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four. become what you hate the most

OO4 | BECOME WHAT YOU HATE THE MOST

La realidad frente a Hyejin se tornaba insoportable. Su madre yacía inconsciente en el suelo, su rostro pálido y su respiración apenas perceptible. Las manos de la chica temblaban mientras intentaba sacudirla con suavidad, suplicando en un susurro desesperado:

—Mamá... Por favor, despierta.

El llanto desconsolado de Eunbi llenaba la habitación, intensificando la presión que ya sentía en su pecho.

Hyejin tragó saliva con dificultad, tratando de calmarse, pero el miedo nublaba su juicio. Por un instante, el caos a su alrededor parecía abrumarla, hasta que una imagen clara cruzó su mente: Junho. Él sabría qué hacer. Tenía que llamarlo.

Con manos temblorosas, sacó su teléfono del bolsillo, sus dedos moviéndose con torpeza mientras marcaba su número. Mientras esperaba que contestara, respiró hondo y se inclinó hacia Eunbi, tomando a la niña entre sus brazos para calmarla.

—Eunbi, escucha —dijo con voz suave, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse—. Necesito que hagas algo muy importante. Junho va a contestar en cualquier momento, ¿de acuerdo? Quiero que le digas que mamá se ha desmayado y que necesitamos su ayuda. ¿Puedes hacer eso por mí?

La niña asintió con la cabeza, aunque sus ojos estaban llenos de confusión y miedo. Hyejin le entregó el teléfono cuando escuchó el tono de llamada detenerse y la voz familiar de Junho al otro lado de la línea. Eunbi apenas podía hablar entre sollozos.

—¡Junho! —la pequeña grito con desesperación—. Mamá... Mamá está en el suelo. No despierta. ¡Por favor, ven rápido!

Hyejin observó a su hermana con un nudo en la garganta. Quería consolarla, pero su mente estaba enredada en una maraña de pensamientos. Mientras Eunbi explicaba entre lágrimas lo que sucedía, la mayor se puso de pie con dificultad. Necesitaba tiempo. Tiempo para asegurarse de que Junho no viera el desastre en el que se encontraba.

Se dirigió al baño a pasos rápidos, cerrando la puerta detrás de ella y apoyándose contra ella por un momento. Sus piernas temblaban y sus manos se aferraban al borde del lavabo. Levantó la vista y se miró en el espejo. El reflejo era un recordatorio brutal de lo que acababa de ocurrir: el corte en su labio, las manchas de sangre en su rostro y las sombras que ya comenzaban a formarse alrededor de su ojo izquierdo. Una oleada de vergüenza y rabia la golpeó de lleno.

Abrió el grifo con brusquedad y comenzó a lavar su rostro, frotando con fuerza para eliminar cualquier rastro de sangre. El agua fría contra su piel parecía devolverle un mínimo de claridad, pero el reflejo seguía mostrándole algo que no podía borrar: el daño estaba ahí, más evidente de lo que podía soportar.

Cuando terminó, secó su rostro con una toalla y, sin pensarlo demasiado, buscó en su pequeño neceser de maquillaje. Su mano temblaba mientras aplicaba base y corrector en las zonas donde los hematomas comenzaban a oscurecerse. Era inútil intentar ocultar el corte en su labio, pero necesitaba minimizarlo todo lo posible. No podía permitir que Junho se diera cuenta de la magnitud de lo ocurrido.

—No quiero que me vea así... No puedo preocuparlo más de lo que ya lo hará esto —murmuró para sí misma, como si necesitara convencerse.

Cuando salió del baño, Eunbi seguía junto a Younghee, abrazándola mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Hyejin se arrodilló junto a ellas, acariciando el cabello de su hermana y susurrándole palabras de consuelo.

—Junho está en camino, Eunbi. Todo estará bien, lo prometo.

Aunque no estaba segura de sus propias palabras, sabía que necesitaba decirlas. Por Eunbi. Por su madre. Por las partes de ella misma que todavía luchaban por salir adelante.














































🦑♥️🚨






































Junho llegó a la casa con el corazón latiendo desbocado, una mezcla de preocupación e intuición pesada apoderándose de él desde el momento en que colgó la llamada con Eunbi. Pero nada podría haberlo preparado para la escena que encontró al detenerse frente a la puerta abierta.

El aire estaba impregnado de tensión y un leve olor a algo quemado o fuera de lugar. Las cosas estaban desparramadas por el suelo: una silla volteada, fragmentos de cerámica rota y el ambiente marcado por un caos evidente. Sus ojos se dirigieron rápidamente hacia el interior, y lo primero que vio fue a Younghee, desmayada en el suelo. Eunbi estaba a su lado, con los ojos hinchados por el llanto, mientras Hyejin intentaba consolarla. La expresión de su novia era tensa, una mezcla de agotamiento y algo que no podía identificar del todo.

—¿Qué demonios pasó aquí? —Junho preguntó al tiempo que cruzaba el umbral sin dudar.

Hyejin levantó la vista hacia él, sus labios apretados en una línea que apenas lograba ocultar su nerviosismo. Junho notó un corte en su labio. Sin embargo, decidió no decir nada al respecto. Al menos no ahora.

—Llegué a casa y... Mamá apenas dio unos pasos antes de desplomarse —Hyejin bajó la mirada, como si la mentira le pesara en la lengua—. Creo que estaba agotada, pero no lo sé con certeza.

Junho frunció el ceño mientras sus ojos recorrían la escena nuevamente. Había algo más, algo que no estaba siendo dicho, pero no había tiempo para cuestionarlo. Younghee seguía inconsciente y necesitaba atención médica inmediata.

—De acuerdo, no perdamos más tiempo —murmuró, para luego agacharse junto a la mujer, evaluando rápidamente su estado antes de tomarla en brazos con cuidado—. Vamos al hospital. Hyejin, tú y Eunbi suban al auto. Ahora.

La mayor asintió, tragándose el nudo que se había formado en su garganta. Eunbi se aferró a su hermana mientras Junho salía de la casa con paso firme, cargando a la madre de las chicas. Hyejin no pudo evitar observarlo por un instante, preguntándose cómo alguien podía irradiar tanta seguridad y calma en medio del caos. Pero ese pensamiento fue efímero; tenía que asegurarse de que Eunbi estuviera bien.

—Eunbi, ven conmigo, cariño. Junho nos llevará al hospital y mamá estará bien, ¿de acuerdo? —susurró, tomando la mano de su hermana mientras salían al auto.

En el vehículo, Junho colocó a Younghee cuidadosamente en el asiento trasero, asegurándose de que estuviera lo más cómoda posible. Hyejin se sentó junto a su madre, sosteniéndola mientras Eunbi se acurrucaba contra su costado. Junho subió al asiento del conductor y encendió el motor.

—Llegaremos en unos minutos. Sigan hablando con ella, por si reacciona —habló con firmeza.

—Mamá, por favor, despierta. Estamos yendo al hospital. Junho está aquí, todo estará bien... —Hyejin comenzó, sintiendo como su voz se quebraba un poco, pero rápidamente se recompuso.

De reojo, la chica observó a su novio, quien conducía con el rostro concentrado, sus manos firmes en el volante. Por un momento, deseó poder compartirle toda la verdad, pero el miedo a las consecuencias la detuvo. En cambio, se aferró a la esperanza de que, al menos esa noche, las cosas encontrarían una tregua.














































🦑♥️🚨






































La atmósfera del hospital era silenciosa, pero cargada de un peso que Hyejin sentía como si le oprimiera el pecho. Después de horas de incertidumbre, finalmente tenían un diagnóstico. Younghee padecía insuficiencia renal crónica avanzada, una enfermedad que requería tratamientos costosos y regulares, como diálisis y posiblemente un trasplante de riñón. La noticia había caído sobre Hyejin como un bloque de concreto, dejándola con una mezcla de miedo, impotencia y determinación.

Eunbi, ajena al alcance total de lo que aquello significaba, se había quedado dormida en las piernas de su hermana mayor, aferrándose a un peluche que Junho había traído para calmarla. Hyejin miró el rostro inocente de su hermana y sintió una punzada de culpa. ¿Cómo iba a protegerla de todo esto? ¿Cómo iba a sostener a su familia cuando ya sentía que se desmoronaba bajo el peso de sus propias heridas?

Apoyó la cabeza contra la pared, dejando que el frío del mármol aliviara un poco el calor que subía por su cuello. Su mente estaba atrapada en un torbellino de planes y soluciones posibles. Podía pedir un préstamo al banco, aunque no sabía si su salario sería suficiente para cubrir los pagos. Quizás debería trabajar horas extras o buscar un segundo empleo. Tal vez incluso pedir un aumento... Aunque sabía que no sería fácil.

Los números y posibilidades se enredaban en su cabeza, y la ansiedad comenzaba a apoderarse de ella. Justo cuando sentía que se ahogaba en sus pensamientos, una voz familiar la sacó de ese trance.

—Cariño —la voz grave pero suave de Junho resonó en el lugar, cargada de preocupación.

Ella levantó la mirada y lo vio acercarse, con dos vasos de café en las manos. Su rostro, aunque cansado, mantenía esa expresión de firmeza y apoyo que tanto la reconfortaba. Junho se detuvo frente a ella y extendió uno de los vasos.

—Pensé que te vendría bien algo caliente. No has comido ni bebido nada desde que llegamos.

Hyejin tomó el café con una ligera sonrisa agradecida, aunque el peso en su pecho no desaparecía.

—Gracias... —susurró, su voz apenas un murmullo.

Junho se sentó a su lado, dejando un pequeño espacio entre ellos para no despertar a Eunbi. Su mirada se dirigió al rostro dormido de la niña antes de volver al de su novia.

—¿Qué dijeron los médicos? —preguntó con cuidado.

Hyejin apretó los labios, dudando por un momento. Pero sabía que no podía mentirle. Junho siempre había sido alguien en quien podía confiar, aunque ahora esa confianza se mezclaba con el miedo a ser una carga.

—Tiene insuficiencia renal crónica... Avanzada —su voz se quebró un poco, pero respiró hondo para recuperar el control—. Necesitará diálisis constante y, probablemente, un trasplante.

Junho asintió lentamente, dejando que la información se asentara en su mente. Pudo ver el brillo de las lágrimas en los ojos de Hyejin, aunque ella las contenía con una fuerza admirable.

—Eso es complicado, pero no imposible —él murmuró, con una determinación que parecía querer transmitirle a ella—. Encontraremos la forma de ayudarla.

Hyejin dejó escapar una risa amarga, más un reflejo de su incredulidad que de humor.

—¿Cómo, Junho? Apenas logro cubrir los gastos básicos. Esto está completamente fuera de mi alcance.

El hombre la observó con atención, notando el cansancio y la desesperación que trataba de ocultar. Era tan típico de ella cargar con todo, incluso cuando el peso era demasiado.

—No tienes que hacerlo sola, linda. Estoy aquí. No tienes que cargar con todo por tu cuenta.

Hyejin lo miró, sus ojos llenos de emociones encontradas: gratitud, miedo, y algo más que no podía nombrar. Quería creerle, dejarse apoyar por él, pero una parte de ella seguía sintiendo que aceptar ayuda era una señal de debilidad. Tragó saliva y desvió la mirada.

—Gracias, Junho. Pero... Esto es algo que debo manejar. No quiero involucrarte más de lo que ya lo estás.

—Hyejin, me preocupo por ti. Por Eunbi. Por tu madre. No me importa lo complicado que sea, no voy a dar un paso atrás —su mirada buscó la de ella, intentando romper las barreras que sabía que ella levantaba constantemente—. Déjame ayudarte. Por favor.

La menor sintió cómo su corazón se encogía ante sus palabras. Una lágrima solitaria resbaló por su mejilla, y esta vez no se molestó en ocultarla. Asintió levemente, aceptando lo que su novio le ofrecía, aunque no estaba segura de cómo lo harían.

—Está bien —murmuró finalmente—. Pero esto... Esto va a ser difícil.

Junho esbozó una pequeña sonrisa, tomando su mano entre las suyas.

—Nunca dije que sería fácil. Pero juntos, lo superaremos.














































🦑♥️🚨






































La noche había caído con un manto de tranquilidad engañosa sobre la casa de las hermanas Park. La tormenta del día había dejado rastros, tanto físicos como emocionales. Sin embargo, Junho se había asegurado de que, al menos por unas horas, las cosas se sintieran un poco menos abrumadoras. Había ordenado cada rincón de la sala, recogiendo los pedazos rotos y borrando las huellas del caos. Incluso había salido a comprar algo dulce: pequeños pasteles y galletas, con la esperanza de arrancarles una sonrisa a las chicas. Eunbi, aunque aún sensible, había comido con entusiasmo, mientras que Hyejin lo hacía por cortesía, aunque su mente estaba lejos.

Cuando finalmente llegó la hora de dormir, Junho insistió en quedarse. No podía dejar a las chicas solas, no después de lo que había presenciado. Hyejin, aunque reacia al principio, terminó cediendo, demasiado agotada para discutir.

Horas más tarde, en medio de la quietud nocturna, Hyejin abrió los ojos lentamente. La oscuridad de su habitación la envolvía, pero no estaba sola. Sintió el peso cálido de un brazo rodeando su cintura, sujetándola con suavidad. Al girar ligeramente la cabeza, vio a Junho dormido a su lado, su rostro relajado y respiración constante. La imagen debería haberle traído consuelo, pero en su lugar, sintió una punzada de incomodidad. No porque estuviera ahí, sino porque sabía que no merecía ese tipo de tranquilidad. No después de todo lo que había sucedido.

Él no debería estar ahí. Junho no merecía cargar con sus problemas. Había hecho más de lo que cualquiera podría haber esperado, y sin embargo, ella seguía sintiendo que era una carga.

Con cuidado, Hyejin se removió, levantando el brazo de Junho con delicadeza para no despertarlo. Sus movimientos eran lentos, calculados. Cuando finalmente estuvo libre, se levantó, deslizando los pies descalzos sobre el suelo frío. Miró por última vez a su novio, quien seguía sumido en un sueño profundo, antes de salir silenciosamente de la habitación.

La casa estaba en completo silencio, salvo por el leve crujido del piso bajo sus pasos. Eunbi dormía en su habitación, abrazando su peluche con fuerza. Hyejin sintió un nudo en la garganta al verla tan indefensa, pero no podía quedarse. Necesitaba aire, un espacio para aclarar su mente.

Tomó su abrigo del perchero y salió por la puerta principal, cerrándola detrás de ella con suavidad. El aire nocturno era fresco, congelando levemente su piel mientras comenzaba a caminar por la calle desierta. Las luces de los postes proyectaban sombras alargadas, pero ella apenas las notaba. Sus pasos eran mecánicos, guiados por un impulso que ni siquiera entendía del todo.

¿Qué iba a hacer?

El silencio de la noche era abrumador, pero también liberador. Por primera vez en horas, Hyejin sintió que podía respirar, aunque sus pensamientos no dejaban de acosarla. Se detuvo en una esquina, abrazándose a sí misma mientras miraba hacia el cielo. Las estrellas eran pocas, opacadas por las luces de la ciudad, pero aun así ofrecían una pizca de calma.

—¿Por qué tiene que ser tan difícil? —murmuró para sí misma, su voz temblando.

Sus pensamientos se dirigieron a Junho, a la forma en que había estado ahí para ellas sin dudarlo. Él había recogido los pedazos que ella no podía sostener, y aun así, sentía que estaba exigiéndole demasiado.

Un auto pasó lentamente por la calle, rompiendo el silencio por un momento antes de desaparecer. Hyejin respiró hondo, tratando de calmar el nudo en su pecho. Sabía que no podía quedarse afuera toda la noche, pero tampoco estaba lista para regresar.

Quería gritar, liberar la presión que sentía en el pecho, pero la calle estaba demasiado tranquila, y lo último que quería era llamar la atención. Se sentó en un pequeño banco junto al parque, apoyando los codos sobre sus rodillas y enterrando su rostro en sus manos.

El viento nocturno acariciaba su cabello, pero no era reconfortante; solo le recordaba lo expuesta que estaba. En ese momento, se dio cuenta de algo: había salido buscando un respiro, pero lo único que había encontrado era más desesperación.

Tal vez era mejor así. Tal vez no hay solución, y lo único que puede hacer es seguir aguantando hasta que todo colapse.

Después de un rato, sus lágrimas comenzaron a secarse, aunque el dolor persistía. Miró hacia el horizonte, donde la ciudad dormía, preguntándose si alguna vez encontraría la paz que tanto anhelaba.

Se quedó ahí por lo que pareció una eternidad, sola con su dolor, mientras la noche seguía su curso indiferente. Hyejin no tenía respuestas, solo un vacío que parecía crecer con cada momento.

Hyejin se colocó de pie nuevamente, caminando sin rumbo fijo, su mente perdida en un remolino de pensamientos y emociones que la estaban consumiendo lentamente. Después de caminar durante lo que sintió como una eternidad, sus pasos la llevaron hasta un paradero de buses. No había nadie más allí, y el silencio se sentía casi opresivo.

Unos pasos rompieron el silencio, sacándola de su ensimismamiento. Abrió los ojos y, al levantar la mirada, su corazón dio un vuelco. Frente a ella había tres figuras. Dos de ellos vestían trajes rojos y máscaras sin expresión, mientras que en el centro se encontraba un hombre alto y delgado, envuelto en un impecable traje negro. Su rostro estaba cubierto por una máscara negra que reflejaba débilmente la luz del farol cercano.

Hyejin frunció el ceño, su instinto le decía que algo no estaba bien. Se puso en alerta, su cuerpo tenso, pero antes de que pudiera decir algo, el hombre del traje negro dio un paso al frente. Su voz era profunda, carente de emoción, pero tenía un peso que la obligaba a prestar atención.

—Park Hyejin.

El sonido de su nombre en boca de aquel desconocido la hizo estremecer. Antes de que pudiera preguntar cómo la conocía, el hombre continuó, como si leyera un libro abierto.

—Veinticinco años. Hermana mayor de Park Eunbi. Estudiante universitaria que abandonó sus estudios por las deudas familiares. Tu padre es un hombre violento, tu madre sufre de una enfermedad grave y cara de tratar, y tú llevas todo el peso de su situación económica sobre tus hombros. Trabajas horas interminables en empleos mal pagados, tratando de mantener a flote a tu familia, pero cada vez estás más hundida.

Hyejin sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago. Su mirada, antes desafiante, ahora era de puro desconcierto.

—¿Quién eres? —preguntó, intentando mantener su voz firme, aunque el temblor en sus manos la traicionaba.

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

—Soy alguien que puede ayudarte, Park Hyejin —aseguró, haciendo una pausa, dejando que sus palabras calaran en ella—. Te estoy ofreciendo una oportunidad única para cambiar tu vida y resolver todos tus problemas.

La contraria lo miró con desconfianza, sus labios apretados en una fina línea.

—¿Qué tipo de oportunidad? —inquirió, sin dejar de analizar cada detalle de las figuras frente a ella.

El hombre dio un paso más hacia ella, lo suficiente como para que su presencia se sintiera imponente.

—Un trabajo. Un empleo en el que podrás ganar más dinero del que jamás imaginaste. Pero no es un trabajo convencional... Serás soldado en un juego.

—¿Un juego? ¿De qué estás hablando?

—Un conjunto de desafíos donde solo los más fuertes sobreviven —su tono no cambió, como si estuviera hablando de algo tan mundano como el clima—. Tú estarás encargada de mantener el orden, de eliminar a los que sean descalificados y a quienes no cumplan las reglas.

Hyejin retrocedió un poco en su asiento, sintiendo cómo la incomodidad la invadía.

—¿Eliminar...? —repitió, su voz casi un susurro.

—Sí, eliminar —el hombre asintió, sin rodeos. Su voz no contenía ninguna emoción, como si estuviera explicando una regla básica de cualquier trabajo—. Y, a cambio, recibirás una suma de dinero suficiente para pagar las deudas de tu familia y el tratamiento de tu madre.

Hyejin se quedó en silencio, procesando sus palabras. Cada fibra de su ser le decía que esto era una locura, que debía levantarse y marcharse, pero las imágenes de su madre en el hospital, de Eunbi llorando, y de la miseria en la que estaban sumidas no dejaban de inundar su mente.

—¿Y si digo que no? —preguntó finalmente, su voz tensa, desafiante a pesar del miedo.

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si esa posibilidad apenas le importara.

—Esa decisión es tuya. Pero considera esto: El reloj no se detiene para tu madre, y las deudas no desaparecerán por sí solas. Esta es tu oportunidad de cambiarlo todo, Hyejin —cuando terminó de hablar, le extendió una tarjeta café con figuras geométricas y con un simple número de teléfono inscrito en negro—. Si decides aceptar, llámame.

El hombre retrocedió un paso, y con un movimiento de su mano, los dos soldados rojos se dieron la vuelta al unísono. Sin decir más, las tres figuras desaparecieron en la oscuridad de la calle, dejando a Hyejin sola, con el peso de sus palabras retumbando en su cabeza y el frío de la noche haciéndose aún más intenso.

No sabía si el hombre estaba hablando en serio o no, pero estaba dispuesta a intentarlo. Después de todo, para salvar a quienes amas, a veces el precio es convertirse en aquello que temes.


























































































































JES'S NOTE !

hyejin no lo sabe, pero en ese momento estaba hablando con su cuñado 🙇🏻‍♀️

junho es un hombre que resuelve !! siempre está cuidando de hyejin y fde su familia 😞 lo amo, deberían existir más hombres así.

no se si se habrán dado cuenta, pero la felicidad de hyejin solo duró un capitulo OWNFOWNOFSKS🧍🏻‍♀️yo tengo algo personal con hacer sufrir a mis oc's.

por cierto, nunca me quedo muy en claro como es que reclutaban a los soldados en la serie, ya que algunos decían que era porque elegían el papel rojo al momento de jugar en el metro, y otros decían que eso no era verdad, porque habían personas que elegían el rojo y aun así eran participantes 🤌🏻 ASÍ QUE DECIDÍ IRME A LO LÓGICO; tienen demasiada influencia y dinero, por lo que no se les haría difícil buscar a alguien que tenga experiencia militar ( todos los soldados tienen que tenerla ) 🎉

espero que se haya entendido <3 y si no, no duden en preguntarme.

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