eighteen. addicted to you
O18 | ADDICTED TO YOU
Hyejin estaba sentada en una de las incómodas sillas del pasillo del hospital, observando distraídamente cómo los rayos del sol entraban por las ventanas, iluminando las baldosas pulidas del suelo. Sostenía un café medio frío entre sus manos, girando el vaso distraídamente mientras sus pensamientos divagaban. Junho estaba dentro, firmando los papeles de su alta médica, y la espera, aunque breve, se sentía eterna.
Habían pasado meses desde aquel fatídico día, desde que lo vio caer, desde que lo encontró en el mar y lo arrastró hacia la salvación. Ahora, verlo recuperar su energía y volver a ser el Junho que tanto admiraba era un alivio que apenas podía describir. Sin embargo, una pequeña parte de ella todavía no podía creer que estuviera despierto, aquí, con ella.
La puerta de la habitación se abrió, y Junho salió con paso tranquilo, un sobre de documentos bajo el brazo y una ligera sonrisa en su rostro. Hyejin se puso de pie automáticamente, dejando el café sobre una mesa cercana.
—¿Todo listo? —preguntó ella, esforzándose por sonar casual, aunque sentía el nudo de emoción que se le formaba en el pecho.
—Todo listo —Junho asintió—. Vámonos de aquí. Estoy harto del olor a desinfectante.
Hyejin sonrió, sintiendo cómo una calidez familiar la llenaba. Caminaban juntos por el pasillo cuando sintió una ligera presión en la parte baja de su espalda. La mano de Junho se posó allí, guiándola con una cercanía que hacía tanto tiempo no sentía. Su toque era firme, pero no invasivo, y Hyejin sintió cómo un torrente de emociones la inundaba de golpe.
Habían pasado meses desde la última vez que él la tocó, desde la última vez que ese simple gesto la hacía sentir segura y cuidada. Su mente intentó racionalizarlo, recordarse a sí misma que era solo Junho, pero su corazón latía con fuerza, como si fuera la primera vez.
Para disimular el nerviosismo que se colaba bajo su piel, Hyejin se obligó a hablar.
—Así que ahora soy tu chófer, ¿eh? —dijo, arqueando una ceja mientras lo miraba de reojo.
Junho soltó una risa suave, esa risa que ella había temido no volver a escuchar nunca más.
—No estoy seguro de que seas la mejor candidata para el trabajo. ¿Recuerdas cómo estacionaste la última vez?
Hyejin lo miró con fingida indignación.
—Eso fue un accidente. No sé por qué todos lo exageran tanto.
—Linda, chocaste contra un poste. En un estacionamiento vacío.
Ambos rieron, y la tensión que Hyejin había sentido unos momentos atrás se disipó, dejando solo esa calidez reconfortante que siempre había asociado con Junho. Mientras caminaban hacia la salida, ella se dio cuenta de lo mucho que había extrañado estos momentos simples, estas conversaciones sin peso que hacían que todo lo demás pareciera más llevadero.
Cuando llegaron al auto, Junho se detuvo un momento antes de entrar.
—Gracias por todo, Hyejin. De verdad. No estaría aquí si no fuera por ti.
Ella sintió que su corazón se apretaba ante la sinceridad de sus palabras. Lo miró, y en lugar de responder con algo demasiado emotivo, simplemente le sonrió y le tendió las llaves.
—Súbete, paciente. No tengo todo el día.
Junho negó con la cabeza, divertido, mientras tomaba su asiento.
Luego de unos segundos, Hyejin encendió el vehículo, emprendiendo camino a casa. Las calles estaban bañadas por la luz dorada del atardecer, y las sombras de los edificios danzaban sobre el asfalto. El murmullo de la ciudad se colaba suavemente por las ventanas del auto, que permanecían entreabiertas para dejar entrar el aire fresco.
Hyejin mantenía ambas manos en el volante, concentrada en la ruta pero con una expresión relajada en el rostro. Había algo casi terapéutico en conducir, especialmente con Junho a su lado. Podía sentir su mirada fija en ella, pero decidió no voltear; ya sabía lo que encontraría: esos ojos oscuros llenos de una calidez que le hacía temblar el corazón.
Junho estaba recostado ligeramente en el asiento del copiloto, su brazo apoyado en la ventana. La observaba con una sonrisa suave, como si intentara memorizar cada detalle: la forma en que sus labios se curvaban cuando tarareaba una canción que sonaba en la radio, cómo su cabello se movía con el viento, la manera en que sus dedos tocaban el volante con una delicadeza casi inconsciente.
Quería hablar con ella, quería contarle todo lo que tenía atorado en el pecho desde que despertó. Sobre la isla, sobre los juegos, sobre cómo su propio hermano estaba detrás de todo aquello. La culpa y el dolor seguían pesando en su alma, pero al verla ahora, conduciendo con esa serenidad que parecía ajena al caos de su pasado, decidió dejar esos pensamientos para después. Por ahora, quería disfrutar el momento.
—¿Siempre conduces así de lento? —bromeó Junho, rompiendo el silencio.
—No quiero matarnos, si es lo que insinúas.
—Pensé que habías desarrollado un gusto por la adrenalina después de todo lo que pasamos.
—Créeme, Junho, he tenido suficiente adrenalina para una vida entera —Hyejin respondió con diversión—. Prefiero llegar vivos a casa, gracias.
Ambos rieron, y la conversación derivó en temas ligeros: las canciones que sonaban en la radio, anécdotas tontas de su vida antes de los juegos, y pequeñas bromas que solo ellos dos entendían. La atmósfera en el auto se llenaba de una calidez que ninguno quería romper.
En un semáforo, mientras el auto se detenía, Junho se inclinó ligeramente hacia ella. Hyejin no se dio cuenta al principio, ya que estaba revisando el retrovisor, pero cuando sintió el toque suave de sus labios sobre los suyos, su corazón se detuvo por un segundo.
El beso fue breve pero lleno de emoción, como si Junho intentara transmitir todo lo que sentía pero no podía poner en palabras. Cuando se separaron, Hyejin lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión.
—¿Estás desesperado o qué? —murmuró, aunque una sonrisa traviesa curvaba sus labios.
Junho arqueó una ceja, su expresión ahora teñida de picardía.
—¿Y si lo estoy? ¿Qué harías al respecto? —respondió con un tono atrevido, inclinándose un poco más hacia ella, sus ojos centelleando con diversión—. No te vi durante un año.
Hyejin se quedó sin palabras por un instante, sintiendo cómo el calor le subía al rostro. Apretó el volante y desvió la mirada al frente, fingiendo concentrarse en la carretera.
—¡Junho! Compórtate —dijo, tratando de sonar seria, pero su sonrisa delataba que estaba disfrutando el intercambio.
Junho se echó a reír, recostándose de nuevo en el asiento.
—Es bueno saber que todavía puedo ponerte nerviosa.
—Cállate y déjame conducir, "Romeo".
Pero incluso mientras se burlaba de él, su corazón latía más rápido de lo que quería admitir. Junho tenía esa habilidad para romper sus barreras con una facilidad que le resultaba desconcertante, pero al mismo tiempo, era una sensación que había extrañado más de lo que podía expresar.
El auto siguió avanzando por la carretera, y aunque su semblante tranquilo y sus palabras llenas de optimismo parecían indicar que Hyejin había dejado todo atrás, en el fondo de su corazón la rabia seguía ardiendo con fuerza. No había olvidado nada de lo que había ocurrido en la isla. Cada rostro, cada amenaza, y cada herida física y emocional estaban grabados en su memoria con una nitidez dolorosa. Pero más que su propio sufrimiento, lo que alimentaba su deseo de venganza era lo que le habían hecho a Junho. Verlo herido, al borde de la muerte, había sido un golpe que jamás perdonaría.
Mientras conducía hacia su apartamento, su mente estaba dividida entre la calidez que sentía al tener a Junho a su lado nuevamente y los planes que lentamente comenzaban a formarse en su interior. No podía permitir que esas personas continuaran con sus juegos macabros. Ellos habían destruido tantas vidas, y aunque ahora Junho estaba despierto y recuperándose, sabía que el daño que le habían causado era profundo. Hyejin quería justicia... O algo que se le pareciera.
Cuando llegaron al edificio, Junho se quedó observando los detalles del lugar mientras Hyejin apagaba el auto. Era un edificio moderno, con ventanales amplios y un diseño minimalista que contrastaba con el antiguo departamento donde solían pasar tiempo antes de los juegos.
—¿Así que este es tu nuevo refugio? —preguntó Junho, bajando del auto y mirando a su alrededor con una mezcla de curiosidad y asombro.
Hyejin sonrió mientras tomaba las bolsas que habían traído del hospital y caminaba hacia la entrada.
—Así es. Nada mal, ¿verdad?
El mayor la siguió, sus pasos tranquilos pero su mirada inquieta mientras observaba cada detalle.
—Nada mal... Es impresionante, para ser honesto. No esperaba que hubieras cambiado tanto tu vida en tan poco tiempo.
Hyejin presionó el código de seguridad en la entrada, y las puertas se abrieron con un suave clic. Subieron en silencio al ascensor, donde Junho no pudo evitar notar el diseño del lugar. Cuando finalmente entraron al apartamento, su sorpresa se intensificó.
El lugar era luminoso y espacioso, con muebles modernos y toques personales que reflejaban el gusto de Hyejin: fotografías enmarcadas de su madre, pequeños adornos que probablemente había recogido de sus pequeños viajes a la playa, y una cocina que parecía salida de un catálogo, claramente diseñada para alguien que amaba cocinar.
Junho dejó escapar un leve silbido mientras recorría el lugar con la mirada.
—Esto es mucho más de lo que esperaba.
Ella dejó las bolsas en la cocina y se giró hacia él, cruzándose de brazos con una sonrisa orgullosa.
—¿Qué esperabas? ¿Un apartamento diminuto en un edificio viejo?
—No es eso —Junho negó con la cabeza, dejando escapar una risa—. Es solo que me sorprende. Me dijiste que abriste un restaurante y que las cosas iban bien, pero no esperaba que...
Hizo un gesto que abarcaba todo el apartamento, como si las palabras no fueran suficientes para expresar su asombro.
Hyejin se encogió de hombros, pero en el fondo sentía una punzada de satisfacción al ver su reacción.
—Bueno, el restaurante ha sido un éxito, y también... Digamos que los pagos que recibí después de los juegos ayudaron bastante.
—¿Te pagaron? Después de todo lo que pasó, ¿después de que te fugaste?
Hyejin asintió, pero su sonrisa se desvaneció un poco. Caminó hacia el sofá y se sentó, invitándolo a hacer lo mismo.
—Al principio pensé que no me darían nada. Creí que el castigo por no seguir las reglas sería inmediato, que me perseguirían o algo peor. Pero cuando desperté en el hospital y revisé mi cuenta bancaria... Ahí estaba el dinero. Todo lo que me prometieron.
—Eso no tiene sentido —Junho musitó, sentandose a su lado—. ¿Por qué te pagarían después de lo que hiciste?
—Porque querían enviarme un mensaje. No sé cuál, exactamente, pero estoy segura de que no fue un gesto altruista. Tal vez querían que pensara que todo había terminado, o simplemente es un soborno para que no hable.
—Pero no lo crees, ¿verdad?
—No. No creo que haya terminado —ella negó con la cabeza, sus labios formando una línea tensa—. Y no voy a quedarme tranquila.
Junho suspiró, pasando una mano por su cabello.
—Hyejin...
—No voy a dejar que se salgan con la suya, Junho. No después de lo que nos hicieron.
Él la miró durante unos segundos antes de asentir lentamente. Aunque sabía que el camino que ella quería tomar sería peligroso, también entendía su necesidad de justicia. Y por más que quisiera protegerla, sabía que no podría detenerla.
—Entonces no lo harás sola —habló finalmente, su voz firme.
Hyejin lo miró con sorpresa, pero también con una gratitud silenciosa. A pesar de todo lo que habían pasado, Junho seguía siendo su ancla, su compañero en la tormenta.
—Gracias, Junho —murmuró, sinceramente conmovida.
Él sonrió con suavidad, pero al instante soltó una pequeña risa, baja pero lo suficientemente clara para que ella la escuchara.
—¿De qué te ríes? —cuestionó la chica, entrecerrando los ojos mientras lo observaba con sospecha.
—Nada —Junho negó con la cabeza, todavía con esa sonrisa en los labios.
—No es "nada". ¡Vamos, dilo! —insistió, ahora más intrigada.
En lugar de responder, Junho movió las manos con rapidez. Antes de que Hyejin pudiera procesarlo, él la tomó de la cintura y con un movimiento ágil, la giró para colocarla debajo de él.
—¡Junho! —la menor exclamó, soltando un pequeño jadeo de sorpresa mientras sus manos buscaban apoyarse en sus hombros para no perder el equilibrio.
Él no respondió de inmediato, pero sus manos firmes se posaron en las caderas de Hyejin, sosteniéndola con una seguridad que hizo que el corazón de ella comenzara a latir con fuerza. Junho la miró con intensidad, acercándola aún más a él hasta que sus rostros quedaron a centímetros de distancia.
—Te extrañé tanto —dijo, su voz baja, profunda, cargada de emociones que se reflejaban en sus ojos oscuros.
Antes de que Hyejin pudiera responder, Junho inclinó la cabeza y dejó un beso en la curva de su cuello, suave pero lo suficientemente prolongado como para que ella sintiera cómo su piel se erizaba al contacto.
Hyejin soltó una pequeña risa nerviosa, intentando recuperar el control de la situación, aunque el calor en sus mejillas delataba lo afectada que estaba.
—¿Siempre fuiste así de desesperado? —bromeó, levantando una ceja.
Junho levantó la vista, mirándola con una chispa de diversión y picardía en los ojos. Su sonrisa se torció en una mueca atrevida.
—Solo contigo.
La chica sintió que su estómago daba un vuelco. No quería dejar que él tuviera la última palabra, así que, con un tono desafiante y una sonrisa juguetona, respondió:
—¿Y qué harás al respecto si sigo tentándote?
Junho no retrocedió. En cambio, apretó ligeramente sus manos sobre la cintura de su novia, inclinándose aún más hacia ella hasta que sus labios rozaron apenas los de ella.
—Tal vez debería mostrarte lo mucho que me desesperas tú a mí.
El comentario la dejó sin palabras por un instante, un calor intenso subiendo por su rostro mientras Junho la miraba con una confianza que la desarmaba por completo. No podía negarlo: ese hombre sabía exactamente cómo descolocarla y hacerla sentir deseada al mismo tiempo.
Junho no perdió el tiempo, y cerró la escasa distancia entre ellos, tomándola del cuello y capturando sus labios en un beso profundo. No había nada contenido en ese gesto, era pura pasión, una mezcla de todos los meses de ausencia, de anhelo, de amor contenido.
Hyejin respondió al beso con la misma intensidad, sus dedos enredándose en el cabello de Junho mientras sentía cómo él la mantenía firmemente. El calor de su cercanía, la forma en que sus manos se movían por su espalda, acercándola más, dejaban claro cuánto la había extrañado.
Junho movió una mano desde su cadera hasta su cintura, haciendo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Hyejin. La cercanía era abrumadora, casi como si quisieran asegurarse de que ninguno se alejaría nunca más.
Pero justo cuando el momento parecía volverse aún más intenso, el timbre de la puerta resonó por todo el apartamento.
Junho bufó, claramente molesto por la interrupción, su frente apoyada contra la de Hyejin mientras exhalaba con frustración.
—¿Quién demonios tiene tan mal sentido del tiempo? —murmuró con voz ronca, haciendo que Hyejin soltara una risa nerviosa.
—Lo siento, lo siento —ella respondió, con una sonrisa divertida mientras intentaba recuperar el aliento. Junho seguía sin querer soltarla, sus manos todavía firmes en su cintura.
—No me digas que esto es un paquete de entregas o algo por el estilo.
Hyejin rió nuevamente, acariciando la línea de su mandíbula antes de responder:
—No es un paquete... Invité a Eunbi, a mi mamá, y a tu mamá a cenar esta noche.
Junho levantó la cabeza, mirándola con incredulidad.
—¿Hoy? ¿Aquí? —cuestionó, señalando el apartamento con un gesto.
—Sí, hoy, aquí. Quería hacer algo especial —respondió Hyejin con una sonrisa culpable mientras intentaba deslizarse de su regazo. Pero Junho no la soltó tan fácilmente.
—¿Y planeabas decírmelo antes de que casi te secuestrara aquí mismo? —se quejó, su tono mitad molesto, mitad divertido.
—Junho —ella dijo con un suave reproche, tratando de ocultar su risa—. No sabía que te despertarías con tanta energía después de estar en coma.
Él sonrió de lado, con una chispa juguetona en sus ojos, inclinándose para dejar un beso rápido en sus labios antes de finalmente dejarla levantarse.
—Esto no ha terminado, ¿sabes? —susurró mientras ella se ponía de pie.
—Cenemos primero, señor impaciente.
Junho se quedó en el sofá, viéndola caminar hacia la puerta. Aunque estaba algo molesto por la interrupción, no pudo evitar sonreír al verla abrir la puerta con esa energía radiante que siempre lo había conquistado. Por más que los demás estuvieran presentes, tenía claro que esa noche no dejaría de disfrutarla.
🦑♥️🚨
La cena había sido todo un éxito. La comida, preparada con esmero por Hyejin, fue recibida con elogios y sonrisas de satisfacción por parte de todos los presentes. Ahora, en la etapa del postre, el ambiente en el apartamento se sentía cálido y relajado, como si el peso de los días difíciles hubiera desaparecido por completo.
Hyejin observó cómo todos disfrutaban del postre que había preparado: un delicado pastel de crema con toques de chocolate que hacía que cada bocado fuera una pequeña celebración.
Las madres de ambos adultos los observaban desde el otro lado de la mesa, sus miradas llenas de cariño. No había nada que amaran más que ver a sus hijos felices, brillando con una luz que hacía mucho tiempo no veían en ellos.
—Hacen una bonita pareja, ¿verdad? —susurró la madre de Junho, inclinándose hacia la madre de Hyejin mientras la conversación seguía fluyendo en la mesa.
—Más que eso, son perfectos el uno para el otro —Younghee respondió con una sonrisa suave.
Eunbi, como siempre, aportaba una energía inagotable a la velada. Con una vitalidad casi infantil, gesticulaba con entusiasmo mientras hablaba, intercalando bromas y comentarios que lograban arrancar risas a todos.
—¡Y entonces me miró directamente y me dijo que no sabía cómo usar el microondas! —exclamó Eunbi, rompiendo en carcajadas al recordar una anécdota reciente de su trabajo, haciendo que incluso Hyejin se llevara una mano al estómago de tanto reír.
—¿En serio? ¿Quién no sabe usar un microondas en esta época? —Junho preguntó, arqueando una ceja mientras intentaba contener la risa.
—Tú no sabías, Junho, hasta que yo te enseñé —intervino Hyejin, lanzándole una mirada divertida.
—¡Eso fue hace años! Y no era tan complicado como lo hiciste sonar —replicó él, fingiendo indignación, pero no pudo evitar sonreír cuando las risas se intensificaron a su alrededor.
Eunbi aprovechó el momento para interrumpir, señalando a Junho con su cuchara.
—¡Ajá! Sabía que había algo que aprender de ti. Tal vez deberías enseñarme a cocinar como Hyejin para que pueda encontrar a alguien.
—O podrías dejar de hacer explotar ollas, Eunbi —bromeó Hyejin, sacudiendo la cabeza.
La mesa estalló en risas nuevamente, y Eunbi, lejos de sentirse ofendida, se unió al jolgorio, sonriendo con orgullo de haber traído tanta alegría al momento.
Hyejin miró a su alrededor, dejando que sus ojos vagaran por las caras felices de las personas que amaba. Su madre parecía más relajada de lo que la había visto en mucho tiempo, intercambiando comentarios amigables con la madre de Junho. Eunbi era su habitual torbellino de energía, y Junho... Bueno, Junho estaba exactamente donde ella quería que estuviera: a su lado, mirándola con una calidez en sus ojos que la hacía sentir completamente en casa.
—¿Alguna vez les conté que Junho tenía miedo de los patos cuando era pequeño? —la madre del chico llamó la atención —. Una vez, uno lo persiguió en el parque y él terminó trepándose a un banco, gritando por ayuda.
—¡Mamá! —protestó el aludido, llevándose una mano al rostro mientras todos se reían de nuevo.
—¿Patos? ¿En serio?
—Fue un pato muy grande —Junho respondió, tratando de defenderse, aunque su tono traicionaba que ya se había resignado a ser el centro de las bromas.
Younghee, la madre de Hyejin, quien no podía dejar pasar la oportunidad de unirse, agregó con una sonrisa.
—Bueno, al menos ahora es más valiente, ¿verdad? Mira todo lo que ha hecho. Pero esa imagen de un Junho pequeño huyendo de un pato... Es difícil de olvidar.
El ambiente estaba lleno de carcajadas y energía mientras Eunbi, siempre la más energética, comenzó a imitar cómo habría corrido Junho en aquel momento, lo que desató otra ola de risas.
Hyejin observó a su alrededor, dejando que la calidez de la escena la inundara. La gente que amaba estaba allí, riendo y compartiendo historias como si no existiera nada más en el mundo.
Junho le tomó la mano bajo la mesa, apretándola suavemente.
—¿Estás bien? —le susurró, su tono tranquilo.
—Nunca he estado mejor —respondió en voz baja, antes de entrelazar sus dedos con los de él.
JES'S NOTE !
junho salió alterado del coma 🙈 hyejin va a sufrir con ese hombre ( de la buena forma AAAAAA )
les juro que amo la relación de hyejin y junho 😭 los dos se cuidan mucho y ahora que junho acaba de salir del coma, hyejin va a sacar su lado de mamá con él 🩷
aprovechen los capítulos en donde todo es amor y felicidad, porque no se en que momento todo eso va a terminar ;)
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