo
—Lamento no haberte dicho antes. Es solo que… —comenzó él, pero su voz se quebró ligeramente. Tragó saliva antes de continuar—. No quería que esto te afectara. Ya tenías suficiente con todo lo que hemos vivido. No quería añadir más peso a tus hombros.
Hyejin sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta. Se incorporó un poco, apoyándose en un codo para estar más cerca de él, su mirada fija en la de Junho. Extendió una mano y la colocó suavemente sobre su rostro, obligándolo a mirarla directamente.
—Escúchame, Junho —habló con firmeza, aunque su voz aún tenía un tono de ternura—. No importa lo que sea, no importa lo difícil que sea… No tienes que cargar con todo solo. Puedes contar conmigo.
Junho cerró los ojos al escuchar sus palabras, como si le dolieran y al mismo tiempo le ofrecieran un alivio que no sabía que necesitaba. Hyejin podía sentir cómo su respiración temblaba ligeramente bajo su mano. Él siempre había sido tan fuerte, tan inquebrantable, que verlo así, tan vulnerable, le hizo comprender cuán profundo era el dolor que llevaba dentro.
—¿Cómo te sientes respecto a todo esto? Sobre lo que pasó… Con tu hermano.
Él la miró fijamente, como si la pregunta lo hubiera tomado por sorpresa. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra salió de inmediato. Hyejin esperó pacientemente, notando cómo Junho bajaba la mirada.
Finalmente, suspiró, y cuando habló, su voz estaba teñida de una mezcla de dolor y confusión.
—No lo sé —admitió, su tono cargado de honestidad—. Es como… Como si estuviera atrapado entre el pasado y el presente. Una parte de mí sigue siendo el hermano menor que lo admiraba, que lo veía como un ejemplo a seguir. Y otra parte lo ve ahora como alguien completamente distinto, alguien que eligió un camino que no puedo entender.
—Debe ser muy difícil para ti —murmuró—. Descubrir algo así de alguien tan cercano.
—Es más que difícil. Es devastador. Siempre pensé que lo conocía, que sabía quién era. Pero ahora… —hizo una pausa, apretando los labios antes de continuar—. Ahora no estoy seguro de nada. ¿Qué lo llevó a eso? ¿Qué pasó para que se convirtiera en lo que es? No puedo dejar de preguntarme si pude haber hecho algo, si había señales que ignoré…
—Junho… Esto no es tu culpa —Hyejin lo interrumpió con firmeza, inclinándose un poco más hacia él—. No puedes culparte por las decisiones que él tomó. A veces, por mucho que queramos, no podemos controlar lo que las personas hacen, ni tampoco podemos salvarlas de sí mismas.
Él abrió los ojos lentamente y la miró, como si estuviera tratando de encontrar verdad en sus palabras. Pero Hyejin sabía que aceptarlo no sería fácil para él. Junho no era el tipo de persona que se permitía soltar el control, que aceptaba que algunas cosas estaban fuera de su alcance.
—Lo sé… En teoría —respondió, su voz apenas un susurro—. Pero no puedo evitar sentir que fallé. Era mi hermano, Hyejin. ¿Cómo no me di cuenta de lo que estaba pasando?
Ella lo tomó de las manos, entrelazando sus dedos con los de él, queriendo transmitirle algo de su fuerza.
—A veces, las personas esconden partes de sí mismas que no quieren que nadie vea, incluso de aquellos que más aman. Tal vez él no quería que lo supieras, tal vez pensó que al alejarse te estaba protegiendo. O tal vez… Simplemente no quería que vieras en qué se estaba convirtiendo.
Junho bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas, y durante un largo momento no dijo nada.
—Gracias, linda —dijo en voz baja, pero con una sinceridad que la hizo sonreír suavemente.
—No tienes nada que agradecer —respondió ella, inclinándose para besar su frente con ternura—. Siempre voy a estar para ti.
Junho cerró los ojos ante el gesto, permitiendo que el calor de su amor y apoyo lo envolviera. En ese momento, aunque el camino por delante aún era incierto, sabía que no estaba solo. Y eso, al menos por ahora, era suficiente.
JES'S NOTE !
COMO ES QUE NADIE ESTA HABLANDO DE KIM??? ES LITERALMENTE HERMOSO 🤸🏻♀️ tiene cara de ser un egocéntrico de mierda y eso me encanta.
será que vemos a junho ser celoso? 🙈
amo el apoyo mutuo que hyejin y junho se dan 😭 son una relación tan sana, de verdad que son el estándar.
que tal la segunda parte de este fic?? les va gustando?? 👀
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