twelve. first supervisory task
O12 | FIRST SUPERVISORY TASK
Un nuevo juego estaba a punto de comenzar, pero Hyejin no estaba allí. En lugar de prepararse junto a los demás soldados, había sido apartada por un supervisor que le informó, con voz seca y autoritaria, que el jefe quería verla.
—¿El jefe...? —repitió Hyejin, completamente confundida.
El supervisor no ofreció ninguna explicación. Simplemente giró sobre sus talones y le indicó con un leve gesto que lo siguiera.
Ahora, Hyejin caminaba detrás de él, con el corazón latiendo con fuerza bajo el uniforme. Sus botas resonaban con un ritmo firme, pero su mente era un torbellino. ¿Por qué querría verla? ¿Había hecho algo mal? La incertidumbre la consumía. No era habitual que alguien de su rango tuviera contacto directo con la cabeza de aquella organización, y eso la ponía nerviosa.
Los pasillos por los que transitaban no le resultaban familiares. Metálicos, fríos y llenos de una quietud que contrastaba con el caos del resto del complejo. Las luces parpadeaban tenuemente, proyectando sombras que parecían alargarse con cada paso.
Finalmente, llegaron a una puerta negra, imponente y sin ninguna marca que indicara su propósito. Era distinta a cualquier otra en el complejo. El supervisor se detuvo frente a ella y golpeó tres veces, con fuerza, pero sin prisa.
Hyejin tragó saliva. Por más que trataba de calmarse, el nerviosismo le tensaba los músculos.
La espera fue corta. Un clic resonó desde el otro lado, y la puerta se abrió lentamente, revelando un interior oscuro e insondable. Un escalofrío recorrió su espalda.
Miró al supervisor, esperando que él avanzara primero, pero para su sorpresa, se quedó inmóvil en su lugar. A través de la máscara, ella apenas podía percibir sus ojos, pero algo en su postura indicaba que no pensaba entrar. Con un leve movimiento de la cabeza, le señaló que debía hacerlo sola.
—¿Yo...? —preguntó en un susurro, aunque ya conocía la respuesta.
El supervisor no respondió. Simplemente cruzó los brazos y esperó.
Hyejin sintió cómo el aire a su alrededor se hacía más denso. Su instinto le decía que aquello no era una buena señal, pero sabía que no tenía opción. Respiró hondo y dio un paso adelante.
La puerta se cerró detrás de ella con un sonido metálico, dejando al supervisor del otro lado. Ahora estaba sola.
El interior de la habitación estaba tenuemente iluminado por las lámparas que colgaban del techo, proyectando un círculo de luz amarillenta en el centro. En ese círculo, una figura masculina se encontraba sentada en un sofa.
—Soldado 007.
Su voz grave rompió el silencio con la fuerza de un golpe. Cada palabra estaba cargada de un peso que parecía llenar cada rincón de la habitación.
Ella se inclinó ligeramente en señal de respeto, intentando controlar el temblor que se acumulaba en su pecho.
—Señor.
El jefe no respondió de inmediato. Se limitó a tamborilear los dedos sobre el vaso de wiski que tenia en sus manos, su mirada fija en ella. Aunque la máscara de Hyejin cubría sus expresiones, tenía la incómoda sensación de que él podía ver más allá de la tela, desnudando sus pensamientos con esa mirada incisiva.
El silencio se alargó, hasta que él finalmente habló.
—¿Sabes por qué estás aquí?
—No, señor —respondió con rapidez, tratando de trasmitir tranquilidad.
Él dejó escapar un leve sonido, algo entre un suspiro y una risa seca que hizo eco en la habitación.
—Curioso... —murmuró, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Creí que alguien como tú tendría al menos una hipótesis.
Hyejin apretó los labios bajo la máscara. El comentario le pareció un desafío, pero sabía que cualquier intento de replicar sería inútil, quizás hasta peligroso. Optó por permanecer en silencio, manteniendo la cabeza ligeramente inclinada.
El jefe se recostó en su silla, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Desde que llegaste, has demostrado una... Peculiaridad. No eres la más rápida, ni la más fuerte. Aunque si eres la mejor con el francotirador. Pero hay algo en ti que otros no tienen. ¿Sabes qué es?
Hyejin levantó la cabeza apenas un poco, sintiendo la presión de su mirada.
—No lo sé, señor.
—Tu lealtad —espetó, haciendo una pausa, dejando que la palabra flotara en el aire—. Pero, más importante, tu disposición a hacer lo que sea necesario.
Ella sintió cómo un escalofrío recorría su espalda. Sabía a qué se refería, aunque deseaba que no fuera así.
—Lo demostraste cuando eliminaste al guardia. Rompió una de nuestras reglas más sagradas al mostrar su rostro. Un error tan simple, tan humano, pero que no podía permitirse. Y tú, sin dudarlo, actuaste.
Hyejin tragó saliva, sintiendo que el recuerdo de aquel momento volvía a ella con una claridad abrumadora. Podía escuchar el eco del sonido de su arma, y la manera en que el guardia cayó al suelo. Había actuado porque sabía que debía hacerlo, pero no porque hubiera sido fácil.
—No lo hice por lealtad, señor. Lo hice porque era mi deber.
El jefe sonrió de nuevo, pero esta vez había algo peligroso en esa expresión.
—¿Y cuál es la diferencia, soldado?
Él se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas.
—Ahora falta un supervisor. Y he decidido que tú ocuparás su lugar.
Hyejin sintió que el aire se escapaba de sus pulmones. Su mente tardó un momento en procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Un supervisor? —preguntó, sin poder ocultar la sorpresa en su voz.
—¿Te parece extraño? —el jefe se recostó nuevamente, observándola con un interés que le heló la sangre—. Otros podrían pensar que no estás preparada. Que eres demasiado joven, demasiado inexperta. Pero yo vi algo en ti ese día.
Ella quiso protestar, decir que no estaba segura de ser la persona adecuada para el puesto, pero sabía que no podía rechazar una orden directa.
—Estoy agradecida por la oportunidad, señor —respondió al fin, esforzándose por mantener su voz firme.
—No es una oportunidad, soldado. Es una prueba —el hombre se colocó de pie, su figura imponente proyectando una sombra que casi la envolvía por completo—. Ahora tendrás más responsabilidades. Más peso sobre tus hombros. Y si fallas, te aseguro que no habrá segundas oportunidades.
—Entendido, señor.
El jefe se acercó unos pasos, quedando lo suficientemente cerca como para que ella pudiera sentir su presencia dominante.
—Recuerda esto, Hyejin. Lo que hacemos aquí no es un juego. Cada decisión que tomes, cada orden que des, puede significar la vida o la muerte de alguien. Y si muestras debilidad, incluso por un instante, será el final. ¿Está claro?
—Sí, señor.
El jefe asintió una vez y regresó a su asiento.
—Bien. Ahora, vuelve al campo. Quiero verte en acción antes de que tome mi decisión final.
Hyejin giró sobre sus talones y salió de la habitación, sintiendo cómo la tensión la abandonaba gradualmente, pero sabiendo que lo que había comenzado en esa sala era solo el principio de algo mucho más grande.
🦑♥️🚨
Hyejin se encontraba de pie frente a un enorme portón amarillo, su figura rígida y enmascarada destacando en el centro de la formación. La máscara cuadrada adornaba su rostro. A su alrededor, los soldados, con sus máscaras circulares, permanecían inmóviles, como sombras que escoltaban su autoridad.
Cuando las puertas finalmente comenzaron a abrirse con un rechinido metálico, el sonido fue sustituido por una melodía infantil que resonó en el amplio espacio. Las notas chirriantes eran grotescamente discordantes, como si fueran un recordatorio de que, aunque el juego pudiera parecer simple, no habría nada inocente en él.
Los participantes comenzaron a entrar, sus pasos cautelosos y sus ojos recorriendo con rapidez el lugar. Algunos alzaron la vista hacia las alturas de la estructura, tratando de descifrar el propósito del nuevo desafío. Otros mantenían la mirada fija en el suelo, como si evitaran pensar demasiado en lo que estaba por venir.
Hyejin observaba todo en silencio, estudiando las expresiones de cada jugador. Rostros tensos, susurros apenas audibles, y una mezcla de curiosidad y miedo flotaban en el ambiente. Era el tercer juego, y los sobrevivientes comenzaban a comprender la verdadera naturaleza de este macabro torneo.
—Bienvenidos, sobrevivientes, al tercer juego —la voz de Hyejin rompió el silencio, fría y calculada, amplificada por el sistema de sonido. Todas las miradas se dirigieron hacia ella en un instante, como si su autoridad gravitara sobre ellos.
Ella alzó una mano, señalando una estructura que se erigía a lo lejos. Dos torres metálicas conectadas por una cuerda gruesa.
—Esta vez jugarán a la cuerda —la chica hizo una pausa breve, dejando que las palabras calaran en ellos antes de continuar—. El objetivo es simple: Deberán jalar la cuerda en esa torre y tirar a sus oponentes hacia abajo para ganar.
Un murmullo recorrió al grupo de jugadores. Las reacciones eran variadas. Algunos equipos, especialmente aquellos compuestos principalmente por hombres corpulentos, intercambiaban miradas de confianza. Una sonrisa de suficiencia se dibujaba en sus rostros, como si ya se consideraran victoriosos antes de comenzar.
Eran unos idiotas machistas.
Bajo la máscara, los labios de Hyejin se curvaron apenas en una sonrisa sarcástica. Si supieran que quien maneja su destino, quien dicta las reglas de este juego, es una mujer, probablemente perderían la compostura en el acto.
Hizo un gesto leve y volvió a hablar.
—Ahora procederé a realizar un sorteo para decidir qué equipos jugarán primero. Por favor, tomen asiento.
Hyejin observó cómo los participantes obedecían sin cuestionar, moviéndose con rapidez para acomodarse en el suelo. Ese instante de control le producía un extraño placer.
A su lado, un soldado enmascarado con máscara circular avanzó con una caja metálica. El sonido del contenido moviéndose en su interior llenó el espacio cuando introdujo una mano enguantada. Luego de unos segundos, extrajo una bola con un número grabado.
—Equipo uno. Por favor, levántense —la voz del enmascarado resonó en el lugar, cortante y directa.
Un grupo de jugadores se puso de pie, intercambiando miradas confiadas. Todos mantenían la barbilla en alto, proyectando una confianza que dejaba en claro que no iban a perder, sin importar quien fuera su oponente.
—Ahora sacaré el número del equipo que ocupará la torre derecha —la voz de Hyejin volvió a llenar el espacio.
El enmascarado repitió el proceso, sacando esta vez otra bola.
—Equipo siete. Por favor, levántense.
Los miembros del equipo siete se alzaron lentamente. A diferencia del equipo uno, sus expresiones eran mucho más tensas. Algunos apenas podían ocultar el temor en sus ojos.
Hyejin recorrió a ambos grupos con la mirada, percibiendo los pequeños gestos que traicionaban su ansiedad: dedos tamborileando sobre los muslos, miradas fugaces hacia las torres, murmullos entre compañeros.
—Equipo uno y equipo siete jugarán primero —informó—. Prepárense.
Y así, Hyejin le dio inicio a su primer juego como supervisora.
🦑♥️🚨
Junho bajaba con cautela por una escalera angosta y húmeda, envuelta en la más absoluta oscuridad. Frente a él, un hombre con máscara cuyo número era el "28" sostenía una linterna que proyectaba un tenue haz de luz. Este apenas alcanzaba a iluminar el camino, pero bastaba para revelar las sombras rugosas de las paredes.
Junho mantenía la mirada fija en los escalones, intentando no tropezar mientras sus pensamientos revoloteaban. El aire estaba impregnado de una sensación opresiva, como si cada paso los adentrara más en un abismo del que sería difícil salir.
—Número 29, ¿qué pasó ayer? —la voz grave del contrario rompió el silencio, cargada de un tono que no admitía excusas—. No apareciste.
Junho tragó saliva, sintiendo cómo la tensión se clavaba en su pecho.
—Lo siento —se apresuró a responder, sin levantar la mirada.
—¿Lo siento? —el hombre delante de él se detuvo de repente, girándose para enfrentarlo.
La luz de la linterna golpeó directamente el rostro de Junho, obligándolo a entrecerrar los ojos detrás de la máscara.
—Los detuve para que no te mataran porque no confiaban en ti —habló con ironía, inclinando ligeramente la cabeza como si evaluara su reacción—. Solo lo hice porque me salvaste la vida. Estamos a mano. Si vuelves a hacerlo, estás fuera.
Junho asintió, a pesar de que el otro ya no lo estaba mirando. "Fuera" podía significar muchas cosas, pero aquí solo había una interpretación posible: la muerte.
El dúo siguió caminando en silencio. El ambiente se sentía más opresivo con cada paso. Junho no sabía exactamente hacia dónde lo llevaban, pero tenía claro que debía reunirse con el número 28. Había recibido la instrucción a través de un mensaje en código Morse, algo que ninguno de los demás parecía haber notado.
Sus pensamientos se arremolinaban. ¿Qué estaban tramando el número 29 y el número 28? ¿En qué medida podría confiar en alguien que parecía dispuesto a venderlo en el primer error?
De repente, 28 se detuvo frente a una puerta metálica. Golpeó suavemente la superficie oxidada, y un par de segundos después, un soldado con máscara triangular les abrió desde el otro lado.
El enmascarado triangular les dirigió una mirada escrutadora antes de levantar una pequeña herramienta, un lector que verificaba los números asignados a sus máscaras. Junho contuvo la respiración mientras el aparato emitía un pitido, confirmando su identidad.
—Número 29, finalmente estás aquí —se burló el enmascarado triangular, una risa seca y despectiva escapando de su garganta.
—Le di una advertencia —anunció con frialdad.
—¿Advertencia? No hicimos la entrega. ¡No podemos solo darle una advertencia!
—Entonces haz la entrega tú mismo —28 espetó con ironía, girando hacia el—. ¿Crees que es fácil encontrar buzos en este lugar?
El triangular bufó, pero no insistió más.
—Que la entrega de hoy sea sin problemas —ordenó, cediendo a regañadientes.
Mientras los demás discutían, Junho se perdió en sus pensamientos, incapaz de concentrarse en las palabras que flotaban a su alrededor. Su atención estaba completamente capturada por lo que había en el interior de la habitación.
En el centro, una camilla metálica sostenía el cuerpo de un hombre con el torso abierto, su piel pálida bajo la luz fría de la habitación. Un jugador, que aparentemente tenía conocimientos médicos, manipulaba órganos con una precisión escalofriante. Era como si estuviera desmontando una máquina en lugar de trabajar con un ser humano.
—Si eres tan bueno, ¿por qué arruinaste los ojos la última vez? —espetó uno de los superiores, su tono lleno de sarcasmo—. ¡Esos hombres chinos me golpearon por tu error!
—Eso fue porque, cuando operaba, aún estaba vivo. Todo se arruinó porque se movió y despertó.
La conversación continuó, pero Junho apenas podía procesarla. Una sensación de náusea lo invadía al ver la escena. De repente, un comentario captó su atención.
—Los del primer juego fueron asesinados con un rifle. Apenas pudimos salvar algo. Pero la persona que escogimos parecía intacta por fuera.
—Casi muero entregando ese cuerpo ese día. Y ni siquiera nos pagaron completo porque le faltaba un riñón.
Las palabras golpearon a Junho como un puñetazo en el estómago. Su respiración se aceleró, y abrió los ojos con sorpresa, intercambiando miradas furtivas entre los hombres.
Su hermano... Sabía que estaba en este infierno, y ahora estaba desaparecido. Nadie sabía nada de él. Su hermano tenía solo un riñón.
¿Podría ser? ¿Acaso estaban hablando de él? ¿Estaba muerto? ¿Ellos lo habían matado?
Junho sentía cómo el aire se volvía más en aquella habitación fría e impregnada de un olor metálico y penetrante. Trató de mantener la compostura, pero su mente estaba agitada por el temor, la incredulidad y la ira. Las palabras escaparon de sus labios antes de que pudiera detenerlas.
—¿Qué le pasó? —preguntó, con un tono de voz más tembloroso de lo que le hubiera gustado—. A esa persona.
El número 28 se giró hacia él, una mueca burlona bajo la máscara que Junho podía imaginar.
—¿Qué crees que le pasó? —replicó con ironía, alzando el mentón mientras señalaba un tubo de metal ensangrentado apoyado en una esquina—. Le pegué con ese palo hasta que dejó de respirar. No teníamos tiempo para tonterías.
Junho sintió cómo la sangre se helaba en sus venas. Por más que intentara evitarlo, sus ojos se fijaron en el arma improvisada. Su mente lo arrastraba a recuerdos de su hermano, a la posibilidad de que aquella herramienta hubiese sellado su destino.
—¿Por qué preguntas? —la voz del superior lo arrancó de sus pensamientos, cargada de sospecha—. Tú estabas ahí.
—¿No lo recuerdas? —intervino otro, su tono inquisitivo perforando la ya frágil fachada de calma de Junho.
Sabía que cualquier palabra equivocada lo delataría. Tragó saliva con dificultad y bajó la mirada, como si aquel simple gesto pudiera ocultar el torrente de emociones que lo invadía.
—En ese momento... No me sentía bien —murmuró, mientras deslizaba con cuidado una mano hacia el bolsillo donde guardaba su pistola. La sensación del arma contra sus dedos le ofreció una frágil seguridad. Si lo descubrían, estaba preparado para luchar.
—¿Qué estás diciendo? —el contrario inquirió, acercándose un paso más hacia él—. Incluso tú ayudaste a deshacerte del cuerpo.
Junho apretó los labios, tratando de reprimir la mezcla de ira y desesperación que amenazaba con consumirlo.
—¡Este es mi quirófano! —la voz del jugador resonó en la habitación, cortando la tensión como un cuchillo. Su tono era una mezcla de irritación y autoridad mientras levantaba una herramienta quirúrgica ensangrentada—. ¿Pueden dejar de hablar y dejarme hacer mi trabajo? ¡Si siguen distrayéndome, les corto sus hígados y riñones aquí mismo!
Un murmullo de jadeos recorrió el cuarto. Los soldados retrocedieron instintivamente, y la atención se desvió de Junho, quien aprovechó el momento para relajar ligeramente su agarre sobre la pistola.
El sudor frío perlaba su frente mientras intentaba recuperar el aliento. Su identidad estaba a salvo por ahora, pero era consciente de que su máscara no resistiría por siempre. Nadie había notado que era el infiltrado, pero la verdad acechaba peligrosamente cerca.
Sus manos temblaban levemente, pero se obligó a mantenerlas quietas. Debía seguir adelante, aunque las respuestas que buscaba fueran más aterradoras de lo que jamás había imaginado.
🦑♥️🚨
La habitación estaba sumida en una calma absoluta, rota solo por el tenue sonido de la respiración de Hyejin, quien dormía profundamente sobre su cama estrecha. Había sido una jornada extenuante, y el peso del cansancio la había arrastrado a un sueño pesado. La tenue luz de la lámpara que había olvidado apagar proyectaba sombras suaves sobre las paredes, y el murmullo lejano del sistema de ventilación servía como un telón de fondo para su descanso.
De repente, un estruendo ensordecedor la arrancó de su tranquilidad. La puerta de su habitación se abrió de golpe, chocando contra la pared con un impacto que resonó como un trueno. Hyejin se incorporó de un salto, con el corazón martillándole en el pecho mientras su cuerpo, aún entumecido por el sueño, trataba de reaccionar.
—¡¿Qué demonios...?! —murmuró con voz ronca, sus ojos parpadeando rápidamente para adaptarse a la penumbra.
Frente a ella estaba uno de los supervisores. Su cuerpo estaba tenso, y su postura rígida dejaba claro que no estaba allí por algo trivial.
—¡007, levántate! —ordenó con voz firme, su tono tan autoritario que parecía no dejar espacio para preguntas.
Hyejin frunció el ceño, aunque eso no evito que se colocara de pie, clavándole una mirada cargada de irritación.
—¿Golpear la puerta no era una opción? —dijo con sarcasmo mientras se cruzaba de brazos—. Porque, no sé tú, pero yo aprecio un poco de privacidad.
—No estamos para bromas, 007. Vístete de inmediato. Tenemos un problema.
—¿Un problema? —la aludida repitió, entrecerrando los ojos mientras lo estudiaba. Algo en su tono le erizó la piel.
—Hay un intruso. Y tenemos que atraparlo antes de que lleguen los VIPs.
El hombre hablaba rápido, con la mandíbula apretada, como si cada segundo que pasaba sin actuar aumentara el riesgo.
El corazón de Hyejin dio un vuelco, aunque no dejó que la inquietud se reflejara en su rostro.
—¿Un intruso? —arqueó una ceja, intentando parecer incrédula mientras un torrente de preguntas comenzaba a formarse en su mente—. ¿Cómo demonios logró entrar alguien aquí?
—No hay tiempo para explicaciones —espetó con impaciencia—. Vístete y sal ahora mismo.
—Bien, bien...
Mientras buscaba su uniforme, la chica sintió como sus pensamientos la golpeaban con fuerza. ¿Un intruso? ¿Cómo era posible? Este lugar estaba diseñado para ser impenetrable, un laberinto de vigilancia constante y medidas de seguridad estrictas. Y, sin embargo, alguien había logrado colarse.
¿Un jugador tratando de escapar? No, eso sería una locura. ¿Un espía? ¿Un traidor dentro del sistema?
El supervisor seguía parado junto a la puerta, observándola con impaciencia, como si con su mirada pudiera acelerar sus movimientos. Hyejin sintió una punzada de irritación.
—¿Es realmente tan grave como para irrumpir en mi habitación como un toro en una cristalería? —preguntó mientras ajustaba su cinturón y se giraba para enfrentarlo.
El hombre no respondió de inmediato. La tensión en su rostro era palpable, y por un instante, Hyejin creyó detectar algo más en sus ojos: preocupación. Finalmente, habló.
—Si no lo fuera, no estaría aquí.
Ella lo observó en silencio, procesando sus palabras. Finalmente, asintió con determinación.
—De acuerdo, vamos a encontrarlo.
El pasillo fuera de su habitación estaba envuelto en una penumbra inquietante, iluminado solo por luces de emergencia que parpadeaban intermitentemente. A medida que caminaban, Hyejin se esforzaba por mantener la compostura, pero la tensión que emanaba del supervisor y de los soldados que pasaban apresurados no hacía más que alimentar su inquietud.
—¿Qué sabemos sobre el intruso? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
—Poco —el supervisor respondió, sin detenerse a mirarla—. Encontramos a un grupo que traficaba los órganos de los participantes hace menos de una hora. Pero creemos que al que estamos buscando los asesino. Parece saber lo que está haciendo, porque logró evadir varias patrullas antes de que activáramos el protocolo de cierre.
—¿Y qué pasa si no lo encontramos antes de que lleguen los VIPs?
El supervisor la miró por encima del hombro, su expresión más sombría de lo que ella esperaba.
—Eso no es una opción. Si fallamos, no habrá consecuencias solo para él. Será para todos nosotros.
La frialdad de esas palabras le recorrió la espina dorsal como un escalofrío. Hyejin apretó los puños, obligándose a mantener el paso firme. Sabía que esa noche sería larga, y aunque intentaba convencerse de que esto era solo otra misión, en el fondo no podía sacudirse la sensación de que estaba a punto de enfrentarse a algo mucho más grande de lo que ella se imaginaba.
JES'S NOTE !
SE VIENE REENCUENTRO DE MIS PAPIS !! esperemos que junho pueda entender a hyejin y no la mande a la mierda 🙊
que opinamos de que hyejin ahora es supervisora? 👀 eso se me ocurrió a último minuto, por lo que no estaba segura de si dejarlo o no, pero al final me gustó ;)
por cierto, nada que ver, pero en ese capítulo muestran a una pareja de esposos que se unió a los juegos, Y SIENTO QUE NADIE HABLA DE ELLOS 😞 me dan mucha pena de verdad. no era necesario que los dos entraran al juego, pero aún así lo hicieron 😭 me rompieron el corazón.
GRACIAS POR LEERME <3 luv u.
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