kiss, kiss
𝐓𝐇𝐄
𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓
Estos días la ciudad se siente diferente. Aunque sé que la sensación abrumadora es debido a la fecha, la desolación se adueña de la vibra de las calles en esa época del año. Yo mismo soy víctima de la incomodidad que merodea entre los ciudadanos, la siento pegada a mi espalda como el más fiel acompañante que alguna vez he tenido.
Pero lo controlo, caminando cabizbajo en el pasillo repleto de estudiantes ajetreados, en dirección a la fila de casilleros para buscar el mío, demasiado ocupado tratando de desbaratar mi remolino de pensamientos caóticos para esquivar a los demás estudiantes. Sé bien cuál es el mío aunque no ponga atención al camino, es imposible perderlo porque justo enfrente se encuentra el casillero gris, el único de color distinto en todas las filas de gabetas rojas. Y a pesar de que lo reconozco, me prohibo a mí mismo mirarlo intencionalmente cada que paso por ese pasillo. Simplemente no soy valiente para hacerlo.
Y es por pensar en eso que me entretengo guardando mis pertenencias tomando más tiempo del esperado. De reojo puedo ver el par de polaroids pegadas en la puertecilla del casillero que, aunque aprecio y conservo con cariño, una tira de rayones oscuros oculta el rostro de la persona que me acompaña en la fotografía. Todo el mundo me ha recomendado que las retire, conscientes del dolor latente que provoca aquel recuerdo impreso en un lugar tan íntimo como lo es mi casillero. Sin embargo, me veo incapaz de hacerlo. Tanto así, que un día en un ataque de histeria, había terminado eliminando la parte dolorosa con un rotulador permanente.
No me arrepiento en absoluto. Eso fue mejor que quitarlas por completo.
No quiero pensar en eso. Desearía que de alguna forma pudiera detener la velocidad en la que mi cabeza genera pensamientos intrusivos, anhelo la calma mental que alguna vez pude disfrutar. Exhalo un suspiro mientras azoto sin mucha fuerza la puertita de la gabeta, y en ese instante me encuentro con otro rostro cubierto, reemplazando por casualidad el sitio de la polaroid rayonada. No puedo evitar un sobresalto indisimulado, ni tampoco el enfado que le secunda un instante después.
—¿Te asusté? Lo siento, Taehyung-ah —exclama Hoseok retirándose el listón de la máscara blanca para liberar su cara, devolviendo su sonrisa resplandeciente al mundo.
—Está bien, sólo me sorprendiste —le respondo indiferente, con un inevitable tono neutro que, aún sin quererlo, ya forma parte de las características de mi persona.
—¿Te gusta mi disfraz? Lo conseguí en una venta de garaje hace un mes.
—Scream. Que original —ironizo, mientras ambos empezamos a caminar hacia las aulas. Hoseok, a mi lado, se carcajea de buen humor guardándose la máscara de regreso en la mochila, sin detener su marcha.
—Oye, lo cliché nunca falla.
—Haz lo que te haga feliz, hyung.
—Curioso que aquellos que se atreven a dar consejos, son los que menos se atreverían a seguirlos.
Me mantengo en silencio, evitando protestar por una verdad que todos conocen. Además, sé que la intención con la que lo dice no es ser ofensivo. Una vez que llegamos al aula, nos dirigimos a los asiento de la esquina donde Yoongi ya espera por nosotros, en una calma envidiable entre el escándalo que le rodea.
—Taehyungie, ¿irás a la fiesta del Noween con nosotros? —me cuestiona incluso antes de que puedan tomar asiento.
El Noween es una festividad no oficial que se celebra por las generaciones más jovenes a escondidas de la ciudad. Su nombre es una abreviación de "No Halloween", y la fecha del calendario es el primero de octubre; todo como una protesta por la ley no escrita que prohibe cualquier alusión a la mentada celebración de este mes. La razón es simple, pero escalofriante: hace cincuenta años atrás, ocurrió en la ciudad una masacre que no se descubrió a tiempo. Un psicópata asesinó al menos a veinte personas, hombres, mujeres y niños a modo de sacrificio, por lo que decidió evitarse el día de brujas unánimemente por el pueblo como homenaje a las víctimas del despreciable hombre.
Y sí, se trata de tener empatía por los inocentes, pero las últimas generaciones están cansadas de que se siga prohibiendo una festividad ajena a las motivaciones del asesino. Y aquellos jóvenes más renuentes a las autoridades, comenzaron a esparcir la idea del Noween hasta que finalmente fue adoptada por nuestra generación, hace no más de seis años.
Al principio, tal como a muchos otros universitarios, la idea me resultaba emocionante y asistía a las fiestas organizadas con entusiasmo, pero después de la montaña rusa de vivencias y emociones que debí experimentar en los últimos dos años, había terminado por recuperar la empatía hacia las víctimas perdidas en manos egoístas. Tanto que no creía volver a ser capaz de disfrutar del Noween en mucho tiempo.
—Taehyung-ah —insiste Yoongi luego de un rato, posiblemente deduciendo que ya me había disociado por un rato. Cuando vuelvo en mí, me apresuro a sentarme en el asiento junto a Hoseok.
—Lo siento. No iré —respondo al fin, avergonzado y evitando establecer contacto visual con los chicos.
—Este es el segundo año que no piensas ir... Sabemos que es duro para ti, Tae, pero no evites hacer las cosas que te gustan —continúa Hoseok, evidentemente preocupado por mí—. Además, escuché que las pistas de este año apuntan a que la fiesta será en la antigüa feria.
—Todos están hablando de eso, y si es cierto será el mejor Noween que ha habido hasta ahora.
—Podemos irnos en tu auto, Yoon. Es suficiente para los tres y no será tan llamativo.
—Chicos, tengo cosas que hacer —me vi obligado a interrumpir los comienzos del plan que empezaban a formar, para asegurarme de que no me contemplaran en él. Hoseok, sorprendido, me cuestiona si trabajaré esa noche—. Si, no quiero perder un día de trabajo por una fiesta.
—Está bien, Tae —responde mi amigo pálido, sentado detrás de nosotros—. Lo entendemos. Y si quieres que la pasemos contigo cuando salgas del trabajo, puedes decirnos.
—Gracias, pero no hace falta que cancelen sus planes por mí. Estaré mejor sabiendo que se están divirtiendo como quieren, en lugar de sentir que los tengo prisioneros junto a mí.
—Aigo, Taehyung. ¡No eres una molestia para nosotros! Nunca pienses en esa posibilidad —me asegura Hoseok. Cuando pienso contestarle, y agradecerle, el profesor hace presencia en el salón de clases provocando un silencio respetuoso.
—Lo tengo claro, hobi hyung —le susurro, lo suficientemente bajo para que sólo él le escuche. En respuesta, recibo una sonrisa amplia.
Soy consiente de que debería decirlo más a menudo; estoy profundamente agradecido con la compañía y constante atención que recibo diariamente de mis dos mejores amigos. Pero no es mi culpa, no está en mi personalidad ser muy expresivo con mis sentimientos a menos que estos me lleguen a rebasar, pues no crecí en un ambiente que me enseñara a hacerlo, mi familia siempre había tenido la costumbre de mantener una apariencia misteriosa y reservada. Todavía hay ocasiones en las que estoy secretamente envidioso de la fluidez con la que mis amigos pueden explicar lo que sienten.
Mi apatía se redujo considerablemente desde que empecé a convivir con ellos con más frecuencia, durante la adolescencia, pero nunca pude deshacerme por completo de esa inexpresividad emocional con la que crecí. No obstante, al entrar a la universidad y notar que mis compañeros lucían tan comprometidos con hacer nuevos vínculos sociales, simplemente acepté que eso no era para mí. Que soy alguien que prefiere estar apartado de los demás, no por miedo a no encajar, sino por mero gusto.
Sin embargo, también sé que ellos son comprensivos con mi nula elocuencia, y que jamás se sentirán ofendidos si me niego a compartir las pequeñas cosas que me pasan durante el día, como ellos fácilmente hacen cada vez que nos vemos.
...
Dos días después, me encuentro a mí mismo manejando sin poder despegarme de la inquietud. Esa mañana había despertado agitado por una pesadilla cuyo recuerdo se había desvanecido al segundo que desperté, lo único que pude recordar fue la sensación de sentime vigilado, así que me forcé a suprimirlo...
Hoy es primero de octubre. Es fácil adivinar la fecha porque no es común ver a tantos jóvenes en las calles por el mediodía, un domingo, la mayoría todavía haciendo sus últimas compras antes del Noween.
Estaciono cuando llego a un sitio sin pavimentar, aferrándome al volante con dedos tensos para quedarme unos minutos más dentro de la camioneta. La vista es un desconsuelo sin remedio. Pero termino bajando pronto, pues conforme más tiempo paso repasando el checklist mental de lo que haré al bajar, más se intensifican los síntomas de la ansiedad... Y si sigo así, me será imposible pisar el suelo. Con el tiempo he aprendido que en algunas situaciones específicas, lo mejor es que actúe de inmediato sino quiero paralizarme por completo.
—¿Quién autorizó que podías irte? —le reclamo a la nada, molesto con el cielo nublado a través del empañado parabrisas. Ya le hace falta una lavada a mi pobre vehículo. Cuando me digno a salir, no olvido recoger el arreglo de flores rosadas apoyado en el asiento copiloto, sin dejar de refunfuñar en voz baja—: Deberías estar avergonzado de haberme dejado solo.
Arrastrando los pies y cabizbajo, llego a la tumba destinada, deteniéndome al pie de la superficie elevada de cemento. El descanso de mi adorado hermano. No me he atrevido a alzar la vista hacia el epitafio después del entierro, como muestra del inquebrantable respeto que tuve y tendré por él. Vengo a visitar el lugar al menos tres veces por mes, llevando conmigo un obsequio de sus flores favoritas; mi hermano fue una persona extravagante y singular en vida, por eso me gusta que su sitio quede tal como imaginaba que le gustaría tenerlo.
Después de limpiar unas cuantas ramas y hojas, acomodar algunas figurillas, fotos y demás arreglos florales que yacían desperdigados, decido que transcurrió tiempo suficiente y puedo volver a casa. Realmente me cuesta quedarme más de media hora aquí. Pero antes de retirarme, me doy el tiempo de dirigirme a la tumba contigüa y depositar ahí la basura que fui recogiendo desde la camioneta, sin contenerme de volcar un retrato que protege una tierna fotografía del propietario... Y aunque no me arrepiento, dedico igualmente una reverencia a modo de disculpa a mi hermano cuando vuelvo a pasar frente a él, a sabiendas de que, de haberse encontrado físicamente conmigo, me hubiera reñido por aquella travesura.
Espero que ya se esté acostumbrado, llegados a este punto.
Entonces regreso trotando a la camioneta, sintiéndome mucho más liviano que antes de entrar, con la energía renovada. Mientras conduzco de vuelta a mi apartamento, mi estómago me sorprende gruñendo fuertemente por atención encima de la música, ¿en serio tanta hambre tengo? Ni siquiera me había dado cuenta. Odio sentir hambre, así que me detengo en la primera tienda de autoservicio que encuentro en la carretera. Me compro dos vasos de ramen para almorzar en la misma sucursal y una bebida energética con trocitos de fruta natural. Me siento mucho más relajado mientras como, entiendo que sólo me hacía falta visitar el camposanto para regular un poco de mi estrés.
La sensación de alivio es tanta, que en un arranque de euforia me compro también un tinte de cabello antes de salir de la tienda.
La notificación de una llamada entrante detiene la canción que estaba a punto de cantar con sentimiento, pero ni siquiera me importa la interrupción cuando diviso el contacto de mi hyung mayor en la pantalla. Me apresuro a responder la que en realidad es una videollamada, para encontrar a Yoongi hyung sonriendo y presumiento un maquillaje tétrico que simula extender la cuenca de sus ojos y deformar su nariz, y ni siquiera eso lo hace lucir menos tierno.
—Taehyung-ah —saluda al verme, pero un par de segundos después sus ojos se agrandan—. ¿Que pasó en tu cabello? ¿Eres Frankenstein?
—Estoy haciendo un cambio de color.
—¿Hiciste qué? —la cara de Hobi hyung aparece por un costado de la pantalla, mirando con ojos brillantes. Él, a diferencia de Yoongi, no tiene un maquillaje muy invasivo, simplemente un difuminado de color negro al rededor de los ojos. Y eso es un plus, ya que su disfraz depende de la máscara con la que me asustó en el pasillo de la universidad.
—¿Te aburriste del rubio, o estás cerrando etapas? —cuestiona Yoongi.
—Mhm, creo que ambos.
—Imagino que no nos dirás el color —reclama Hoseok, yo niego de inmediato.
—Tendrán que esperar hasta mañana en la facultad, hyungs.
—Bueno, te llamábamos para preguntarte si estás seguro de que no quieres ir con nosotros... Aún puedes faltar al trabajo y venir a mi casa.
—Y si es el disfraz lo que te preocupa, podemos improvisar cualquier cosa. Tan sólo mira a Yoongi hyung.
—¡Mi disfraz es genial! Soy un fantasma.
—Gracias, hyungs, pero no faltaré al restaurante.
—Bien, Taehyung-ah —resopla Yoongi. No con molestia, sólo con resignación. Pero no tarda en volver a sonreír en unos segundos—. Si quieres que pasemos la noche contigo, sólo dínnoslo, Taehyungie. Lo sabes.
—No hace falta, pero gracias, hyung.
—Tae, Yoongi hyung quiso robarte tus zapatos.
Yoongi rueda los ojos y le da un zape a su acompañante.
—Son los zapatos que dejaste aquí el viernes.
—Ah, sí. Los olvidé porque los cambié, cuando llegamos, sólo quería ponerme las pantunflas.
—Ya veo... ¿Me los prestas esta noche? Eres el único que usa zapatos de vestir, negros y tan pulcros. Quería llevar zapatillas, pero le roban flow a mi disfraz. ¡Por favor, TaeTae!
—Y yo soy el que quería robarlos...
—Llévalos, hyung. Sólo no los ensucies, por favor.
—¡Eres el mejor, Taeyungie!
...
Una vez que el tiempo de acción termina, me enguajo el cabello y me peino para admirarme en el espejo. El cambio me gusta, y el color realmente se adapta a mi piel, es un tono rojo cobrizo intenso, muy similar al que tiene Hobi hyung en su cabello ahora mismo. Me inspiré en su apariencia actual para mi propio cambio, espero que no se lo tome a mal (aunque sé que no lo hará).
Una vez vestido con mi uniforme encima de mi ropa regular, me apresuro a salir al restaurante con el tiempo contado. La ubicación no queda muy cerca, pero el tráfico habido diariamente en las zonas transitadas alargan tiempo que es sencillo ahorrar andando en bicicleta. Para mi comodidad, me coloco los audífonos inalámbricos y pedaleo con la música a un volumen alto, el suficiente para camuflajear la contaminación acústica de la ciudad. En las calles encontré a varios jóvenes valientes con maquillajes y vestimentas extravagantes, muchos más de los que hubieron años pasados, andando despreocupados como si fuera un domingo casual para ellos. Pareciera que, a partir de ahora, habrá menos temor a las posibles consecuencias por parte de las autoridades... A que se descubra el secreto entre voces que algunos todavía temen pronunciar más alto.
En veinte minutos estoy en el lugar, entrando por la puerta trasera después de asegurarme de estacionar y colocar el candado especial a mi bicicleta. Firmo mi entrada e inmediatamente me dirijo a mi puesto, sin importame si alguien quiso saludarme durante el recorrido.
Soy el friegaplatos en un restaurante de comida rápida, por lo que mi trabajo no es poco durante mi horario laboral. Aunque para muchos sería un trabajo humillante, yo aprendí que mi labor es tan importante como el resto de miembros en la cocina. Yo ayudo a imponer orden. Y además, fue lo mejor que pude conseguir como trabajo a medio tiempo con el mínimo contacto humano. No es que me incomode interactuar con otras personas (si), pero soy más ágil cuando no me exigen trabajar en equipo. Lo único disgustante es el horario, pues al solicitar un horario para estudiantes, me dan la oportunidad de trabajar pocas horas entre semana a cambio de doblarlas los findes.
Mi turno termina rápido, de todas formas, incluso para ser domingo en la tarde. Cuando no quedan más trastes por lavar, me seco las manos en una toalla y me quito el delantal del uniforme para guardarlo en mi mochila. Trasladándome con ropa la ropa menos sucia, firmo mi retirada y me marcho de nuevo en mi bicicleta.
Temo que la rutina comienza a apropiarse de mis días, y el sólo pensamiento de ello me resulta martirizante.
No veo a más disfrazados en el camino de regreso, pero es entendible porque todavía falta para la medianoche y la fiesta está lejos de tener fin. Tampoco tengo notificaciones de ninguno de mis hyungs, salvo por un par de vídeos de Hobi hyung hace unas tres horas atrás, donde me cofirma que la fiesta se organizó en la feria abandonada de la ciudad, a media hora de distancia, así que imagino que se están divirtiendo. Eso deseo. Lo que menos quiero es que se preocupen por mí, aunque sé que es imposible.
Un zumbido persistente se aferra a mis oídos, similar al motor de una sierra eléctrica que acelera y desacelera sin un orden aparente. Sólo que no es unísono, son muchas pequeñas vibraciones agudas perceptibles casi al mismo tiempo.
La maraña de zumbidos me persigue como una bola de polvo invisible a través de un pasillo estrecho y sin decoraciones, casi en total penumbra. Consigo correr lo suficiente para alejarme de aquella bola maligna hasta que el ruido no molesta más, pero me encuentro con un muro de ladrillos que me impide el escape. El zumbido se acerca poco a poco, y por más que trato de escalar, rodear o derrumbar la maldita barrera, simplemente es inútil. De un momento a otro, la bola hecha zumbidos está sobre mí provocando un eco insoportable en mis oídos, al punto de volverse doloroso.
Cuando despierto, la sensación de silencio repentino no es un alivio inmediato, sino que duele como si me hubieran desprendido de una tira de cera. Sólo que ésta vez estuvo pegada en mi cerebro y no en mi piel externa.
Todavía no tengo mensajes de ninguno de mis hyungs, pero no me preocupa porque los veré en un rato.
Me sorprende encontrar las luces ya encendidas en la cocina cuando bajo, casi listo para salir a la facultad. Son raras las ocasiones que me encuentro con mi progenitor despierto, ya que trabaja en el turno de la noche y duerme lo más que puede durante el día; me imagino que, para que esté despierto a esta hora comiendo el recalentado que dejé anoche, se quedó a doblar turno y acaba de salir hace poco. Lo sé, y aún así es tan raro encontrarme con mi padre, que me quedo a verlo desde el umbral de la cocina, petrificado como si hubiera visto un fantasma.
Él me mira sin dejar de masticar, con el semblante agotado y las mangas de su camisa arrugada arremangadas sobre la mesa.
—Buen día —susurro y me dispongo a continuar con mi rutina, tratando de parecer lo menos tonto que se puede luego de quedarte completamente inmóvil por un minuto. Mi padre, distante al mundo como siempre, hace un pequeño ademán a modo de saludo antes de volver a su comida.
—¿Vas a la escuela? —me cuestiona, con la voz tan cansada como su apariencia.
—Si.
Él asiente y yo tomo un paquete de galletas junto a un vaso de leche para desayunar.
—¿Vas a trabajar en la tarde?
—Si. Terminando las clases.
Vuelve a asentir y yo me siento en la mesa, en la silla frente a él, contemplando por primera vez lo gigantesca que luce la casa para los dos. Desayuno en silencio mientras él sigue sorbiendo el ramen y el pastel de arroz. Sería más sencillo partir a la camioneta y evitar la incomodidad, pero a veces, en momentos donde lo encuentro de casualidad y ninguno de los dos tiene prisa, viene a mi mente el recuerdo de mi hermano y la facilidad que tenía de unir al menos un poco a la familia.
Cuando él estaba vivo, me era sencillo sentirme parte de una familia. Él era un alma rebelde, un alma que no temía expresarse como quería, y aquello ni siquiera lo pudo cambiar la crianza de mis padres, que reclamaba la menor manifestación posible de sentimientos y emociones. Conforme crecía, Seokjin comenzaba a traer un tipo de emotividad diferente a la que conocían nuestros padres. Estando con él me sentía a salvo, él se había encargado de hacerme saber que no debía tener miedo de ser quien soy. Aunque, de hecho, yo quería ser como él.
Pero yo no soy mi hermano, no tengo facilidad de palabra ni mucho menos carisma, y mi padre se terminó yendo por escaleras al terminar su plato, apenas deteniéndose para desearme buena suerte durante el día de hoy. Me desanima pensar lo triste que estaría Seokjin de ver esta escena.
Ahora que mi hermano no volverá a estar con nosotros, sé que la relación con mi papá no volverá a tener oportunidad de ser lo que pudo ser.
...
Antes de llegar a la facultad ya podía visualizar el panorama a encontrar, basándome en Noweens pasados. Y no me equivoqué; los estudiantes caminan con termos de cafés y gestos adoloridos, la mayoría despeinados y sin una gota de maquillaje. Sin embargo, había un factor en común que se había mantenido intacto cada año después del Noween, y esa era la reacción de Hobi hyung. Ese hombre parecía haber nacido condenado a no manifestar nunca un mal día, ni siquiera estando tan drenado se le podía desprender de su energía vivaz ni de su buen humor. En las fiestas pasadas, cuando me lo encontraba en la facultad se apresuraba a tomarme de los hombros y narrarme con lujo de detalle todo lo que había visto, tocado, olido, escuchado, o que simplemente consideraba digno de compartirse. Así es Hobi, todo le maravilla.
Esta vez no fue así. Y el primer cambio que veo en él apenas lo distingo enterrado en su casillero, es una venda blanca envolviendo su brazo derecho.
—Buen día, hyung —le saludo en cuanto le veo, sin sonar tan entusiasta como planeaba—. Parece que tuviste un momento difícil durante la fiesta.
—¡Ah, Taehyung! —exclama cerrando la puertita de golpe—. ¿Por qué piensas eso?
Extrañado por su actitud nerviosa y a la defensiva, le señalo su brazo evidentemente herido con la barbilla.
—¿Fue algo grave?
—¿Esto? No, no, fue sólo una caída estúpida. Menos mal había un enfermero practicante que me ayudó a revisar y vedar mi brazo.
—¿Dolió?
—No... No lo recuerdo, estaba tan ebrio que ni siquiera lo noté hasta que apareció el enfermero.
Codo a codo, empezamos a caminar directo a las aulas, rodeados de murmullos eufóricos que comparten lo vivido la madrugada de anoche, pese a su agotamiento actual. Estoy prestando atención a un par de chicas que miran la pantalla de uno de sus celulares sin dejar de reír, cuando Hobi me sostiene del codo con su mano sana, impidiéndome seguir caminando.
—¿Hyung? —cuestiono sin zafarme de su agarre, intrigado por el temor que sus ojos no alcanzan a ocultar. Él no se atreve a mirarme, sus pupilas viajan ansiosas por todo el pasillo antes que detenerse en mí.
—Debo contarte algo, Taehyung-ah —susurra inclinándose cerca de mi oído. A tan poca distancia, sólo puedo mantenerme quieto mientras mi amigo gira su visión hacia la derecha, por encima de nuestros hombros—. Sólo que no ahora, no aquí.
Justo antes de que pueda cuestionarle algo antes de que se retire, Yoongi hyung surge por un costado mío para abrazarme por los hombros, en medio de Hoseok y yo. Trae unos lentes de sol enormes, a pesar de que son las ocho de la mañana, y una sonrisa sin dientes que lo hace ver más tierno de lo normal.
—Buen día, que color de cabello tan llamativo —canturrea, y eso provoca que Hoseok al fin parezca notar el cambio—. Ahora parecen hermanos.
—¿Les... gusta? —pregunto, repentinamente tímido cuando las pupilas oscuras de Hobi hyung me miran fijamente.
—Te ves lindo, Taehyung-ah.
—Te queda mejor que a Hoba.
El mencionado rueda los ojos y golpea la frente de Yoongi hyung con su dedo medio. Les detengo antes de que discutan y le aseguro a Hoseok que no era mi intención hacerme pasar por él ni parecer un copión, pero él me sonrié con una energía distinta a hace un rato, más relajado.
No obstante, me queda la impresión de que Hobi hyung me mira menos que un día común, tampoco ha intentado invadir mi espacio personal como es habitual en él. En la media hora del primer descanso, ambos me cuentan su experiencia en la feria abandonada, sentados en una banca solitaria del patio porque saben que odio el ruido intenso de la cafetería. Me comentan sobre los disfraces más llamativos que vieron, personajes tanto asiáticos como occidentales. Y que, pese a mis burlas, Hoseok resultó ser el único Scream de este año.
Antes de que termine el descanso, Hobi comenta que ha tomado demasiado jugo y que irá al baño, entonces nos quedamos Yoongi hyung y yo solos. Quien, por las ojeras marcadas que demuestran el poco tiempo de descanso que tuvo esta noche, ya entiendo porqué prefirió usar las gafas de sol.
—Y ¿cómo se accidentó hobi hyung?
—¿Te digo la verdad? No tengo idea, Taehyung-ah.
—¿No estaban juntos?
Él niega, con sus pupilas demostrando pesar.
—Hubo una gran parte de la noche donde ya no supe nada de él. Fue después de que fuera al baño, yo me quedé a esperarlo afuera pero él tardó demasiado y me fui a buscar algo de beber. Ya no volví a verlo, cuando la fiesta estaba terminando le llamé para irnos, pero dijo que alguien más lo llevaría a casa. Esta mañana al despertar le videollamé y fue cuando me enteré de que se había esguinzado el brazo.
—Oh... ¿Con quién crees que pudo haberse ido, hyung?
—Quizás... Conoció a alguien.
Por mucho que me pesara reconocerlo, aquella podía ser la razón más probable. ¿Por qué, sino, no habría buscado a Yoongi hyung para quedarse juntos el resto de la noche? Hyung pareció notar que comenzaba a perderme nuevamente, así que aplaudió para distraerme y que empezaramos a guardar nuestras pertenencias, faltaba poco para que las clases abrumadoras continuaran. Nos llevamos las cosas de Hobi hyung antes de retirnos de la mesa, para entregárselas al encontrarnos en el camino.
—No te preocupes, Taehyungie. Ya sabes que Hoba hace amigos fácilmente, seguramente encontró a alguien con quien terminar la fiesta.
Si, eso también podía ser posible. Preferí hacer caso a su sugerencia que darle más importancia a mis revoltosos pensamientos, y realmente quise hacerlo, pero pronto mis ideas se volvieron tan amenazantes como la maldita bola de zumbidos de mi sueño y fue imposible deshacerme de ella el resto de las clases. Sobretodo cuando me di cuenta que después de salir del baño, Hobi hyung ya no estaba tan apesadumbrado como lo estuvo toda la mañana.
Al terminar las clases, nos despedimos como normalmente lo hacíamos, un abrazo breve a petición de mis hyungs y un "figthing" coreado. Sin embargo, yo todavía seguía intrigado por su petición y comportamientos al inicio del día, así que cuando Yoongi hyung estuvo más lejos, me apresuré a correr tras Hoseok y detenerlo por su brazo sano, arrastrándolo sin ser muy brusco hasta ocultarnos tras un pilar en el borde la institución.
—Hyung —susurré, todavía preocupado por que alguien nos viera aunque todos los demás caminaran al lado contrario de nuestro escondite—. Dijiste que querías decirme algo, ¿éste es un buen momento ahora?
—Ya, Taehyung-ah, no fue nada. Olvida lo que dije —me responde ameno, pero lo conozco, sé cuando está fingiendo su buen humor.
—¿Así que sólo estabas preocupado y de repente todo está bien? —insisto, sin atreverme a soltarlo, sin hacerle daño.
—Exactamente.
—¿Qué es? Dímelo si es algo que te está molestando.
Él se suelta de mi agarre, con delicadeza, y entonces me sonríe tímido.
—Todo está bien, Taehyungie —me sujeta del brazo y antes de que pueda razonar, sólo sé que ya tengo sus labios aplastándose en mi mejilla izquierda.
—Hyung...
—Ahora vete, se te hace tarde para llegar al restaurante.
No tengo forma de detenerlo, mis músculos se paralizan y me complican mover un sólo dedo. Apenas puedo ver su espalda haciendose más diminuta de lo rápido que se escabulle hasta la salida de la universidad, camuflajeándose entre los grupos de estudiantes que caminan sin reparar en alguno de los dos.
No es dificil darme cuenta, las clases terminaron sin que Hobi hyung haya intentado tomado mi mano en todo el día. Pero con un beso suyo calentando mi mejilla.
Mi amistad con los hyungs lleva lugar desde hace siete años. Nos conocimos durante la secundaria, cuando los tres teníamos todavía quince años, y no estoy seguro de porqué pero siempre me consideraron el bebé del grupo. No tenía una apariencia adorable, como la mayoría de los maknaes que todos aman, tampoco me comportaba amable como uno, y aún así decidieron adoptarme como parte de su pequeño grupo.
Quizá fue la forma tan considerada con la que se comunicaron conmigo desde el primer día, sin la intención de forzarse a comportarme como ellos extrovertidos, que yo me sentí cómodo con ellos. Como no lo había experimentado ni en mi infancia. Me sentí agradecido de que nunca hubiera ni una pizca de desprecio en sus miradas. Fue la primera vez que tuve amigos.
Jamás lo había dicho de manera tácita, mas creo que siempre ha habido pistas de mi secreto por culpa de mi comportamiento; tengo más preferencia por mi hyung más chico. Yoongi hyung también es increíble, es divertido y muy apuesto, nunca me aburro estando con él, pero tuve una conexión especial con Hoseok desde los primeros días. Me gustaba estar con él, deseaba estar siempre a su lado y que me notara y me halagara cada vez que pudiera, cosa que era complicado disimular al ser más joven. Hoy en día sigo adorando su presencia, pero puedo (intento) evitar mi debilidad por él. Pues no nos ha traído muchas cosas buenas a ninguno de los dos.
Por los tantos años que hemos convivido, y también gracias a que soy un gran observador, es sencillo para mí reconocer cuando alguno de los hyungs no está diciendo la verdad. Ninguno es muy bueno para mantener sus mentiras intactas, siempre las terminan desmoronando ellos mismos. Pero ésta vez, Hobi hyung está teniendo una reacción distinta: me está ignorando. Y ni siquiera sé si intenta hacerlo pasar desapercibido o simplemente no le importa disimular, porque está siendo tan obvio que llegó al punto de que duele que no busque mirarme a los ojos, ni atreverse a rozar nuestros brazos, ni dirigirme la palabra más allá de las formalidades. Tan sólo han pasado dos días desde el Noween, pero por la marcada ausencia de Hoseok podría decir que transcurrió una semana completa.
Lo peor es que finge que todo está bien, no se ha apartado de mí ni de Yoongi durante las clases ni en los descansos. Somos los mismos tres de siempre, aunque sé que algo le está pasando a Hobi. Y lo confirmo el martes por la tarde, a eso de las ocho de la noche, poco después de haber terminado mi turno en el restaurante.
Alguien toca a mi puerta sin mucha fuerza, sólo como un corto anuncio de su llegada. Bajo el volumen de la televisión a la mitad y dejo mi tazón de comida en el lavavajillas antes de acercarme a la entrada. No sé a quién esperar del otro lado, pero definitivamente no a Jiwoo noona, la hermana de Hobi hyung. Ella me sonríe tímida, con sus facciones similares a mi hyung.
—Buenas noches, Taehyung-ah —me dice con una reverencia que no tardo en imitar, alejándome un poco del umbral para invitarla a pasar con mis manos.
—Buenas noches, noona. ¿Quiere pasar?
—No, no, no quiero interrumpirte mucho tiempo. Y no me gusta llegar de forma tan acusatoria, pero me gustaría ver a Hoseok...
—¿Hobi hyung? —repito, ladeando la cabeza.
—¿Está él en tu casa?
—¿Aquí, justo ahora? —cuestiono, con las alarmas de preocupación encendiéndose en cada esquina de mi cabeza—. ¿Está perdido?
—¡No! No, es sólo que lleva varios días sin dormir en casa. Desde el Noween, para especificar.
Eso no, no más razones para volver loca a mi cabeza.
—¿Y por qué creyó que estaría aquí, noona?
—Porque cada vez que se va, avisa que se irá a dormir con uno de sus amigos. Y tú y Yoongi-ssi son los únicos amigos que sé con certeza que se iría a pasar la noche.
Preocupado, mi mente no deja de retorcer mis ideas e idear escenarios cada vez más crudos. ¿Hobi hyung está pasando las noches con alguien que ni Yoongi ni yo conocemos? ¿Por qué se negaría a presentarnos a quien quiera que sea, prefiere hacerle pasar preocupación a sus cercanos con tal de protegerle? Quizás sólo quiere evitar lo que sucedió con su ex... Eso explicaría todo su comportamiento.
—Por favor, házme saber si sabes algo de él —me dice Jiwoo noona después de un rato de silencio de mi parte, dando una última reverencia antes de hacer el amague de irse, pero me atrevo a interrumpirla.
—Espere, noona... Me parece recordar que hyung ha dicho que usted no tiene licencia de conducir —ella enrojece de vergüenza al ser descubierta, pero poco después se apresura a seguir caminando hacia la vereda, con pies torpes—. ¡Noona! Déjeme llevarla a su casa.
—No quiero infortunar, Taehyungie...
—Para nada lo hace, usted es muy dulce conmigo siempre, déjeme agradecerle esta vez.
Ella se detiene, pareciendo comprender que correr no la hará huir. Resopla, pero ofrece otra reverencia agradecida desde el patio. Y yo salgo, sin tardar nada porque las llaves de mi camioneta siempre las dejo junto a la puerta, y abro la puerta por ella. El camino es en calma, Jiwoo noona es una mujer agradable y calmada cuya sonrisa transmite una paz intensa, tal como su hermano. Ella me cuenta que se encontraba en mi vecindario, haciendo un proyecto en casa de una de sus amigas, cuando recibió otro mensaje de Hoseok avisando que no dormiría en su hogar. Fue así que se le ocurrió pasar a mi casa antes de retirarse en algún taxi.
—Por favor, asegúrate de comentarme si descubres dónde se está quedando Hoseokie. No le diré que fuiste tú —insiste nuevamente, antes de bajar del vehículo.
—Lo haré, noona, no se preocupe. Pasaré a casa de Yoongi hyung si eso la hace sentir más tranquila.
—Te lo agradezco, Taehyung-ah. Y muchas gracias por traerme a mi hogar.
Nos despedimos con un gesto de mano a la distancia y entonces reanudo el camino, no a casa de Yoongi, si no a quien creo que tiene más posibilidades de hospedar a hyung justo ahora. Es mi última opción, de hecho, así que no sé cómo procedería de no estar ahí.
Conduzco con más tensión sobre el volante de lo normal hasta que llego a un patio colorido, rodeado de árboles y arbustos de todos los tamaños y olores. Mi mandíbula duele, y mis pensamientos no dejan de correr menos. Las luces están prendidas, así que la gente en el interior está despierta, y yo toco la puerta antes de detenerme pensando demasiado hasta que se empiecen a apagar.
Por un instante, durante la espera en que alguien abra, dudo de mis intenciones.¿Hobi hyung estaría de acuerdo en que venga a buscarlo con su ex? Quiero pensar que lo estaría ocultando por una buena razón, en caso de.
La puerta se abre segundos después, mucho antes de que tenga tiempo para arrepentirme.
—Oh, ¿Taehyung? —cuestiona al verme, sin miedo, sólo curiosidad. Aún así, no se aleja de la puerta abierta y se cruza de brazos alzando la barbilla, una clara actitud a la defensiva. Similar a un imponente oso listo para atacar y sobrevivir—. ¿A que se debe el placer de tenerte aquí?
Ironía, es evidente y ruda. Está diciendo a gritos que no me quiere cerca.
—Namjoon-ssi, buenas noches —me inclino en una reverencia educada, avergonzado—. Lamento la hora, no quiero molestar, sólo venía a preguntar si, de casualidad, Hobi hyung está contigo.
La simple mención de su nombre le hace relajarse, al grado de bajar sus brazos a los costados.
—¿Hoseokie? No está conmigo, lo siento. Pero..., ¿acaso habló de mí?
Sus ojos ilusionados me generan culpa. Nunca confirmé por boca de Hobi si le había dado a Namjoon sus razones para terminar con él hace dos años, sin embargo, por la manera en que su ahora ex me mira en las ocasiones que nos cruzamos por los jardines de la facultad, puedo darme la idea de que efectivamente, hablaron de mí. La imagen que debe tener de mí es horrible, así que no lo juzgo.
—No lo hizo, lo siento —me atrevo a dar un vistazo hacia adentro, disimulando el escaneo de mis pupilas detrás de su espalda; se encuentra la sala, con la televisión encendida, un plato vacío y una lata de refresco encima de la mesa ratona—. Hyung dijo que pasaría la noche en casa de un amigo, creí que estaría contigo. Viendo que no.... Me voy... ahora. Si no te molesta... Buenas noches.
Con esa breve e incómoda despedida, me doy la media vuelta dispuesto a salir de ahí lo más pronto que mis piernas me lo permitieran. Fue una mala idea venir, ¿Hobi hyung con Namjoon-ssi? ¿En qué estaba pensando? Si mejor que nadie sé que Hoseok no tiene intenciones de verlo.
—Siempre tienes que estar pendiente de dónde está, ¿no es cierto? —la voz enfurecida del pelinegro me detiene, a mitad de su patio—. Te sientes inseguro si no sabes con quién está.
Mierda. ¿Por qué Kim Namjoon debe ser tan capaz de descifrar emociones ajenas? Por eso me siento tan vulnerable estando cerca suyo. Y sin embargo, soy lo suficientemente estúpido para regresar un par de pasos hacia él, que sigue sin despegarse del umbral, con los brazos cruzados sobre su pecho firme. En lugar de decirle que estoy ahí por mandado de Jiwoo noona, prefiero discutirle algo que igualmente es verdad.
—No me veas así, Taehyung —me interrumpe antes de que pueda abrir la boca—, no me das miedo.
—Manténte en tus asuntos —gruño, malhumorado. No quiero seguir en su propiedad, no me importa si cree que tiene razón.
—Esas palabras no deberían ser para mí. ¿No te has puesto a pensar que quizá seas tú mismo quien provoca que Hoseok te esté alejando?
La mañana del día siguiente no puedo dejar de darle vueltas al asunto, al hecho de que Hobi hyung se comporte tan distante y nadie más que yo parezca notarlo. ¿O acaso soy yo sobrepensando de nuevo? No lo sé, mis ideas me marean y me dejan agotado.
Namjoon tiene razón, sigue rebotando en mi memoria, Hoseok hyung se cansó de tenerme a su lado todo el tiempo.
Decido encontrarme con él antes de empezar las clases del día, esperándolo cerca del portón para llevarlo a un rincón apartado del jardín una vez que le vea.
—Hyung, acompáñame —le sorprendo cuando al fin distingo su silueta llegando. Él jadea de intriga, pero no se resiste a mi paso ni a mi agarre en su brazo sano.
—¿Qué ocurre, Taehyung-ah? —murmura al estar escondidos en el pilar de la última vez que hablamos apropiadamente, hace tres días—. ¿Quieres hablar de algo?
—Deja de fingir, hyung. Sé que tú eres quien desea hablar de algo... —le reclamo sin sonar muy brusco. Pero es difícil, realmente me enoja que siga pretendiendo que todo está bien, al mismo tiempo que expresa corporalmente que cuida de un secreto—. Jiwoo noona fue a mi casa anoche, dijo que no estás durmiendo en tu casa desde el domingo. Y, no soy tonto, está claro que me estuviste ignorando todos estos días, por alguna razón que no comprendo.
Y quizá sea el hecho de que le esté confrontando cuando él lo creía imposible, porque su nerviosismo se revela fácilmente en el temblor de sus manos y el movimiento veloz de sus pupilas. Además, nuevamente evita mi toque y contacto visual. Es ahí cuando puedo ponerle atención a su rostro; sus ojeras están más presentes de lo que alguna vez presencié, incluso sus mejillas están más delgadas. Y en un instante en el que sin querer nuestras miradas se encuentran, me doy cuenta de que sus ojos son opacos. Carecen del precioso brillo que le hacía resaltar en la multitud.
Como si estuviese por descubrir el secreto de su alma a través de sus ojos, Hoseok se retira de mi agarre y retrocede tres pasos, sin darme la espalda ni la visión. Una daga de culpabilidad se entierra en mi espalda, Namjoon tiene razón.
—Hobi hyung... ¿Qué te tiene tan preocupado? —insisto, ya más en forma de preocupación que reclamo.
—No puedo seguir con esto —murmura, todavía sin atreverse a verme, siendo aquello más como un lloriqueo para sí mismo. Él se toma unos segundos para recuperar la compostura, y yo sin saber qué hacer para ayudarlo, prefiero quedarme en silencio acariciando sus brazos con delicadeza. Hasta que al fin tuvo la voluntad de mantener contacto visual conmigo—. Taehyung...
—¿Si, hyung?
—Te lo contaré todo... Pero en otro lugar, donde ningún oído metiche pueda escabullirse.
—¿Es... algo tan malo?
—Es algo peligroso.
—¿Adónde quieres que vayamos?
—Te mandaré la dirección terminando las clases. Ve cuando salgas del trabajo.
Tras terminar sus instrucciones, me indica que volvamos a los casilleros, pues aún tenía cosas que guardar antes de la primera clase. No le quise discutir, al menos ya tenía respuestas aseguradas, aunque en realidad no me ayudaran a resolver nada. ¿Hobi hyung hablando de algo peligroso? Pero si él tiene el alma más temerosa y menos arriesgada que conozco.
Por alguna razón, tuve escalofríos al caminar frente al casillero gris. Casi como una advertencia.
La ignoré, no quería tener nada que ver con ella.
El día transcurrió difuso entre mis expectativas, y ameno por los ratos que compartí con Yoongi hyung, quien parecía tan feliz y ajeno a aquella verdad que Hoseok trataba de esconder. Al termino de la última clase, que no compartí con ninguno de los dos, espero a Hobi hyung cerca del portón para preguntarle si nos iremos juntos. A Yoongi hyung ya sé que no lo encontraría esa tarde, ya que debe quedarse a terminar su actividad extracurricular. Sin embargo, me extraña no haberme encontrado con Hobi y en su lugar recibir el mensaje de texto que había prometido.
No ingreso a las coordenadas hasta que termina mi turno en el restaurante, a fin de hacer mi espera un poco menos agobiante. Me dirijo a mi camioneta, ésta vez sí la traje por si el lugar resulta estar muy lejos de mi ubicación, y una vez dentro ingreso la dirección en el Maps. Nos reuniríamos en... ¿La feria abandonada? ¿Qué había de especial en ese sitio? Le envío un mensaje preguntando si es necesario ir a un lugar tan lejos, y contra pronóstico, recibo un firme sí en menos de un minuto.
No hay nada más que pueda discutir, así que emprendo el viaje de media hora.
...
Tal como esperaba, el aparcamiento está vacío como un desierto. Me estaciono cerca de la entrada y, disfrutando el jazz que suena en mi estéreo, le mando un mensaje a hyung para avisarle que estoy ahí y preguntarle dónde quiere que nos encontremos. En respuesta, me envía una fotografía de un sitio específico, que alcanzo a reconocer cerca del juego mecánico que más intacto se conserva, y aunque aún no debe estar él ahí decido bajar a esperarlo porque el sol que se filtra a través del parabrisas me tiene cansado, a pesar de que es poco. Dentro de nada se acabará escondiendo por completo.
Empiezo a caminar hacia el interior del parque. No es la primera vez que nos colamos aquí, de vez en cuando hacemos excursiones al sitio terrorífico que resulta ser, es bueno para contar historias de terror o acampar hasta que caiga el sol. Pero es raro que ahora me haya citado aquí para una plática simple.
Cuando llego al lugar indicado, una tira de escalofríos me recorre la espalda sin motivo aparente. No hay nadie cerca, ni siquiera el clásico ruido de los bichos noscturnos que son tan recurrentes, pero no puedo despegarme la sensación de que alguien me observa. Aunque Hobi hyung no ha llegado. Me abrazo a mí mismo, como una protección inútil, y trato de calmarme para esperar en calma, incluso me retiro los audífonos y pongo la música a un volumen alto, camuflajeando el silencio impetuoso del parque.
Eso me alivia por un rato, incluso me entretengo cantando algunas canciones, hasta que me doy cuenta de que el cielo está mucho más oscuro y todavía no hay señales de Hobi hyung, ni siquiera un mensaje, y ya ha pasado media hora. Estoy a punto de llamarle, pero un repentino ruido perceptible por el caótico silencio me detiene. Ya casi no puedo ver más que sombras, y creo que es mejor esperar a mi hyung en la camioneta, esperando que esté cerca de llegar.
Camino a paso veloz con la música apagada para estar más alerta, y es eso lo que me ayuda a diferenciar el sonido de pisadas dobles detrás de mí. Me detengo y mi copia también lo hace. Los escalofríos vuelven, y con temor me doy la media vuelta para tratar de ver tras mi espalda, pero la oscuridad es tan densa que imposibilita mi tarea. Aunque... Me parece distinguir una sombra a unos pocos metros de distancia.
Procuro no entrar en pánico mientras acelero mi paso, al mismo tiempo que las pisanas ajenas me siguen con más prisa. No lo evito, salgo corriendo y con manos temblorosas alcanzo a encender la lámpara de mi teléfono para alumbrar mi camino. El desconocido no me pierde de vista, y ahora mi rastro es más visible gracias a la lámpara, pero prefiero facilitar mi huída que tropezar para mantener una ventaja no muy grande. En algún momento que no reconozco, las pisadas ya están casi sobre mí y mi respiración se me atasca en la garganta; cuando se me ocurre dar la vuelta para alumbrar al acosador y al menos tener claro su rostro, su silueta enorme salta sobre mí y un par de brazos fuertes me envuelven por la espalda y me inmovilitan sobre el suelo.
Trato de luchar debajo de él, morder o golpear lo que sea que esté a mi alcance, pero mi celular ha caído lejos y la oscuridad me dificulta un posible escape. Además, el hombre es pesado y tiene mucha fuerza, escucho su shhh en mi oído, pero lejos de calmarme como procura, me produce más ansiedad y eriza mi piel. Quiero gritar, pero su brazo presiona mi mandíbula con fuerza.
Luego, hay algo húmedo en mi nariz. Lucho por apartar el paño de mi cara, aunque mi lucha es en vano: el desconocido me tiene completamente sometido contra el suelo y su cuerpo. Y mi reacción física en inevitable al cabo de unos minutos en los que su fuerza no disminuye.
Mi cabeza da vueltas cuando despierto, mis sentidos están descoordinados, pero aún así puedo distinguir que me encuentro de lado, acostado en una base fría de metal. Me incorporo lentamente y con dificultad, sintiendo la boca seca y una sensación de entumecimiento en cada músculo de mi cuerpo. Ni siquiera me doy cuenta de que mis manos están atadas tras mi espalda, no hasta que intento levantarme de la mesa helada y mis brazos me lo impiden; hay una cadena ancha igualmente de metal aferrada a la base, cuyo único propósito es mantenerme quieto.
Quiero preguntar algo, o gritar, o llamar a quien sea que me haya traído hasta aquí, pero una presión mantiene mi boca tan inservible como mis manos. Un repentino mareo me obliga a apoyar mi cabeza débil sobre la pared a mi espalda, tratando de procesar la situación en la que he terminado sin darme cuenta. No veo nada más a mi alrededor, salvo una luz blanca intensa apuntando hacia mi anatomía que me impide ver algo aparte de la oscuridad detrás de ella.
Un par de minutos son suficientes para que pueda reaccionar, ya más consciente de la vulnerable posición en la que me encuentro. ¿Soy yo, o de pronto hace falta oxígeno en la habitación? Lucho por encontrarlo, aunque en el fondo sé que es mi ansiedad incrementando.
Escucho pasos pesados dirigiéndose hacia mí y mi estómago se revuelve. Alguien viene. ¿Hoseok? ¿Mi secuestrador? ¿Quién más podría saber dónde estoy?
Mi nombre pronunciado como un suave arrullo proveniente de la oscuridad, me aterra. Es una voz que no reconozco de inmediato, mas sé que no se trata de mi hyung... Eso quiere decir que estoy perdido. Probablemente hoy termine muerto.
Distingo la silueta del desconocido formándose detrás de la lámpara blanca, en medio de la penumbra, y después la intensidad de la luz que lastima mis ojos comienza a disminuir. Poco a poco... Hasta que registro su cara.
Es el rostro que ha besado tanto Venus como Plutón.
Luce diferente a la última vez que lo vi, aunque sus rasgos faciles se conservan plenamente. Ahora su cabello es color azabache y hay un par de piercings decorando su ceja y labio... Mi cuerpo se paraliza ante su semblante y mi respiración falla. Sabía, desde el primer momento en que se fue de la ciudad, que alguna vez volvería aquí, dispuesto a cobrar la venganza que le debo. Quise creer que estaba equivocado, que de verdad se habría ido para siempre.
Pero Jeon Jungkook es una plaga imposible de exterminar.
—Me recuerdas —continúa, con burla en su voz. Sabe que lo hago, sólo quiere remarcar que estará para siempre en mis recuerdos como el responsable de la tragedia de mi vida. Y yo de la suya—. Llevo meses deseando tenerte así, pero seguro ya lo imaginabas. ¿Cuántas veces te he visitado en tus pesadillas, Kim?
Me invade el terror, el arrepentimiento, pero a la vez el alivio de saber que me ha elegido a mí y no a alguno de mis seres queridos, prefiero pagar mis pecados yo mismo en lugar de que alguno de los inocentes se llevara mi deuda al bolsillo.
En un ágil movimiento, se inclina a mi rostro y me arranca la gruesa cinta adhesiva que yacía sobre mis labios. Un jadeo asustado se escapa en contra de mi voluntad. Sus ojos color a muerte me observan atentamente, sabiendo que no hablaré a pesar de que no haya algo tangible que me lo impida, las sombras que proyectan su cuerpo agazapado sobre mí se convierten en diablos danzantes para mi gobernada mente. Fui atrapado por el criminal.
—Sabes lo que quiero, ¿no es así?
No quiero responder, no quiero darle la satisfacción de verme destruido antes de tiempo. ¿No puede evitar la maldita charla previa y simplemente acabar conmigo? Sé que no, Jungkook no se conformaría con tan poco después de lo que hice.
—Responde, Taehyung —insiste, alzando a la altura de mis ojos una hoja plateada que brilla por el reflejo de la lámpara.
—Matarme...
Sonríe, tan sublime que parece imposible que un rostro tan lindo pueda herir tanto.
—Eso es después. Primero quiero una confesión.
—¿Una... ?
—Una confesión, Taehyung. Estoy seguro de que no eres estúpido y puedes entender una orden.
—¿Qué quieres que... ?
Sin que pudiera anticiparlo, el maldito hombre aterrizó la cuchilla plateada en mi muslo derecho, el dolor fue inevitable y pronto me vi lloriqueando por el daño, deseando liberar mis manos de las cadenas para presionar en la piel abierta y apaciguar un poco mi dolor. Jungkook, contrario a lo que creí, se mantuvo impasible ante mi reacción, no hubo ni un jadeo de realización después de mi aullido. Incluso se dio el lujo de enterrar un poco más profundo la cuchilla, sin retirarla en absoluto.
—¿Te hubiera gustado hacer esto con Jimin-ssi? —percibo su pregunta bañada de resentimiento entre mi dolor. Yo niego, lo más firme que puedo.
—¡Eso fue un accidente! —balbuceo.
—No te atrevas a jugar al inocente, Taehyung.
Enfadado, Jungkook retira el arma de mi piel, para inmediatamente volver a incrustarla unos centímetros más abajo, esta vez tan fuerte que la sangre salpica en su rostro. Y aunque mis ojos estén cristalizados por lágrimas traidoras, aún así puedo distinguir una sonrisa maligna al momento que el líquido carmesí se desliza por su mejilla.
—¡Lo siento! —exclamo desde un rincón desconocido de mi ser. Su mirada oscura me encuentra, y siento pánico. Mierda. Me arrepiento de verdad.
—Tú mataste lo último de humanidad que había de mí, así que acepta las consecuencias de tu puta travesura —ruge con rabia, sus ojos brillando rojos por el reflejo de mi sangre—. Lo mío fue un accidente, tú quisiste hacerlo pasar como uno.
Seokjin hyung murió por su culpa. El hecho de verme a mí mismo atrapado en las mismas manos del hombre que lo asesinaron me llena de humillación y tristeza, no me importa lo que deba sufrir a partir de ahora, me rehúso a dejarlo con la satisfacción de hacerme creer a mí el culpable.
—Lo tuyo tampoco... tampoco fue un accidente —protesto, aunque la sensación de la sangre escurriendo por mi muslo me pudra el estómago—. Querías llamar mi atención, ¿verdad? Siempre quisiste que te volteara a ver, pero sabías que jamás lo haría por mí mismo. Y no te importó usar los métodos que hicieran falta para que te diera un mínimo gramo de mi interés.
—¿De qué hablas...? ¿Estuviste creyendo ese delirio todo este tiempo?
No me pierdo su reacción, Jungkook trata de reír pero su rostro se transforma en una expresión vacía en cuestión de segundos. Se pierde en sus pensamientos, con la cuchilla cubierta de mi sangre aferrada en su mano. Cuando me vuelve a ver, descubro que sus ojos han perdido el brillo que mi sangrado le había provocado.
—No es un delirio, sé que tú querías matarlo... —musito, atento a su expresión neutra.
—Dime que estás tratando de mentir, Kim.
Nos observamos por largos segundos, donde únicamente nuestras respiraciones causan ruido en toda la habitación. Sé que él sabe tanto como yo cuando alguien está mintiendo, y su reacción es simplemente tan genuina que me genera más ansiedad. Culpa.
Yo maté a Park Jimin, su mejor amigo, pero no por una causa injusta como la suya, sino en venganza. Porque sabía que la mejor forma de herir profundamente a Jungkook, de hacerle pasar la misma tortura que él me hizo pasar a mí, sería a través de él. El único amigo que podía mantener un raro como él, como yo, aquel ingenuo que le trataba como un hermano. Ellos casi lo eran por completo, dado que los padres de Jungkook decidieron adoptarlo después de que los suyos perecieran; todo el mundo sabía lo felices que estaban ambos chicos de tenerse el uno al otro, aún si eso significaba el desprecio de los demás.
Jimin merecía morir. Sólo que no esperaba que su ausencia verdaderamente despertaría a un monstruo.
—Taehyung, lo mío fue un accidente. Jimin-ssi era mi único motivo para comportarme como un ser humano decente. ¿Crees que hubiera matado intencionalmente a alguien sabiendo que habría decepcionado a mi hermano?
Carajo, no. No esto. Jungkook no puede estar hablando en serio, él quería matar a Seokjin. Lo sé. ¿Pero por qué se siente tan irreal? Siempre se sintió como una farza, por más que trataba de convencerme...
Porque sino lo hacía, significaría haber matado a otro inocente.
El relativo momento de calma es interrumpido cuando Jungkook se inclina nuevamente sobre mí, presionando la cuchilla esta vez sobre mi cuello expuesto. Sus ojos exigen que lo mire, que descubra al demonio que he creado.
—Dime cuál es tu peor secreto.
—¿Q-qué?
—Esa es la confesión que quiero, Taehyung. Dímela, o te espera algo peor.
Cierro los ojos, imaginando que me encuentro en otro lugar, en otro día con otra persona. Donde sea menos aquí, no en este lugar que me ha abierto heridas físicas y mentales. Casi no puedo concentrarme en mi presente, los síntomas de la ansiedad se acumulan en mi pecho y en mis oídos. Entonces los desagradables pensamientos que deambulan constantemente por mi cabeza, rugen con más fuerza: No debí hacerlo. Debí mantener a Jimin lejos del asunto. Fue por mi egoísmo. Pero se sintió tan correcto. Era la venganza que necesitaba. Jimin tenía que cobrarse. Jin hyung jamás me hubiera perdonado. Merezco el infierno. Yo también soy un monstruo.
La petición de Jungkook también rebota entre mi memoria, buscando una respuesta que está en la punta de mi lengua, burlándose de mí.
—Taehyung, no estoy teniendo mucha paciencia ahora mismo —decreta, amenazante a centímetros de mí. A esta poca distancia, es imposible que no pueda escuchar mis pensamientos.
Pero me obligo a decirlo en voz alta, porque de lo contrario lo haré enojar peor. Me remojo los labios secos, produciendo un poco de saliva para hablar sin que la voz me raspe.
—Siempre quise ver morir a alguien —susurro, avergonzado pero sin apartar la vista de sus ojos amenazantes, pues a estas alturas, no sirve de nada que me esconda—. Siempre quise presenciar de primera mano el proceso de la muerte, el desgaste de la fuerza, la respiración desacelerada, la pérdida del brillo en los ojos...
Le veo sonreír. Le siento sonreír. El agarre en mis hombros se debilita un poco.
—Lo sabía. Kim Taehyung, eres peor que yo.
—N... No lo soy.
—¿Sigues mintiendo?
Finalmente retira la cuchilla, me permite respirar pero el oxígeno ya es denso en mis pulmones. Una tíra húmera se desliza desde un ardor en mi cuello, e intuyo que se trata de más sangre porque Jungkook no despega su mirada de ahí.
—¡No lo soy, Jungkook!
—Elegiste a Jimin-ssi como tu experimento y luego creaste una historia estúpida para aliviar tu culpa. ¿No es eso peor que simplemente matar a alguien y aceptarlo con satisfacción?
¿Lo es? ¿Es mejor un monstruo que peca sin remordimientos, o uno que miente para cubrir sus crímines?
No puedo pensar al respecto porque un pulgar cruel se encaja dentro de la herida abierta en mi muslo, haciéndome sangrar y gemir de dolor.
—Y no conforme con haberlo asesinado, también tuviste el valor de burlarte en su tumba, tirando desechos sobre ella. Como si no tuviera el mismo derecho a un descanso digno.
La confesión me hace jadear, el maldito demente me estuvo vigilando religiosamente. Y entonces el panorama se aclara en mi mente, apesar del dolor intenso que me provoca su pulgar enterrado en mi piel; Jungkook realmente estuvo deseando tenerme así desde sabrá Dios hace cuanto tiempo. No me cabe duda de que fue él quien obligó a mi pobre hyung a atraerme en su trampa, por eso estuvo tan intranquilo desde el Noween.
—Tenía curiosidad —su voz me trae de vuelta al presente, donde el dolor no ha disminuido ni un poco. Sus rojos enrojecidos siguen exigiendo mi atención—. ¿Acaso sabías que Jiminie era alérgico a las abejas, o cómo supiste que eso iba a matarlo?
—No lo sabía —sollozo, todavía luchando por liberar mis manos de las cadenas gruesas—, leí en internet que una persona puede morir por picaduras de abejas, así que busqué varias colmenas pequeñas en los parques. No tenía idea de que... Le causaría una muerte inmediata.
—¿Disfrutaste el proceso de su muerte como imaginaste?
Lo hice, mierda, pero no pienso admitirlo en voz alta. Murió tal como imaginé que lo haría, incluso más trágico por la reacción alérgica que produjeron sus picaduras. Sin embargo, Jungkook no me quería en silencio. Y lo recordé en cuanto me apuñaló el muslo sano con más fuerza que los otros dos cortes, ésta vez ni siquiera trato de contener mi agonía.
—¡Lo hice!
Para entonces la sangre perdida ya comienza a hacer estragos, puedo sentirme flotando a pesar del sufrimiento, mi cuerpo es ligero y mi visión borrosa. Veo a Jungkook frente a mí, tan majestuoso como un ángel con cuernos filosos listos para embestir, sus labios se mueven en una frase sorda a mis oídos. Además, estoy demasiado cansado para interpretar cualesquieran sean sus palabras.
Este es el final, supongo. Mi patética vida debía cobrar la deuda con mis monstruos, costase lo que costase.
Mientras mi cuerpo se inclina encima de mi propia y fría sangre, sin fuerza propia, distingo a Jungkook impávido siguiendo mi leve caída con la mirada. Luce imponente, decepcionado de mí. Detrás de él, como una sombra, yace Jimin-ssi de pie mirándome con desprecio, pálido como el día que perdió la vida por mis propias manos.
Su ángel guardian.
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