five. conditions
OO5 | CONDITIONS
La noche había caído sobre la ciudad, pero para Hyejin el tiempo parecía haberse detenido. No había pegado ojo desde la inquietante conversación que había tenido con aquel hombre de traje negro. Sus palabras aún resonaban en su mente como un eco interminable, y la tarjeta que le había entregado descansaba en la mesita junto a su cama.
Hyejin no podía apartar la vista de aquel pedazo de cartón. Se sentó al borde de su cama, sosteniéndose la cabeza con las manos, mientras los pensamientos se amontonaban en su mente, atropellándose unos a otros.
¿Qué clase de maniático crea un juego en el que, si pierdes, mueres? Y peor aún... ¿Quién estaría tan desesperado como para participar?
Hyejin apretó los puños con frustración, sus uñas clavándose en las palmas de sus manos. Sentía que la vida la había empujado a un rincón del que no podía salir. Su madre estaba gravemente enferma, Eunbi dependía completamente de ella, y las cuentas seguían acumulándose como una montaña insalvable.
Todo eso no podía ser real. Era ridículo. No puede existir algo tan inhumano.
Pero entonces recordó la voz del hombre que le había hecho la propuesta. No había ni un atisbo de duda en ella, ni una pizca de humor o exageración. Era frío, calculador, como alguien que estaba completamente acostumbrado a ese tipo de situaciones.
¿En que clase de persona se convertiría si aceptaba su propuesta? ¿Junho estaría decepcionado de ella? ¿La odiaría?
El dilema la carcomía por dentro. Sabía que aceptar significaría cruzar una línea de la que probablemente no habría retorno. Pero también sabía que no hacer nada la condenaría a ver a su madre deteriorarse, a su hermana sufrir, y a ella misma hundirse cada vez más en la desesperación.
La luz del amanecer finalmente comenzó a colarse por las rendijas de las cortinas, llenando la habitación con un resplandor cálido y suave. Hyejin se puso de pie con un suspiro, decidida a dejar de pensar en aquel juego por unos minutos. Su cuerpo estaba agotado.
Con pasos silenciosos, se dirigió a la cocina, asegurándose de no hacer ruido para no despertar a Eunbi ni a Junho. Abrió los gabinetes y sacó algunos ingredientes, decidiendo que preparar el desayuno sería una forma de distraerse.
Mientras batía los huevos, sintió unas manos cálidas rodear su cintura desde atrás. Su corazón dio un pequeño salto, pero se relajó al instante al reconocer el toque. Era Junho.
—Buenos días —habló él con voz grave y adormilada, dejando un beso ligero en su hombro.
—Buenos días —la chica dijo, sonriendo débilmente—. ¿Dormiste bien?
—Lo suficiente —respondió Junho mientras la observaba trabajar. Pero algo en su tono indicaba que tenía más en mente —. ¿Y tú? ¿Cómo sigues?
—Un poco mejor —murmuró, girando ligeramente para mirarlo a los ojos—. Haré todo lo que sea necesario para que mamá esté bien. Eso te lo prometo.
Al escucharla, Junho asintió, su mirada suavizándose por un momento, como si quisiera creer cada palabra de ella. Pero antes de que Hyejin pudiera volver a concentrarse en el desayuno, él dio un paso adelante y la tomó suavemente por los hombros. Con un movimiento firme, la giró hacia él, haciendo que quedaran frente a frente.
—Junho, ¿qué...? —comenzó a decir ella, pero él no respondió. Con una expresión seria, la levantó sin esfuerzo y la sentó sobre la mesa de la cocina.
—Hyejin —habló con seriedad, mirándola directamente a los ojos —. Ahora que Eunbi no está... Dime qué te pasó en el labio.
La pregunta golpeó a la chica como un puñetazo. Instintivamente, llevó una mano a su labio inferior, donde el corte aún era visible. Intentó apartar la mirada, pero Junho no lo permitió.
—No es nada —balbuceó—. Solo un accidente, ya sabes cómo soy de torpe...
—No me mientas —el hombre la interrumpió con mucha más firmeza que antes—. Hyejin, te conozco demasiado bien. Eso no fue un accidente, y quiero saber la verdad. ¿Quién te hizo esto?
La contraria sintió que el nudo en su garganta se hacía más grande. La preocupación en los ojos de su novio era desgarradora, pero también lo era la presión de su pregunta.
—Junho, de verdad, no es tan grave como parece —insistió, intentando esbozar una sonrisa tranquilizadora—. Solo déjalo pasar, ¿sí?
Pero él no se movió. En cambio, colocó una mano en su mejilla, obligándola a mirarlo directamente.
—¿Quién te hizo eso? —repitió.
Antes de que pudiera intentar una excusa o cambiar de tema, un ruido proveniente del pasillo la salvó—o la condenó. Eunbi apareció, despeinada y aún con la cara somnolienta, frotándose los ojos mientras avanzaba hacia ellos.
Al llegar a la cocina, la niña se detuvo en seco al ver la escena frente a ella: Hyejin sentada sobre la mesa con Junho entre sus piernas. La chica arqueó una ceja, haciendo una mueca que mezclaba confusión y una pizca de burla, pero decidió no comentar nada. En lugar de eso, caminó hasta la mesa y se sentó en una de las sillas, dejando claro que esperaba su desayuno.
—Buenos días —murmuró Eunbi, bostezando mientras miraba distraídamente a su alrededor.
Hyejin aprovechó el momento para carraspear y bajar de la mesa rápidamente, esquivando la mirada inquisitiva de Junho.
—Buenos días, Eunbi —dijo con una sonrisa forzada, volviendo a enfocarse en los ingredientes que había dejado a medias.
Junho no dijo nada, pero sus ojos seguían fijos en su novia, observando cada uno de sus movimientos con detenimiento. Era evidente que no estaba satisfecho con la evasión y que no iba a dejar el tema de lado tan fácilmente.
El silencio en la cocina era palpable. Hyejin podía sentir cómo las palabras no dichas de Junho colgaban en el aire. Intentó concentrarse en batir los huevos, pero el temblor en sus manos la delataba.
—¿Va a tardar mucho el desayuno? —la niña cuestiono con un tono despreocupado, apoyando la barbilla en una mano mientras tamborileaba los dedos contra la mesa.
—No mucho.
Junho dio un paso hacia ella, apoyándose contra el borde de la mesa mientras sus ojos se estrechaban. Normalmente, él no era el tipo de persona que solía insistir o presionar, pero eso era diferente cuando se trataba de la persona que más amaba en el mundo.
Eunbi, por su parte, miró de reojo a ambos, claramente notando la tensión en el ambiente, pero decidiendo no comentar nada.
Los adultos eran raros.
🦑♥️🚨
Cuando Junho recibió una llamada de emergencia, Hyejin no pudo evitar sentir un extraño alivio que, aunque la hizo sentirse culpable, también le permitió respirar con algo más de tranquilidad.
—Me avisas si necesitas algo, ¿esta bien? —dijo Junho antes de irse, dándole un beso rápido en la frente.
—Claro, cuídate.
El silencio que quedó tras su partida fue casi ensordecedor. Por un instante, Hyejin permaneció inmóvil en la sala, tratando de recomponerse. Luego, recordó que tenía que preparar a Eunbi para la escuela.
Se dirigió a la habitación de su hermana y la encontró durmiendo nuevamente, hecha un ovillo bajo las mantas.
—Eunbi, arriba. Llegarás tarde si no te apuras.
—Cinco minutos más —murmuró la niña, dándose la vuelta.
Después de insistir un poco más, logró que su hermana se levantara y comenzara a alistarse. Mientras Hyejin peinaba a Eunbi, la mayor no podía dejar de pensar en la tarjeta que seguía escondida en su bolso.
Una vez que dejó a Eunbi en la escuela, Hyejin tomó un respiro profundo frente al edificio antes de encaminarse hacia su propio trabajo. El día apenas comenzaba, pero ya sentía como si hubiese pasado una eternidad.
🦑♥️🚨
El bullicio matutino del restaurante era una mezcla reconfortante y abrumadora. El sonido de platos, conversaciones y risas llenaba el espacio mientras Hyejin se colocaba su delantal y se alistaba para el turno. Su compañera camarera, Minji, estaba en la barra, organizando algunas cosas.
—¡Hyejin! Creí que hoy llegabas tarde otra vez —bromeó la contraria, con una sonrisa.
—Ni lo digas —la contraria respondió, forzándose a sonreír—. Llevar a Eunbi a la escuela siempre es una carrera contra el tiempo.
—Bueno, al menos llegaste —murmuró, colocando algunas tazas sobre la barra—. Oye, ¿supiste lo del nuevo drama que sacaron con Kang Jihoon?
—¿Kang Jihoon? ¿Otra vez él? Ese hombre está en todas partes últimamente.
—¡Porque es increíble! —Minji exclamó, fingiendo indignación—. ¿No viste el final de su última serie? Todo el mundo está hablando de cómo lloró en la escena final. Dicen que se improvisó completamente.
—Claro, porque es tan perfecto que hasta sus lágrimas son un arte.
Ambas rieron mientras continuaban con sus tareas, disfrutando del pequeño momento de distracción. Mientras preparaban las mesas, su conversación giró hacia las personas que frecuentaban el restaurante.
—¿Te has dado cuenta de esa pareja que siempre se sienta en la esquina cerca de la ventana? —preguntó Minji, inclinándose ligeramente hacia su amiga.
—¿Los de los domingos?
—Sí, esos. Siempre se ven tan serios, como si estuvieran negociando un contrato en lugar de tener una cita.
—Lo sé. Pero la última vez que vinieron, creo que discutieron. Ella se levantó enojada y él la siguió, tratando de calmarla.
—¡Lo sabía! —Minji celebró, chasqueando los dedos—. Se ven como el tipo de pareja que discute por todo y luego fingen que todo está bien cuando están aquí.
—Bueno, mejor ellos que la pareja que siempre pide el menú más caro y luego se queja de todo —agregó Hyejin, rodando los ojos.
—¡Ay, esos dos! La última vez, la mujer dijo que su filete estaba demasiado cocido, pero apenas lo tocó. ¡Y el hombre se pasó todo el tiempo mirando su teléfono!
Ambas rieron de nuevo, encontrando consuelo en esas pequeñas observaciones sobre la vida de los demás.
—Bueno, al menos tenemos a nuestros regulares para entretenernos —Minji finalizó mientras limpiaba una bandeja—. Sin ellos, este lugar sería mucho más aburrido.
Antes de que Hyejin pudiera contestar, una voz grave pero cargada de buen humor interrumpió la conversación:
—¡Bueno, bueno, bueno! Parece que el nuevo drama está ocurriendo aquí en mi restaurante y no en la televisión —dijo el jefe, el señor Kang, mientras salía de la oficina en la parte trasera con una toalla colgando de su hombro.
Las chicas se enderezaron de inmediato, aunque ambas no pudieron ocultar una sonrisa.
—Lo siento, jefe —dijo Minji, tratando de sonar seria, pero fracasando miserablemente.
—Ah, no te preocupes —el señor Kang respondió con una sonrisa amplia, que hacía que sus ojos casi se cerraran detrás de sus gruesas gafas—. Solo asegúrense de que las mesas estén listas antes de que lleguen los clientes. No quiero que vengan a ver un espectáculo de chismes en lugar de disfrutar de su comida.
—Lo sentimos, señor Kang. Nos pondremos a trabajar ahora mismo —añadió Hyejin, inclinándose ligeramente como si estuviera pidiendo perdón.
—¿Trabajar? ¡Eso espero! Aunque admito que sus chismes hacen que este viejo se sienta joven otra vez.
—¿Qué tal si le contamos sobre la pareja del té verde y pastel de chocolate, jefe? —Mijin exclamó—. ¡Tiene que escucharlo!
El hombre levantó una ceja, fingiendo interés.
—Ah, no me tientes. Si empiezo a hablar de ellos, no habrá quién me calle, y este lugar se convertirá en una tertulia en lugar de un restaurante.
—Bueno, no queremos que eso pase —dijo Hyejin con una pequeña sonrisa—. Nos aseguraremos de que todo esté perfecto antes de que lleguen los clientes.
—Así me gusta, chicas. Ahora, ¡a trabajar! Pero si escuchan algo jugoso, no olviden contarle a este viejo. La vida necesita un poco de sabor, ¿no creen?
—Definitivamente.
🦑♥️🚨
Hyejin aprovechó el breve descanso que su jefe le había dado para salir al exterior, en busca de un momento de paz. El restaurante no tenía tanto movimiento como días anteriores, pero el ruido de los cubiertos y las conversaciones flotaba en el aire, por lo que salir a la parte trasera del edificio era lo único que podía hacer para despejar su mente.
Con pasos lentos, se alejó del bullicio, dándose espacio para respirar. Apoyándose contra la pared fría, sus dedos buscaron la tarjeta que había guardado en el bolsillo de su delantal, esa tarjeta que había estado guardando desde la noche anterior, sin saber qué hacer con ella. El número grabado en el trozo de cartón parecía brillar en sus manos, como si estuviera esperando ser marcado.
Sin pensarlo mucho, sacó su teléfono y, con el corazón acelerado, marcó el número. El pitido de la llamada resonó en su oído mientras observaba el suelo, luchando por controlar su respiración. ¿Qué estaba haciendo? Había llegado a un punto en el que se sentía acorralada, atrapada entre la desesperación por la enfermedad de su madre y la incertidumbre de una vida que se desmoronaba frente a sus ojos. Un juego. Todo lo que necesitaba era hacer lo que aquel hombre le había dicho y resolver todo. Pero, ¿a qué costo?
Después de unos segundos que parecieron eternos, una voz metálica y sin emociones respondió desde el otro lado.
—Si desea participar del juego, diga su nombre completo y su fecha de nacimiento.
—Tengo una pregunta —dijo con voz firme, sin querer dejarse vencer por el miedo.
—Si desea participar del juego, diga su nombre completo y su fecha de nacimiento —la voz repitió, como si no lo hubiera escuchado.
—¿Por qué me eligieron a mí?
Un pitido corto y seco resonó en la línea, como si hubieran colgado. Hyejin se tensó. Pero, antes de que pudiera guardar el teléfono, una voz grave volvió a hablar.
—Park Hyejin —comenzó, pronunciando su nombre de forma precisa—. Fue por tu perfil.
La mujer frunció el ceño al escucharlo.
—¿Mi perfil? ¿Qué perfil?
—Tienes un historial interesante, Hyejin. Fueron tus pruebas de habilidad lo que nos llamó la atención. Tienes algo que muchos otros no tienen. Eres un ex militar, con entrenamiento y experiencia. No todos tienen el coraje de volver a la lucha.
—Podrían haber elegido a personas con más experiencia, pero me eligieron a mí. ¿Por qué? —volvió a cuestionar, sintiendo cada vez más confundida. Aquel hombre sabía demasiado de ella—. Abandone al ejercito antes de siquiera entrar.
El silencio se alargó unos segundos, como si el hombre estuviera evaluando cada palabra que estaba a punto de decir.
—Sabes cómo adaptarte a los cambios. Eres capaz de tomar decisiones difíciles, y eso es algo que necesitamos. Aunque en su momento decidiste no unirte a las fuerzas de este sistema, ya habías demostrado tu valía con una puntuación perfecta en las pruebas. Tu miedo, tu duda, es lo que te detuvo. No todos tienen la capacidad de hacerlo, pero tú lo hiciste. Te conocimos por eso.
—Y por qué debería confiar en ustedes? —espetó, apretando sus puños con fuerza—. ¿Por qué debería entrar en un juego donde los perdedores mueren?
—Porque el dinero que buscas no llegará solo, y tus motivos personales, tus necesidades, son más grandes que tu miedo. Este juego es el puente hacia lo que buscas.
Un escalofrío recorrió su espalda mientras se recargaba contra la pared, mirando al horizonte. Las palabras del hombre resonaban en su cabeza, y, aunque la voz de su madre, pidiendo ayuda, no dejaba de rondar sus pensamientos, algo en su interior la empujaba hacia adelante.
—Si me meto en esto, ¿cómo sé que realmente estaré a salvo?
La voz suspiró del otro lado, casi como si se estuviera esperando la pregunta.
—Este no es un juego para los débiles, Hyejin. Si haces todo lo que te decimos y te adaptas, tu vida, y la de tu familia, cambiará para siempre. Pero, si no lo haces... Entonces te arrepentirás.
La chica respiró hondo, sintiendo cómo el miedo y la determinación se entrelazaban en su interior. El silencio en la línea era pesado, como si el hombre estuviera esperando su respuesta, o tal vez pensándola detenidamente. Pero, finalmente, Hyejin, con la voz temblorosa pero firme, pronunció las palabras que sellarían su destino.
—Acepto. Jugaré. Seré tu soldado.
Hubo una pausa en el otro lado, un silencio que pareció alargarse más de lo que Hyejin hubiera deseado. Cuando la voz masculina finalmente respondió, su tono estaba impregnado de sarcasmo.
—¿Estás segura? Porque una vez que entras, no hay marcha atrás.
Hyejin apretó el teléfono con fuerza. Sabía lo que estaba en juego, sabía que esta decisión podría costarle la vida, pero había algo más importante para ella ahora: su familia. Sus ojos se cerraron por un momento, y luego, con una voz decidida, dijo:
—Sí, estoy segura. Pero tengo una condición.
El hombre pareció desconcertado, como si no esperara que ella hiciera una demanda en este punto.
—¿Una condición? —repitió, con ese mismo tono sarcástico—. Esto es un juego de vida o muerte, Hyejin. No creo que puedas hacer muchas demandas aquí.
Ella respiró hondo, despojándose del miedo que la invadía. Sabía lo que estaba arriesgando, pero también sabía lo que su madre y su hermana necesitaban.
—Quiero que me den el dinero por adelantado. Así podré asegurarme de que mi madre y mi hermana vivan bien mientras yo no estoy. Es la única forma en la que sé que no sufrirán por mi ausencia.
El silencio en la línea se hizo más profundo, y el sarcasmo del hombre desapareció momentáneamente. Hyejin no podía saber si la petición había sido demasiado audaz o si simplemente no lo esperaba. Pero la respuesta que llegó no fue la que ella había querido escuchar.
—No va a ser así —dijo con firmeza—. El dinero se entregará una vez que el juego llegue a su fin. Nada por adelantado. Si lo quieres, tendrás que convertirte en la soldado que necesitamos.
Hyejin guardó silencio por unos segundos, pero finalmente dijo:
—Podrían matarme si no voy, ¿verdad? ¿Matarme a mi y matar a mi familia? Porque sé que saben dónde vivo. Sé que tienen mis datos. ¿Eso te parece justo?
—Si no cumples con tu palabra, no solo te matarán a ti, sino que también matarán a los que te importan. Tu madre, tu hermana, todos serán eliminados. Tú decides. ¿Vas a ir, o no?
Las palabras calaron hondo en el corazón de Hyejin. Cerró los ojos, luchando por controlar el temblor de sus manos. ¿Cómo podía estar haciendo esto? ¿Cómo podía someterse a algo tan siniestro? Pero no había marcha atrás. No si quería salvar a su familia, no si quería salir de este agujero en el que se encontraba.
Suspiró, el sonido pesado y desgarrador, mientras su mente recorría las consecuencias de cada decisión. Finalmente, se armó de valor, apretó la mandíbula y, con una resolución helada en la voz, dijo:
—Lo haré. No me importa lo que tenga que hacer.
El hombre respondió con una ligera risa, como si hubiera estado esperando esa respuesta. Su tono era casi alegre, como si estuviera complacido con el resultado.
—Buena decisión, Hyejin. Ya te enviaremos las instrucciones.
Las palabras de la voz resonaron en sus oídos, pero ya no importaba. Colgó el teléfono con determinación, sintiendo el peso de lo que acababa de aceptar. Un nudo en su estómago se mantenía firme, pero ahora solo quedaba seguir adelante.
Sabía lo que tenía que hacer. Ya no podía dar un paso atrás.
JES'S NOTE !
aunque no lo parezca ( ahora ), hyejin se unió al ejército, pero lo abandonó cuando su padre se enteró la hizo sentir culpable e inútil 😞, así que como mi niña pensó que no era lo suficientemente buena, lo abandonó 🙇🏻♀️ PERO COMO DICEN POR AHI, LO QUE BIEN SE APRENDE, NO SE OLVIDA !!
me encanta que aunque junho este molesto, o enojado, jamás sería capaz de levantarle la voz a hyejin 😭 él la adora.
PD: prepárense para el próximo capitulo, porque lo escribí escuchando a gracie abrams 🫠
GRACIAS POR LEERME <3 luv u.
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