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13.

Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.

Negativo.

Otro maldito negativo.

Rabiosa, tiró la prueba de embarazo al basurero, mirando su reflejo en el espejo, y se encontró con su cara haciendo una mueca molesta y de ira.

Era la cuarta prueba de embarazo con resultado negativo y estaba a punto de romper algo debido a la frustración y la pena. ¿Por qué su cuerpo no podía quedar preñado? ¿Por qué no podía darle un bebé a Rosé?

Prácticamente hacía el amor con Rosé cada noche, dejando que anudara y se corriera en su interior. Incluso permitía que permaneciera dentro de ella para aumentar las probabilidades de un embarazo, pero no pasaba nada. Su cuerpo no respondía. Su omega se negaba a otro bebé por ahora.

Su triste, herida y frágil omega no quería un bebé de Rosé, no hasta perdonarla por completo.

Y Lisa tenía miedo de que eso afectara a su relación con la alfa.

Iba a casarse en una semana. Luego vendría la luna de miel. Y después... ¿Después qué? Rosé iba a querer bebés. Bebés que Lisa no podía darle. Bebés que podía buscar en otra persona.

¿Y qué pasaría con ella? ¿Con MiYeon?

¿Qué pasaría si a Rosé su alfa le decía que quería bebés y buscara a alguien más?

Lisa tenía miedo de que eso fuera a ocurrir. Que la abandonara por alguien que pudiera suplir sus necesidades. Por alguien que no llorara por un engaño, ni a veces le hiciera el quite por el sentimiento de traición que le embargaba.

Existían alfas que buscaban más de un omega como pareja, y temía que Rosé fuera una de ellos. Lisa no quería compartir a Rosé con nadie, la quería sólo para ella, para nadie más.

Suspiró, sentándose en la tapa del baño, y apoyó su cabeza entre sus manos. Segundos después, la puerta del baño se abrió.

¿Mami? —balbuceó MiYeon con los ojos cerrados—. ¿Ocupaa?

Soltó una risa cansada.

—No, no, ven bolita de arroz. —murmuró Lisa, causando que la bebé abriera los ojos y le sonriera, tambaleándose hacia ella con sus manos extendidas.

—Mochi mochi —balbuceó la bebé, apoyándose en las rodillas de Lisa—. U-e-mos.

Tomó a MiYeon en brazos, sentándola en su regazo, y le besó la mejilla regordeta, causando que riera.

—¿A qué quieres jugar? —preguntó Lisa, poniéndose de pie, MiYeon abrazándose a su cuello como un mono—. Mmm... ¿Y si vamos a jugar con SoYeonnie y YuYu?

MiYeon la miró, arrugando los labios.

No —refunfuñó—. Tigo no más. Te estanio. Papá abu-i-o.

Le pellizcó la nariz, negando con la cabeza, y la dejó en el suelo para darle la mano.

MiYeon no lo diría, lo negaría, pero Lisa se dio cuenta de que su bebé estaba comportándose groseramente con Rosé, e incluso le hacía más pataletas que nunca.

Recordó de forma superficial la noche que pelearon, cómo MiYeon pasó sus manitos por las mejillas llenas de lágrimas de Lisa. Una vez pareció calmarse un poco, la bebé le llenó la carita de besos, diciéndole llorando también que no llorara, que no quería verla triste, y Lisa tuvo que usar todas sus fuerzas para tratar de calmar sus sollozos.

MiYeon parecía más vengativa que ella misma con respecto a la pelea que tuvo con Rosé, pero si era sincera, no pensaba reprochárselo un poco.

—¿Y a qué quieres jugar? ¿A las escondidas? Mmm... —bajaron las escaleras lentamente, viendo a MiYeon ir saltando escalón por escalón—. Oh, pero ahora que lo recuerdo, teníamos que ir a retirar tu vestido para la boda, MiYeon.

¡Noooooooooo! —MiYeon se soltó, horrorizada—. ¡No, no, noooooooooooooo! ¡Feo, feo!

—¡MiYeon!

Nooooooooooooooooooooooooooooooooooo.

Antes de poder agarrarla, la bebé salió corriendo –o tambaleándose, mejor dicho– y se metió bajo la mesa. Lisa no alcanzó a agarrarla, la pequeña aprovechando eso para meterse por entre las patas de la silla para así no ser atrapada, y le sacó la lengua a Lisa.

—¡MiYeon! —regañó Lisa, inclinándose—. ¡Sal de ahí, ahora! Mientras más rápido vayamos, podremos jugar antes.

No —MiYeon la miró por entre las sillas, poniendo mala cara—. ¡Fuchi fuchi!

—¡No me hagas fuchi!

¡FUCHI!

Iba a hablar, pero sintió unas conocidas manos agarrándola de la cintura, y soltó un chillido por la sorpresa, causando que Rosé detrás de ella se riera. Pudo sentir su entrepierna medio despierta contra su pelvis, y movió automáticamente su trasero, causando que ahora la alfa dejara salir un gemido bajo.

—No pensé que fueras a recibirme así luego del trabajo. —dijo Rosé en un gruñido bajo.

—En realidad, pensaba recibir a mi amante así —picó Lisa sin voltearse, mirando a MiYeon bajo la mesa, que ahora se arrastraba para salir por el otro lado—. ¡Regresa aquí, niña!

—Qué suerte tiene tu amante de tener tan bonito culo bajo sus manos. —gruñó Rosé sin moverse.

—Ya, no seas exagerada —Lisa la manoteó, riéndose—. Anda, ayúdame a atrapar a MiYeon, no quiere ir a probarse su vestido para la boda.

Rosé miró a la niña, que en ese momento estaba gateando por detrás de los sillones con el objetivo de que no la atraparan. Sin embargo, antes de que pudiera ponerse de pie para salir corriendo, la alfa la agarró por la cintura, levantándola.

Por supuesto, los gritos no se hicieron esperar.

¡Fuchi, popo feo! —chilló MiYeon, moviendo sus pies.

—¡MiYeon! ¡No le digas popo a tu papá! —regañó Lisa, limpiándose sus rodillas.

La bebé abultó sus mejillas, enrojeciendo, pegándole ahora a Rosé que hacía muecas de disgusto.

¡Popo feo! ¡Popo feo!

Antes de que Rosé pudiera regañarla, Lisa tomó a la pequeña en brazos. Inmediatamente MiYeon se calmó, abrazando a Lisa por el cuello y mirando a Rosé con el ceño fruncido. No tardó en sacarle la lengua.

—Dios, MiYeon, no puedes hacer eso más —dijo Lisa, mirando a la bebé, que lucía tranquila—. Tienes que respetar a tu papá, ¿Entendido? Si vuelves a decirle así, voy a castigarte. Ahora discúlpate.

Rosé suspiró, negando con la cabeza. Sabía, de alguna forma, que la actitud de MiYeon se debía a la pelea de semanas atrás, y si era sincera consigo misma, que la bebé la tratara así le ayudaba a reducir un poco la culpa por la mentira enorme que se negaba a confesar.

No. —murmuró MiYeon.

—Discúlpate, ahora. —ordenó Lisa con la voz dura.

El labio de MiYeon tembló.

¡No quelo!

—Lisa, no es necesario...

—¡O te disculpas ahora, MiYeon, o no te compraré helado nunca más!

La bebé puso ahora una expresión de horror antes de mirar a Rosé con odio.

¡Lo sento, lo sento Rose!

Hubo un pequeño silencio.

—¿Acabas de...? —Lisa dejó a la bebé en el suelo, que bajó la vista—. ¿La llamaste por su nombre, MiYeon?

Um...

—MiYeon.

No papá —murmuró la bebé—. Rose no papá.

Rosé sintió como algo dentro de ella moría por las palabras de la bebé.

Sabía que no debía tomárselo a pecho, que el enojo de la pequeña desaparecería en algún momento, pero que ahora no la considerara su padre por lo que ocurrió...

Bueno, era un golpe demasiado fuerte como para sentirse bien.

—MiYeon —dijo Lisa con extraña calma en su voz—, Rosé es tu papá, lo quieras o no. Sé que sigues enojada con ella, pero no es para tratarla de esa forma, ¿Entendido? Ahora, pídele disculpas como corresponde.

MiYeon infló sus mejillas, pero ya no parecía enojada, sino sólo triste. Pasados unos segundos, se volteó a Rosé con la vista baja y los ojos llenos de lágrimas.

Lo... Lo s-sento, papá...

Rosé suspiró, negando con la cabeza, y tomó a la bebé en brazos, que no dudó en abrazarla por el cuello, sin dejar de sollozar.

—No pasa nada, Yeonnie —le dijo Rosé, revolviéndole el cabello, besándole la mejilla—. No estoy enojada. Cuando salgamos, te compraré un helado, ¿Está bien?

Dos helaos. —pidió MiYeon con un puchero, sorbiendo su nariz.

—No te pases de lista —se rió Lisa, inclinándose para darle un beso a Rosé en los labios—. Le pondré sus zapatillas y salimos, ¿Bien? Cámbiate y ponte algo más cómodo.

Rosé negó con la cabeza, atrayendo otra vez a Lisa para darle un segundo beso.

—Se supone que yo soy la jefe de familia, yo debería dar las órdenes. —se quejó Rosé, dejando a MiYeon en el suelo, que salió corriendo de allí.

Lisa soltó una risa baja, abrazando a la alfa.

—Para afuera serás la jefe de familia, pero aquí dentro, yo mando —replicó Lisa—. Ahora, si no vas a cambiarte, la que se quedará sin helado serás tú, Rosé.

La alfa se marchó refunfuñando, causando que Lisa volviera a reírse, y por dentro tratara de repetirse que tener otro bebé no era necesario por ahora.

Un bebé podía esperar, estaba segura de que a Rosé eso no le molestaría.

***

Dos días después, decidieron ver los últimos detalles de la boda, yendo al estanque Anapji para dejar todo listo. Al fin y al cabo, en cinco días, iban a casarse.

La señora Sun estaba hablándoles sobre la disposición de las sillas mientras apuntaba hacia el pabellón donde estarían de pie ante el público. Rosé, sin embargo, fingía oírla, pero realmente miraba de reojo a Lisa, que estaba a varios metros alejada junto a MiYeon. Ambas estaban de pie ante la laguna para alimentar a los patos y cisnes.

La omega estaba riéndose mientras MiYeon imitaba a los patos, lanzándoles pedacitos de pan entre chillidos de emoción.

—¿Señora Park? —preguntó la beta, que era responsable de organizar la boda en ese lugar.

—¿Sí? —murmuró, distraída.

—Quería hablarle sobre la comida que quieren llevar después en el salón principal, como usted dispuso...

Lisa se arrodilló ante MiYeon, quitándole la sudadera debido al calor que hacía, y se sintió un poco más enamorada cuando la omega la miró, sonriendo como si nada para saludarla. MiYeon le imitó segundos después, gritando entre risas.

—... Una vez ustedes se marchen para su noche de bodas, se dejará que los invitados...

Lisa y MiYeon se subieron al puente, quedando en medio para asomarse por la barandilla, y la bebé chilló cuando Lisa hizo amago de tirarla al agua.

Dios, ¿Podía acaso estar más enamorada de esa pequeña familia?

No era sólo que su alfa estuviera completa e irrevocablemente atraída por la omega de Lisa, sino que también su lado racional, su mente y corazón, amaban por completo a Lisa, necesitaban de ella y deseaban verla siempre feliz, sonriente y contenta. El amor que sentía por Lisa era... Era inexplicable, era algo que no podía decirlo en palabras, pero que tampoco se molestaba en controlar.

Su alfa siempre supo lo que quería, y cuando vio a la omega en el jardín de la casa con su pequeña bebé, su instinto gritó que la quería a ella y a nadie más, así que no le negaría eso por nada en el mundo. Por supuesto, le pareció raro que se encaprichara con una omega que ya fue marcada y tenía una bebé, pero no le dio demasiadas vueltas al asunto.

Y como se lo esperaba, su alfa no se equivocó para nada: Lisa era todo lo que estuvo buscando y quiso alguna vez, por lo que ahora no la dejaría ir para nada en el mundo.

Miró la mano de Lisa, viendo brillar el anillo de compromiso.

Primero el matrimonio, luego una familia con muchos bebés.

Pensar en tener a un montón de niños correteando por allí antes le habría desagradado, pero si eran hijos de Lisa y ella, entonces no le importaba tener a diez niños, más incluso. Todo por ver a su omega preñada y radiante.

Sí, eso estaría bien. Sería una buena vida.

—Eso serían los puntos más importantes, señora Park. —terminó de decir la beta, ajena al hecho de que Rosé apenas le prestó atención.

—No se preocupe, me encargaré de eso. —farfulló Rosé, viendo a Lisa acercándose para tomarle la mano.

—¿Todo bien? —preguntó Lisa, sonriendo.

Rosé le devolvió la sonrisa.

—Todo perfecto.

***

Ugh, Rosé...

¿Mmm...?

—¿Por... Por qué de-demonios... Ah... ¡PUEDES DEJAR DE EMBESTIRME?!

—¿Realmente... Quieres que... Ngh... Pare?

Lisa soltó un chillido cuando Rosé presionó contra su punto g, sin dejar de masturbarla, y gimoteó en voz baja al sentir como se corrió en la mano de la alfa, quién todavía seguía penetrándola como si nada.

—Eres... Eres el diablo... —jadeó Lisa, el agua humedeciendo su cabello, y volvió a chillar cuando sintió el nudo de Rosé en su interior—. ¡Yo... Yo sólo quería ducharme!

La alfa soltó una risa baja, negando con la cabeza, y besó su hombro, eyaculando dentro de la omega.

—Te amo —gruñó Rosé—, te amo, te amo, te amo...

Sostuvo a una temblorosa Lisa por las caderas, sin salir todavía de su coño, para luego quitarle los restos de champú del cabello.

—Mañana no me podré mover bien —se quejó Lisa sin moverse, enfurruñada—, y es la despedida de soltera. SeokJin no dejará de molestarme si me ve cojeando.

Tres días para casarse. Quedaba tan poco tiempo...

—Has estado más cariñosa —comentó Lisa como si nada, soltando un gemido bajo cuando Rosé se deslizó fuera de su agujero—. ¿O... Ocurre algo?

—Es sólo que... —caviló Rosé volteando a la omega, apoyando su cabeza en el pecho de Lisa, acurrucándose junto a ella. Le gustaba que Lisa fuera casi tan alta como ella porque así podía colgarse de su cuerpo y dejar que la mimara todo el tiempo.

A la mierda eso de que el alfa tenía que mimar al omega. Rosé prefería mil veces que Lisa la abrazara y tratara como su bebé.

—Estoy tan feliz de que me quieras. —murmuró Rosé avergonzada, con las mejillas coloradas.

Hubo un pequeño silencio entre ellas, metidas bajo el agua de la tina. Debía ser cerca de las once de la noche, por lo que MiYeon estaba durmiendo y sin interrumpirlas en ese momento, lo que Rosé agradecía internamente. Quería un momento a solas con Lisa, decirle todo lo que sentía, hacerle saber lo mucho que la amaba.

—De que me quieras y... Y me hayas perdonado. —agregó con la voz rota.

Rosé no era idiota o ilusa: sabía que a veces Lisa se tensaba de la nada, especialmente cuando hacían el amor, y podía ver una sombra de duda y pena en sus ojos, de seguro pensando en ese falso omega que inventó para no decirle la triste verdad.

Cometió muchos errores en su vida, pero lo que hizo con Ten fue el peor de todos. Por mucho que tratara de recordar esa noche, el alcohol nubló su mente por completo y sólo podía recordar al chico sobre ella, besándole el pecho, sus caderas meciéndose y gimoteando su nombre para después sólo ver la oscuridad.

Pero al día siguiente despertó desnuda por completo y con su olor envolviendo a Ten. ¿Qué otra prueba quería?

—Rosé, no...

—Escúchame, bebé —le interrumpió Rosé con la voz amable—, sé que todavía te duele, y está bien, lo entiendo, te comprendo y no te echo la culpa. Lo que ocurrió ese día, la pelea, los gritos... Todo se descontroló, tú no tuviste la culpa, la única culpable fui yo, y sólo quería decirte que... Que lo lamento mucho, no hay día que no lo haga. Te mereces a alguien mejor, pero soy egoísta, porque sólo quiero que me pertenezcas a mí, a nadie más.

Lisa la miró en silencio mientras hablaba, sin dejar de abrazarla. No tardó en inclinarse y darle un pequeño beso.

—Yo también te amo, Rosé —le murmuró, pellizcándole la nariz y causando que la arrugara—. Y sí, todavía duele, pero... Pero sé que estás arrepentida, ahora sólo queda seguir adelante con nuestro amor y tratar de repararlo todo —le sonrió con timidez, dándole un beso—. Yo te pertenezco, así como tú me perteneces —luego, sus ojos la miraron de forma burlona—, y si me vuelves a gritar otra vez como hiciste ese día, Rosé, te vas a quedar sin sexo por tres meses.

La alfa la miró incrédula, y ante esa expresión, Lisa rompió a reír. Rosé no tardó en seguirla para después besarla.

Hicieron el amor en la tina hasta que el agua se enfrió.

***

NaYeon estaba sirviéndole una cerveza y miró el líquido con el ceño fruncido, en tanto JiSoo, a su lado, le limpiaba la nariz a Yuqi.

—¿Cómo es que terminamos cuidando a nuestras hijas y sus madres están pasándola bien? —preguntó NaYeon, sin poder creerlo un poco.

Rosé se encogió de hombros, observando a MiYeon sentada dentro de la cuna con YoonAh. Miraba a la bebé con expresión concentrada en tanto SoYeon estaba de puntillas, asomando su cara por entre los barrotes con un puchero en los labios.

Yuqi se soltó de su mamá, corriendo al lado de su hermana, y le imitó frunciendo el ceño.

—¿Po qué no podemos jugal con Yeonnie? —preguntó SoYeon lastimosamente.

JiSoo suspiró.

—Porque MiYeon dijo que quería cuidar a YoonAh. —contestó JiSoo, por décima vez en la noche.

—¿No quieres jugar con nosotras, Mimi? —le preguntó Yuqi a MiYeon.

La bebé las miró.

—No. —contestó como si nada, volviendo su vista a la pequeña YoonAh, que comenzó a chupar los deditos de su pie.

—Deberíamos estar celebrando tu despedida de soltera y no cuidando bebés. —murmuró NaYeon, cruzándose de brazos.

—Sí —concedió JiSoo—, pero nadie quería cuidar a cuatro niñas lloronas.

Rosé asintió, distraída, pensando en el beso que le dio de despedida a Lisa cuando salió de casa hacia el departamento de NaYeon, la sonrisa de felicidad de la omega por compartir unas horas con sus amigos, y se sintió extraña, con una sensación rara en el estómago.

Quedaban dos días para la boda, todos los detalles estaban listos, ahora sólo quedaba esperar.

Su móvil vibró y vio el mensaje que SuJi le envió. Le extrañó un poco que llegara tarde cuando su amiga solía ser tan puntual, pero no le tomó mucha importancia.

SuJi:

Lamento la tardanza, ¿dónde estás?

Rosé:

Departamento de NaYeon

No hubo respuesta, así que sólo se encogió de hombros.

—De seguro Sana contratará un stripper —seguía quejándose NaYeon—, dice que siempre ha querido ir a una despedida de soltera para ver a un stripper.

—Lisa dijo que no habría nada de eso. —dijo Rosé poco convencida.

—No le creas —contestó JiSoo—, Jen me ha dicho lo mismo. Dice que un stripper puede bailarle bien.

Oh Dios —masculló Rosé—, ¿Acaso le has bailado a Jennie?

JiSoo enrojeció.

Eh... No, no, no sé de qué hablas. —tosió, mientras NaYeon rompía a reír.

—¡Dance Chicken ha revivido! —se burló entre risas.

Rosé ocultó una sonrisa bajo su mano, poniéndose de pie cuando el timbre del departamento resonó en el lugar. NaYeon se seguía riendo de la pobre de JiSoo, que trataba de justificarse entre balbuceos, y abrió la puerta.

Su sonrisa desapareció.

SuJi estaba de pie ante ella, pero...

Mierda, ¿Qué demonios hacía su mamá detrás de su amiga, que además estaba con el rostro amoratado y el labio roto?

—Lo siento. —sollozó SuJi con la voz quebrada.

Sintió como el alma salía de su cuerpo, su estómago contrayéndose por esas simples palabras.

Sandara Park sonrió como si nada.

—¿Podemos entrar a tu despedida de soltera, Rosé? —dijo su madre con falsa dulzura.

No esperó a su respuesta, por supuesto: entró tirando de una temblorosa y golpeada SuJi, empujándola para que caminara.

Rosé no pudo gritarle que se marchara, su voz atrapada en su garganta.

En el comedor, JiSoo y NaYeon estaban de pie, con expresión de sorpresa ante las dos visitas.

—Seré breve y rápida —dijo su madre, mirando a sus amigas de forma despectiva antes de dirigir sus ojos a las niñas, que retrocedieron con expresiones de miedo. Acto seguido, sacó un papel—. Aquí, Rosé. Déjame felicitarte por darme un nieto por fin.

Rosé parpadeó, sin decir nada, demasiado aturdida como para poder pensar en algo coherente.

—¿Nieto? —habló JiSoo como si nada—. ¿De qué está hablando, vieja bruja?

La mujer no se inmutó ante la ofensa de JiSoo, sólo la observó como si fuera una cucaracha fácil de aplastar.

—De Ten —contestó con placer en su voz—. Rosé lo dejó embarazado. Y cómo nuestra querida SuJi me dijo que MiYeon no era hija de Rosé, mi querida retoño me ha dado un nieto después de todo.

Los ojos estaban sobre ella, pero no era capaz de formar un pensamiento real ante la situación.

SuJi golpeada. Su madre ante ella, diciendo que sabía que MiYeon no era su hija. Ten.

Oh, Ten...

Sintió su garganta apretada.

—¡Fuera! —le gritó, aterrada—. ¡No quiero verte más!

Pero Sandara Park no le hizo caso, y fue cuando otro pensamiento llegó a su cabeza.

Tenía que ver a Lisa.

Oh, Dios, la tenía que ver para poder explicarle todo, para poder decirle-...

—No te preocupes por nuestra querida Lalisa —añadió su madre, riéndose—, Ten le está contando todo ahora, con lujo de detalles.

La risa de su madre la persiguió en todo el camino.

***

TaeHyung estaba discutiendo acaloradamente con Jen, peleando sobre cómo preparar el pollo de forma correcta, y Sana se inclinó ante ella, preocupada

—¿Deberíamos meternos? No quiero que esto acabe en un asesinato. —dijo con real aflicción.

Lisa negó, divertida, en tanto SeokJin añadía comentarios a la pelea de vez en cuando para avivar la discusión y JeongGuk a su lado trataba de controlarlo, fracasando miserablemente, por supuesto.

—Deja que peleen —dijo Lisa, moviendo su mano—, Jennie necesita gritarle a alguien más que no sea Soo o sus demonios.

—Yo no sé cómo ha podido con dos hijas —contestó SeokJin, sacando papas fritas de un bol—, los niños son como Satanás encarnado, pero más chillones, cagones y llorones.

JeongGuk se atoró con su bebida, en tanto la discusión se veía interrumpida.

—¿Disculpa? —farfulló Jen, incrédula—. Sólo yo puedo ofender a mis hijas.

—Lisa siempre habla mal de ellas en clases. —provocó TaeHyung como si nada.

—¡¿Qué?! —gritó Lisa—. ¡Yo sólo he dicho que no dejan a mi bebé en paz, son asfixiantes!

—¡Lalisa Manoban! —gritó Jennie, escandalizada—. ¡Pues MiYeon tampoco es la bebé perfecta, es una niña malcriada, llorona y gorda!

—¡MiYeon no está gorda, sólo rechoncha! —Lisa la miró, ofendida.

—¡Pelea, pelea, pelea! —gritó Sana, riéndose.

—¡Oh, tú no te salvas, ¿Qué clase de nombre es YoonAh?! —atacó Lisa.

—Chicas, por favor, no peleen. —trató de tranquilizar JeongGuk, mientras Jin seguía comiendo papas fritas.

—Tranquilo, JeongGuk, si se agarran a golpes siempre podemos llamar a la policía. —dijo Tae, pendiente de la discusión por la bebé más bonita.

JeonGuk suspiró, mirando a SeokJin.

—¿Crees que si tengo un bebé será bonito? —le preguntó al beta con pena en su voz.

Ahora SeokJin se atoró mientras TaeHyung lo miraba con picardía.

—Si tienes un bebé, ese bebé le daría mil patadas a los mocosos de estas idiotas. —contestó Jin como si nada, sintiendo sus mejillas coloradas.

JeongGuk sonrió con emoción.

—¡Gracias, Jin Hyung! —gritó, abrazándolo—. Cuando tenga un bebé, serás el padrino.

El beta murmuró unas maldiciones mientras Tae comenzaba a reír.

El timbre en la casa resonó, por lo que la discusión se vio interrumpida.

Lisa soltó un bufido, mascullando maldiciones en voz baja al ir a atender a quien fuera que le estuviera molestando. Si era un jodido stripper, no iba a dudar en gritarle a Jennie por hacer cosas sin su permiso.

Pero su hermano le devolvió la mirada cuando la puerta fue abierta.

Lo observó, incrédula, pensando en lo que podía estar haciendo Chittaphon Manoban fuera de su casa esa noche.

Apretó sus labios un momento.

—¿Qué quieres? —preguntó con frialdad.

Ten le sonrió, aunque esa sonrisa carecía de felicidad o cariño. Era una sonrisa como una cuchilla: helada, dura, filosa.

—Venía a hablar contigo —dijo sin moverse, sacando un papel de su maletín—. ¿Por qué no lo lees, rayito de sol?

Que usara el apodo que le decía cuando eran más pequeños envió un escalofrío por su espina dorsal.

—¿Por qué no te vas a la mierda? —espetó, tomando la manija de la puerta para cerrar.

Sin embargo, Ten puso su pie antes de poder cerrarla.

Lo miró con furia.

—No te quitará más de un minuto. Estoy seguro de que será de tu interés. —dijo con voz suave y falsa compasión.

Lisa chasqueó la lengua, pensando en las posibilidades de empujarlo y mandarlo al diablo, pero no quería hacer un escándalo que arruinara su buena noche con sus amigos.

Así que agarró el doblado papel, extendiéndolo, sus ojos leyéndolo con el ceño fruncido en confusión.

Positivo.

¿Qué?

—¿Estás embarazado? —preguntó con un bufido, levantando la vista—. Pues felicitaciones, no esperes que MiYeon sea amiga de tu hijo. Ahora, si no te molesta-...

—No espero que tu bastarda sea amiga de mi bebé —le interrumpió Ten, ladeando la cabeza—, aunque si podría ser algo así como su hermana.

Parpadeó.

—¿Qué?

Los ojos de Ten eran crueles.

—¿Quieres saber quién es el papá de mi hijo, rayito de sol? —preguntó, divertido.

—¿Un pobre desgraciado? —contestó, haciendo una mueca.

Ten soltó una risita.

—¿Acaso Roseanne Park es una pobre desgraciada, Lili? —replicó Ten, sin borrar esa sonrisa.

Dejó de escuchar los ruidos externos, sólo podía concentrarse en su hermano frente a ella, de pie, orgulloso y satisfecho.

—¿Qué? —preguntó con la voz extrañamente suave.

—Yo fui el omega con el que pasó la noche en que te trató como la puta que eres, rayito de sol —respondió Ten—, y un beso fue lo único que no nos dimos. No quiso besarme mientras me follaba y anudaba en mi interior, dejándome embarazado de un hijo que tú no puedes darle, Lisa.

El mundo de Lalisa Manoban se derrumbó por completo.

¡Gracias por leer!


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