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12.

Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.

—Yo no habría perdonado a mi alfa por una infidelidad. ¡Eso es humillante! Yo le habría roto el pene y obligado a que se lo comiera.

—Es por eso por lo que no tienes pareja, Jin Hyung.

—No tengo pareja porque nadie es lo suficientemente digno para mí. —replicó SeokJin, mirando sus uñas con interés.

TaeHyung suspiró, rodando los ojos mientras observaba a Lisa, que ese día llevó a MiYeon a las clases, pues su alfa tuvo una operación de emergencia y no tenía a nadie que pudiera cuidarla. La bebé, en brazos de Lisa, estaba mirando concentradamente un cubo rubik, tratando de girarlo con sus rechonchas manitos, ajena a todo el mundo. Lisa masticó una manzana.

—No la he perdonado. —contestó Lisa, distraída.

SeokJin resopló, levantando la vista.

—Deberías averiguar con quién te engañó —siguió picando SeokJin—, así le das una paliza.

TaeHyung golpeó a SeokJin en la cabeza, sacándole un quejido.

—De verdad, ¿No te cansas de ser malo? —regañó Tae—. Lo que menos necesita ahora Lisa es que no la apoyemos.

El beta suspiró, negando con la cabeza.

—Es sólo que no puedo entenderlo —respondió Jin—. Una infidelidad... ¿Cómo puedes soportarlo?

No, en realidad no lo soportaba.

Varias noches se sorprendió a sí misma, mientras Rosé le hacía el amor con total dedicación y ojos llenos de ternura y cariño, si ese omega de rostro desconocido que Rosé besó no sería mejor que ella. Si no tenía mejores cualidades más acordes a las necesidades de Rosé. Si no podía darle ese bebé que Rosé tanto parecía querer.

Esa mañana botó al basurero la tercera prueba de embarazo que se hacía desde que Rosé la marcó, con el mismo triste resultado: negativo.

Lisa era fértil, lo sabía, pero sabía también que sus hormonas no estaban en sintonía con las necesidades de su alfa, porque estaban más preocupadas de envolver a MiYeon para que estuviera bien y feliz. Sólo cuando MiYeon fuera más independiente recién podría quedar preñada otra vez, pero para eso todavía faltaba, y no sabía cómo sentirse respecto a aquello.

—¿Estás segura de que un día no aparecerá ese omega a decir que quedó en cinta? —preguntó sin maldad TaeHyung.

Lisa sacudió la cabeza.

—Rosé dijo que sólo se besaron. —murmuró débilmente.

—Y el infierno es sólo un sauna —replicó SeokJin, antes de ganarse otro golpe—. Deberías sacarle celos con JooHyun. Nuestra pobre profesora te mira como una cachorrita. —agregó Jin como si nada.

Lisa lo miró con reproche, pero antes de poder hacerlo, MiYeon se adelantó:

No guta. Ella —miró a Jin con grandes ojos inocentes y el beta no pudo resistirse: a pesar de lucir como un chico poco empático con el mundo, tenía un corazón de oro, y no dudó en tomar a MiYeon en brazos.

—No me acercaré a JooHyun —le dijo a TaeHyung, mientras su amigo se dedicaba a balancear a MiYeon, sacándole carcajadas—. Rosé me está dando mi espacio, y yo también respetaré su pedido.

—¿Ella te pidió no acercarte a JooHyun? —preguntó SeokJin con regaño en su mirada.

—No —Lisa se encogió de hombros, viendo como los estudiantes entraban al salón para el inicio de la siguiente clase—, pero sé que no quiere que lo haga. No más mentiras. No más celos. No más problemas.

Ambos amigos se miraron, tratando de no soltar un comentario que pudiera herir más a Lisa de lo que ya estaba, y se limitaron a suspirar. Se acomodaron en sus asientos cuando el pequeño receso terminó, con el resto de los estudiantes entrando al salón.

—¿Jin Hyung? —el beta se giró, quedando encandilado ante la dulce mirada del omega frente a él—. ¿Puedo sostenerte un ratito a MiYeon?

—¡Claro que sí! —respondió Jin enérgicamente.

JeongGuk soltó una risita baja, inclinándose para tomar en brazos a una feliz MiYeon, en tanto Lisa se giraba a mirar a TaeHyung con una ceja enarcada.

El beta le sonreía a JeongGuk, totalmente feliz.

—MiYeon es una bebé tan linda, Lili —comentó JeongGuk encantado, frotando su mejilla contra el desordenado cabello de la pequeña—. Me gustaría tener una.

TaeHyung soltó una risita baja.

—¿No hay ningún alfa que te corteje, JeongGuk? —preguntó Lisa, mirando a SeokJin.

El omega hizo una mueca.

—No, creo que no soy lo suficientemente bonito para uno. —contestó JeongGuk con pena en su voz.

—¡Qué dices, si eres precioso! —chilló Jin.

Lisa se estaba riendo cuando su móvil sonó, y contestó la llamada, observando a sus amigos bromear.

—Rosé. —saludó tranquila.

Hola bebé —contestó la alfa al otro lado de la línea—. ¿Cuánto te queda en el colegio?

—Sólo una clase —respondió, arrugando los labios—. ¿Por qué?

Hubo un pequeño silencio.

Mi operación acaba de terminar y estaba pensando en ir a buscarte —respondió Rosé con cuidado, tomándose su tiempo—. Ya sabes, para qué...

—Rosé —la interrumpió Lisa, su voz un poco dura—. ¿No hablamos esto? Acordamos que no vendrías a dejarme ni a buscarme. Puedo pagar un taxi.

Otro pequeño silencio.

Pero mi amor... —gimoteó Rosé, y Lisa casi podía imaginar el rostro de la alfa, como si lo estuviera frotando contra su pecho.

Suspiró.

—No, Rosé.

Sólo iré a buscarte, me quedaré dentro del auto y no le gruñiré a nadie. No golpearé a JooHyun.

Frotó su frente con irritación.

—No quiero verte afuera —le advirtió Lisa—. Nos vemos en casa, Rosé.

Pero...

Cortó la llamada.

Uh, problemas en el paraíso. —se burló SeokJin, pero antes de poder darle un golpe, JooHyun ingresó al salón.

La alfa le dirigió una mirada de pena, sin embargo, Lisa la ignoró por completo, cargando a MiYeon para que estuviera tranquila en las horas que quedaban.

Pudo oír el suspiro bajo que la alfa dejaba salir, pero no la miró, fingiendo observar a MiYeon atentamente. En ese momento la bebé agarró un lápiz rojo y se puso a colorear en el cuadernito que tenía.

—Los trabajos ya están revisados —dijo JooHyun, callando a todo el mundo—. Me alegra ver resultados positivos. Son poemas muy buenos.

Comenzó a entregar los trabajos uno por uno, dando unas pequeñas palabras de aliento, y cuando Lisa recibió el suyo, no hubo frase alguna.

Aunque bajo el enorme diez que JooHyun escribió, se leía una nota pequeña.

Lamento haberte causado problemas, Lili. Por favor, volvamos a hablar.

Negó con la cabeza, dejando el trabajo a un lado, y sostuvo con más fuerza a MiYeon, que la miró y sonrió mostrando sus dientecitos, aunque todavía faltara para tenerlos todos.

Le devolvió la sonrisa y MiYeon se rió antes de seguir pintando.

La clase pasó sin contratiempo alguno a pesar de las constantes miradas que JooHyun le dirigía, pero las ignoró por completo. Por mucho que quisiera hablar con ella, recordar el rostro rabioso, los ojos llenos de ira de Rosé, la seguía estremeciendo por dentro.

Debería haber estado acostumbrada a la furia y la saña: su padre estaba enojado casi todo el tiempo, y JiWon también se enojó con ella en diversos momentos de su matrimonio, pero una omega nunca estaba lista para lo que era ser receptora de rabia y cólera.

Si podía evitarlo, Lisa lo evitaría. Además, no quería tener otra pelea con Rosé, no quería que su amor se transformara en miedo.

Cuando la clase terminó, se apuró en acomodar a una ya somnolienta MiYeon en sus brazos, que no dudó en recostar su cabeza en el hombro de la omega. Cerró sus ojos y Lisa la cubrió con una manta. A pesar de ser primavera, por las noches seguía haciendo frío y lo que menos quería era que la bebita se resfriara.

—Deberíamos fijar ya tu fecha para tu despedida de soltera —dijo TaeHyung saliendo a su lado—. ¿En cuánto te casas? ¿Tres semanas?

Lisa asintió, sonriendo con suavidad.

—No es necesario hacer nada. —contestó calmadamente.

—Te haremos una fiesta enorme —ignoró SeokJin, bostezando—. Con alfas que te hagan un striptease. Quizás alguno quiera tener una noche loca contigo, Lili.

Rodó los ojos, moviendo su cadera para darle un golpe al beta.

—Eres un sucio. —regañó Lisa.

—¿Oyes eso, Tae? —SeokJin se llevó una mano a su pecho—. Lisa es la menor de la clase, pero es toda una madre.

—Si no tuviera a MiYeon en brazos, te daría un buen golpe. —dijo ofendida Lisa.

Pium, pium. —balbuceó MiYeon, amodorrada.

Los tres se rieron, saliendo del edificio, y Lisa llamó a un taxi, despidiéndose de sus amigos. Mientras esperaba, sin embargo, sintió una presencia a su lado, y se giró, encontrándose con el triste rostro de JooHyun.

—¿Ocurre algo, profesora? —preguntó educadamente.

JooHyun suspiró.

—Lisa, por favor... Lo del otro día...

—JooHyun, lamento mucho lo que hizo Rosé —se disculpó Lisa, desviando la vista—, no tengo excusa para su reacción, así que espero que sepas perdonarla —tomó aire—, pero también te pido que me des mi espacio por ahora. Rosé y yo... Necesitamos arreglar nuestras diferencias, porque la amo y ella me ama, y nos casaremos pronto. No necesito más problemas por ahora.

JooHyun la observó unos segundos en silencio, sin decir cosa alguna, para luego morder su labio inferior.

—¿Acaso es un problema que te juntes con una amiga? —preguntó, arrugando el ceño.

Lisa la miró en silencio, aferrándose a MiYeon, que dormitaba tranquilamente. Trató de no pensar en los irracionales celos de Rosé, en su violenta reacción, en sus palabras crueles y duras.

Admitía haber cometido un error al ocultarle información tan importante a Rosé, algo que no tuvo que haber hecho, sin embargo...

Sin embargo, Rosé estuvo a punto de descontrolarse sólo por eso, y no quería imaginar cómo se comportaría si seguía juntándose con JooHyun, con o sin su aprobación.

Los alfas eran salvajes, posesivos y celosos por naturaleza. Si ellos sentían que algo o alguien amenazaban a su pareja, no iban a controlarse un poco para marcar lo que creían que era suyo, y Lisa, muy a su pesar, ahora le pertenecía de una forma cruel al instinto alfa de Rosé. Y Rosé sabía que JooHyun sentía algo más por Lisa, su omega, y no iba a ser racional para dejar en claro que Lisa era ahora suya.

Rosé podría aceptar que siguiera viendo a JooHyun por un tiempo, pero ¿Qué ocurriría después?

No, Lisa no iba a jugar con fuego.

—Cuando tengas a tu omega, podremos seguir siendo amigas, JooHyun. —dijo Lisa con suavidad, observando como el taxi que pidió se acercaba.

Dio un paso, pero antes de poder alejarse, la alfa la agarró del hombro.

—Tú eres mi omega. —declaró en voz baja, a su oído, y se estremeció por ello.

Pero JooHyun ya estaba alejándose.

El instinto de Lisa demandó que corriera lejos de allí, así que no dudó en subir al taxi. Dio la dirección de la casa, con MiYeon quejándose por el repentino movimiento.

JooHyun nunca dijo algo tan declarativo con respecto a sus sentimientos. Siempre dio pequeños indicios, suaves coqueteos, pero decirle directamente que la veía como su pareja y omega, era algo que siempre se reservó.

Sin embargo, ahora que lo dijo, el estómago de Lisa sólo se contrajo en ansiedad y susto.

Tal vez sí iba a decirle a Rosé que la fuera a buscar por las noches.

Minutos más tarde entró al hogar, pero antes de poder dar dos pasos, unos cálidos brazos seguidos de un gruñido de placer la envolvieron por completo, a ella y MiYeon. La bebé soltó un ruido de aprobación, a gusto por el ambiente familiar que la rodeó, y se acomodó una vez más, dispuesta a dormir por el resto de la noche.

Lisa soltó un jadeo de satisfacción cuando unos suaves labios le besaron el cuello.

—Te extrañé —murmuró Rosé, sin soltarla un poco y arrebujándose a su lado—. Te extrañé tanto, mi pequeña princesa.

Lisa soltó una suave risa, negando con la cabeza.

—¿Me perdonas? —preguntó Rosé, levantando el rostro con expresión compungida—. No quería ser tan insistente, pero realmente te eché de menos.

Lisa suspiró.

—No pasa nada —le dijo Lisa—. Perdóname a mí por haber sido tan cortante —le pellizcó la nariz, haciendo que la arrugara—. Voy a pensar si puedes ir a buscarme, ¿Está bien?

Los ojos de Rosé brillaron por el gusto.

—No te merezco —Rosé la olisqueó, haciendo una mueca—. ¿Cómo está JooHyun?

La Tailandesa frunció las cejas levemente antes de alejarse.

—Deja que acueste a MiYeon —le dijo, señalando a la pobre bebé que cayó dormida por completo—, luego, podemos hacer el amor si quieres —Rosé sonrió, mostrando sus encías, y Lisa le dio un beso suave—. Vamos a hacerle ese hermanito a MiYeon que tanto quiere.

Rosé no dijo nada, pero Lisa estaba segura de que podía escuchar su grito de emoción.

***

Sandara sonrió mientras ladeaba la cabeza, complacida mientras leía unos papeles frente a ella con total gusto. Ten, calmado, le servía un vaso de vino.

—¿No tomarás algo? —le preguntó la alfa al omega.

Ten negó con la cabeza.

—El alcohol no me hará bien en mi estado. —contestó como si nada.

Indiferente, Sandara asintió, y en ese instante tocaron a la puerta de la oficina. La alfa se tomó su tiempo y Ten fue a sentarse al sofá con tranquilidad. Sólo cuando Sandara se puso a acomodar los papeles dejó que la persona que tocó la puerta pasara.

Era uno de sus guardias privados, haciéndose a un lado para mostrar a la alfa que quería ver desde hace mucho tiempo.

Su sonrisa se transformó en una de completo gusto cuando Bae SuJi le devolvió la mirada con frialdad.

—¿Cómo están tus padres, querida? —preguntó Sandara como si nada—. Anda, siéntate, tenemos mucho de qué hablar.

SuJi no se movió, estrechando sus ojos.

—¿De qué quería hablar conmigo, señora Park? —preguntó SuJi con la mandíbula apretada.

La alfa soltó una risa baja.

—Directo al grano, ¿No, SuJi? —suspiró exageradamente, negando con la cabeza—. Verás, cariño, ¿Cuánto te pagó Rosé por alterar los exámenes de ADN? ¿O lo hiciste gratis?

SuJi parpadeó.

Sandara no cambió la expresión de su rostro.

Luego de unos segundos en silencio, SuJi sonrió con burla.

—No sé de qué habla, señora Park. —respondió con calma.

Sandara bufó, mirando a su guardia, y le hizo un gesto con los dedos. Unos segundos después, SuJi estaba siendo golpeada en el rostro con brutal fuerza, cayendo al suelo con un jadeo de dolor.

La alfa levantó la vista, su nariz rota, y contempló de forma incrédula a Sandara. La mujer estaba calmada y con expresión aburrida.

—Verás, SuJi, no tengo tiempo para jugar al escondite contigo, así que tienes dos opciones: me dices la información de buena gana o tendré que sacártela a la fuerza.

SuJi escupió al suelo la sangre en su boca, con sus ojos fríos ante la alfa frente a ella.

Sandara amplió su sonrisa.

—Vas a decirme todo quieras o no —prosiguió Sandara con falsa dulzura—, pero los únicos que saldrán afectados si decides resistirte es tu familia. Uno de mis hombres está listo para degollar a tu pequeño hijo de dos años y al dulce MinHo si no colaboras, cariño.

Los ojos de SuJi se abrieron por el horror mientras se enderezaba, pero antes de lograr ponerse de pie, el guardaespaldas de Sandara la empujó otra vez, poniendo su pie sobre la espalda de la mujer para impedir que se levantara.

—¡Por favor! —pidió aterrada, pálida por el miedo y la desesperación—. ¡Ellos no te han hecho nada!

—Claro que no —dijo Sandara amablemente—, por eso no quiero mandar a matarlos. Así que, si me ayudas, haremos como que esto no ocurrió y te dejaré en paz, ¿Está bien? —SuJi mordió su labio inferior, temblando, luciendo enferma y afectada.

—¿Por qué...? —farfulló en tono débil—. La omega no te ha hecho nada, ¿Por qué...?

—Quiero lo mejor para mi hija —contestó Sandara, apoyando su mejilla en su mano—, y esa asquerosa omega no es nada. Sólo una pequeña basura que no merece llevar el apellido Park ni relacionarse con mi familia, con una alfa pura como lo es Rosé —la alfa suspiró—. Me estoy cansando de esperar tu respuesta, SuJi, ¿Sabes? No tengo demasiada paciencia.

SuJi pensó en la promesa que le hizo a su amiga, en su rostro suplicante, en su mirada hacia la omega que la conquistó, y sintió como su estómago se contraía por el dolor y la pena.

—Yo no...

—Ten, cariño —el omega, que hasta el momento permaneció sentado con una mirada de indiferencia, se puso de pie y observó a su jefa—. ¿Por qué no llamas a Cho para que remate a la familia de nuestra querida SuJi?

—Será un placer, señora Park. —contestó Ten, sonriendo.

—¡Está bien! —gritó SuJi, rompiendo a llorar—. Te lo diré todo, maldita sea.

Pidiéndole perdón a Rosé por no poder cumplir con lo prometido, Bae SuJi comenzó a hablar.

***

Lisa soltó un gemido mientras enterraba sus uñas en la espalda de Rosé, sintiendo como el semen de la alfa la llenaba antes de anudar, gruñendo contra su garganta y con sus dientes enterrándose en su marca.

Mhn, Rosé... —balbuceó la omega sin alejarse.

—Mi omega —masculló Rosé, repartiendo besos mariposa por el cuello de Lisa—. Mía, mía, mía... Mi Lili...

Se estremeció, cerrando sus ojos, y de pronto la imagen de ese omega desconocido llegó a su mente, besando a Rosé y tocándola sin pudor alguno.

Sin embargo, por primera vez desde la pelea, el rostro de ese omega se transformó en la cruel cara de Ten, y sin poder soportarlo, rompió a llorar.

Dios, ¿Qué le estaba pasando?

Rosé, alarmada, separó su rostro del cuello de la omega, mirando a Lisa con preocupación mientras ésta sólo sollozaba en voz baja.

No lo soportaba, no podía hacerlo: amaba a Rosé demasiado, pero lo que hizo, haberla engañado de esa forma... Todavía dolía, todavía la estremecía por completo y la hacía sentir sucia, pequeña y una basura que no era suficiente para su alfa.

La hería en lo más profundo de su orgullo, pero por sobre todo, le hacía pensar que era desechable para Rosé.

—¿Te hice daño? —susurró Rosé, saliendo de su interior, con sus manos tomándola de la cintura para atraerla a su pecho, pero Lisa soltó un chillido de disgusto y la empujó—. ¿Bebé?

—No me toques —murmuró Lisa girándose, sin importarle si estaba sudada, manchada con su esencia entre sus muslos, con el semen de Rosé en su interior—. No me toques, Rosé.

Podía sentir la vacilación de la alfa, pero para su fortuna, le dio su espacio y se quedó en silencio, sin acercarse.

¿Cuánto pasó desde esa pelea y ese engaño? Dos semanas. Sin embargo, seguía doliendo. Probablemente dolería para siempre.

¿Cómo podía ignorar lo que ocurrió y fingir superarlo? Un engaño era... Era...

Era algo que la enloquecía por completo.

—Si yo... —susurró con tono quebrado—. Si yo me hubiera ido, y hubiera permitido que un alfa me hubiera besado, me hubieras tocado, ¿Qué habrías hecho, Rosé?

No hubo una respuesta enseguida.

—Lo habría buscado para matarlo. —contestó Rosé con tono oscuro.

Asintió, mordiendo su labio inferior.

—¿Él era más lindo que yo? —preguntó Lisa en voz baja.

El estómago de la alfa dolió ante la pregunta, su respiración cortándose cuando Lisa se giró, mirándola con ojos brillantes, y su boca se sintió seca, su garganta apretándose.

Quería llorar, abrazar a Lisa, decirle la verdad que la estaba carcomiendo por dentro, pedirle que jamás la dejara, que la necesitaba desesperadamente a su lado por toda la vida. Que volviera a confiar en ella, aunque no lo mereciera.

Pero por sobre todo, que la mirara otra vez como si Rosé fuera capaz de salvarla de todo lo malo en el mundo, aunque fuera todo lo contrario: para Rosé, Lisa era la persona que la salvó e hizo vivir.

—No —dijo Rosé con seriedad, sin una pizca de mentira en su voz—. Él jamás se podrá comparar contigo, Lisa. Jamás podrá llegarte si quiera a los talones. Tú... Tú eres un ángel.

Las mejillas pálidas de Lisa se tornaron de rojo, pero aun así siguió impasible.

—Cuando te besaba, ¿Sentías algo? —siguió preguntando Lisa, sus dedos acariciando la sábana.

Rosé trató de rememorar esa noche, los besos de Ten en su cuello, su pecho, sus caderas meciéndose en su cintura y el gemido que soltó el chico al llegar al clímax. Lo demás estaba borroso, un recuerdo lejano que no quería desentrañar.

—Era como si estuviera lejos —contestó Rosé, tomando la mano de Lisa—, como si no hubiera sido yo. Lo alejé antes de que pasara a mayores.

Mentirosa. Maldita mentirosa. ¿Por qué no puedes decirle la verdad?

Porque eso destrozaría a Lisa.

Porque eso haría que la perdiera, y Rosé no quería perderla.

Abrió la boca para decir algo más, pero Lisa se enderezó, con el ceño un poco fruncido. Casi de forma inmediata se puso de pie, vistiéndose con su bata. Rosé la miró, confundida.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

—Es MiYeon —murmuró Lisa sin mirarle—. Creo que no está durmiendo bien.

Sin decir otra cosa, la omega salió del cuarto. Rosé no tardó en seguirla.

Lo primero que hizo Lisa al entrar al cuarto de MiYeon fue ir directo a la cama de la bebé, donde la pequeña soltaba quejidos bajos y lloraba en silencio. La omega no tardó en tomarla en brazos, preocupada totalmente, comenzando a mecerla y hablarle para tratar de calmarla.

Rosé también se acercó, sabiendo que si la bebé estaba asustada, un ambiente familiar sería lo mejor para relajarla.

Segundos después, MiYeon se despertó, lloriqueando.

Mami... —farfulló, colgándose del cuello de Lisa—. Mami, mami, mami...

—Tranquila, Yeonnie —susurró Lisa, dejando que Rosé la abrazara por la cintura—, mami está aquí, contigo. No pasará nada, bebé, lo prometo.

Mami. —siguió repitiendo MiYeon por varios segundos.

En silencio, las dos adultas salieron del cuarto, volviendo a la habitación matrimonial. Una vez allí, Lisa se acostó con MiYeon en sus brazos, que no parecía querer alejarse de ella, en tanto Rosé abría la ventana para que el olor a sudor y sexo desapareciera del cuarto.

Al volver a la cama, se encontró con la bebé más calmada, chupando su dedo mientras Lisa la arrullaba, cantándole en voz baja.

—¿Qué ocurrió, bolita de arroz? —preguntó Lisa tiernamente, acariciándole el negro cabello.

MiYeon se acurrucó más en sus brazos de ser posible.

Mami no taba —murmuró el bebé—. Taba feo y oculo y mami no taba. Mami, ¿No te ilás?

Lisa parpadeó antes de sonreír, besándole la frente a MiYeon.

—Qué dices, Yeonnie —le dijo con cariño—. Jamás me iré, ¿Está bien? Siempre estaré a tu lado, mi pequeña bebé. Jamás voy a abandonarte, estaremos juntas por toda la vida.

Lisa siguió murmurándole cosas dulces a la bebé para que volviera a dormir, y mientras lo hacía, Rosé pensó en lo que dijo Lisa. Era normal que lo dijera, por supuesto, porque su bebé acababa de tener una pesadilla, pero...

Pero por algún motivo que quería espantar, aquellas palabras sonaron a mentira y a una promesa que pronto sería rota.

¡Gracias por leer!


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