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sixteen. six feet under

O16 | SIX FEET UNDER

Después de haber conseguido toda la información que necesitaban, una sensación de alivio y tensión a la vez se apoderó de Hyejin y Junho. Sabían que el tiempo era un lujo que no podían permitirse, y que cada segundo que pasaba podría ser crucial.

Ambos caminaron rápidamente por el pasillo, siguiendo las instrucciones que habían obtenido. Sabían que el acceso al sótano estaba custodiado, pero también conocían los atajos y las rutas menos obvias. A medida que se acercaban a la entrada al subterráneo, el aire se volvía más denso y la luz tenue, filtrándose apenas por las grietas en las paredes.

Luego de unos minutos, llegaron a su objetivo. Colgados en un rincón, estaban los dos tanques de buceo. Todo estaba listo.

—Tengo que decirte algo —Hyejin habló mientras comenzaba a ponerse el equipo de buceo, mirando de reojo a Junho.

—¿Qué cosa? —cuestionó, girándose en su dirección.

La chica se quedó en silencio durante unos segundos, arrepintiéndose rápidamente de haber hablado. Luego, finalmente dijo:

—Te lo diré cuando lleguemos a la tierra firme —murmuró—. Así me esfuérzate por no ahogarte.

Junho negó con un movimiento de cabeza, sintiendo como una leve sonrisa divertida se formaba en sus labios. Le resultaba increíble que a pesar de todo por lo que habían pasado, la relación de ambos siguiera siendo la misma.

—Como tu quieras.

Antes de saltar al agua, Junho se detuvo por un momento, observando a Hyejin con una atención cuidadosa. No era un gesto que hiciera por simple protocolo; había algo en su mirada que delataba su deseo de asegurarse de que todo estuviera perfectamente en su lugar. Sus dedos pasaron con suavidad por las correas del equipo de buceo de Hyejin, verificando una última vez cada ajuste, cada cierre, para asegurarse de que estuviera completamente seguro.

El agua era peligrosa en sí misma, pero la oscuridad del ambiente que les esperaba era aún más impredecible. Sabía que, por muy experimentados que estuvieran, las condiciones del lugar y el tiempo que pasaba solo agregaban más riesgo al escenario. Y no pensaba arriesgarse a que un simple error hiciera que Hyejin no estuviera lo suficientemente protegida.

—Todo está bien, ¿te sientes cómoda? —preguntó el mayor con voz suave.

Hyejin, aún con la tensión del momento, pudo notar la protección que emanaba de él, como si esa seguridad fuera un escudo invisible que lo rodeara. Pero, a la vez, no podía evitar percibir la ligera preocupación que se filtraba en sus ojos. Quizá era la primera vez que la veía tan vulnerable, y aunque no quería que lo notara, sentía que él quería tomar el control de todo, como si fuera su responsabilidad mantenerla a salvo.

Hyejin ajustó la máscara que cubría su rostro, dándole una última mirada a la complicada estructura del equipo. Nunca antes había buceado. El concepto de sumergirse en las profundidades del agua le parecía algo completamente ajeno.

—Nunca he buceado —le confesó, su voz un tanto vacilante. A pesar de la confianza que mostraba, había un pequeño miedo que se asomaba en sus palabras, algo que no podía ocultar completamente.

—No te preocupes —respondió en un tono bajo, casi tranquilizador—. Lo haremos juntos. Te guiaré en todo momento. Si algo no te sientes cómoda, me lo dices y lo paramos. Pero todo estará bien.

Su voz era firme, y esa firmeza era precisamente lo que Hyejin necesitaba escuchar. Había algo en su presencia, una calma inexplicable que lograba transmitirle confianza, incluso en situaciones tan desbordantes como la que tenían por delante.

—Lo se... —musitó—. Gracias.

Con un último vistazo, Junho ajustó su propio equipo y se acercó a ella, sosteniéndola con delicadeza por los hombros.

—Bien, vamos —dijo, esta vez con una sonrisa leve, casi imperceptible, pero suficiente para hacer que su corazón se calmara un poco más.

Ambos se acercaron al borde de la plataforma, sintiendo el frío contacto del agua que se extendía ante ellos. El sonido del agua era constante, suave, pero lo suficientemente profundo como para llenar sus oídos con su murmullo.

Junho tomó una profunda bocanada de aire, y luego, sin decir más, extendió la mano hacia Hyejin. El la miró con intensidad, y en sus ojos pudo ver no solo la determinación que siempre le conoció, sino también un toque de confianza, esa confianza que sólo podía nacer de la conexión que habían formado entre ellos.

Hyejin aún esa ligera ansiedad en su estómago, pero la sensación de su agarre firme sobre la suya le dio el último empujón que necesitaba.

—Estoy lista —murmuró, aunque sabía que no era solo por ella misma, sino también por él, para no fallarle.

Y así, con las manos entrelazadas, ambos se lanzaron al agua.

El agua los envolvió inmediatamente, fría y densa, una barrera natural que los aislaba del mundo exterior. Hyejin pudo sentir cómo sus pulmones se llenaban de aire mientras su cuerpo se sumergía en la oscuridad. El agua era más profunda de lo que había imaginado, pero no era la oscuridad lo que le causaba mayor incomodidad, sino la sensación de la presión que se acumulaba a su alrededor. Y sin embargo, mientras su cuerpo se deslizaba, su mente se centró únicamente en la figura de Junho, que aún sostenía su mano. El latido de su corazón seguía resonando, pero ahora estaba acompañado por la sensación de estar siendo guiada.

Junho no soltó su mano ni por un segundo. De hecho, su agarre se hizo más fuerte mientras comenzaban a nadar.

La oscuridad los rodeaba, pero la presencia de Junho fue lo único que Hyejin necesitó para sentir que podía enfrentar cualquier cosa.















































🦑♥️🚨







































Cuando finalmente llegaron a tierra firme, la sensación de alivio fue inmediata. El agua, que durante tanto tiempo había sido su entorno incómodo, por fin desaparecía bajo sus pies.

Junho fue el primero en salir, como si el aire fresco fuera una recompensa por todo lo que habían enfrentado. Su agarre de la mano de Hyejin nunca flaqueó, y con una firme determinación, la jaló suavemente hacia él, ayudándola a colocarse de pie en la orilla.

Hyejin se tambaleó un poco al principio, sintiendo aún el cansancio de nadar durante tanto tiempo, más de lo que había pensado en un inicio. Rápidamente se quitó los lentes de buceo, dejando que sus ojos se acostumbraran a la luz natural del entorno, un contraste drástico con la oscuridad del agua.

Junho, al ver la expresión de Hyejin, entendió exactamente lo que ella sentía. Nadaron por mucho más tiempo del que cualquiera había anticipado. Sin embargo, al verla allí, a su lado, luchando por recuperar la compostura, no pudo evitar sonreír con una mezcla de alivio y ternura. Le ayudó a quitarse el equipo de buceo, sus dedos haciendo todo lo posible por evitar que ella se sintiera torpe o incapaz.

—Ya llegamos a la superficie... Y no morí ahogado. Así que puedes decirme lo que pensabas antes de que nos metiéramos al agua —Junho habló, su tono ligero, pero con una chispa de curiosidad en su voz.

Hyejin, sorprendida por la manera en que Junho había desviado la atención hacia su promesa, no pudo evitar soltar una pequeña risa. La tensión se disipaba, al menos por un momento, gracias a su leve intento de hacer que el ambiente se sintiera más ligero. Aun así, algo permanecía en su pecho, algo que le impedía hablar con total libertad.

Finalmente, con una respiración profunda y un suspiro entrecortado, Hyejin empezó a hablar, su voz suave, pero decidida.

—Entré a los juegos para salvar a mi familia —comenzó. Su mirada se centró en sus manos mientras jugaba con los dedos, como si buscara algo en ellos para anclarse—. Sabes que necesitaba el dinero para pagar los tratamientos de mi madre, el hospital... Y para cuidar a Eunbi.

Al recordar a su hermana pequeña, un dolor sutil y constante se hizo presente, y su estómago se apretó como si un peso invisible estuviera empujando contra su pecho.

Junho la miró en silencio mientras ella hablaba, su mirada fija en ella, sin interrupciones. No había juicio en sus ojos, solo una atención sincera, como si pudiera comprender las palabras que no se decían, las que flotaban entre sus respiraciones agitadas.

—Al principio pensé que participar en los juegos era opcional —continuó Hyejin—. Pero luego, cuando me amenazaron, cuando me dijeron que, si no cumplía con mi parte, iban a matar a mi familia... Supe que no tenía alternativa. Así que me volví una soldado.

Junho no dijo nada al principio, simplemente la observó. No había rastro de ira, de disgusto o de pena en su rostro. Solo había una comprensión profunda, un respeto por lo que ella había tenido que hacer para sobrevivir.

Sin embargo, cuando Hyejin notó que el hombre no decía nada, comenzó a jugar con sus dedos con creciente impaciencia.

—Está bien si no quieres estar conmigo. Lo entiendo. Probablemente me odies, o tal vez estés decepcionado de mí —murmuró lentamente, sintiendo como sus palabras se arrastraban—. Después de todo maté a gente por dinero.

Al escucharla, Junho se acercó un paso más y, con suavidad, tomó las manos de Hyejin, obligándola a que lo mirara a los ojos.

No importa lo que hayas hecho para sobrevivir, Hyejin. Lo único que puedo ver ahora es a alguien que sigue luchando, incluso cuando el mundo le dio la espalda. Lo único que importa es lo que haces ahora —aseguró. Su voz estaba tan llena de sinceridad, que no dejaba lugar a dudas—. Y te prometo que no te voy a juzgar por lo que tuviste que hacer. No lo haré. Porque, al final, sobrevivir es lo único que importa.

Hyejin asintió, pero su cabeza estaba llena de pensamientos confusos, como si las palabras de Junho le hubieran tocado un rincón de su alma que ni siquiera ella misma conocía. El aire a su alrededor se sentía diferente, más denso, más cálido, y mientras las lágrimas comenzaban a caer lentamente por sus mejillas, sintió como por fin pudiera respirar de nuevo.

Las lágrimas siguieron cayendo, pero esta vez no fueron por tristeza, sino por una mezcla de alivio, amor y agradecimiento. No sabía qué futuro les aguardaba, ni si realmente podían escapar de lo que les perseguía, pero por primera vez en mucho tiempo, Hyejin dejó de sentirse sola. Junho no la estaba mirando como una enemiga, como una amenaza, como una máquina de matar. La miraba como a una persona, una persona que aún merecía algo bueno. Y eso era todo lo que necesitaba en ese momento.

—Entonces... ¿No me odias?

La pregunta salió sin pensarlo, como si necesitara escuchar esas palabras una vez más, como si necesitara asegurarse de que no era un sueño, de que no iba a despertar y descubrir que todo lo que había hecho y lo que había pasado entre ellos no podía ser borrado.

Junho negó inmediatamente con la cabeza.

—¿Cómo podría odiarte?

La respuesta era todo lo que ella necesitaba escuchar para darse cuenta de lo equivocados que habían estado, de cómo el amor, aunque complicado y doloroso, aún podía existir entre ellos.

Sin pensarlo más, Hyejin cerró la distancia entre ellos, pero en lugar de un abrazo, se inclinó hacia él y presionó sus labios contra los de Junho. Fue un beso cargado de todo lo que no habían dicho, de todos los sentimientos que ambos habían reprimido durante tanto tiempo. No era un beso apresurado ni impulsivo, sino uno que hablaba de dolor, arrepentimiento, amor y esperanza. Era como si ambos se estuvieran comunicando de una manera que las palabras nunca podrían expresar, dejando que sus corazones hicieran todo el trabajo.

Junho no tardó en corresponder. Al principio, sus movimientos fueron lentos, cuidadosos, como si temiera que cualquier paso en falso pudiera romper el momento. Pero pronto, su beso se volvió más seguro, más intenso, como si quisiera demostrarle a Hyejin que estaba allí para quedarse, que no había nada en ella que pudiera alejarlo. Sus manos se posaron suavemente en sus mejillas, sosteniéndola con una delicadeza que contrastaba con la fuerza de sus emociones.

Hyejin comenzó a llorar en medio del beso, pero no hizo ningún intento por detener las lágrimas. Sentía que cada una de ellas estaba limpiando los restos de su pasado, los fragmentos de culpa y miedo que la habían mantenido prisionera. Junho podía sentir la humedad de sus lágrimas en su rostro, pero no se apartó. En lugar de eso, se acercó más, como si quisiera absorber todo su dolor y reemplazarlo con algo mejor.

Cuando finalmente se separaron, Hyejin bajó la mirada, incapaz de sostenerla por la intensidad de lo que acababa de ocurrir. Sus labios todavía temblaban ligeramente, y sus lágrimas seguían cayendo, pero su respiración era más estable, como si algo dentro de ella hubiera cambiado irrevocablemente.

Junho levantó una mano y, con el mismo cuidado con el que había sostenido su rostro, comenzó a limpiar sus lágrimas. Su pulgar rozó suavemente su mejilla, como si con ese gesto pudiera borrar todo el dolor que ella había sentido.

—Ya no tienes que cargar con esto sola —murmuró, su voz baja pero llena de promesas—. Estoy aquí, Hyejin. Estoy aquí, y no voy a irme.

Hyejin levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Junho. En ellos no había duda ni rastro de arrepentimiento, solo una calidez que la envolvía por completo.

—¿Aún recuerdas lo que me preguntaste aquella vez, en la cafetería? —la chica susurró de repente.

—Te pregunte muchas cosas ese día —respondió con una leve sonrisa.

Hyejin cerró los ojos por un segundo, tragando el nudo en su garganta antes de continuar.

—Me preguntaste si aún te amaba... Y yo te dije que no —las palabras le dolieron al salir, como una mentira que se había dicho una y otra vez.

Junho, al escuchar aquellas palabras, sintió una punzada en el corazón, pero no mostró ninguna emoción negativa. En lugar de eso, su rostro se suavizó.

—No puedo olvidarme de eso.

—Mentí —se apresuró a decir, sus palabras apenas un susurro, pero con una sinceridad que la hizo temblar—. Aún te amo, Junho. Nunca dejé de amarte, y nunca voy a dejar de hacerlo.

Las palabras flotaron en el aire entre ellos, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Junho la miró, sorprendido, pero al mismo tiempo, algo profundo se encendió en su pecho. Sus ojos se llenaron de algo que no podía describir con palabras, solo podía sentirlo. Y, en ese instante, supo que todo lo que habían vivido, todas las dificultades y la separación, no significaban el final. Era solo un nuevo comienzo, una oportunidad para reconstruir lo que una vez fue, y lo que ahora estaba dispuesto a luchar por preservar.

—Nunca dejé de amarte tampoco —Junho respondió, con voz llena de emoción, mientras sus dedos acariciaban suavemente el cabello de Hyejin, un gesto lleno de cariño—. Nunca.

De repente, mientras la calidez del momento aún envolvía a Hyejin, algo en el fondo de su mente comenzó a abrirse paso, una alerta silenciosa que le recordaba dónde estaban y lo que estaba en juego. Su mirada se desvió hacia el entorno, y la realidad comenzó a instalarse con fuerza en su pecho. No podían permitirse quedarse allí mucho tiempo. Las ramas susurraban con el viento, y el crujir distante de la maleza le hizo sentir una punzada de inquietud. Este lugar, por hermoso y aparentemente pacífico que fuera, no era seguro.

Con un rápido parpadeo, Hyejin se separó un poco de Junho, aunque su corazón aún estaba latiendo rápidamente. Su voz salió suave, pero cargada de una urgencia nueva.

—Junho, el celular. Revisa si tienes señal.

El aludido, que todavía la observaba con una mezcla de ternura y preocupación, se sorprendió por el cambio repentino en su tono. Sin embargo, captó de inmediato su seriedad. Sacó su teléfono del bolsillo, sus movimientos precisos pero tensos. Mientras lo encendía, sus ojos se fijaron en la pantalla con concentración, como si estuviera tratando de forzarla a mostrar barras de señal que probablemente no existirían.

—Nada —dijo después de unos segundos que se sintieron eternos. Sacudió la cabeza con frustración, observando la pantalla en blanco que solo devolvía el icono de "sin servicio"—. Estamos en una zona muerta. Parece que aquí no hay nada.

El pecho de Hyejin se hundió ligeramente con esa confirmación, pero no permitió que el desánimo la dominara. Miró a su alrededor, sus ojos escaneando el terreno en busca de algo, cualquier cosa que pudiera ayudarlos. Fue entonces cuando vio la cima de la colina, parcialmente oculta entre los árboles. Era alta y parecía desafiante, con su superficie irregular y escarpada, pero también era su mejor oportunidad.

—¿Y si subimos hasta ahí? —la chica murmuró, apuntando hacia la colina—. Tal vez desde la cima podamos conseguir señal.

Junho siguió la dirección de su mirada, evaluando rápidamente la altura y el desafío que implicaría llegar hasta allí. Aunque sabía que no sería un ascenso fácil, no dudó en asentir.

—Tiene sentido. Es nuestra mejor opción.

Luego de recibir un asentimiento por parte de Hyejin, ambos comenzaron a caminar con rapidez hacia la base de la colina.

El terreno bajo sus pies se volvió cada vez más irregular a medida que se acercaban a la colina. Hyejin sintió cómo su respiración comenzaba a acelerarse mientras ascendían, y sus manos se apoyaban en las rocas para estabilizarse. Junho, que iba ligeramente delante de ella, se giraba de vez en cuando para asegurarse de que ella estaba bien.

—Despacio —dijo en un momento, extendiendo una mano para ayudarla a superar una pendiente más pronunciada—. No hay prisa. Lo importante es que lleguemos arriba sin lastimarnos.

Hyejin aceptó su mano, agradecida por el gesto, pero no dejó que eso la detuviera. A pesar del esfuerzo físico, algo en ella parecía encenderse. Cada paso hacia adelante era un recordatorio de que todavía estaban luchando, de que no estaban dispuestos a rendirse, y eso le daba fuerzas para continuar.

El ascenso a la colina se tornó cada vez más arduo. Cada paso sobre las rocas irregulares parecía robarles más aire del que podían recuperar. El sonido de sus respiraciones entrecortadas se mezclaba con el canto distante de las aves y el susurro del viento entre los árboles.

A pesar del cansancio, ambos seguían adelante, impulsados por la urgencia de encontrar señal y enviar un mensaje que pudiera salvarlos. Pero justo cuando el cielo parecía abrirse ante ellos, un estruendo rompió la quietud: un disparo resonó en el aire.

El sonido resonó por toda la colina, haciendo que Hyejin y Junho se detuvieran de golpe. Sus cuerpos se tensaron al unísono, y se dieron vuelta con rapidez, buscando el origen del disparo. Y entonces los vieron. En la orilla, estaba el líder, acompañado por un grupo de soldados armados que avanzaban con precisión calculada. Le habían disparado al tanque de oxígeno que usaron para llegar hasta ese lugar.

Hyejin sintió cómo su respiración se volvía aún más agitada, pero no podía distinguir si era por el cansancio de la subida o el miedo que ahora se había instalado en su pecho.

Junho, sin embargo, mantenía una calma tensa, su mente trabajando rápidamente para encontrar una solución. Sacó su celular, su única herramienta en ese momento, y lo desbloqueó. Su mirada se endureció al ver la poca batería que le quedaba. El tiempo corría en su contra, pero no tenía otra opción. Marcó un número con dedos firmes, y mientras el tono de llamada sonaba, lanzó una rápida mirada a Hyejin, como si quisiera asegurarse de que estaba bien.

Cuando la llamada fue atendida, Junho habló con rapidez, su tono cargado de urgencia.

—Jefe, escuche. Necesito que rastrees mi teléfono de inmediato y envíes refuerzos a mi ubicación —hizo una pausa breve, lo suficiente para que su interlocutor procesara sus palabras, y luego continuó—: Te enviaré unos videos. Tienes que verlos.

Su voz se mantuvo firme, pero sus ojos reflejaban la presión del momento. Después de escuchar unas palabras entrecortadas del otro lado de la línea, Junho cortó la llamada sin perder tiempo y comenzó a transferir los archivos desde su celular.

Cuando Hyejin notó como el contrario guardaba nuevamente su teléfono, una idea comenzó a formarse en su mente, una idea que no le gustaba pero que sabía que era necesaria.

—Tenemos que separarnos.

Él la miró, sus cejas frunciéndose en un gesto de incredulidad.

—¿Separarnos? ¿Estás loca? Si nos dividimos, será más fácil que nos atrapen.

—No —respondió Hyejin con firmeza—. Si seguimos juntos, somos un blanco más fácil. Divididos, tendrán que dividir también sus fuerzas. Además, tú tienes el celular. Si te atrapan a ti, todo esto habrá sido en vano.

—No voy a dejarte sola, Hyejin —Junho volvió a negar, claramente reacio a la idea—. No después de todo esto.

—Solo necesitamos distraerlos el tiempo suficiente. Yo puedo hacerlo. Tú tienes que llegar a la costa y asegurarte de que el plan funcione. Si no lo hacemos así, ninguno de los dos saldrá de aquí.

Sus palabras eran lógicas, pero también desgarradoras. Junho sabía que tenía razón, pero la idea de dejarla ir por su cuenta era un peso que no estaba seguro de poder cargar. Cerró los ojos un momento, respirando profundamente, antes de asentir lentamente.

Antes de separarse, Junho dio un paso hacia Hyejin, sus manos buscando su cintura. La atrajo hacia él y, sin decir una palabra más, la besó.

—Nos veremos en la costa —él musito, su voz baja pero cargada de determinación—. Tomaremos el bote de esos soldados y saldremos de aquí juntos. Te lo prometo.

—Ten cuidado, Junho.

—Tú también —respondió el aludido, antes de retroceder un paso.

Se miraron por un instante más, y luego cada uno tomó un camino diferente.















































🦑♥️🚨







































La adrenalina era lo único que mantenía a Hyejin en movimiento. Cada paso la acercaba a una posición estratégica desde donde podría sorprender al grupo de soldados que la seguía.

Sus ojos escudriñaban el terreno mientras corría, buscando algún lugar donde pudiera ocultarse o ganar ventaja. A medida que avanzaba, notó algo: el líder no estaba con los soldados que se dirigían hacia ella, por lo que debe haber ido tras Junho.

De repente, un sonido a su derecha la hizo detenerse por un segundo, pero al no ver nada, retomó su marcha. Estaba tan concentrada en su plan que el ataque la tomó completamente por sorpresa. Un brazo fuerte la sujetó por la cintura, inmovilizándola con firmeza, mientras otra mano se posaba sobre su boca, sofocando cualquier grito que pudiera emitir.

Su cuerpo reaccionó antes que su mente, moviéndose instintivamente. Golpeó con fuerza el costado de su captor con el codo, justo debajo de las costillas, sintiendo cómo este gruñía de dolor. Fue suficiente para que el agarre aflojara.

Hyejin giró sobre sus talones mientras sacaba su arma y apuntaba al agresor. Su dedo ya estaba en el gatillo, lista para disparar, pero entonces su enemigo hizo algo inesperado: con movimientos apresurados, se quitó la máscara que cubría su rostro.

—¡Taesoo! —exclamó la chica, desconcertada.

El muchacho respiraba con dificultad, y una mezcla de cansancio y alivio se reflejaba en sus ojos.

—Pensé que estabas muerta —musitó, su voz temblorosa pero cargada de sinceridad. Había una emoción inconfundible en su mirada, como si no pudiera creer que realmente estaba viendo a Hyejin frente a él.

La chica, aún tratando de calmar su acelerado corazón, lo miró fijamente. Había muchas preguntas que quería hacer, pero solo una salió de sus labios:

—¿Qué estás haciendo aquí?

—El jefe pidió dos equipos para buscar al infiltrado —explicó rápidamente—. Yo estaba en uno de ellos. Nunca pensé que te encontraría aquí.

Hyejin parpadeó, procesando sus palabras. Había olvidado momentáneamente la complicada red de lealtades y órdenes que regían el lugar.

Sabía que él no la traicionaría, pero también sabía que estaba en una posición delicada. Si el resto del equipo de Taesoo la encontraba, las cosas podrían tornarse muy peligrosas.

—Taesoo, esto es peligroso. Si alguien nos ve hablando...

—Lo sé —el menor la interrumpió, alzando una mano para calmarla—. Pero tenía que asegurarme de que estabas bien.

Hyejin se quedó en silencio durante unos segundos, sintiendo como un nudo se le formaba en la garganta ante sus palabras.

—Escucha —habló ella, tomando su brazo con firmeza—. Esto no es un juego. Necesito que regreses con tu equipo y actúes como si no me hubieras visto. Si te descubren ayudándome, no habrá forma de que te perdonen.

El muchacho apretó los labios, claramente en conflicto. Finalmente asintió, aunque no parecía convencido.

—Está bien, pero prométeme que saldrás de esta.

—Prometido, Taesoo. Ahora vete, antes de que alguno de esos idiotas te vea.

Con un último vistazo, el muchacho se dio la vuelta y se alejó rápidamente, su figura desvaneciéndose entre los árboles. Hyejin se quedó quieta por un momento, observando el lugar donde había desaparecido. No tenía tiempo para procesar la extraña sensación de alivio y melancolía que la invadía.

El aire se sentía más denso a medida que avanzaba, como si la isla estuviera reteniendo la respiración junto con ella. De repente, un sonido rompió el silencio: un disparo.

El estruendo reverberó en el aire, resonando entre los árboles como un trueno en un cielo despejado. Hyejin se detuvo en seco, su cuerpo tensándose como si hubiera recibido un golpe directo. El sonido del disparo hizo que un escalofrío recorriera su espalda, dejando su piel erizada y su mente en blanco por un instante.

Su corazón comenzó a latir con fuerza descontrolada, cada golpe un eco que parecía sincronizarse con el estruendo que aún resonaba en sus oídos. La sangre abandonó su rostro mientras sus pensamientos se agitaban frenéticamente.

¿Junho?

Hyejin se quedó congelada en su lugar por unos minutos, intentando procesar lo que acababa de ocurrir. El eco se desvaneció lentamente, dejando tras de sí un silencio opresivo. Su corazón se aceleró, golpeando con fuerza contra su pecho.

Sin pensarlo dos veces, comenzó a correr en dirección al sonido, sabiendo que Junho podría estar en peligro. Cada músculo de su cuerpo protestaba por el esfuerzo, pero el miedo por lo que podría haberle sucedido al mayor la empujaba a seguir adelante.

Sin embargo, no había avanzado mucho cuando algo la detuvo de golpe. Un movimiento rápido a su derecha fue lo único que alcanzó a notar antes de que el sonido seco de un disparo cortara el aire nuevamente.

Sintió un dolor agudo atravesar su costado, tan repentino y punzante que le robó el aliento. Se tambaleó, llevándose una mano al lugar del impacto, y cuando la apartó, vio sus dedos teñidos de rojo. La sangre brotaba lentamente, cálida y pegajosa, empapando su ropa.

Un gemido escapó de sus labios, pero rápidamente lo reprimió. Alzó la vista y vio al soldado que le había disparado avanzando hacia ella, su arma todavía apuntándola. La mirada en sus ojos era fría y calculadora, como si ella no fuera más que un objetivo más en su lista.

Hyejin no pensó; simplemente actuó. Corrió directamente hacia él, ignorando el dolor punzante que se extendía desde su costado con cada movimiento. Su cuerpo gritaba en protesta, pero su mente estaba fija en un solo objetivo: sobrevivir.

El soldado, sorprendido por su audacia, vaciló un segundo demasiado tarde. Hyejin aprovechó su oportunidad y lo golpeó con el codo directamente en el rostro, sintiendo cómo el impacto resonaba a través de su brazo. Él gruñó de dolor, tambaleándose hacia atrás, pero ella no le dio tiempo para recuperarse. Con un movimiento rápido, lo pateó en el estómago, enviándolo al suelo. El soldado soltó su arma al caer, y Hyejin, sin dudarlo, la recogió.

El hombre permanecía inmóvil, inconsciente en el suelo, pero Hyejin apenas lo registró. Sus manos temblaban mientras revisaba la pistola, asegurándose de que estaba cargada.

Cada inhalación enviaba una punzada de dolor a través de su costado, pero lo ignoró. Junho seguía en peligro, y ella no iba a detenerse hasta asegurarse de que estaba a salvo.

Finalmente, alzando la vista, divisó una pequeña apertura entre los árboles. Allí, más adelante, estaba el lugar de donde había provenido el disparo. Su corazón se apretó en su pecho. Apretando con más fuerza el arma que ahora sostenía, Hyejin tragó saliva y se preparó para lo que estaba por venir.

A través de la apertura entre los árboles, lo vio. Allí estaba Junho, de pie, con una expresión mezcla de incredulidad y dolor que le atravesó el alma. Frente a él, estaba el jefe.

Hyejin sintió un escalofrío recorrerle la columna. Su respiración se volvió errática al ver cómo el hombre alzaba lentamente su pistola, apuntando directamente hacia de Junho.

Un grito se formó en su garganta, pero no logró salir. En su lugar, su cuerpo actuó antes que su mente. Sus piernas se movían con una desesperación casi sobrehumana, sus ojos fijos en la escena frente a ella. Cada segundo parecía alargarse en una eternidad insoportable. Podía oír el rugido de su corazón en sus oídos, el crujido de las hojas bajo sus pies, pero todo lo demás se desvaneció. Solo existían Junho, el jefe y el arma en sus manos.

—¡Junho!

El aludido giró la cabeza en su dirección, sus ojos encontrándose con los de ella por un breve momento.

El sonido del disparo desgarró el aire antes de que pudiera llegar hasta él. Fue como si el tiempo se ralentizara. Hyejin vio el destello del arma, el movimiento del cuerpo de Junho tambaleándose hacia atrás.

—¡No!

Junho dio un paso atrás, tambaleándose al borde del barranco que se encontraba justo detrás de él. Su mirada permanecía fija en Hyejin, como si quisiera decir algo, como si intentara grabar su rostro en su memoria. Hyejin estiró su mano hacia él, sus dedos temblando, tratando de alcanzarlo, aunque sabía que estaba demasiado lejos.

Pero era demasiado tarde. Su cuerpo perdió el equilibrio, y Junho cayó hacia el vacío. Hyejin sintió que su mundo se rompía en mil pedazos. Sus piernas, agotadas por el esfuerzo, amenazaron con ceder, pero se obligó a seguir corriendo hacia el borde del barranco. Llegó justo a tiempo para ver cómo desaparecía entre las sombras de la profundidad.

El deseo de Hyejin de enfrentarse al jefe y hacerle pagar por lo que había hecho era casi insoportable. Su cuerpo temblaba de rabia y desesperación, pero en lo más profundo de su mente, sabía que no podía permitirse el lujo de perder el tiempo. Junho estaba allá abajo, en algún lugar, y cada segundo que pasaba disminuía sus posibilidades de encontrarlo con vida.

Sin vacilar, Hyejin se giró hacia el borde del barranco. El mar rugía abajo, como si la desafiara. Sin pensar más, cerró los ojos con fuerza y se lanzó al vacío. El viento golpeó su rostro y su cuerpo durante los segundos que pareció flotar en el aire, y luego, el frío impacto del agua la envolvió por completo.

Hyejin se hundió profundamente, el mar la reclamó con una fuerza abrumadora. La oscuridad del agua parecía infinita, y por un momento, sintió que todo estaba perdido. Pero entonces, su instinto de supervivencia la empujó a moverse. Con gran esfuerzo logró salir a la superficie, jadeando con desesperación mientras tomaba bocanadas de aire.

A pesar del dolor, Hyejin no se detuvo. Llamó el nombre de Junho con toda la fuerza que le quedaba, su voz quebrándose en cada grito:

—¡Junho! ¿Dónde estás? ¡Junho!

Pero no hubo respuesta, solo el rugido del mar y el eco de su propia voz. La angustia en su pecho crecía con cada segundo que pasaba.

El oleaje parecía empujarla hacia atrás, como si quisiera detenerla, pero Hyejin luchó contra la corriente, moviéndose una y otra vez en diferentes direcciones. Su cuerpo estaba agotado, y el dolor en su costado era cada vez más insoportable. Podía sentir cómo sus fuerzas comenzaban a abandonarla, pero su mente seguía gritándole que no podía rendirse. No ahora.

Su vista comenzaba a nublarse, pero ella seguía buscando. Recordó su sonrisa, su risa, las veces en las que él la había apoyado incluso cuando ella misma había perdido la esperanza.

De repente, entre el vaivén del mar, algo oscuro captó su atención. Hyejin se quedó inmóvil por un instante, sus ojos clavados en esa figura que flotaba a pocos metros de distancia. El traje negro que Junho llevaba antes de caer al barranco parecía inconfundible.

Con toda la fuerza que le quedaba, Hyejin comenzó a nadar hacia él, cada brazada cargada de desesperación y determinación. El agua salada se mezclaba con las lágrimas que corrían por su rostro, pero ella apenas lo notaba.

Cuando finalmente llegó a su lado, su corazón se detuvo por un momento al verlo. Junho flotaba inmóvil, sus ojos cerrados y su cuerpo relajado como si hubiera perdido toda energía.

Hyejin sintió cómo sus propias fuerzas comenzaban a flaquear. El dolor en su costado, donde la bala la había alcanzado, era punzante, una quemazón que le robaba el aliento. Su respiración era errática, y cada inhalación se sentía como un cuchillo atravesando su pecho.

Sin embargo, a pesar del dolor, mantuvo la cabeza de Junho por encima del agua mientras nadaba hacia la costa más cercana.

De repente, algo en el horizonte llamó su atención. Parpadeó con fuerza, creyendo que se trataba de un espejismo provocado por el agotamiento, pero ahí estaba: una figura oscura que cortaba las olas, avanzando hacia ellos.

Un barco.

La incredulidad la golpeó como una ola fría. Por un momento, pensó que su mente estaba jugando con ella, mostrándole una ilusión desesperada. Pero cuanto más miraba, más real se volvía. Los contornos del barco se definían, el sonido del motor rompía el silencio del mar.

—¡Aquí! ¡Por favor, ayúdennos! —gritó con todas las fuerzas que le quedaban, aunque su voz apenas era un hilo débil contra el rugido del océano.

Al notar el cambio de rumbo, un sollozo escapó de sus labios. Lágrimas se mezclaron con el agua salada en su rostro.

La chica desvio la mirada hacia Junho, sintiendo como el nudo en su garganta se apretaba. Su rostro seguía inerte, pálido, una sombra del hombre fuerte y decidido que conocía. El peso de la culpa la golpeó con fuerza. Debería haber llegado antes. Tendría que haber sido más rápida.

Cuando el barco comenzó a acercarse, Hyejin sintió que sus fuerzas finalmente la abandonaban. Su cuerpo temblaba incontrolablemente, y el dolor en su costado era ahora una quemazón constante que amenazaba con apagarla por completo. Pero antes de que la oscuridad la reclamara, levantó una mano temblorosa, acariciando el rostro de Junho con suavidad.

—Estás a salvo ahora —susurró, su voz apenas audible mientras miraba su rostro una última vez. Las líneas de preocupación y sufrimiento en sus facciones parecían desvanecerse a medida que cerraba los ojos, permitiendo que la inconsciencia la reclamara al fin.

Su última visión fue la del barco acercándose, un símbolo de esperanza en medio de su desesperación. Con ese pensamiento, dejó ir todo, confiando en que, por fin, alguien más cuidaría de Junho. Y eso es todo lo que importaba. 















































































































JES'S NOTE !

Y CON ESTE CAPÍTULO LE DOY FIN A LA PRIMERA PARTE DE ESTE FIC !! la verdad esta es una historia que yo no tenía pensando publicar, la subí por impulso, pero me alegra muchísimo haberlo hecho <3

es la primera vez que escribo un fanfic con tantas escenas de acción y peleas, pero la verdad fue emocionante y estoy bastante feliz con el resultado final. hyejin y junho son una pareja de la cual nunca me voy a aburrir ;)

les quería agradecer a todas las personitas que han leído este fanfic, no pensé que tantas personas lo fueran a leer pero agradezco todos los comentarios y votos que le dieron a esta historia 🩷

nos vemos en la segunda temporada !!

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