eight. red light and green light
OO8 | RED LIGHT AND GREEN LIGHT
La mñana era fría, y Junho no podía dejar de mirar la puerta de la casa de los Park. Habían pasado dos días desde que él y Hyejin terminaron, pero el peso de su ausencia seguía presente. Había intentado ignorarlo, pero cada rincón de su vida parecía recordarle a ella: las risas compartidas, las pequeñas discusiones y, sobre todo, la forma en que ella lo miraba, como si realmente lo entendiera.
Apretó los puños en sus bolsillos, indeciso. Había caminado hasta aquí con la intención de verla, de hablarle, de decirle todo lo que no había tenido el valor de expresar antes. Pero ahora, de pie frente a la puerta, las dudas lo invadían con fuerza.
Suspiró profundamente, tratando de calmar el temblor en sus manos. ¿Y si lo rechazaba? ¿Y si ni siquiera quería escucharlo? El pensamiento era aterrador, pero la idea de seguir adelante sin intentarlo le parecía aún peor. Cerró los ojos un momento, reuniendo el valor que sentía que le faltaba. Finalmente, levantó la mano y tocó la puerta con un golpe decidido, aunque su corazón latía con fuerza contra su pecho.
Los segundos que siguieron fueron un tormento. Junho respiraba lentamente, pero su mente no dejaba de correr. Imaginaba a Hyejin abriendo la puerta, sorprendida al verlo ahí, tal vez incluso molesta. Pensaba en todo lo que quería decirle, en cómo se arrepentía de no haber luchado más por ellos, por lo que tenían.
Finalmente, la puerta se abrió, y Junho sintió que el aire se detenía en su pecho. Pero en lugar de Hyejin, una joven desconocida apareció en el umbral. Sus ojos mostraron curiosidad, y ladeó ligeramente la cabeza mientras lo examinaba. Junho frunció el ceño, desconcertado. ¿Quién era esta persona? ¿Dónde estaba su Hyejin?
—¿Puedo ayudarte? —preguntó la joven, con una voz amable pero cautelosa.
El hombre parpadeó un par de veces antes de encontrar su voz.
—Eh... Lo siento, estoy buscando a Hyejin. ¿Está en casa?
Jiyeon entrecerró los ojos, como si estuviera intentando decidir si confiar en él o no. Finalmente, respondió con calma:
—Hyejin no está aquí. Se fue al extranjero.
Las palabras lo golpearon como una ráfaga helada. ¿Al extranjero? ¿Cuándo? ¿Por qué no lo sabía? Junho sintió cómo su garganta se cerraba, pero mantuvo la compostura, aunque por dentro estaba hecho un caos. Fingió entender, asintiendo lentamente, mientras su mente intentaba procesar la información.
—Oh, claro... Su nuevo trabajo, ¿verdad? —murmuró, intentando sonar casual.
—Sí, eso mismo. Se fue hace poco.
De repente, el sonido de pasos rápidos sobre el el suelo rompió el silencio que se había formado entre los adultos. Junho alzó la mirada al escuchar una voz familiar.
—¡Junho! —Eunbi gritó, con su característica energía, mientras corría hacia él con una sonrisa radiante.
El aludido apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la niña se lanzara a sus brazos. Aunque estaba sorprendido, el abrazo lo reconfortó momentáneamente, recordándole los momentos en los que había sido parte de aquella familia.
—Hola —susurró con una pequeña sonrisa.
Eunbi retrocedió ligeramente, todavía sujetándolo de los brazos, y lo miró con curiosidad.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, su tono alegre pero cargado de una ligera preocupación.
Antes de que Junho pudiera responder, Eunbi notó a Jiyeon de pie en el umbral de la puerta, observándolos con el ceño fruncido. Aquella chica no parecía entender quién era Junho ni por qué estaba ahí.
—Oh, perdón por no presentarlos —Eunbi habló con una risa ligera—. Él es Junho, el novio de mi hermana.
El corazón del hombre dio un vuelco al escuchar esas palabras. El novio de Hyejin... ¿Seguía siéndolo? ¿Acaso Eunbi no sabía lo que había pasado entre ellos?
—¿El novio de Hyejin? —Jiyeon repitió, como si las palabras tardaran en asentarse en su mente.
Eunbi asintió con entusiasmo, sin notar la tensión que comenzaba a formarse en el rostro de Junho.
—Sí, han estado saliendo durante mucho tiempo —la niña se giró hacia el mayor y le dio un ligero golpe en el brazo— ¿Verdad?
—Si... —murmuró, desviando la mirada hacia el suelo.
Jiyeon, aún algo desconcertada, decidió no presionar más. Si él había sido importante para Hyejin, tal vez merecía entrar y conversar con alguien de la familia. Después de todo, su partida al extranjero parecía haber dejado más preguntas que respuestas.
—Bueno, si eres el novio de Hyejin... ¿Quieres pasar? —dijo Jiyeon finalmente, abriendo la puerta de par en par.
—Claro, gracias —respondió luego de unos segundos, siguiendo a Jiyeon hacia el interior de la casa.
Eunbi tomó su mano mientras caminaban, hablándole animadamente sobre cosas triviales, como si intentara aliviar la atmósfera pesada que lo envolvía.
Rápidamente, la sala se vio envuelta en una atmósfera tranquila, rota únicamente por el murmullo constante de Eunbi, quien hablaba sin cesar sobre cosas triviales mientras Junho la escuchaba con una leve sonrisa.
El hombre observó a Eunbi con cuidado mientras ella jugueteaba con un cojín. Dudó por unos instantes. ¿Debería preguntar? Temía que sus palabras pudieran traer recuerdos dolorosos a la pequeña, pero al mismo tiempo, no podía seguir viviendo con esa incertidumbre.
Finalmente, tomó una bocanada de aire y carraspeó suavemente para captar la atención de Eunbi.
—Eunbi, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro, ¿qué quieres saber? —respondió, elevando su mirada de forma distraída.
Junho se tomó un segundo antes de formular su pregunta, eligiendo con cuidado sus palabras.
—Es sobre... Aquella vez que tu mamá se desmayó y yo vine aquí —comenzó, haciendo una pausa breve, notando cómo Eunbi se detenía, su atención ahora completamente en él—. Cuando entré, todo estaba tirado en el suelo. Siempre me pareció extraño. Dudaba que solo fuera por la caída de Younghee...
La sonrisa de la niña desapareció gradualmente, y una tensión sutil se apoderó de sus pequeños hombros. Junho sintió un nudo formarse en su garganta al verla así.
—¿Qué pasó realmente ese día, Eunbi? —preguntó con suavidad, tratando de no sonar invasivo.
La niña bajó la mirada al cojín, apretándolo con ambas manos. Sus piernas comenzaron a balancearse nerviosamente sobre el borde del sofá. Junho esperó pacientemente, sin presionarla. Finalmente, después de unos momentos de silencio, Eunbi habló, su voz apenas un susurro.
—Fue horrible...
—¿Qué fue horrible, Eunbi?
La niña respiró hondo, como si intentara reunir el coraje necesario para continuar.
—Papá... Él vino ese día. Estaba borracho. Se enojó mucho con Jinnie... Le gritaba cosas muy feas, y luego...
—¿Qué pasó, Eunbi? Puedes decírmelo —el mayor la animó, tratando de mantener la calma, aunque por dentro sentía cómo la ira comenzaba a arder en su interior.
—Vi a Jinnie —comenzó, pero su voz se quebró. Apretó más el cojín contra su pecho antes de continuar—. Vi a Jinnie tirada en el suelo. Su cara estaba roja, pero no era porque estuviera enojada... Era porque había sangre.
Junho sintió como si un golpe invisible lo atravesara. Sus manos, que descansaban sobre sus rodillas, se cerraron en puños, temblando ligeramente.
—¿Te refieres a Hyejin? —cuestionó con voz ronca, aunque ya conocía la respuesta.
Eunbi asintió lentamente, sus ojos llenándose de lágrimas.
—Él... La golpeó. No sé por qué, pero estaba muy enojado con ella. Escuché los ruidos desde mi habitación, y cuando salí... —la pequeña hizo una pausa, tragando saliva, mientras sus manos temblaban—. Todo estaba tirado, y Jinnie estaba sangrando, pero no lloraba.
—¿Qué pasó después? —Junho volvió a preguntar, su voz apenas un murmullo mientras intentaba controlar la rabia que se acumulaba en su interior.
Eunbi se encogió de hombros, limpiándose una lágrima que rodó por su mejilla.
—Mamá llegó del trabajo y empezó a gritarle a papá. Él se fue después de eso. Pero fue muy feo. Muy feo...
Junho tomó un momento para asimilar todo lo que Eunbi acababa de compartirle. Su corazón se sentía pesado, como si una gran roca lo aplastara. No podía dejar de imaginarse a Hyejin de pie frente a su padre, sirviendo como escudo para proteger a su hermana pequeña. ¿Cuánto había sufrido ella en silencio? ¿Cuánto había soportado sin que él lo notara?
—Eunbi, ¿tu papá... Alguna vez te lastimó a ti? —lentamente preguntó.
Eunbi levantó la mirada, sorprendida por la pregunta, y negó con la cabeza con rapidez.
—No. Nunca me tocó... Jinnie siempre me protegía. Siempre.
—¿Qué quieres decir con eso, Eunbi?
—Cuando papá estaba enojado, Jinnie siempre se ponía frente a mí. Me decía que no me moviera y que me quedara callada —la niña explicó, aunque hizo una pausa, mirando al hombre con ojos tristes—. Por eso siempre la golpeaba a ella... Nunca a mí.
La mente de Junho comenzó a repasar todos los momentos que había compartido con Hyejin, todas esas veces en las que ella aparecía con pequeñas heridas o moretones. Recordó aquel corte en el labio que ella había tratado de restar importancia, diciendo que había sido un accidente. Recordó las veces que había notado cómo se frotaba los brazos o cómo evitaba hablar de su familia.
¿Cómo había sido tan ciego? ¿Cómo no se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo?
Eunbi, aparentemente aliviada de haber compartido su verdad, continuó hablando con la inocencia de una niña que no comprendía del todo la gravedad de sus palabras.
—Jinnie es muy fuerte. Siempre decía que mientras yo estuviera bien, todo estaría bien.
Junho sintió un nudo formarse en su garganta, y por un momento, temió que su voz pudiera traicionarlo si intentaba hablar.
—Eunbi... —su voz salió entrecortada, pero él la corrigió rápidamente— ¿Sabías que tu hermana nunca habló de esto conmigo?
—Nunca quiso que nadie supiera. Decía que no quería que te preocuparas —Eunbi respondió, ladeando la cabeza—. ¿Por qué estás triste?
Junho apretó los labios, intentando controlar la rabia y el dolor que amenazaban con desbordarse.
—No estoy triste, Eunbi. Estoy... —hizo una pausa, buscando la palabra correcta-. Preocupado. Porque alguien a quien quiero mucho ha sufrido demasiado.
Eunbi lo observó con una mezcla de curiosidad y empatía, pero no dijo nada más.
El mayor aprovecho ese momento y se recostó contra el respaldo del sofá, mirando al techo mientras intentaba calmar sus pensamientos. Odiaba la idea de que alguien, especialmente su padre, hubiera levantado la mano contra su Hyejin. Esa Hyejin a la que él amaba, la que siempre sonreía, aunque por dentro cargara un dolor inimaginable.
El peso de su culpa era insoportable. Ahora entendía la verdad detrás de esas heridas.
Junho cerró los ojos por un momento, inhalando profundamente. No podía cambiar el pasado, pero podía hacer algo ahora. Haría todo lo posible por encontrar a Hyejin y demostrarle que no estaba sola. Nunca más.
Abrió los ojos y miró a Eunbi, que ahora estaba dibujando algo en un papel que había encontrado en la mesa.
—Gracias por contarme esto, Eunbi —habló con suavidad, inclinándose para acariciarle la cabeza—. Eres muy valiente, ¿sabes?
Eunbi levantó la mirada y le sonrió tímidamente.
—¿Tú vas a ayudar a Jinnie?
—Claro que sí. Voy a hacer todo lo que pueda para ayudarla.
🦑♥️🚨
El tiempo transcurrido desde que Hyejin llegó al lugar designado para los juegos había sido una mezcla de desconcierto y tensión inquebrantable. La amplitud y frialdad del lugar la abrumaron desde el principio, con pasillos interminables y una arquitectura tan monolítica como intimidante. Cada paso que daba resonaba en su mente como un recordatorio de que ahora formaba parte de algo inmenso, aterrador, y despiadado.
La orientación inicial no había hecho más que intensificar sus temores. Un hombre con una máscara cuadrada, cuya voz resonaba firme y mecánica, se paró frente a ellos en una plataforma elevada. Cada palabra que pronunció parecía diseñada para grabarse en sus mentes con un peso casi opresivo.
—Escuchen con atención, porque no habrá segundas oportunidades. Aquí, las reglas son claras y no se tolerarán transgresiones. Si las rompen, pagarán con su vida —la voz reverberó en el aire como una sentencia definitiva.
Hyejin, como los demás, permanecía inmóvil, asimilando lo que escuchaba. La máscara que ocultaba su rostro le proporcionaba un extraño consuelo, como si le ofreciera un refugio tras el cual ocultar su miedo. Pero detrás de esa fachada, su corazón latía con violencia.
Las reglas fueron expuestas con claridad absoluta.
—Primera regla: Nadie puede quitarse la máscara ni revelar su identidad. Hacerlo equivale a ser un infractor, y la infracción se castiga con la ejecución inmediata.
—Segunda regla: Este lugar funciona bajo un sistema jerárquico estricto. Las máscaras circulares representan el rango más bajo, desempeñando funciones menores. Las máscaras triangulares simbolizan a los guardias de seguridad, responsables de mantener el orden y la disciplina. Y nosotros, los portadores de las máscaras cuadradas, somos los líderes. Obedezcan nuestras órdenes sin cuestionarlas.
Cada rango estaba claramente definido, y cualquier insubordinación sería considerada una amenaza al equilibrio del sistema.
—Tercera regla, y la más importante: No pueden mostrar compasión. Su deber es hacer cumplir las reglas, sin importar las circunstancias. Los jugadores que queden fuera del juego serán eliminados, y ustedes serán los responsables de hacerlo.
Cuando terminó la orientación, el grupo fue dispersado. Los pasillos del lugar eran un laberinto interminable, con un diseño deliberadamente confuso que parecía destinado a mantener a todos bajo control. Cada giro, cada puerta, le daba la sensación de estar en una prisión cuidadosamente diseñada para aplastar cualquier intento de rebeldía.
Caminando entre las sombras, Hyejin trató de memorizar cada detalle: Las señales, los números en las paredes, los puntos de referencia. Sabía que si llegaba a perderse en aquel lugar, iba a estar completamente acabada.
El peso de las reglas y su nuevo papel en este juego comenzaron a hundirse en su mente. Las máscaras eran la clave de todo. Cada forma representaba un destino diferente. Su máscara triangular la colocaba en una posición intermedia: suficiente poder para imponer orden, pero no tanta autoridad como para tomar decisiones. Solo un engranaje más.
Entró en una habitación asignada a los guardias, donde la espera y la incertidumbre se mezclaban con el eco de sus propios pensamientos. Allí, se enfrentó al uniforme que llevaba ahora, al nuevo rol que desempeñaría en este perverso sistema.
—¿Cómo llegué a esto? —murmuró en voz baja, apretando los puños.
El recuerdo de Eunbi y su madre, junto a la promesa de regresar a casa la mantenía en pie. Lo iba a hacer por ellas. Por su futuro. Pero en lo más profundo de su corazón, una pequeña voz le susurraba que esta era una prueba que podría quebrarla.
Ajustándose la máscara y enderezando su postura, Hyejin respiró hondo. Cada paso que daba por aquellos pasillos era un recordatorio de que ahora caminaba en la delgada línea entre la supervivencia y el sacrificio. Y aunque el miedo la acompañaba como una sombra constante, no permitiría que la consumiera.
Después de todo, estaba ahí para sobrevivir. Y lo iba a hacer, cueste lo que cueste.
🦑♥️🚨
El tiempo en aquella habitación asignada se sentía interminable. Hyejin estaba recostada sobre una cama estrecha y rígida, mirando el techo gris y sin vida. El ambiente era frío, tanto literal como figurativamente, y su monotonía la hacía sentir como si el aire mismo conspirara para oprimirla. El silencio que llenaba el pasillo más allá de su puerta era absoluto, inquietante, como si el mundo fuera incapaz de existir fuera de esas paredes.
No había nada que pudiera distraerla: ni un libro, ni un reloj que marcara el paso del tiempo, ni siquiera la más mínima conversación para romper la pesada atmósfera. Hyejin sabía que los otros guardias estaban allí, en habitaciones similares, pero su ausencia de ruido indicaba una familiaridad preocupante con la rutina de aquel lugar. Ellos estaban acostumbrados a esto.
De repente, una voz femenina resonó por los altavoces incrustados en las paredes, rompiendo el sepulcral silencio:
—Atención. El primer juego va a comenzar. Soldados, por favor, diríjanse a sus ubicaciones designadas.
Hyejin sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo. Era como si su corazón hubiera olvidado cómo latir durante un breve instante. Cerró los ojos por un momento, tomando una profunda bocanada de aire.
Se levantó de la cama con movimientos deliberados, como si cada paso hacia la puerta requiriera de todo su autocontrol. Con la espalda erguida y los hombros cuadrados, abrió la puerta de su habitación, encontrándose con otros guardias que ya estaban en formación. Todos estaban perfectamente alineados en dos filas impecables, sus movimientos sincronizados como si fueran un solo organismo.
Hyejin se colocó en la fila, esforzándose por replicar la precisión de sus compañeros. Caminaban en silencio, el eco de sus pasos reverberando por los estrechos pasillos metálicos. Cada giro parecía idéntico al anterior, y aunque Hyejin intentaba memorizar el camino, se dio cuenta de que sería imposible orientarse en aquel laberinto.
Los demás soldados sabían exactamente lo que estaban haciendo. Su profesionalismo y falta de vacilación la impresionaron y la intimidaron al mismo tiempo.
Finalmente, el grupo llegó a una sala amplia, iluminada con una luz blanca y fría que se reflejaba en las superficies metálicas. La habitación estaba equipada con una fila de lockers, cada uno marcado con un número único. Hyejin buscó el suyo, "007", y se detuvo frente a él.
Giró el pestillo y abrió la puerta metálica. Dentro del locker encontró un arsenal que, aunque familiar por su entrenamiento, le resultó intimidante en aquel contexto. Una ametralladora Heckler & Koch MP5A3 descansaba sobre una repisa, junto a un revolver Smith & Wesson Modelo 19 y un rifle de francotirador SR-25 de Knight's Armament.
Miró las armas con detenimiento, sopesando sus opciones. Notó que los otros guardias sacaban rifles similares, por lo que decidió seguir su ejemplo. Tomó el SR-25, asegurándose de verificar el peso y el estado del arma como había aprendido en su entrenamiento. Luego, recogió un estabilizador, varias municiones y una mira telescópica.
Mientras realizaba estos movimientos mecánicos, su mente trabajaba a toda velocidad.
Ajustó el rifle sobre su espalda y reunió las municiones en su cinturón. A su alrededor, los otros guardias parecían imperturbables, concentrados en sus tareas. Nadie hablaba, pero el ambiente estaba cargado de una tensión palpable.
Antes de cerrar su locker, Hyejin se detuvo un instante y observó su reflejo en el metal bruñido de la puerta. La máscara triangular ocultaba su rostro, pero no podía evitar preguntarse quién era la persona detrás de ella ahora. ¿Era Hyejin la misma joven que se desvivía por cuidar de su hermana? ¿O estaba a punto de convertirse en algo más oscuro, algo irreconocible incluso para sí misma?
Sacudió la cabeza, alejando esos pensamientos. En ese lugar no había espacio para las dudas.
Cerró el locker con un golpe seco y se unió al resto del grupo, lista para lo que el primer juego tuviera preparado.
Los guardias, con sus armas en mano, se reorganizaron en dos líneas perfectas. Hyejin ocupaba su lugar en la formación, manteniendo la mirada fija al frente, tal como había observado que hacían los demás.
El grupo avanzó por los interminables pasillos, girando esquinas y moviéndose en una marcha implacable. El espacio a su alrededor estaba diseñado como un laberinto; un cuadrado perfecto de corredores que se extendían hacia el infinito. Finalmente, llegaron a un punto donde las paredes comenzaron a cambiar, y cada guardia se dirigió silenciosamente hacia una puerta marcada con su respectivo número. Hyejin se detuvo frente a la puerta etiquetada con un "007" y respiró hondo antes de abrirla.
La habitación que encontró al otro lado era pequeña, mucho más estrecha que la del camión en el que había llegado.
En una de las paredes había una pequeña ventanilla rectangular, lo suficientemente grande como para permitir que su rifle sobresaliera. Era bastante obvio qué, de ahora en adelante, ese iba a ser su puesto. La chica se acercó para inspeccionar la vista que tenía desde allí.
Lo que vio la dejó perpleja. Frente a ella, un campo abierto se extendía en toda su longitud. Era un terreno simple. Las paredes estaban empapeladas con un diseño extraño, un paisaje de árboles y naturaleza. Tres puertas metálicas se alzaban al otro lado del campo, claramente diseñadas para que alguien—o algo—saliera de ellas. Y al final del espacio, casi como si fuera el centro de toda la escena, se encontraba una figura enorme que capturó toda su atención.
Era una muñeca, de proporciones descomunales y apariencia infantil. Su cabeza redonda, sus ojos inmóviles y su vestido anaranjado parecían sacados de un sueño perturbador. Dos soldados más estaban a su lado, inmóviles.
Hyejin ladeó la cabeza con curiosidad. Se esforzó por buscar sentido a lo que veía, pero no había lógica que pudiera atar los cabos sueltos en su mente.
Respiró profundamente, intentando mantener la calma. Su entrenamiento como soldado le decía que no debía distraerse, que cada segundo de vacilación podía ser un error fatal. Pero incluso con esa preparación, la extrañeza de la escena era abrumadora.
De pronto, un leve sonido metálico interrumpió sus pensamientos: el clic de una puerta que se cerraba. Una voz fría y monótona resonó por el sistema de altavoces instalado en la habitación.
—Soldado 007, coloque su arma en la ventanilla y mantenga la posición.
Hyejin asintió para sí misma, como si el acto físico pudiera confirmar que había escuchado y entendido.
Ajustó el rifle, colocándolo con cuidado en la ventanilla, y utilizó la mira telescópica para observar más de cerca el campo. Podía ver detalles que antes no había notado: cámaras incrustadas en las esquinas del espacio, y pequeñas luces que parpadeaban en las puertas metálicas.
Su atención volvió a la muñeca, aquella figura inmóvil que, por alguna razón, la inquietaba profundamente. Era como si algo en su diseño estuviera calculado para provocar incomodidad, como si estuviera hecha para ser observada... Y para observar.
—¿Qué demonios vamos a hacer aquí? —murmuró Hyejin en voz baja.
Los engranajes de su mente seguían girando, tratando de anticipar lo que estaba por venir. Recordó las palabras de advertencia que le habían dado: No mostrar compasión. Pero ¿cómo podía cumplir con eso cuando ni siquiera sabía qué clase de situación enfrentaría?
Se obligó a tragar el nudo en su garganta, su mirada endureciéndose mientras volvía a enfocarse a través de la mira del rifle.
Cuando las puertas metálicas comenzaron a abrirse, el sonido chirriante llenó el ambiente, un preludio inquietante a lo que estaba por suceder. Hyejin observó desde su pequeña ventanilla cómo una multitud de personas, vestidas con uniformes verdes y numerados, emergía al campo. Parecían desorientados, confundidos, como si apenas entendieran dónde estaban. Algunos caminaban con pasos vacilantes, mientras que otros intercambiaban miradas rápidas, buscando respuestas que ninguno de ellos podía ofrecer.
El corazón de Hyejin comenzó a latir con fuerza, golpeando contra su pecho como un tambor de guerra. Un escalofrío helado recorrió su columna vertebral, y sus manos, hasta ahora firmes, comenzaron a temblar ligeramente. ¿De verdad tenía que eliminarlos? La idea era clara, el objetivo directo, pero la realidad de lo que debía hacer parecía un peso insoportable.
De pronto, una voz femenina resonó a través de los altavoces, rompiendo el silencio tenso del campo:
—El primer juego es "Luz roja y luz verde".
Hyejin parpadeó, obligándose a enfocar su mente. Su mirada se deslizó hacia la muñeca gigante al final del campo. Ahora se había girado, dándole la espalda a los participantes, y una de sus manos cubría sus ojos mientras apoyaba la otra contra un árbol artificial.
La voz continuó, explicando las reglas con una calma que parecía casi cruel:
—Ustedes pueden avanzar mientras ella grite "luz verde". Si detecta que se mueven posteriormente, serán eliminados. Sigan las instrucciones.
Desde su posición, Hyejin podía observar cómo los participantes intercambiaban miradas de incredulidad. Algunos murmuraban entre sí, con risas nerviosas que trataban de ocultar su desconcierto. Para ellos, era una broma, un juego infantil que no podía tener consecuencias reales.
—Es una tontería... —escuchó que uno de ellos decía, su voz cargada de escepticismo.
—Dinero fácil. Solo tenemos que correr un poco —comentó otro, sonriendo con confianza.
Pero Hyejin sabía que no había nada de fácil en lo que estaba a punto de suceder. Ellos no lo entendían.
La voz por los altavoces regresó, marcando el inicio del juego con una advertencia final:
—Aquellos que crucen la meta sin ser atrapados en cinco minutos pasan esta ronda. Es hora de comenzar el juego.
Un pitido agudo resonó en todo el campo, señalando el inicio del cronómetro. Las luces del tablero junto a la muñeca comenzaron a parpadear, marcando la cuenta regresiva: cinco minutos y contando.
Hyejin reaccionó de inmediato. Sus manos, aunque aún nerviosas, se movieron con precisión mientras organizaba todo lo necesario para su puesto. Ajustó su rifle, verificó las municiones y colocó el visor de forma que tuviera una vista clara del campo. Cuando todo estuvo listo, apuntó a través de la rejilla, buscando su primer objetivo.
Desde su posición elevada, tenía una visión privilegiada de todo lo que ocurría. Los participantes comenzaron a moverse lentamente al grito de "¡Luz verde!" de la muñeca. Algunos avanzaban con pasos pequeños y cuidadosos, mientras que otros corrían con confianza, pensando que todo esto no era más que un espectáculo absurdo.
Cuando la muñeca gritó "¡Luz roja!" y se giró abruptamente, el campo quedó en completo silencio. Algunos participantes se detuvieron justo a tiempo, congelándose en posiciones incómodas, pero otros no tuvieron tanta suerte.
—Jugador 103 eliminado —la voz mecánica resonó, y un disparo seco llenó el aire.
Hyejin contuvo el aliento. Desde su visor, vio cómo un hombre caía al suelo, inmóvil. La sangre manchó la arena, y los murmullos de incredulidad entre los participantes se convirtieron en gritos ahogados de horror.
—Esto no puede estar pasando... —murmuró para sí misma, incapaz de apartar la mirada de la escena.
Pero sabía que no podía vacilar. Había firmado un contrato, aceptado las reglas, y ahora estaba atrapada en esta maquinaria inhumana. Las órdenes eran claras: eliminar a los que fallaran.
La muñeca volvió a gritar "¡Luz verde!", y el juego continuó. Hyejin siguió observando, su dedo descansando sobre el gatillo del rifle. No había disparado aún, pero sabía que llegaría el momento en que tendría que hacerlo.
La cuenta regresiva seguía avanzando, cada segundo acercándolos más al final del juego. Pero para algunos, ese final llegaría mucho antes de cruzar la meta.
La tensión en el campo era palpable, un silencio casi sagrado se extendía mientras los jugadores esperaban la señal. De repente, la muñeca gigante comenzó a cantar con una voz infantil y mecánica, marcando el inicio de la ronda.
—"Luz verde..." —entonó, y en un instante, los participantes comenzaron a correr.
El caos se desplegó. Algunos avanzaban con determinación, mientras otros dudaban, midiendo cada paso con extremo cuidado. Cuando la muñeca gritó "¡Luz roja!" y giró su cabeza bruscamente hacia ellos, el aire se congeló.
Hyejin, con los ojos clavados en el visor de su rifle, observaba la escena. Todo parecía ir bien hasta que un chico rubio en el centro del grupo perdió el equilibrio. Tambaleándose de un lado a otro, trató de estabilizarse, pero su cuerpo no respondía con rapidez.
En ese momento, la voz femenina resonó en el auricular de Hyejin, cortante y precisa:
—Jugador 324.
El corazón de Hyejin pareció detenerse por un segundo. Su respiración se aceleró, pero recordó las órdenes. Con manos temblorosas, ajustó la mira de su rifle hasta que el chico estuvo en el centro de su objetivo.
Un disparo seco rompió el silencio.
Hyejin vio cómo el chico se desplomaba, su cuerpo inerte cayendo sobre la arena. Un hilo de sangre comenzó a extenderse lentamente bajo él. Sentía como si el mundo se cerrara sobre ella, y su corazón latía con una fuerza casi dolorosa.
Quería apartar la mirada, pero no podía. Sus pensamientos se arremolinaron en su mente: ¿Qué clase de persona era para hacer esto? ¿Qué tan lejos puede llegar alguien por sobrevivir?
Antes de que pudiera procesar lo que acababa de hacer, un grito desgarrador de uno de los participantes rasgó el aire. Fue seguido de un aluvión de disparos, y Hyejin se enderezó automáticamente en su puesto, alerta.
—Jugador 154.
La voz en su auricular la sacó de su ensimismamiento. Sin pensar, giró el rifle hacia el nuevo objetivo. Un hombre corpulento estaba parado cerca del borde del campo, sus movimientos torpes lo habían delatado. Hyejin apretó el gatillo, y el hombre cayó al suelo sin emitir un sonido.
La rutina se repetía. Cada vez que la voz pronunciaba un número, Hyejin buscaba, apuntaba y disparaba. Cada disparo era un peso más en su conciencia, y los segundos parecían alargarse en una eternidad insoportable.
Mientras el juego continuaba, los gritos de los participantes y los disparos se entremezclaban en una sinfonía de desesperación. Algunos lograban detenerse justo a tiempo cuando la muñeca gritaba "¡Luz roja!", pero otros no eran tan afortunados.
Cuando el cronómetro finalmente llegó a su fin, Hyejin notó cómo muchos habían logrado cruzar la línea de meta. La esperanza se reflejaba en sus rostros, pero también había una gran cantidad de personas que se habían quedado atrás, atrapadas por su falta de velocidad o su propia incredulidad.
El altavoz volvió a activarse, rompiendo el breve silencio:
—Jugador 309.
Hyejin levantó la mirada. No era su turno esta vez. Pero lo que ocurrió a continuación la dejó sin aliento. Todos los participantes descalificados, los que habían quedado fuera de la línea de meta, fueron eliminados simultáneamente. El sonido de los disparos resonó como un trueno, y los cuerpos cayeron al unísono, convirtiendo el campo en un escenario de horror.
El cielo artificial sobre ellos comenzó a cerrarse lentamente, cubriendo el área con una penumbra opresiva. Era el final del primer juego.
Hyejin dejó escapar un largo suspiro, sus manos aún temblando. Soltó el rifle con cuidado, sus dedos entumecidos por la tensión.
—Es hora de volver a tu dormitorio, 007.
JES'S NOTE !
PRIMER TRABAJO DE HYEJIN COMO SOLDADO 👏🏻 yo digo que devoro completamente, porque si yo hubiera estado en su lugar no habría sido capaz de dispararle a alguien sin vomitar.
yo sé que a junho se le rompió el corazón cuando fue a la casa de hyejin y se dio cuenta de que ella se había ido 🥹 JUNHO HABÍA IDO A ARREGLAR LAS COSAS Y ELLA SE FUE 😭
me dio muchs pena escribir la conversación entre junho y eunbi 😭 él era tan cuidadoso con ella porque no la quería pasar a llevar, y a pesar de todo, eunbi sigue teniendo la inocencia de una niña ( gracias hyejin ) 😞
ahora junho va a hacer todo lo que pueda para hacer que ese viejo sufra por haber lastimado a su noviecita 🙈
GRACIAS POR LEERME <3
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