end, honey
𝐆𝐎𝐎𝐃
𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒
—¡Taehyung-ah!
La voz que reconocí de inmediato, logró sobresaltarme. Con pupilas ágiles me apresuré a buscar la silueta familiar en la vereda, pero la tarea no fue difícil porque, de hecho, fue él quien saltó a mi encuentro, a pesar de que conocía mi desprecio al contacto físico. No pude negarle algo, pese a todo, Seokjin hyung pertenece a los pocos privilegiados en esta vida a los que les permito estar cerca de mí el tiempo que quieran.
—¿Adónde te diriges, Taehyung-ssi? —me cuestionó enganchando su brazo al mío, dispuesto a caminar a mi lado. Y yo jamás me atrevería a decirlo en voz alta, mucho menos con él presente, pero me siento cálido teniendo cerca a mi hermano.
Era una tarde calurosa de junio, ya pasaban de las siete de la tarde y aún así el calor del sol no apaciguaba ni un poco.
—No me dijiste que saldrías —insistió, dejar de caminar a mi lado. Que me tratara de cuidar como si él fuera mucho mayor que yo, me hace exhalar una risa tosca.
—No sabía que debía contarte todo lo que hago.
—¡Oye! Soy tu mayor, respétame.
Su reclamo me provocó virar los ojos, en una queja no visible para él.
—Voy a la pizzería local, escuché que están buscando empleados —me digné a responderle.
—¿Tú, trabajando? Taehyung-ah, odias rodearte de gente, y eso es justamente lo que vas a encontrar en uno.
—Lo sé, hyung...
—Además, ¿qué necesita comprar un adolescente como tú al grado de buscar un empleo? —para molestarme, me encerró entre su codo izquierdo y revuelvió mi cabello sin delicadeza. Odiaba que haciera eso. Por mucho que amara a mi hyung, las veces que se le ocurría tratarme como un bebé me enfurecía.
—¡Hyung! No soy más un adolescente —indignado, me reacomodé la ropa y los mechones despeinados del cabello en cuanto pude liberarme. Reanudé el recorrido con las manos en los bolsillos, procurando dejar una distancia suficiente entre ambos cuerpos—. Ya estoy en la universidad y no quiero depender financieramente de padre. Ni de ti.
—¿Qué? ¿Por eso quieres dinero?
—Sí. Todo lo que necesite para mis estudios, planeo conseguirlo por mi cuenta.
—¡Yo puedo ayudarte, Taehyung-ah! Sabes que lo haría sin que me debas algo.
Niego de inmediato, firme y sin apartar la vista del frente.
—No, yo puedo hacerlo -repliqué—. Además, hyung, eres un orgulloso desempleado.
—¡Soy un recién egresado! Quiero disfrutar la última libertad que me ofrece la vida, antes de sumarme en una rutina laboral para el resto de mis días.
—La rutina es eterna, hyung. Los humanos nunca podremos librarnos de ella en su totalidad.
—Si, si, lo sé, señor optimista -ironizó, apresurándose a capturar mi brazo nuevamente—. Como sea, una vez que terminen las vacaciones de verano, buscaré un trabajo. No hay prisa, TaeTae.
La pizzería quedaba a unas cuadras más adelante, pero por la forma en que me detuvo de seguir andando, deduje que había llegado el fin de nuestro camino juntos.
—¿Adónde te diriges? —le cuestioné, obedeciendo a su orden discreta de detenernos. Él sonrió con burla al instante.
—¿Debo contarte todo lo que voy a hacer?
Me volteó la carta sin piedad... Tanto que incluso me sentí humillado.
—Haz lo que te haga feliz, hyung —balbuceé derrotado, provocando una risilla divertida en él.
—Voy a casa de un amigo desempleado, está organizando una fiesta. Llegaré un poco tarde a casa.
—¿Ahora? Pero es miércoles.
—¡Es verano! Disfruta lo lentitud con la que avanza la vida, Taehyung-ah, no siempre se mantiene la misma calma.
Aprovechando que habíamos estado solos la mayor parte del camino, mi hyung no se detuvo a mirar ambos lados de la calle antes de avanzar por la avenida vacía, simplemente cruzó de espaldas para despedirme con la mano antes de irse.
No hubiera creído que ese pequeña distracción acabaría condenándolo.
Justo en la esquina en la que no se tomó tiempo de mirar, apareció una camioneta amplia y roja que dio una violenta vuelta en dirección a mi hermano, cuya velocidad impidió que puediera detenerse a tiempo. Pese a la celeridad con la que todo ocurrió, fui testigo de la escena en cámara lenta; de las pupilas asustadas de mi hermano que me buscan entre la distancia de la vereda y la calle, de la proximidad agresiva con la que siguió avanzando la camioneta, de otro rostro igual de asustado que alcancé a divisar en el reflejo del cristal del parabrisas...: El despreciable rostro de la belleza y la muerte.
Cuando el sonido y el movimiento cesó, me cuestó varios segundos entender lo que acaba de ocurrir frente a mis ojos, fue mi sistema simpático el que me obligó a reaccionar, a dirigirme hacia el cuerpo ahora tumbado de mi hermano. Yacía encima de un charco carmesí que se extendía sin control sobre la negrura del asfalto, me preocupé al descubrir que su cuerpo continuaba inmóvil incluso cuando me agazapé a su lado, y que no se inmutó demasiado a pesar de que sus ojos estaban bien abiertos y apuntando al cielo.
—Hyung —balbuceé, con la voz cortada. Intenté sacudirlo y fue entonces que, despacio, sus ojos expectantes se deslizaron a mi rostro.
—Taehyungie —soltó en un resoplido. Percibí que quiso alzar un brazo hacia mí, pero quizá está demasiado débil, porque lo mejor que consiguió fue un leve temblor en este.
—Estarás bien, hyung, déjame llamar a alguien.
Una de mis manos húmedas se apresuraron a buscar mi teléfono entre los tantos bolsillos de mis prendas también embarradas de sangre, pero mis músculos estaban entumecidos y yo tampoco tenía fuerza para ejecutar movimientos correctamente. Ni siquiera me di cuenta del momento en el que empecé sollozar por ayuda en la calle que poco a poco dejó de estar vacía. Vagamente pude escuchar que la gente exclamaba horrorizada y algunas personas lo suficientemente generosas se acercaron a tratar de auxiliarnos.
Entre los cimientos del ruido y caos de la calle, reparé en que la puerta del vehículo responsable había sido abierta. Y mientras alguna señora insistía que la ayuda está en camino, me giré para divisar al hombre que lo manejaba. Jeon Jungkook.
Su expresión pasmada me desconcertó por unos segundos, y me pronto me sentí tan ajeno al momento que ni siquiera percibí que Jungkook había la distancia para llegar a mi lado. Sólo fui consciente de que estuvo junto a mí cuando escuché su voz tan cercana balbuceando una disculpa sin mucha forma. Y aunque me distrajeron las voces y figuras de extraños a mi al rededor, pude ver el rostro inexpresivo del hombre culpable sin un ápice de arrepentimiento. Estoy seguro de que lo vi, resaltó fácilmente entre el cúmulo de rostros precoupados.
La ambulancia que pidió la señora llegó en menos de diez minutos. Para entonces, las iris oscuras de mi hermano permanecían fijas y perdidas entre aquella calle, como aferrándose a enfrentar el caótico escenario que acababa de provocar con su deceso, tan repentino como indeseado.
Los siguientes días, semanas y meses transcurrieron indiferentes para mí. La mejor forma de describirlo sería como si me hubieran robado la capacidad de experimentar emociones. A menudo creía que alguien más era el responsable de planear y ejecutar mis propias decisiones. Me sentía alejado de mi cuerpo, siendo un simple espectador invisible flotando por encima de éste, pasando desapercibido para cualquiera; pero al mismo tiempo, podía experimentar las texturas a mi alrededor, los olores insufribles y los sonidos irritantes del mundo que seguía avanzando, aún sin la presencia de mi hermano.
El día que volví a ser consciente de mi cuerpo, de retomar el control de mis extremidades y pensamientos, me costó darme cuenta de que ya habían pasado diez meses desde su pérdida. Fue difícil aceptar que yo estaba de vuelta, y que él seguía bajo tierra. Fue difícil a pesar de que mis hyungs no se apartaron de mí ni un sólo día durante todos esos meses, estando incluso más presentes que mi propio padre, que estaba tan sumergido en su tristeza como para recordar que había otro hijo dependiendo de él. Y que necesitaba tanto consuelo como él.
No me importó, a esas alturas ya había aceptado que mi red de apoyo consistía únicamente en Min Yoongi y Jung Hoseok. Ninguna persona más sería aceptada.
Me olvidé de todo, en especial de la idea de conseguir un trabajo, simplemente me resigné que por el momento no tendría forma de encargarme de mí mismo. La rutina me consumió. Y mi tortura fue peor una vez que terminó el verano y tuvimos que retomar las clases, pues todos los estudiantes ya conocían la situación por la que estaba pasando, los pésames no terminaban y tampoco podía escapar de ellos en ningún lugar. Me enfadaba escucharlos, nunca pedí que sintieran compasión por mí ni por mi destruida familia.
¿Por qué debían obligarme a recibirlos, si lo que menos quería era tener el constante recordatorio de mi desgracia? ¿Cuándo llegaría el tiempo en el que expiraría brindar sus estúpidas condolencias?
A fin de evitar encarar a cualquier estudiante que me mirase con una sonrisa apenada en el rostro, empecé a prestarle más atención a las esquinas oscuras y apartadas de la institución, a esos puntos en los que me gustaba fantasear con esconderme. Así fue como descubrí a un par de siluetas que disfrutaban estar en las penumbras más alejadas del sol. Irónico, considerando que uno de ellos gozaba de brillar.
Siempre consideré que Park Jimin fue un desafortunado desde el primer momento que se encariñó con Jeon. Y su fortuna terminó por desvoronarse en cuanto ese cariño fue recíproco. Para nadie era un secreto que Jungkook apagaba, incluso de forma involuntaria, el brillo natural que desprendía Jimin; desde pequeño demostró una inteligencia superior al resto, y una carisma nata que le hacía ser un chico fácil de convivir. Él disfrutaba conocer personas, preguntar por anécdotas y sonreír a desconocidos. Pero había una sombra detrás de él que, conforme pasaron los años, se hacía cada vez más complicado pasar inadvertida.
Jungkook era totalmente distinto a Jimin, casi llegando a ser su contraparte. A Jungkook le disgustaba acercarse a las personas, le disgustaba generar sonidos amistosos, pero sobretodo odiaba que la gente le tuviera en cuenta, supongo que su mayor deseo era que su presencia pasase inadvertida por completo. Jamás le había sonreír. Yo mismo me describía como un antipático, pero Jungkook llegaba a un límite que ni siquiera yo me veía capaz de cruzar. Y en su afán de querer aislarse, no se dio cuenta de que también apartaba a Jimin de todo aquel que le quería.
Así que quizá, en realidad, Jimin había sido la verdadera sombra de Jungkook.
Pronto el desconsuelo en mí se vio reemplazado por otra sensación, y cada vez más intensa, pues el rencor me hizo ver que después de haberme quitado a la persona que más quería, Jungkook me restregaba a la suya paseando sin pena frente a mí con sus brazos juntos. El desgraciado no tuvo suficiente con haberme arrebatado a mi hermano, también quería burlarse de mí.
—Taehyungie —la voz de mi hyung menor me hizo volver a tierra. Por su expresión, supe que planeaba algo. Señaló con la barbilla a un Yoongi silencioso junto a él y continuó—. Iremos a la cafetería un momento, no tardamos.
Apenas me dieron tiempo de despedirlos cuando ya se estaban retirando. No pensaba reclamarles, no si ya estaban sacrificando mucho de su propio bienestar para cuidar de mí. Me quedé solo por unos minutos, apreciando la brisa de primavera con los ojos cerrados y apuntando al cielo, disfrutando el rojizo que traspasaba mis párpados débiles. Hasta que una segunda presencia fue evidente a mi costado.
—Hola, Taehyung-ssi...
Fue un murmullo leve, pero aún así pude reconocerlo. Me atreví a abrir los ojos, pero no a voltear, podía verlo perfectamente de reojo.
Tampoco me digné a contestar.
—Sé que es tarde para disculparme, y también sé que no cambia mucho si vengo contigo o no, pero creo que lo correcto es darte una disculpa apropiada... Ese día fui muy impulsivo y por mi culpa...
—No te atrevas a decirlo —me obligué a detenerle. Él no renegó.
Permanecimos en silencio por varios minutos en los que ninguno de los dos exclamó algo. Me disgustaba su presencia tan cerca de mí, no quería tener que hablarle. De pronto empecé a recordar las pocas situaciones en las que llegamos a coincidir, muchos meses atrás, cuando todavía sentía curiosidad y algo de empatía por el extraño chico que se escondía entre las sombras, pareciendo temeroso de tocar la luz solar.
Ahora no podía verlo igual, por más que los demás trataran de convencerme. Jungkook se encargó de hacerme despreciarlo, con esa indiferencia escalofriante con la que deambulaba. Cuando visualicé a mis hyungs a un par de metros escondidos detrás de unos arbustos, comprendí que esa disculpa no había venido de su propia voluntad. Y aquello terminó de desgarrar mi cordura.
—¿Por qué lo haces? —musité, resignado. Empezaba a perder la paciencia y tener la presencia del culpable sin pena no me hacía sentir mejor. Fuera de mí, me levanté de la banca en la que descansaba con mis hyungs, listo para alejarme lo más que pudiera de él.
Su voz me detuvo, un acto reflejo que no pude controlar. Quizá por miedo. Le dirigí la mirada por primera vez desde que se había acercado, y le descubrí un gesto apenado, con las cejas gachas y un puchero disimulado. Porque por más que intentara disfrazarse con sonrisas cohibidas y ojos de lucero, la mirada que me había dado ese día cuando bajó de su vehículo no me permitía pensar en nada más.
—¿Hacer... ?
—Venir a disculparte sabiendo que no arreglas un carajo —escupí entonces, con una mezcla de indignación y resentimiento—. Vete de aquí, Jungkook, no necesito tu lástima. Y tú tampoco necesitas mi perdón.
...
El día siguiente, mientras caminaba por los pasillos vacíos de la institución en dirección al baño, una voz preocupada me detuvo.
—¡TaeTae!
Era Jimin-ssi, dirigiéndose a mi posición a zancadas largas. Me sorprendió verlo, pues realmente era la última persona que esperaba encontrar. Me miró con ojos apenados debajo de las largas pestañas.
—Taehyung-ah, quería disculparme por lo del otro día... Creí que lo correcto sería escuchar una disculpa apropiada de Jungkookie, pero no esperaba que fueras a reccionar así. No fui considerado contigo y lo siento mucho.
—¿Fue idea tuya que Jeon se fuera a disculpar?
Mi pregunta le hizo trastabillar antes de hablar, luciendo nervioso antes de contestar. Tuvo que mirarme por unos segundos en un intento de descifrar mi reacción. Pero si en algo era bueno después de mi particular crianza, era en inhibir mis emociones a cualquier espectador.
—No fue sólo mía —respondió finalmente, de nuevo con expresión apenada—. Yoongi-ssi y Hoseok-ssi estuvieron de acuerdo. Y reconozco lo incómodo que debió ser para ti, pero también estoy preocupado por Jungkookie. Como ya sabrás, él es muy reservado, mas eso no significa que esté llevando mejor la situación... Creí que le haría bien hablar contigo considerando que, tú sabes, le gustas desde hace tiempo.
Lo sabía, sin embargo, eso no disminuía ni un poco el repudio que comenzaba a sentir por su nombre. Sobretodo si la gente alrededor seguía insistiendo tan desconsideradamente en que lo trate con simpatía. Aunque no me atreví a decirle nada, simplemente continué enfrentándolo con una expresión vacía.
—No hay necesidad de disculpas, hyung.
—Gracias por entender, Taehyung-ah —sonrió reluciente, con genuino agradecimiento. Antes de reanudar su camino, me dedicó una reverencia que me vi obligado a imitar como despedida—. Por cierto, TaeTae, lamento mucho tu pérdida.
...
La ira incrementó con el pasar de las semanas, cada vez veía más como un insulto que Jeon caminara tal altanero al lado de Jimin-ssi. Incluso si era no era su intención, así lo percibía.
Mis hyungs no se hubieran atrevido a decirlo en alto, pero sabía que les preocupaba que me mantuviera tan callado y distraído desde que Jungkook había ido a disculparse esa tarde en la universidad. Ellos lo habían orquestado junto con Jimin, así que la culpa no podía faltar en ellos. Pero realmente no les había reclamado por ello, a final de cuentas entendía que mi disociamiento llegó al grado de hacerles recurrir a métodos desesperados, como exigir una disculpa honesta del criminal.
Sin embargo, aquella fue la gota que derramó el vaso. No pude fingirme indiferente a Jeon Jungkook ni un poco más, no quería serlo. Aunque todo el mundo me dijera que tuviera consideración de él, porque él también estaba sufriendo por haber robado una vida debido a su imprudencia en el volante.
¿Debía sentir yo empatía por el asesino?
Y finalmente arribé a un punto de no retorno, con la mente ensombrecida por la vesania que sólo un incomprendido puede experimentar.
Jungkook se había ido encerrado a sí mismo dentro una coraza durante años, fortaleciendo su escudo desde adentro para evitar el mímimo contacto del exterior. Un reprimido temeroso de su verdadero ser. Sin embargo, había una importante grieta oculta en su caparazón a la que no le estaba dando importancia necesaria como para cubrirla, y por aquella imprudencia mis proyectiles no tendrían margen de error.
Empecé a trazar un plan nada convencional basado en búsquedas de Internet, pues descubrí que se podía ocasionar la muerte de una persona con abejas, y aquel me pareció el método más efectivo para dañar sin meter las manos y disminuir la probabilidad de ser descubierto. El mayor problema de este plan, era que no podía asegurar nada con certeza; pues así como podía ser un éxito, también podía fallar de forma catastrófica. Pero precisamente yo sólo buscaba algún desahogo, así que en mi mente dañada y cegada por la venganza, concluí que me conformaría con los resultados que el destino me arrojara. Simplemente quería ocasionar daño. Herir a Jeon Jungkook como él hizo conmigo.
Durante una semana me encargué de pasear por los parques cercanos en busca de los hogares de los dichosos insectos. Los recogía con cuidado y las encerraba dentro de bolsas de plástico. No fue difícil encontrarlos, lo complicado fue transportarlos y mantenerlos en casa, en mi recámara, asegurándome de que ninguno de los bichos fuera suficientemente ágil para escapar de su prisión de plástico. Dormí cada noche con el zumbido agresivo y persistente debajo de la cama, como una llamada perdida desde el mismísimo infierno.
Junté cuatro colmenas en total, dos de ellas siendo mucho más pequeñas que las otras, pero bastaba para mi plan.
El viernes por la tarde, en un horario en el que ya tenía la certeza de que Jungkook no estaría cerca, me asomé por encima de la barda que daba vista al patio trasero de la propiedad Jeon. Había estado averiguando los horarios familiares para reducir el margen de ser visto; sabía que a esa hora el hogar estaría mayormente vacío, los padres de Jeon estarían trabajando, Jungkook seguiría en la facultad terminando su clase extracurricular, pero Jimin sí estaría dentro. También conocía que le gustaba aprovechar cierta hora del día en la que el sol apaciguaba para salir al patio a realizar su rutina de pilates.
Me posicioné detrás de la barda y confirmé que Jimin-ssi estaba ahí, bajo la sombra de una frondosa copa de árbol que alcanzaba a colarse por el límite de la propiedad. Con un conjunto ligero de ejercicio, disfrutando de la música puesta por él en su reproductor. Los ojos cerrados mientras volvía flexible su cuerpo, mechones de cabello rubio empezando a pegársele en la frente. En calma.
Me obligué a no pensar demasiado en mis actos y posibles consecuencias y me retiré la mochila de los hombros, esperando que el zumbido incesante no fuera más alto que la música clásica del estéreo. Después abrí el cierre de la mochila, desanudé la bolsa de plástico, e inmediatamente dejé caer la pesada mochila dentro del patio antes de que escaparan demasiadas abejas.
Al principio Jimin lució confundido por la bolsa invasora, pero no tuvo tiempo de buscar el motivo de su procedencia porque pronto se vio rodeado de miles de insectos enfadados y listos para atacar. El chico se convirtió momentáneamente en una bola de estambre negra, y yo me escondí por la barda para huir de su vista, sólo en caso de que pudiera ver a través de tantas abejas.
Sin embargo, ocurrió una reacción diferente a la que esperaba. En lugar de salir corriendo, sea por el patio o al interior de su casa, se quedó de pie en el mismo lugar, tambaleándose apenas un poco pero no lo suficiente para evitar el ataque de los insectos que sólo buscaban vengar su hogar ahora destruido. Pronto no pude dejar de mirar, pues pese a la negrura que le rodeaba, pude vislumbrar que el rostro y cuello del chico empezaban a hincharse en poco tiempo, y él únicamente podía reaccionar tratando de proteger, muy en vano, su descuidada garganta.
...
Esperé a presenciar hasta que su cuerpo tuviera el último de sus reflejos y que las abejas terminaran de dispersarse, para entonces bajar a recoger la mochila y tres de las colmenas que se esparcían rotas por el suelo. Quería dejar la menor evidencia posible de que aquello no había sido orquestado, sino que se trataba de un terrible accidente...
Un accidente que había dejado su cuerpo magullado e hinchado. Me costó dominar mi morbo y dejar de verlo.
Una vez reunida la evidencia de regreso a la mochila, salté la barda por segunda vez y corrí calle abajo, dispersándome hacia cualquier lado menos ahí, en ese patio, con ese cuerpo descuidado que descansaba sin oxígeno sobre el pasto. Lo había visto morir, lo había matado. ¿Jinnie hyung estaría orgulloso de mí?
Cuando la adrenalina terminaba de burbujear en mis venas, un ardor y picazón repentinos comenzaron a hacerse presente en mis manos, brazos y cuello. Alertado, me escondí en un callejón y me miré en un espejo roto que encontré en un tambo de basura, sólo para descubrir que no me había salvado de las picaduras, tenía unas bastante pronunciadas cerca del mentón y en las manos. No podía aparecer así tan campante por la calle y esperar que nadie descubriera la coincidencia de mis picaduras el mismo día que Jimin-ssi habría sufrido un ataque en su propio hogar. Así que volví al mío, resignado a tener cuidado de no ser visto, pero con la mayor satisfacción en mi rostro.
El plan resultó incluso más perfecto de lo que idealizaba en la mejor situación.
Tuve la misma precaución durante la siguiente semana, fingí tener fiebre para no ir a clases hasta que mis picaduras desinflamaran y rechacé firmemente cada visita que mis hyungs quisieron hacer para corroborar mi estado de salud. Esos días en los que la pasé encerrado, no tardó en esparcirse la noticia de que uno de nuestros compañeros de facultad había perecido, mis hyungs me comentaron sobre la ceremonia en homenaje que le habían honrrado, y que incluso habían pintado su casillero de color gris, para representar el eterno luto que conllevaría su nombre a partir de ahora... Decían que se respiraba la tristeza en cada esquina de la facultad. Yoongi hyung incluso mencionó algo sobre karma cuando se supo que el hermano adoptivo de Jungkook falleció, casi un año después de que le quitara la vida al mío. Yo no me atreví a decir algo al respecto, no quise ser tan descarado.
Mientras pasaba los días en mi dormitorio, con mi soledad y mi consciencia como únicos acompañantes, comencé a digerir la situación que había provocado. Maté a alguien y ni siquiera tener el recordatorio constante hacía martillar mi arrepentimiento. No me arrepentía, mas eso no mitigaba mi sentimiento de culpa, pues a final de cuentas Jimin-ssi no tenía pecado alguno por pagar. Puede que lo hubiera comprendido demasiado tarde para lamentarme.
Sin embargo, pese al remordimiento que empezaba a respirar en mi cuello, había tomado la decisión de no confesar nada. Mi peor castigo, sería el fantasma de una sombra conocida eternamente adherido a mi espalda.
Hasta que saliera de esas cuatro paredes, solamente podía torturarme imaginando lo que pasaría a continuación.
...
El día que volví a clases, una semana después del viernes de las abejas, coincidió con el mismo día que Jeon se reincorporaba a la universidad después de su reciente pérdida. Aunque él solía frecuentar las prendas oscuras en su ropa del diario, hubo algo en su apariencia esa mañana que le hizo destacar entre las mismas sombras de los pasillos por los que andaba. Su aura sobretodo había cambiado, te exigía mantenerte alejado de él; algo en su mirada reflejaba rencor y desprecio por igual, a cualquiera que coincidiera sus ojos con los suyos.
Tuve la desgracia de visualizar de primera mano el cambio agotado en su rostro, pues nos encontramos en la entrada de la facultad, cerca de los casilleros. Mas bien, tuve la desgracia de chocar con él por andar distraído en mi caminar, y seguramente fue por eso que me prestó atención de más, a pesar de que ninguno de los dos pronunciara palabra alguna; tan sólo nos quedamos desafiándonos mutuamente con la mirada.
—¡Taehyungie! —mis hyungs llegaron en el momento adecuado, Hoseok fue el primero en saludarme, como siempre, tomando mi rostro en sus manos como para comprobar que mi temperatura estuviera estable—. ¿Ya te sientes mejor?
—Estoy bien, hyung, gracias por preocuparte —respondí, nervioso por su contacto. De reojo, pude notar que Yoongi hyung se acercaba con precaución hacia nosotros, él sí se había percatado de la presencia de Jeon.
—Hola, Jungkook —dijo él, carraspeando en un intento de disimular su tono ansioso—. Sentimos mucho lo que le ocurrió a Jimin-ssi... Es una pena.
Jungkook asintió, como aceptando sus palabras, y nadie más dijo algo por otro rato incómodo. Los demás estudiantes chismosos pasaban cerca de nosotros, expectantes a la reacción del chico raro de la universidad, a pesar de que sólo hubo silencio. Supe de inmediato que, al contrario de lo que sucedió conmigo, nadie más se atrevería a darle el pésame personalmente. Con esta nueva apariencia con la que había aparecido, Jungkook ya no sólo era un bicho raro, ahora también daba miedo.
—Te lastimaste —escuché su voz al cabo de eternos instantes, todavía no nos alejábamos de los casilleros. Busqué el sitio que su dedo señalaba, una roncha rodeado de pigmento violeta ubicado debajo de mi pulgar izquierdo, el que usé para abrir la mochila ese día.
Era la picadura de abeja más evidente que tenía, la más violenta que recibí en casa de Jimin-ssi. También era la única que me preocupaba enseñar a los demás, y justamente antes de llegar a la facultad me había prometido no descuidarla tan libremente, sobretodo porque no era la única en esa mano y no sería difícil encontrar coincidencias. Y sin embargo, la persona que menos deseaba que la viera, fue quien se fijó en ella. No pude esconderla detrás de mi espalda, habría sido muy sospechoso después de que acabara de señalarla.
—Me picó una araña —solté, por más que quise actuar con normalidad. Era difícil teniendo su mirada acusadora pegada a mí—. No la pude matar a tiempo porque no me pude levantar, me lo impidió la fiebre.
—Oh no, Taehyungie —comentó Hoseok con pena, sujetando mi mano lastimada entre las suyas. Como si quisiera ocultarla.
Pese a su tono preocupado, distinguí en su voz algo más que eso, tal vez intriga. Además, su mirada afligida se encargó de escanearme, como queriendo encontrar alguna verdad escondida entre mis pupilas, sin soltar mi mano en ningún momento. No quería que la encontrara, pero tampoco tuve el valor de romper el contacto visual con él. ¿Qué tan fácil sería —para él, que tan bien tenía el lujo de conocerme— diferenciar un par de ojos desleales de unos inocentes? Supongo que sí supo la respuesta, por el modo en que sus manos temblaron unos segundos entre las mías, justo antes de apartarlas.
Cuando aparté la vista, descubrí que Jeon continuaba fijo en su mismo sitio, sin un centímetro de diferencia. Sus ojos oscuros y rencorosos chocaron con los míos, y casi podría jurar que percibí un destello en ellos en el mismo instante que desviaba la visión. De inmediato, el resto de su cuerpo obedeció su orden de alejarse, sin despedirse.
Y con él, se iba igual de lejos mi plan de ser discreto.
Aunque el resto de la mañana evité que yoongi hyung prestara atención a mis manos criminales, Hobi hyung estaba en otro canal, pues simplemente lo podía notar distante, ausente en la mesa durante la hora del almuerzo.
Mi corazón dio un vuelco sobre sí mismo cuando horas más tarde, mientras me escabullía por los pasillos para llegar al baño, logré capturar la figura de mi hyung menor hablando con alguien detrás de un pilar ancho. Con su ex, el prestigioso Kim Namjoon. No pude escuchar una sola palabra de sus murmullos, por más que afiné mi oído para tratar de superar los metros de distancia entre mi escondite y el suyo, pero por las expresiones preocupadas de Namjoon-ssi, deduje que no era nada bueno.
Me escondí a tiempo antes de que alguno de lo dos me viera cuando dieron la media vuelta, y desde lejos pude verlos yéndose cada quién por un camino del pasillo... Ese fue el último día que supe que Hobi hyung había vuelto a buscar a Namjoon-ssi, ya que a pesar de haber terminado hace casi diez meses, era bien sabido que ellos dos se seguían queriendo y frecuentando después de la escuela. Para mi fortuna, su nombre no fue mencionado nunca más en las sesiones de chismes.
Suponía que Hobi hyung había adivinado mi crimen y decidió cortar todo lazo con Namjoon para no arriesgarlo a un destino similar. Después de todo, tampoco era un secreto que el motivo por el que terminaron, fue porque Hobi hyung sabía de mis sentimientos y quiso evitarme más dolor cuando peor la estaba pasando. Pero no tenía forma de comunicarle que jamás me atrevería a hacerle daño a su ex, su enamorado... ¿Qué tal si me estaba equivocado, y terminaba confesando mi secreto más oscuro?
Las cosas fluyeron bien de ahí en adelante, mis hyungs no volvieron a preguntar sobre mis heridas rojizas todavía visibles, y Jeon Jungkook no volvió a cruzarse en mi camino. A veces tenía el infortunio de chocar mis ojos con los suyos entre los pasillos, durante el cambio de clases, pero él siempre desviaba la mirada con indiferencia. Y aquello de alguna forma resultaba humillante, sentía que estaba rebajando mi existencia hasta el submundo. Sin embargo, después analicé la situación y me di cuenta de que quizá estaba actuando desde su propio método de defensa debido al duelo; quizá se estaba reflejando en mí y me veía como un ser miserable que no pudo hacer nada para proteger a su hermano. Pues en su conciencia ahora cargaba con el peso de dos pérdidas accidetales.
Una tarde de agosto, me encontré con él en el camposanto, el peor lugar para coincidir. Al contrario de aquella vez que nos encontramos en la entrada de la facultad, la gente que nos rodeaba apenas ponía atención en nosotros. En ese lugar tan deprimente, éramos dos desgraciados de tantos más. Jeon reposaba en cuclillas al pie de la tumba, proyectando una sombra tétrica encima del epitafio. Como un animal despiadado calculando el momento oportuno para saltar al ataque. Traté de dirigirme a la tumba contigüa, mi destinada, con pasos silenciosos, pero sus reflejos ágiles le ayudaron a encontrarme. Sus ojos me capturaron, y pese a su posición presuntamente indefensa, era yo quien se sentía intimidado por la presencia ajena.
Como ya se había hecho costumbre, ninguno habló por un rato. Jeon fue quien dio el primer movimiento, incorporándose sobre sí mismo con una lentitud imponente, sin apartar sus pupilas oscuras de las mías. Y entonces recorrió la distancia habida entre ambos hasta plantarse muy cerca de mí, hasta que sus labios quedaron cerca de mi oído izquierdo y su mano feroz aprisionó mi brazo. No tuve tiempo de reaccionar antes de que su murmullo amenazante me terminara de paralizar.
—Sé que no fue un accidente, Taehyung.
Me soltó de inmediato, y sus pies recorrieron la grava del cementerio sin prisa. No tuve la osadía de enfrentarlo, mucho menos de preguntarle a qué se refería -aunque lo hubiera dejado bien claro-. Dejé que se fuera antes de que mi cuerpo pudiera reaccionar como debía... Cuando bajé la vista hacia el par de tumbas a mis pies, me encontré con la mirada burlona de Jimin-ssi desde un tierno retrato que protegía su fotografía. No me contuve de volcarlo hacia el suelo.
Para mi suerte, no tuve que preocuparme por buscar un transfondo de ese breve diálogo por mucho tiempo. Un par de semanas después, Yoongi hyung señaló un camión de mudanzas que atravesó la calle a nuestro lado, mientras caminábamos hacia nuestros hogares después de clases.
—¿Quieren ir a ver quién se irá de la ciudad? —preguntó mi hyung mayor, con tanto interés que no pudo disimularlo. Como si mudarse fuera la gran hazaña del año.
Y es que en realidad, puede que lo fuera. Nuestra pequeña ciudad de Daegu es bastante despreciable, sobretodo considerando el incidente que continúa sonando de boca en boca a día de hoy. Y es que nadie se olvida de un asesinato, menos de muchos. Incluso corría un dicho popular por las calles, vigente desde la época de los ancianos más mayores de la ciudad; quien viva aquí, vivirá para ser un miserable. Nunca antes le había tomado tanto peso como ahora.
Mis hyungs y yo seguimos el camión de mudanzas sin mucha discreción, tampoco es como si hubiesemos sido los únicos detrás de él. Conforme avanzábamos, podía darme una idea de quién sería la familia afortunada.
—Yo habría hecho lo mismo si estuviera en su situación —murmuró Yoongi un vez que nos detuvimos al pie de la calle destinada. No éramos los únicos observadores, así que los dos hyungs se sentían con la confianza de comentar al respecto.
—Creo que todos lo veíamos venir -secundó el otro hyung. Yo más que prestar atención a su charla, me distraje observando a los hombres de la mudanza que pronto empezaron a subir muebles emplasticado al camión—. Además, es la familia Jeon. Ellos ni siquiera parecen pertenecer aquí.
—¿Por qué lo dices, hyung? —cuestioné, verdaderamente intrigado.
—No lo sé, ¿pero ustedes no tienen esa impresión también? De que ellos podrían irse fácilmente si lo quisieran, aunque pareciera que algo los tiene, o tenía, cómodos aquí.
—Como conformistas —afirmó Yoongi hyung.
Antes de que pudiera debatirles, la figura esbelta de Jeon se hizo presente detrás del camión, con una caja de aspecto pesado en los brazos. Usaba una sudadera gris muy ancha y el cabello despeinado, como recién salido de la cama. Le entregó la caja a uno de los hombres de la mudanza justo antes de que sus ojos oscuros nos encontraran.
Aunque habían metros de distancia desde su posición y la nuestra, pues nosotros seguíamos plantados en el pie de la calle, pude sentir su contacto visual justo en mí. Se mantuvo quieto por unos segundos que para el resto del mundo no pasaron, quizá de treinta, pero para mí duraron una eternidad. Sus ojos vacíos me perturbaron. Después, se dio la vuelta y volvió al interior de su casa.
—Yo creo que simplemente llegaron al límite de su miseria —comenté lo último que mi cerebro trató de decir antes de paralizarse. Algo en su repentina presencia me causó estragos, y por la forma en que mis hyungs se removieron después de que se fue, supe que sintieron lo mismo que yo.
—Eso fue creepy... Mejor vámonos a casa —habló Yoongi hyung, y ninguno de los dos tuvimos intención de discutir.
Dos tardes después, Jeon y sus padres se fueron de la ciudad sin despedirse de nadie, llevándose mi secreto consigo. Estaba claro que se irían para siempre, no obstante... Hubo algo en la última mirada que Jungkook me transmitió un mensaje claro, una advertencia. Una declaración de venganza.
Ese fue un hasta pronto.
𝐓𝐇𝐄
𝐄𝐍𝐃, 𝐇𝐎𝐍𝐄𝐘
Abro los ojos y me encuentro con un techo blanco con las esquinas cubiertas de moho, mis manos ya no están atadas ni mis piernas sangrando, pero mis muñecas tienen marcas violetas debido a las cadenas apretadas y mis muslos siguen adoloridos por los tres huecos cubiertos de gazas tintadas de rosa. La cabeza me da vueltas y no puedo mantener la visión enfocada, mas puedo percibir que estoy en un lugar completamente diferente.
La habitación a la que me han trasladado no es muy grande, hay una ventana grande frente a la cama, que muestra un paisaje verde y extenso a través de las cortinas. Por la iluminación clara del cielo que se filtra por ella, calculo que ya es más de mediodía. Posiblemente sigamos cerca de la feria. Mi vista enfoca una puerta lateral justo en el momento que se abre y deja ver a Jeon Jungkook, que al verme despierto enfatiza una sonrisa glamurosa, digna de un rey malévolo.
—Despertaste, ¿cómo siguen tus muslos? Hice lo que pude para curarlos —recita mientras se dirige a un maltratado escritorio de madera, ubicado a un metro de la cama.
Incluso aunque tuviera algún plan que me asegurase la salida, carezco de voluntad física en este momento. Estoy agotado. Para no bajar la guardia me permito observarlo por un rato, mientras él vaga sin hacer algo por el costado del dormitorio antes de atreverse a caminar hacia el lado vacío de la cama. Su peso aplasta el colchón y, en consecuencia, la gravedad me arrastra a su paso, hasta que nuestros hombros quedan casi pegados. El colchón no es muy amplio, por lo que no hay mucho espacio entre nosotros. No puedo dejar de contemplarlo, buscando las evidentes diferencias entre el Jeon que conocía hace dos años, y el que hace horas provocó el profundo dolor que ahora mismo me impide levantarme de la cama. Y aún así, me percato de que evita mantener contacto visual conmigo.
Su mirada, al igual que sus facciones maduras, ha cambiado; de ese rastro de inocencia, rencor e incluso miedo que solía esconderse en sus ojos ya no queda nada. Ahora su gesto se convirtió en uno arrogante, no parecía en absoluto ese mismo estudiante que disfrutaba camuflajearse en las penumbras. Su cuerpo también es diferente, está mucho más tonificado y voluptuoso, como si hubiera pasado semanas encerrado en el gimnasio hasta notar los cambios deseados.
—¿Por qué no estoy muerto? —me atrevo a cuestionar cuando el silencio se hace en la habitación, ambos expectantes.
—¿Creíste que morirías por tres cortaditas? Eres tan dramático, Taehyung.
—Pero me desmayé... Y sentí que estaba flotando.
—Es normal, por la pérdida de sangre.
Estaba evitando responder lo que de verdad quería escuchar, eso no era lo que me intrigaba. Sé que esperaba la pregunta.
—¿Por qué no me mataste?
Él no responde de inmediato, se entretuvo de jugando con los múltiples anillos en sus dedos. Ahí pude notar un tatuaje poco visible entre sus nudillos, un par de iniciales. PJM. Se me cortó la respiración por un rato... Nunca antes, a pesar de la ansiedad que vino a mí meses después del incidente de las abejas, me había puesto a pensar en lo que involucraba realmente haber terminado con la vida de el dueño de las iniciales. En parte porque me seguía convenciendo de que lo merecía, y en parte porque mi parte coherente se negaba a asumir que aquella muerte era real. Por más que los tributos al pobre estudiante estuvieran en todas partes.
Pero ahora que veo su nombre impreso en la piel del hombre que me arruinó la vida, finalmente puedo verlo. El hijo, el hermano, el compañero, el amigo que tuvo que abandonar a los suyos para cumplir mi capricho de ver sufrir a quien me hizo sufrir a mí. ¿A qué costo?
Lo peor de todo es que nunca me sentí satisfecho como lo esperaba.
—Quería hacerlo —la voz de Jeon se entromete en mis pensamientos—. Tenía qué hacerlo, no deseaba verte con vida después de lo que le hiciste a Jimin-ssi...
Pero. Puedo verlo venir con precisión, mas no me atrevo a pronunciarlo, espero en calma el tiempo que él quisiera tomar antes de proseguir. Ahora que el dolor en mi cuerpo ha disminuido, puedo recostarme de vuelta sin prisa para regular mi respiración después de lo vivido hace ¿cuánto, unas horas? Lo único que me inquieta, es imaginar lo que planeaba hacer conmigo, ahora que fui testigo de su verdadero rostro.
—Pero... Cuando te vi ahí, desmayado y cubierto de sangre, con el rostro tan pálido como harina, entré en pánico. Y mientras ne debatía entre curar tus heridas o simplemente esperar a que despiertaras para continuar mi plan, comencé a pensar que no sería mala idea traerte conmigo.
—¿Qué? ¿Llevarme a dónde? —musito, temeroso. Es entonces que él vuelve su mirada altanera hacia mí.
—No pensaba quedarme aquí después de terminar mi venganza, Taehyung.
—Pero... ¿Por qué yo?
—Porque creo que ahora mismo, eres la persona que más me conoce. Ven, vamos al comedor, debes estar muerto de hambre.
Quise negarme, por supuesto, sin embargo su brazos sujetaron mi cintura y la fuerza de su cuerpo en el mío cansado me obligó a caminar fuera de la habitación, atravesando un pasillo con el tapizado muy deteriorado. Me hizo sentarme en una silla de madera vieja y hacerle compañía mientras él preparaba un par de sándwiches simples. No había sido consciente del hambre que rugía en mi estómago hasta ahora, y fue por ello que tomé el plato que me ofrecía. Además, si hubiera querido lastimarme, a estas alturas un emparedado envenenado sería inocuo a vista de Jeon.
—Provecho, Taehyung.
—Gracias... —murmuro con la boca llena, suponiendo que lo mejor en este momento en el que continúo vulnerable, sea ser amable y educado. No esperaba que mi respuesta le provocara una carcajada.
—¿Desde cuándo eres tan dócil?
Desde que mi vida corre peligro, quise responder, mas no pude concretar si habría sido lo correcto para él. Prefiero guardar silencio y, para evitar hacer algún comentario o gesto inadecuado a su percepción, pongo atención a los detalles visibles en la descuidada cocina a la que nos había guiado. Es evidente que este no es un lugar fijo para él, probablemente lo está usando como un improvisado escondite en el que tiene asegurado pasar desapercibido por la cidadanía. Por las proporciones pequeñas de los cuartos, puedo imaginar que se trata de una de las construcciones que utilizaban los trabajadores de la feria para hospedarse y evitar continuos viajes hasta la ciudad.
Jeon no está comiendo, y su mirada intensa sobre mí me resulta incómoda. Es por eso que pongo más atención a cada esquina de la reducida habitación, evitando caer en la laguna de sus ojos profundos. Su presencia me intimida, incluso más que mientras me amenazaba con la cuchilla frente a mi rostro.
—Mañana a primera hora partiremos, así que si necesitas pasar a tu casa por algunas de tus pertenencias, te llevaré al anochecer.
Las instrucciones me provocan atragantarme con la comida a medio bajar por mi garganta. Él no podía estar hablando en serio... Pero por su expresión seria, no había margen de duda.
—¿Adónde iremos? ¿Por qué tengo que ir yo? —cuestiono, de nuevo, igual de preocupado. Las manos comienzan a sudarme y mi respiración se acelera.
—Ya te lo dije, Taehyung, no tengo intenciones de quedarme. No hay nada en esta ciudad que me ate a ella.
—¡¿Entonces por qué volviste?!
—Al igual que tú, yo también tengo deseos de presenciar la muerte de alguien. La diferencia entre nosotros, es que yo anhelo provocarla —la naturalidad con la que puede decir eso me provoca escalofríos. ¿Cómo es que él podía mencionarlo tan libremente, y a mí me costaba tanto, aún después de que yo sí pude cumplirlo?—. Planeaba que mi primera víctima fuera especial, reservaba el honor para quien me había convertido, pero ya ves lo que pasó. Ahora que he decidido conservarte, me acompañarás en mi deceso a la locura.
—Pero... Yo no quiero irme. Toda mi vida esta aquí, todo lo que conozco. No quiero irme... No quiero ir contigo.
—La cuestión es que no pregunté qué opinabas, ¿te diste cuenta?
Entonces... Tan sólo quería raptarme. Ejercer una violencia distinta a la física, privándome de mi libertad y de todo lo que conozco. Nunca antes he salido de la ciudad, mis veintidós años de vida los he pasado en el mismo sitio, en la misma casa, con las mismas personas y las mismas vistas. ¿Qué pretendía con llevarme con él sino le sería más que un estorbo? Jungkook se estira sobre la mesa para robarme la mitad del sándwich sin comer que había dejado en el plato y comienza a degustarlo sin prestarme atención. Sollozo sin darme cuenta.
—¿Vas a hacerme daño? —murmuro. La situación me aterra, él me aterra como no creí nunca que lo hiciera.
—No, por ahora... —me responde poco después de pasarse la comida—. En realidad, creo que llevarte conmigo puede resultar más tortuoso para ti.
Mierda, él lo sabe. Y dudo que tenga oportunidad de escapatoria, de todos modos. Jeon sólo está buscando formas de hacerme sufrir. Suspiro apesadumbrado, ya sin apetito.
—Llévame a la habitación, por favor, quiero descansar.
Él acepta mi solicitud en cuanto termina de devorarse el resto de mi emparedado. Se coloca mi brazo por encima de sus hombros y me sujeta de la cintura para guiarme por el mismo pasillo. Cuando me deja caer al colchón, me acurruco sobre mí mismo en posición fetal, deseando ser parte de otra vida. Jungkook, de pie frente al colchón, sólo se asegura de que yo esté cómodo y le veo hacer amague de salir de la habitación, seguramente para concentrarse en el resto de sus planes. Le detengo antes de que se vaya:
—¿Por qué capturaste a Hobi hyung si siempre quisiste venir por mí?
—Bueno, es curioso. En realidad, fue una coincidencia —me responde, empezando a recordar con una expresión amena—. El día del Noween te perdí el rastro después de ver que comprabas un tinte para cabello. Entonces volví a la feria, sabiendo que ahí sería la fiesta y suponiendo que irías al terminar tu turno en el restaurante. Iba a ser un prueba divertida para mí, ya que no sabía tu disfraz, lo único que conocía era tu color de cabello y tus zapatos.
—¿Mis... zapatos?
—Sí. Siempre fueron peculiares, muy formales.
Me entra un escalofrío, aún cuando estoy arropado. Debe haberme estado vigilando hace bastantes meses para lograr memorizar mi estilo de calzado.
—Cuando encontré a un enmascarado con tus característicos pares de zapatos y tu nuevo color de cabellera, no creí que podría equivocarme, así que imaginarás mi sorpresa cuando rapté al disfrazado y resultó ser tu hyung... Es una lástima que no hayas asistido a la fiesta, nos hubiéramos ahorrado el involucrarlo.
—Pero lo lastimaste.
—¡No podía dejarlo ir tan libremente después de haberme confundido! Le hice una propuesta para eso: Si él lograba hacer que tú vinieras a la feria, yo no lastimaría a su familia.
—Amenazaste a hyung...
—Era el único modo de garantizar que mantendría la boca cerrada. Y para asegurarle que no estaba mintiendo, tuve que romperle el brazo. Pero él está bien, no tuve nunca intenciones de lastimarlo a él o a los suyos. A menos, claro, que soltara algo que no debía.
Por eso estuvo tan intranquilo desde el primer día después del Noween. No estaba escondiendo a alguien como pensaba, en realidad estaba postergando el entregarme a Jeon, teniendo cuidado de no hacerlo enojar para que tampoco fuera a buscar a su familia. Me imagino lo aterrorizado que debió estar, el fin que debió suponer para mí. Hobi hyung es mi ángel.
—Acepto ir contigo. No pondré resistencia alguna, tampoco me quejaré ningún día, te acompañaré a cada lugar que digas, a cambio de una única condición.
—Te escucho.
—Déjame ver a Hobi hyung antes de irnos. Tengo que hacerle saber que estoy bien, que no es su culpa que vaya a desaparecer.
Él sonríe, comprensivo, pero sin eliminar ese gesto arrogante del rostro. Aunque, de algún modo irracional, no lo percibí como burla.
—Bien —responde, continuando su camino hacia la puerta—. Le diré que nos encuentre por la mañana, antes de irnos.
...
Jungkook me dejó descansar toda la tarde. A pesar de haber dormido buena parte de la noche anterior, no había recuperado el sueño; me sentía agotado, física y mentalmente. Y muy temprano por la mañana, tal como lo prometió, me llevó a mi casa y me ayudó a escabullirme en el interior escalando por un pilar de la pared que dirigía a mi habitación. Mi padre aún no terminaba su turno laboral y debido a la hora era muy probable que los vecinos estuvieran dormidos en lugar de fisgonear por las ventanas, pero evitamos todo rastro nuestro, de todas formas. Jeon subió conmigo, para asegurase de que no se me ocurriera hacer algo estúpido, como escapar por la entrada de enfrente o correr en busca de un teléfono.
Recolecté algunas piezas de valor en la mochila más amplia que logré encontrar, como fotografías de mis hyungs especiales, un par de libros, mi cámara fotográfica analógica y un estuche pequeño que había escondido en el fondo de un cajón. Al igual que algunas piezas de ropa favoritas y útiles para el clima fresco. También dejé una nota de despedida encima del escritorio, una falsa excusa que dejaba para explicar que no pude resistir seguir viviendo en esta ciudad.
El reloj marcaba las cuatro de la mañana cuando llegamos al punto de encuentro con Hobi hyung, en un edificio abandonado a las afueras de la ciudad. Jungkook había acordado el lugar, claramente. A pesar de la hora siniestra, Hobi hyung ya estaba esperando adentro, abrazándose a sí mismo para resguardar su calor corporal ante la temperatura baja en el edificio.
—¡Taehyung-ah! —clama en cuanto reconoce mi silueta. Se apresura a llegar a mis brazos y yo lo recibo con el gusto de siempre, agradeciendo la calidez que sólo en él puedo encontrar. Sus ojos encuentran los míos y pronto contemplo la preocupación y pavor ubicados en ellos—. Lo siento mucho, Taehyung, nunca quise dejarte con ese monstruo, pero no tenía otra opción. ¡Amenazó con lastimar a mi familia y...! Me arrepiento tanto, debí hacer algo para protegerte. Creí que iba a matarte, él sabe lo que hiciste.
—Hyung, estoy bien —lo abrazo con más fuerza, su voz desesperada me llena de arrepentimiento—. Por favor, no te preocupes más por mí. Jungkook no me hizo daño, pero... Debo irme con él.
—¿Te está amenazando también? —inquiere con furia, sin dejar de vigilar a mi espalda, adonde sé que está él. Seguramente con esa estúpida sonrisa altanera. Al menos fue lo suficientemente considerado para darnos espacio.
—Algo así... En realidad, es más una alternativa para dejarme vivir.
—Jeon Jungkook... ¿Quién iba a imaginar que sería tan despiadado?
—Hyung, necesito que me prometas que no le dirás a nadie que supiste de mí, ni siquiera a Yoongi hyung. Tan sólo actúa como si estuvieras igual de confundido que el resto.
Hoseok le echa un vistazo a la mochila sobre mis hombros con un ojos tristes, luego retrocede dos pasos de mí, para visualizarme completo.
—Entonces, ¿te irás con él de verdad? ¿Vas a arriesgarte a confiar en su palabra, a lo que sea que te haya prometido?
—No tengo de otra...
Vuelve a abrazarme, escondiendo su rostro de mi visión.
—No sé si podré hacerlo, sabes que nunca he sido bueno manteniendo una mentira.
—Eso no es cierto, hyung, nunca revelaste a nadie lo que hice a Jimin-ssi... Confío en ti.
—Haré lo mejor que pueda...
—Te lo agradezco, hobi hyung —exclamo con genuino agradecimiento, y me inclino un poco para que sólo quede en su oído mi siguiente oración—. No creas que me voy siendo obligado, quédate con la certeza de que Jungkook no me hará daño. Te prometo cuidarme... Hazle saber a Yoongi hyung que lo quiero.
Finalmente nos dejamos ir. Prefiero marcharme ahora en vez de esperar a que la despedida se haga más imposible. Le pido que se cuide y proteja su salud y entonces vuelvo con Jungkook, listos para partir de la ciudad antes de que la mayoría de la ciudadanía comience con sus rutinas matutinas.
Usamos mi camioneta para cruzar la carretera, pero seguramente seguirá con nosotros como fiel confidente de ahora en adelante. Durante el viaje permanezco como un ser sin articulaciones, recostado en el asiento copiloto. Ni siquiera tengo ánimo para disfrutar del paisaje vívido y verde tras la ventana. Jungkook no ha dejado de mirarme de reojo ¿acaso se preocupa por el bienestar de su nueva mascota?
—Sé que es una excusa —exclama en algún punto de la carretera. No como un reclamo, sino a modo de comentario curioso. Como si hubiera descubierto una gran hazaña. Frunzo el ceño, sin entender a lo que se refiere.
—¿De qué hablas?
—Sé que vas a mentir. Fingirás que te comportas como un buen chico porque cumplí tu único deseo antes de partir de la ciudad, pero yo sé, porque te estuve vigilando por meses, que en el fondo te morías por salir de aquí.
Ah, eso. No tengo mucho humor ahora mismo para seguirle el paso a su conversación, su arrogancia me aburre. Actúa como si fuera el único de los dos con neuronas funcionales. En lugar de abrir mi boca, me inclino hacia el asiento trasero en busca de mi mochila y en ella rebusco hasta encontrar el estuche beige que había sacado del cajón. La dejo encima del borde debajo del parabrisas y ahora es su turno de estar confundido.
—¿Qué es eso?
—Mis ahorros durante años, ya no los necesito. Te los dejo a ti.
Jungkook sonríe encantado, y creo que es la primera vez desde nuestro reencuentro que lo veo gesticular una reacción genuina. Con menos peso sobre los hombros, regreso mi atención hacia la ventana. Descubro que mi reflejo poco nítido me sonríe con suficiencia, pues a esta distancia se hace visible el clásico cartel que despide a los visitantes de nuestra ciudad natal, la que oculta tantas atrocidades entre sus calles y entre las bocas de sus ciudadanos. "Gracias por visitarnos, vuelva pronto".
Nunca hubo espacio suficiente para tantos monstruos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro