7.
Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.
Rosé frunció el ceño mientras miraba la carta del restaurante, sin decidir todavía lo que quería comer. Suspiró, exasperada, levantando la vista y encontrándose con la divertida mirada de Mina, que la observaba con cierta fascinación.
—¿Y tu esposa? —preguntó de forma burlona Rosé.
—¿Esa boba? —Mina rodó los ojos—. NaYeon está estacionando el auto, ya sabes lo lenta que es para algunas cosas —la omega la miró, guiñándole un ojo—. ¡Te ves fantástica, Roseanne!
—Si NaYeon se entera de que me estás coqueteando... —dijo con advertencia Rosé, aunque sonreía con leve diversión.
—Bah, no me haría jamás nada —Mina observó la carta—. Ugh, todo suena mal y horrible.
—Bebé, no digas eso —NaYeon apareció de pronto, sonriéndole a Rosé—. ¿Cómo estás, Park? —saludó, tendiéndole la mano.
—Pero quiero una sandía, amor, y acá no tienen sandía —los ojos de Mina se pusieron llorosos, y Rosé dio vuelta los ojos, sabiendo que estaba actuando sólo para que cumplieran sus caprichos—. Estoy esperando a tu hija, y la pequeña tiene hambre.
—Oh, ¿Así que decidieron agrandar a la familia? —se burló Rosé, llamando su atención—. Espero ser la madrina.
—¡Jamás! —Mina se cruzó de brazos—. No queremos que nuestra bebé sea amargada y aburrida como tú.
Rosé la miró ofendida, mientras NaYeon tapaba su boca para ocultar la risa que quería salir.
A eso se refería Rosé cuando pensaba en lo extraña que era la pareja para esos tiempos. Normalmente, la omega solía ser más callada, sumisa y complaciente con su pareja alfa, sin querer interponerse, hablando sólo cuando era conveniente. Mina era todo lo contrario: grosera, fastidiosa y bromista, y a NaYeon realmente no le importaba su actitud, siempre asintiendo en todo lo que dijera o pidiera.
Pero Rosé las envidiaba, en especial cuando Mina se recostaba contra NaYeon con total confianza, no por obligación, y la alfa la rodeaba con un brazo, sonriendo automáticamente, como si fuera feliz con ese simple gesto.
Ordenaron algo para comer, y mientras esperaban, Rosé decidió sacar el tema que tanto la estuvo estresando los últimos días.
—Encontré a mi omega. —comentó, casualmente.
Mina escupió el agua que estaba bebiendo y NaYeon parpadeó.
—¿Cómo? —Mina la observó de forma incrédula—. ¿Tú, Rosé? ¿La misma Rosé que decía que no quería una omega porque quitaban mucho tiempo? ¿La misma Rosé que rechazaba a los más lindos omegas de la universidad?
—Me haces ver como una desgraciada. —se quejó Rosé.
—Porque lo eres —secundó NaYeon, limpiando la comisura de la boca de Mina—. Bueno, no tan así, pero de todas formas... No estabas demasiado interesada en omegas, Rosé.
La alfa soltó un bufido, aunque no pudo evitar darles la razón porque, efectivamente, en la universidad lo que menos quería era relacionarse con omegas o crear un lazo con ellos.
—Bueno, cambié de opinión —rezongó, mientras servían los platos de comida—. Lisa es una omega demasiado irresistible, si tan sólo la vieran... —sonrió de forma inconsciente—. Algún día la conocerán y verán de qué les hablo.
NaYeon y Mina se miraron, ambas enarcando una ceja al ver la expresión soñadora de Rosé, pero prefirieron no burlarse o con toda probabilidad recibirían algún golpe. En cambio, sólo miraron con curiosidad a Rosé.
—Supongo que nos invitarás a la boda. —dijo Mina de forma desinteresada.
—Me van a joder toda la vida si no es así —murmuró Rosé, frotando su frente—. Será el trece de junio en el estanque Anapji.
—¿Dónde? —NaYeon la miró incrédulamente—. ¡Eso debió haberte salido un ojo de la cara!
—¡Yo quería casarme allí! —chilló Mina, mirando a su esposa de forma acusadora—. ¡Pero esta tacaña dijo que era demasiado caro!
Rosé se encogió de hombros, despreocupada.
—Lisa quería casarse allí y no le voy a negar eso —respondió como si nada—. En realidad, quería hablar sobre un asunto que incluye a Lisa...
La pareja la miró, diciéndole de esa forma que siguiera hablando.
Rosé se removió, incómoda.
—Lili me comentó unos días atrás que... Bueno, su celo sería en dos semanas —dijo, un poco avergonzada—. Entonces ella me pidió que... Que la marcara esos días, que era el motivo perfecto para que la hiciera mía —bajó la vista, ruborizada—. El punto es que...
—No tienes idea del celo omega, ¿No es así? —se burló Mina sin piedad.
Rosé negó con la cabeza, abochornada.
—Bueno, es sólo meter y sacar, ¿No? —siguió riéndose Mina.
NaYeon rodó los ojos, tratando de no reírse al ver la expresión compungida de Rosé.
—Lo que quiero decir —prosiguió Rosé entre dientes—, es que Lisa no es... No es una omega que sólo piense en follar y hacerme feliz. Digo, sé que, si se lo pido, esos serían sus únicos pensamientos, pero también quiero hacerla feliz, no quiero que... No quiero que sea como todos los omegas que hemos conocido.
Mina dejó de reír, repentinamente interesada por el rumbo que estaba tomando la conversación. NaYeon asintió en señal de comprensión.
—Sí, entiendo lo que quieres decir —dijo NaYeon—. Siempre me pareciste una alfa distinta a las otras, Rosé. No piensas con el pene.
La Japonesa comenzó a reírse y Rosé bufó con expresión de fastidio.
—Mira, lo que debes comprender primero, es que el celo no es como nos lo han enseñado todos estos años, ¿No? —Rosé asintió, prestando atención a lo que decía NaYeon—. Sí, los omegas suelen dejarse dominar por su instinto natural, por lo que van a sentir durante esos días un irreprochable deseo sexual, así que tendrás que atender a sus necesidades —Mina le tomó la mano a NaYeon, sonriendo de lado—. Pero lo que muchos alfas parecen olvidar es que los celos no se tratan de ti, sino del omega. Se dejan llevar por el olor y follan como loco al omega, pero no se detienen a pensar un poco que quizás... El omega debe tomar el control en ese momento.
Rosé frunció el ceño, levemente confundida, pero Sana rodó los ojos.
—Lo que trata de decirte, cabeza de chorlito —regañó la omega—, es que puedes follar a tu omega como loca, pero pregúntale si le gusta. Haz que su parte racional conecte con su parte omega, así de simple. Puede que la estés follando, pero no se siente a gusto con la posición, quizás quería que le hicieras una mamada antes, tal vez quiere que haya un juego previo, en una de esas desea que-...
—Está bien, está bien, estoy entendiendo. —farfulló Rosé, rogando que nadie estuviera escuchando esa conversación.
—Eso espero —Mina la miró solemnemente—. Si haces eso, Lisa se dará cuenta de que realmente la tomas en cuenta como persona y no la ves sólo como un objeto que cuidar y follar.
Rosé asintió, comprendiendo bien el mensaje que le quería dar la pareja.
—Otra cosa —NaYeon miró con diversión a Rosé—, como ves, el lado omega la estará dominando, así que no te sientas presionada si de pronto Lisa se pone demasiado cariñosa. Tú deber como alfa es mimarla y hacerla feliz, así que, si quiere abrazos después del sexo, aunque estén pegajosas, dale muchos abrazos. Si quiere sólo besitos, dale besos. No vayas con segunda intención, porque ella puede sentir que no quieres darle mimos, y dejará de buscarte en ese sentido, y, entre nosotras, Rosé —bajó la voz a pesar de que Mina pudiera escucharla claramente—, es demasiado lindo cuando tu omega quiere que la mimes. Tal vez deberías grabar eso.
Mina le dio un golpe a NaYeon, que soltó un quejido en voz baja.
—El lado omega es como un bebé —añadió Mina como si nada—, así que es muy probable que Lisa no diga frases muy coherentes, sólo palabras sueltas y sonidos extraños. Si está disgustada, con toda probabilidad va a gruñirte. Hasta puede querer jugar como una niña pequeña, quien sabe.
El rostro de Rosé era un poema en ese momento.
—¿Cómo?
—Ah, sí, en los primeros celos, Sana tendía a morderme el brazo o el hombro —comentó NaYeon como si nada—. No de forma dolorosa, sólo para jugar, ya sabes, como una niña que está jugueteando contigo. Si puedes, juega con ella también, quizás así no se sienta tan avergonzada cuando el celo acabe —NaYeon la miró con gravedad—. Ten eso en cuenta, Rosé. Cuando el celo acabe, Lisa recordará muy bien todo lo que hicieron, y si llegas a gritarle o golpearle, quedará marcada de por vida. Es muy probable que si haces eso, Lisa no será capaz de tenerte nunca más confianza y comience a querer vivir sus celos sin tu ayuda, aunque eso se le haga doloroso.
Rosé puso una expresión de seriedad, comprendiendo claramente lo que le querían decir con ello. El celo era una etapa demasiado emocional, donde sólo el instinto gobernaba, y si el lado omega de Lisa no lograba confiar plenamente en ella durante esos días, jamás podría hacerlo a pesar de que la marcara.
Quizás a ello se debía el rencor con el que hablaba Lisa de su antiguo alfa. Rosé no quería imaginar lo que Lisa vivió en esos celos con JiWon, en especial ahora que recordaba lo que le comentó de sus antiguos celos.
No me voy a dar cuenta de... De si es bueno o malo porque... Mira, JiWon sólo llegaba y me follaba, ¿Lo entiendes?
Se imaginó a Lisa echada en la cama, dejando que su alfa hiciera lo que quisiera con su cuerpo, sin disfrutarlo realmente a pesar de que supuestamente estaba en celo.
—Alimenta y baña a tu omega, y háblale para que vea que la estás acompañando —dijo Mina, calmada—. Y pasen esos días solas, sin nadie que reviente su pequeña burbuja, Rosé —la omega bajó la voz—. En nuestros celos, a veces, nos sentimos demasiado vulnerables, y una presencia desconocida o que consideramos amenazantes nos altera un montón, quizás hasta el punto de hacernos llorar.
La rubia no preguntó, pero no era necesario hacerlo para saber a qué se refería Mina con ello: con toda seguridad, una persona desconocida o amenazante las interrumpió en su celo, y eso la asustó como el infierno.
—Más que nada, Rosé —prosiguió NaYeon—, disfruta esos días con tu omega. No lo veas como una obligación, sino como unas mini-vacaciones, así que no vayas a trabajar y concéntrate en las necesidades de tu pareja. Lo puedes pasar realmente bien, y no lo digo sólo por el sexo —Mina le dio un golpe en la espalda, haciéndola reír—, sino también porque si conectas con tu omega... Bueno, es increíble, ¿No lo crees?
Rosé miró a Mina y NaYeon, analizando cuidadosamente lo bien que se veían una al lado de la otra, como se complementaban, como parecían hablarse con la mirada, y sonrió de lado.
—Claro que lo creo. —contestó, más tranquila que nunca.
***
Lisa estaba jadeando cuando se apoyó en la pared en medio de la noche, cansada, agotada, sintiendo todo su ser caliente, y al dar un paso, pudo sentir el lubricante saliendo de su entrada y deslizándose por su entrepierna.
Su coño palpitó, ansioso de tener algo en su interior, y cubrió su boca, metiéndose a un callejón cercano, yendo al fondo, ocultándose tras unos basureros para tratar de soportar el inicio del celo. Si podía sobrevivir esa noche, mantenerse entera y después ir a esconderse bajo el puente, entonces todo estaría bien.
Abrazó sus piernas, controlando sus manos para no llevarlas a su centro ya húmedo. Si comenzaba a masturbarse, no podría detenerse después tan fácilmente.
—¿Omega?
Se quedó quieta al escuchar la voz de un alfa cerca de ella.
No. No. Cualquier cosa menos eso.
Tenía sólo dieciséis años, por el amor de Dios. No podía... No quería...
—Sal de allí, omega. —ronroneó el alfa, dando otro paso.
El aroma alfa la invadió, su cuerpo estremeciéndose en anticipación al notar la cercanía de alguien que podría satisfacerla.
Pero la parte racional de Lisa gritaba que no quería, que huyera, que escapara lo más rápido de allí.
¿Hacia dónde, sin embargo? Estaba en un callejón sin salida.
Jadeó en voz baja, pero no tuvo que hacerlo. Los sentidos de los alfas eran desarrollados, podían oír cosas que los betas no, y más aún cuando un omega estaba en celo.
—Te encontré, omega. —dijo el alfa, asomando su cabeza por el borde del basurero.
Lisa quiso chillar, escapar, pero de pronto las manos del alfa estaban en sus hombros, empujándola contra el suelo, impidiendo que pudiera huir.
Era guapo, con piel blanca como la nieve, cabello castaño, ojos cafés y expresivos, alto. Sus labios eran color rojos y tenía unos pómulos un poco marcados.
—Oh, una honhyeols —dijo con sorpresa el alfa desconocido, y su voz envió unas vibraciones por el cuerpo de Lisa. Su entrada se humedeció más al escucharlo hablar—. Vaya, esto no me lo esperaba.
"Suéltame", quiso decir Lisa, pero sólo escapó de su boca unos balbuceos sin sentido. Tenía la leve esperanza de que su olor mestizo lo espantara, hiciera que la rechazara, pero no fue así.
No lo fue, se dio cuenta de eso cuando la volteó con facilidad, dejándolo boca abajo, y levantó su trasero, bajando sus pantalones y ropa interior. Chilló, retorciéndose por el miedo, pero un gruñido del alfa le ordenó quedarse quieto.
—No... —gimoteó apenas al sentir la mano del alfa acariciando su culo.
—¿No? —el hombre la soltó, pero no se relajó, escuchando el sonido de sus pantalones al ser abiertos—. ¿No quieres que te marque, omega? ¿A pesar de que estés toda mojada y húmeda para mí? ¿A pesar de que tu entrada esté latiendo por mí pene? ¿No quieres, pequeña puta?
Sollozó, negando con la cabeza, balbuceando torpes "no", sin embargo, no sirvió de nada cuando de una estocada el alfa entró en su interior, reclamándola como suyo.
Dolió, no porque no estuviera lista –contra su pesar, su entrada ya estaba preparada para recibirlo, lubricada y dilatada–, sino porque no quería eso. Porque estaba siendo forzada, violada, y no podía hacer nada para evitarlo, sólo gimotear y sollozar, tratando de luchar débilmente contra el alfa que la estaba penetrando sin compasión alguna. Su cuerpo se estremecía de placer, su vagina estaba lubricando, reaccionando contra las embestidas, pero su mente, su lógica, todo gritaba dentro de ella que eso estaba mal, que no quería, que la estaban abusando una y otra y otra vez.
Lisa quería morirse en ese momento, más cuando el alfa tiró de ella, enterrando sus dientes en su cuello, marcándola mientras anudaba en su interior.
Se derrumbó en los brazos del alfa, con su voz murmurando a su oído.
"Mía, mía, mía", decía, y Lisa no pudo negarlo.
Soltó un jadeo cuando abrió los ojos.
Parpadeó, confundida, pensando por un breve momento que JiWon estaba acostado a su lado, durmiendo como si nada, que estaba en esa fría casa en la que vivió por dos años y que MiYeon todavía no nacía.
Cuando se volteó, se encontró con la preocupada mirada de Rosé, y algo pareció relajarse al verla allí, a su lado.
—¿Tenías una pesadilla? —le preguntó, enderezándose un poco.
Era domingo, el día libre de Rosé, así que ninguna de las dos estaba preocupada por levantarse temprano. Según el reloj de mesa, eran recién las nueve de la mañana, así que podían quedarse unas horas más en cama.
Se arrebujó al lado de Rosé, dejando que sus brazos la rodearan.
—Sí, pero todo está bien —le murmuró contra su pecho—. Tú estás aquí, así que estoy bien.
—¿Segura? —le insistió Rosé, todavía un poco preocupada.
Lisa levantó su cabeza, mirándola dulcemente.
—Claro que sí —le sonrió, besándole la nariz—. Cuando estás conmigo, todo parece ir bien.
Los ojos de Rosé brillaron ante sus palabras, y le revolvió el cabello de forma distraída.
—Mañana iremos al juzgado para empezar a tramitar el cambio de apellido de MiYeon. —le dijo Rosé, llamando su atención.
Lisa la observó unos segundos antes de acurrucarse a su lado, con expresión un tanto avergonzada.
—Todavía no sé... Cómo agradecerte por esto... —le dijo en voz baja, sin mirarla a los ojos—. Tú no tenías por qué hacerlo.
Rosé le acarició la nuca, mirando el techo de la habitación con una cara pensativa.
—No tenía qué hacerlo —concedió Rosé dulcemente—, pero quise hacerlo. Lisa, quiero que tú y yo tengamos... Una relación bonita, ¿Entiendes? Quiero hacerte feliz y verte sonreír siempre, así que si debo aceptar a tu bebé, lo voy a hacer y lucharé por ela.
¿Por qué eres así conmigo?, quiso preguntar cuando los labios de Rosé acariciaron su boca. ¿Por qué me quieres? No soy bonita. No soy obediente. No soy inteligente. No soy ni siquiera virgen para ti. ¿Por qué quieres estar conmigo, cuando ya estoy usada?
Pero esas palabras no salieron de su boca, no cuando de pronto Rosé estaba sobre ella, sin dejar de besarla, sus manos acariciando su costado, sus piernas, enviando escalofríos por todo su cuerpo.
—Omega —murmuró Rosé contra su piel, sus labios bajando por su mentón—. Tan linda, tan bonita... Tan dulce. Mi omega.
Lisa jadeó, sus piernas abriéndose automáticamente, dejando que Rosé se acomodara entre ellas. Podía sentir el bulto de la alfa contra su entrepierna, y gimió en voz baja, casi en anticipación, en señal de excitación.
—Tuya —susurró Lisa, antes de que Rosé volviera a devorarle la boca—. Tuya, alfa.
Rosé gimió contra sus labios, embistiéndolo por sobre su ropa, y Lisa arqueó su espalda, demasiado perdida en el placer, en las corrientes eléctricas que estaba sintiendo en su cuerpo.
Su alfa murió hacía más de un año, y nadie en todo ese tiempo la estaba tocando de la forma en la que Rosé lo hacía.
La Australiana deslizó una mano por debajo del pantalón de su pijama, acariciándole el coño de forma superficial, y gimió más fuerte.
—¿Mami?
Chillando, Lisa echó a un lado a Rosé, botándola de la cama.
Rosé soltó un quejido, pero Lisa no la miraba, estaba contemplando la puerta abierta donde una somnoliento MiYeon se asomaba, frotando uno de sus ojitos en señal de sueño.
—¿Qué ocurre, bebé? —preguntó Lisa con el rostro ruborizado, sin mirar a Rosé mientras se ponía de pie e iba a tomar a MiYeon en brazos, que se acurrucó en sus brazos.
—Pesaila. —murmuró la bebé, cerrando sus ojos, calmada en los brazos de su mamá.
Murmurando maldiciones, Rosé se puso de pie con expresión malhumorada, acostándose al ver que Lisa se echaba en la cama, acariciándole el cabello a MiYeon. La niña volvió a dormir segundos después.
—Podrías dejarla en su pieza otra vez y nosotras seguir con lo nuestro. —comentó Rosé sin ganas.
Lisa besó la frente de MiYeon.
—No me gusta dejarla sola cuando tiene pesadillas —dijo Lisa con un tono de disculpa—. Desde lo de tu mamá que tiene sueños feos una vez a la semana.
Rosé puso una expresión culpable, observando a MiYeon durmiendo en los brazos de Lisa, y acurrucó a las dos contra ella.
—No es tu culpa. —agregó Lisa al ver su rostro.
—Si hubiera llegado un poco antes...
—Llegaste, y eso es lo importante —contestó Lisa, besándole la mejilla—. Ahora, ¿No quieres dormir? —Lisa le pellizcó la nariz, sonriendo—. Siempre te quejas de que te gustaría dormir todo el día, así que podemos hacer eso.
Rosé sonrió, divertida, y besó una vez más a la omega, dejando que el sueño la alejara de la realidad.
***
Lisa siempre solía mirar un punto lejano cuando JiWon tenía ganas de sexo. Se acostaba boca arriba o ponía en cuatro según el alfa quisiera, se abría de piernas y dejaba que JiWon se descargara sobre ella como deseaba, para luego ir al baño y tomar una pastilla que no la dejara embarazada, no luego del parto de MiYeon.
Además, se bañaba para quitarse el sudor y la esencia del alfa, volviendo después a la cama donde JiWon ya dormía.
Así que esa noche, cuando salió de la ducha y se encontró a JiWon todavía despierto, no pudo evitar poner una expresión de sorpresa.
—¿JiWon? —preguntó amablemente, encontrándose con su mirada—. ¿Ocurre algo, mi amor?
JiWon parpadeó.
—¿Eres feliz, Lili? —preguntó con calma.
Lisa se sentó a su lado, envuelta en su bata, ladeando la cabeza.
—Claro que sí. —contestó como si nada, sonriendo dulcemente, como se esperaba de ella.
—¿Por qué? —insistió JiWon.
Lisa frunció el ceño levemente, confundida, sin embargo, al ver la mirada grave de su esposo, trató de suavizar su expresión. Una omega no podía mirar a su alfa de esa forma, lo sabía.
—Porque tengo una casa —respondió, volviendo a sonreír—. Porque tengo una cama. Porque tengo comida. Porque tengo un bebé. Porque puedo servirte a ti, mi alfa.
Sabía que su voz sonaba a un robot, sonaba falsa, pero esa era la respuesta que se esperaba de ella, y debía decirla a pesar de todo.
Al menos, eso creía hasta que de pronto su mejilla ardió y su rostro fue volteado con la palma de la mano de JiWon.
Tragó saliva, volviendo a mirar al alfa, tratando de evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. JiWon la observaba con gravedad, todavía con la mano levantada.
—Si te estoy preguntando, Lisa —dijo JiWon duramente—, es para que me contestes con la verdad —lo tomó de la barbilla, apretando sus mejillas, y contuvo el grito de dolor—. ¿Eres feliz?
Quería retorcerse, llorar, pero no podía hacerlo. A JiWon no le gustaba cuando lloraba, porque decía que se ponía fea. Más fea de lo normal.
Tembló.
—No lo sé. —admitió, esperando que JiWon la soltara.
Recibió otra bofetada, pero se quedó quieta, sintiendo el sabor a sangre en su boca.
—¿Por qué no eres feliz? —gruñó JiWon.
Lisa quería volver a mentirle para tranquilizarlo, sin embargo, sabía que JiWon notaría su mentira enseguida.
—Porque no te amo. —balbuceó, antes de que el alfa la tomara de las mejillas otra vez.
—¿No me amas a pesar de todo lo que te he dado? —interrogó JiWon sin dulzura en su voz.
A Lisa le dolía el rostro por el fuerte agarre.
—Perdón. —murmuró a medias, sollozando.
—Omega inútil —gruñó JiWon, soltándola y tirándola a la cama—. Te he dicho mil veces que no me gusta que llores.
Asintió, limpiándose las lágrimas lo más rápido que pudo, pero no pudo volver a detenerlas cuando el alfa la puso boca abajo, levantando su trasero y quitando la bata de su culo.
Lo único que pudo hacer fue cubrir su boca para que no escuchara su llanto cuando la embistió.
Hizo una pequeña mueca cuando los brazos de Rosé la rodearon por la cintura, atrayéndola a su cálido cuerpo. Medio dormida, medio despierta, contempló a MiYeon jugando en el suelo con sus peluches, ajena a ellas.
—¿Otra pesadilla? —murmuró Rosé contra su oído.
Lisa se arrebujó a su lado, asintiendo en silencio, y pudo escuchar su suspiro.
—¿Quieres contarme? —preguntó Rosé con tranquilidad.
Negó con la cabeza, ocultando su rostro contra el pecho de Rosé.
Para su sorpresa, la alfa no insistió, aunque podía adivinar que quería seguir preguntando, quería saber qué ocurría.
—¿Mami? —preguntó MiYeon, curiosa.
Pero Lisa no se volteó. No quería ver a MiYeon, ver sus ojos, que se parecían tanto a los de JiWon.
—Mami no se siente bien, Yeonnie —dijo Rosé con ternura—. Anda, sigue jugando.
La niña hizo un sonido extraño, pero obedeció, llevando su atención al peluche de jirafa que había apodado como YuYu y al de un leon al que llamó Soyon.
Lisa no quería separarse de la calidez de Rosé, de sus brazos que la apretaban con cariño y amor, sin embargo, algo en el fondo de ella temía que todo eso fuera una ilusión que se iba a romper apenas llegara su celo.
Le mintió descaradamente a Rosé: quiso quitarle importancia al celo, decirle que iba a estar bien, pero no pudo evitarlo porque así se lo enseñaron.
Lisa temía que el día de su celo Rosé la tomara sin miramientos, de forma salvaje, tal y como hizo JiWon esa noche fatídica de años atrás. Que se aprovechara de su estado e hiciera lo que quisiera con su cuerpo, le ordenara hacer cosas que no quería hacer.
No quería que su relación fuera sólo sexual, lo que quería era que entre ellas hubiera amor.
Confianza. Cariño.
Pero ¿Cómo iba a existir algo así entre ellas si Lisa le ocultaba cosas a Rosé?
Un breve y horrible pensamiento cruzó por su cabeza.
¿Y si Rosé se enteraba de la verdad luego de estar casadas? Rosé la odiaría para siempre.
Rosé podría vengarse diciendo que MiYeon no era hija suya. Y ahora que los trámites comenzaron, ahora que en menos de un mes MiYeon sería declarada hija de Rosé, ¿Cómo podría...?
Tragó saliva.
—Lili, me estás enloqueciendo. —murmuró Rosé en voz baja contra su oído.
Lisa levantó la vista, encontrándose con los torturados ojos de Rosé.
La omega sabía que estaba soltando de forma inevitable feromonas de miedo, lo que hacía que la alfa en Rosé enloqueciera, quisiera consolarla de alguna forma.
Tomó aire.
—Rosé... —dijo, tímidamente. La rubia la miró con calma—. Tú... tú me quieres, ¿Cierto?
Rosé frunció el ceño levemente ante la pregunta, un poco confundida, pero asintió con lentitud.
—Claro que sí —Rosé besó su nariz, causándole cosquillas—. Creo que... Eres la persona que más quiero en el mundo.
Lisa se ruborizó, bajando la vista.
—Si yo te contara algo... ¿Tú no me odiarías? —su voz tembló—. ¿No terminarías con nuestro... Compromiso?
Rosé se enderezó, pero no la alejó de su regazo, prestándole atención totalmente.
—¿De qué estamos hablando, Lalisa? —le preguntó, y la omega quiso llorar porque la llamó con su nombre real, no con un apodo de cariño.
Se removió, pero el fuerte agarre de la mayor impidió que pudiera alejarse.
—Yo... Mhn... —mordió su labio inferior—. Yo estoy... Estoy sucia, Rosé.
—Si es porque ese otro alfa te marcó antes...
—No, no —no la estaba mirando a los ojos, se sentía incapaz de hacerlo. No quería ver el odio allí, el asco, la decepción—. Cuando... Cuando era niña y vivía con papá, él... Él tenía muchas deudas —podía sentir su garganta apretada, sus ojos llorosos ante los recuerdos—, así que... Que para pagarlas... Él me... Él dejaba que sus amigos me tocaran...
Rosé permanecía en silencio, sin embargo, podía sentir como su agarre se tensaba, como la rabia exhalaba de su cuerpo.
Lisa tomó aire.
—A ellos... A ellos les gustaba que usara mi boca para... Para satisfacerlos —estaba llorando, pero no podía parar, no podía evitarlo—, y me... Me obligaban a tragarlo, entonces... Entonces estoy sucia, Rosé. Lo siento. Lo siento mucho. Perdóname.
Hubo un pequeño silencio en el que sólo sus hombros se sacudían por el llanto, pero mordía su labio para no llorar como desquiciada. Eso de seguro asustaría a MiYeon, que seguía jugando en el suelo, sin tomarlas en cuenta.
La mano de Rosé tomó su barbilla, obligándola a mirarla, pero no en un toque brusco, duro, sino de forma suave y cariñosa.
—¿Por qué pides perdón? —le preguntó con voz grave—. ¿Acaso eso era tu culpa?
Negó con la cabeza, tímida, asustada.
—Porque...
—No era tu culpa —Rosé le dio un pequeño beso en los labios—. No me importa, Lili, realmente no lo hace —la alfa frunció levemente el ceño—. Bueno... Si me importa, pero no de la forma en la que tú crees —suspiró, atrayéndola a su regazo y revolviéndole el cabello—. Lo que quiero decir es que... Odio que te hayas visto expuesta a eso cuando no lo merecías y necesito hacer pagar a todo aquel que te tocó. Pero no podría odiarte a ti —besó su frente—. Jamás podría odiarte a ti, mi amor.
—¿Aunque sea tonta y no sea bonita y sea muy chillona a veces? —le preguntó, suspirando.
—Primero que todo —Rosé le pellizcó la nariz, haciendo que se quejara—. No eres tonta, eres la chica más inteligente que haya conocido alguna vez. Segundo, eres la omega más hermosa del mundo, sólo verte hace que mi día sea mejor. Y tercero —Rosé volvió a levantar su rostro—, quiero hacerte chillar todo el tiempo.
Lisa se ruborizó por completo, pero en respuesta, sólo abrazó a Rosé con una sonrisa suave.
—Te quiero, Rosé. —le dijo, sin soltarla y dejando que sus brazos la sostuvieran esa tarde.
—¡Tamién te queio, mami! —gritó de pronto MiYeon, abrazando a sus dos peluches.
Rosé miró a la bebé con mala cara en tanto Lisa se reía, contenta de tener ese pequeño y feliz momento junto a las dos personas que más quería en ese mundo.
***
Lisa recordaba muy bien que JiWon no la fue a ver los tres días que pasó en el hospital luego de que MiYeon naciera.
Pero no podía importarle menos, si era honesta. No cuando tenía en sus brazos a esa bebé llorona y rechoncha, que con sólo un balbuceo era capaz de hacerle sonreír por horas. No, realmente no le importaba un poco que su alfa casi la hubiera dejado abandonada en el hospital.
Sólo lo vio otra vez cuando la fue a buscar para regresar a casa, preguntando por el nombre de su cría, asintiendo con aprobación al escuchar que la llamaría MiYeon. Apenas miró a la bebé, ignorándola a las dos, sin embargo, a Lisa seguía sin importarle. Sólo tenía ojos para mirar dormir a MiYeon, para mirar sus mejillas regordetas, sus pequeñas manitos.
A JiWon, por el contrario, su actitud terminó por cabrearlo pronto. En especial cuando llegaron a casa y Lisa seguía pendiente de MiYeon, pasando de él, preocupada más de que MiYeon comiera y durmiera abrigada y bien.
Así que cuando salió del cuarto de MiYeon, dispuesta a ir a dormir, JiWon la agarró sorpresivamente del cabello y tiró de ella. Su lado omega le dijo que se dejara hacer, y a pesar de estar asustada, nerviosa y aterrada, se dejó arrastrar. Sabía que, si comenzaba a resistirse, sería peor porque físicamente era más débil que un alfa.
Esa fue la primera vez que su alfa la golpeó hasta el punto de dejarla casi inconsciente. La primera y única vez, porque fue suficiente como para que Lisa comprendiera que tenía que poner a su alfa siempre primero en lugar de su bebé.
Lo comprendió, por supuesto, pero una cosa era comprenderlo y otra era hacerlo.
Lisa jamás pondría primero a otra persona que no fuera a MiYeon.
Jadeó al abrir los ojos, pero no por el recuerdo fugaz que cruzó su mente, sino porque su cuerpo estaba ardiendo.
Miró la hora, gimiendo al ver que eran las diez de la mañana. Como si hubiera sido un sueño, recordaba a Rosé levantándose para ir a trabajar, besándole al despedirse, murmurando algo de que olía muy dulce ese día, y no lo relacionó al principio.
¿Por qué no lo hizo?
Su estómago se revolvió mientras un calambre en su vientre la hacía encogerse. De forma desesperada, abrazó la almohada de Rosé, inhalando su olor, y balbuceó unas débiles palabras, incapaz de pensar coherentemente.
Pudo sentir el pantalón de su pijama húmedo, y cuando se movió, un líquido caliente se deslizó por su coño, empapando más sus ropas.
Sollozó al notar la humedad en su ropa.
—A... Alfa... —susurró, abrazando otra vez la almohada, como si fuera Rosé.
Jadeante, sin soltar un poco el objeto, estiró su mano y marcó el primer número disponible, que siempre tenía en caso de emergencia.
Gimió por un nuevo calambre, pensando en Rosé sobre ella, haciéndola suya, besándola por todas partes, sus manos acariciándola, su miembro anudando en su interior.
Sus dientes mordiendo en su cuello.
El sólo pensamiento de ello la estremeció por completo.
—¿Lisa? —contestó Jen al otro lado de la línea, extrañada.
Se volteó, respirando aceleradamente.
—Ce... —jadeó, incapaz de formar palabras coherentes.
—¿Lisa? ¿Qué ocurre? —Jennie inmediatamente sonó preocupada—. ¿Necesitas ayuda en algo? ¿Quieres que llame a Rosé?
Asintió como una niña pequeña, y se dio cuenta de que Jen no podía verla.
Lloriqueó, necesitada.
—Celo. —gimoteó, llevando la almohada contra su entrepierna, comenzando a frotarse contra ella.
—¿Qué? —la voz de Jen era ahora tensa.
—Celo. Estoy en celo —fue capaz de decir apenas—. Jen, necesito... Necesito a Ro-Rosé... —sollozó, descontrolada—. La necesito. Estoy en celo.
¡Gracias por leer!
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