4.
Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.
Rosé miró el mensaje que Lisa le envió en la mañana, sonriendo de lado al ver la imagen adjunta de una rechoncha MiYeon llena de tierra después de ayudar a su mami en el jardín, para después tratar de volver a concentrarse en la operación que haría en media hora. Sin embargo, el hecho de que Lisa le dejara de vez en cuando mensajes tímidos, le hacía ver que la omega estaba poniendo de su parte para que las cosas funcionaran, y eso le aliviaba un montón.
Luego de lo que hizo su mamá, temía que Lisa la rechazara sin pensarlo un poco. Sin embargo, la omega seguía a su lado, nerviosa, asustadiza, pero seguía allí. Se estaba encariñando demasiado rápido, aunque en ese momento, no le importaba mucho. Le gustaba saber que tenía a alguien a su lado.
Tocaron a la puerta de la habitación y soltó un gruñido en señal de que la persona entrara.
JiSoo se asomó con una ceja enarcada. Su amiga era pediatra, y solían juntarse para fumar o comer algo de vez en cuando.
—Noto el amor en el aire. —dijo JiSoo con sarcasmo.
Rosé frunció el ceño, mirándola con ojos entrecerrados.
—¿Qué quieres, chicken? —le dijo bruscamente.
JiSoo arrugó los labios, observándola mientras resoplaba.
—Hace mucho no tenemos una noche de chicas... —comenzó a decir, vacilante.
—Mierda —Rosé la miró con burla—, ¿Te peleaste con Jen?
Su amiga negó con la cabeza, sin embargo, sus ojos tristes demostraban que estaba mintiendo con claridad, y Rosé se inclinó un poco. Cada vez que Soo y Jen tenían una pelea, la mayor de las Coreanas solía ir a buscarla para pedirle que fueran a tomar algo, tratando de despejarse.
—¿Qué fue lo que hiciste? —le preguntó, calmada.
—¿Por qué todo el mundo cree que fui yo la que hice algo? —se quejó JiSoo, sentándose en la silla frente al escritorio—. ¡Jen igual puede cagarla!
—Eh...
—Le dije que había engordado —soltó Soo, atormentada—. Ni siquiera lo pensé, lo dije porque mientras la abrazaba-...
—Oye, no quiero saber eso. —protestó Rosé.
—... Le apreté su rollito y se lo dije —JiSoo continuó como si nada—. Me echó de la cama y hoy en la mañana no me dijo nada —siguió lamentándose como una niña pequeña—. Por favor, Rosé, tengamos una noche de alfa-beta salvaje.
—Estoy segura de que eres cualquier cosa menos una beta en este momento, JiSoo. —se burló Rosé, recostándose en la silla.
JiSoo la miró de forma incrédula.
—No puedes decirme cuando estás como un perrito enamorado detrás de Lili. —replicó JiSoo.
—¡No estoy como un perrito ena-...
—Oh, ¿Por qué Lili no me acepta? ¿Por qué Lili le presta más atención a su bebé? Odio a Yeonnie, la odio tanto, quiero ser una bebé para que así Lili me mime. —imitó JiSoo con una voz patética.
Rosé la fulminó con la mirada, convenciéndose a sí misma de que no había forma alguna de que ella actuara de esa forma alrededor de la omega. JiSoo estaba exagerando, que dijera esas cosas era imposible.
—Saldré a tomar contigo sólo porque hace mucho no lo hago. —contestó de mal humor.
JiSoo sonrió ampliamente, poniéndose de pie.
—Pasaré por ti a las seis. —dijo, antes de salir.
Rosé respondió con un gruñido, conteniendo las ganas de lanzarle su lápiz a su amiga, y se limitó a sacar el móvil viendo la nueva notificación que llegó minutos atrás. Lisa le envió una foto de ella, poniendo una expresión de asco mientras señalaba la tierra llena de lombrices, y su rostro le sacó una sonrisa pequeña, en tanto le contestaba.
Bueno, quizás JiSoo tenía razón y si estaba actuando como un perrito enamorado alrededor de Lisa, pero no lo iba a admitir nunca en la vida.
***
Recibió minutos atrás un mensaje de Rosé, diciéndole que no iba a alcanzar a llegar y que se fuera a su casa sin dudarlo, pues se verían al día siguiente. Luego de terminar de arreglar el patio, tomó en brazos a Yeonnie, saliendo del hogar de la alfa para dirigirse a su casa.
MiYeon estaba llena de tierra porque quiso ayudarla en el jardín, así que lo primero que hizo al llegar, fue darle un baño que resultó siendo un desastre. A su bebé no le gustaba bañarse y, aprovechando cualquier distracción de Lisa, salía de la bañera sin importarle si estaba desnuda, para escapar corriendo entre risas y gritos.
Así que Lisa terminó con la ropa mojada, con un dolor en el estómago debido a las risas y agotada por el largo día. MiYeon parecía igual de agotada que ella, porque cuando la recostó en su cuna, no protestó un poco pidiéndole dormir con ella y se quedó dormida en unos minutos.
Lisa soltó un bostezó, entrando a su cuarto, y cayó dormida apenas su cabeza tocó la almohada.
Sin embargo, su sueño placentero se vio interrumpido por unos fuertes golpes en la puerta, seguidos de timbrazos y gritos.
Maldiciendo por lo bajo –y rogando que MiYeon siguiera durmiendo– observó la hora para luego ponerse las pantuflas con una bata. Eran las tres de la mañana, ¿Quién podía venir a esa hora?
Espera.
¿Era la voz de Rosé?
—Laaaaalisaaaaaaa, ábreme, bebé, por favoooooor. —gemía Rosé, golpeando la puerta.
Bajó las escaleras, atónita.
—¡Te quieeeeeeeeeero, mi amooooooooor, mi lindo solciiiiiiiiiiiiiiito! —insistía Rosé de forma risueña.
Tomó aire, frunciendo los labios, y abrió la puerta. Alcanzó a agarrar a Rosé antes de que cayera al suelo, pues se había estado apoyando en la puerta cuando la abrió. La alfa olía a cigarrillos y cerveza, y Lisa arrugó la nariz, sorprendida por la sorpresa.
Iba a decirle algo, pero Rosé levantó la vista.
—¿Por qué me miras con tu triángulo malvado? —gimoteó como una niña pequeña—. Quiero besarte, Laaaalisaaaaa. —y extendió los labios en una trompita.
Lisa quería seguir luciendo enfadada por haber visto su sueño interrumpido, pero la actitud de Rosé le estaba enterneciendo contra su voluntad. ¿Cómo era posible que una alfa madura se comportara de esa forma?
Así que negó con la cabeza, sonriendo de lado.
—Voy a llevarte a tu casa, Rosé. —le dijo, dando unos pasos.
—Nooooooooooooooooo —Rosé se aferró con más fuerza a ella—. No te he visto en todo el día, bebita.
—Me estás viendo ahora. —regañó Lisa.
—Pero nunca es suficiente —protestó Rosé con pena—. Podría verte todo el día y nunca sería suficiente, Lili.
La omega sintió sus mejillas ruborizadas, y mordió su labio inferior de forma indecisa. Observó el sofá en el comedor, antes de notar el rostro un poco rojo de Rosé. Bueno, podía dejarla durmiendo en el sofá, estaba segura de que en el estado de Rosé daba lo mismo.
—¿Dónde estabas, Rosé? —le preguntó, acariciándole el cabello.
Rosé le sonrió, feliz por su atención, y Lisa sintió su corazón latir con más fuerza al ver la bonita sonrisa de la Australiana. La hizo entrar y cerró la puerta.
—JiSoo me invitó a beber porque estaba peleada con Jen —se quejó Rosé—, es horrible escuchar sus quejas, pero dijo que debía hacerlo porque ella siempre me escucha cuando me quejo de ti.
La sonrisa de Lisa se tambaleó y sus inseguridades volvieron.
—¿Tienes alguna queja? —murmuró con la voz temblando.
—Sí —Rosé sonrió de forma perezosa—. Me quejo siempre de lo linda, adorable y tierna que eres, Lili. Eres como... Ah... Como mi cama.
—¿Eh? —Lisa frunció las cejas.
—Sí, porque cuando te veo... —Rosé se arrebujó a su lado—. Me siento feliz.
Lisa estaba segura de que iba a morir pronto por las dulces palabras que Rosé le decía debido a su borrachera. Era demasiado para ella, nunca nadie antes le dijo cosas tan dulces en tan poco tiempo, ni siquiera su difunto alfa.
—Entonces fuimos a beber con JiSoo y me contaba toda su vida sexual con Jennie —siguió Rosé—. ¿Sabes lo que hacen en la cama? —el rostro del alfa se iluminó—. Mi amor, ¿Eres elástica?
Oh, Santa Virgen, ¿Realmente le estaba preguntando eso?
—¿Dónde está JiSoo? —preguntó para desviar su atención.
—Fue a seducir a Jennie —Rosé lo abrazó por la cintura—, aunque estoy segura de que Jen le dará un golpe —la alfa hizo un pequeño puchero—. Quiero dormir contigo, Limario, abrazadita a ti y decirte lo linda que eres. Mi omega —soltó un suspiro—. Mi bonita omega.
—Rosé, vas a dormir en el sofá. —regañó Lisa.
—¡Noooooooooo! —lloriqueó Rosé como una niña pequeña—. No quiero, no quieeeeero —Rosé sacudió a Lisa—. ¿Por qué a tu bebé gorda la dejas dormir contigo?
—¿Le acabas de decir gorda a mi bebé? —preguntó Lisa, incrédula.
—Quise decir rechoncha.
—¿Se supone que eso es mejor?
—Si no duermo contigo, voy a morirme.
—No vas a morirte.
—¿Si te canto una canción, me dejarás dormir contigo?
Lisa iba a negarse, pero ver la mirada insistente de Rosé le hizo ver que no podría librarse de ella.
—Sólo si tu canción me conmueve. —respondió soltándola, cruzándose de brazos.
Rosé asintió con entusiasmo, comenzando a aclararse la voz.
Entonces, empezó a cantar:
—Perra, perra, eres una perra, tengo novio, pero igual te caliento la sopa porque soy una perra. ¡Perra, perra, perra!
Lisa la miró de forma inexpresiva cuando terminó de cantar.
Rosé la miró con una amplia sonrisa.
Unos segundos después, Lisa comenzó a reírse sin control alguno, sosteniéndose de su estómago para no caerse. Rosé se reía también, encantada al ver a la omega riéndose con tanta libertad, bajando su guardia totalmente.
A Rosé le encantaba la risa de Lisa, era un sonido demasiado encantador y dulce.
La atrajo otra vez.
—¿Podré dormir contigo, Lili? —le preguntó, ansiosa.
Lisa asintió, sonriendo, permitiendo que los brazos de Rosé la sostuvieran esa noche.
***
Rosé se sentía en el paraíso, a pesar del dolor en su cabeza que parecía romperla en dos.
Pero qué le importaba, porque cuando abrió los ojos y vio a Lisa acurrucada a su lado, durmiendo con tranquilidad, todo lo demás desaparecía. Todo lo demás podía irse al diablo si despertaba cada día del resto de su vida con su omega abrazándola, durmiendo entre sus brazos como si fuera el lugar más seguro del mundo.
Su omega.
Apretó sus ojos brevemente, haciendo una mueca ante el nuevo dolor de cabeza, pero no se movió, sólo atrajo más a Lili en sus brazos. Podía recordar toda la conversación que mantuvo con JiSoo durante las noches, sus quejas, el verla cantar karaoke, cuando salieron del bar a tropezones, caminando por la calle mientras gritaban, cantaban y se reían de estupideces. Su amiga caminó a su casa con la intención de seducir a Jennie para arreglarlo todo, pero Rosé estaba segura de que fracasó, porque una de las cosas que más amaba Jen era dormir.
Y luego ella caminó hacia la casa de Lisa con la desesperada necesidad de verla, de sentirla, de acariciarla, y cuando la vio a los pies de la puerta, con su pijama junto con el rostro amodorrado por el suelo, supo que quería a Lisa como no quiso a ningún omega en su vida.
Supo que Lisa era suya, y ella era de Lisa, y nadie en el mundo iba a cambiar eso.
Se comportó como una idiota, lo sabía muy bien, por lo que se estaría atormentado hasta la muerte por ser como una niña pequeña cuando se emborrachaba. Sin embargo, no le importaba en ese instante, pues hizo reír a Lisa, e incluso logró meterse a su estrecha cama.
Cuando comenzaran a vivir juntas, Rosé le regalaría una cama enorme donde ambas pudieran dormir cómodamente y, por qué no, hacer otras cosas.
Haría todo lo posible para que Lisa tuviera siempre esa sonrisa preciosa que pocas veces esbozaba, aquella sonrisa que parecía iluminar su día.
Entre sus brazos, Lisa se removió, abriendo sus ojos con lentitud.
Santa madre de Jesús, ¿Acaso Lili se podía ver más linda?
—¿Rosé? —le murmuró, levantando la vista—. ¿Qué haces en mi cama?
Enarcó una ceja, viendo el momento exacto en el que la chica parecía recordar lo que ocurrió horas atrás. Sin embargo, contra todo pronóstico, no comenzó a gritar escandalizada como se lo esperaba, sólo ladeó la cabeza.
Antes de que pudiera decirle algo, Rosé hizo un movimiento rápido, dejándola bajo su cuerpo e impidiendo que se moviera.
—¿Puedo besarte? —le preguntó en voz baja.
Lisa la observó con ojos enormes, su boca entreabierta, y se inclinó para darle un beso. Al menos, eso pretendía.
—¡Maaaaaaaaaaaaami!
Lisa la echó a un lado cuando la puerta se abrió de un portazo y una rechoncha bebé entró tambaleándose, sonriendo enormemente.
—¿Papi?
MiYeon se detuvo, mirando desde Lisa hacia Rosé, sin comprender un poco lo que estaba ocurriendo. Finalmente, terminó por inflar sus mejillas.
—¡Mami! ¡Mami! —chilló MiYeon, subiendo a la cama con esfuerzo, comenzando a gatear hacia ellas—. ¡Mía, mía, mía! ¡Papi feo!
—¡Yeonnie! —exclamó Lisa cuando la bebé la abrazó por el cuello, abrazándola como si fuera un mono—. ¡Esa no es forma de saludar a Rosé!
Pero MiYeon sólo le sacó la lengua a Rosé, que fruncía el ceño debido al dolor de cabeza por los gritos de la niña.
—¿Crees que los cerditos vuelen, Lili? —preguntó Rosé de pronto.
—¿Eh? —Lisa la miró atónita, pero antes de poder preguntar a qué se refería con ello, Rosé se puso de pie y tomó a MiYeon por la tela del pijama en la espalda, levantándola en el aire.
La niña chilló por la sorpresa en tanto Lisa se sobresaltaba por completo.
—¡Rosé, bájala! —chilló la omega, espantada.
—Tranquila, no le haré nada malo —bufó la alfa, sin soltar a la bebé—. Yo sí pienso que los cerditos vuelen.
Lisa contempló, atónita, la forma en que Rosé arrugaba los labios, mientras MiYeon gritaba. La alfa se puso a caminar hacia la ventana.
—¡ROSEANNE PARK! —gritó Lisa, horrorizada cuando Rosé sacó a MiYeon por la ventana.
—¡AAAAAAH! ¡MAAAAAAAMI! —chilló MiYeon, suspendida en el aire.
—Escúchame, mocosa —dijo Rosé, sin soltarla un poco—, tu mami es mía-...
—¡NUNCA! —gritó MiYeon.
—¡ROSÉ, ¿QUÉ DEMONIOS TE PASA?! ¡DAME A MIYEON! —gritó Lisa, poniéndose de pie.
—No hasta que este mocosa aprenda —gruñó Rosé, fulminando con la mirada a MiYeon—. ¡Tu madre es mía!
—¡NO! ¡NO, NO Y NO! —exclamó MiYeon, pataleando y moviendo sus brazos en el aire.
—¡Te haré volar! —amenazó Rosé.
—¡ROSÉ!
MiYeon, sin estar un poco asustada, le sacó la lengua groseramente. Hubo un momento de silencio, donde nadie respiró, mientras la bebé seguía sosteniéndole la mirada con desafío.
Rosé entró otra vez a MiYeon, y la niña la abrazó por el cuello mientras Rosé suspiraba, recostándose en la pared, sentándose en el suelo.
—¡Mami, iba a volar! —chilló con entusiasmo MiYeon.
Rosé levantó la vista, sólo para que Lisa le quitara a MiYeon de los brazos, sin decir nada, y comenzar a revisarla.
—¡Eres una idiota! —sollozó Lisa ante la sorprendida mirada de la alfa—. ¡Creí que... Yo pensé que...! —Lisa no pudo seguir hablando por el llanto, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que quería decir.
—Lisa...
Pero la omega la abofeteó, descontrolada por completo.
—¡Pudiste...! ¡Pudiste haberla...! —Lisa dejó de hablar, asustada.
Rosé acarició su mejilla adolorida, en tanto Lisa se sentaba en la cama, apretando a MiYeon en sus brazos. La niña las contempló con expresión asustada.
—¿Tan poco confías en mí como para creer que pensaba matar a Yeonnie? —le preguntó Rosé fríamente.
El llanto de Lisa se detuvo de a poco, y la omega levantó la vista.
Se miraron en silencio, los ojos de Rosé eran hostiles mientras los de Lisa se hallaban colorados por el llanto.
—Te dije que no haría nada malo —espetó Rosé duramente—, pero si cada vez que me acerque a Yeonnie vas a reaccionar así, entonces no sé por qué estoy aquí —Rosé se giró hacia la puerta—. Hemos terminado.
—¿Papi? —gimoteó MiYeon.
Pero Rosé no se giró cuando salió de la habitación, furiosa, tratando de contener toda la molestia y el dolor que la ahogaba en ese momento, debido a lo que significó para ella que Lisa todavía no le tuviera la confianza suficiente como para estar a solas con MiYeon. Que todavía dudara de sus intenciones, a pesar de que ya le demostró varias veces que no pensaba hacerle algo malo a su bebé.
Si Lisa no confiaba en ella, entonces ellas dos no tenían futuro alguno.
—¡Rosé!
Se giró mientras bajaba las escaleras, viendo a una deplorable Lisa lanzarse a sus brazos, sin dudarlo un poco. La alfa tuvo que agarrarse al pasamano para no caerse y provocar así un accidente, en tanto Lisa enterraba el rostro en su cuello, temblando.
—Lo siento —murmuró Lisa a su oído, todavía con la voz quebrada y con muchos temblores en su cuerpo—, lo siento, yo no... Sí confío en ti, lo prometo, es sólo que... Cedí al pánico y... Y MiYeon es todo lo que me queda...
—No —Rosé la abrazó—. Me tienes a mí también.
Lisa asintió sin mirarla, aspirando el aroma que la alfa exhalaba, tranquilizándose con su toque dulce y amable.
—Lili... —susurró Rosé—. Sigo un poco molesta.
La omega parecía querer hacerse pequeña en sus brazos.
—Te lo recompensaré —le respondió—, ¿Cómo puedo hacerlo?
Rosé le levantó el rostro, mirándola a los ojos.
—Vamos a tener una cita mañana en la tarde —le dio un beso en la frente—, y comenzarás a utilizar el anillo de compromiso que pienso comprarte, mi amor.
Mi amor. Sonaba perfecto.
Asintió, dándole un beso a Rosé en la mejilla, volviendo a aferrarse a ella sin soltarla un poco.
Lisa temía que Rosé desapareciera un día y tuviera que volver a la triste oscuridad a la que ya estaba acostumbrada.
***
Rosé sabía que estaba en problemas cuando abrió la puerta y vio a su padre bajo el umbral de ésta con una expresión helada.
Al parecer no bastaba con la terrible resaca que tenía en ese momento, sino también tendría que lidiar con sus inacabables problemas familiares.
—Si es por lo de Ten y mamá, ya puedes irte. —le gruñó, haciéndose a un lado para darle la pasada.
Por supuesto que tendría que darle la pasada, después de todo, su padre era también un alfa, lo que significaba que Rosé era una alfa pura al ser hija de dos alfas, algo poco común en ese mundo. Le otorgaba un puesto de más categoría, se le consideraba superior por ese simple hecho, y ponía más responsabilidades sobre su espalda.
Además, sus padres solían ser más duros con ella por eso, esperando siempre lo mejor de Rosé. Olvidaban, a veces, que su hija era una alfa y por lo tanto no podían obligarla a algo que no quería.
—Tu madre está histérica porque comentó que su hija quiere... Casarse con una omega que luce más como una prostituta que como una persona decente. —dijo su padre a modo de saludo.
Rosé apretó sus manos mientras fruncía los labios, disgustada totalmente.
—¿Quieres que me haga cargo de ella? —gruñó—. Vienes a perder el tiempo, no pienso casarme con Ten ni hacer lo que mamá diga.
Su papá miró el comedor en silencio, examinándola con cuidado.
—Ten es un chico lindo. —dijo con tranquilidad.
—Ten lo único que quiere es una buena posición. —replicó Rosé, apoyándose en la pared.
—Es un chico lindo, Park ChaeYoung —la voz de su papá se endureció—, y es un omega. ¿Qué más quieres? Es inteligente, agradable y tiene buen cuerpo. Follar con él no te costará nada, y si lo deseas... —hizo una pequeña pausa antes de sonreír burlonamente—. Puedes llevarte a esa omega que quieres y tenerla como una amante. Estoy seguro de que a los dos no les molestará follar contigo al mismo tiempo.
Rosé sintió su piel ponerse de gallina mientras una insana y horrible rabia la llenaba por lo que su padre dijo con tanta calma.
—Retira lo dicho ahora mismo. —ordenó sin un ápice de amabilidad.
Su padre frunció las cejas.
—No dije nada malo. —contestó el hombre, bufando.
—Lisa será mi única omega y la respetaré como tal —dio un paso, sonriendo burlonamente—. Que tú y mamá tengan miles de amantes no significa que yo seré como ustedes, ¿Lo tienen claro?
El alfa frente a ella se quedó un momento en silencio, sus fríos ojos examinando el rostro de su hija de forma analítica.
—No voy a permitir que te cases con esa omega, Park ChaeYoung, y menos con una omega que ya tiene una hija. —advirtió su padre.
Rosé mantenía esa sonrisa burlona, pero el resto de su rostro seguía siendo helado y despectivo.
—Esa bebé es mi hija también, ¿O acaso mamá no te lo dijo? —dio otro paso.
—Somos tu familia, Rosé. —espetó su padre.
—No —la menor humedeció sus labios—. Mi familia desde ahora es Lisa y MiYeon, nadie más, así que, o me dejan en paz, o nunca más me verán en sus vidas.
Su padre la miró con desprecio sin agregar algo más para luego salir de la casa despotricando en voz baja. Apenas se quedó sola, la sonrisa desapareció de los labios de Rosé, convertidos ahora en una fina línea apretada en señal de molestia.
Si bien no era la primera vez que desafiaba a sus padres, si era la primera vez que los vio a ambos de acuerdo con el hecho de que tuviera a una pareja que ellos no aprobaran. Lo que significaba una cosa peligrosa: los dos se pondrían de acuerdo para impedir que estuvieran juntas.
Tendría que apurar sus planes, a conciencia de que las cosas con Lisa todavía no eran serias, y cualquier paso en falso podría arruinarlo todo.
Y podía ocurrir que, si Lisa se enteraba de que el estar comprometida con Rosé haría que la integridad de su hija corriera peligro, acabara con todo lo antes posible.
Rosé no quería pensar en esa alta probabilidad, porque quería desesperadamente a Lisa como su omega, como su esposa, como su pareja por toda la vida.
Se dejó caer en el sillón, frotando su frente con irritación, y se dedicó a mirar la pared en blanco, pensando en alguna solución a todo lo que estaba pasando.
***
—¿Hoooooola? ¿Jeeeeeeeen?
—Ah... Ho-Hola...
—¿Estás bien, Jen? —Lisa arrugó los labios, sosteniendo el móvil contra su oreja—. Suenas agitada.
Hubo un pequeño momento de silencio entre ellas dos, y luego se escuchó un gemido de dolor al otro lado de la línea.
—Sí... Estoy bi-bien... —Jennie tomó aire—. ¿Qué... Pasa...?
Lisa miró a MiYeon, que estaba jugando con las piezas de un juego, concentrada en ello.
—Te quería pedir un pequeño favor, si podías cuidar a MiYeon por el resto de la tarde. —preguntó con súplica.
—Ah... —Jen soltó una risa nerviosa—. No... No creo poder, Lili...
Soltando un suspiro, Lisa revolvió su cabello.
—¿Segura? —insistió con suavidad.
Jennie tosió.
—Verás, Soo y yo...
—Vale, no quiero saber, adiós, pasen una linda noche. —y antes de que Jennie pudiera decirle algo más, Lisa cortó la llamada suspirando, pensando en lo que podía hacer.
Dentro de unos minutos Rosé vendría para ir a buscarla y tener su cita, ¿Y con quién iba a dejar a MiYeon? Jennie era la única persona en la que confiaba lo suficiente para hacerlo, la única persona que no la juzgaría, y estaba ocupada con su esposa. Podría contratar una niñera, sin embargo, conocía muy bien a MiYeon para saber que su pequeña bebé podía lucir tierna y amorosa, pero era un pequeño demonio cuando no estaba cómoda.
¿Y si la llevaba a la cita? No quería pensar en eso, no quería que Rosé cambiara sus planes o las exigencias de MiYeon estuvieran de por medio. No quería que Rosé se sintiera presionada a aceptar más a su hija.
Tocaron al timbre de la casa y soltó un quejido en voz baja. Sin embargo, segundos después abrió la puerta, encontrándose con un ramo de flores y a Rosé relajada frente a ella.
Parpadeó, sonrojándose.
—Rosé, podías entrar por la puerta...
—Vamos, Lili, no me arruines nuestra primera cita —se quejó Rosé, entregándole el ramo—. ¿Estás lista o deberé esperarte para que te arregles como hacen muchos omegas?
Lisa soltó una risa baja, haciéndole pasar mientras negaba con la cabeza.
—No, es sólo que... —bufó—. Llamaré a una niñera para que cuide a MiYeon, ¿Podrías esperarla?
—Claro —Rosé se encogió de hombros, entrando al comedor—, Pero ¿No quieres llevarla con nosotras?
Lisa volvió a parpadear, observando a Rosé tomando en brazos a MiYeon como si nada, haciéndola reír.
—Qué dices —rascó su nuca—, no quiero que MiYeon te moleste.
—Por favor, MiYeon no me molesta —Rosé la observó, sonriendo de lado—. Lili, somos una familia, ¿No es así?
Familia. Que bien sonaba la palabra en su mente, en los labios de Rosé. Significaba algo totalmente importante para ella, algo que le calentaba el corazón de formas inimaginables y le hacían pensar que quizás las cosas podían mejorar a pesar de todo.
—Si no te incomoda, está bien, —le respondió Lisa, sonriendo tímidamente.
—No digas eso —Rosé se acercó, cargando a MiYeon—. No pienses en mí, Lisa, piensa en ti. ¿Quieres que MiYeon nos acompañe?
Lisa la miró a los ojos, mordiendo su labio inferior, para terminar por sonreír ampliamente, tomando la mano de Rosé.
—Eso me encantaría, Rosé. —dijo al fin, dándole un apretón suave.
—Vamos, entonces.
Lisa se esperó la típica cena en un restaurante caro, por lo que no pudo esconder su expresión de sorpresa y entusiasmo cuando Rosé se estacionó fuera del parque de diversiones.
MiYeon se quedó mirando los juegos con expresión embobada, mientras Lisa comenzaba a caminar al lado de Rosé.
—¡Ese! —chilló, apuntando a una montaña rusa.
Rosé, al pagar, miró a MiYeon enarcando una ceja.
—Te caerás de allí y quedarás hecha masita en el suelo. —le dijo como si nada, tratando de asustarla.
Pero MiYeon extendió sus bracitos en el aire.
—¡Masita de cedito! —dijo, antes de reírse.
Lisa comenzó a reírse, llenando de besos las mejillas de MiYeon, y Rosé le tomó la mano sin dejar de sonreír, sintiéndose satisfecha por haber pensado en que ir a ese lugar sería una buena idea.
—¡Ese mejol! —MiYeon apuntó a un barco pirata, moviendo sus piernas.
—¿A cuál quieres subirte, Limario? —le preguntó Rosé, ignorando a MiYeon deliberadamente, que berreó en señal de protesta.
—¿Oh? —Lisa puso una expresión de horror—. Oh no, ni loca pienso subirme a una montaña rusa.
—¿Qué? ¿Les tienes miedo acaso? —la voz de Rosé sonó incrédula.
—¡Podría salirse un tornillo como en esa película y moriríamos!
—Es una película, Lili.
—¡MORIRÍAMOS!
—Vale, vale, lo entendí —Rosé rodó los ojos—. ¿Y al barco pirata?
—¿Y si se suelta el barco y salimos volando?
—Lisa...
—¡Volveríamos a morir!
—¡Está bien! —Rosé apuntó al carrusel, rodando los ojos—. ¿Y ese?
—Es muy aburrido.
—...
—La estoy jodiendo, ¿Cierto? —Lisa pareció retraerse con su propio comentario—. Bueno, si quieres subirte a algo...
—No —Rosé hizo una mueca de diversión—. Es sólo que... Me gusta verte así, tan relajada. Tan tú. Me gusta que seas así, Lili.
Lisa sintió sus mejillas ruborizadas y quiso decir algo, pero los nervios se lo impedían en ese momento.
Rosé la ayudó a relajarse más, apuntando al edificio donde estaba la pista de hielo, y le dijo que MiYeon podía jugar allí sin terminar hecha papilla. La omega asintió, tomando aire para relajarse, y siguió a Rosé por entremedio de la multitud de personas.
Una vez en el interior del lugar, Lisa le puso un casco a MiYeon, que estaba entusiasmada por entrar a la pista. Rosé fue a buscar algo que le ayudara a sostenerse y no caer al suelo, regresando con un caballito que se impulsaba si se rebotaba en su lomo.
MiYeon barboteó que el caballito era su animal favorito. Rosé llevó a la niña al borde de la pista , con Lisa acercándose para sentar a MiYeon sobre el pequeño caballito con cuidado, mirándola con una expresión de temor a que algo le pasara.
La niña, en cambio, lo único que quería era que la dejaran para poder avanzar sola por la pista de hielo.
—No le pasará nada, Lili. —le dijo Rosé, apoyándose en la barrera que separaba la pista de hielo del resto.
—Mhn...
La omega suspiró, negando con la cabeza, y empujó a MiYeon suavemente por la pista, que chilló de la emoción mientras rebotaba en el asiento, haciendo que el caballito avanzara sin ninguna dificultad. MiYeon se rió sin control alguno, demasiado feliz de estar allí metida, y Lisa sonrió, ubicándose al lado de Rosé.
—No era necesario que viniéramos aquí, Rosé —le dijo de pronto Lisa, sin dejar de mirar a MiYeon, que seguía patinando con el caballito en la pista, ajena al resto—. Sé que querías una cita sólo las dos, tuvimos que-...
—No te preocupes, Lili —Rosé le tomó la mano, dándole un apretón—. Me gusta pasar tiempo contigo y Yeonnie. Podemos tener una cita las dos solas en otro momento, no importa.
Lisa mordió su labio inferior, observándola ahora a la cara mientras Rosé le devolvía la mirada con calma.
—¿No te sientes celosa? —preguntó en voz baja.
—¿De qué? —Rosé enarcó una ceja—. ¿De qué estés más pendiente de Yeonnie? ¿Debería estarlo? —la alfa se acercó unos centímetros—. Eres su mamá, Lili, es normal que le prestes más atención a tu bebé que a tu pretendiente.
—Novia —Lisa hizo un gesto nervioso—. Si me voy a casar contigo, eres mi novia.
Los ojos de Rosé brillaron.
—¿Lo somos? —humedeció sus labios, llevando una mano a su bolsillo, sacando una cajita pequeña—. Pensaba proponértelo esta noche, Lili —la abrió, revelando un anillo de oro puro—. Quiero que seas mi prometida. No pretendiente ni novia. Prometida —ladeó la cabeza—. Quiero que fijemos una fecha a la boda, cuando quieras, me da lo mismo.
Lisa enrojeció por completo, sin saber qué decir ante las repentinas palabras de Rosé, dichas sin vergüenza alguna. Miró del anillo al rostro de la alfa, sintiendo sus piernas como gelatina, sin saber cómo sentirse con respecto a ello.
—Yo...
—Si crees que es muy apresurado, está bien —Rosé hablaba con seriedad—, podemos hablarlo más adelante, no quiero que te sientas presio-...
—Está bien.
Rosé se quedó en silencio antes las palabras dichas por la Tailandesa con rapidez, que sentía sus mejillas rojas todavía, sin levantar su vista del suelo.
A Lisa le gustaba mucho Rosé, le gustaba la forma en la que la trataba, como si fuera un diamante, aunque no llegara ni a los pies de uno. Le gustaba la forma en la que la miraba, la forma en la que le hablaba, la forma en la que se comportaba alrededor de MiYeon. Todavía tenía sus pequeños resquemores, pero estaba aprendiendo a confiar de a poco en la alfa y a sentir que las cosas podían ir bien por primera vez en su vida.
Que Rosé podía enseñarle a confiar en una persona sin problema alguno.
—¿Estás segura, Lisa? —la voz de Rosé se suavizó y puso un dedo en su barbilla, levantándole el rostro.
—Lalisa Park suena bien, ¿No crees? —se atrevió a decir la omega, sonriendo débilmente.
Rosé pareció pensarlo un momento para luego asentir con aprobación.
—Lalisa Park suena perfecto. —respondió, deslizando una mano por la nuca de Lisa y empujándola para darle un beso en los labios.
Lisa cerró sus ojos, sintiendo la respiración de Rosé contra sus labios, y cuando abrió la boca se escuchó un grito:
—¡MAMI!
Se alejó al ver a MiYeon echada en el suelo, acostada boca arriba, moviendo sus brazos y pies como una tortuga, el caballito tirado a su lado.
La niña gritaba porque no podía ponerse de pie y rompió a llorar, fastidiada.
Rosé quería reírse al ver a MiYeon luchando por ponerse de pie, pero sabía que no era lo correcto cuando Lisa chilló con horror, entrando a la pista de hielo a pesar de que no llevaba patines.
¿Y para rematar la situación? Por supuesto, Lisa resbaló y golpeó el suelo estrepitosamente con su trasero.
Rosé no lo aguantó más: comenzó a reírse sin control.
—¡Roseanne Park! —chilló Lisa.
Pero Rosé no podía dejar de reírse, mostrando una amplia sonrisa, arrugando sus ojos y sosteniéndose de la pared para tratar de calmarse un poco. Lisa, con dificultad, se arrastró hacia MiYeon, que dejó de lloriquear para quedarse echada con una expresión enfurruñada.
Todavía se podían oír las risas de la rubia cuando Lisa salió con esfuerzo de la pista, arrastrando a una malhumorada MiYeon entre sus brazos.
Por supuesto, la risa se le acabó cuando MiYeon le hizo un gesto grosero que decía claramente "me caí a propósito para quitarte la atención de mamá, estúpida".
Ese engendro...
Soltó un gruñido de celos, ayudando a Lisa a ponerse de pie, que tenía otra vez esa expresión enfurruñada en su rostro, ese gesto raro que hacía con sus labios que indicaba que estaba disgustada.
Trató de controlar la pequeña risa que quería salir de su boca, pero resultó imposible.
Lisa la miró, fastidiada, para luego sonreír minúsculamente.
—Me has mentido todo este tiempo —dijo de pronto, haciéndola callar. Rosé la miró con una ceja enarcada—. Tú tienes la sonrisa más hermosa del mundo, Rosé.
No pudo evitarlo: ahora fue el turno de la alfa de ruborizarse. Sus mejillas se sentían repentinamente calientes y desvió la vista, avergonzada por las palabras de Lisa dichas con cariño, con ternura.
Quería comérsela a besos de pronto, pero sabía que, si se acercaba, MiYeon comenzaría a protestar porque ese bebé era del diablo.
Se limitó a tomarle la mano y pasar un brazo por su cintura, dándole un pequeño beso en la mejilla.
—Vamos, aún nos quedan muchos juegos a los que ir.
Aunque, por supuesto, apenas se subieron a algunos primero porque MiYeon era demasiado pequeña y debido al miedo de Lisa por los juegos de alta velocidad. Rosé lo aprendió de la peor forma luego de dejar a la bebé con un guardia, en tanto la pareja se subía a una montaña rusa y la alfa terminó sorda de un oído al escuchar los gritos de la pobre de Lisa.
—Creo que salimos muy bien en esta fotografía. —dijo la omega cuando iban de regreso a casa.
Rosé se detuvo en un semáforo, observando la fotografía que Lisa mostraba, y sonrió de lado. Por supuesto que salían bien, con la rueda de la fortuna de fondo y Lisa riéndose mientras sostenía entre sus dedos un algodón de azúcar. MiYeon, en tanto, aplaudía, sentada en los hombros de Rosé, que miraba a Lisa con una minúscula sonrisa y agarraba su mano fuertemente. La omega llevaba unas orejas de panda y Rosé portaba unas de gato.
—La pondré en mi oficina. —dijo Rosé cariñosamente.
—La familia Park. —comentó Lisa, abrazando el oso de peluche que Rosé le consiguió en uno de los juegos.
—Park... Yeon... Nie... —balbuceó MiYeon en el asiento trasero, medio dormida.
La pareja se miró sin dejar de sonreír, y minutos después Rosé se estacionó fuera de la casa de Lisa.
—Gracias por la cita, Rosé. —murmuró Lisa con timidez.
La mayor le tomó la mano, dándole un pequeño beso.
—Te llevaré a más citas. —dijo calmada.
Lisa abrazó al oso con más fuerza, mirándola a los ojos.
—No es necesario, estoy acostumbrada... —hizo una pequeña pausa—. A que todo vaya rápido, Rosé.
La alfa no desvió la vista, observando la triste expresión de Lisa.
—¿Cómo fue él?
Y no era necesario que Lisa preguntara a quién se refería con él.
—Se llamaba Cho JiWon —dijo la omega, apoyándose en el respaldo de la silla con una mueca en los labios—. Yo vivía en las calles desde los trece años, por lo tanto, cuando tenía mis celos, solía meterme en un puente para... Para que nadie me oliera —Rosé le dio un suave apretón—. Pero a los dieciséis no alcancé a llegar y... Y JiWon me encontró escondida en un callejón.
—Abusó de ti.
—Sí —Lisa mordió su labio inferior—. Me marcó ahí mismo y dos semanas después nos casamos. Así que ya ves... Nunca tuve una cita con mi alfa —la mayor comenzó a hacer círculos con su dedo pulgar en la palma de la mano de Lisa, haciéndole saber con eso que estaba allí— JiWon trabajaba como asistente del director de una compañía de autos, así que ganaba mucho, lo suficiente como para... Para mantenerme contenta, como él solía decir. Era guapo, muy guapo, no tanto como tú, claro. Era de... De estos alfas conservadores, por lo que no me dejó trabajar y tampoco quiso que terminara mis estudios, ya que no los iba a necesitar, según él.
Con las últimas palabras, Rosé sentía que se crispaba levemente. La gran mayoría de los alfas eran conservadores en muchos sentidos, en especial en cuanto al lugar que le correspondía al omega dentro de la sociedad: creían que debían quedarse en casa todo el día, limpiando y teniendo la cena lista, cuidando a los niños y siempre sonriendo.
Pura mierda, pensaba Rosé.
—Por lo que... Me quedaba en casa la gran mayoría del tiempo y tuve que aprender a cocinar. Las primeras veces todo me quedaba horrible —soltó una risa amarga—, y cuando eso sucedía, JiWon se encargaba de hacerme saber con un buen golpe a no cometer el mismo error. Le tenía un miedo horrible, a pesar de que sabía que era mi alfa, pero no podía evitarlo. En especial cuando la noche llegaba y él quería follarme, porque sólo buscaba su propio placer.
Rosé la atrajo, sintiendo ganas de vomitar, de matar a ese alfa que se atrevió hacer sufrir a Lisa.
—Pero de todas formas... Fue un matrimonio normal. Siempre que yo asintiera en todo, las cosas iban a estar bien porque JiWon así lo quería. ¿Te confieso algo? —Lisa la miró—. Me... Me alegro de que hubiera muerto.
—Yo igual —concedió Rosé—. Era un hijo de puta...
—No —le interrumpió Lisa—. Estoy alegre de que muriera porque... Porque si siguiera vivo, yo no podría estar contigo, Rosé. No habría podido ser tu omega —la menor ocultó su rostro en su pecho—. Quiero ser tu omega.
Las palabras de Lisa hicieron que su estómago diera vueltas, su corazón se acelerara en unos segundos, y una increíble sensación de felicidad y calidez se extendiera por todo su cuerpo. Estrechó a Lisa en sus brazos, levantando su cabeza, chocando con sus ojos, y le acarició la mejilla.
Luego, se inclinó y le dio un pequeño y suave beso en sus labios.
Los labios de Lisa eran suaves, tiernos y dulces. Se acoplaban perfectamente a los suyos sin ningún problema, y deseo poder quedarse allí todo el tiempo del mundo.
Pero, por supuesto, necesitaban respirar, así que se alejó luego de unos segundos.
—Y yo quiero ser tu alfa, Lili. —le susurró, antes de volver a darle otro beso.
hoy ganamos los bonitos
¡Gracias por leer!
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