Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XII

Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst

—Yo no habría perdonado a mi alfa por una infidelidad. ¡Eso es humillante! Yo le habría roto el pene y obligado a que se lo comiera.

—Es por eso por lo que no tienes pareja, Doyeon.

—No tengo pareja porque nadie es lo suficientemente digno para mí —replicó Doyeon, mirando sus uñas con interés.

Sejeong suspiró, rodando los ojos mientras observaba a Dongmin, que ese día llevó a Taeyong a las clases, pues su alfa tuvo una operación de emergencia y no tenía a nadie que pudiera cuidarlo. El bebé, en brazos de Dongmin, estaba mirando concentradamente un cubo rubik, tratando de girarlo con sus rechonchas manitas, ajeno a todo el mundo. Dongmin masticó una manzana.

—No lo he perdonado — contestó Dongmin, distraído.

Doyeon resopló, levantando la vista.

—Deberías averiguar con quien te engañó — siguió picando Doyeon —, así le das una paliza.

Sejeong golpeó a Doyeon en la cabeza, sacándole un quejido.

—De verdad, ¿no te cansas de ser mala? — regañó Sejeong—. Lo que menos necesita ahora Dongminie es que no lo apoyemos.

La beta suspiró, negando con la cabeza.

—Es sólo que no puedo entenderlo... — respondió Doyeon—. Una infidelidad... ¿cómo puedes soportarlo?

No, en realidad no lo soportaba.

Varias noches se sorprendió a sí mismo, mientras Moonbin le hacía el amor con total dedicación y ojos llenos de ternura y cariño, si esa omega de rostro desconocido que Moonbin besó no sería mejor que él. Si no tenía mejores cualidades más acordes a las necesidades de Moonbin. Si no podía darle ese bebé que Moonbin tanto parecía querer.

Esa mañana botó al basurero la tercera prueba de embarazo que se hacía desde que Moonbin lo marcó, con el mismo triste resultado: negativo.

Dongmin era fértil, lo sabía, pero sabía también que sus hormonas no estaban en sintonía con las necesidades de su alfa, porque estaban más preocupadas de envolver a Taeyong para que estuviera bien y feliz. Sólo cuando Taeyong fuera más independiente recién podría quedar preñado otra vez, pero para eso todavía faltaba, y no sabía cómo sentirse respecto a aquello.

—¿Estás seguro de que un día no aparecerá esa omega a decir que quedó en cinta? — preguntó sin maldad Doyeon.

Dongmin sacudió la cabeza.

—Moonbin dijo que sólo se besaron — murmuro débilmente.

—Y el infierno es sólo un sauna — replicó Doyeon, antes de ganarse otro golpe — Deberías sacarle celos con Mingyu. Nuestro pobre profesor te mira como un cachorrito — agregó Doyeon como si nada.

Dongmin la miró con reproche, pero antes de poder hacerlo, Taeyong se adelantó:

No guta. Él — miró a Doyeon con grandes ojos inocentes y la beta no pudo resistirse: a pesar de lucir como una chica despectiva con el mundo, tenía un corazón de oro, y no dudó en tomar a Taeyong en brazos.

—No me acercaré a Mingyu — le dijo a Sejeong, mientras su amiga se dedicaba a balancear a Taeyong, sacándole carcajadas — Moonbin me está dando mi espacio, y yo también respetaré su pedido.

—¿Él te pidió no acercarte a Mingyu? — preguntó Doyeon con regaño en su mirada.

—No — Dongmin se encogió de hombros, viendo como los estudiantes entraban al salón para el inicio de la siguiente clase —, pero sé que no quiere que lo haga. No más mentiras. No más celos. No más problemas.

Ambas amigas se miraron, tratando de no soltar un comentario que pudiera herir más a Dongmin de lo que ya estaba, y se limitaron a suspirar. Se acomodaron en sus asientos cuando el pequeño receso terminó, con el resto de los estudiantes entrando al salón.

—¿Doyeon? — la beta se giró, quedando encandilada ante la dulce mirada de la omega frente a ella —¿Puedo sostenerte un ratito a Taeyong?

—¡Claro que sí! — respondió Doyeon enérgicamente.

Yoohyeon soltó una risita baja, inclinándose para tomar en brazos a un feliz Taeyong, en tanto Dongmin se giraba a mirar a Sejeong con una ceja enarcada.

La beta le sonreía a Yoohyeon, totalmente feliz.

—Taeyong es un bebé tan lindo, Dongminie — comentó Yoohyeon encantada, frotando su mejilla contra el desordenado cabello del pequeño.— Me gustaría tener uno.

Sejeong soltó una risita baja.

—¿No hay ningún alfa que te corteje, Yoohyeon? — preguntó Dongmin, mirando a Doyeon.

La omega hizo una mueca.

—No, creo que no soy lo suficientemente bonita para uno — contestó Yoohyeon con pena en su voz.

—¡Qué dices, si eres preciosa! — chilló Doyeon.

Dongmin se estaba riendo cuando su móvil sonó, y contestó la llamada, observando a sus amigas bromear.

—Bin — saludó tranquilo.

—Hola bebé — contestó el alfa al otro lado de la línea.— ¿Cuánto te queda en el colegio?

—Sólo una clase — respondió, arrugando los labios.— ¿Por qué?

Hubo un pequeño silencio.

—Mi operación acaba de terminar y estaba pensando en ir a buscarte — respondió Moonbin con cuidado, tomándose su tiempo.— Ya sabes, para qué...

—Moonbin — le interrumpió Dongmin, su voz un poco dura — ¿No hablamos esto? Acordamos que no vendrías a dejarme ni a buscarme. Puedo pagar un taxi.

Otro pequeño silencio.

—Pero mi amor...— gimoteó Moonbin, y Dongmin casi podía imaginar el rostro del alfa, como si lo estuviera frotando contra su pecho.

Suspiró.

—No, Bin.

—Sólo iré a buscarte, me quedaré dentro del auto y no le gruñiré a nadie. No golpearé a Mingyu.

Frotó su frente con irritación.

—No quiero verte afuera — le advirtió Dongmin.— Nos vemos en casa, Moonbin.

—Pero...

—Uh, problemas en el paraíso — se burló Doyeon, pero antes de poder darle un golpe, Mingyu ingresó al salón.

El alfa le dirigió una mirada de pena, sin embargo, Dongmin le ignoró por completo, cargando a Taeyong para que estuviera tranquilo en las horas que quedaban.

Pudo oír el suspiro bajo que el alfa dejaba salir, pero no le miró, fingiendo observar a Taeyong atentamente. En ese momento el bebé agarró un lápiz rojo y se puso a colorear en el cuadernito que tenía.

—Los trabajos ya están revisados — dijo Mingyu, callando a todo el mundo — Me alegra ver resultados positivos. Son poemas muy buenos.

Comenzó a entregar los trabajos uno por uno, dando unas pequeñas palabras de aliento, y cuando Dongmin recibió el suyo, no hubo frase alguna.

Aunque bajo el enorme diez que Mingyu escribió, se leía una nota pequeña.

Lamento haberte causado problemas, Dongminnie. Por favor, volvamos a hablar.

Negó con la cabeza, dejando el trabajo a un lado, y sostuvo con más fuerza a Taeyong, que lo miró y sonrió mostrando sus dientecitos, aunque todavía faltara para tenerlos todos.

Le devolvió la sonrisa y Taeyong se rió antes de seguir pintando.

La clase pasó sin contratiempo alguno a pesar de las constantes miradas que Mingyu le dirigía, pero las ignoró por completo. Por mucho que quisiera hablar con él, recordar el rostro rabioso, los ojos llenos de ira de Moonbin, lo seguía estremeciendo por dentro.

Debería haber estado acostumbrado a la furia y la saña: su padre estaba enojado casi todo el tiempo, y Sanggie también se enojó con él en diversos momentos de su matrimonio, pero un omega nunca estaba listo para lo que era ser receptor de rabia y cólera.

Si podía evitarlo, Dongmin lo evitaría. Además, no quería tener otra pelea con Moonbin, no quería que su amor se transformara en miedo.

Cuando la clase terminó, se apuró en acomodar a un ya somnoliento Taeyong en sus brazos, que no dudó en recostar su cabeza en el hombro del omega. Cerró sus ojos y Dongmin lo cubrió con una manta. A pesar de ser primavera, por las noches seguía haciendo frío y lo que menos quería era que el bebito se resfriara.

—Deberíamos fijar ya tu fecha para tu despedida de soltero — dijo Doyeon saliendo a su lado — ¿En cuánto te casas? ¿Tres semanas?

Dongmin asintió, sonriendo con suavidad.

—No es necesario hacer nada — contestó calmadamente.

—Te haremos una fiesta enorme — ignoró Doyeon, bostezando —. Con alfas que te hagan un striptease. Quizás alguno quiera tener una noche loca contigo, Dongminie.

Rodó los ojos, moviendo su cadera para darle un golpe a la beta.

—Eres una sucia — regañó Dongmin.

—¿Oyes eso, Sejeong? — Doyeon se llevó una mano a su pecho —. Dongmin es el menor de la clase, pero es toda una señora.

—Si no tuviera a Taeyong en brazos, te daría un buen golpe — dijo ofendido Dongmin.

Pium, pium — balbuceó Taeyong, amodorrado.

Los tres se rieron, saliendo del edificio, y Dongmin llamó a un taxi, despidiéndose de sus amigas. Mientras esperaba, sin embargo, sintió una presencia a su lado, y se giró, encontrándose con el triste rostro de Mingyu.

—¿Ocurre algo, profesor? —preguntó educadamente.

Mingyu suspiró.

—Dongmin, por favor... Lo del otro día...

—Mingyu, lamento mucho lo que hizo Moonbin — se disculpó Dongmin, desviando la vista —, no tengo excusa para su reacción, así que espero que sepas perdonarlo — tomó aire —, pero también te pido que me des mi espacio por ahora. Moonbin y yo... necesitamos arreglar nuestras diferencias, porque lo amo y él me ama, y nos casaremos pronto. No necesito más problemas por ahora.

Mingyu le observó unos segundos en silencio, sin decir cosa alguna, para luego morder su labio inferior.

—¿Acaso es un problema que te juntes con un amigo? — preguntó, arrugando el ceño.

Dongmin le miró en silencio, aferrándose a Taeyong, que dormitaba tranquilamente. Trató de no pensar en los irracionales celos de Moonbin, en su violenta reacción, en sus palabras crueles y duras.

Admitía haber cometido un error al ocultarle información tan importante a Moonbin, algo que no tuvo que haber hecho, sin embargo...

Sin embargo, Moonbin estuvo a punto de descontrolarse sólo por eso, y no quería imaginar cómo se comportaría si seguía juntándose con Mingyu, con o sin su aprobación.

Los alfas eran salvajes, posesivos y celosos por naturaleza. Si ellos sentían que algo o alguien amenazaban a su pareja, no iban a controlarse un poco para marcar lo que creían que era suyo, y Dongmin, muy a su pesar, ahora le pertenecía de una forma cruel al instinto alfa de Moonbin. Y Moonbin sabía que Mingyu sentía algo más por Dongmin, su omega, y no iba a ser racional para dejar en claro que Dongmin era ahora suyo.

Moonbin podría aceptar que siguiera viendo a Mingyu por un tiempo, pero ¿qué ocurriría después?

No, Dongmin no iba a jugar con fuego.

—Cuando tengas a tu omega, podremos seguir siendo amigos, Mingyu — dijo Dongmin con suavidad, observando como el taxi que pidió se acercaba.

Dio un paso, pero antes de poder alejarse, el alfa lo agarró del hombro.

—Tú eres mi omega — declaró en voz baja, a su oído, y se estremeció por ello.

Pero Mingyu ya estaba alejándose.

El instinto de Dongmin demandó que corriera lejos de allí, así que no dudó en subir al taxi. Dio la dirección de la casa, con Taeyong quejándose por el repentino movimiento.

Mingyu nunca dijo algo tan declarativo con respecto a sus sentimientos. Siempre dio pequeños indicios, suaves coqueteos, pero decirle directamente que lo veía como su pareja y omega, era algo que siempre se reservó.

Sin embargo, ahora que lo dijo, el estómago de Dongmin sólo se contrajo en ansiedad y susto.

Tal vez sí iba a decirle a Moonbin que lo fuera a buscar por las noches.

Minutos más tarde entró al hogar, pero antes de poder dar dos pasos, unos cálidos brazos seguidos de un gruñido de placer lo envolvieron por completo, a él y Taeyong. El bebé soltó un ruido de aprobación, a gusto por el ambiente familiar que lo rodeó, y se acomodó una vez más, dispuesto a dormir por el resto de la noche.

Dongmin soltó un jadeo de satisfacción cuando unos suaves labios le besaron el cuello.

—Te extrañé — murmuró Moonbin, sin soltarlo un poco y arrebujándose a su lado — Te extrañé tanto, mi pequeño príncipe.

Dongmin soltó una suave risa, negando con la cabeza.

—¿Me perdonas? — preguntó Moonbin, levantando el rostro con expresión compungida.— No quería ser tan insistente, pero realmente te eché de menos.

Dongmin suspiró.

—No pasa nada — le dijo Dongmin — Perdóname a mí por haber sido tan cortante — le pellizcó la nariz, haciendo que la arrugara — Voy a pensar si puedes ir a buscarme, ¿está bien?

Los ojos de Moonbin brillaron por el gusto.

—No te merezco — Moonbin lo olisqueó, haciendo una mueca —. ¿Cómo está Mingyu?

El omega frunció las cejas levemente antes de alejarse.

—Deja que acueste a Taeyong — le dijo, señalando al pobre bebé que cayó dormido por completo —, luego, podemos hacer algo divertido si quieres — Moonbin sonrió, mostrando sus encías, y Dongmin le dio un beso suave.— Vamos a hacerle ese hermanito a Taeyong que tanto quiere.

Moonbin no dijo nada, pero Dongmin estaba seguro de que podía escuchar su grito de emoción.

Gahyeon sonrió mientras ladeaba la cabeza, complacida mientras leía unos papeles frente a ella con total gusto. Hyewon, calmada, le servía un vaso de vino.

—¿No tomarás algo? — le preguntó la alfa a la omega.

Hyewon negó con la cabeza.

—El alcohol no me hará bien en mi estado — contestó como si nada.

Indiferente, Gahyeon asintió, y en ese instante tocaron a la puerta de la oficina. La alfa se tomó su tiempo y Hyewon fue a sentarse al sofá con tranquilidad. Sólo cuando Gahyeon se puso a acomodar los papeles dejó que la persona que tocó la puerta pasara.

Era uno de sus guardias privados, haciéndose a un lado para mostrar al alfa que quería ver desde hace mucho tiempo.

Su sonrisa se transformó en una de completo gusto cuando Choi Seungcheol le devolvió la mirada con frialdad.

—¿Cómo están tus padres, querido? — preguntó Gahyeon como si nada — Anda, siéntate, tenemos mucho de qué hablar.

Seungcheol no se movió, estrechando sus ojos.

—¿De qué quería hablar conmigo, señora Moon? — preguntó Seungcheol con la mandíbula apretada.

La alfa soltó una risa baja.

—Directo al grano, ¿no, Seungcheol? —suspiró exageradamente, negando con la cabeza — Verás, cariño, ¿cuánto te pagó mi hijo por alterar los exámenes de ADN? ¿O lo hiciste gratis?

Seungcheol parpadeó.

Gahyeon no cambió la expresión de su rostro.

Luego de unos segundos en silencio, Seungcheol sonrió con burla.

—No sé de qué habla, señora Moon — respondió con calma.

Gahyeon bufó, mirando a su guardia, y le hizo un gesto con los dedos. Unos segundos después, Seungcheol estaba siendo golpeado en el rostro con brutal fuerza, cayendo al suelo con un jadeo de dolor.

El alfa levantó la vista, su nariz rota, y contempló de forma incrédula a Gahyeon. La mujer estaba calmada y con expresión aburrida.

—Verás, Seungcheol, no tengo tiempo para jugar al escondite contigo, así que tienes dos opciones: me dices la información de buena gana o tendré que sacártela a la fuerza.

Seungcheol escupió al suelo la sangre en su boca, con sus ojos fríos ante la alfa frente a él.

Gahyeon amplió su sonrisa.

—Vas a decirme todo quieras o no — prosiguió Gahyeon con falsa dulzura —, pero los únicos que saldrán afectados si decides resistirte es tu familia. Uno de mis hombres está listo para degollar a tu pequeño hijo de dos años y al dulce Jihoon si no colaboras, cariño.

Los ojos de Seungcheol se abrieron por el horror mientras se enderezaba, pero antes de lograr ponerse de pie, el guardaespaldas de Gahyeon lo empujó otra vez, poniendo su pie sobre la espalda del hombre para impedir que se levantara.

—¡Por favor! — pidió aterrado, pálido por el miedo y la desesperación.— ¡Ellos no te han hecho nada!

—Claro que no — dijo Gahyeon amablemente —, por eso no quiero mandar a matarlos. Así que, si me ayudas, haremos como que esto no ocurrió y te dejaré en paz, ¿está bien? — Seungcheol mordió su labio inferior, temblando, luciendo enfermo y afectado.

—¿Por qué...? — farfulló en tono débil — El omega no te ha hecho nada, ¿por qué...?

—Quiero lo mejor para mi hijo — contestó Gahyeon apoyando su mejilla en su mano — y ese asqueroso omega no es nada. Sólo una pequeña basura que no merece llevar el apellido Moon ni relacionarse con mi familia, con un alfa puro como lo es Bin — la alfa suspiró —. Me estoy cansando de esperar tu respuesta, Seungcheol, ¿sabes? No tengo demasiada paciencia.

Seungcheol pensó en la promesa que le hizo a su amigo, en su rostro suplicante, en su mirada hacia el omega que lo conquistó, y sintió como su estómago se contraía por el dolor y la pena.

—Yo no...

—Hyewon, cariño — la omega, que hasta el momento permaneció sentada con una mirada de indiferencia, se puso de pie y observó a su jefa.— ¿Por qué no llamas a Jeon para que remate a la familia de nuestro querido Seungcheol?

—Será un placer, señora Moon — contestó Hyewon, sonriendo.

—¡Está bien! — gritó Seungcheol, rompiendo a llorar —. Te lo diré todo, maldita sea.

Pidiéndole perdón a Moonbin por no poder cumplir con lo prometido, Choi Seungcheol comenzó a hablar.

Dongmin soltó un gemido mientras enterraba sus uñas en la espalda de Moonbin, sintiendo como el semen del alfa lo llenaba antes de anudar, gruñendo contra su garganta y con sus dientes enterrándose en su marca.

—Mhn, Bin...— balbuceó el omega sin alejarse.

—Mi omega — masculló Moonbin, repartiendo besos mariposa por el cuello de Dongmin —. Mío, mío, mío... Mi Dongminie...

Se estremeció, cerrando sus ojos, y de pronto la imagen de esa omega desconocida llegó a su mente, besando a Moonbin y tocándolo sin pudor alguno.

Sin embargo, por primera vez desde la pelea, el rostro de esa omega se transformó en la cruel cara de Hyewon, y sin poder soportarlo, rompió a llorar.

Dios, ¿qué le estaba pasando?

Moonbin, alarmado, separó su rostro del cuello del omega, mirando a Dongmin con preocupación mientras éste sólo sollozaba en voz baja.

No lo soportaba, no podía hacerlo: amaba a Moonbin demasiado, pero lo que hizo, haberlo engañado de esa forma... Todavía dolía, todavía lo estremecía por completo y lo hacía sentir sucio, pequeño y una basura que no era suficiente para su alfa.

Lo hería en lo más profundo de su orgullo, pero por sobre todo, le hacía pensar que era desechable para Moonbin.

—¿Te hice daño? — susurró Moonbin, saliendo de su interior, con sus manos tomándolo de la cintura para atraerlo a su pecho, pero Dongmin soltó un chillido de disgusto y lo empujó.— ¿Bebé?

—No me toques — murmuró Dongmin girándose, sin importarle si estaba sudado, manchado con su esencia en el estómago, con el semen de Moonbin en su interior —. No me toques, Moonbin.

Podía sentir la vacilación del alfa, pero para su fortuna, le dio su espacio y se quedó en silencio, sin acercarse.

¿Cuánto pasó desde esa pelea y ese engaño? Dos semanas. Sin embargo, seguía doliendo. Probablemente dolería para siempre.

¿Cómo podía ignorar lo que ocurrió y fingir superarlo? Un engaño era... era...

Era algo que lo enloquecía por completo.

—Si yo... — susurró con tono quebrado — si yo me hubiera ido, y hubiera permitido que un alfa me hubiera besado, me hubiera tocado, ¿qué habrías hecho, Moonbin?

No hubo una respuesta enseguida.

—Lo habría buscado para matarlo — contestó Moonbin con tono oscuro.

Asintió, mordiendo su labio inferior.

—¿Ella era más linda que yo? —preguntó Dongmin en voz baja.

El estómago del alfa dolió ante la pregunta, su respiración cortándose cuando Dongmin se giró, mirándolo con ojos brillantes, y su boca se sintió seca, su garganta apretándose.

Quería llorar, abrazar a Dongmin, decirle la verdad que lo estaba carcomiendo por dentro, pedirle que jamás lo dejara, que lo necesitaba desesperadamente a su lado por toda la vida. Que volviera a confiar en él, aunque no lo mereciera.

Pero por sobre todo, que le mirara otra vez como si Moonbin fuera capaz de salvarlo de todo lo malo en el mundo, aunque fuera todo lo contrario: para Moonbin, Dongmin era la persona que lo salvó e hizo vivir.

—No — dijo Moonbin con seriedad, sin una pizca de mentira en su voz — Ella jamás se podrá comparar contigo, Dongminie. Jamás podrá llegarte si quiera a los talones. Tú... tú eres un ángel.

Las mejillas pálidas de Dongmin se tornaron de rojo, pero aun así siguió impasible.

—Cuando te besaba, ¿sentías algo? — siguió preguntando Dongmin, sus dedos acariciando la sábana.

Moonbin trató de rememorar esa noche, los besos de Hyewon en su cuello, su pecho, sus caderas meciéndose en su cintura y el gemido que soltó la chica al llegar al clímax. Lo demás estaba borroso, un recuerdo lejano que no quería desentrañar.

—Era como si estuviera lejos — contestó Moonbin, tomando la mano de Dongmin —, como si no hubiera sido yo. La alejé antes de que pasara a mayores.

Mentiroso. Maldito mentiroso. ¿Por qué no puedes decirle la verdad?

Porque eso destrozaría a Dongmin.

Porque eso haría que lo perdiera, y Moonbin no quería perderlo.

Abrió la boca para decir algo más, pero Dongmin se enderezó, con el ceño un poco fruncido. Casi de forma inmediata se puso de pie, vistiéndose con su bata. Moonbin le miró, confundido.

—¿Qué ocurre? — preguntó.

—Es Taeyong — murmuró Dongmin sin mirarle — Creo que no está durmiendo bien.

Sin decir otra cosa, el omega salió del cuarto. Moonbin no tardó en seguirlo.

Lo primero que hizo Dongmin al entrar al cuarto de Taeyong fue ir directo a la cama del bebé, donde el pequeño soltaba quejidos bajos y lloraba en silencio. El omega no tardó en tomarlo en brazos, preocupado totalmente, comenzando a mecerlo y hablarle para tratar de calmarlo.

Moonbin también se acercó, sabiendo que si el bebé estaba asustado, un ambiente familiar sería lo mejor para relajarlo.

Segundos después, Taeyong se despertó, lloriqueando.

—Mami... — farfulló, colgándose del cuello de Dongmin —, mami, mami, mami...

—Tranquilo, Taeyongie — susurró Dongmin, dejando que Moonbin lo abrazara por la cintura —, mami está aquí, contigo. No pasará nada, bebé, lo prometo.

—Mami — siguió repitiendo Taeyong por varios segundos.

En silencio, los dos adultos salieron del cuarto, volviendo a la habitación matrimonial. Una vez allí, Dongmin se acostó con Taeyong en sus brazos, que no parecía querer alejarse de él, en tanto Moonbin abría la ventana para que el olor a sudor y sexo desapareciera del cuarto.

Al volver a la cama, se encontró con el bebé más calmado, chupando su dedo mientras Dongmin lo arrullaba, cantándole en voz baja.

—¿Qué ocurrió, bolita de arroz? — preguntó Dongmin tiernamente, acariciándole el negro cabello.

Taeyong se acurrucó más en sus brazos de ser posible.

—Mami no taba — murmuró el bebé — Taba feo y oculo y mami no taba. Mami, ¿no te ilás?

Dongmin parpadeó antes de sonreír, besándole la frente a Taeyong.

—Qué dices, Taeyongie — le dijo con cariño.— Jamás me iré, ¿está bien? Siempre estaré a tu lado, mi pequeño bebé. Jamás voy a abandonarte, estaremos juntos por toda la vida.

Dongmin siguió murmurándole cosas dulces al bebé para que volviera a dormir, y mientras lo hacía, Moonbin pensó en lo que dijo Dongmin. Era normal que lo dijera, por supuesto, porque su bebé acababa de tener una pesadilla, pero...

Pero por algún motivo que quería espantar, aquellas palabras sonaron a mentira y a una promesa que pronto sería rota.

Muchas gracias por leer.

Si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme.

Nos vemos el siguiente capítulo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro