one. forced to grow up
OO1| FORCED TO GROW UP
Park Hyejin jamás conoció lo que era una vida fácil. Desde pequeña, su mundo estuvo teñido de gritos, golpes y el constante olor agrio del alcohol que emanaba de su padre. Su progenitor estaba atrapado en un ciclo interminable de vicios, gastaba cada moneda que ganaba en largas jornadas laborales en botellas de licor barato y apuestas que nunca lo favorecían.
El hogar que debería haber sido su refugio se convirtió en una prisión. Las pocas veces que su padre regresaba a casa, el ambiente se tornaba denso y cargado de miedo. No era cuestión de si habría un estallido de violencia, sino de cuándo. Hyejin aprendió desde muy joven a leer los gestos y el tono de voz de su padre para intentar protegerse y proteger a su familia, aunque rara vez era suficiente.
Los golpes caían sin discriminación. A menudo, el cuerpo pequeño de su hermana menor, que apenas entendía lo que estaba pasando, se escondía detrás de Hyejin. Ella soportaba las palizas con tal de mantener a la niña a salvo. Su madre, agotada y sin fuerzas para luchar, también sufría el peso de la ira de aquel hombre que alguna vez prometió cuidarlas.
Para sobrevivir, Hyejin enterró sus sueños, su inocencia y su deseo de una vida diferente. Lo único que le quedaba era la promesa silenciosa que se hacía cada noche antes de dormir: un día, se libraría de todo esto, y se llevaría a su madre y a su hermana con ella.
Para lograr su promesa, Hyejin trabajaba largas horas como mesera en un pequeño restaurante de barrio, un lugar con mesas desgastadas y una atmósfera cálida donde los clientes siempre regresaban por la comida casera y las sonrisas genuinas. Aunque la jornada era agotadora, para Hyejin era una de las pocas maneras en que podía ayudar a su madre a salir adelante. Con su sueldo, contribuía a pagar las interminables deudas que su padre había dejado.
Desde que tenía memoria, Hyejin había aprendido a ganarse la vida. De niña vendía dulces en las calles y recogía botellas vacías para venderlas. Mientras otros niños jugaban y reían, ella cargaba con responsabilidades que nunca le correspondieron.
Sin embargo, en medio de las dificultades, había algo bueno que iluminaba su vida, algo que le daba esperanza y un motivo para seguir adelante: Hwang Junho. Lo había conocido hace cuatro años, en una noche que nunca olvidaría.
Con Junho, Hyejin se permitió soñar de nuevo, aunque fueran pequeños sueños: una vida tranquila, una casa lejos del ruido y el caos, y tal vez, algún día, una familia que no estuviera marcada por la violencia.
Ahora, Hyejin caminaba por las bulliciosas calles de la ciudad con una sonrisa dibujada en el rostro, el sol de la tarde acariciando suavemente su piel. En sus manos se encontraba una bolsa cuidadosamente preparada contenía el almuerzo que había cocinado para Junho. Sabía que su novio había salido apresurado esa mañana, sin llevarse nada para comer.
—Siempre se olvida de cuidar de sí mismo —murmuró para sí misma.
Al llegar a la estación de policía, un edificio robusto con paredes grises, Hyejin respiró sonrió.
Al cruzar las puertas principales, el aroma a café y papeles viejos la envolvió. En los pasillos, los agentes iban y venían con prisa, algunos cargando carpetas y otros murmurando en voz baja sobre los casos del día. Entre ellos, reconoció al jefe de Junho, un hombre robusto de cabello canoso y expresión amigable, que caminaba con un vaso de café en la mano.
—¡Hyejin! —la saludó con entusiasmo al verla—. ¿Qué te trae por aquí?
La mujer se inclinó ligeramente en un saludo respetuoso.
—Buenos días, jefe. Le traje el almuerzo a Junho. Esta mañana salió tan rápido que olvidó llevarse algo.
—Ah, el amor de la juventud —comentó, sacudiendo la cabeza con una sonrisa nostálgica—. Qué tierno. Desearía que mi esposa siguiera haciendo cosas así por mí. Ahora, si olvido mi almuerzo, ella solo me dice que me las arregle con lo que encuentre.
—Supongo que depende de la persona —la castaña rió suavemente—. A mí me gusta cuidar de Junho, aunque a veces me saque de quicio con lo despistado que es.
—Eres una buena chica, Hyejin —murmuró, asintiendo para si mismo—. Junho tiene suerte de tenerte. Está en su oficina atendiendo algunos detalles de un caso, pero puedes pasar a verlo. Estoy seguro de que le alegrarás el día.
—Gracias, jefe —respondió ella con un brillo en los ojos antes de dirigirse hacia la oficina.
Hyejin caminó por el pasillo con pasos firmes, pero ligeros, sujetando con cuidado la bolsa de almuerzo. Al llegar, a la oficina de su novio, golpeó suavemente la puerta entreabierta antes de asomar la cabeza.
—¿Interrumpo? —preguntó con una sonrisa juguetona en los labios.
Junho, que estaba concentrado en un montón de documentos sobre su escritorio, levantó la vista al escuchar su voz. Por un momento, la sorpresa iluminó su rostro antes de transformarse en una sonrisa cálida.
—Cariño... —murmuró, dejando de lado el bolígrafo y poniéndose de pie. Sin pensarlo dos veces, rodeó el escritorio y se acercó rápidamente a ella, envolviéndola en un abrazo firme pero tierno.
La mujer rió suavemente contra su pecho, sintiendo el calor de sus brazos.
—¿Qué clase de bienvenida es esta? Solo vine a traerte el almuerzo.
—No esperaba verte aquí, es una buena sorpresa.
—Quería asegurarme de que no murieras de hambre —Hyejin bromeó, levantando la bolsa de almuerzo—. Sabía que saliste sin llevarte nada esta mañana.
—Siempre estás cuidando de mí, ¿verdad? —el hombres murmuró, tomando la bolsa con una sonrisa agradecida.
—Alguien tiene que hacerlo.
Junho abrió la bolsa con lentitud, y cuando vio el contenido sonrió con satisfacción.
—Esto huele increíble, como siempre. ¿Qué sería de mí sin ti?
—Probablemente estarías comiendo ramen instantáneo en tu escritorio.
Él rió suavemente y señaló la silla frente a su escritorio.
—Siéntate conmigo mientras como. Sería mucho mejor que hacerlo solo.
Hyejin asintió y se acomodó en la silla, apoyando los codos sobre el escritorio mientras lo observaba sacar los recipientes.
—Espero que no te moleste que haya agregado un poco más de kimchi. Sé que últimamente has estado trabajando demasiado, así que pensé que algo picante te despertaría.
Junho tomó un bocado y asintió con aprobación.
—Está perfecto. No sé cómo haces para cocinar tan bien después de un turno largo en el trabajo.
El hombre tomó otro bocado de la comida que su novia le había traído y dejó escapar un suspiro de satisfacción.
—Honestamente, creo que podrías abrir un restaurante y arrasar con todos.
Hyejin sonrió con orgullo, apoyando la barbilla en su mano.
—Lo tomaré como un cumplido. Aunque no creo que abrir un restaurante con solo un cliente fiel, como tú, sea un gran negocio.
—¿Solo un cliente fiel? ¿Sabes cuánta gente estaría haciendo fila si supieran que cocinas así? —Junho levantó una ceja, fingiendo estar ofendido—. Apuesto a que el jefe vendría todos los días, y probablemente se traería a todo el equipo de la estación.
—Bueno, si eso pasara, podría pedirte que seas mi camarero estrella —murmuró la mujer, rodando los ojos con diversión—. Imagínate, un policía con uniforme de mesero. Seguro atraerías a las clientas.
—¿Eso es un intento de hacerme celoso? Porque si quieres, puedo empezar a practicar mi encanto de mesero aquí mismo.
—¿Encanto? Junho, apenas y sabes pedir un café sin que te miren raro —Hyejin se burló—. No creo que el servicio al cliente sea lo tuyo.
El mayor se inclinó hacia ella, apoyando los codos en el escritorio y entrecerrando los ojos con fingida seriedad.
—¿Quieres apostar? Mira esto.
Se levantó de su asiento, tomó un bolígrafo como si fuera una bandeja imaginaria y caminó hacia ella con pasos exageradamente elegantes.
—Bienvenida, estimada cliente. Hoy tenemos el menú especial preparado por la chef más talentosa de la ciudad. ¿Le gustaría acompañarlo con un refresco de cortesía o tal vez un café preparado por este humilde camarero?
—Junho, parece que estás audicionando para un papel en una comedia. Definitivamente no te contrataría.
—Aquí estoy, tratando de perfeccionar mi nueva carrera, y tú me destrozas con tus críticas.
—Es por tu bien —Hyejin murmuró, sintiendo como una sonrisa divertida se formaba en su rostro—. Pero debo admitir que fue entretenido. Si algún día decides dejar la policía, tal vez puedas intentarlo en el teatro.
Junho se dejó caer en su silla con una sonrisa satisfecha.
—Lo consideraré, pero solo si tú estás en la primera fila, aplaudiendo más fuerte que nadie.
—Siempre encuentras una forma de hacerme reír, incluso cuando no lo intento.
—Es mi talento secreto —respondió él, volviendo a su comida—. Y contigo, vale la pena usarlo.
🦑♥️🚨
Junho había recibido una llamada urgente del trabajo y, con un beso apresurado en la mejilla, se había despedido de Hyejin, dejándola sola en la estación.
La mujer caminaba por las calles bulliciosas de la ciudad, con la luz del sol jugando entre los edificios. Su destino era un supermercado cercano. Había revisado su billetera antes de salir y notó que le sobraba algo de dinero después de cubrir las cuentas más urgentes. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Era raro tener margen para algo extra, y quería hacer un gesto especial para su familia.
A su hermana le encantaba el chocolate, y su madre siempre había sido fanática de las fresas frescas. Decidió que un pastel de chocolate con fresas sería perfecto, algo dulce para aligerar los días difíciles que todas enfrentaban.
Mientras paseaba por los pasillos, su mente vagaba hacia recuerdos de su hermana menor. Recordaba cómo sus ojos brillaban cada vez que veía algo hecho especialmente para ella.
Se detuvo frente a una estantería repleta de tabletas de chocolate y eligió una que sabía que sería perfecta para fundir. Luego, caminó hacia la sección de frutas, seleccionando con cuidado las fresas más maduras y brillantes que pudo encontrar. Su mente no dejaba de visualizar el pastel: un bizcocho suave, cubierto con una capa brillante de chocolate y decorado con fresas jugosas.
Mientras colocaba los ingredientes en su canasta, sintió una punzada de nostalgia. Miró a su alrededor, notando a madres con sus hijos y parejas eligiendo productos juntos. Por un momento, deseó que su familia pudiera tener una vida más tranquila, una en la que pudieran permitirse hacer compras como esa sin preocupaciones constantes.
Finalmente, pagó y salió del supermercado con la bolsa en mano. Mientras caminaba de regreso a casa, el aire fresco acariciara su rostro. Era un momento de paz, uno que rara vez podía permitirse, y se esforzaba por disfrutarlo mientras durara.
A medida que se acercaba a su casa, los pensamientos sobre el pastel que iba a preparar para Eunbi la invadieron. Sin embargo, todo ese sosiego se desmoronó en un instante cuando escuchó un sonido que conocía demasiado bien: gritos desgarradores, llenos de rabia, y un llanto sofocado que le heló la sangre.
—No, por favor, no otra vez... —murmuró, sintiendo un nudo en el estómago. Su respiración se aceleró, y sus pasos, que antes eran tranquilos, se convirtieron en una carrera desesperada hacia la puerta de su casa.
Cuando llegó, sus manos temblaban mientras sacaba las llaves del bolso. Escuchaba con más claridad ahora. Los gritos eran los de su padre, roncos por el alcohol y la furia, y los sollozos pertenecían a su hermana pequeña.
Finalmente, la llave encajó y giró. Abrió la puerta con un estruendo, empujándola con tanta fuerza que golpeó la pared. Lo primero que vio fue a su padre, tambaleándose frente a la puerta de la habitación de Eunbi, golpeándola con los puños cerrados mientras gritaba amenazas incoherentes.
—¡ÁBREME LA MALDITA PUERTA!
—¡Déjame en paz! ¡Por favor, papá, déjame en paz! —Eunbi exclamó, llorando desde el otro lado.
El corazón de Hyejin latía tan fuerte que sentía que podría explotar. Una mezcla de ira, miedo y desesperación se apoderó de ella. Soltó el bolso al suelo y avanzó hacia su padre sin dudar.
—¡Detente!
Su padre se giró bruscamente hacia ella, sus ojos inyectados de sangre y el olor del alcohol impregnando el aire.
—¿Tú también vienes a darme órdenes, mocosa? —gruñó, dando un paso hacia ella.
Hyejin no retrocedió, aunque todo en su cuerpo le pedía que lo hiciera.
—Deja a Eunbi en paz —habló con firmeza, poniéndose entre él y la puerta de la habitación.
Él soltó una carcajada amarga, como si sus palabras fueran un chiste.
—¿Y quién te crees que eres para decirme qué hacer en mi propia casa?
—Soy su hermana, y no voy a permitir que la toques.
Su padre levantó una mano como si fuera a golpearla, pero Hyejin no se movió. Lo miró directamente a los ojos, como si estuviera desafiandolo.
—¿Eso es todo lo que sabes hacer? ¿Golpear a las personas que se supone que deberías cuidar? ¡Eres un cobarde!
Por un momento, él se quedó inmóvil, su mano todavía levantada. Luego, con un gruñido de frustración, dejó caer el brazo y retrocedió tambaleándose.
—¡Maldita sea! ¡No valen nada! —murmuró antes de dirigirse hacia la sala, tambaleándose mientras buscaba más alcohol.
Hyejin se quedó ahí, respirando con dificultad, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar. Pero no podía permitirse llorar todavía. Golpeó suavemente la puerta de la habitación de su hermana pequeña.
—¿Eunbi? Soy yo, ya pasó. Está en la sala. Puedes abrir.
En cuánto terminó de hablar, escuchó un pequeño clic mientras la cerradura giraba, y la puerta se abrió lentamente. La menor apareció con los ojos hinchados y el rostro lleno de lágrimas. Sin decir una palabra, se lanzó a los brazos de Hyejin, sollozando con fuerza.
—Lo siento, pequeña —la mayor susurró, abrazándola con fuerza mientras acariciaba su cabello—. No debería estar pasando esto. Te prometo que haré todo lo posible para sacarnos de aquí.
Eunbi no respondió, solo se aferró más a ella. Y en ese momento, Hyejin sintió el peso de toda la responsabilidad sobre sus hombros. Haría lo que fuera necesario para proteger a su hermana, incluso si eso significaba enfrentarse a su propio padre una y otra vez.
🦑♥️🚨
La noche estaba envuelta en un silencio interrumpido solo por el crujir de las hojas al viento y el suave zumbido de los postes de luz. Hyejin, ahora se encontraba sentada en la pequeña sala después de asegurarse de que su padre se había ido.
Luego de unos segundos, la mujer se levantó con determinación y se dirigió a la habitación de su hermana. Abrió la puerta con cuidado, encontrándola nuevamente acurrucada bajo las mantas, aunque no estaba dormida.
—Pequeña —Hyejin la llamó suavemente mientras se sentaba en el borde de la cama.
—Hermanita... —murmuró, sintiendo cómo su mirada se iluminaba al ver a la mayor.
—Está todo bien ahora. Papá se fue. Pero no podemos dejar que termine el día así, ¿verdad? —canturreó, haciendo que la niña asintiera, confundia—. Tengo una idea: ¿qué te parece si hacemos un pastel? Uno de chocolate y fresas, tu favorito.
—¿De verdad? —exclamó con emoción—. ¿Un pastel? ¿Ahora?
—¡Claro que sí! Nada cura un día malo como algo dulce. Y, además, necesito una experta en mezcla de chocolate. ¿Crees que puedas con el desafío?
Eunbi se sentó más derecha, emocionada por la propuesta.
—¡Puedo hacerlo! ¡Soy la mejor mezcladora de chocolate!
Hyejin se rió ante si reacción y extendió su mano para ayudarla a levantarse.
—Eso quería escuchar. Vamos, pequeña chef.
En la cocina, la mayor empezó a sacar los ingredientes que había comprado esa tarde. Colocó los huevos, el cacao, la harina y las fresas sobre la pequeña mesa mientras Eunbi observaba con ojos atentos.
—Bien, tú te encargas de la mezcla del pastel. Pero esta vez, no te comas la masa antes de hornearla, ¿de acuerdo? —Hyejin habló con una sonrisa traviesa.
—¡Eso fue solo una vez! —la niña se defendió—. Además, estaba probando para asegurarme de que estuviera rica.
—Claro, claro... Y yo nací ayer.
Al sentirse avergonzada, Eunbi decidió romper el silencio con un tema que sabía que haría que los colores subieran al rostro de su hermana: Junho.
—¿Junho sabe que hacemos pasteles cuando estamos tristes? —preguntó mientras batía la mezcla con entusiasmo.
Hyejin, que estaba cortando las fresas, se detuvo por un momento, sintiendo el calor subir a sus mejillas.
—No... No lo sabe. Y espero que nunca lo descubra. ¿Te imaginas? Seguro diría algo como: '¿Por qué no me guardaste un pedazo?' o peor, se pondría a reír.
—Él siempre se preocupa por ti, ¿verdad? Me gusta cómo te mira. Como si fueras la persona más importante del mundo.
Hyejin fingió ignorar el comentario, pero no pudo evitar sonreír.
—Él es... Bueno conmigo.
—Bueno contigo —repitió Eunbi con tono burlón—. ¡Eso es quedarse corta! Junho es el príncipe que rescata a la princesa mesera. ¡Es como un cuento de hadas!
—¡Eunbi! —Hyejin exclamó, riendo y lanzándole una pequeña pizca de harina.
—¡Oye! ¡Eso no se vale!
La niña tomó un poco de cacao y lo lanzó de vuelta. En cuestión de segundos, la cocina se transformó en un campo de batalla culinario, con harina, cacao y risas volando por todos lados.
Finalmente, agotadas por la pelea, ambas se dejaron caer en las sillas, riendo a carcajadas.
—Sabes, si Junho supiera lo desastre que somos en la cocina, probablemente nos arrestaría por crímenes contra la repostería —bromeó Hyejin mientras trataba de limpiarse la cara con un paño.
—Bueno, al menos tendría una excusa para venir más seguido —la menor respondió con una sonrisa pícara.
🦑♥️🚨
La cocina seguía siendo un caos, con harina y cacao esparcidos por todos lados mientras las risas de las hermanas Parl llenaban el ambiente. Estaban tan concentradas en colocar la mezcla del pastel en el molde que no notaron el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose. Fue solo cuando escucharon pasos cansados y el ruido de unas bolsas siendo colocadas en el suelo que Hyejin levantó la vista.
—¡Mamá! —exclamó, dejando rápidamente el molde en la mesa y corriendo hacia la entrada.
Su madre estaba ahí, visiblemente agotada después de un largo día de trabajo, cargando más bolsas de las que parecía razonable.
—Hola, hijas —dijo con una sonrisa cansada pero cálida.
—Déjame ayudarte con eso, mamá —Hyejin insistió mientras tomaba las bolsas más pesadas—. ¿Por qué no llamaste? Te habría ido a buscar.
—Sabes que siempre puedo con esto, querida.
Mientras la chica colocaba las bolsas en la cocina, Eunbi corrió hacia su madre, rodeándola con sus pequeños brazos.
—¡Mamá! Hyejin y yo estamos haciendo pastel de chocolate con fresas. ¡Va a ser el mejor del mundo!
—¿Ah, sí? —la mujer preguntó, riendo levemente—. Entonces llegué justo a tiempo para probarlo.
—Estás agotada, mamá. ¿Por qué compraste tantas cosas?
—Porque necesitábamos algunas cosas para la casa —respondió mientras se quitaba los zapatos—. Pero dime, ¿qué las animó a hacer un pastel hoy?
Hyejin evitó su mirada por un momento, recordando la caótica escena con su padre horas antes. No quería preocuparla más de lo necesario.
—Solo quería animar un poco a Eunbi y, bueno, darnos un gusto.
Su madre sonrió al escuchar esto, aunque una sombra de preocupación pasó por sus ojos.
—Gracias, cariño... Eres una buena hermana.
—¡Jinnie dice que yo soy la mejor mezcladora de chocolate! ¡Mamá, mira cómo lo hago!
La madre de las chicas observó la escena con ternura, apoyando el mentón en una mano.
—Siempre logras que esta casa se sienta un poco más cálida, Hyejin. Me alegra verlas tan felices.
La mayor se sonrojó levemente, respondiendo con una sonrisa tímida mientras se volvía hacia Eunbi para ayudarla con los últimos toques del pastel.
—Bueno, alguien tiene que mantener el ánimo arriba.
Mientras trabajaban juntas, la mujer comentó casualmente:
—Por cierto, ¿cómo está Junho? No lo he visto últimamente.
—¡Junho sigue enamorado de Jinnie, mamá! —la niña se apresuró a exclamar, riendo con picardía—. Hoy ella le llevó el almuerzo a la estación de policía. Fue muy romántico.
—¡Eunbi!
—Junho. Siempre me ha parecido un buen chico —murmuró su madre—. Es bueno saber que alguien cuida de ti, cariño.
—¿Sabes qué, mamá? Jinnie siempre dice que no quiere preocuparse por él, pero luego está pensando en lo que le gusta comer o si está trabajando demasiado.
—¿Vas a querer pastel o no? —la mayor exclamó, sonriendo con diversión.
—¡Quiero pastel, pero también quiero que admitas que amas a Junho!
La cocina estalló en risas mientras el aroma del chocolate llenaba el aire. Su madre observó a sus hijas con una mezcla de alegría y melancolía. Aunque las dificultades aún pesaban sobre la familia, momentos como este le recordaban que todavía tenían algo invaluable: la calidez de estar juntas.
JES'S NOTE !
HOLAAA <3 estaba muy emocionada por publicar este fic, ya que es una idea que tengo desde el 2021 en borradores ( literalmente desde que salió la serie ) 😭 así que estoy muy feliz de por fin poder publicarlo. espero que les guste !!
les digo desde ahora que muy probablemente se frustren por algunas actitudes de la oc ( incluso yo me estrese al escribirla ), pero tengan la mente abierta Y ENTIENDANLA 🙇🏻♀️ tuvo una vida difícil, y por eso es como es.
por ciertoooo, puede que haya algunos errores en los detalles de los soldados, ya que como aún no se sabe mucho sobre ellos, hice la historia con la información que tenia. si ven algún error, siéntanse libres de hacérmelo saber 🫶🏻
GRACIAS POR DARLE UNA OPORTUNIDAD A ESTE FIC <3 recuerden comentar y no ser lectores fantasmas !!
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