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three. empty words

OO3 | EMPTY WORDS

El sol del atardecer caía suavemente sobre el pequeño jardín de la escuela primaria, tiñendo el césped y los arbustos de un dorado cálido. Hyejin estaba de pie junto a la entrada, observando con calma cómo los niños salían uno a uno, sus risas llenando el aire. Había terminado temprano en el trabajo ese día y decidió dar la sorpresa de recoger a Eunbi, algo que no hacía con frecuencia debido a su ajetreada rutina.

A lo lejos, vio al profesor de Eunbi, el señor Min, salir del edificio con su hermana pequeña de la mano. Eunbi reía a carcajadas mientras él le decía algo. La conexión entre ellos siempre había sido especial; el señor Min tenía una habilidad única para ganarse a los niños, y Eunbi lo adoraba.

Cuando la pequeña levantó la vista y vio a Hyejin, su rostro se iluminó de inmediato.

—¡Jinnie! —gritó con entusiasmo, soltándose de la mano del profesor y corriendo hacia ella con los brazos extendidos.

La mayor se agachó justo a tiempo para recibirla en un cálido abrazo, su sonrisa creciendo al escuchar las risitas de su hermana.

—¡Hola, pequeña! —dijo, acariciando su cabello—. ¿Te divertiste hoy?

Eunbi asintió con energía, todavía abrazándola. Mientras tanto, el profesor Min se acercó con una sonrisa amable, ajustando las gafas que llevaba siempre ligeramente inclinadas.

—Hyejin, qué sorpresa verte por aquí —habló, extendiendo una mano en señal de saludo—. Hace tiempo que no coincidimos. Generalmente es tu madre quien viene a recoger a Eunbi.

—Mi madre suele encargarse, pero hoy quise darle una sorpresa a Eunbi —respondió con una leve sonrisa.

—Eso es muy considerado de tu parte. Esta pequeña siempre habla maravillas de ti. Eres una hermana mayor ejemplar.

Hyejin sintió un leve rubor en las mejillas ante el cumplido, pero se limitó a reír.

—Gracias, pero Eunbi es quien hace que ser su hermana sea fácil.

—¡El señor Min me enseñó un truco nuevo de matemáticas hoy! —exclamó la pequeña, jalando la mano de la mayor—. ¡Fue tan divertido!

—¿Ah, sí? —Hyejin levantó una ceja, fingiendo estar impresionada—. Tendrás que mostrármelo después.

—Es muy aplicada, eso es seguro. Es un placer tenerla en clase.

Hyejin y el señor Min continuaron conversando durante unos minutos. Aunque no lo conocía profundamente, siempre había apreciado su dedicación hacia los niños y el respeto que mostraba hacia las familias.

De repente, Eunbi tiró de la mano de Hyejin con fuerza, interrumpiendo la conversación.

—Jinnie, ¡tengo hambre!

—Claro que sí, pequeña tragona —bromeó la contraria—. Siempre pensando en comida.

—Es una niña en crecimiento —el maestro murmuró, mirando a la niña con ternura—. Se lo merece después de todo el esfuerzo que pone en clase.

—Gracias, señor Min —Hyejin habló, inclinándose ligeramente—. Me aseguraré de que coma algo delicioso hoy.

—Fue un placer verte, Hyejin. Que tengan una buena tarde.

—Igualmente, señor Min. Gracias por todo.

Mientras avanzaban, Eunbi sostenía la mano de su hermana mayor con entusiasmo, moviéndola de un lado a otro mientras parloteaba sobre su día en la escuela.

—¿Sabes quién nos está esperando más adelante? —la mayor cuestionó con una sonrisa. Como respuesta recibió el ceño fruncido de su hermana.

—¿Quién?

—Junho —respondió Hyejin, con una chispa de diversión en sus ojos.

La reacción fue inmediata. Eunbi se detuvo en seco, sus ojos se agrandaron y un brillo de emoción iluminó su rostro.

—¡¿De verdad?! Pensé que estaba trabajando.

—Hoy está de descanso, así que pensé que sería lindo que pasáramos un rato juntos.

Antes de que pudiera decir algo más, Eunbi soltó su mano y salió corriendo hacia adelante como un torbellino de energía. Hyejin levantó la vista y lo vio: Junho estaba apoyado casualmente contra el capó de su auto, saludandolas con las manos y una sonrisa relajada en el rostro.

—¡Junho! —gritó Eunbi, corriendo a toda velocidad hacia él.

El hombre enderezó su postura al verla venir y abrió los brazos justo a tiempo para recibirla en un abrazo.

—¡Eunbi! —exclamó, levantándola del suelo con facilidad y girándola en el aire mientras la niña reía a carcajadas—. ¡Estás más grande cada vez que te veo! ¿Qué te han estado dando de comer?

—¡Mucho pastel de chocolate con fresas!

Hyejin llegó al auto justo a tiempo para escuchar la conversación y no pudo evitar reír ante la interacción. Sus ojos se suavizaron mientras observaba a Junho y Eunbi, sintiendo una profunda ternura por la escena frente a ella. Su novio tenía una facilidad increíble para conectar con su hermana menor, y verlos juntos siempre llenaba su corazón de calidez.

Junho bajó a Eunbi con cuidado y luego levantó la vista para encontrarse con la mirada de Hyejin.

—¿Qué te parece, señorita? —dijo, guiñándole un ojo—. ¿He pasado la prueba como el mejor novio del mundo?

—Definitivamente —la contraria respondió, con una sonrisa burlona—. Pero no te emociones demasiado. La competencia es feroz.

—Ah, siempre tan dura conmigo.

—¡Tengo hambre! —Eunbi exclamó, tirando impacientemente la manga del mayor, haciendo que este fingiera estar sorprendido, llevándose una mano al pecho.

—¿Hambre? ¿Cómo es posible que una niña que crece tan rápido como tú tenga hambre?

—¡Tengo mucha hambre! —insistió la niña, cruzando los brazos con un puchero.

Junho se volvió hacia Hyejin, su expresión cambiando a una sonrisa cómplice.

—Bueno, creo que no tenemos otra opción. Tendremos que llevar a esta señorita a comer algo.

—Espero que tengas algo en mente, porque si no alimentas a Eunbi pronto, podríamos tener un motín en nuestras manos.

Eunbi soltó una risa, subiendo al auto con entusiasmo mientras Junho abría la puerta para ella. Luego, se volvió hacia Hyejin, ofreciéndole su mano en un gesto galante que la hizo reír.

—¿Mi dama? —dijo Junho, con una sonrisa juguetona.

Hyejin aceptó su mano con un ligero rubor en las mejillas.

—Gracias, caballero.

Mientras subían al auto, Hyejin se acomodó en el asiento delantero, observando a Eunbi desde el espejo retrovisor mientras la niña tarareaba una canción alegre. Junho encendió el motor, y la calidez de la compañía y la promesa de una buena comida hicieron que Hyejin sintiera, aunque solo por un momento, que todo estaba en su lugar.












































🦑♥️🚨




































El restaurante estaba lleno de vida. Las risas y el tintineo de los cubiertos contra los platos llenaban el aire, mientras Hyejin, Junho y Eunbi compartían una cena juntos. La mesa estaba repleta de platos casi vacíos, evidencia de la comida deliciosa que habían disfrutado. Eunbi, como siempre, hablaba sin parar.

Junho se recargó en su silla, tomando un sorbo de agua mientras miraba a las hermanas con una sonrisa relajada.

—¡El pollo estaba delicioso! —exclamó Eunbi, jugando con la servilleta en su regazo—. Pero creo que no tan bueno como lo que cocina mamá cuando papá no está en casa.

El corazón de Hyejin se detuvo por un segundo, y luego comenzó a latir con fuerza en su pecho. Aunque su hermana lo había dicho con la inocencia de una niña, la frase cargaba un peso que Hyejin sabía que Junho no pasaría por alto.

El hombre, en efecto, dejó el vaso sobre la mesa con lentitud, levantando una ceja mientras procesaba las palabras de Eunbi.

—¿Qué quiso decir con eso? —preguntó, su tono tranquilo, pero con una curiosidad evidente.

Hyejin reaccionó de inmediato, forzando una risa ligera y tratando de mantener su expresión despreocupada.

—Oh, ya sabes cómo es Eunbi, siempre exagerando las cosas —murmuró, revolviendo suavemente el cabello de su hermana para distraerla—. Lo que quiso decir es que mamá cocina más cuando tenemos tiempo de sentarnos juntas sin distracciones.

Junho frunció el ceño, claramente no convencido. Sus ojos se estrecharon mientras observaba a Hyejin, como si intentara leer algo en su rostro.

—¿Es eso cierto, Eunbi?

—¡Sí! —Eunbi asintió, sin notar la tensión en el aire—. Es porque papá siempre se lleva las cosas más ricas para él y nosotras tenemos que esperar.

Hyejin sintió cómo un nudo se formaba en su garganta, pero rápidamente intervino antes de que Junho pudiera decir algo más.

—Bueno, hablando de comida deliciosa, Junho, ¿recuerdas ese lugar de postres del que me hablaste la semana pasada? —habló, cambiando abruptamente el tema.

La mirada de Junho permaneció fija en su novia por unos segundos más, su expresión ahora una mezcla de sospecha y preocupación. Finalmente, dejó escapar un suspiro y desvió la vista hacia su plato vacío.

—Sí, claro. Podemos ir si quieren.

Hyejin soltó un pequeño suspiro de alivio interno, aunque sabía que el tema no estaba del todo cerrado. Junho era perceptivo, y aunque no había dicho nada más, podía sentir que las preguntas se acumulaban en su mente.

—¡Quiero helado de chocolate!

Junho sonrió débilmente, pero sus ojos volvieron a posarse en Hyejin. Había algo que quería entender, algo que no cuadraba con la imagen que ella intentaba proyectar. Hyejin, sintiendo su mirada, bajó los ojos hacia su propio plato, luchando contra la culpa y la inquietud que comenzaban a invadirla.

¿Hasta cuándo podrá mantener esto lejos de él?












































🦑♥️🚨




































Junho estacionó el auto frente a la casa de los Park, y las luces del vehículo iluminaban suavemente la entrada. Eunbi, con los ojos entrecerrados por el cansancio, fue la primera en abrir la puerta y bajar rápidamente del auto. Tenía ganas de llegar a su cama, de descansar y desconectar de todo por unas horas. Hyejin la observó mientras se alejaba, la pequeña corriendo hacia la puerta con esa energía que solo los niños pueden tener, incluso cuando están agotados.

Hyejin suspiró, sintiendo cómo su cuerpo también pedía un respiro después de un día tan largo. Luego, volvió su mirada hacia Junho, quien había permanecido en el asiento del conductor, observando a Eunbi con una sonrisa. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los de Hyejin, una sensación extraña surgió en su interior. Junho parecía estar evaluándola, y ella sabía que algo no estaba bien.

Antes de que pudiera abrir la boca, él rompió el silencio.

—Hyejin, ¿hay algo que deba saber? Algo que... No me hayas dicho.

La aludida sintió cómo su pecho se apretaba. Sabía perfectamente a qué se refería. Las palabras de Eunbi seguían retumbando en su mente, y la expresión en los ojos de Junho ahora era más clara que nunca: él había captado algo. Quizá no todo, pero sí lo suficiente como para hacerle una pregunta tan directa.

¿Cómo es que él siempre sabía cuando algo no va bien? Lo último que quería era que Junho se metiera más en los problemas de su familia. No quería arrastrarlo a eso, no cuando aún podía mantener todo bajo control.

—No... No hay nada, cariño —Hyejin respondió rápidamente, con una sonrisa nerviosa que no alcanzó a llegar a sus ojos—. No te preocupes.

Pero el mayor no parecía completamente convencido. Su ceño se frunció, y su mirada se intensificó.

—Hyejin... —su tono ahora era más suave, pero la preocupación seguía presente—. Te conozco, sé cuando algo no va bien. Si hay algo, me lo puedes decir.

El corazón de la mujer latió con más fuerza. Sabía que Junho era de los que no dejaban las cosas sin resolver, y si él sentía que había algo oculto, no lo dejaría pasar. Era su trabajo. Pero, por más que su corazón quisiera confiar en él, había algo dentro de Hyejin que no estaba lista para compartir.

Entonces, en un impulso casi instintivo, Hyejin se estiró hacia él, sus manos tocando suavemente su rostro antes de acercarse. Le dio un beso, suave, pero lleno de cariño, como si esa fuera la única respuesta que necesitaba darle en ese momento. El beso fue breve, pero suficiente para detener a Junho.

—Gracias por todo hoy —Hyejin murmuró, retirándose lentamente y mirando a sus ojos—. Realmente aprecio todo lo que hiciste. Sé que puede parecer raro, pero... Estoy bien. Hablamos mañana.

Junho la miró fijamente, sin decir nada por unos segundos. La duda estaba allí, latente, pero parecía que algo en su interior le decía que debía dejarlo ir por esa noche.

—Está bien —respondió finalmente, su voz aún cargada de preocupación, pero aceptando su decisión—. Me quedaré tranquilo, pero sabes que si en algún momento quieres hablar, siempre puedes contar conmigo.

—Lo sé, gracias —dijo antes de abrir la puerta y bajarse del auto.

Cerró la puerta con suavidad, y caminó hacia la entrada de su casa, con la sensación de que, aunque había logrado evadir la pregunta por ahora, el silencio que había dejado atrás seguiría dándole vueltas en su cabeza hasta que no pudiera evitarlo más. Sin embargo, en ese momento, todo lo que quería era estar en casa, descansar y escapar de las emociones que la desgastaban lentamente.

Antes de entrar, miró una vez más hacia el auto de Junho, que seguía estacionado en la calle, y vio cómo él la observaba desde el interior. Su expresión había suavizado, pero Hyejin no pudo evitar sentirse culpable. Sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentarse a la verdad.


















































🦑♥️🚨










































Algunas horas habían pasado y la oscuridad envolvía cada rincón y el silencio era apenas roto por los sonidos suaves de la casa. Eunbi, agotada después de un largo día, ya se había sumido en un sueño profundo, abrazada a su almohada. Hyejin, por su parte, aún no estaba lista para dormir. Decidió aprovechar la calma para experimentar con una nueva receta que había encontrado en línea.

Mientras picaba ingredientes con precisión, sus manos moviéndose casi de forma automática, sentía que algo dentro de ella, esa necesidad de controlar algo, de crear algo con sus propias manos, la tranquilizaba.

El aroma de las especias llenaba la cocina, la calidez de la olla en la estufa parecía contrastar con el frío que comenzaba a adentrarse por las rendijas de la ventana. La noche aún era joven, pero el tiempo parecía haberse detenido. Hyejin se perdió en su propio mundo, hasta que, de repente, un sonido que no le gustó nada irrumpió en la paz de la cocina.

La puerta de la casa se abrió con un chirrido familiar. Hyejin no necesitaba mirar para saber quién estaba entrando. Era su padre. La figura tambaleante de Park Wonhae apareció en el umbral, arrastrando sus pies, su respiración irregular. El pesado olor a licor se filtró en el aire antes incluso de que él se hiciera visible. Hyejin suspiró, apretando los dientes mientras intentaba ignorarlo. Estaba demasiado cansada para pelear.

El hombre dio un paso dentro de la cocina y, al ver a su hija, se detuvo. La miró con esa mirada que le era tan familiar: una mezcla de burla y desprecio. No le dijo nada al principio, solo se quedó allí, observándola, como si fuera un insecto que necesitaba ser aplastado.

—Mira qué tenemos aquí —habló él con su voz rasposa, la mirada fija en su hija—. ¿Sigues con tus idioteces, Hyejin? ¿Gastando dinero en esas cosas? Cocina todo el día, pero no tienes ni para un mísero pan, ¿verdad?

La chica no respondió. Mantuvo la cabeza agachada, centrando su atención en lo que estaba haciendo. No valía la pena responder a esas palabras vacías.

Wonhae continuó, acercándose con pasos lentos pero firmes, como si estuviera disfrutando de la tensión en el aire.

—Es que eres una inútil, ¿sabías eso? Siempre estás gastando en estupideces, como si tuvieras el derecho de derrochar dinero. No tenemos un centavo porque te la pasas gastando en ingredientes caros para cocinar, y encima sales con ese estúpido policía.

La mención de Junho hizo que el corazón de Hyejin latiera más rápido. La indignación se apoderó de ella en un abrir y cerrar de ojos. No iba a permitir que su padre hablara así de su novio.

—Junho no es estúpido —exclamó, levantando la voz de forma tajante—. No es ningún idiota, y tú no tienes derecho a hablar de él así.

Su padre se quedó quieto, sorprendido por la reacción de su hija. Durante un momento, la tensión fue palpable, como si las dos fuerzas se midieran en un combate silencioso. El hombre dejó de moverse por un instante, pero su rostro se torció en una mueca de desdén. Su actitud no cambió; no lo haría nunca.

—¿Ah, no? —dijo él, soltando una risa burlona, casi desagradable—. ¿Crees que es algo más que un simple perro del gobierno? Si tan listo fuera, no andaría con alguien como tú.

Hyejin sintió cómo la rabia se acumulaba dentro de ella. Deseaba gritarle, deseaba liberarse de todo el odio y la frustración que sentía. Pero sabía que eso solo lo haría más fuerte, lo provocaría aún más. Así que, con el cuerpo tenso y la mandíbula apretada, se obligó a mantenerse en silencio, esperando que se fuera.

Sin embargo, eso no sucedió.

El golpe llegó de forma inesperada, rápido, casi como un destello. Hyejin no tuvo tiempo de reaccionar. La fuerza de su padre la hizo tambalear hacia un lado, y por un momento, el mundo pareció detenerse. La sangre se acumuló en su boca, pero no emitió ni un sonido.

Hyejin se quedó quieta por un minuto. No podía procesar lo que acababa de suceder. El dolor en su rostro, en su cuerpo, era tan intenso que no podía hacer nada más que mantenerse inmóvil. En su mente, la confusión y el miedo se mezclaban, pero lo peor era la impotencia.

La risa cruel de su padre resonó en la cocina. Sin esperar que Hyejin reaccionara, comenzó a golpearla una y otra vez. La violencia era su lenguaje, y ella ya lo conocía de sobra. Un golpe tras otro, sin piedad, sin detenerse. Sus palabras eran aún más hirientes que los golpes.

—¡Eres una inútil! —gritó él, la furia en su voz era palpable, mientras tiraba todo a su alrededor—. Siempre haces todo mal, siempre estás haciendo lo que no debes. ¿Qué esperabas, eh? ¿Qué alguien te fuera a salvar? ¡Eres tan patética!

A pesar del dolor, Hyejin intentó no hacer ruido. Sabía que, si gritaba, si siquiera dejaba escapar un sollozo, lo oiría. Y no podía permitirlo. Eunbi estaba en su habitación, y ella no quería que su hermana sufriera el impacto de la violencia que había presenciado tantas veces.

Con el rostro cubierto de lágrimas, Hyejin se defendió como pudo, levantando los brazos, tratando de bloquear los golpes, pero era inútil. La fuerza de su padre la superaba, y cada intento de resistirse solo parecía enfurecerlo más. No le importaba cuán fuerte ella fuera, ni cuánto luchara. Él solo veía a su hija como una carga, algo que debía ser destruido, algo que no tenía valor.

De repente, el sonido suave de unos pasos ligeros se oyó en la oscuridad de la casa. Hyejin, medio sumida en un mar de dolor y confusión, apenas pudo percatarse de la presencia de su hermana pequeña al principio. Eunbi, con su rostro aún marcado por el sueño, apareció en el umbral de la puerta, frotándose los ojos con desgana.

—¿Jinnie? —murmuró, caminando lentamente hacia ella, sin entender lo que ocurría.

Al girar hacia la cocina, vio a su padre con una expresión de rabia insostenible, y a su hermana, que apenas podía mantenerse en pie, con manchas de sangre en todo el rostro por los golpes. La angustia que se apoderó de la pequeña fue inmediata.

El dolor y la furia se entrelazaron en su pecho. No podía creer lo que estaba viendo, no podía comprender cómo algo tan terrible podía estar ocurriendo en su propia casa, con su propio padre. La imagen de Hyejin, su hermana mayor, la que siempre la había cuidado, la que siempre la había protegido, siendo golpeada sin piedad, la destrozó por dentro.

—¡Papá! ¡¿Por qué?! —gritó Eunbi. Sus ojos, llenos de pavor, buscaban desesperadamente a su hermana.

Hyejin intentó mirar a la menor, pero la visión estaba borrosa, y las fuerzas se le escapaban rápidamente. No quería que Eunbi viera lo que sucedía, no quería que su hermana más pequeña tuviera que cargar con ese peso. Intentó abrir los ojos con más fuerza, pero su cuerpo estaba agotado, y cada vez le resultaba más difícil mantenerse consciente. Sin embargo, escuchó claramente los pasos rápidos de Eunbi acercándose, el sonido de su respiración entrecortada, llena de desesperación.

Cuando Eunbi llegó hasta ella, no dudó ni un segundo. Sin importar que su padre estuviera allí, tan cerca, y sin tener conciencia de los riesgos que corría, corrió hacia él, sus pequeños puños golpeando su espalda con fuerza. No sabía lo que estaba haciendo, no pensó en las consecuencias. Solo vio a su hermana, su hermana a la que tanto amaba, hecha pedazos, y lo único que pudo hacer fue atacar a ese hombre que le había arrebatado la paz.

—¡Déjala! ¡Déjala en paz! —gritó, con el rostro rojo de rabia, aunque sus golpes eran inútiles, casi ridículos en comparación con la fuerza que poseía su padre. Pero no importaba. No quería ver a su hermana sufrir más, no podía soportarlo.

Wonhae, atónito al principio por el ataque de la niña, giró rápidamente hacia ella, con una furia creciente en sus ojos. No le importaba lo que Eunbi hiciera, no le importaba el llanto de su hija, ni la angustia que se reflejaba en su rostro. Solo le importaba el control, el poder, el someter a todos a su voluntad.

Sin embargo, antes de poder reaccionar, Hyejin, con el cuerpo aún temblando por el dolor, se levantó de un salto, con la última reserva de energía que le quedaba.

—¡Eunbi, no! —su voz fue apenas un susurro entrecortado, pero suficiente para que la niña se detuviera, aunque temblando de miedo.

—¡¿Por qué?! —lloriqueo. Su llanto era desgarrador, como si su corazón estuviera siendo arrancado de su pecho. Y Hyejin, a pesar de estar agotada, de no saber cómo mantenerse en pie, la abrazó con fuerza.

—Eunbi... —murmuró, con lágrimas en los ojos, abrazándola con lo poco que podía.

Sabía que ese acto no era suficiente, que no podía protegerla, que siempre había fallado, pero no podía dejar que su hermana viera más de eso. No podía dejar que la inocencia de Eunbi se desmoronara aún más. No quería que el odio y la rabia de su padre acabaran con la pureza de su hermana.

—Lo siento, Eunbi... Lo siento tanto...

Fue entonces cuando, de repente, la puerta principal se abrió de golpe, y una figura femenina apareció en el umbral. Younghee había regresado más temprano de su trabajo, y lo primero que vio fue a su esposo, Park Wonhae, riendo de manera macabra, y a sus hijas, una de ellas llorando y la otra cubierta de sangre.

La ira comenzó a hervir en su pecho, alimentada por años de humillación y dolor. No iba a quedarse de brazos cruzados esta vez. No después de todo lo que había visto, todo lo que había soportado en silencio durante tanto tiempo.

Sin una palabra, Younghee se dirigió directamente hacia la cocina. En cuestión de segundos, sacó un cuchillo de la alacena, el acero brillando bajo la tenue luz de la casa, y lo sostuvo con determinación. Su mirada se fijó en su esposo, quien, al verla, dejó de reír de inmediato.

—¡Lárgate! —su voz, aunque temblorosa por el coraje, sonó como una amenaza. No era una súplica, no era una advertencia vacía. Era una orden, y en ese momento, la mujer que estaba frente a su marido ya no era la esposa sumisa y obediente que él conocía. Era una madre dispuesta a todo por proteger a sus hijas, dispuesta a hacer lo que fuera necesario para defenderlas.

Wonhae, sorprendido por la repentina reacción de su esposa, dio un paso atrás, pero no perdió la compostura. Frunció el ceño, mirando el cuchillo que la mujer empuñaba con firmeza.

Younghee no vaciló, levantó el cuchillo y lo apuntó directamente hacia su esposo. Los ojos de Hyejin se abrieron de par en par al ver la intensidad en la mirada de su madre, y por un segundo, el tiempo pareció detenerse.

—¡Vete de aquí, Wonhae! —Younghee gritó nuevamente.

El rostro del hombre pasó del desconcierto a una furia aún más profunda, pero no hizo ningún movimiento hacia ella. Sabía que si lo hacía, las consecuencias serían peores. Por primera vez en años, el control se le escapaba de las manos.

—No es la primera vez que amenazas con esto —murmuró Wonhae, como si intentara restarle importancia al gesto de su esposa.

—¡Lárgate ya, o te lo juro que lo haré!

El silencio que siguió fue tan denso que casi se podía tocar. Los minutos se alargaron, pero no pasó mucho tiempo antes de que Wonhae, sin atreverse a desafiarla más, soltó un gruñido y, furioso, dio la vuelta. Con una última mirada llena de desprecio, se fue de la casa, sin decir una sola palabra más.

Younghee permaneció allí, el cuchillo aún en su mano, respirando con dificultad. No por miedo, sino por el peso de lo que acababa de hacer. No podía creer lo que había logrado, pero al mismo tiempo, sabía que había hecho lo correcto.

Hyejin, aún con el cuerpo dolorido y con el miedo en el corazón, vio cómo su madre bajaba lentamente el cuchillo. La tristeza en sus ojos se mezclaba con un atisbo de alivio.

Finalmente, Younghee dejó caer el cuchillo y caminó hacia sus hijas, abrazándolas con fuerza.

—Todo va a estar bien —les dijo, sonriendo levemente.

Hyejin y Eunbi se quedaron ahí, quietas, en silencio, sintiendo la fuerza del abrazo de su madre, pero también la fragilidad que emanaba de su cuerpo.

Pero entonces, de repente, un estremecimiento recorrió el cuerpo de Younghee. Sus piernas vacilaron, como si un hilo invisible la hubiera despojado de la fortaleza que la sostenía, y antes de que pudiera reaccionar, su cuerpo se desplomó sin previo aviso.


















































































































JES'S NOTE !

en esta cuenta todos odiamos a park wonhae 👎🏻 él gasta todo el dinero que gana trabajando ( y el de su esposa también ) en alcohol y apuestas, pero aún así tiene el descaro de decir que son pobres gracias a hyejin... LO ODIO.

te amo younghee, eres una completa madre leona 🙇🏻‍♀️

yo amo la relación de junho y eunbi 😞 como mi niña nunca tuvo una figura paterna presente en su vida, él es lo más cercano que tiene a un padre.

ya estamos llegando a lo bueno !! nos vemos mañana con un nuevo capítulo 🫶🏻

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