Capítulo XVII
Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst
Los primeros meses de convivencia fueron buenos, a pesar de que muchas veces Sanggie tuviera que abofetearle cuando hacía o decía algo que no correspondía. Dongmin aprendió, a base de miedo y terror, que desafiar a su alfa no era algo bueno, no si quería terminar con su rostro sin golpe alguno y siendo violado sobre la cama matrimonial para remarcar la supremacía del alfa sobre su omega.
Pero para su propia fortuna, cuando quedó preñado, las cosas parecieron cambiar un poco: Sanggie podía ser agresivo con él, pero no era tan estúpido como para pegarle o abusar de él estando con un bebé en camino. Después de todo, a los alfas les encantaba tener a sus omegas preñados, demostrando que cargaba con su cría y le pertenecía por completo.
A Dongmin realmente no le importaba, no cuando sintió las primeras pataditas de Taeyong, y su instinto maternal conectó con el bebé, haciéndolo sentir feliz, cálido, contento de tener algo a lo que aferrarse.
Incluso Sanggie suavizó la forma de tratarlo, soportando sus antojos, berrinches y llantos como si nada, aceptando que todos esos cambios venían del hecho de llevar a Taeyong en su vientre, aunque si Dongmin lo pensaba en retrospectiva, su alfa le cobró después su comportamiento por puro placer.
—Dongmin, deja eso — había dicho Sanggie una tarde que llegó del trabajo, encontrándolo en el jardín, inclinado sobre el rosal, con su abultado estómago de cinco meses notándose por debajo de las enormes ropas que llevaba. — No le hará bien al bebé.
Dongmin asintió, distraído, entrando al comedor luego de limpiar sus zapatos para no ensuciar, y se sentó al lado de Sanggie. Su instinto omega buscó protección, del alfa a pesar de que no le quisiera.
Pero todo el mundo siempre le dijo que un omega necesitaba de un alfa, así que estaba acostumbrado a comportarse de esa forma, por mucho que despreciara a Sanggie en el fondo.
El alfa pasó un brazo por sus hombros, atrayéndolo, y Dongmin ronroneó por el gusto, sintiendo la sonrisa de orgullo que esbozaba el alfa.
Bien. Tenía que mantenerlo feliz y contento.
—¿Cómo le vamos a poner al bebé? — preguntó, llamando su atención.
—No me importa, busca tú un nombre — respondió Sanggie como si nada.
Arrugó los labios, disgustado, pero trató de no mostrarlo, porque sabía que eso no le haría mucha gracia al alfa.
—Taeyong. Rima bien con Lee — hizo una pausa — Lee Taeyong. ¿Te gusta, Sanggie?
Sangyeon suspiró, pensativo.
—Suena bien.
—Además, es un nombre lindo — prosiguió como si nada —. ¿Qué te gustaría que fuera? ¿Estaría bien niño o quieres una niña?
Sangyeon le observó.
—Alfa. Quiero un bebé alfa
Por supuesto, claro que sí, ¿no era obvio?
Todo el mundo quería bebés alfas, porque así tenían su vida asegurada.
Asintió con una sonrisa correcta.
—Será alfa, estoy seguro de ello — acarició su vientre, sintiendo una patadita, y se rió — ¿Lo ves? A Taeyong le gustaría ser alfa.
Sanggie hizo una mueca.
—¿Qué te he dicho sobre reírte, Dongmin?
Borró su sonrisa y bajó la cabeza, sintiendo su garganta apretada.
—Que no debo hacerlo — murmuró, sumiso. — Que... no puedo reírme con la boca abierta.
—¿Y eso por qué? — siguió insistiendo Sanggie con tono demandante.
Ahora sus ojos estaban llorosos, pero trató de controlarse, porque a Sanggie no le gustaba que llorara.
Se ponía más feo, solía decir.
—Porque muestro mis dientes, y si los muestro, no soy bonito — contestó, complaciente — A ningún alfa le gusta tener a un feo omega.
Escuchó el ruido de satisfacción de Sanggie, sin embargo, no le miró, siendo consciente de que sus ojos seguían llorosos por la situación.
—Así me gusta — Sanggie, por supuesto, no hizo caso de la pena de su omega — Sabes, cuando tengas a Taeyong, he pensado que podemos mudarnos.
Dongmin le observó de reojo, mordiendo su labio inferior.
—Si tú así quieres, está bien — contestó con tono monótono.
—Me están ofreciendo un traslado a China — prosiguió Sanggie, satisfecho —, ya estoy haciendo los trámites para comprar un departamento. Había pensado en ir yo solo, pero luego me dije que no te quiero lejos de mí — Sanggie le miró, brillo cruel en sus ojos. — De seguro, si te dejo solo, te abrirás de piernas a otro alfa.
Se estremeció, pero no reclamó.
Putas. Los omegas eran putas. Eso decía todo el mundo. Pensando sólo en follar, en ser dominados, en tener un alfa que le dejara lleno de semen y preñado. Sin sueños, sin metas, sin otro objetivo en la vida.
Pero Dongmin soñaba algún día con poder ser feliz.
—Iré donde tú quieras que vaya — respondió, como si las palabras de Sanggie no le hubieran afectado.
Dongmin soñaba con tener libertad algún día.
Despertó agitado, con el sudor recorriendo su frente mientras cubría su boca para contener las ganas de vomitar, y apoyó sus pies en el suelo, respirando aceleradamente al tratar de recomponerse.
Agua. Necesitaba agua, su garganta seca se lo pedía a gritos.
Tragó la bilis, el repugnante sabor dejándolo enfermo, antes de salir del cuarto que Mingyu le prestó una semana atrás. Se dirigió al baño para poder tener un vaso con agua y poder relajarse un poco.
Llevaba mucho tiempo sin soñar con Sanggie.
Sabía que era su omega el que estaba reaccionando de esa forma debido a la lejanía con Moonbin, debido a que ya no tenía un alfa que lo protegiera, y frunció el ceño a su reflejo en el espejo. Observó su rostro ojeroso y pálido, sus labios rotos por haberlos mordido tanto tiempo, su pelo sucio y como paja.
Dongmin siempre se cuidó mucho para tratar de lucir bonito y decente, aunque a él no le gustara demasiado su propia imagen. Sin embargo, Sanggie le metió todas esas ideas a la fuerza para poder cumplir los estándares de lo que consideraban el omega ideal.
Se esforzó también por ser ese omega ideal para Moonbin, pero las cosas acabaron igual de mal que la primera vez, sólo que ahora ya no tenía a nadie ni nada a lo que aferrarse.
Perdió a su alfa. Perdió a Taeyong. Perdió sus cosas, su vida, su felicidad, su...
No.
Era una sola cosa la que no perdió.
Dongmin no perdió nunca ese sueño que tuvo desde que era pequeño y pudo comprender, por fin, la dura vida que le tocaba vivir por ser un simple omega.
Una pequeña parte suya seguía anhelando esa libertad que todos le negaron sin darle una segunda mirada.
Dongmin se sentía como un inútil, como un perdedor en ese instante, pero sabía, muy en el fondo de su corazón, que todo eso se debía al hecho de que estaba acostumbrado a depender de un alfa. Así se lo enseñaron, porque todo el mundo lo convenció de que eso era lo correcto, y ahora que perdió todo lo que amó, ¿qué otra cosa le quedaba?
No podía seguir dependiendo de Moonbin, de un alfa, para poder seguir caminando.
Su omega no necesitaba un alfa, aunque toda la gente quisiera decirle que tenía que haber un alfa a su lado.
Humedeció su rostro, frotando sus ojos, y salió del baño. Pensó en el sueño que tuvo, en esa conversación que mantuvo con Sanggie, y una idea vaga llegó a su mente mientras caminaba hacia la cocina, las luces del comedor encendidas.
Se echó para atrás, volviendo al pasillo oscuro, cuando escuchó la voz de Mingyu.
—No voy a abusar de él.
Dongmin cubrió su boca con sus manos para que su respiración no sonara con tanta fuerza, y presionó su espalda contra la pared, tratando de calmarse para no soltar hormonas omegas de miedo.
Se forzó a agudizar su oído, pero Mingyu estaba hablando por celular, así que no podía oír a la persona al otro lado de la línea.
—Puedes irte a la mierda — espetó Mingyu, con tono furioso —, cuando me dijiste que podía recuperar el contacto con Dongmin, no pensé que ibas a ser tan hija de puta, Hyewon.
Oh.
Dongmin observó la oscura pared frente a él, sus manos todavía presionando sus labios, sintiendo como una rabia insana se apoderaba de su interior al comprender todo en cinco rápidos segundos.
Por supuesto, ¿cómo fue tan idiota?
Toda esa última mierda no podía ser una jodida casualidad. Mingyu, la cafetería, su padre...
Hyewon tomó el pasado que creía muerto y lo obligó a volver a él para destruirlo.
Tan inteligente, esa pequeña perra era tan inteligente, y él fue incapaz de verlo.
—¡Lo quiero! — espetó Mingyu —. ¡Pero no de esta forma! ¡Si él va a quererme, que sea por decisión propia, no porque lo forcé!
—Nunca voy a quererte.
Mingyu se quedó quieto, mientras Dongmin entraba al comedor, tranquilo, calmado, con su voz helada y fría.
Miró a la persona que fue su mejor amigo girarse, su rostro lleno de pavor, y sólo pudo sentir desprecio por Mingyu, por haber sido parte de todo ese juego del gato y el ratón que su hermana inició.
—D-Dongminie... — balbuceó Mingyu, cortando la llamada.
Dongmin ladeó la cabeza, decepcionado.
—¿Te acercaste a mí desde el principio gracias a Hyewon? — dio un paso, su boca haciendo una mueca —. Ese día en el que estaba con Taeyong, Doyoung y Youngho, ¿ibas dispuesto a hacer de mi vida una miseria por un simple capricho de niños?
Mingyu, en ese instante, no lucía imponente o poderoso como todos los alfas; por el contrario, se veía avergonzado, bajando la vista ante cada palabra que soltaba, como queriendo desaparecer de allí.
—No pensé que... Creí que... Quería mostrarte que Moon no era correcto para ti, que...
—No te he preguntado eso, Mingyu. — El alfa tragó saliva.
—Hyewon me buscó.
Dongmin soltó una risa entrecortada, sacudiendo con la cabeza, sintiéndose aturdido y herido porque todo era una mierda, todo era una completa mierda.
—Me voy ahora mismo — espetó, girándose.
—Dongmin por favor, puedo...
—No quiero verte nunca más en mi vida — le gruñó. — Si te acercas, Mingyu, prometo matarte con mis propias manos.
El alfa no lo siguió, porque sabía que Dongmin no estaba bromeando.
Moonbin estaba en el patio de la casa, observando las flores que con tanto esfuerzo Dongmin estuvo regando los últimos meses, cuando se giró para ver a Taeyong jugando con dos autitos pequeños. Hacía que chocaran entre sí, mientras arrugaba los labios y fruncía el ceño.
Normalmente, no habría tomado en cuenta esa acción, pero algo no parecía bien.
—Taeyong, Yongie, deja de hacer eso — pidió con suavidad.
Taeyong lo ignoró, golpeándolos con más fuerza, haciendo ahora una mueca con su boca.
Los sonidos realmente lo estaban poniendo más nervioso que nunca.
No habló con Dongmin desde hace unos tres días atrás, cuando el omega lo llamó para conversar unos minutos con Taeyong, sin querer intercambiar muchas palabras con él. Además, ambos sabían que si Hyewon se llegaba a enterar de eso iban a estar en problemas, pero desde entonces, su móvil permaneció en total silencio, y Taeyong parecía más y más frustrado con el pasar de las horas.
Por otro lado, hace cuatro días también, se dio cuenta de que Youngho y Doyoung ya no aparecían, y se enteró de que Minhyuk y Sanha tomaron la decisión de mudarse y estaban en ese proceso.
Deseaba conversar con ellos, pero su madre le advirtió de que si pensaba retomar su antigua vida, iba a decir toda la verdad sobre el padre de Taeyong y haría que lo mataran, antes de asesinar a Dongmin.
Y Moonbin no podía permitir eso, así que aceptó cada condición que su madre y Hyewon le impusieron con la boca cerrada y una mirada rabiosa, todo fuera para proteger, para mantener a salvo, a Dongmin y Taeyong.
—¡Basta, Taeyong! — ordenó, poniéndose de pie.
Se suponía que debía estar trabajando, tomando su puesto como jefe de la empresa de sus padres, pero no se atrevía a dejar a Taeyong solo, no se arriesgaría a que le hicieran algo porque no estaba a su lado.
Taeyong golpeó una vez más los juguetes antes de tirarlos, rabiando también. El bebé lo miró con ojos llenos de furia.
Moonbin recogió los autitos.
—Estos juguetes te los compró mamá con mucho esfuerzo, no los rompas de esta manera — regañó con tono duro.
Taeyong soltó un gruñido bajo.
—No. Odio a mamá.
Moonbin le observó en un silencio helado.
—No digas esas cosas — espetó, incrédulo.
Taeyong volvió a gruñir, enojado, enfurecido.
—Odio a mamá — repitió.
El alfa trató de tomarlo en brazos, pero Taeyong se sacudió, enojado, manoteando sus brazos para impedir que lo levantara.
—Si Dongmin te escuchara, lo harías llorar — dijo, perdiendo la paciencia.
—No — contestó Taeyong —. Lo odio. Odio a mamá, odio a Dodo, odio a Honie — el niño lo miró —. Te odio.
Moonbin apretó sus labios en una mueca de rabia, tratando de contenerse para no zarandear a Taeyong y hacerle entender que reaccionar así no estaba bien, que no ayudaría en nada a superar el dolor que sentía, que debía comprender que, si Dongmin no estaba a su lado, no era por decisión propia, sino porque lo obligaron.
Aunque, por supuesto, eso no terminaba de explicar la ausencia de sus llamadas.
Abrió la boca para decirle algo, pero en ese momento, tocaron al timbre de la casa. Sabía que no era Hyewon porque se apropió de ese lugar como si fuera suyo desde siempre, y su instinto sabía también que no era Dongmin, porque no reconoció la presencia omega que tanto amó, así que con una última mirada de advertencia hacia Taeyong, diciéndole con los ojos que no hiciera un desastre, caminó para abrir la puerta.
Tuvo que contenerse para no soltar un gruñido de odio al ver a Mingyu frente a él.
Sin embargo, antes de poder hablar para mandarlo a la mierda, Mingyu hizo un gesto con los labios, pidiéndole que se mantuviera en silencio.
En cualquier otra situación, Moonbin habría cerrado la puerta sin dudarlo, pero considerando que Dongmin se estaba quedando con Mingyu, y el alfa realmente lucía desesperado por hablar con él, lo hizo pasar.
Mingyu observó el interior de la casa, caminando segundos después en dirección al patio, con Moonbin siguiéndole, y cuando ambos estuvieron fuera, cerró la puerta de vidrio que daba al interior del hogar.
Taeyong se puso de pie, sus manos sosteniendo los dos carritos que antes golpeó.
Mingyu lo miró. El niño soltó un gruñido.
—Taeyongie, tranquilo, no pasa nada — pidió Moonbin en tono calmo.
Los últimos días, Taeyong pasó a convertirse de un niño cálido, hablador y juguetón en un niño callado, agresivo y frío con todo el mundo. Moonbin sabía que era un mecanismo de defensa ante la falta de su figura materna, ante la falta de Dongmin a su lado, pero no sabía qué hacer para evitarlo.
—Te están vigilando — murmuró Mingyu, llamando su atención — Hyewon y tus padres, te han estado vigilando todo este tiempo.
Moonbin hizo un gesto despectivo.
—¿Crees que no lo sé? — escupió —. Conozco a mis padres y a esa perra.
Mingyu sacudió la cabeza, frotando su nuca.
—Dongmin se marchó — confesó —, hace tres días, Dongmin se fue de mi departamento y no ha regresado. Guardó sus cosas y no dijo nada más.
Moonbin le miró, parpadeando, y antes de darse cuenta, tenía agarrado a Mingyu de la camisa, importándole poco si era más bajo o delgado: su alfa interno estaba furioso por la incapacidad de Mingyu para cuidar a Dongmin, así que debía desquitarse con algo.
Aunque, por supuesto, él no lo cuidó mejor.
Lo empujó contra la cerca, gruñéndole.
—¿Qué mierda hiciste? — espetó Moonbin.
Mingyu lucía realmente mortificado y apenado por la situación.
—Hyewon me contactó meses atrás y me prometió a Dongmin si lograba separarlo de ti — confesó —. Dijo que... que él querría ser mi omega si tú lo decepcionabas.
Moonbin le observó, atónito, sorprendido, sin poder creer todo lo que estuvo pasando los últimos meses, reprochándose a sí mismo por su incapacidad para ver lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
Estuvo tan cegado por cuidar y mimar a Dongmin que no vio más allá de sus propias manos, que fue incapaz de notar esa terrible realidad.
Antes de darse cuenta, había golpeado la mejilla de Mingyu, un crack seco resonando en el patio, y volvió a levantar su puño, dispuesto a descargarlo sobre la nariz del alfa frente a él.
Una mierda que fuera más pequeño: Moon Bin era un alfa puro y estaba por sobre Mingyu, por sobre todos esos otros alfas patéticos.
—Voy a destrozarte — gruñó Moonbin —, y me encargaré de que seas tan miserable que desearás no haber nacido.
Sin embargo, antes de golpearlo, Mingyu se apresuró a hablar:
—¡Moonbin espera, por favor! — pero al ver que el más bajo no iba a detenerse, tuvo que continuar — ¡Ese hijo de Hyewon no es tuyo!
Entonces, algo hizo click en su interior.
Confusas imágenes volvieron a su mente de lo ocurrido esa noche. Hyewon a su lado, susurrándole cosas odiosas al oído, sosteniéndolo mientras lo llevaba a su departamento, y lo desnudaba para luego echarlo a la cama boca arriba.
Hyewon también estaba desnuda, sobre él, montándolo, gimiendo y susurrando su nombre con deseo.
—Qué. Mierda. Estás. Diciendo.
Su voz salió pausada, dura, helada, un bloque de hielo capaz de estremecer a cualquiera, y Mingyu no fue la excepción.
El alfa bajó la vista, avergonzado.
—Ella y yo... O tu madre...
—Mierda.
Moonbin lo soltó, asqueado, pensando en la sonrisa creída de Hyewon, en sus ojos llenos de victoria, en su expresión triunfadora por haber sabido manejar sus cartas tan bien.
Se recordó a los dieciocho años, jugando póker con una joven Hyewon, y la forma en la que la chica siempre le derrotaba, porque era una pequeña víbora inteligente que podía engañar a todo el mundo con sólo unas pocas palabras.
—Hyewon apareció al día siguiente en mi departamento, gritando que no pudo follar contigo porque tú... Tú no dejabas de sollozar el nombre de Dongmin y te quedaste dormido apenas tocaste su cama — Mingyu humedeció sus labios, avergonzado —. Dijo que lo intentó, que quiso ponerte duro, pero tú... Tú ya tenías un omega y no querías otro.
Por supuesto que no iba a querer a otro. ¿Cómo buscar a otro omega si ya tenía a Dongmin?
Y su alfa amaba a Dongmin con tanta fuerza que imaginarse follando a otro omega le resultaba imposible.
La bilis subió a su garganta.
—Pero Hyewon necesitaba a ese bebé para atarte, así que me exigió tener sexo con ella, y así lo hice, y también lo intentó con tu madre, ella quería asegurarse...
—Tienes cinco segundos para desaparecer de mi vista o te descuartizaré.
Mingyu se marchó inmediatamente.
Moonbin apoyó sus manos en sus rodillas, bajando su cabeza y tratando de controlarse para no comenzar a destrozar lo primero que tuviera a mano. Respiró profundamente, con sus ojos llenos de lágrimas.
—¿Dóne mamá?
Levantó la vista, encontrándose con el confuso rostro de Taeyong, sin dejar de sostener esos autitos de juguete que Dongmin le compró tiempo atrás, cuando los tres salieron a pasear, y su garganta se apretó.
Dongmin estaba desaparecido, Dongmin no sabía la verdad. Dongmin creía que el hijo de Hyewon era suyo.
Necesitaba encontrarlo y contarle todo, hacerle saber que ellos todavía podían...
Taeyong chilló cuando Moonbin lo tomó en brazos bruscamente.
—¡No! ¡Suela! ¡No!
Ignorando sus gritos, sus golpes en su pecho, Moonbin salió de la casa, yendo donde Sanha y Minhyuk. Tocó la puerta con fuerza, siendo abierta segundos después, y Sanha le observó con incredulidad.
—¿Bin? ¿Qué ocu-?
—Necesito que lo cuides — le dijo con tono helado, y Sanha tuvo que hacer malabares para atrapar a Taeyong cuando Moonbin se lo tendió.
—¡Moonbin, no puedo hacer-!
—Voy a recuperar a Dongmin — espetó, retrocediendo.
—¡No! ¡Mami! ¡No! — gritó Taeyong, furioso por estar siendo dejado.
—¡Bin! — gritó Sanha, sosteniendo al bebé.
Pero Moonbin no se giró, no podía girarse en ese instante, porque si lo hacía, decidiría no seguir adelante y aceptaría que Dongmin se marchó para siempre.
Y no sabía que sería de su vida una vez Dongmin no estuviera más en ella.
Bueno, si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme
¡Muchas gracias por leer!
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