8.
Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.
Rosé estaba subiendo por las escaleras lentamente cuando Jen comenzó a bajarlas, llevando en brazos a una dormida MiYeon, junto con un bolso donde echó ropa junto con algunos juguetes que la mantuvieran entretenida esos días en los que se quedaría con ella.
—¿Fuiste a ver a Lisa? —le preguntó Rosé con la voz ansiosa.
Jen suspiró, negando con la cabeza.
—Prefiero no acercarme, sus feromonas son algo fuertes —dijo la beta intranquila, antes de seguir bajando—. Rosé, no te preocupes por MiYeon, yo me encargaré de todo. Tú sólo... Disfruten estos días, ¿Está bien?
La alfa asintió con expresión ausente, sin voltearse para ver a Jennie salir de la casa con paso presuroso. Si hubiera tenido un oído normal, sólo habría escuchado el silencio, pero al ser alfa, pudo percibir los jadeos bajos viniendo de su habitación.
Terminó de subir la escalera, caminando lentamente hacia el cuarto, y antes de entrar, inhaló profundamente.
Un dulce, atrapante y agradable olor la envolvió por completo.
Un perfume que conocía muy bien, porque era el olor que solía emanar Lisa cuando se acurrucaba a su lado para ser mimada, sólo que ahora era mucho más fuerte, más atrayente e intenso.
Abrió la puerta de golpe, encontrándose con una agradable vista que la excitó enseguida. Lisa acurrucada, abrazando su almohada, murmurando el nombre de Rosé en voz baja, vistiendo... ¿Acaso era su camisa esa?
Debía serla, porque le quedaba un poco grande, pero se le veía hermosa a más no poder.
Al escuchar la puerta abrirse, Lisa se volteó, su rostro ruborizado por completo.
—A... Alfa... —susurró Lisa, con la voz llena de esperanza.
Rosé dio unos pasos, y la omega, de forma automática, soltó la almohada. Se puso en cuatro de forma torpe, dejando a la vista su ano y coño, ambos apretados y lubricados.
La polla de la alfa dio un respingo ante la visión tan excitante que tenía.
Sin embargo, como en un sueño, recordó las palabras de Mina.
Haz que su parte racional conecte con su parte omega, así de simple.
Rosé no quería sólo llegar y follarla. No quería que todo se redujera a un plan netamente sexual, donde Lisa sólo estuviera disfrutándolo porque estaba en su celo, mientras su parte racional estaba desconectada de ello. Rosé quería que Lisa también lo disfrutara, la guiara, le dijera si le gustaba o no.
Con lentitud, llevó un dedo a la espalda de Lisa, delineando su espina dorsal hacia abajo, sintiéndola temblar bajo su toque.
—Alfa... Alfa, por favor... —sollozó Lisa, moviendo sus caderas.
Rosé se inclinó, subiéndose a la cama, llevando sus labios hacia el cuello de la omega, comenzando a dar pequeños y cortos besos sobre su piel. Lisa gimoteó, confundida, levantando la vista, y Rosé lo aprovechó para darle un beso en los labios, profundo, sincero, lleno de cariño y ternura.
Lisa se volteó, recostándose de espaldas sobre la cama, por lo que Rosé se subió sobre su cuerpo, llevando una mano hacia la cintura de Lisa y la otra a su rostro.
Se alejó unos centímetros, humedeciendo sus labios.
—Voy a hacerte el amor, Lalisa Manoban —le murmuró Rosé, acariciándole la mejilla—. ¿Entendido?
Lisa asintió, sus mejillas ruborizadas, sus ojos llorosos, y gimió en voz baja cuando los labios de la alfa volvieron a besarla, deslizándose unos segundos después sobre su mandíbula, dejando un rastro de besos mientras bajaba.
Rosé podía sentir la caliente piel de la omega bajo su tacto, temblando al ser tocada de forma tan tierna y dulce, y gruñó posesivamente mientras sus dientes mordisqueaban suavemente su cuello, dejando marcas que serían notorias al día siguiente. Quería marcarla por todas partes, reclamar cada lugar de su cuerpo como suyo, hacerle el amor hasta llevarla al cielo mismo y nunca bajar de allí.
La menor soltaba sonidos adorables de su boca, confundida, caliente, envuelta en una nube de placer y deseo, murmurando que siguiera, que continuara, que necesitaba a su alfa más que a nada en el mundo. Chilló como una niña pequeña cuando los dientes de Rosé atraparon su pezón, mordiendo con suavidad, en tanto una de sus manos le acariciaba el pezón libre.
—¿Te gusta esto... Mi amor...? —susurró Rosé, llamando su atención para luego chupar con más fuerza.
Lisa enarcó su espalda, lloriqueando.
—S-Sí... Sí... A-Alfa... —asintió, con lágrimas de placer acumulándose en la comisura de sus ojos.
Rosé volvió a gruñir, separándose y echando la camisa a un lado, quedando con sus pechos al desnudo. Volvió a los labios de Lisa, besándola de forma posesiva, acomodándose entre las piernas sin prenda alguna de la omega y rozó la entrepierna de la menor contra sus pantalones. Lisa apretó su hombro, gimoteando, y Rosé se sintió derretir al ver el rostro sonrojado de la omega, sus ojos llorosos, sus labios abiertos, rojos e hinchados por los besos que se dieron y el cabello despeinado.
Quizás, cuando lo hicieran después, podría grabarla y guardarlo para siempre. Era, simplemente, demasiado hermosa para este mundo.
Sonriendo de forma tranquilizadora, volvió a bajar, sus labios ahora besando su estómago, y su mano se acerco a los labios bajos de la omega, oyéndola jadear cuando apretó suavemente. Separó más sus piernas, notando lo húmeda que se sentía esa zona, y besó delicadamente sus muslos, dejando más chupones y marcas, pudiendo oír ahora más claramente los balbuceos torpes y dulces que Lisa soltaba.
—Bebé —llamó su atención, chocando con los necesitados ojos de la omega—. ¿Alguna vez... Te han hecho una mamada?
Lisa la observó, aturdida, y negó con la cabeza tímidamente. No, claro que no, una mamada era demasiado denigrante y humillante como para que un alfa se lo hiciera a un omega. El omega era el único que lo debía hacer, porque su posición siempre era por debajo del alfa.
Pero Roseanne Park mandó eso a la mierda, y sin esperar un poco más, acerco su rostro al coño de Lisa y se lo llevó a la boca.
La menor gimió con fuerza, sin resistirse un poco, por lo que Rosé se sintió orgullosa de lo que hizo. Se alejó unos milímetros, besando el coño de Lisa a lo largo, sintiendo el sabor de sus fluidos contra su lengua, y lamió lentamente, desde el perineo hasta el clítoris, donde sus labios volvieron a cerrarse entre sus pliegues.
Sentía los pantalones demasiado apretados en ese momento, así que, con su mano libre, se desabrochó la prenda, bajándolos lo suficiente junto con su ropa interior, dejando al aire su miembro erecto, y lo comenzó a masturbar lentamente.
—Alfa... Alfa, por... Por fa-favor... —gimoteó Lisa, moviendo sus caderas, tratando de lograr una penetración más profunda en la boca de Rosé.
—¿Qué quieres, mi vida? —ronroneó Rosé, antes de volver a chupar.
Pensó que le diría que quería correrse, que quería liberarse en su boca, por eso no pudo evitar sorprenderse cuando dijo lo siguiente:
—A ti... A ti dentro de mí... —Lisa la miró, necesitada, desesperada—. Quiero... Qui-Quiero correrme contigo... Rosé... Juntas... Por favor, Rosé...
No le iba a negar nada a Lisa, jamás en la vida.
Gruñó, alejándose de la entrepierna de Lisa, para separar más sus piernas. Las levantó, ubicándolas en sus hombros, acomodando su polla contra la palpitante y lubricada entrada de la omega. Bendita fuera la elasticidad de los omegas.
Lisa la atrajo de golpe, besándola profundamente, cuando decidió embestirla de una.
Ambas gimieron, en especial cuando toda la longitud de la alfa fue tomada de una por el coño de Lisa, como si lo hubiera estado esperando. Gracias a toda la lubricación que la omega estaba soltando no dolió demasiado, además que su entrada solía dilatarse de forma natural en los celos.
Rosé respiró contra la boca de Lisa, mirándola a los ojos y pidiéndole permiso para moverse con ese simple gesto. Lisa asintió, jadeante.
La alfa se retiró de su interior, y cuando Lisa estuvo a punto de quejarse y llorar por el repentino vacío que la invadió, el miembro de Rosé volvió a adentrarse en su interior. Golpeó su punto g directamente, mandándola al cielo mismo con ese simple gesto. Volvió a arquearse, enterrando sus uñas en los hombros de la mayor.
—Ahí... Ahí, Alfa... ¡Ah! —el gemido que se escapó de su boca era todo necesitado y sonoro al recibir otra embestida, y Rosé decidió que, definitivamente, la próxima vez grabaría todo eso para verlo cuando estuviera aburrida.
Los labios de la alfa comenzaron a besarla por todas partes mientras seguía moviéndose, saliendo y entrado de su ahora abierta entrada, los pechos de la omega rozándose contra los de la de cabello rubio. La habitación se llenó de ruidos sucios, del rechinar de la cama, del morboso sonido que hacían las bolas de Rosé al golpear contra el culo de Lisa, de los jadeos y gemidos que ambas soltaban con cada nueva penetrada.
Rosé tuvo mucho sexo con otros omegas y betas antes, pero ninguno se sintió tan bien, tan placentero, tan correcto, como el que estaba viviendo ahora. Tan perfecto como los gemidos y sonidos chillones que Lisa soltaba contra sus labios. Algún día haría una compilación de todos esos ruidos agradables que salían de su boca.
Estaba por alcanzar el clímax, lo tenía claro, y aceleró sus embestidas cuando Lisa chilló, corriéndose contra su vientre, el squirt manchando su piel. La omega curvó su espalda, echando su cuello hacia atrás, mostrando su cuello y exponiendo su piel para ser marcada.
Rosé gruñó al ver la marca vieja del antiguo alfa de su omega, y sin dudarlo, enterró sus dientes cuando dejó de moverse, la base de su pene hinchándose, anudando dentro del apretado y cálido agujero de Lisa. La omega jadeó por el dolor, cerrando sus ojos, sin embargo, movió sus caderas para que Rosé llegara más profundo, y la alfa enterró un poco más sus dientes, el lazo conectándolas en ese preciso instante.
La alfa alejó sus dientes, mirando de forma satisfecha la marca sangrante que dejó. Pasado un instante, lamió y quitó los rastros de sangre, gruñendo posesivamente mientras su nudo permanecía dentro de la omega.
—¿Se siente bien, Lili? —preguntó Rosé, besando la marca en su cuello, frotando su nariz contra la piel de la omega—. ¿Se siente correcto?
Lisa sollozó.
—Se siente bien —concedió Lisa, temblorosa—. Se si-siente... Tan, tan bien...
Rosé comenzó a liberar su semen dentro de Lisa, gimiendo contra su oído, y Lisa se sintió extraña, porque llevaba mucho tiempo sin que alguien la tocara de esa forma, llena de deseo, de cariño. Quizás nunca nadie la tocó de esa forma.
Pasados unos minutos, cuando el nudo acabó, Rosé salió de su interior y se echó sobre la cama. Iba a sugerir que fueran a bañarse, porque estaban llenas de sudor, pegajosas, pero Lisa gimoteó como una cachorra pequeña.
Antes de poder hacer algo, la omega se arrastró sobre su cuerpo como si fuera un mono, quedando colgada de su cuello, besándola repetidas veces en el rostro.
Rosé frunció el ceño levemente, observando la necesitada mirada que Lisa le dirigía.
Mimos, pensó entendiendo, quiere mimos.
La ducha podía esperar, entonces. Sin pensarlo mucho, la abrazó por la cintura, atrayéndola a su cuerpo.
Lisa, en ese momento, sonrió ampliamente, contenta, feliz, y se acurrucó en los brazos de Rosé. Frotó su cabeza contra el cuello de la alfa, llenándose con ese dominante y envolvente olor alfa que soltaba de forma natural.
—Alfa... —susurró, satisfecha.
Rosé sonrió, acariciándole el cabello, y escuchó el estómago de la omega gruñir.
—¿Tienes hambre, pequeña princesa? —le preguntó, enderezándose levemente, llamando su atención.
Lisa frunció los labios antes de ocultar su rostro en el hombro de Rosé, soltando un pequeño ruido lastimero.
Rosé frunció el ceño, sin dejar de revolverle el cabello.
—¿Mi amor? —Llamó su atención.
Lisa negó con la cabeza, tímida, y le dio pequeños besos en el cuello, pasando una de sus piernas por la cintura de Rosé, apegándose más. Rosé soltó una risa baja que luego se transformó en un quejido al sentir los dientes de Lisa enterrándose en su hombro, seguido de un gruñido de la omega.
—Oye, oye, no seas salvaje... —se quejó Rosé, pero Lisa volvió a gruñir en voz baja, sin alejarse—. Lili, ¿No quieres dormir? Podemos jugar después...
—¡Rawr! —siseó Lisa, sin dejar de mordisquear su piel.
—Eres una mocosa mimada. —se quejó Rosé, aunque sus labios se curvaron en una sonrisa tierna.
Sus amigas tenían razón: debía grabar eso.
—¿No vas a detenerte? —preguntó Rosé ante una nueva mordida—. Oh, entonces yo igual puedo jugar.
Antes de que Lisa pudiera alejarse, la tomó de la cintura y la giró sobre la cama, dejándola bajo su cuerpo mientras también gruñía de manera juguetona. Lisa soltó un chillido seguido de un gruñido, tratando de quitarse de encima a la alfa, pero Rosé dejó salir una risa baja antes de morderle suavemente la piel del hombro, oyendo el nuevo grito de Lisa.
Lisa comenzó a reírse cuando los labios de Rosé empezaron a besarle con besos cortos y esporádicos, y no dudó después en morderle un dedo sin fuerza, cuando quiso acariciarle la mejilla.
—¡Ow! Eres una chica mala, Lili —le dijo Rosé, viendo la hermosa sonrisa de la omega—. ¿Vas a jugar rudo? Yo igual puedo hacerlo.
La omega se quejó cuando Rosé la volteó, dejándola boca abajo sobre las sábanas, y soltó más risas cuando la alfa mordisqueó su nuca y chupó con la intención de dejar una marca que se viera los siguientes días. Lisa pataleó, queriendo quitarse de encima a Rosé, pero no lo logró y soltó un sonido lastimero, como si fuera a llorar, pero la alfa no le creía nada y mordió ahora la piel de su cadera, bajando, bajando...
Lisa jadeó al sentir los dientes de Rosé enterrándose en una de sus nalgas, marcándola en esa sensible zona.
—Alfa...
Rosé levantó la vista con la intención de decir algo tonto, pero sus ojos chocaron con la húmeda entrada de Lisa, viendo como el semen escurría de allí, manchando la nivea piel de la omega. Su semen, saliendo del apretado, cálido coño de Lisa.
Lisa chilló por la sorpresa al sentir la lengua de Rosé pasando por su agujero.
Rosé se puso dura en unos segundos, sin embargo, su calentura se bajó inmediatamente cuando vio a Lisa levantar su trasero, ocultando su rostro entre las sábanas.
Lisa sólo quería jugar, nada más.
Rosé se tragó las ganas de volver a penetrarla, y subió otra vez sobre la cama, atrayendo a una confusa Lisa a su regazo. Le besó la frente de manera cariñosa, sonriendo con suavidad.
—Eres demasiado tierna para este mundo, Lili. —le dijo Rosé.
La omega soltó un gruñido bajo, agarrando la mano de la alfa, comenzando a mordisquearla con suavidad.
—¿Voy a tener que comprarte acaso un peluche para que lo muerdas durante el celo? —regañó cariñosamente.
Lisa sonrió, soltándola, volviendo a abrazarla como si fuera un koala, ajena al hecho de que ambas estuvieran desnudas y pegajosas. La menor se limitó a recostar su cabeza contra el pecho de la alfa, suspirando con total comodidad.
—Alfa... —susurró Lisa, llamando su atención—. Alfa... Te quiero, Alfa...
Rosé sonrió, dándole un pequeño beso, y cubrió el cuerpo de la omega con la sábana, acurrucándola a su lado.
—Yo igual te quiero... —le murmuró al oído como si fuera un secreto—. Te quiero tanto, Omega.
Lisa le dirigió una última bella sonrisa antes de caer dormida, y Rosé nunca se sintió tan feliz en su vida como en ese momento.
***
Sandara salió de la oficina hecha una furia, llevando una carpeta con documentos y fotos que no dudó en dejar sobre la mesa de Ten de golpe, sobresaltando al chico.
Todos en el lugar observaron la escena con incredulidad, sin embargo, se voltearon a seguir con sus trabajos al notar la creciente furia que emanaba del cuerpo de la alfa. Incluso algunos se alejaron del lugar, sin querer que por alguna casualidad la rabia de Sandara se enfocara en ellos.
—¿Señora Park? —preguntó temerosamente Ten.
No fue capaz de decir algo más cuando una bofetada iracunda de la mujer volteó su rostro, haciéndolo caer al suelo. Ten quiso ocultarse, desaparecer, arrastrarse hasta quedar bajo el escritorio, pero sabía que eso sería peor conociendo el horrible humor que tenía la alfa. Además, por mucho miedo que sintiera, no quería mostrarlo.
—Mira esta mierda. —gruñó Sandara, dejando la carpeta que llevaba sobre el escritorio.
Ten, tambaleante, obedeció y abrió la carpeta.
Leyó el último mensaje que el detective, que Sandara contrató, dejó, y sus ojos se abrieron por la sorpresa.
Al parecer, Lalisa Manoban entró en celo y Roseanne Park no ha salido de su hogar en todo lo que va del día.
Celo. Celo. El celo de Lisa.
Tembló al notar la oscura mirada de Sandara.
Si entró en celo, y Rosé la marcó-...
—¿No estabas trabajando en alejarlas, Ten? —gruñó Sandara, sin compasión en su voz.
El labio del omega tembló bajo la fría mirada de la mujer, así que se limitó a asentir temerosamente. Sandara frunció el ceño con una expresión tan parecida a la de su hija que Ten volvió a estremecerse.
—Entonces, ¿Dónde están mis resultados? —insistió la alfa fríamente.
Ten se puso de pie con debilidad, sin querer lucir ofendido o molesto por lo que estaba ocurriendo. En definitiva, contestarle a Sandara no sería una buena idea, no si quería salir ileso.
—Estoy trabajando en ello. —murmuró Ten, aunque ahora el panorama se le complicaba un montón si Lisa fue marcada.
Una marca era eterna. Una marca no podía desaparecer, a menos que una de las dos muriera. Y aun así, si el lazo era fuerte, si Lisa moría... Muy bien Rosé nunca querría tomar a otro omega o podría suicidarse para seguir el camino de su omega.
Y Ten no era tonto, sabía que el lazo que esas dos tenían era muy fuerte.
—¿Trabajando en ello? —Sandara parecía dispuesta a darle otro golpe, pero se controló lo suficiente para no hacerlo—. Quiero a esa omega lejos de mi hija, pagando por haberla mirado, y a su cría muerta. ¿Entendido, Ten? Y quiero eso antes de que se casen.
Ten bajó la vista, asintiendo de forma sumisa, y los tacones resonaron mientras la alfa se alejaba del lugar sin borrar esa mueca de ira de su rostro. Temblando, Ten se sentó tras el escritorio, tratando de que su cabeza ideara algo para poder solucionar el lío en el que se estaba metiendo.
Si Lisa no hubiera aparecido, si se hubiera mantenido lejos, si Rosé jamás la hubiera conocido, quizás eso no estaría ocurriendo. Quizás Rosé se habría rendido de una y lo hubiera aceptado como omega. Pero la imbécil de su hermana tuvo que haberse cruzado. ¿Acaso jamás lo dejaría en paz? ¿Acaso siempre tenía que arruinarle la vida de alguna forma?
Ten la quería lejos, pero ya no porque le hubiera quitado a Rosé –después de todo, él tampoco amaba a la alfa, sólo la deseaba por los beneficios que podría traerle– sino porque le estaba arrebatando más que un buen puesto. Le estaba arrebatando a la alfa que él quería, la vida que él deseaba, lo que quería para su futuro. Le estaba robando la dignidad, sus sueños, todo. Y Ten quería hacerla pagar por eso, quería verla destruida, lejos, siendo humillada, teniendo lo que merecía.
La mente de Ten comenzó a idear un plan, algo que se aseguraría que no fallara nunca.
***
Rosé murmuró una maldición cuando sintió algo húmedo rodeando su polla, y abrió los ojos con sorpresa antes de bajar la vista, encontrándose con una visión totalmente erótica.
A Lisa chupándole el miembro como si se tratara de una paleta, sonriendo mientras sus mejillas estaban ruborizadas.
—Mierda... Lisa... —jadeó Rosé cuando la omega comenzó a subir y bajar su mano.
La menor hizo un ruido proveniente de su garganta, como un gemido preguntando si quería que siguiera o no.
Rosé agarró el cabello de Lisa, empujándola con suavidad contra su miembro, oyendo el sonido de atragantamiento que brotó de su boca y sólo la excitó más. Era el maldito paraíso, lo tenía claro.
La alfa soltó un gemido bajo, moviendo sus caderas para lograr una penetración más profunda, jadeando cuando Lisa comenzó a mover su cabeza de arriba hacia abajo. Chupó su glande y bajó, lamiendo sus bolas cuidadosamente, volviendo a tomarla toda de golpe.
Estaba por correrse, lo tenía claro, pero Lisa se alejó, sonriendo de manera juguetona. Rosé soltó un quejido bajo, controlándose para no agarrar a la omega y follarla.
No fue necesario tampoco: la omega se subió a horcajadas de ella, frotando la polla de la alfa contra su coño, sin llegar a penetrarla, subiendo y bajando con lentitud. Rosé la agarró por las caderas, excitada totalmente, para después gemir de manera sonora al sentir como el coño de Lisa tomaba su miembro de golpe. La omega también gimió, inclinándose para besar a Rosé golosamente, en tanto empezaba a mover sus caderas, saltando sobre la entrepierna de la alfa.
—¡Ah! ¡Mhn! ¡Lili! —jadeó Rosé contra los labios de la menor—. ¡Mi-Mierda!
Lisa sonreía orgullosa, contenta de poder estar logrando esas reacciones en su alfa, y gimoteaba al lograr que el miembro en su interior golpeara su punto g.
Tener a Lisa montándola se sentía como el mismo cielo, ver su expresión lujuriosa y ruborizada, pudiendo observar cómo se autopenetraba y movía sus caderas para así lograr que el miembro de Rosé fuera más profundo.
La alfa la atrajo, besándola una vez más, y empujó sus caderas hacia abajo, corriéndose en el interior de la omega, que gimoteó al sentir el nudo formándose dentro de su coño. Luego soltó un chillido cuando los dientes se enterraron en su cuello, sobre su nueva marca, y se corrió sobre ambas piernas, jadeando y sollozando tanto por el placer como por el dolor.
Rosé lamió la mordida, todavía anudando dentro de su agujero, y la abrazó por la cintura, acurrucándola sobre su pecho.
—¿Quieres llevar a mis bebés, Lili? —le gruñó al oído de forma posesiva, sin alejarla un poco—. ¿Quieres que te llene de mi semen hasta que quedes preñada?
Lisa gimió como una cachorrita, balbuceando palabras afirmativas mientras se presionaba un poco más contra el nudo, y no se movió tampoco una vez que Rosé dejó de anudar dentro de ella.
Rosé le revolvió el cabello, besándole la frente y ganándose un ruido de aprobación.
—Quiero darte muchos bebés. —le dijo en voz baja, al oído.
Lisa la observó, frotando su mejilla contra su pecho, asintiendo mientras cerraba sus ojos para dormir un poco más.
Pero Rosé estaba pegajosa, sucia, y recordó que no comieron nada desde varias horas atrás, además de que Lisa estaba sin ducharse.
—No te duermas, pequeña princesa —reprochó Rosé, pellizcándole la mejilla—, vamos, quiero bañarte.
Lisa gruñó en señal de disgusto, sin abrir sus ojos, abrazándola con más fuerza para que no se moviera.
—Lili... —comenzó a decir Rosé pacientemente.
Pero Lisa volvió a gruñir, sin moverse, negándose a ceder.
—Ya veo de dónde sacó MiYeon su disgusto por el baño —murmuró Rosé, comenzando a moverse—. ¡AH! ¡Lisa!
La omega le mordió el hombro al ver que quería separarse.
La menor estaba gruñendo, sin soltarse, abrazándola con las piernas por la cintura, y volvió a morder un poco más fuerte, diciéndole de esa forma que no quería ir a la ducha.
—Me estás dando jaqueca —masculló Rosé, antes de agarrarla por los muslos, poniéndose de pie para que así no se cayera. Lisa soltó un quejido, aferrándose a la espalda de la alfa—. Sabes, cuando termine de ducharte voy a grabar todo lo que hagas para luego mostrarte tu comportamiento apenas el celo acabe. Me las vas a pagar, Lili.
Lisa soltó un nuevo quejido cuando entraron al baño, frotando su mejilla contra el cuello de Rosé. La alfa la sentó sobre la taza del baño con la intención de separarse y abrir la llave de agua caliente, pero la omega no la quiso soltar un poco, y tuvo que meterla en la tina, sentarla y recién ahí hacer correr el agua.
La menor se acurrucó en los brazos de Rosé mientras fruncía el ceño a medida que la tina se iba llenando, y la mayor la atrajo a su regazo, relajándose cuando el agua caliente tocó sus músculos.
—Te estás comportando así conmigo porque confías en mí, ¿No, bebé? —le murmuró Rosé, mirando el techo del baño—. ¿Cómo eran antes tus celos, con tu otro alfa?
Lisa soltó un ruido de disgusto.
—Malos —contestó Lisa en voz baja, como una niña pequeña—. Sólo... Follaba...
Rosé asintió, revolviéndole el cabello.
—Rosé buena —agregó Lisa, abrazándola por la cintura—. Me gusta. Rosé es buena alfa para mi omega.
—¿Lo soy, Lili? —le preguntó Rosé, tomando el shampoo.
—Sí —Lisa asintió, dejando que la alfa le lavara el cabello—. Cálido. Mi corazón... Se siente cálido contigo. Te quiere. Mi omega te quiere.
Rosé comenzó a limpiarle la espalda con premura para luego seguir con sus piernas, quitándole los restos de su corrida.
—¿Y tú, Lili? —le preguntó en voz baja—. ¿Tú me quieres?
Lisa la observó, ladeando la cabeza, y le besó su mejilla.
—Sí —repitió con confianza—. Te quiero mucho.
La alfa sonrió con cariño, revolviéndole el cabello lleno de shampoo, antes de darle un pequeño beso en los labios.
—Vamos, ahora ponte de pie, tengo que limpiar tu culo. —le dijo de forma juguetona
Lisa hizo un gesto de desagrado, negando con la cabeza.
—No —se quejó—. Quiero bebés. Muchos bebés de alfa.
—No digas eso —protestó Rosé, mordiéndole el hombro—. Luego, cuando el celo pase, me vas a golpear por no protegerte. Vas a estudiar primero y luego tendremos bebés.
—¿Tendremos? —repitió Lisa, ladeando la cabeza.
Rosé sintió su estómago pesado.
Podía leer la duda y confusión en la simple pregunta de Lisa, y lo entendía completamente, el porqué estaba preguntando de forma tan incrédula. Porque el alfa nunca se hacía cargo de los hijos, nunca se preocupaba por ellos, ya que era trabajo del omega tenerlos siempre educados. Porque para el omega, un bebé era "su hijo", pero para un alfa, un bebé era "la cría del omega".
—Sí, tendremos —le susurró Rosé, comenzando a limpiarla con cariño—. Tendremos muchos bebés, Lili, y podrás mimarlos el tiempo que quieras mientras yo te mimo a ti, mientras te sostengo siempre a mi lado. No voy a dejarte caer más, mi amor.
Lisa la miró, sin dejar de ladear la cabeza, y sonrió ampliamente, mostrando todos sus dientes mientras sus hoyuelos se marcaban en su rostro. Rosé se sintió enamorada de ese simple gesto.
***
—Chicas, dejen de pelear, harán llorar a MiYeon —regañó Jen entrando al comedor, donde SoYeon y Yuqi rodaban por el suelo, gruñéndose entre ellas, en tanto MiYeon estaba sentada en el sillón con los ojos llorosos—. A ver, ¿Qué ocurrió?
—¡Yu le dio un beso a MiYeon! —acusó SoYeon.
—¡Porque tú la besaste primero! —replicó Yuqi.
Jennie las fulminó con la mirada mientras MiYeon hipaba, frotando sus ojitos.
—Queio a mami. —sollozó.
La beta cambió su expresión a una de preocupación para luego tomar a MiYeon en brazos, tratando de calmarla, y sus hijas dejaron de pelear para acercarse con caras de pánico. Jen le revolvió el cabello a MiYeon, pensando en que sólo era el segundo día de celo de Lisa, y que esa etapa solía durar un mínimo de tres a un máximo de cinco.
—Yeonnie, ya te dije que tu mamá no puede cuidarte por ahora. —le dijo Jen, llamando su atención.
El labio de la pequeña bebé tembló.
—Queio a mami. —repitió, llorando.
Jen suspiró, dándole un beso en la frente y continuaba tratando de tranquilizarla.
En ese instante, JiSoo regresó del trabajo, encontrándose con la escena de MiYeon llorando sobre los brazos de su esposa y los dos demonios que tenía por hijas trataban de consolarla de alguna manera.
JiSoo se acercó, llamando la atención de su familia y de MiYeon.
—¿Qué ocurre, Miy? —le preguntó JiSoo amistosamente, tomando a la bebé en brazos—. ¿Nini te hizo llorar?
—¡Oye! —se quejó Jen.
—Queio a mami —balbuceó MiYeon, abrazando a JiSoo por el cuello—. A mami y papi.
—Oh, claro que sí, mi vida —concedió JiSoo sentándose en el sillón—, pero, ya sabes, mamá y papá están ocupados, ¿Sabes por qué? —MiYeon negó con la cabeza, curioso—. Tienen que hacerte un hermanito, Yeonnie.
Jennie se atragantó con su saliva y MiYeon abrió la boca, sin saber qué decir en ese momento.
Entonces, la bebé cerró la boca, y sus ojos se iluminaron.
—¿Sííííííííí? —farfulló contenta.
—Claro —JiSoo le revolvió el cabello—, y para eso, necesitan un tiempo a solas, para conversar sobre cómo le van a poner y cuándo llegará a la familia. Es una sorpresa para ti —le guiñó el ojo—, así que no puedes decirles que te conté esto, no vamos a arruinarles tu regalo.
Jennie quería regañar a JiSoo por ilusionar de esa forma a la bebé, pero decidió cerrar su boca al ver que las palabras de la mayor sirvieron para calmar a MiYeon, que aplaudió contenta. Una vez fue dejada en el suelo, corrió a jugar con SoYeon y Yuqi, felices de tener su atención otra vez.
Jen soltó un suspiro, recostándose al lado de JiSoo, quién la abrazó por la cintura para darle un pequeño beso en la frente.
—¿Cómo fue tu día? —le preguntó Jen.
JiSoo dejó salir un bufido, acariciando la nuca de su esposa.
—Fue un infierno —murmuró JiSoo—, pero no por los niños, ya sabes, estoy acostumbrado a ello —bajó la voz para que las menores no escucharan lo que estaban hablando—. El hermano de Lisa se pasó por la clínica exigiendo hablar con la doctora Rosé e incluso me detuvo y trató de persuadir para separarlas.
—Esa perra. —masculló Jen entre dientes.
JiSoo soltó una risa baja, besándole la mejilla a Jen.
—Me gustaría no estar preocupada, aunque no puedo evitarlo —Jen miró a JiSoo encarnando una ceja, preguntándole qué quería decir con ello—. Si la madre de Rosé o el hermano de Lisa se enteran de que MiYeon no es hija de Rosé... Las cosas pueden complicarse un montón.
—No tienes que pensar en eso, estás llamando a la desgracia. —regañó Jennie, mordiendo su labio inferior.
—Pero no puedo evitarlo —insistió Soo—. Su plan tiene muchas fallas... Digo, nosotras no diremos nada, sin embargo, no éramos las únicos en saber la verdad. ¿Los padres de JiWon?
—Lisa dijo que cuando JiWon murió, perdió contacto con ellos. —señaló Jin, nerviosa.
—Ella perdió el contacto, pero puede que Ten averigüe quiénes son y vaya a preguntarles. ¿Los amigos de JiWon? Todos sabían que MiYeon era hija de JiWon, sabían que Lisa nunca tuvo otro alfa antes.
—Hay una prueba de ADN de por medio que podría probar lo contrario. —masculló Jen, observando a la bebé sentada sobre la espalda de SoYeon mientras Yuqi le hacía muecas y fingía ser un monstruo.
—Pruebas alteradas —añadió JiSoo—. Ten no acusará a Rosé con el gobierno, pero puede usarlo para chantajearlas o...
—Pero no entiendo —la voz de Jen ahora se tornó triste, aunque también enfadada y molesta—. ¿Qué importa si MiYeon no es hija de Rosé? ¿Por qué es tan necesario seguir esa tonta regla?
JiSoo le hizo un gesto para que no siguiera hablando y Jennie obedeció. Todo el mundo creía que Soo era mandoneada y hacía siempre lo que Jen quería, sin embargo, la verdad es que ambas eran bastante competitivas con la otra, aunque también sinceras, por lo que a Jennie no le costaba admitir que JiSoo era una persona muy inteligente y sabia, a pesar de que muchas personas creyeran que no era así.
Ambas, como betas, recibieron una educación completamente distinta a la de omegas y alfas, por lo que había varias cosas que no entendían en su totalidad. ¿Las reglas básicas? Por supuesto, se las decían a todas las personas, pero los motivos no. Lisa tampoco las sabía, porque fue al colegio sólo hasta los trece años, aprendió las cosas básicas que se le enseñaban al omega, nada más, por lo que nunca tuvo una respuesta para ello.
—Rosé me lo explicó cuando le pregunté —dijo JiSoo en voz baja—, va por una cosa más de territorialidad y poder, de apariencia para la sociedad —Jen la observó, atenta—. Los alfas son la raza más fuerte, Jen, ¿No es así? Y dentro de cada manada, o familia considerada como "correcta", debe existir un alfa capaz de proteger a los que considera como suyos, cuidarlos y protegerlos.
—Nosotras no seríamos una familia correcta. —señaló Jen con disgusto.
—Pero sí somos una manada, si vamos a la organización nacional —contestó JiSoo—. Piénsalo, somos gobernados por alfas, los trabajos más duros los realizan ellos, son quiénes organizan y protegen las fronteras. Nosotros sólo somos pequeños núcleos familiares dentro de la "Gran Manada", aportamos y nos dejamos proteger. Se espera, por lo tanto, que el resto de alfas sean como los que nos gobiernan y protejan —su esposa le acarició la mejilla, sin perder ningún detalle—. Pero los omegas, Jen... ¿Qué son los omegas para el Gobierno?
Jennie observó a MiYeon, que se reía mientras se dejaba querer por las dos pequeñas alfas. A simple vista, un omega era sólo alguien más dentro del país, pero si se escarbaba más profundo, si veía los pilares de la sociedad...
—Un objeto —susurró, recordando la triste mirada de Lisa cuando estaba al lado de JiWon—. Un recipiente para llevar bebés.
JiSoo asintió con expresión grave.
—El omega no es una persona, aunque el resto diga que sí. Los alfas ven al omega como un objeto que les pertenece, que debe hacer lo que se le ordene y cargar con las crías de su dueño —JiSoo frotó su frente—. Desde que nacen, están bajo el cuidado del alfa mayor de la familia. Cuando se comprometen y casan, pasan al cuidado de su nuevo alfa. Si el alfa muere, y el omega sigue vivo... Debe esperar a que un nuevo alfa lo reclame, es su máxima aspiración: vivir para y por el alfa.
"Pero el bebé de un omega... Es la clara prueba de que el omega tuvo a otro alfa, le perteneció, y jamás le podrá pertenecer a su nuevo alfa por completo. Te lo explicaré de una forma muy burda, Jennie: supongamos que yo tengo un juguete, un oso de peluche, y lo quieres para ti. Por cosas del destino, el osito de peluche se me rompió, y yo ya no lo quiero, así que lo echo a la basura, pero tú decides tomarlo, y al verlo roto, ¿Qué es lo primero que harías?
—Arreglarlo —masculló Jen—. Lo arreglaría como pudiera.
—El gobierno tiene claro que, entre un bebé y un nuevo alfa, el omega se inclinaría por su bebé, y no puede permitirse que un objeto que ahora está roto decida su propio futuro —JiSoo se veía estresada a más no poder—, y tampoco puede permitirse un alfa que no es capaz de marcar su territorio ante un omega, que lo deja decidir y poner un bebé, que es reemplazable según los términos del gobierno, sobre un alfa hecho y derecho.
—Pero eso es horrible. —reclamó Jen.
—Eso no es lo peor —JiSoo sonrió amargamente—. Según varias investigaciones llevadas a cabo, el omega necesita de cuidar a alguien. Lo natural es que se enfoque en cuidar a su alfa, pero si éste muere y lo deja con una cría, cuidará a su bebé como fuera. Con la llegada de un nuevo alfa, el omega se seguirá centrando en su bebé, y no verá tan necesaria la copulación debido a que ya tiene una cría. Pero para el alfa... Ver a su omega enfocado en una cría que no es suya, además... —Soo hizo un gesto desagradable—. El alfa querrá que el omega tenga un bebé suyo, de su sangre, y no a un bebé que no le pertenece a él, así que lo asesina para generar un nuevo instinto materno en el omega, además de aumentar la intensidad de sus celos para quedar embarazado.
Jennie palideció debido a lo que estaba oyendo.
Miró a MiYeon, que mordía a Yuqi en el cuello de forma juguetona mientras SoYeon se reía al escuchar los quejidos de su hermana, y pensó en Rosé tomándola en brazos, para luego quebrarle el cuello de forma fría, sólo porque se sentía celosa y quería la atención de Lisa.
Se estremeció, acurrucándose en los brazos de JiSoo.
—El gobierno no querrá que Lisa conserve a su bebé porque eso reduce las posibilidades de un nuevo embarazo, hace ver a Rosé como una alfa débil y expone a Lisa como una omega con voz y voto —terminó de decir JiSoo cansada—. Por eso nadie puede enterarse de esto.
Jen asintió en silencio, tratando de calmar la mala sensación que se asentó en su estómago.
***
La lubricación natural que el coño de Lisa soltaba chorreaba por sus piernas, y para Rosé no había visión más caliente que esa en ese instante. No cuando la omega estaba sentada sobre la mesa, con las piernas abiertas, mientras podía ver con claridad sus muslos húmedos por el pegajoso líquido.
—Lili... —gruñó Rosé posesivamente.
Lisa ladeó la cabeza, mirándola con una pequeña sonrisa, antes de deslizar un dedo en su interior, gimoteando.
—Aquí, alfa... —balbuceó con tono provocativo.
Rosé se acomodó entre sus piernas, agarrándolo de la cintura, y humedeció sus labios cuando escuchó el ronroneo de Lisa.
—Acabamos de comer. —protestó Rosé, aunque no se alejó.
Lisa soltó una risa suave, sin importarle un poco que también se hubieran bañado minutos atrás, y atrajo a Rosé para besarla. Gimoteó contra su boca cuando sintió su interior siendo invadido por el miembro de la alfa, pero se sobresaltó al escuchar como el timbre de la casa resonaba en el lugar.
Rosé gruñó en voz baja, pero trató de controlarse al escuchar el lloriqueo de Lisa. La omega ya no estaba excitada ni juguetona, parecía querer desaparecer de allí, así que Rosé la agarró de la cintura, las piernas de la omega enredándose en su cintura. Sin pensarlo mucho, la llevó al segundo piso, dejándola sobre la cama y acurrucándola entre las sábanas.
—Volveré en unos minutos, Lili. —le murmuró, acariciándole la mejilla.
Lisa se escondió entre las sábanas cuando el timbre volvió a resonar, atemorizada.
Rosé soltó un suspiro, poniéndose los primeros pantalones que encontró junto a una camiseta, para volver al primer piso con una expresión de completo fastidio y odio hacia la persona que estuviera interrumpiéndolo en ese instante. ¿Acaso la casa no olía suficiente a las feromonas de Lisa como para advertir que una omega estaba en celo?
Al abrir la puerta, lo primero que hizo fue fruncir el ceño debido al fuerte olor a alcohol que llegó a su nariz. Y lo segundo, fue sentir como la rabia se acumulaba en su cabeza.
Conocía muy bien el rostro borracho del hombre frente a él. ¿Cómo no lo haría, si lo mandó a investigar y vigilar luego de que Lisa le contara lo que su padre hizo con ella?
Khun sonrió como si fuera divertido estar frente a ella.
—Esto apesta a omega en celo —se burló Khun como si nada—. ¿La putita de mi hija está haciendo un buen trabajo para complacerla, señorita alfa?
Su mano tembló debido a las ganas que tenía de darle un golpe en toda la boca.
—Seré amable y le daré dos minutos para irse de aquí. —gruñó, con el odio rezumando de su voz.
No se esperaba las carcajadas divertidas de Nichkhun Manoban.
—Parece que a esa zorra le falta entrenamiento para hacer feliz a su alfa —comentó el padre de Lisa como si nada, y sonrió de forma sucia—. Ah, tuve que haberla entrenado yo. Una mierda que fuera mi hija, podría habérmela quedado y enseñarle lo que se merece, enseñarle que siempre tiene que esperar a su alfa con su agujero abierto.
Rosé le dio un golpe en el rostro, tan fuerte que lo botó al suelo, mientras la cólera salía de sus poros sin ninguna dificultad. En ese instante estaba dejando salir todo su instinto alfa, que gritaba que protegiera y defendiera a su omega como fuera posible, que debía cuidarla y asesinar a cualquier persona que se atreviera a hacerle daño o simplemente a hablar mal de ella.
—Mira, pedazo de mierda —gruñó Rosé, tomando a Khun de su playera y acercando su rostro—, si vuelves por acá, si se te ocurre seguir molestan a mi omega, voy a cortarte la polla con mis manos y haré que te la tragues, ¿Entendido?
—¿Así como ella se tragó la polla de todos mis amigos? —se burló Khun, sin sentirse intimidado.
Rosé levantó su mano para darle otro golpe, pero un gimoteo bajo la detuvo.
Se volteó, encontrándose a Lisa al pie de la escalera, envuelta en una sábana, temblando y con los ojos llenos de lágrimas.
Rosé soltó a Khun, entrando otra vez a casa, cerrando con un portazo, y caminó hacia la omega. Lisa retrocedió, asustada, pero soltó un chillido, dejando caer la sábana, girándose e inclinándose.
Rosé sintió su estómago revuelto.
Tómame, decía el cuerpo de Lisa, las feromonas que soltaba, tómame, alfa, no importa si yo no quiero, tómame.
No. No de esa forma.
Tomó la sábana entre sus manos, envolviendo con ella otra vez a Lisa, y la acurrucó en sus brazos, oyéndola sollozar.
—Está bien, mi amor —le murmuró, tomando aire—. Alfa está contigo. Alfa no te dejara, Lili, jamás en la vida.
Lisa la miró, asintiendo, para luego besarla lentamente.
—¿Omega sucia? —susurró con la voz triste.
—No —Rosé la sostuvo, besando su hombro, su marca recién hecha—. Jamás estarás sucia para mí, cariño. Tú para mí eres mi pequeña princesa.
La omega se frotó contra Rosé, sollozando, y dejó que los cálidos brazos de la alfa la sostuvieran, ajenas por completo al desastre que iba a desatarse en algún momento.
¡Gracias por leer!
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