16.
Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.
MiYeon no la soltó por dos horas completas, ni siquiera para ponerse a dormir, aun cuando sus ojitos se estuvieran cerrando por el sueño. Sin embargo, se sentía tan feliz de estar en los brazos de su mami, que no podía evitarlo, y temía cerrar los ojos para luego despertar y no encontrarla.
Lisa le acarició el cabello, sonriendo a pesar de todo, tratando de no pensar en el hecho de que Rosé estaba frente a ella con una mirada calculadora.
—Te amo, te amo, te amo... —canturreó MiYeon, sin dejar de aferrarse a su cuello y frotando sus cabellos contra el cuello de Lisa.
La omega le dio varios besos en la frente, pero antes de poder hablar, Rosé se le adelantó:
—Huyamos —le dijo en voz baja, llamando su atención. Lisa la miró bruscamente, poniendo una expresión de sorpresa en su rostro—. Vámonos, Lili, podemos irnos a otro lado y...
—¿Podemos? —preguntó con tono helado—. Ya no hay un nosotras, Rosé. Nunca más habrá un nosotras.
MiYeon se quedó en silencio, sin voltearse, sólo abrazándola por el cuello, y Lisa se puso de pie. Miró por la ventana, observando el auto de JooHyun estacionado fuera, todavía esperándola, y algo se crispó en su interior.
—Lisa...
—Me engañaste —su voz se quebró, pero se obligó a permanecer firme a pesar del dolor lacerante en su interior—. Te acostaste con mi hermano y lo dejaste embarazado. Me mentiste. Pensaste que no iba a darme cuenta y lo ocultaste... —se giró, mirándola, y notó los ojos llorosos de Rosé—. Pero lo peor de todo es que rompiste tu promesa, Rosé. No protegiste a MiYeon. Te la... Te entregué mi confianza, te di todo lo que tenía, y no pudiste protegernos a las dos —dio un paso, titubeante—. Por favor, por favor, marca a Ten y devuélveme a MiYeon.
Rosé sacudió la cabeza, tratando de contenerse para no abrazar a Lisa y decirle lo mucho que la amaba, lo mucho que la necesitaba, porque sabía que eso sólo empeoraría las cosas.
Una parte suya, esa parte racional, quería asentir y obedecer, prometerle marcar esa misma noche a Ten, pero su alfa interna se volvía loca con la imagen de enterrar sus dientes en el cuello de otra persona que no fuera Lisa.
Rosé no se veía capaz de marcar a otro omega, sin embargo...
Sin embargo, ¿No consideraba también que engañar a Lisa era algo que no podía hacer? Pero lo hizo, se acostó con otro omega y provocó todo ese desastre.
—¿Eso es lo que quieres? —preguntó con la voz llena de sufrimiento.
Lisa soltó un sollozo bajo, sintiendo su marca arder con el pensamiento de que Rosé rompiera el enlace, sin embargo, ¿Qué otra cosa podía hacer? Ten la tenía entre la espada y la pared.
—Márcalo y dame a MiYeon. —pidió, desviando la vista para no romper a llorar.
Rosé quiso hablar, pero antes de poder hacerlo, se escuchó una risa baja viniendo de la entrada del comedor.
Ten estaba de pie con expresión aburrida, aunque sus ojos refulgían con molestia al ver a Lisa.
—Oh, rayito de sol —ronroneó Ten, entrando—, MiYeon no te pertenece más, ahora es mía.
Rosé gruñó.
—Dijiste que si te marcaba, le devolverías a MiYeon. —espetó.
—Pues cambié de opinión —replicó Ten—, quiero a MiYeon, ahora es mía y de nadie más —miró a Lisa, con sus ojos crueles llenos de burla—. ¿Acaso no ves que eso es lo mejor para ti, bastarda? —soltó una risa mordaz—. Te voy a decir lo que ocurrirá contigo si te llevas a esa mocosa llorona: otro alfa te verá, te va a desear, te marcará y matará a MiYeon. Listo. Estarás enlazada con otro alfa que te tendrá como su puto criadero de bebés y MiYeon estará bajo tres metros de la tierra por tu culpa.
MiYeon rompió a llorar.
Lisa se estremeció ante ese pensamiento, una parte suya dándole la razón a Ten por sus palabras, porque había una alta probabilidad de que eso ocurriera. Si no tenía una marca, un alfa podría encapricharse con ella, la marcaría, y luego quebraría el cuello de MiYeon con facilidad, pues así se lo ordenaban las leyes naturales del Gobierno.
Esas tontas, horribles leyes construidas sólo para someter al omega y satisfacer al alfa.
Pensar en eso hizo que algo amargo se instalara en su boca, porque Lisa no estaba cansada sólo de todos los golpes que le dio la vida, sino también de la poca esperanza que había para omegas como ella, que sólo debían sonreírle al resto por una condición que ellos no pidieron.
—Y no te lo puedes llevar, no sin que el Gobierno sospeche —prosiguió Ten bruscamente—. Ahora que tiene el apellido Park, que en los registros sale que Rosé es su padre, MiYeon debe quedarse con ella porque es la más capacitada para criarla. Si te la llevas tú, van a preguntar por qué no sé quedó con su padre, ¿Y qué les vas a decir? ¿Les dirás acaso que le mentiste a todo el mundo? Entonces también van a matar a MiYeon y te entregarán a cualquier alfa.
—Basta .—pidió con la voz temblando, mientras MiYeon sollozaba en sus brazos.
—Pues entonces que el Gobierno se la quite y no seas tú, perra. —gruñó Rosé.
Ten soltó una risa baja.
—¿Pensando en hacerla escapar, Rosé? —adivinó sus planes Ten—. Pero se te olvida algo importante: yo quiero a su bebé —el chico humedeció sus labios—. Si sales de esta casa con MiYeon en brazos, rayito de sol, voy a llamar inmediatamente a las autoridades y denunciaré todo. Así que ahora me darás a tu hija, Lisa, y no volverás nunca más a esta casa. Prometo criarla bien, aunque por supuesto, no sabrá nada de ti más adelante. Borraré todo rastro de ti de su mente.
Lisa negó con la cabeza, abrazando con más fuerza a MiYeon.
—Por favor, Ten... —pidió con la voz temblando—. Te lo ruego, te lo pido como tu hermana...
—No seas idiota —él le miró con desprecio—, no eres para mí más que una mierda fácil de aplastar.
Una bofetada resonó en el cuarto.
Ten parpadeó, su mejilla picando cuando Rosé lo observó con ojos refulgentes de ira, y retrocedió, notando como el aire se cargaba de hormonas alfas, pero no de celo, sino de rabia.
Sin embargo, no llegó lejos, no cuando de pronto la mano de Rosé la agarró por el cuello y empujó de él contra la pared, su cabeza golpeando contra la pared en un ruido seco.
Lisa ahogó el grito de sorpresa de sus labios.
—Podría matarte, Ten, con sólo un movimiento —dijo con voz suave Rosé—, podría deshacerme de todos los putos problemas que me has traído en un segundo.
—No te atreverías. —gimió Ten por el dolor.
—¿Quieres desafiarme? —gruñó Rosé, acercando su rostro y apretando un poco más su tráquea, su respiración volviéndose errática—. ¿Quieres casarte conmigo, Ten? Bien, tendrás eso de mí. Pero voy a hacerte la vida imposible de mil formas que desearás no haber nacido. Ahora, deja en paz a Lisa y a MiYeon, no las metas en esto.
Ten soltó una risa entrecortada, antes de volver a jadear cuando Rosé presionó más.
—Mátame, hija de puta, hazlo, y mata también a tu cría —gruñó Ten—. ¿Yo seré miserable? Pues tú también lo serás, porque tu omega ya no te quiere más —sus ojos se movieron hasta posarse en Lisa—. ¡Y si MiYeon sale por esa puerta, te juro que acabará muerta, y no será por mi mano!
Lisa miró a MiYeon, que gimoteaba en sus brazos, y algo se rompió en su interior cuando se dio cuenta de cuál sería la decisión que tendría que tomar.
Aunque doliera. Aunque algo pareciera morir en su interior ante el pensamiento de hacerlo, pero Lisa no podía permitirse ser egoísta consigo por mucho que deseara serlo. Porque la vida de MiYeon valía mucho más que su estabilidad emocional.
Tenía que proteger a MiYeon, pues sólo así podía seguir viviendo.
—Rosé, por favor, suéltalo. —pidió con voz suave, con ese tono omega que usaba cuando necesitaba calmar a su alfa y deseaba ser mimada.
Pudo notar como Rosé se tensaba, soltando un gruñido más bajo, y dio un paso.
—Por favor, por favor, Rosie... —insistió.
Rosé soltó bruscamente a Ten antes de voltearse, caminar hacia ella y abrazarla con tanta fuerza que, por un instante, un breve instante, pudo sentir como las partes rotas de su corazón podían ser reparadas si Rosé la abrazaba de esa forma por el resto de su vida.
—Te amo, te amo, te amo... —murmuró Rosé, sollozando contra su hombro.
—Yo también —admitió, antes de mirarla a los ojos—. Prométeme que vas a cuidar a MiYeon con tu vida, Roseanne. Prométemelo.
La alfa parpadeó, abriendo su boca en una mueca de horror, y la bilis subió a su garganta.
—Tienes que jurarlo —presionó, necesitada—, tienes que cuidarla con tu vida y hacerle saber todos los días que la amo mucho, ¿Está bien? No puedes permitir que nada le pase, porque... Porque si algo le pasa, me muero, Rosé.
Rosé sacudió su cabeza.
—No, no lo hagas, hallaré una forma para...
—Sé que lo harás —Lisa le sonrió, aunque sus labios temblaban—, pero MiYeon tiene que quedarse contigo, Rosé, así que júralo —su tono se quebró—. Júralo por el amor que me dices tener.
Rosé apretó su mandíbula.
—Lo juro, Lili.
Lisa se alejó, mirando a MiYeon, que le observaba sin comprender.
—Yeonnie —le murmuró, limpiando los rastros de lágrimas de sus mejillas—, te vas a portar bien con tu papá, ¿Está bien?
—¿Eh?
—Vas a quedarte con ella un tiempo, mi amor, mientras mamá está fuera.
MiYeon sacudió su cabeza, sus ojitos humedeciéndose, y enterró su rostro en su pecho.
—¡No, no! —gritó, llorando—. ¡No, mami! ¡Mami mía! ¡Te amo, te amo! ¡No! ¡Pótale ien! ¡Lo pometo, mami!
—No llores, mi amor, por favor —Lisa la apretó contra su cuerpo, tratando de no romper a llorar—. Prometo que volveré por ti, lo juro, MiYeonnie, pero tienes que quedarte un tiempo con papá, y cuando regrese, bebé... Te juro que iremos a comer todo el helado que quieras y te compraré todos los peluches del mundo, pero tienes que portarte bien.
—No queio... —sollozó MiYeon, balbuceante.
—Te llamaré todos los días, lo juro, mi vida —Lisa miró a Rosé, que no dudó en tomar en brazos a una titubeante bebé—. Papá te cuidará bien y te leerá cuentos todas las noches, así como yo hago contigo —le dio un beso en la mejilla, sonriéndole para calmarla—. ¿Puedes hacer eso por mí, MiYeon? ¿Puedes ser una buena niña para mí?
MiYeon sollozó, pero sólo abrazó a Rosé, asintiendo, y le dio un último beso en la frente. Tomando todas las fuerzas del mundo, se enderezó y caminó hacia la salida.
Ten le devolvió la mirada, su mano en su cuello con marcas, y el omega no la miró mientras salía de la casa. Trató de controlarse para no volver al interior y llevarse a MiYeon de allí.
Por eso, se apresuró en entrar al auto, donde una preocupada JooHyun le observó en silencio, mientras TaeHyung permanecía callado.
Enterró su rostro entre sus manos, sintiendo como una parte de ella quedaba para siempre en esa casa.
***
SoYeon y Yuqi querían salir a jugar, pero Jennie les negó la salida, nerviosa y alterada por todos los recientes hechos que ocurrieron en su vida.
Por todo el desastre que estaba pasando a su alrededor.
—¡Pero quelemos salil a jugal! —reclamó Yuqi, enfurruñada.
—¡Quedemos il a ved a Mimi! —protestó SoYeon.
Jen sacudió la cabeza, negando, y puso una expresión seria.
—No van a ir a jugar con Yeonnie ni con la tía Lili hasta que las cosas se calmen —suavizó su voz—. Con la tía Rosé no están pasando un buen momento, ¿Está bien?
—Pelo Yeonnie llodó mucho anoche —sollozó Yuqi—, no me gusta que Mimi llodé. Y lloda y hacer llodad a SoYeonnie. —Yuqi abrazó a su hermana adoptiva, cuyas mejillas se tornaron rojas.
—Me-Mentida. —balbuceó avergonzada.
—¡Y si SoYeonnie y Mimi llodan, yo también llodo! —gritó Yuqi con ojos llenos de lágrimas.
Jennie suspiró, arrodillándose ante las niñas para limpiar sus mejillas encharcadas, y le dio un beso a cada una en la frente, sabiendo que estaban asustadas por la situación.
Cuando JiSoo llegó el día anterior con las dos niñas de la mano, asustadas, contándole lo que ocurrió en el departamento de NaYeon, Jennie no tardó en atar cabos acerca del llanto repentino de Lisa luego de ir a abrir la puerta en su despedida de soltera y la forma desesperada en la que las echó de la casa.
Rosé engañó a su omega, dejó embarazado a su hermano, y ahora todo era un caos.
Jennie quería llamar a Lisa, quería hablar con ella, preguntarle cómo estaba la situación, pero no se sentía capaz de hacerlo porque, de alguna forma, sabía que las cosas se tornaron peligrosas para cualquiera que mantuviera contacto con la omega o con Rosé.
Sobre todo cuando, esa mañana, Jennie revisó el correo y entremedio de las cuentas vio una carta con procedencia desconocida, con un simple mensaje escrito en una elegante caligrafía:
No se acerquen a la familia Park ni a Lisa.
No había firma alguna, pero no tenía que ser muy inteligente para adivinar quién fue el emisario.
Después de todo, Jennie Kim sabía que se ganó a un enemigo cuando se negó a cooperar con Ten y la madre de Rosé.
Y por mucho que quisiera a Lisa, tenía que cuidar también a su familia, y no podía hacer que SoYeon y Yuqi estuvieran bajo la mira de esas horribles personas.
—Mimi está bien —les prometió, suspirando—, pero ahora deben mantenerse alejadas un tiempo, ¿Está bien? Apenas puedan, les dejaré ir a jugar con ella, pero por ahora no pueden hacerlo.
—Pelo... —comenzó a decir SoYeon.
—Pero nada —se puso de pie, pellizcándoles la nariz—. Ahora vayan a ordenar su cuarto, cuando lo fui a ver estaba hasta con comida de hace una semana.
Las dos niñas se miraron, refunfuñando a regañadientes, y se marcharon enojadas.
Jennie volvió a suspirar, cruzándose de brazos, antes de voltearse cuando la puerta de entrada se abrió y JiSoo apareciendo con una expresión agotada.
La beta miró a su pareja con una pregunta silenciosa en sus ojos.
—Rosé envió su carta de renuncia esta mañana.
Sintió como su estómago se contraía ante la declaración de JiSoo, que dejó su maletín en la entrada. Pasados unos segundos soltó el aire de su boca.
—Tampoco contesta mis llamadas ni mis mensajes.
No pudo evitarlo: se sentó en el sofá, cubriendo su rostro con expresión acongojada mientras JiSoo la imitaba segundos después. Le tomó su mano, y Jen tuvo que contarle sobre la carta con ese horrible mensaje que llegó esa mañana, viendo como su expresión se oscurecía por la rabia y el miedo.
—Mierda —murmuró JiSoo, poniéndose de pie—. Mierda, ahora todo me cuadra...
—¿Qué? —Jennie la miró sin comprender, y JiSoo apretó el puente de su nariz, farfullando por lo bajo.
—El director de la clínica me llamó hoy y me ofreció un traslado a Seúl en un mejor puesto.
Jennie enmudeció, incrédula, y JiSoo la miró con ojos tristes.
Luego, Jennie comenzó a reírse entrecortadamente.
—Debes estar jodiéndome. —murmuró, poniéndose de pie también.
JiSoo negó con la cabeza.
—La madre de Rosé nos quiere lejos de su hija —la beta miró a Jennie, suspirando—. Le dije que lo pensaría, pero me dijo que era un cargo urgente que estaban solicitando, y me dio hasta mañana para responder. Y temo que si me niego...
—Te van a despedir —gimoteó Jennie espantada, comprendiendo la situación—. Mierda, esto... Carajo...
—No sólo me van a despedir —masculló JiSoo—, si no nos vamos, probablemente ellos hagan lo imposible para jodernos, y eso afectaría a SoYeon y Yuqi.
Jennie tomó aire, con su cabeza doliendo con toda la situación que estaban pasando. Tuvo que acercarse a JiSoo para abrazarla, sostenerse un pequeño instante por todo lo que estaba ocurriendo.
Las cosas se desarmaron en menos de veinticuatro horas y ambas no sabían qué hacer para que nada siguiera empeorando.
JiSoo la abrazó por la cintura, acariciándole el cabello, y Jennie la miró.
—Nos vamos a ir. —dijo con la voz quebrada, y JiSoo sólo pudo asentir, silenciosa.
***
Lisa miró con agradecimiento a JooHyun, que le ofreció la taza de café con una expresión amable, revolviéndole el cabello.
—No tenías que hacerlo. —murmuró Lisa, mirándola de reojo.
JooHyun se encogió de hombros, quitándole importancia al hecho de haberle dado alojo la noche anterior.
—No me gusta verte triste, Lili. —le dijo JooHyun con tono apenado en su voz.
La alfa deslizó una mano por su mejilla, acariciándosela con suavidad, y Lisa se echó hacia atrás, escalofríos recorriendo su cuerpo.
—No dormiste nada anoche, se nota en tu rostro. —comentó JooHyun, como si Lisa no le hubiera rechazado de forma sutil segundos atrás.
Lisa asintió, frotando sus ojos debido al cansancio, y tomó un poco de café, haciendo una mueca ante el sabor amargo en su garganta.
TaeHyung le dijo que podía quedarse con él un par de días, pero Lisa no quería molestarlo, no cuando en su pequeño departamento había sólo dos cuartos y estarían todos apretados. JooHyun le ofreció quedarse en su casa, que no le molestaba, y Lisa estaba demasiado cansada como para negarse.
—¿Qué harás ahora? —le preguntó JooHyun con preocupación.
No contestó enseguida, tratando de no quebrarse o desesperarse por la situación en la que estaba.
—Tengo algo de dinero —dijo en voz baja—, cuando vendí la casa de JiWon logré sacar un buen dinero de eso, así que... Bueno, supongo que los primeros meses estaré bien...
JooHyun asintió, sentándose a su lado.
—Si quieres quedarte aquí, Lisa, no tengo problema alguno con ello. —sugirió JooHyun.
La omega mordió su labio inferior.
—No creo que sea buena idea, JooHyun. —respondió suavemente.
Las cejas de JooHyun se arrugaron, confundida, antes de mirarla como una cachorra necesitada de cariño. Pero Lisa no sintió compasión ni tristeza.
Sólo un vacío enorme en su corazón.
—¿Por qué? —preguntó JooHyun con tono tenso.
Lisa la observó y humedeció sus labios.
—Porque no quiero que me marques —replicó, perdiendo la suavidad—. Porque no quiero a ningún otro alfa en mi vida. He terminado con ellos.
Hubo un silencio en el comedor mientras se observaban en silencio, con Lisa sin mostrar expresión alguna en su rostro, sin arrepentirse de sus palabras, a pesar de la expresión algo herida de JooHyun.
No, Lisa no sentía pena ni culpa por lo que dijo. Lo único que sentía era algo parecido al odio por todo lo que estaba pasando, por la traición de Rosé, por haber perdido a MiYeon, por ser una omega en un mundo que estaba hecho sólo para alfas.
—Lisa, puedo prometerte-...
Se puso de pie, sacudiendo la cabeza.
—Estás perdiendo el tiempo —su mano se deslizó hacia su marca, sintiéndola arder—. Ningún otro alfa va a tocarme de esa forma. Ningún otro alfa va a marcarme. Pueden irse todos a la mierda. Mi padre, JiWon, Rosé... Pueden todos joderse y dejarme en paz.
JooHyun le tomó de la muñeca cuando se giró para encerrarse en su cuarto.
De pronto, estaba contra la pared, con JooHyun frente a ella frunciendo los labios en señal de disgusto, pero lejos de sentirse aterrada como habría ocurrido antes, sólo dejó salir un bufido molesto y de irritación.
Su mayor miedo los últimos años fue perder a MiYeon, y ahora que ya no la tenía, que se lo quitaron, ¿Qué le quedaba?
Podían hacer lo que quisieran con Lisa, a ella no ya no le interesaba.
—Es una falta de respeto dejar hablando solo a un alfa, Lisa. —dijo con suavidad JooHyun.
Soltó una risa entre dientes, pero carecía de diversión o alegría.
—No seré tu omega, JooHyun —contestó con tono plano—. No a menos que me violes.
La alfa la soltó poniendo una expresión de horror, antes de sacudir la cabeza.
—Vamos a dejar esta conversación hasta acá. —murmuró JooHyun, marchándose del comedor a paso presuroso.
Lisa apoyó su espalda en la pared, deslizándose hasta el suelo, y se sentó, abrazando sus rodillas. Era incapaz de soltar lágrima alguna por la situación en la que estaba.
Después de todo, llorar no iba a traer a MiYeon de regreso ni retrocedería el tiempo hacia esos meses con Rosé donde sólo sentía felicidad.
¡Gracias por leer!
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