twenty one. the irony of life
O21 | THE IRONY OF LIFE
La luz de la mañana entraba tímidamente por las rendijas de las cortinas, tiñendo la habitación con una cálida tonalidad dorada. El suave zumbido de la ciudad, aún un tanto apagado por la quietud de la madrugada, era el único sonido que rompía el silencio entre ellos. Pero, a pesar de la paz que los rodeaba, Hyejin y Junho no podían relajarse del todo. Ambos estaban completamente despiertos, aunque sus cuerpos se resistían a levantarse de la cama. Habían pasado la noche hablando sin cesar, compartiendo sus sueños, sus pensamientos y, por supuesto, haciendo planes para lo que sería el día más importante de sus vidas: su boda.
Hyejin se acurrucó más cerca de Junho, abrazando su torso mientras sentía el calor de su cuerpo, buscando no solo el consuelo de su cercanía, sino también un refugio de todas las emociones que se desbordaban dentro de ella. La propuesta de matrimonio de Junho aún estaba fresca en su mente, como un eco suave y vibrante que no dejaba de resonar en su pecho.
—No puedo creer que finalmente sea real... —dijo Hyejin, su voz apenas un susurro, mientras miraba a Junho con una sonrisa boba. Su tono estaba cargado de emoción, de un amor tan puro y profundo que no encontraba las palabras exactas para expresarlo.
Junho sonrió al escucharla, pero no dijo nada por unos momentos. Se permitió solo disfrutar de su presencia, del hecho de que estaban juntos, compartiendo la quietud de la mañana como una promesa de lo que sería su futuro. Luego, sus manos se entrelazaron con las de Hyejin, y su voz rompió el silencio con suavidad.
—Creo que no soy el único que se siente así —respondió, mientras pasaba su dedo por el dorso de su mano—. A veces me pregunto cómo llegó todo esto. Cómo llegué a estar aquí, contigo.
Hyejin soltó una risa suave, sin poder evitarlo. Era una risa de complicidad, de felicidad compartida, de saber que todo lo que había pasado los había llevado hasta este momento.
—Lo mismo me pregunto yo. Pero aquí estamos... —su tono se tornó más pensativo y sus ojos brillaron con un resplandor especial, mientras sus palabras se deslizaban con calma—. Y ahora estamos planeando una boda... ¡Una boda!
Junho se echó hacia atrás, mirando el techo, aunque Hyejin podía sentir la sonrisa que se dibujaba en sus labios. Estaba claro que la idea de una boda también lo emocionaba.
—¿Qué piensas? ¿Cómo te imaginas todo esto?
Hyejin se levantó un poco en la cama, acomodándose entre las sábanas mientras la emoción comenzaba a tomar el control de su cuerpo, como una chispa de energía que la impulsaba a hablar más rápido, a contarle sus ideas y deseos.
—Quiero algo sencillo... Pero hermoso —explico, sus ojos brillando mientras se perdía en sus pensamientos—. Algo que refleje lo que somos, lo que hemos vivido... No quiero grandes lujos ni nada ostentoso. Lo más importante es que estemos rodeados de las personas que amamos, y que sea algo que recuerde quiénes somos y cómo llegamos hasta aquí.
Junho la observó atentamente, sus ojos llenos de admiración, mientras pensaba en sus palabras. La belleza de lo que decía era tan natural, tan real, que no podía evitar sentirse afortunado.
—Lo mismo pienso... —respondió, y por un momento, su mirada se desvió hacia el ventanal, como si buscara una respuesta en la quietud del exterior—. Lo que más quiero es que sea un día en el que podamos recordar cómo todo empezó, cómo cada paso que dimos nos trajo hasta este momento.
—Entonces... —Hyejin suspiró suavemente, su cuerpo relajándose por completo al sentir la cercanía de Junho—. ¿Por dónde empezamos? No quiero que sea apresurado, quiero que sea todo perfecto.
Junho rió suavemente, como si no pudiera creer lo que escuchaba. Era cierto que, en la vida de ambos, el concepto de perfección no siempre había estado presente, pero sí había algo que sí era perfecto: su amor.
—Empezamos por lo más simple... —dijo con una sonrisa de complicidad, tocando suavemente el rostro de Hyejin con su mano—. Lo importante es no dejar que los detalles nos abrumen. Yo solo quiero que tú seas feliz, Hyejin. Si tú eres feliz, todo lo demás caerá en su lugar.
Hyejin lo miró con los ojos llenos de gratitud y amor. No podía creer lo afortunada que era al tener a alguien como Junho a su lado, alguien que entendía lo que ella quería, que valoraba lo que ella valoraba.
—Entonces, ¿nos olvidamos de todo el estrés y solo nos centramos en lo que queremos? —preguntó, bromeando mientras se acomodaba más cerca de él.
—Exacto —dijo, y se inclinó hacia ella para darle un suave beso en la frente—. Vamos a hacerlo a nuestra manera. A nuestro ritmo.
Hyejin cerró los ojos un momento, sintiendo la paz que emanaba de su interior. Estaba lista para este nuevo paso. Y mientras ambos compartían esa breve calma, sabían que, a pesar de lo que el futuro les deparara, siempre caminarían juntos, con el mismo amor que los había unido desde el principio.
Pero, en ese momento, lo único que podían hacer era disfrutar el presente, hablar sobre sus sueños y planificar su futuro con la misma pasión con la que se amaban.
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Hyejin condujo con tranquilidad, aunque su mente estaba llena de pensamientos, de emociones entrelazadas que no podía ordenar del todo.
El camino hasta el departamento de su madre fue breve, pero su corazón no dejaba de latir con fuerza. El anillo en su dedo, que brillaba bajo la luz del sol, parecía hacerle recordar constantemente lo que acababa de suceder, lo que Junho había hecho por ella.
Cuando llegó al edificio, Hyejin estacionó el auto frente al lugar y se quedó unos momentos mirando el departamento que había comprado para su madre y Eunbi. Era un pequeño regalo que había soñado hacerles, un lugar donde pudieran vivir cómodas y felices. El solo hecho de pensar en lo felices que estaban las dos con ese gesto la llenaba de una satisfacción indescriptible.
Al entrar al departamento, un aroma cálido y acogedor la recibió, el olor a café recién hecho y pan tostado. Hyejin se acercó al comedor y, al ver a su madre y a Eunbi sentadas juntas, tomando el desayuno, no pudo evitar sonreír. Era una escena tranquila, llena de esa calidez familiar que tanto amaba.
—¡Buenos días! —saludó Hyejin con alegría, dejando su bolso sobre la mesa.
—¡Hyejin! —respondió su madre, levantándose rápidamente para abrazarla—. Qué gusto verte, hija, ¿cómo estás?
—Bien, muy bien —dijo, abrazando a su madre con fuerza. La calidez de ese abrazo la hizo sentir en casa, como si no hubiera nada en el mundo que pudiera arrebatarle ese momento de paz.
Eunbi la miró con una sonrisa traviesa. Sabía que algo importante estaba por suceder, siempre había sido buena para leer a su hermana.
—¿Qué pasa? —Eunbi preguntó con curiosidad. Su tono era juguetón, pero Hyejin podía ver la chispa de emoción en sus ojos.
Hyejin se sentó en la silla frente a ellas y, con una sonrisa radiante, miró a ambas mujeres. No podía contener más su emoción, así que sacó su mano del bolsillo y dejó que el anillo brillara ante ellas.
—Tengo algo que contarles —comenzó, su voz temblando de alegría. Cuando vio las expresiones en sus rostros, el nudo en su garganta se hizo más fuerte—. Junho me pidió que me casara con él.
El silencio en la habitación fue instantáneo, un silencio que la chica no había esperado, pero que era el preludio de algo mucho más grande. Ambas, su madre y Eunbi, miraron su mano, el anillo resplandeciendo con un brillo que reflejaba todo lo que Hyejin sentía en su corazón.
Su madre fue la primera en reaccionar. Con los ojos abiertos de par en par, las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos, y Hyejin vio cómo su madre luchaba por contener la emoción. Finalmente, las lágrimas cayeron sin control.
—Hyejin... —murmuró Younghee, su voz quebrada, con una mezcla de incredulidad y felicidad. Se acercó a ella, la abrazó con fuerza—. No sabes cuánto me alegra oír eso. No sabes lo feliz que estoy por ti.
Eunbi, quien estaba a su lado, también se levantó rápidamente, sin decir palabra, y se unió al abrazo. Las tres se quedaron así un momento, envueltas en la emoción del momento, el amor que compartían impregnando el aire.
—Estoy tan feliz por ti, hermanita —Eunbi dijo, apartándose un poco de la abrazadera familiar para mirar a Hyejin a los ojos. Su sonrisa era sincera y llena de amor—. Junho es bueno. Lo sé. Te quiere con todo su corazón.
—Lo sé —la mayor murmuró con una voz llena de certeza—. Es el hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida.
Su madre la miró con un brillo en los ojos. No había palabras suficientes para describir lo feliz que se sentía. Hyejin había pasado por tantos momentos difíciles, tantas pruebas, y ver la mujer fuerte y segura que era hoy la llenaba de orgullo.
—He visto lo que hace por ti, cómo te apoya, cómo te cuida. Y eso es todo lo que quiero para ti. La felicidad que te mereces.
Las palabras de su madre calaron profundamente en Hyejin. Cada palabra, cada gesto de cariño, era como un abrazo más a su corazón, confirmando que, por fin, todo en su vida estaba tomando forma.
—¡Mamá, ya basta de lloriquear! ¡Me vas a hacer llorar a mí también! —Eunbi se quejó, frotándose los ojos con una mano, pero sin poder evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla.
—¿Sabes qué, Eunbi? —Hyejin la miró con una sonrisa cómplice—. Te haré un favor y no te voy a hacer cantar "La Culebra" en mi boda.
La niña puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar reírse.
—¡Qué suerte tienes, cariño! —Younghee exclamó —. Yo me casé con alguien que me hizo sufrir, pero tú... Tú te mereces todo lo bueno de este mundo, y Junho es un buen hombre, uno que te ama de verdad.
Hyejin la miró con ternura, entendiendo más que nunca las palabras de su madre. En el fondo, sabía que, aunque su madre había sufrido en su propio matrimonio, siempre había querido lo mejor para ella, y ahora veía que, finalmente, Hyejin lo había encontrado.
—Gracias, mamá. Realmente, gracias por todo. Me siento tan afortunada de tener a Junho en mi vida —dijo, secándose las lágrimas con la palma de su mano.
Eunbi, mirando a su madre y luego a Hyejin, levantó una ceja con una sonrisa traviesa.
—Entonces, ¿cuándo es la boda? —preguntó, con el tono de quien quiere saber todos los detalles, como si se estuviera preparando para hacer preguntas incómodas.
—¡Eunbi!
—Lo digo en serio, Jinnie —respondió la aludida, mirando a Hyejin con una sonrisa descarada—. Yo ya tengo algunos vestidos en mente... ¡Y unos zapatos perfectos!
Las tres rieron juntas, el ambiente estaba lleno de calidez, de amor y de risas. La noticia de la boda había traído consigo una avalancha de emociones, pero también una sensación de felicidad y esperanza para el futuro. En ese instante, Hyejin supo con certeza que todo lo que había pasado en su vida, todas las pruebas, todo el dolor, valió la pena, porque ahora estaba a punto de comenzar una nueva etapa, una etapa llena de amor, de apoyo incondicional, y de una familia que, a pesar de sus fallas y errores, siempre había estado allí para ella.
—Vamos a tener una boda increíble —Hyejin murmuró, abrazando a su madre y a Eunbi.
—¡Por supuesto! Y yo seré la madrina de honor —Eunbi aseguró, sonriendo de oreja a oreja.
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La lluvia golpeaba suavemente el parabrisas del auto, creando una melodía tranquila que acompañaba el silencio dentro del vehículo. El sonido del agua era casi hipnótico, y Hyejin podía sentir cómo su mente divagaba mientras miraba las gotas deslizarse por el cristal. Estaba nerviosa, algo insegura, y aunque había intentado restarle importancia a todo lo que sucedía, no podía evitar preguntarse qué estaba a punto de ocurrir. Estaba a punto de entrar a un motel, algo que le parecía completamente fuera de lugar, pero confiaba en Junho.
El motor del auto ronco al apagarse, y Junho dejó escapar un suspiro mientras giraba su cabeza hacia ella. Sus ojos, aunque llenos de determinación, reflejaban también una ligera preocupación, como si él mismo estuviera en un terreno desconocido.
—Ya estamos aquí —dijo Junho, en voz baja, como si también quisiera deshacerse de las dudas que le rondaban.
—¿Quién es el dueño de este lugar? ¿Por qué él podría ayudarnos? —preguntó, su tono genuinamente curioso, pero también algo ansioso.
Junho tardó un momento en responder, como si estuviera sopesando cómo explicarlo. Sabía que esta información no era algo fácil de compartir, pero confiaba en Hyejin lo suficiente como para ser honesto.
—El dueño se llama Song Gihun —explicó. Sus ojos se posaron en la carretera, como si necesitara alejarse de la intensidad del momento. Hyejin lo observó con atención—. Él fue uno de los ganadores de los juegos en los que estuviste. Lo vi hace poco.
Hyejin asintió lentamente. Al escuchar el nombre de Song Gihun, una pequeña chispa de duda se encendió en su pecho. ¿Qué relación tenía ese hombre con ellos? ¿Por qué ahora?
—¿Estás seguro de que podemos confiar en él? —la chica cuestionó, casi en susurro, como si temiera que alguien pudiera escucharla.
—Podemos intentarlo... He hablado con él antes, aunque no soy completamente consciente de todo lo que puede hacer —respondió Junho, con una seguridad que le dio a Hyejin un poco de calma—. Además, si hay alguien que puede ayudarnos en este momento, es él.
—Si noto algo raro nos iremos de enseguida —advirtió.
Fue entonces cuando Hyejin notó que Junho, sin darse cuenta, la estaba mirando fijamente. Al principio pensó que era por alguna razón profunda, algo relacionado con lo que acababa de decir, pero luego sus ojos viajaron hacia el reflejo de la ventana, y fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba mirando sus piernas.
Él intentaba mantenerse neutral, pero la curva de una sonrisa traviesa en sus labios lo delataba.
Hyejin alzó una ceja de manera provocadora, y la sonrisa que se dibujó en su rostro fue un tanto pícara. Se cruzó de piernas lentamente, sabiendo perfectamente que cada movimiento suyo tenía la capacidad de alterar la concentración de Junho.
—¿Te parece interesante lo que estoy diciendo o... Algo más? —musitó Hyejin.
Junho, aunque intentaba no perder el control, no pudo evitar que su mirada se deslizara nuevamente hacia ella. La forma en la que se movía, la suavidad de sus gestos... Todo parecía intensificarse con cada palabra que pronunciaba.
—¿Te está costando concentrarte, cariño? —preguntó con una voz que tenía un ligero toque burlón. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y la diversión en su interior crecía con cada momento.
Junho, por un momento, se quedó en silencio, su mente un poco desordenada por la proximidad de Hyejin y el ambiente cargado de tensión.
En lugar de responder a la provocación de la misma manera, él simplemente se recostó en su asiento, y apoyó un brazo sobre el volante.
—¿Eres tú quien se está concentrando demasiado en mí, o estoy equivocado? —la voz de Junho sonó baja, suave, pero con una seguridad que hizo que el aire entre ellos se cargara aún más. Su tono había cambiado, y ahora era él quien estaba tomando el control del juego.
Hyejin no pudo evitar soltar una pequeña risa, divertida por cómo la situación había cambiado tan rápidamente. Sentía la tensión, pero a la vez, esa chispa de diversión que siempre estaba presente cuando estaban juntos. El aire estaba denso con la expectativa, y ella disfrutaba de cada momento.
Sin previo aviso, Hyejin se quitó el cinturón de seguridad, y antes de que Junho pudiera reaccionar, se acercó a él con una rapidez y determinación que lo tomó por sorpresa. Sus labios se encontraron con los de él en un beso lleno de pasión, deseo y excitación.
Junho no pudo evitar responder de la misma forma. Su mano se levantó instintivamente, tomando a Hyejin por la nuca, acercándola más a él, como si quisiera sumergirse por completo en ese beso.
Hyejin, sin romper el beso, comenzó a moverse, pasando de su asiento al del conductor. Se sentó sobre su regazo, sin apartar sus labios de los de él. Sentía cómo el calor de su cuerpo se transmitía al de él, cómo todo en su interior despertaba con esa cercanía. Estaba perdida en él, en su toque, en todo lo que representaba ese momento.
La atmósfera dentro del coche, ahora impregnada de deseo y tensión, era palpable, y ambos lo sabían. El sonido de la lluvia golpeando el parabrisas no hacía más que intensificar la quietud de la noche, como si todo en el mundo exterior estuviera suspendido en el aire, ajeno a lo que sucedía entre ellos.
Hyejin comenzó a moverse ligeramente sobre su regazo, de manera lenta y medida, como si estuviera disfrutando de cada momento, de cada pequeño roce. Cada movimiento suyo hacía que Junho se tensara, su respiración se volviera más irregular, y sus ojos, aunque cerrados por un momento, se abrieran con deseo. No podía apartar la mirada de ella, de la forma en que su cuerpo se movía con tal naturalidad y sensualidad. Hyejin sabía que lo estaba afectando, y sin embargo, no podía dejar de jugar con él.
Un jadeo se escapó de los labios de Junho. Era inevitable. Su mente se nublaba, y cada fibra de su ser respondía a la cercanía de Hyejin. Era como si todo su cuerpo estuviera en sintonía con el suyo. Sin pensarlo, su mano se levantó, y la colocó sobre el trasero de Hyejin, apretándolo con fuerza.
—Junho... —la voz de Hyejin salió en un susurro bajo, casi imperceptible. Ella sabía lo que estaba haciendo, lo que había comenzado, y no tenía intención de detenerse.
El mayor llevó su mano restante a los botones de la camisa de su prometida, comenzando a desabrocharlos sin problema alguno. Cuando su ropa interior estuvo expuesta, Junho sonrió, dejando salir otro jadeo al sentir como Hyejin hacia movimientos circulares sobre él.
—Deja de jugar conmigo —pidió, aunque la excitación en su voz decía lo contrario.
—¿Qué pasaría si alguien nos ve ahora? —Hyejin preguntó con una sonrisa juguetona. Sabía que Junho estaba luchando por mantenerse sereno, pero ella lo estaba llevando al límite.
—Si alguien nos ve... —comenzó, su voz grave y baja—. Eso solo lo haría mejor.
Hyejin soltó una pequeña risa. Se inclinó ligeramente hacia él, sintiendo la proximidad de sus cuerpos, el calor que emanaba de él, su respiración cada vez más profunda.
—Quien diría que al señor oficial le gusta ser visto...
Hyejin, sin pensarlo demasiado, se inclinó más hacia él, su respiración se mezcló con la de Junho, y el ambiente a su alrededor se volvió espeso. Podía escuchar su propio corazón latiendo rápidamente, y aunque su mente intentaba racionalizar, sus emociones, sus deseos, ya no podían controlarse. Quería más, y sabía que Junho lo sabía.
Hyejin se movió ligeramente sobre él, levantando su falda rápidamente. El espacio dentro del auto era reducido, por lo que Junho llevo sus manos hasta sus piernas, ayudándola.
Sin embargo, ese momento fue interrumpido de manera abrupta. Un sonido repentino, fuerte y claro, rompió el silencio. Un disparo. El eco resonó desde dentro del motel, y Hyejin, al escuchar el estruendo, reaccionó instantáneamente.
En su intento por apartarse rápidamente, su cabeza golpeó accidentalmente contra el techo del auto. El impacto no fue fuerte, pero la incomodidad la hizo soltar un pequeño gemido.
Junho, igualmente sorprendido por el disparo, reaccionó rápidamente.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz llena de preocupación mientras trataba de asegurarse de que no estuviera herida.
—Sí... Sólo fue un susto.
En un instante, como si todo hubiera sido decidido sin la necesidad de hablar, ambos sacaron sus pistolas, el metal frío de las armas ahora en sus manos, tan familiar, tan necesario. Cada uno sabía lo que debía hacer, y con un asentimiento de entendimiento tácito, abrieron las puertas del coche y se dirigieron al motel.
Al llegar a la entrada del edificio, pudieron notar que el ascensor estaba detenido en el piso 4. Hyejin sintió un escalofrío recorrer su espalda, no por miedo, sino por la anticipación de lo que podrían encontrar. ¿Era allí donde se encontraba el objetivo?
—Vamos —la voz de Junho fue grave y segura.
Subieron rápidamente por las escaleras, el sonido de sus pasos resonando en la escalera vacía. Mientras subían, Hyejin se detuvo un segundo y, con un rápido movimiento, recargó su pistola. La acción era automática, una rutina ya tan arraigada en ella que no requería pensar. Había aprendido a no dejar nada al azar.
Cuando llegaron al cuarto piso, el pasillo estaba oscuro, y las luces parpadeaban intermitentemente, lo que solo aumentaba la atmósfera de peligro inminente. Los pasillos del motel, en su mayoría vacíos, se extendían ante ellos como un laberinto desconocido. Hyejin caminó adelante, manteniendo los ojos fijos en las puertas cerradas, escuchando con atención.
De repente, un sonido rompió el silencio. Quejidos. Sollozos bajos y ahogados que provenían de una puerta al final del pasillo. El sonido era desgarrador, y una sensación de incomodidad se apoderó de Hyejin al instante. No era normal. No era algo que simplemente pudiera ignorar. Sin pensarlo dos veces, la chica se dirigió rápidamente hacia la puerta. Algo dentro de ella le decía que allí había algo que necesitaba encontrar.
Al llegar a la puerta, vio que estaba bloqueada. La madera crujió bajo su mano cuando intentó abrirla, pero no cedió. Sin pensarlo, apretó los dientes y, con toda su fuerza, empujó la puerta, rompiendo la perilla con un solo golpe.
Entró rápidamente, con la pistola en alto, preparada para cualquier cosa que pudiera estar esperando al otro lado. En la cama, un hombre estaba amordazado y atado, con las muñecas sujetas a los barrotes de la cama. Estaba cubierto de sudor y sangre, su rostro pálido y demacrado. El hombre parecía haber sido brutalmente tratado, pero aún estaba consciente.
El corazón de Hyejin latió con rapidez, pero no perdió ni un segundo. Con la pistola aún en alto, avanzó hacia él con cautela, su mente ya trabajando a toda velocidad. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Quién era este hombre? ¿Qué había ocurrido en este motel? Demasiadas preguntas y no suficientes respuestas.
—Junho, necesito tu ayuda.
El hombre, al ver que alguien venía a liberarlo, intentó hablar, pero la mordaza lo impedía. Hyejin lo observó por un momento, intentando leer la situación.
Junho llegó en cuestión de segundos. Al ver la imagen frente a él, se adelantó y, con un movimiento rápido e involuntario, movió a su prometida detrás de él. Con una rapidez que dejó a Hyejin sorprendida, arrancó el antifaz del hombre, y luego le quitó el objeto que tenía en la boca.
El hombre, al ver a los dos frente a él, se encogió en la cama, su rostro cubierto de sangre, los ojos llenos de desesperación. Su respiración era entrecortada, como si hubiera estado esperando este momento, como si hubiera estado preparado para la muerte.
—¡No, no me mates! ¡Por favor, te lo suplico! ¡No me mates! —sus palabras salieron a trompicones, las lágrimas cayendo de sus ojos, su cuerpo temblando con el terror.
Junho no titubeó. Elevó su pistola, apuntando al hombre con una precisión casi mecánica. Sus ojos no mostraron compasión.
—Seong Gihun, ¿dónde está?
El hombre, tembloroso, balbuceó lo único que sabía.
—¡Habitación 410! —respondió sin dudarlo.
Hyejin reaccionó al instante. Sus músculos se tensaron, el instinto la empujó hacia la puerta con rapidez. No había tiempo para esperar más, no había tiempo para dudar. La misión era clara y directa.
—¡Vamos! —ordenó, y Junho, siempre tras de ella, la siguió sin protestar.
Corrieron por el pasillo, sus pasos resonando en el suelo gris y frío. El sonido de las botas de Hyejin y Junho golpeando el suelo era como un metrónomo, marcando el ritmo de lo que estaba por venir. Al llegar frente a la habitación 410, Hyejin sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. No sabía qué encontrarían al otro lado de esa puerta, pero lo que sí sabía era que el peligro estaba a punto de volverse aún más real.
Junho no dudó. Sin hacer una pausa, empujó la puerta con fuerza, el sonido de la madera cediendo ante el impacto resonando en todo el pasillo. La habitación estaba iluminada tenuemente por una lámpara sobre una mesa cercana, y la escena que encontraron dentro fue más macabra de lo que ambos esperaban. Un hombre yacía sobre un sillón, su rostro inerte, los ojos abiertos en un vacío sin vida. Su cabeza había sido destrozada por un disparo, y la sangre se había esparcido por toda la habitación.
—¡Policía! ¡Ponga las manos arriba! —Junho exclamó, su voz llena de autoridad.
Seong Gihun. O, como Hyejin lo conocía, el jugador 456. El hombre que había elegido el paraguas en el juego del Panal, el hombre que ella había ayudado a sobrevivir en ese infierno. Había algo inconfundible en sus ojos, una familiaridad que Hyejin no pudo ignorar. La pregunta que había estado rondando en su mente desde el momento en que entraron a la habitación finalmente encontró respuesta.
Hyejin observaba detenidamente a Junho, que había empujado a Gihun contra la pared con una fuerza que hacía temblar las baldosas del piso. Cada movimiento del hombre era preciso, calculado, un reflejo de la máquina imparable que era cuando estaba en modo operativo.
—Seong Gihun, estás arrestado por sospecha de homicidio. Tienes derecho a un abogado y también a guardar silencio... —Junho habló con voz firme y clara, sin dejar lugar a la duda.
Hyejin observó con atención, manteniendo el control de su pistola en todo momento, pero de repente, algo la hizo detenerse.
El silencio que había llenado la habitación fue interrumpido por un sonido metálico que resonó de manera inesperada. Hyejin, alertada, giró rápidamente sobre sus talones, su cuerpo reaccionando al instante. Lo que vio la hizo detenerse en seco.
Desde el rincón de la habitación, el hombre que ellos habían encontrado amordazado, se dirigía hacia ella con un extintor en las manos.
El hombre se acercó más, y el brillo metálico del extintor era lo único que pudo ver Hyejin antes de que todo sucediera en un abrir y cerrar de ojos. El peso del extintor golpeó su cabeza con tal fuerza que no tuvo tiempo de reaccionar. La violencia del impacto hizo que su visión se nublara y, antes de que pudiera hacer nada más, el mundo se desmoronó a su alrededor.
Una marejada de sensaciones la invadió. Un dolor punzante recorrió su cráneo y, por un breve segundo, sus pensamientos se mezclaron con la oscuridad. El sonido del extintor cayendo al suelo fue lo último que pudo escuchar antes de que todo quedara en silencio. Sus piernas cedieron bajo el golpe, y, con un estruendo sordo, Hyejin cayó al suelo, completamente desorientada.
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El sonido de voces masculinas fue lo primero que Hyejin escuchó al regresar lentamente a la conciencia. Su cabeza pulsaba de dolor, y su cuerpo se sentía pesado, como si un gran peso invisible la mantuviera inmóvil. Parpadeó varias veces, sus ojos enfocándose poco a poco, hasta que pudo distinguir las figuras de Junho y Gihun.
—¿Cómo te atreviste a golpearla?
—No fue personal —respondió Gihun, con un tono desinteresado. Su actitud desató aún más la furia de Junho.
—¡¿No fue personal?! —el oficial se movió hacia él, un paso amenazante, pero Hyejin decidió intervenir antes de que aquello escalara.
—Dejen de gritar —susurró primero, pero luego elevó la voz, lo suficiente para que ambos hombres se detuvieran en seco y volvieran su atención hacia ella.
Junho se giró rápidamente hacia Hyejin, con una mezcla de preocupación y alivio cruzando por su rostro. Su expresión endurecida se suavizó al verla consciente.
—Hyejin, ¿estás bien? —preguntó mientras se inclinaba hacia ella, sus ojos inspeccionándola con detenimiento, como si quisiera asegurarse de que no hubiera más daños de los que ya había notado.
—Estoy bien —murmuró ella, asintiendo con la cabeza. Su mirada se desvió al darse cuenta de algo nuevo: sus muñecas estaban esposadas, atadas a la estructura de una bañera vieja y desgastada. Junho estaba en la misma situación, sus manos también aseguradas al metal oxidado.
Antes de que pudiera procesar del todo lo que estaba ocurriendo, la voz de Gihun interrumpió sus pensamientos.
—Ya me acordé de ti —habló con seriedad, mirándolo fijamente—. Tú viniste a buscarme a mi casa aquella noche.
Junho alzó la barbilla, su rostro ahora imperturbable, como si hubiera esperado esa reacción.
—Nos hemos visto dos veces. La primera, sí, fue en tu casa —el oficial comenzó—. Y la segunda vez... Fue en esa isla.
La mención de la isla hizo que Gihun se inclinara hacia adelante, sus ojos entrecerrándose con una mezcla de confusión y desconfianza.
—¿De qué estás hablando?
—¿Recuerdas? La noche del motín en el dormitorio. Los enmascarados entraron para detenerlos.
El impacto de esas palabras fue inmediato. Gihun, ahora completamente alerta, sacó su pistola con un movimiento rápido, apuntándola directamente a la frente de Junho. A pesar de esto, el oficial no se inmutó. Permaneció inmóvil, como si el arma que amenazaba con acabar su vida no fuera más que un detalle insignificante.
—¿Eras uno de esos enmascarados? —el mayor cuestionó con voz baja, cargada de desconfianza.
—Me infiltré como uno de ellos —Junho respondió, su voz tan tranquila como antes—. Estaba buscando a mi novia y a mi hermano.
—¿Esperas que me trague esa mentira?
—Esa noche, uno de los enmascarados te preguntó por Hwang Inho y Park Hyejin.
Las palabras hicieron que Gihun se congelara por un momento. La duda comenzó a reflejarse en su rostro, y su mano tembló ligeramente. El cañón del arma bajó unos pocos centímetros, como si algo en las palabras de Junho comenzara a tener sentido.
—Ese era yo —continuó—. Hwang Inho es mi hermano, y Park Hyejin es mi novia.
La chica, que había estado observando todo en silencio hasta ese momento, no pudo evitar rodar los ojos con una mezcla de incredulidad y cansancio.
—Sí, soy yo —dijo con un tono sardónico, interrumpiendo la tensión en la habitación. Luego, sus ojos se clavaron en Gihun, y agregó con una voz ligeramente más seria—: Y también soy la persona que te ayudó en el juego del panal.
Las palabras de la chica resonaron en el aire como un eco, haciendo que Gihun bajara lentamente el arma. Sus ojos se llenaron de un destello de recuerdo, ese momento en el que había estado a punto de perder en el juego del panal, y ella le había ofrecido una ayuda. Gracias a ella, había sobrevivido.
El silencio se volvió casi palpable mientras Gihun procesaba la revelación. Finalmente, Hyejin rompió la quietud con un comentario mordaz, cargado de ironía:
—Yo te ayudé a sobrevivir, y tú me esposas a una tina. Qué ironía, ¿no crees?
Junho dejó escapar un suspiro de frustración, mientras Gihun apartaba la mirada, incómodo.
—¿Quién era el tipo al que mataste? —Junho preguntó de repente, rompiendo el silencio.
—Era un reclutador —Gihun murmuró con franqueza—. Él se encargaba de encontrar a las personas que iban a participar en los juegos.
Hyejin asintió lentamente, sus pensamientos viajando a los recuerdos de su tiempo en los juegos. Había escuchado rumores sobre ese hombre en los pasillos, susurros entre los soldados, pero nunca lo había conocido en persona.
—Pero no fui yo quien disparó —continuó el hombre—. Simplemente estábamos jugando un juego y perdió.
—¿La ruleta rusa? —murmuró Hyejin con una ceja levantada, esperando que su suposición fuera una exageración.
Cuando Gihun asintió con la cabeza, sus labios apretados en una línea tensa, Hyejin se quedó boquiabierta. No pensó que realmente tendría razón.
—¿En serio? —susurró, más para sí misma que para nadie más, antes de lanzar un suspiro incrédulo.
Junho se acomodó en su lugar, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente.
—Entonces... ¿Sigues involucrado en esos juegos?
—Estoy tratando de detener esos malditos juegos.
—¿Y cómo planeas hacer eso? —Hyejin preguntó, con un tono que mezclaba escepticismo y genuina curiosidad.
Gihun se enderezó un poco, como si al hablar de sus planes necesitara reafirmar su postura.
—Voy a atrapar al responsable. Al hijo de perra que trabajaba para Oh Ilnam.
Hyejin no pudo evitar notar de reojo cómo el cuerpo de Junho se tensaba al escuchar aquellas palabras. Fue un detalle sutil, pero suficiente para que algo en su interior se encendiera. ¿Por qué reaccionaba así? ¿Qué significaba aquello?
Gihun, aparentemente ajeno a la tensión que emanaba de Junho, los miró a ambos.
—¿Saben algo de él?
—Le dicen el líder de los enmascarados —Junho se apresuró a hablar, pero su voz tembló apenas perceptiblemente al final, lo que no pasó desapercibido para Hyejin.
Ella frunció el ceño. Conocía a Junho demasiado bien como para no notar ese nerviosismo. Algo lo estaba afectando, algo que no estaba compartiendo.
—¿Lo han visto?
—Solo lo vi una vez —admitió Hyejin—. Llevaba una máscara negra, así que no tengo idea de quién está detrás de ella.
Junho permaneció en silencio un momento antes de alzar la mirada, sus ojos fijos en Gihun.
—¿Cómo planeas encontrarlo? —preguntó finalmente, su voz más firme esta vez, como si intentara recuperar el control de sus emociones.
En respuesta, el hombre metió una mano en su bolsillo y sacó algo que brilló bajo la tenue luz. Era una tarjeta, simple.
—Con esto —musitó, levantándola para que ambos pudieran verla—. Es la nueva invitación que enviaron.
—Si lo encuentras —Junho comenzó, con voz grave y cargada de curiosidad—. ¿Lo vas a matar?
—No —respondió sin dudar—. Matarlo no va a hacer que terminen esos juegos. Antes de morir, Oh Ilnam me confesó que creó los juegos exclusivamente para sus clientes.
—Exacto —intervino Junho, inclinándose un poco hacia adelante—. Hay unos hombres llamados VIPs. Nosotros vimos a dos de ellos durante los juegos.
En ese momento, Hyejin movió la muñeca con brusquedad, el sonido metálico de las esposas resonando en el silencio tenso. Luego, miró fijamente a Gihun, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y determinación.
—Ya suéltanos. Te vamos a ayudar a encontrarlos.
Sin embargo, antes de que Gihun pudiera responder, un sonido fuerte interrumpió la conversación. Al girar la cabeza, vieron al hombre que había golpeado a la pareja apoyando sus manos contra la puerta de vidrio desde el otro lado.
—¡Señor, míreme! —gritó, llamando su atención—. No los involucre. Nunca he visto que la policía ayude a gente humilde como nosotros.
Gihun asintió lentamente ante las palabras del hombre, como si las entendiera en un nivel profundo. Luego, giró su mirada hacia Junho.
—Lamento mucho lo de tu hermano... Olvídate de esto.
Junho se quedó inmóvil por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Sin embargo, tan pronto como vio que Gihun se colocaba de pie, reaccionó.
—¿Y tú lo vas a olvidar? —preguntó, su voz subiendo un tono—. ¿Y a la gente que se sacrificó?
Al escuchar aquellas palabras, Hyejin sintió una corriente recorrer su espalda, un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío físico, sino con la avalancha de recuerdos que de repente la asaltaron. Los gritos, las caras, las decisiones que tuvo que tomar en aquella isla... Todo regresó con una fuerza que la hizo apartar la mirada.
Junho, sin notar la reacción de Hyejin, continuó, su voz ahora más intensa, casi desesperada.
—Vi cosas que tú no viste en esa isla. Lo que intentes hacer... Yo te puedo ayudar.
Gihun los miró a ambos, su rostro reflejando el peso de las palabras de Junho y la tensión latente en la habitación. Pero aún no dijo nada, porque sabía que, de alguna manera, esta conversación apenas estaba comenzando.
JES'S NOTE !
yo no juzgo a hyejin por tirar comentarios sarcásticos en medio de un momento serio, porque perfectamente sería algo que haría yo 🫠
la familia de hyejin amaba a junho, a él ya lo consideran como parte de la familia, aunque aún no están casados 🎉
me da mucha penita la mamá de hyejin 😞 ella tuvo un matrimonio de mierda, por lo que siempre quiso que sus hijas se casaran con la persona perfecta, y ahora que hyejin se va a casar con el amor de su vida, ella no podría estar más feliz 🫶🏻 la amo, ella merece ser amada.
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