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2.

Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.

Lisa estaba nerviosa en la cocina de Rosé mientras sostenía contra sí a MiYeon durmiendo. Después de todo, eran las ocho de la mañana y su bebé necesitaba descansar, así que no la iba a despertar porque no era necesario.

Trató de concentrarse en la voz de Rosé, pero era imposible. No cuando la alfa se veía hermosa, excitante, con esa camisa blanca y pantalones negros, bebiendo una taza de café, con sus labios moviéndose con rapidez y sin dejar de hablar.

—... Puedes decorar el jardín como quieras, es todo tuyo, sólo quiero que se vea decente —estaba diciendo la alfa, apresurada—. Una última cosa, supongo que vas a ordenar la pequeña oficina que tengo aquí abajo. Si lo haces, por favor, no desordenes los papeles, me cuesta un culo buscarlos si los necesito y no los encuentro donde los dejé. Creo que no se me olvida nada, ¿Cierto?

—No, señora Park. —dijo Lisa en voz baja.

Rosé bajó la taza de café, enarcando una ceja, y negó con la cabeza.

—Mi nombre es Roseanne, pequeño sol, utiliza mi nombre. —regañó la alfa con suavidad—. Pero tambien puedes llamarme Rosé o ChaeYoung.

Trató de pasar por alto el apodo que le puso, queriendo fingir que no le afectó en nada, a pesar de que se sentía cohibida y nerviosa.

Mordió su labio inferior.

—Está bien... Rosé. —concedió, tratando de sonreír un poco.

La alfa la observó en silencio, antes de suspirar.

—Te dejé una copia de la llave sobre la mesa —prosiguió, dejando la taza en el lavamanos— junto con mi número de celular. Ante cualquier emergencia, no dudes en llamar, siempre voy a contestarte.

Lisa asintió, sin dejar de mirarla y arrebujando más a MiYeon en sus brazos, que no dejaba de dormir.

—Nos vemos, Lisa. —Rosé se quedó quieta unos segundos, pareciendo querer decir algo más, pero a último momento se arrepintió porque se marchó apresuradamente del lugar.

Sólo cuando la puerta de la casa se cerró, Lisa pudo relajarse un poco, mirando a MiYeon con ansiedad.

—Es una buena idea, ¿Cierto, Yeonnie? —le preguntó, sabiendo que no iba a obtener respuesta alguna—. Con lo que Rosé va a pagarme podremos estar bien, ya verás, voy a comprarte todos los juguetes que quieras y más que eso. Lo prometo.

Le besó la frente, pero lo único que le respondió fue el silencio.

No importaba. El silencio siempre era el que contestaba luego de dieciocho años de vida.

***

Rosé se quitó la mascarilla que cubría su rostro, cansada, y echó los guantes a la basura antes de humedecer su cara para tratar de relajarse un poco. Acababa de realizar una operación de alta complejidad que duró cinco horas, así que lo único que deseaba en ese momento era descansar un poco, a pesar de que no pudiera hacerlo como tal.

Se quitó la bata de operaciones mientras las enfermeras betas se le acercaban a felicitarla, por supuesto, con la intención de conseguir algo más, pero Rosé se limitó a asentir ante sus falsas palabras.

Minutos después ingresó a su oficina, viendo el montón de carpetas sobre su escritorio, e hizo una mueca sentándose en su silla giratoria.

Necesitaba que alguien le hiciera un buen masaje en los hombros para olvidar toda la carga laboral que tenía en ese momento. Maldito fuera el momento en el que decidió entrar a estudiar Medicina, pero era eso o hacerse cargo de la empresa familiar, y por ningún motivo iba a permitir que manejaran su vida. Se ganó el odio de su madre con eso, sin embargo, poco le importaba. Haber permanecido en esa casa infernal habría provocado que enloqueciera y terminara casada con un omega sólo por la buena posición familiar que ganarían.

Y, hablando del rey de Roma, en ese momento su celular vibró y vio que era su bendita madre.

Pensó seriamente si contestarle o no.

Decidió irse por la segunda opción, así que dejó que el celular vibrara sobre su mesa, y miró por la ventana.

Estaba tan aburrida de tener que ser la que arreglaba los problemas familiares, pues sus padres solían ponerle toda la carga encima de ella. Era un gran fastidio.

Por supuesto, su celular volvió a resonar en la oficina. Rosé sabía que su mamá insistiría hasta que le contestara.

Tomó aire.

—¿Qué? —respondió a modo de saludo.

¿Esa es forma de saludar a tu madre? —replicó la mujer inmediatamente.

—Acabo de salir de una operación y tengo otra en una hora. No tengo tiempo para esto, ¿Qué quieres? —contestó con frialdad.

Si te hicieras cargo de la empresa-...

—Adiós.

¡Tú prometido irá a verte hoy!

Por supuesto, luego de sus palabras no cortó la llamada.

Apretó su mandíbula, sintiendo sus dientes rechinar, antes de volver a hablar.

—Yo no tengo un prometido —escupió—, así que deja ese tema ya. Jamás acepté ese compromiso.

¡Roseanne Park!

—Si eso es todo, adiós.

No le dio tiempo a responder: apretó el botón rojo para acabar con la llamada y soltó un gruñido.

No era posible que, a pesar de sus veinticinco años recién cumplidos, siguieran tratando de meterla en una empresa que no la necesitaba y en la que no estaba interesada. Que siguieran buscándole un esposo con el que hacer tratos para mejorar más aún su posición económica, y ni siquiera fueran capaces de preguntarle si estaba de acuerdo o no.

Rosé no quería a ningún prometido.

Rosé quería a Lisa, a pesar de que no la conociera bien y la omega la esquivara. La quería a ella, a nadie más.

Si debía incluso aceptar a su bebé lo haría. Si tenía que ir lento lo haría. Si incluso tenía que ir contra todo el mundo para estar con Lisa, lo haría.

Nadie, absolutamente nadie, impediría que Lisa fuera suya, por muy obsesivo que sonara eso.

Su lado alfa reconocía a Lisa como omega, y sabía que el lado omega de Lisa la reconocía a ella, a Rosé, como su alfa.

Lo vio cuando le pidió matrimonio, lo notó cuando hablaron sobre el trabajo de Lisa y lo volvió a ver esa mañana. Ambas se reconocían mutuamente, así que no se permitiría perder a ese tierna omega por nada, nada del mundo.

***

Con el paso de las horas, Lisa comenzó a agarrar más confianza.

Al principio, temía romper algo, cambiar las cosas de su lugar, cometer un error que significaría hacerse cargo de ello, pero mientras el tiempo avanzaba, comenzó a sentirse más y más cómoda en esa enorme y vacía casa.

Incluso le prendió la televisión a MiYeon cuando despertó, dejándola en su silla móvil con la que se movía por todo el comedor, gritando y riéndose al ver la pantalla.

Decidió que ese sería el último lugar que limpiaría, así su bebé no haría un desastre apenas pudiera.

Por lo que, durante gran parte de la mañana se dedicó a limpiar el jardín, ya que cuando volviera iba a sacar toda la maleza. Luego, limpió el segundo piso, ordenando la habitación de Rosé y su baño privado con esmero.

No lo confesaría jamás en la vida, pero cuando estaba echando al canasto de ropa sucia las camisas de Rosé, no pudo evitar llevarlas a su nariz para olisquearlas, sintiendo el suave aroma de la alfa en ellas.

Completamente seductor, estremeciéndola por dentro, haciéndola sentir con los nervios en punta.

Mientras la ropa se lavaba, limpió el resto de las habitaciones para luego bajar al segundo piso, almorzar algo, y continuar con su labor. La cocina era enorme, por lo que la limpió inmediatamente, siguiendo con el baño del primer piso y la oficina de Rosé, llena de libros, papeles, información que no le interesaba en absoluto.

A eso de las cinco de la tarde sólo le quedaba el comedor, así que comenzó a quitar el polvo de las repisas. Notó, eso sí, la mirada aburrida de MiYeon, y no pudo evitar sentirse un poco culpable. Normalmente pasaba esas tardes jugando con su bebé, descansando en el jardín, así que comprendía un poco su aburrimiento.

Le cambió el canal, poniendo uno de música, y el rostro de MiYeon pareció animarse al escuchar la música. A su bebé le encantaba bailar también, gritar al ritmo de la música.

Negó con la cabeza, riéndose, mientras pasaba la aspiradora y MiYeon la miraba, apuntando a la televisión donde la música se seguía reproduciendo. Comenzó a bailar también, causando que la bebé aplaudiera, riéndose y saltando en su silla.

Fue a guardar la aspiradora al clóset, tarareando.

¡Maaaaaaaaami!

Obviamente fue corriendo hacia el comedor, pensando que pudo ocurrirle algún accidente a MiYeon.

Pero se la encontró todavía sentada, moviéndose impacientemente, apuntando a la televisión al ver un nuevo vídeo reproduciéndose.

Lisa la miró, parpadeando.

—¡No, no Yeonnie! —protestó Lisa, comenzando a reírse.

—¡Mami, mami, bala! —ordenó MiYeon, golpeando sus manitos contra la pequeña mesita de la silla móvil.

—¡Eres una mala bebé! —gritó Lisa, caminando al centro del comedor.

¡Shi, shi! —MiYeon aplaudió con emoción.

I like big butts and I can not lie —comenzó a cantar Lisa junto con el rapero del vídeo, llevando sus manos a sus rodillas y empezar a hacer una especie de twerking frente a MiYeon, que se comenzó a reír al ver a su mami haciendo el ridículo—. You other brothers can't deny, that when a girl walks in with an itty bitty waist, and a round thing in your face, you get sprung, wanna pull out your tough —MiYeon se rió al verla mover las caderas y su trasero, sin dejar de gritar por la emoción—. 'Cause you notice that butt was stuffed, deep in the jeans she's wearing, I'm hooked and I can't stop staring. ¡Ahora tú, MiYeon, imítame!

La risa de MiYeon resonaba en todo el comedor mientras Lisa seguía bailando y cantando, riéndose también por la estúpida situación en la que se encontraban.

Hasta que, por supuesto, alguien se aclaró la garganta.

Fue tanta la sorpresa que Lisa se cayó de culo al suelo, causando que MiYeon se riera con más fuerza.

Levantó la vista, encontrándose con la mirada divertida de Rosé, apoyada en el marco de la entrada y con una ceja enarcada en señal de curiosidad.

—¿Así que te gustan los traseros grandes, Lili? —se burló Rosé, sonriendo con mofa.

Sintió su rostro ruborizado y soltó una risa nerviosa.

—Lo siento, no fue mi intención-...

—Está bien —Rosé hizo un gesto despreocupado—. Me gusta verte reír, eres preciosa riendo —Lisa quiso esconderse de sus ojos, desaparecer por completo—. Además, bailas increíble. —la alfa le guiñó un ojo y quiso que la tierra se la tragara.

Lisa no sabía realmente cómo reaccionar, estaba demasiado avergonzada por haber sido descubierta bailando twerking frente a su hija y cantando una canción grosera que hablaba sobre traseros y chicas. Era una madre horrible, lo sabía, pero a MiYeon le encantaba ver a bailar a su mami, y más aún si así hacía el ridículo.

Sólo se movió cuando de pronto Rosé tomó en brazos a MiYeon.

La niña gritó emocionado.

Lisa se tensó, asustada, pensando lo peor inmediatamente. Toda su mente parecía gritar que esa era la oportunidad perfecta para que Rosé le arrebatara a su bebé, se deshiciera de ella, y la tomara como omega.

Pero Rosé sólo atrajo a MiYeon, acariciándole el cabello.

—Es una niña muy linda. —halagó, sentándose en el sofá.

La Tailandesa sonrió débilmente, poniéndose de pie.

MiYeon aplaudió, sin dejar de sonreír, antes de tomar las mejillas de Rosé y apretarlas bajo sus pequeñas manitos.

¡Papi! —gritó de pronto.

Lisa sintió su estómago pesado, en tanto Rosé ponía una expresión sorprendida.

Hubo un pequeño silencio entre ellos.

¡Papi, papi, papi! —insistió MiYeon, saltando y mirando a Lisa.

—No sé por qué ella está diciendo eso. —se apresuró a excusar la omega con una expresión mortificada, temblando al notar la intensa mirada de Rosé sobre ella, mientras la niña seguía gritando la misma palabra.

Si sabía, en realidad. MiYeon solía observando durante mucho tiempo a Jennie y JiSoo cuando iban a verla, notando el comportamiento que tenían con Yuqirin y SoYeonnie, oyéndolas hablar todo el tiempo, y Lisa notaba de vez en cuando la mirada de su bebé sobre ella.

MiYeon era pequeña, pero no tonta. Notaba la diferencia, y muchas veces parecía buscar con la mirada la faltante presencia paterna.

Dos semanas atrás, su bebé dijo papi por primera vez, preguntando por él con esa simple palabra.

Lisa quiso llorar por la impotencia, por el dolor. Se sentía tan, tan sola...

—No pasa nada —Rosé le acarició la mejilla a MiYeon, llamando su atención, y la bebé le sonrió—. Esa palabra suena bien —la alfa la volvió a observar—. Si MiYeon lo dice, está bien.

Aquello la enterneció por completo, y se sintió derretir, se sintió aliviada, pero también confundida.

No entendía. Si Rosé la quería como omega, ¿Entonces por qué... Por qué no simplemente...?

Se obligó a alejar esos pensamientos, a no pensar en esa idea que la horrorizaba por completo.

—Yo... Ya terminé el aseo —dijo Lisa, desviando la vista—, si eso es todo...

Se vio interrumpida por el timbre, que resonó en la casa.

Lisa hizo amago de ir a abrir la puerta, pero Rosé hizo un gesto de despreocupación.

—Iré yo, puedes marcharte si quieres. —la alfa esbozó una pequeña mueca para luego ponerse de pie, entregándole a MiYeon, que borró su sonrisa, y caminar a la puerta de entrada.

Lisa observó a la bebé, que hacía un puchero de disgusto, y le pellizcó la nariz.

—Tú y yo vamos a tener una seria conversación. —regañó en voz baja, llamando su atención. Pero MiYeon se limitó a mirarla con inocencia.

En tanto, Rosé soltó un suspiro, pensando que quizás Jen fue a verla para saber cómo iba avanzando el plan que hizo su esposa. Sin embargo, se encontró con una visión total y absolutamente desagradable.

Su prometido.

El omega la miró con una sonrisa suave, luciendo bonito y dulce, pero Rosé no sintió por él nada más que desprecio.

—¿Qué quieres?

El chico borró su sonrisa.

El muchacho era mayor que Rosé por dos años, aunque no lo demostraba gracias a su rostro juvenil y tierno. Su cabello era negro, su rostro pálido, con labios finos y ojos pequeños.

De alguna forma, le recordó a alguien al verlo otra vez frente a ella.

—Esa no es manera de saludar a tu prometido, Rosé. —regañó el muchacho con dulzura.

—No voy a casarme contigo.

El omega suspiró, negando con la cabeza, y entró a la casa como si fuera la suya propia.

—¿Podemos hablar, por favor, Rosé? Soy tu prometido, hace tiempo no nos vemos y sé que si ambos nos relacionamos un poco más... —se detuvo al entrar al comedor, viendo a una persona de espalda que parecía buscar algo, sosteniendo una bebé—. Oh, no sabía que tenías visita.

Ante la voz, Lisa se volteó confundida.

Chocó con los ojos del chico y palideció.

El muchacho parpadeó.

—Chittaphon.

El omega jadeó.

—¿Lalisa?

La aludida retrocedió.

MiYeon se puso a llorar.

Rosé los miró con confusión.

—¿Se conocen? —preguntó con voz grave.

Ten le dirigió una mirada rápida a Lisa, diciéndole un montón de cosas con los ojos, y terminó por voltearse hacia Rosé, tratando de llamar su atención.

—Es una excompa-...

—Somos hermanos.

El chico soltó un grito bajo.

Lisa comenzó a mecer a MiYeon para calmarla, porque, al parecer, la bebé parecía notar, sentir, todas las emociones que estaban invadiendo a su mami en ese momento. La omega lucía como si se hubiera recuperado, luciendo tranquila, sin embargo, por dentro era un mar de sentimientos que parecía que se desbordarían en cualquier momento.

Necesitaba huir de allí.

—¿Es tu hija? —Ten la miró de forma grosera, fastidiado por las palabras de Lisa—. Mierda, no sabía que te habías convertido en una puta.

Lisa se mantuvo tranquila, fingiendo que las palabras no le dolieron un poco.

Sin embargo, Rosé era otro tema.

Ante sorpresa de todos, Rosé tomó a Ten del cuello, tirándolo contra la pared, y lo sostuvo mientras ponía una expresión de rabia en su rostro.

—Pídele perdón. —ordenó en voz baja, rápida y dura.

—Ro-Rosé... —jadeó el chico, sintiéndose asfixiado.

—¡Suéltalo, Rosé! —pidió Lisa, antes de que MiYeon comenzara a llorar otra vez.

—¡No! —Rosé apretó un poco más, sus ojos teñidos de ira, para luego levantar la voz—. Le pedirás perdón ahora mismo.

El chico se tensó al sentir la voz alfa de Rosé impregnando cada palabra, diciéndole que obedeciera o saldría golpeado.

Ten miró a Lisa con una expresión en blanco.

—Lo siento. —pero no lo sentía. Era obvio.

Rosé lo soltó.

Lisa soltó el aire que estuvo conteniendo en sus pulmones.

—Me voy —declaró, tomando el bolso con los juguetes de MiYeon.

Rosé la miró.

—Te iré a ver más tarde. —dijo sin expresión.

—No es necesario-...

—Iré.

Se observaron un momento, y Rosé pareció leer todo el dolor detrás de esos ojos.

Tomó todo su esfuerzo no ir a abrazarla para decirle que estaba bien, que la tenía a ella, que no se preocupara por nada, que la protegería del mundo entero.

—Bien. —Lisa se giró, tratando de calmar a MiYeon, y se marchó a la cocina para irse a su casa, sin añadir una palabra más.

Apenas la presencia de la omega desapareció, se instaló un silencio en el comedor entre Ten y Rosé.

Lentamente, la alfa se volteó hacia él.

—Nunca antes mencionaste a una hermana, Lee Ten. —dijo Rosé con cuidado.

Las alarmas se instalaron en Ten, que frotó su cuello, donde la alfa apretó sin consideración alguna.

—¿Y para qué? —respondió con brusquedad—. Ya la viste. Es una omega patética, tiene dieciocho años y ya tiene una hija —escupió—. ¿Qué hacía Lisa en tu casa?

—No te debo ninguna respuesta —replicó Rosé dando un paso. Ten retrocedió, temeroso de forma repentina—. Por la expresión de Lisa, pareciera que no se ven hace mucho tiempo. ¿Cuándo fue la última vez que la viste? —Ten frunció los labios, en un gesto demasiado parecido al de Lisa, pero no dijo nada—. Responde, maldita perra.

El chico volvió a tensarse.

—Hace doce años. —contestó humillado.

Otro silencio entre ellos.

Rosé soltó un gruñido de molestia, volteándose.

—Sabes dónde está la salida —escupió sin un poco de amabilidad.

—¡Rosé, tu madre quiere que nos casemos! —chilló el chico, desesperado.

La alfa se quedó quieta a los pies de la escalera, apretando su mandíbula un momento y tratando de no voltearse a golpear al omega, que utilizaba un tono lastimero para demandar su compasión.

—No me pienso casar contigo, Ten —respondió fríamente—. No me interesas para nada, desde que te conocí supe que no eres más que un aprovechado que busca escalar a lo más alto pisoteando a los demás —lo miró con desprecio—. No te pareces en nada a Lisa.

Ten la miró con labios apretados unos segundos.

—¿Quieres casarte con mi hermana, Rosé? —soltó de pronto—. ¿Crees que no me fijé en la forma en la que la tratabas, el por qué la defendiste así? Estás interesada en ella —el chico dio un paso—. Pero Lisa tiene una hija, una horrible bebé de la que te tienes que deshacer, ¿O no? ¿Por qué no lo has hecho? ¿No te importa su bebé? —otro paso más—. ¿Qué ocurrirá si tus padres se enteran de eso?

Rosé se volteó bruscamente, intimidándolo sólo con la mirada.

—Con quien me case yo no es de tu importancia, Ten —respondió—. Ya no dependo más de mis padres y puedo hacer lo que desee con mi vida. Y si no te marchas ahora, voy a romperte el cuello con mis propias manos.

No hizo falta que dijera más: Ten la miró con rabia mal disimulada, aferrándose a su cartera, y se giró para irse.

—Tu madre va a enterarse de esto. —dijo el joven amargamente.

—Eso espero. —contestó Rosé.

El omega se marchó del lugar.

vayan preparando sus teorías, que esta historia tiene un lore corto pero denso ugu

¡Gracias por leer!


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