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seven. soldier 007

OO7 | SOLDIER 007

El amanecer entraba a duras penas por las cortinas del cuarto de Hyejin, filtrándose como débiles haces de luz que iluminaban su rostro cansado. Estaba profundamente dormida, su cuerpo agotado por las emociones del día anterior. Fue entonces cuando sintió una sacudida insistente y la voz aguda de Eunbi pronunciando su nombre con insistencia.

—¡Hyejin! ¡Despierta! —gritó la niña mientras la zarandeaba con más fuerza.

La mayor abrió los ojos lentamente, su mente aún atrapada en el letargo. Su voz salió ronca y apagada mientras se incorporaba ligeramente.

—Eunbi... ¿Qué pasa? —preguntó con pereza, llevándose una mano a la frente—. Si es por el desayuno, ya lo preparo.

—¡No es eso! —dijo, rodando los ojos como si fuera obvio—. Un hombre raro acaba de venir. Estaba vestido con un traje rojo y llevaba una máscara extraña. Llamó a la puerta y me dio esto.

Hyejin parpadeó, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La descripción la hizo tensarse de inmediato.

—¿Un hombre con traje rojo? —cuestionó, mientras su corazón comenzaba a latir más rápido—. ¿Qué máscara?

—No sé, parecía salido de un circo de terror —se burló Eunbi, imitando los gestos del hombre con dramatismo—. ¿Quién se viste así tan temprano? Seguro es un payaso frustrado.

El rostro de Hyejin se oscureció al comprender lo que esas palabras significaban. Saltó de la cama con una rapidez que sorprendió a Eunbi, quien retrocedió un poco por el sobresalto.

—¿Dónde está? ¿A dónde fue?

La niña señaló con desgana hacia la entrada.

—Ya no está, se fue hace rato. Solo dejó esto.

Hyejin se detuvo al borde de la entrada, con los ojos clavados en la pequeña.

—¿Qué dejó? ¿Dónde está?

Eunbi, confundida por la intensidad de su hermana, alzó un sobre blanco que había estado sosteniendo en la mano todo el tiempo.

—Esto. No sé qué es, pero parecía importante —murmuró, encogiéndose de hombros mientras se lo entregaba.

Hyejin arrebató el sobre y salió disparada hacia su habitación. Cerró la puerta tras ella con un golpe que hizo eco en el pequeño departamento. Eunbi se quedó frente a la puerta, frunciendo el ceño.

Dentro de su cuarto, Hyejin se apoyó contra la puerta, respirando profundamente. Su corazón latía con fuerza mientras observaba el sobre entre sus manos. Con dedos temblorosos, lo abrió y, al instante, sus ojos se agrandaron.

Dentro había una gran cantidad de billetes perfectamente ordenados. Era más de lo que había imaginado, más de lo que había esperado. Por un momento, su mente se nubló al pensar en todo lo que podía hacer con ese dinero. Podría cubrir los primeros tratamientos de su madre sin problemas. También aseguraría la estabilidad de Eunbi mientras ella estuviera ausente.

Una emoción mezclada de alivio y culpa la embargó, pero sus pensamientos se interrumpieron al notar algo más en el fondo del sobre. Había una tarjeta marrón, con figuras geométricas y letras negras. Sacó la tarjeta rápidamente y leyó su contenido:

"Este es el adelanto de tu primera ganancia. Hoy, Puente Han, número 007, 9:00 p. m."

Hyejin sintió cómo su estómago se retorcía mientras releía esas palabras una y otra vez. Su pecho se comprimió al recordar lo que estaba a punto de hacer, lo que había decidido. Era real. Todo esto era real. El dinero entre sus manos era la prueba de eso.

Se dejó caer en la cama, con la tarjeta todavía en la mano. Por un momento, cerró los ojos, intentando calmar la tormenta de emociones que la arrasaba. Sabía que lo estaba haciendo por su familia, pero no podía evitar sentir un escalofrío al pensar en lo que significaría cruzar ese puente y entrar en ese mundo desconocido y peligroso.

Hyejin se incorporó lentamente, guardando el dinero y la tarjeta en su bolso con movimientos automáticos. Se levantó y miró por la ventana, donde el día apenas comenzaba. Las calles seguían llenas de gente, ajena a su dilema.

Esa noche, todo cambiaría. Y aunque el miedo intentaba paralizarla, sabía que no podía permitirse flaquear. Había hecho un trato, y ahora tenía que cumplirlo.







































🦑♥️🚨































Aquel día estaba gris, y una fina llovizna comenzaba a empañar el parabrisas del vehículo de policía que Junho conducía. El joven oficial, con la mandíbula tensa y las manos firmemente agarradas al volante, apenas podía mantener su mente en el camino. Sus ojos, cansados y enrojecidos, revelaban que no había dormido en toda la noche.

Detrás de él, en el asiento trasero del auto, un ladrón esposado parloteaba sin parar, haciendo comentarios sarcásticos y lanzando bromas que claramente buscaban provocarlo.

—¿Sabes? He estado en mejores patrullas que esta —dijo el hombre, con una sonrisa burlona—. ¿Qué pasó? ¿Te peleaste con tu novia y ahora te toca manejar a los tipos como yo?

Junho cerró los ojos por un segundo, respirando profundamente para no dejarse llevar por la irritación.

—Cállate —respondió con voz baja pero firme, sin apartar la vista del camino.

El ladrón se encogió de hombros, como si la respuesta del oficial le divirtiera más de lo que le molestara.

El tráfico era pesado aquella mañana, y el silencio entre los pitidos de los autos parecía resonar más fuerte que el ruido mismo. En el siguiente semáforo, la luz roja lo obligó a detenerse. Junho aprovechó el momento para sacar su teléfono del bolsillo de su uniforme. Sin pensarlo mucho, desbloqueó la pantalla y ahí estaba: la foto que había estado evitando mirar desde anoche.

Era una imagen de él y Hyejin. En la foto, ambos sonreían como si el mundo entero no existiera más allá de ellos dos. Junho recordaba el momento exacto en que la habían tomado: Era su aniversario, y Hyejin había insistido en capturar el día con una selfie improvisada.

Su mirada se quedó fija en la pantalla, incapaz de apartarse de esa sonrisa que tanto amaba y que ahora parecía lejana e inalcanzable. El pecho se le comprimió al recordar la frialdad en sus palabras cuando ella le había dicho que ya no lo amaba.

Detrás de él, el ladrón notó la distracción y no perdió la oportunidad de hacer otro comentario.

—Bonita chica —habló con una sonrisa torcida—. Aunque, sinceramente, no entiendo cómo alguien como ella estaría con alguien tan aburrido como tú.

Junho sintió cómo esas palabras se clavaban en él como pequeñas agujas. Cerró los ojos por un instante, tratando de ignorarlo, pero no pudo evitar que el comentario resonara en su mente.

El ladrón soltó una carcajada al ver que su comentario le había afectado.

—Hermano, lo digo en serio, necesitas relajarte. Las mujeres no quieren un tipo que se tome todo tan en serio.

El semáforo cambió a verde, y Junho guardó su teléfono, volviendo a concentrarse en la carretera. Pero el nudo en su pecho no desaparecía.

Mientras conducía, la culpa y el arrepentimiento lo consumían. Había tantas cosas que deseaba haber hecho de otra manera, tantas palabras que debió haber dicho y momentos que debería haber atesorado más.

¿Y si realmente él era el problema?







































🦑♥️🚨































La lluvia caía con intensidad, el sonido de las gotas golpeando el pavimento creaba una melodía melancólica que acompañaba los pasos de Hyejin y Eunbi mientras caminaban bajo el paraguas. La mayor sujetaba el mango con firmeza, asegurándose de cubrir bien a su hermana menor. El aire fresco y húmedo se colaba entre sus cabellos, pero a pesar del clima, una sonrisa cálida iluminaba el rostro de Hyejin.

Eunbi, con su mirada curiosa y sus pequeños pasos apresurados para seguir el ritmo de su hermana, parpadeaba con frecuencia mientras miraba alrededor. La niña siempre tenía una energía contagiosa, pero ese día parecía algo más reservada. Tal vez era la lluvia, o tal vez intuía algo en la actitud de Hyejin, quien la observaba con ternura mientras caminaban juntas.

¿Cuánto tiempo iba a pasar hasta que pudiera volver a verla? Sabía que los juegos podían durar días, semanas, quizás más. Y aunque se había convencido de que estaba haciendo esto por su familia, no podía ignorar el nudo en su estómago al imaginarse lejos de Eunbi por tanto tiempo.

De repente, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando pasaron frente a una heladería iluminada, su colorida vitrina llena de conos y sabores parecía completamente fuera de lugar en medio de la lluvia. Eunbi se detuvo por un momento, observando los helados con ojos brillantes, pero rápidamente apartó la mirada, como si no quisiera parecer demasiado interesada.

Hyejin notó el gesto y sonrió, inclinándose un poco hacia su hermana.

—¿Quieres uno? —preguntó suavemente, intentando que su tono sonara casual, aunque por dentro sabía que quería hacer algo especial para Eunbi antes de irse.

—¿De verdad puedo? —preguntó, bajando la voz mientras lanzaba una rápida mirada al interior de la heladería—. Pero... ¿Está bien comer helado con este frío? Además, no deberíamos gastar dinero en cosas como estas.

Hyejin negó con la cabeza y le revolvió el cabello con cariño.

—No te preocupes por eso. Aun no te lo había dicho, pero conseguí un trabajo nuevo. Pagan mucho mejor ahora, así que podemos permitirnos un pequeño lujo.

Eunbi la miró con los ojos bien abiertos, su expresión cambiando a una mezcla de emoción y alivio.

—¡¿De verdad?! Eso es increíble, Jinnie. Estoy tan orgullosa de ti —dijo con una sonrisa radiante.

La sonrisa de su hermana era el recordatorio de todo lo que estaba sacrificando. Pero no podía permitir que Eunbi notara su conflicto interno, así que se obligó a mantener su expresión serena mientras asentía.

—Vamos, elige el sabor que quieras —murmuró, empujándola suavemente hacia la entrada de la heladería.

Una vez dentro, mientras Eunbi decidía emocionada entre los sabores, Hyejin no pudo evitar que su mente volviera a divagar. ¿Qué pasaría si no regresaba? No. Tenía que regresar. No había otra opción.

Eunbi eligió un cono de chocolate, y ambas salieron nuevamente a la calle, compartiendo el paraguas mientras Eunbi disfrutaba de su helado.

—Está delicioso. ¿No quieres probar? —preguntó, extendiéndole el cono.

—No, es todo tuyo.

El camino hacia el hospital continuó en silencio, pero no era un silencio incómodo. Hyejin se esforzó por grabar cada momento en su memoria: la risa suave de Eunbi, sus pequeños gestos al comer. Estos recuerdos serían su fortaleza en los días que estaban por venir.

Cuando finalmente llegaron al hospital, Hyejin se detuvo un momento antes de entrar. Miró a Eunbi y le acarició el rostro con ternura.

—Te quiero mucho, Eunbi. Siempre recuerda eso, ¿sí?

La niña frunció el ceño, confundida.

—Claro, Jinnie. ¿Por qué lo dices así?

—Por nada —rápidamente murmuró, forzando una sonrisa—. Vamos, mamá nos está esperando.

Eunbi asintió y sin pensarlo más, entró al edificio. Hyejin la siguió de cerca.

El aire dentro del hospital estaba impregnado de ese característico olor a desinfectante y tranquilidad inquietante. Las hermanas se acercaron al mostrador de recepción, donde una joven trabajadora las recibió con una sonrisa amable.

—¿En qué puedo ayudarles? —preguntó, mientras sus dedos tamborileaban ligeramente sobre el teclado.

—Venimos a visitar a nuestra madre, en la habitación 314 —Hyejin respondió con voz calmada.

La recepcionista revisó rápidamente los registros y les indicó con un gesto que podían pasar.

—Adelante. Ella está despierta.

—Gracias —la mayor murmuró como respuesta, tomando la mano de Eunbi para guiarla hacia el ascensor.

El silencio entre ambas solo era roto por el sonido de sus pasos y el leve chirrido del ascensor al detenerse en el tercer piso. Caminaron por el pasillo iluminado por luces blancas y finalmente llegaron a la habitación. Hyejin inhaló profundamente antes de girar el picaporte y empujar la puerta con cuidado.

Su madre estaba recostada en la cama, su rostro pálido pero aún mostrando esa expresión amorosa que siempre tenía para sus hijas. Al verlas entrar, una sonrisa cansada apareció en sus labios.

—Mis niñas —susurró con ternura.

Eunbi corrió hacia la cama y abrazó a su madre con cuidado, mientras Hyejin se acercaba más lentamente.

—Hola, mamá —la mayor habló suavemente, inclinándose para besar su frente.

Se sentaron juntas, Eunbi hablando emocionada sobre cosas triviales para animar a su madre. Mientras tanto, Hyejin escuchaba en silencio, dejando que su hermana llenara la habitación con esa energía juvenil que tanto le hacía falta a su madre.

Después de unos minutos, la mayor de las hermanas metió la mano en su bolso y sacó una pequeña caja envuelta con un lazo sencillo.

—Te traje esto —dijo, extendiéndoselo con una sonrisa tímida.

Su madre tomó la caja con manos temblorosas, abriéndola lentamente para revelar una selección de chocolates. Sus ojos brillaron con emoción, y una risa suave escapó de sus labios al notar que eran sus favoritos.

—Hyejin, no tenías que hacer esto...

—Quería hacerlo. Sé que los amas —respondió la aludida, sentándose al borde de la cama mientras su madre probaba uno de los chocolates.

El ambiente se llenó de calidez por un momento, pero Hyejin sabía que tenía que abordar el tema que había estado evitando. Sus dedos se entrelazaron nerviosamente sobre su regazo mientras buscaba las palabras adecuadas.

—Mamá... —comenzó, su voz temblando apenas perceptiblemente—. Quiero decirte algo.

Su madre la miró con curiosidad, inclinando la cabeza.

—¿Qué pasa, cariño?

Hyejin tomó una bocanada de aire, esforzándose por mantener su expresión tranquila.

—Conseguí un nuevo trabajo. Pagan mucho mejor que el anterior, y podré cubrir todo lo que necesitamos... Incluso tus tratamientos.

—Hyejin, eso es maravilloso —Younghee exclamó con emoción, sintiendo como su rostro se iluminaba—. Estoy tan orgullosa de ti.

A pesar de que ya sabía la noticia, Eunbi también celebró, aplaudiendo con entusiasmo. Pero antes de que las emociones inundaran la habitación, Hyejin alzó una mano con suavidad para detenerlas.

—Hay algo más —continuó, tragando saliva—. Este trabajo implica viajar al extranjero, así que voy a tener que irme por un tiempo. No sé exactamente cuándo podré volver, pero... Quiero que sepas que voy a estar pendiente de todo.

La expresión de su madre cambió por un instante, una sombra de preocupación cruzando sus ojos.

—¿Al extranjero? ¿Es realmente necesario?

—Sí, mamá. Es una gran oportunidad —Hyejin asintió con rapidez, dándole una sonrisa tranquilizadora—. Pero no te preocupes, todo estará bien. Ya he arreglado las cosas para que Eunbi esté cuidada y para que tú recibas todo lo que necesites mientras no estoy.

Younghee suspiró, claramente incómoda con la idea, pero al final asintió.

—Eres increíble, Hyejin. No sé qué haríamos sin ti... Pero prométeme que te cuidarás, ¿de acuerdo?

—Te lo prometo, mamá.

La conversación continuó por un rato, pero Hyejin no podía dejar de sentir el peso de sus palabras. Había mentido para protegerlas. Aun así, miró a su madre y a Eunbi, grabándose sus rostros en la mente.

Todo esto era por ellas.







































🦑♥️🚨































El cielo estaba teñido de un gris plomizo cuando Hyejin y Eunbi regresaron del hospital. La lluvia había menguado a un suave rocío, pero el frío de la noche empezaba a calar en sus huesos. Al cruzar el umbral de su pequeña casa, la mayor dejó escapar un suspiro, sabiendo que aún quedaban muchas cosas por hacer antes de partir.

Sin perder tiempo, se dirigió a la cocina. Los pasos de Eunbi resonaban por el pasillo mientras se cambiaba de ropa, pero Hyejin estaba demasiado concentrada como para distraerse. Tomó un delantal, se recogió el cabello en un moño descuidado y comenzó a cocinar.

Pasaron las horas, y el sonido de ollas y sartenes llenó el lugar. Hyejin trabajaba con una energía frenética, casi como si intentara volcar toda su ansiedad en la tarea. Cortaba, mezclaba y sazonaba con precisión, asegurándose de que cada plato fuera perfecto. El aroma de los guisos, sopas y guarniciones inundó la casa, envolviendo todo con una calidez que contrastaba con el nudo en su pecho.

Eso era lo menos que podía hacer por Eunbi. Si algo le pasaba en los juegos, al menos quiero que tenga comida buena durante unos días.

De repente, Eunbi apareció en la puerta de la cocina, frotándose los ojos con sueño.

—Jinnie, ¿qué haces? ¿Por qué cocinas tanto?

Hyejin le sonrió, ocultando su cansancio y la tormenta de emociones bajo una fachada tranquila.

—Quiero asegurarme de que tengas algo rico para comer mientras estoy ocupada con mi nuevo trabajo.

Eunbi frunció el ceño, algo desconcertada, pero no insistió.

A las seis de la tarde, Hyejin finalmente apagó el último quemador. En el pequeño comedor, alineó cuidadosamente los recipientes de plástico que contenían las comidas que había preparado: arroz con vegetales, guisos, empanadillas rellenas y hasta un par de postres que sabía que a Eunbi le encantaban. Se permitió un pequeño momento de orgullo al ver todo lo que había hecho, aunque su corazón seguía sintiéndose pesado.

Con el tiempo corriendo en su contra, llamó a Mijin, su mejor amiga, para confirmar que su hermana menor, Jiyeon, podía encargarse de Eunbi. Jiyeon era alguien en quien confiaba plenamente, y, lo más importante, a su hermanita le agradaba.

—¿Estás segura de esto, Hyejin? —preguntó su amiga al otro lado del teléfono. Su tono era preocupado—. Sé que no es fácil para ti dejar a Eunbi.

—No tengo otra opción, Mijin —respondió con un suspiro—. Jiyeon es perfecta para esto. Y necesito asegurarme de que Eunbi esté bien mientras no estoy.

Finalmente, Mijin aceptó, aunque seguía sonando dudosa. Hyejin colgó, intentando ignorar la punzada de culpa que sentía.

Cuando el reloj marcó las ocho y media de la noche, Hyejin sabía que era el momento. Eunbi estaba en el sofá viendo una película, acurrucada bajo una manta, mientras Jiyeon se sentaba cerca, manteniéndola entretenida.

Hyejin se arrodilló frente a Eunbi, apartándole un mechón de cabello del rostro.

—Eunbi, tu hermana mayor tiene que irse ahora. Pero Jiyeon estará aquí contigo, ¿de acuerdo?

La niña la miró con ojos grandes y brillantes, claramente preocupada.

—¿Volverás pronto?

—Sí, claro que sí. Pero mientras no estoy, asegúrate de comer bien y portarte bien con Jiyeon, ¿de acuerdo?

—Prométeme que estarás bien, Jinnie.

Hyejin forzó una sonrisa y asintió, abrazándola con fuerza.

—Lo prometo.

Luego, tomó su bolso, ajustó su abrigo y salió del apartamento, cerrando la puerta detrás de ella. La noche era fría y oscura, y el viento cortaba su rostro mientras caminaba hacia el punto de encuentro.

El aire frío junto al río Han parecía más denso aquella noche, envolviendo a Hyejin en una inquietante sensación de soledad. Las luces de la ciudad, visibles a lo lejos, titilaban como si intentaran recordar que, aunque el mundo seguía girando, ella estaba a punto de adentrarse en algo que podría cambiar su vida para siempre.

Al llegar al lugar designado en la tarjeta, sus ojos se clavaron en tres camiones estacionados frente a ella. Eran enormes, casi intimidantes, y parecían tragarse la poca luz que los rodeaba. El del medio permanecía con las puertas traseras abiertas, mientras que los otros dos estaban completamente cerrados. Su mirada vagó entre ellos, buscando algún indicio o señal que le indicara qué debía hacer. Finalmente, decidió que tenía que entrar, así que se dirigió al camión del centro.

El sonido de sus botas resonaba con cada paso que daba en el asfalto mojado, amplificando el nerviosismo que se acumulaba en su pecho. Al llegar, tomó una última bocanada de aire, sintiendo cómo el frío quemaba sus pulmones, y subió al camión. Una vez dentro, cerró las puertas tras de sí con un firme clic.

De inmediato, el camión comenzó a moverse. El repentino balanceo la tomó por sorpresa, y tuvo que apoyarse contra una de las paredes metálicas para no perder el equilibrio. Sus ojos recorrieron el interior del vehículo, estudiando el espacio. Estaba dividido en pequeñas habitaciones, cada una identificada con un número.

—"007" —murmuró para sí misma, recordando lo que decía la tarjeta que había recibido.

Su respiración se volvió más pesada mientras avanzaba por el estrecho pasillo. Al llegar frente a la puerta con el número 007, una mezcla de miedo y determinación se apoderó de ella. Giró la perilla con manos temblorosas y entró.

La habitación era pequeña, casi claustrofóbica, y estaba iluminada por una tenue luz blanca que parecía amplificar cada detalle del espacio. Sobre un banco metálico, cuidadosamente doblados, descansaban una máscara y un traje rojo. Al verlos, supo de inmediato lo que tenía que hacer.

El traje parecía más una declaración que una prenda; su color rojo vibrante transmitía una mezcla de autoridad y peligro. La máscara, en cambio, era inquietante, con un diseño que ocultaba completamente el rostro, convirtiendo a quien la llevara en una figura anónima e imponente.

Hyejin soltó un largo suspiro, cerrando los ojos mientras intentaba calmar su mente. No podía fallar. No podía permitirse ni un solo error.

Con manos firmes, tomó el traje y comenzó a ponérselo. Cada movimiento le parecía definitivo, como si al hacerlo estuviera sellando un pacto invisible. Al ajustarse la máscara, sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Su reflejo en el pequeño espejo de la habitación le devolvió la mirada, pero no era la misma Hyejin que había entrado en el camión.

—Es ahora o nunca.








































































































JES'S NOTE !

JUNHO MI VIDA TU NO ERES EL PROBLEMA Y NADA FUE TU CULPA 😭 te amo, perdóname por hacerte sufrir, pero es por tu propio bien.

voy a seguir repitiendo qué hyejin es la verdadera definición de "uno hace todo por su familia" 😞 es capaz de matar y perderse a sí misma solo para ver a los que quiere ser feliz, y la amo por eso.

PREPARENSE PORQUE SE VIENE LO BUENO !!!

creen que hyejin será una soldado que no tiene piedad o que le costará acostumbrarse??

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