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14.

Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.

A pesar de ser casi verano, Rosé nunca sintió tanto frío como esa noche, cuando abrió la puerta de su casa y la encontró a oscuras.

Sintió su respiración cortándose cuando entró y sus zapatos pisaron cerámica rota junto a flores destrozadas. Los jarrones estaban rotos.

Su estómago se tornó más pesado aun cuando subió las escaleras, siguiendo el rastro de feromonas que había en el aire, su cuerpo temblando en anticipación en el momento en que se detuvo fuera de la habitación matrimonial.

Recordó a su madre frente a ella, sonriéndole mientras le decía que Ten esperaba un hijo suyo, junto al descubrimiento de toda la verdad de MiYeon. Y ahora Lisa debía saberlo todo, y tenía claro que eso jamás la omega se lo perdonaría.

Pero Rosé quería rogar por ese perdón, aunque no lo mereciera.

Entró al cuarto, viendo inmediatamente a Lisa de rodillas ante el armario, una maleta a medio hacer a su lado.

Un raspón doloroso se asentó en su garganta.

—Lili. —susurró, su voz temblando.

La omega se detuvo, bajando sus hombros, pero sin voltearse.

Rosé se dio cuenta de que estaba llorando.

Dio dos pasos con la intención de ir a consolarla, sin embargo, antes de poder hacerlo, Lisa habló:

—No te me acerques.

Obedeció, su corazón rompiéndose ante la petición.

Lisa puso unas cosas más en la maleta antes de cerrarla, y luego se volteó, su rostro destrozado, con sus ojos rojos e hinchados y sus labios temblando.

Sin embargo, Rosé nunca la encontró más hermosa y lejana que esa noche.

—¿Dónde está MiYeon? —preguntó Lisa, poniéndose de pie.

Rosé humedeció sus labios.

—Está con JiSoo, en casa de NaYeon. —respondió.

Lisa asintió, sin mirarla realmente, y agarró la maleta. Sin añadir nada más, comenzó a caminar hacia la puerta, dispuesta a irse de allí y nunca volver.

Ante ese pensamiento que llegó a su mente, Rosé la tomó del brazo, deteniéndola.

—Perdóname —susurró, desesperada—, Lili, mi amor, por favor, perdóname-...

—De todos los omegas en este mundo —sollozó Lisa—. ¿Por qué con mi hermano, Rosé? —su expresión se quebró—. Me mentiste a los ojos. Me dijiste que sólo fueron unos besos, que no lo conocías...

Su alfa gimoteó en respuesta, desesperada, queriendo sostener a su derrotada y apenada omega en sus brazos, protegerla de todo el daño y decirle que todo iba a estar bien, aunque fuera sólo una vil mentira.

Hizo el amago de abrazarla, pero Lisa no se quedó quieta: la empujó bruscamente, su rostro todavía lloroso, pero sus ojos con una rabia que no vio allí antes.

—Lili, por favor, te lo ruego...

Entonces, Lisa hizo algo que nunca habría imaginado posible en la vida.

Lisa la abofeteó en la mejilla, soltando ya no hormonas de pena, sino también de odio, desprecio e ira.

—¿Tan... Tan idiota e ilusa me creías como para que jamás lo fuera a descubrir, Rosé? —gruñó, dando un paso y haciéndola retroceder por el aturdimiento—. ¿Tan patética me consideras, Roseanne?

Sintió sus ojos llenos de lágrimas, pero sabía que se lo merecía. Lo que hizo era imperdonable, eso lo tenía claro. No sólo engañó a su omega, a la pareja que escogió, sino que también destrozó a Lisa, la mujer que amaba, por un par de copas y su actitud.

Rompió su confianza, la despedazó por ser incapaz de decirle la verdad.

Eso, lo podía ver en sus ojos, jamás iba a perdonárselo.

Sintió su rostro húmedo por las lágrimas cuando notó que la perdió. Que perdió a Lisa para siempre.

—MiYeon y yo nos iremos —escupió Lisa, volteándose—. Hemos roto, Rosé —la miró por sobre el hombro sin expresión alguna—. No te quiero como alfa. Reniego de ti.

Su alfa pareció romperse ante ello.

Tomó aire de forma brusca, su garganta apretándose ante las palabras de Lisa, su estómago contrayéndose debido a la desesperación que sentía, y sollozó como una niña pequeña, queriendo que Lisa se volteara, la tomara en brazos, la llenara de besos y la perdonara.

Pero sabía que era imposible.

No cuando Lisa se estaba yendo a paso decidido.

Antes de darse cuenta, la había abrazado por la cintura, poniéndose de rodillas, aferrándose a las ropas de Lisa.

—No... No te vayas... —sollozó Rosé, sin importarle si lucía patética—. Por favor... Lili... T-Te lo ruego...

—Suéltame. —ordenó Lisa, su voz temblando.

—Te amo, te amo, te amo... No me... No me dejes... —insistió, desesperada.

—¡Suéltame, Rosé! —repitió Lisa queriendo avanzar, pero sin poder lograrlo.

—Eres... Eres mi omega... Eres mi bebé... No me a-abandones... Por favor, por favor, por favor...

—¡Me engañaste! —Lisa la empujó bruscamente, haciéndola caer de espalda—. ¡Me engañaste con mi jodido hermano! ¡Te lo follaste, te lo jodiste, y sólo porque yo fui a comer con JooHyun! ¡Me hiciste sentir como una mierda mientras te lo follabas!

Gimoteó al verla girarse y salir corriendo de allí, bajando las escaleras de forma presurosa, queriendo huir pronto de ese lugar.

Rosé, a tropezones, se puso de pie también, siguiéndola. Alcanzó a agarrarla otra vez, balbuceando que no se fuera, que no se alejara mientras Lisa le seguía gritando que la soltara, que no la tocara.

Así, a tirones, Lisa logró abrir la puerta.

Pero por supuesto, no pudo seguir avanzando: Sandara, la madre de Rosé, estaba fuera con una mirada despectiva. Y detrás suyo...

—¡Suéltala, jodida perra!

Ten Manoban sostenía a una aterrada MiYeon, que lloriqueaba en silencio.

Rosé soltó a Lisa, que no dudó en dirigirse a su hermano, quitándole a la bebé de sus brazos. La pequeña MiYeon se apresuró en colgarse del cuello de Lisa, desesperada, aferrándose a su progenitora y frotando su cabecita contra su mejilla mientras rompía a llorar.

—No le iba a-... —comenzó a decir Ten con tono fastidiado, cuando Lisa lo golpeó también en la mejilla.

—Eres una puta. —sollozó Lisa.

Ten parecía dispuesto a lanzarse sobre Lisa también, sin embargo, Rosé se interpuso entre ellos, agarrando a Ten por las muñecas y gruñéndole de forma amenazadora. Le importaba poco lucir destrozada a esas alturas, con sus mejillas húmedas y sus ojos rojos e hinchados, porque lo único de lo que se preocupaba era de que Lisa no saliera más herida por sus errores.

—Puedes irse a la mierda, todos ustedes —escupió Lisa, detrás de ella—. Lograste lo que querías, Ten. Ahora déjenme en paz, prometo no volver a acercarme a su jodida familia de mierda.

Dio un paso, sin embargo, se quedó quieta cuando Ten comenzó a reírse de forma divertida.

MiYeon se arrebujó en sus brazos, diciéndole con ese simple toque que se fuera de allí, pero no pudo hacerlo. No cuando Ten se reía con tanta burla y desprecio.

—¿Lo que quería, rayito de sol? —se mofó Ten—. Todavía falta mucho para tener lo que quiera.

Se alejó con otro paso, sin embargo, antes de poder hacerlo, uno de los guardias de Sandara se interpuso, impidiéndole que avanzara.

Se giró, dispuesta a decirles que se fueran al diablo, sin embargo, Sandara la observaba de manera helada, con una sonrisa cruel en su rostro.

Podía sentir como su estómago se encogía.

—Vamos adentro, aún hay cosas de las que hablar. —dijo Ten con falsa amabilidad.

—¡Suéltenme, bastardos! —espetó Lisa, mientras la empujaban de regreso a la casa.

Rosé la tomó de la cintura, pidiéndole que se calmara, pero su toque envió una sensación de electricidad y desesperación por su cuerpo. Por eso terminó alejándose, gruñéndole que no la volviera a tocar otra vez.

MiYeon sollozó en sus brazos, así que trató de calmarla de alguna manera.

Sandara se sentó en el sofá, con Ten a su lado, sin embargo, ella permaneció de pie, con Rosé sin alejarse.

—Verás, Lisa... —comenzó a decir Ten, humedeciendo sus labios—. Voy a quitarte lo que más quieres, ¿Sabes?

Lisa parpadeó, negando con la cabeza.

—Ya lo tienes —escupió con desprecio—. Acabaste con mi compromiso. Tómalo, es tuyo —miró a Rosé con rabia—. No quiero a Rosé. Cásate con ella y dale ese jodido bebé.

Ten volvió a reírse.

—Eres tan estúpida, Lalisa —continuó Ten, su voz tornándose llena de rabia ahora—. Una puta idiota —el chico le miró con desprecio—. Me quitaste a mamá. La mataste con tu estúpido nacimiento. ¿Por qué no te podías morir tú? —dolor sacudió su cuerpo ante su tono, recordándose a los cinco años, cuando Ten le decía esas cosas también—. Y no sólo eso. La mataste e hiciste que papá se volviera loco por el dolor. ¡Es tu jodida culpa! Me quitaste a mi familia, me quitaste mi felicidad, ¿Y ahora querías quitarme mi sueño?

Quiso retroceder, huir de allí, pero la puerta estaba bloqueada por los guardias de Ten.

—Cierra la boca, Ten —ordenó Rosé con tono tembloroso—. Ya lo lograste. Arruinaste nuestra relación, ahora déjala en paz.

Ten humedeció sus labios.

—Sí, lo hice —se puso de pie, orgulloso—, pero no quiero sólo eso —dio un paso, decidido—. Me darás a MiYeon ahora mismo, ¿Lo tienes claro? MiYeon es ahora mía.

Algo helado y duro se instaló en el estómago de Lisa ante las palabras de su hermano mayor. Pensó en reírse, pero sólo el pánico se apoderó de ella cuando notó su expresión seria y dura, diciéndole que no era broma alguna lo que estaba hablando.

Volvió a retroceder, con MiYeon rompiendo a llorar una vez más, pero fue incapaz de consolarla. Sólo podía pensar en sostenerla cerca suyo para que no se la alejaran.

—¿De qué hablas? —gruñó Rosé cuando nadie habló.

—Habla —comenzó a decir Sandara lentamente—, que esa bebé ya no es más de Lisa, Rosé. Es tuyo —Sandara también se puso de pie—, después de todo, ¿No le diste tu apellido?

Rosé se volteó hacia Lisa, que lucía pálida y aterrada, sin dejar de sostener a MiYeon en sus brazos, temblando con desesperación.

—MiYeon no tiene nada que ver con esto. —gruñó Rosé.

—Por supuesto que sí —ronroneó Ten—. Había pensado al principio denunciarlos, ¿Sabes? Decirle a todo el mundo que falsificaste papeles y que MiYeon en realidad no es tu hija para que así la mataran frente a Lisa —Ten dio otro paso, riéndose—. Pero luego pensé que es mejor quitártelo, ¿No es así, Lili? Si MiYeon moría, tú ibas a enloquecer y probablemente acabarías también muerta, después de todo, es tu pequeña bebé. Y si morías... —hizo una mueca de falsa pena—. Bueno, eso es muy aburrido, ¿No crees? —su tono se volvió frío—. Quiero verte sufrir por todo lo que me has hecho, Lisa. ¿Y qué mejor que quitándote a tu alfa y a tu bebé? ¿Qué mejor que alejándote de ellas, quitándote todo lo que amas, y dejándote sola, sin nadie?

—¡MiYeon es mía! —gritó Lisa con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No te pertenece! ¡No es tuya ni de Rosé! ¡Es mía! ¡Yo la di a luz, la crie, la tuve a mi lado siempre! ¡Es mía, de nadie más!

MiYeon sollozó con más fuerza contra su cuello.

Mami, mami, mami... —murmuraba, aferrándose a su toque.

No, Lisa no se la iba a pasar nunca a nadie. No iba a permitir que se la quitaran, que la alejaran de la única persona en ese mundo que jamás la decepcionó, que nunca le rompió el corazón.

MiYeon era suya, así como ella era de MiYeon.

Se giró, queriendo salir corriendo de allí, pero un estúpido guardia beta la sostuvo del brazo, impidiendo que se moviera. MiYeon gritó, desesperada.

—Si no me lo das ahora, Lisa —gruñó Ten fríamente—, entonces iré a hacer la denuncia de que no cumpliste con la ley establecida, ¿Y sabes qué va a pasar? Van a matarla frente a tus ojos —la chica sollozó—. No es como si me interesara que tu asquerosa mocosa siga vivo, pero entonces te obligarán a tener un bebé de Rosé para demostrarle a todo el mundo que cumplirás con la ley, quieras o no —le sonrió, mostrando sus dientes—. ¿Ves que todos ganamos? Bueno... Todos menos tú.

—Ten, por favor... —y quien habló no fue Lisa, sino Rosé—. No es... No es necesario que hagan esto —miró a su madre, desesperada—. Me casaré con Ten, lo prometo. Heredaré la empresa si quieres. Marcaré a Ten. Haré lo que quieras, lo juro, pero por favor... —su tono se quebró—. Por favor, no le hagan esto a Lisa. Por favor, mamá.

Rosé podía verlo, podía notarlo por su vínculo destrozado, todo lo que Lisa estaba sintiendo en ese instante. Desesperación, ira, pena, tristeza, odio, pero por sobre todo... Por sobre todo, terror y dolor de que le quitaran la única cosa buena que tuvo en esa vida.

Rosé ya la destrozó con su actuar, sin embargo, tenía que seguir impidiendo que le hicieran más daño. No importaba si ella se condenaba, si se veía obligada a aceptar una vida que no quería, a estar con una persona que odiaba: si de esa forma lograba salvar un poco la felicidad de Lisa, entonces lo haría.

Podía condenarse mil veces, Rosé lo aceptaría feliz, siempre y cuando Lisa estuviera bien.

Sandara sonrió con diversión.

—Rosé, cariño —ronroneó Sandara—, harás todo eso, y tú serás la encargada de criar a MiYeon junto a Ten. Dejaremos a Lisa en paz, pero a cambio, tendrás que cumplir con todo lo que te ordenemos —se rió—, y MiYeon está dentro de esas órdenes. Ahora, quítale la bebé a Lisa o no dudaremos en llamar a las autoridades para que lo maten.

—No... —sollozó Lisa, queriendo retroceder, pero sin lograrlo—. No, por fa-favor... No a MiYeon... S-Se los ruego...

—No te preocupes, rayito de sol —dijo Ten con falsa amabilidad—, MiYeon no va a recordarte. Su mamá seré yo desde ahora en adelante, así que no sufrirá porque no estás.

—¡Ten, basta! —ordenó Rosé con un gruñido.

MiYeon comenzó a llorar a gritos, mientras Lisa chocaba con la pared.

—Es tu decisión, Lisa —escupió Sandara, sin moverse—. O nos entregas a MiYeon ahora mismo, o la verás morir frente a tus ojos.

Lisa negó con la cabeza, con sus ojos llenos de lágrimas. En sus brazos, MiYeon seguía llorando, y chocó con la mirada burlona de Ten, con los fríos ojos de Sandara, y por último, con el suplicante, aterrado y penoso rostro de Rosé.

Todo estaba mal. Todo salió horriblemente mal por querer ser feliz cuando la felicidad no era para una persona para ella.

Así, entremedio de esa bruma de dolor y desesperación, Lisa tuvo que tomar una decisión.


Kim TaeHyung suspiró por décima vez esa noche, removiéndose incómodo en la mesa de la cocina mientras su compañero de departamento, JiMin, lo miraba con una expresión de curiosidad.

—¿Ocurre algo, TaeTae? —le preguntó el beta con dulzura.

TaeHyung suspiró.

—Estoy preocupado por Lisa —respondió, distraído—. No tuvimos que haberla dejado sola, pero estaba tan destrozada y desesperada que nos echó de su casa antes de que pudiéramos procesarlo todo y ahora no contesta sus llamadas y...

JiMin hizo un gesto para que se calmara, sorprendido.

—Pero... ¿Pero no les dijo por qué los echó? —preguntó, frunciendo el ceño.

—¡No! Sólo de pronto apareció llorando y pidiendo que nos fuéramos y no quiso decirnos nada, ni siquiera a Jen, que es su mejor amiga —lo miró, mordiendo su labio inferior—. JiMin, estoy preocupado, ¿Y si le pasó algo realmente malo?

JiMin le tomó la mano, tratando de tranquilizarlo un poco porque notaba que su mejor amigo estaba algo histérico por la situación. Conocía a TaeHyung desde pequeño porque ambos vivieron en un barrio pobre, pero a diferencia de su mejor amigo, él sí pudo asistir a un colegio y tener clases normales. Sin embargo, ahora que TaeHyung estaba más grande y era independiente, decidió continuar con sus estudios para poder ser alguien en la vida, como solía decirle al menos dos veces al mes.

A JiMin no le importaba realmente: mientras su mejor amigo fuera feliz, eso estaría bien.

—No enloquezcas. —regañó JiMin paternalmente.

Tae dejó salir el aire que estuvo conteniendo en su pecho.

—Lisa me preocupa bastante. —dijo en cambio.

Antes de poder decirle algo más, tocaron a la puerta del departamento.

—Iré yo. —dijo TaeHyung con pena en su voz.

JiMin no sabía el porqué, pero también se puso de pie, siguiendo a su mejor amigo.

TaeHyung abrió la puerta, quedándose quieto.

—¿Quién es, TaeTae? —preguntó JiMin detrás.

—¿Lisa?

TaeHyung alcanzó a agarrar a una destrozada y perdida Lisa, que no dejaba de llorar, con su voz rota y quebrada, sus mejillas húmedas y encharcadas por las lágrimas.

—¡Lisa! ¡Demonios, entra, entra! —se apuró a decir TaeHyung, sosteniendo a su amiga por la cintura.

JiMin decidió no hacer preguntas, alarmado por la situación en la que se encontraban.

TaeHyung llevó a Lisa a rastras al comedor, donde la sentó en el sofá, murmurándole que se calmara. Segundos después, JiMin apareció, llevando un vaso con agua y azúcar, preocupado por todo lo que estaba pasando.

—Lili, ¿Qué ocurrió? —preguntó TaeHyung con tono tembloroso.

Lisa sollozó con más fuerza.

TaeHyung notó entonces que llevaba un bolso colgando de su hombro.

Pero eso no llamó su atención. No, fue notar lo otro.

—Lisa —balbuceó Tae—, Lili... ¿Dónde está MiYeon?

Lisa se derrumbó en sus brazos.

—La... La tu-tuve... Tuve que entregar... —susurró con la voz ahogada.

TaeHyung contuvo el grito de horror que quería salir de sus labios, mientras Lisa siguió llorando en sus brazos sin detenerse.

Sin detenerse en toda la noche.

¡Gracias por leer!

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