six. i love you, i'm sorry
OO6 | I LOVE YOU, I'M SORRY
Hyejin estaba de pie en medio de la nada, sus pies apenas tocando el suelo frío y áspero, el eco de sus respiraciones llenando el vacío. Un traje rojo, brillante y vivo, resaltaba en medio de la negrura.
Sintió el impulso de girarse, y al hacerlo, sus ojos se encontraron con una visión que la hizo detenerse en seco.
Junho. Él estaba allí, atado a una silla en medio de la oscuridad, su cuerpo inclinado hacia adelante, débil, sangrando. La sangre manchaba su rostro, su ropa, y Hyejin no pudo evitar un escalofrío que recorrió su columna vertebral.
Detrás de Junho, en las sombras, apareció la figura del hombre de negro. La silueta alta y enigmática que había estado acechando su mente desde que aceptó entrar al juego. A su lado, dos soldados, con la misma vestimenta que la de ella, se mantenían en silencio, como estatuas, mientras el hombre de negro observaba a Junho con una sonrisa maliciosa.
Hyejin intentó acercarse, pero sus pies parecían pegados al suelo. No podía moverse, no podía respirar.
Intentó hablar, lanzar palabras que pudieran salvarlo, pero no logró emitir ni un sonido. La boca se le secó, las palabras se ahogaron en su garganta. Un sudor frío comenzó a recorrer su espalda, pero la sensación de impotencia fue más insoportable que cualquier otra cosa.
De repente, el hombre de negro levantó una mano, y los dos soldados se adelantaron, sujetando a Junho aún más fuerte, mientras la pistola que el hombre de negro empuñaba brillaba bajo la débil luz que parecía emanar de la nada. Sus ojos brillaban con una fría indiferencia, como si todo lo que sucediera fuera un mero juego para él.
—Esto es lo que pasa cuando no cumples tu promesa.
Las palabras eran un eco aterrador que resonó en los oídos de Hyejin, haciéndola temblar. En ese instante, como si el mundo entero se hubiera colapsado sobre ella, la pistola se disparó.
La visión de Junho cayendo hacia un lado, su cuerpo rígido, sangre escurriéndole de la cabeza... Todo se movió tan rápido, pero Hyejin lo sintió todo a cámara lenta, como si el tiempo se hubiera detenido para dejarla vivir esa agonía.
La chica intentó gritar, pero su voz se perdió en el aire denso y silencioso que la rodeaba. Un nudo en su garganta la asfixiaba mientras la imagen de su novio, con el rostro pálido y sangriento, se grababa en su mente.
Entonces, sin previo aviso, Hyejin sintió que el suelo bajo sus pies comenzaba a desvanecerse. En ese mismo instante, un golpe de realidad la sacudió violentamente.
Su cuerpo se despertó, tembloroso, sudoroso, respirando con dificultad. La oscuridad de la pesadilla se disolvió, pero el sentimiento de terror y desesperación se quedó con ella, aferrándose a su mente y a su corazón.
Se incorporó rápidamente, la frente empapada en sudor frío, las sábanas pegadas a su piel. Su respiración era errática, agitada, como si acabara de correr una maratón, aunque en realidad, apenas había movido un músculo.
Con las manos temblorosas, Hyejin se las pasó por el rostro, buscando algo que la anclara al mundo real. Los ecos de la pesadilla retumbaban en su mente, y la imagen de Junho, la sangre manchando su rostro, seguía ardiendo en sus pensamientos.
¿Había puesto a Junho en peligro por su decisión? ¿Había realmente aceptado algo que pondría su vida y la de los demás en juego?
Si aquel hombre sabía dónde vivía, sabía sobre su hermana y la enfermedad de si madre, entonces también sabía sobre su relación con Junho... Era tan obvio, y sin embargo, no lo había considerado hasta ahora.
Todo había comenzado como un intento desesperado por salvar a su madre y garantizar un futuro para su hermana, pero ahora, cada paso que daba parecía hundirla más en un abismo del que no estaba segura de poder escapar.
—Soy una idiota —susurró, su voz quebrándose al romper el silencio de la habitación.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, pero las apartó rápidamente con el dorso de la mano. No podía permitirse el lujo de llorar. No ahora. Si realmente quería protegerlo, tenía que ser fuerte. Tenía que hacer todo lo que aquel hombre le dijera.
Tengo que alejarlo de ella. No hay otra manera. Si se queda cerca, podrían usarlo en su contra. Podrían lastimarlo o algo peor. Y si alguna vez descubre lo que iba a hacer...
El nudo en su garganta se apretó aún más. Junho siempre había creído en ella, la había apoyado en sus momentos más difíciles, pero si supiera que estaba dispuesta a matar para conseguir dinero, ¿qué pensaría? ¿Cómo podría mirarlo a los ojos después de eso?
Se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación, incapaz de quedarse quieta mientras su mente luchaba con el dilema.
De repente, su teléfono vibró en la mesita de noche, sacándola de sus pensamientos. El apodo que le hacía puesto a Junho aparecía en la pantalla.
Miró el teléfono, sintiendo cómo su mano temblaba levemente, y dejó que el dispositivo siguiera vibrando hasta que la llamada se desvió al buzón de voz.
Finalmente, se dejó caer al borde de la cama nuevamente, sus manos enterradas en su cabello. Sabía que no tenía elección. Tenía que hacerlo. Por su bien. Por el de su madre. Por el de su hermana. Junho era demasiado importante para arriesgarlo, incluso si eso significaba romper su propio corazón en el proceso.
🦑♥️🚨
El aire frío de la mañana se colaba por el cuello del abrigo de Hyejin mientras caminaba por las calles hacia el café. Las hojas caídas crujían bajo sus botas, pero su mente estaba demasiado ocupada como para prestar atención a algo más que al nerviosismo que sentía. Acababa de dejar a Eunbi en la visita programada con su madre en el hospital, y ahora tenía que enfrentarse a algo que había estado posponiendo: Hablar con Junho.
Mientras abría la puerta del café, una cálida ráfaga de aire con aroma a café recién molido y canela la envolvió. Hyejin se sintió momentáneamente tranquila, pero el nudo en su estómago no se deshacía. Echó un vistazo al lugar; aún era temprano y había pocos clientes, lo que le daba un respiro de privacidad. Se dirigió a una mesa junto a la ventana, colocando su bolso con cuidado en la silla junto a ella.
Cuando la camarera se acercó, pidió un té de manzanilla, un intento desesperado de calmar su ansiedad.
Los minutos parecían estirarse como si el tiempo estuviera conspirando en su contra. Cada vez que alguien entraba al café, Hyejin levantaba la mirada rápidamente, esperando ver a Junho. Pero no era él, y su corazón seguía acelerado. Se terminó el primer té más rápido de lo que esperaba y, sin pensarlo mucho, pidió un segundo.
Sus pensamientos eran un mar de dudas, miedo y culpa. Junho no tenía idea de lo que iba a suceder, y eso la destrozaba aún más. Recordó su sonrisa, sus gestos cariñosos, la forma en que siempre le decía que todo estaría bien. Pero esta vez no lo estaría. Esta vez, ella sería la razón por la que todo se desmoronaría.
Y entonces, una voz cálida y familiar la sacó de sus pensamientos:
—Cariño, ¿llevas mucho esperando?
Su corazón pareció detenerse por un segundo cuando levantó la mirada y lo vio allí, de pie frente a ella, con esa sonrisa que siempre lograba hacerla sentir segura. Junho llevaba un abrigo gris claro, y su cabello desordenado por el viento lo hacía lucir más relajado de lo habitual. Antes de que pudiera reaccionar, él se inclinó y le dio un suave beso en la frente.
—Te ves linda hoy, como siempre —habló, con esa facilidad natural que siempre había tenido para hacerla sonrojar.
Hyejin forzó una sonrisa y trató de no dejar que la culpa la aplastara.
—Gracias —murmuró, su voz apenas un susurro.
Junho se sentó frente a ella, apoyando los codos sobre la mesa y observándola con atención.
—¿Hace cuánto llegaste?
—Hace un rato —Hyejin respondió, mirando su taza como si fuera lo más interesante del mundo—. Necesitaba pensar un poco.
—¿Pensar en qué? ¿Pasó algo? —Junho se apresuró a preguntar, enderezándose en su silla.
La contraria sintió cómo su garganta se cerraba. Sabía que Junho era perceptivo, que no le sería fácil ocultarle nada. Intentó calmarse, pero su voz tembló cuando respondió.
—Quería hablar contigo sobre algo importante.
La seriedad en su tono hizo que Junho frunciera el ceño. La conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que algo andaba mal.
—Hyejin, dime qué está pasando. No me asustes.
Ella levantó la mirada y, al encontrarse con sus ojos, sintió como si el aire en sus pulmones se esfumara.
—Junho... —comenzó, pero las palabras se atoraron en su garganta. Quiso detenerse, quiso echarse para atrás, pero sabía que ya no podía.
—Hyejin, sea lo que sea, estoy aquí para ti. Puedes decirme lo que sea.
Sus palabras la hicieron temblar. ¿Cómo podía lastimarlo así? ¿Cómo podía romper esa confianza que él le ofrecía tan generosamente?
Ella cerró los ojos por un momento, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir.
Hyejin respiró profundamente, tratando de encontrar el valor que sabía que necesitaría para lo que estaba a punto de decir. Su corazón latía con fuerza, resonando en sus oídos como un tambor frenético.
Lo miró fijamente durante unos segundos, queriendo grabarse en la memoria cada detalle de su rostro: la forma en que sus ojos parecían buscar siempre la verdad, la leve curva de sus labios cuando sonreía, incluso en los momentos más simples.
—Quiero terminar contigo —soltó de golpe, como si decirlo rápido pudiera disminuir el impacto de las palabras.
El mundo pareció detenerse por un momento. La expresión de Junho pasó de la sorpresa a la confusión en un instante.
—¿Qué...? —murmuró, antes de tomar las manos de la contraria entre las suyas con urgencia—. ¿Por qué? Hyejin, ¿qué pasó? ¿Hice algo mal?
—No, Junho, no hiciste nada mal. Esto no tiene nada que ver contigo.
—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué quieres terminar?
Hyejin cerró los ojos por un momento, intentando reunir fuerzas. Las palabras que había practicado una y otra vez en su cabeza parecían ahora insuficientes.
—Porque nuestra relación ya no es lo mismo.
—¿No es lo mismo? —Junho repitió, su voz incrédula—. Hace unos días estábamos bien. Hyejin, esto no tiene sentido. ¿Por qué es tan repentino?
—No es repentino. He estado pensándolo por un tiempo... Pero no había sido lo suficientemente valiente como para decírtelo antes.
Junho la observó en silencio por un momento, procesando sus palabras. Finalmente, negó con la cabeza, su voz teñida de desesperación.
—No. Podemos arreglarlo, lo que sea que esté mal. Cariño, no tienes que tomar esta decisión ahora.
Sus palabras hicieron que las lágrimas comenzaran a formarse en los ojos de Hyejin. Pero ella se negó a ceder. Estaba haciendo lo correcto. Lo hacía para protegerlo. Lo hacía porque lo ama.
—Junho... —murmuró, con la voz temblorosa.
Él la interrumpió, inclinándose ligeramente hacia adelante, buscando su mirada.
—¿Todavía me amas?
La pregunta la golpeó con fuerza. La habitación pareció llenarse de un silencio opresivo mientras ella trataba de encontrar una respuesta. Su mente gritaba que sí, que lo amaba más de lo que podía expresar, pero sabía que admitirlo solo lo pondría en peligro.
Después de unos segundos que parecieron una eternidad, Hyejin finalmente levantó la mirada y lo miró a los ojos.
—No. Ya no te amo.
La expresión de Junho se quebró. Por un momento, pareció estar a punto de decir algo, pero las palabras no salieron. Retiró sus manos lentamente, como si el contacto ahora le resultara doloroso.
—Entiendo —dijo finalmente, su voz apenas audible. Se levantó de su asiento, mirando a su ahora ex novia con una mezcla de tristeza y confusión—. Si eso es lo que sientes... No voy a obligarte a quedarte.
Sin decir nada más, Junho se dio la vuelta y salió del café, dejando a Hyejin sola con el sonido de sus pasos alejándose. En cuanto la puerta se cerró detrás de él, las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer sin control.
Hyejin apoyó la cabeza entre sus manos, sintiendo que el mundo entero se desmoronaba a su alrededor. Había roto su propio corazón para salvar el de Junho. Sabía que lo había perdido, y lo peor era que lo había hecho por algo que ni siquiera podía explicar.
🦑♥️🚨
El sonido monótono de los pasos de Hyejin resonaba en los silenciosos pasillos del hospital. Las luces fluorescentes emitían un resplandor frío, acentuando el agotamiento que marcaba sus facciones.
Cuando llegó frente a la puerta de la habitación de su madre, se detuvo un momento, respirando profundamente. Empujó la puerta con suavidad, y la familiar visión de su madre en la cama la golpeó como una ola de emociones.
—Hyejin —habló la mujer—. No deberías estar haciendo esto.
La aludida cerró la puerta tras de sí y se acercó lentamente, dejando su bolso en la pequeña mesa junto a la cama.
—¿Haciendo qué, mamá?
—Todo esto —Younghee respondió, haciendo un gesto débil hacia la habitación—. No tienes que seguir pagando este hospital. Yo... Yo puedo arreglármelas.
El corazón de Hyejin se encogió ante esas palabras. Su madre siempre había sido una mujer fuerte, pero ahora hablaba como si fuera una carga.
—Mamá, no digas eso —replicó, acercándose para sentarse junto a la cama. Le tomó la mano, notando lo frágil que se sentía entre las suyas—. No tienes que preocuparte por nada. Yo me encargaré de todo.
—Hyejin, no quiero que te sacrifiques tanto por mí. No quiero que arruines tu vida por esta enfermedad.
Esas palabras hicieron que el estómago de la chica se revolviera. Si su madre supiera las decisiones que había tomado, las cosas a las que se había comprometido, seguramente estaría aún más destrozada. Pero Hyejin no podía permitir que eso sucediera. Había tomado una decisión: haría lo que fuera necesario para proteger a su familia, incluso si eso significaba perderse a sí misma en el proceso.
—No estoy arruinando nada, mamá —Hyejin mintió, apretando un poco más la mano de la mayor—. Tú siempre te encargaste de mí, de Eunbi... Ahora es mi turno de cuidarte.
Los ojos de su madre la escanearon con atención, como si intentaran desentrañar un secreto oculto.
—Hija... ¿Estás segura de que estás bien? —preguntó con voz temblorosa.
—Estoy bien, mamá —respondió la menor con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Solo quiero que te concentres en recuperarte. Todo lo demás, déjamelo a mí.
Younghee no parecía convencida, pero tampoco tenía fuerzas para discutir. En cambio, asintió levemente y apretó la mano de su hija con la poca energía que le quedaba.
Hyejin permaneció allí un rato más, hablando de cosas triviales para distraer a su madre. Cada palabra de consuelo que decía estaba cargada de culpa, pero también de determinación.
Cuando finalmente dejó la habitación, Hyejin caminó a una gran velocidad por los pasillos, queriendo llegar lo más rápido posible a su casa.
🦑♥️🚨
El reloj marcaba casi la medianoche, y el restaurante estaba completamente vacío, su habitual bullicio reemplazado por un silencio que solo era interrumpido por las risas de Mijin y el señor Park. Las luces cálidas iluminaban suavemente el lugar, proyectando sombras danzantes en las paredes, mientras en la barra descansaban varias botellas vacías de soju.
Hyejin sujetaba una botella medio llena con ambas manos, girándola lentamente, como si el movimiento pudiera distraerla de lo que sentía.
El señor Park, tenía las mejillas enrojecidas por el alcohol mientras le contaba una anécdota con entusiasmo a Mijin, quien reía a carcajadas, golpeando la barra con la palma de la mano.
—¡Y entonces el cliente me mira y dice que el plato está demasiado picante! —exclamó el hombre entre risas—. Pero fue él quien pidió agregar más ají. ¡Ah, algunas personas nunca aprenderán!
—¡Eso suena como algo que le pasaría al señor Kim! ¿Recuerdan cuando él...? —Mijin se detuvo de repente, su risa apagándose al escuchar un suave sollozo.
Ambos voltearon hacia Hyejin, y sus expresiones cambiaron instantáneamente. Ella estaba llorando. No eran simples lágrimas silenciosas; eran sollozos profundos, desesperados, que sacudían todo su cuerpo. Su rostro estaba enterrado en sus manos, y sus dedos temblaban mientras seguía aferrándose a la botella de soju.
—¿Estás llorando porque nos quieres mucho otra vez? —bromeó Mijin—. Como la última vez que bebimos juntos, ¿recuerdas? Dijiste que éramos como tu segunda familia.
—Eso fue divertido. Nunca pensé que alguien pudiera ponerse tan sentimental con una botella de soju.
Pero Hyejin no reaccionó. Ni siquiera una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, que permanecía escondido entre sus manos mientras su cuerpo temblaba por el llanto. Mijin y el señor Park intercambiaron miradas de preocupación. Algo estaba realmente mal.
Mijin se acercó un poco más, inclinándose hacia ella.
—Hyejin... ¿Qué pasa? ¿Por qué estás así?
—Esta vez... —comenzó, sintiendo como su voz se quebraba levemente—. Esta vez lo arruine todo. De verdad lo arruine.
Sin pensarlo dos veces, Mijin se puso de pie y rodeó a su amiga con sus brazos, abrazándola con fuerza.
—No digas eso —le susurró, con voz tranquila pero firme—. Sea lo que sea, podemos solucionarlo. No estás sola, ¿me escuchas?
Hyejin se aferró al abrazo de su amiga, pero en lugar de calmarse, su llanto se intensificó.
El señor Park las miraba desde su asiento, claramente incómodo. No era un hombre que se sintiera cómodo lidiando con emociones tan crudas, pero la escena frente a él le partía el corazón. Después de un momento de vacilación, se aclaró la garganta y habló con la voz más amable que pudo reunir.
—Hyejin, no sé qué está pasando, pero pase lo que pase, todo va a estar bien.
La aludida quería creerle, pero las decisiones que había tomado y el daño que sentía que había causado pesaban demasiado en su pecho.
—¿Cómo puedes decir eso? —susurró, su voz rota por la desesperación—. No saben lo que he hecho...
—No importa lo que hayas hecho, Hyejin —el hombre suspiro, apoyando sus codos sobre la barra—. Lo importante es lo que harás a partir de ahora. Todos cometemos errores, pero eso no significa que no podamos arreglar las cosas.
—Escúchalo, Hyejin. Él tiene razón. A veces parece que todo se desmorona, pero no tienes que cargar con todo sola. Estoy aquí. Él está aquí. Te ayudaremos.
Hyejin cerró los ojos, dejando que las palabras de sus amigos penetraran en su mente. Por un momento, el peso que llevaba en su pecho pareció aligerarse ligeramente.
Aun así, sabía que enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones sería un camino difícil, pero en ese instante, rodeada de personas que se preocupaban por ella, sintió una pequeña chispa de esperanza.
JES'S NOTE !
ahora soy hija de papis separados 😭 me dolió escribir su ruptura, Y ME DOLIÓ AUN MÁS CUANDO HYEJIN LE DIJO A JUNHO QUE YA NO LO AMABA. tengo el corazón roto por ellos 😞
me da penita pensar que hyejin cree que su única solución es terminar con junho, pero si ella no le hubiera dicho que ya no lo amaba, él hubiera luchado por la relación 👎🏻 mis papis merecían más !!
la canción de 'i love you, i'm sorry' es mi imperio romano 🙇🏻♀️ gracie siempre logra hacer canciones para hacerte llorar hasta tener la cata hinchada.
desde el próximo capitulo comienza una fase nueva de hyejin 👏🏻
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