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11.

Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.

Rosé despertó con su estómago revuelto y su cabeza palpitando.

Parpadeando, dejó que sus ojos se acostumbraran a la luz, y los recuerdos del día anterior parecieron llegar a su cabeza de golpe. Gimiendo en voz baja por el dolor, se giró sobre la cama, su nariz percibiendo entonces un olor dulce que conocía bien.

Ten.

Gruñó en voz baja, recordando al chico sobre ella, sus labios besando su cuello, su pecho, mientras mecía sus caderas encima de ella, jadeando y gimiendo sin control alguno.

Rosé lo podía recordar muy bien, así como podía recordar bien las crueles palabras que le dijo a Lisa producto de la rabia, junto con sus ojos asustados y llorosos.

Mierda. Mierda.

Se enderezó, sentándose sobre la cama, y empezó a buscar su camisa por entre las ropas en el suelo. Al mirarse al espejo, notó su piel con marcas, y sintió a su alfa interna gruñendo en señal de rechazo y asco, sin querer aceptar que se hubiera acostado con un omega que no fuera la suya.

Rosé desvió la vista, caminando al baño, y se dio una ducha rápida, sacándose el olor y restos que pudieran delatarla. Sentía su estómago contraído por el asco hacia sí misma.

Hacia lo que le hizo a Lisa.

Una vez vestida, salió del cuarto, olisqueando el aroma a tocino y café. Al entrar al comedor, se encontró a Ten sentado en la mesa, con su cabello despeinado y vistiendo ropa interior junto con una camisa. El chico le sonrió, aunque no había diversión en sus ojos.

—No le diré nada a mi hermanita —le dijo con burla, ladeando la cabeza y mostrando su cuello—, después de todo, ni siquiera fuiste capaz de marcarme.

Sintió el alivio recorriéndola al ver que no fue tan insensata como para romper su enlace con Lisa.

—Pero no creas que esto te saldrá barato, Roseanne Park —Ten se recostó en la silla, pensativo—, bien puedo acusarte cuando sea si así me place.

Rosé soltó un gruñido de advertencia.

—Fue un jodido polvo de borrachos, nada importante. No te quiero ni me importas. —contestó con desdén.

Ten dejó salir una risa baja.

—Dile eso a Lisa, entonces —el chico hizo un gesto con la mano—. Ahora vete, no quiero verte más.

Rosé no tuvo que hacerle caso dos veces, saliendo del departamento a paso apresurado.

Fuera del edificio estaba su auto estacionado, así que entró, viendo su celular y notando que había sólo dos llamadas perdidas de Lisa, una a las ocho de la noche y otra dos horas más tarde. Por un breve momento, se sintió un tanto ofendida por no ver la bandeja de entrada llena de llamadas, sin embargo, luego pensó que Lisa no quería irritarla con su desesperación, porque una omega no podía comportarse con su alfa de una forma tan controladora.

Tragó saliva, comenzando a conducir.

Media hora después, estacionó fuera de su casa, viendo la fachada del hogar tranquilo, aunque con cierto aire deprimente.

Silenciosamente, caminó hacia la casa, entrando apenas metiendo ruido alguno.

Tomó aire al escuchar el sonido de la televisión encendida en el comedor, sin embargo, al entrar, se llevó una decepción al ver a MiYeon sentada en su sillita móvil, viendo caricaturas con el ceño levemente fruncido, chupando un peluche entre sus manos.

La bebé la miró, sin dejar de arrugar el ceño.

—Hola, Yeonnie. —saludó acercándose, inclinándose para revolverle el cabello.

Pero MiYeon manoteó su mano, con los labios arrugados.

Papi feo —murmuró MiYeon—. Mami lola. Mami tiste.

Rosé mordió su labio inferior.

—Lo siento, Yeonnie. —susurró, poniéndose de pie.

MiYeon la miró con desaprobación, volviendo sus ojos hacia la televisión, y Rosé caminó por el pasillo, subiendo las escaleras y siguiendo el rastro de feromonas de dolor y abandono.

Se detuvo frente a su cuarto, pero se tensó cuando volvió a caminar hasta llegar al cuarto de invitados.

Abrió la puerta, viendo el bulto sobre la fría cama de aquel cuarto, y se sintió más desdichada de ser posible al percatarse que Lisa no durmió en la habitación matrimonial.

—Lili... —murmuró, entrando.

El bulto se movió, y segundos después, una demacrada y ojerosa Lisa apareció, envuelta en la manta, apenas moviéndose. Sus ojos estaban rojos e hinchados por el llanto mientras su labio temblaba sin control, mejillas encharcadas por las lágrimas.

—Lo siento... —dijo Lisa con la voz quebrada—. Lo siento, alfa, lo siento. Prometo ser una buena omega, alfa, lo prometo.

No. Eso no estaba bien.

Dio unos pasos, arrodillándose ante la cama, y sus dedos quisieron agarrar las manos de Lisa, pero Rosé podía oler que Lisa estaba asustada, temerosa, vulnerable a cualquier brusco movimiento que alterara su lado omega.

—No, cariño, perdóname tú a mí —le dijo en tono bajo—, perdona a esta idiota por... Por haber reaccionado como una bestia contigo ayer, por todo lo que te dije, por hacerte daño, por... Por dejarte sola. Lo siento, bebé, lo siento mucho.

Lisa desvió la vista, sus ojos carentes de emociones.

—Prometo ser una buena omega, alfa. —repitió, tratando de sonreír, pero fallando miserablemente.

Tomó aire, forzándose a liberar hormonas de cariño, de amor.

—LiLi... —dijo en voz baja—, soy Rosé, ¿Bien? No alfa. Rosé. ChaeYoung.

Lisa comenzó a llorar.

—Hice todo mal —sollozó la omega—, soy horrible, lo siento tanto, no quise hacerlo, sólo tenía tanto miedo de arruinarlo, lo siento, lo siento, lo siento mucho, Rosé...

—Está bien, mi vida —Rosé, cuidadosamente, se puso de pie y abrazó a Lisa, envolviéndola en un cálido abrazo—, ya pasó, no te preocupes más de eso. Yo también lo lamento mucho, te dije cosas horribles, reaccioné como un animal celoso y te abandoné por completo. Lo lamento, Lili, lo lamento con todo mi corazón.

Podía sentir su hombro húmedo por las lágrimas de Lisa, y se sintió enferma al imaginarse a la omega llorando toda la noche, sin compañía alguna, sumida en la soledad del cuarto, sólo el abandono consolándola. Su alfa gimió en señal de lástima por aquello, sin querer pensar en su omega sufriendo.

—Te demostraré que seré una buena omega —sollozó Lisa, sorbiendo por su nariz—. Prometo no pedirte nada más y te daré todos los bebés que quieras.

Su estómago se apretó ante las palabras de la menor, que lucía perdida y destrozada todavía, y no pudo evitar sentirse culpable porque aquello era su culpa. Porque haberle gritado a Lisa, haberla tratado de forma tan denigrante, hizo que su lado omega saliera para protegerse lo mejor que pudiera.

Tomó las mejillas de Lisa, levantando su rostro, chocando con esos tristes y llorosos ojos que la enamoraron desde el principio.

—No —le dijo con dulzura—, no tienes que demostrarme nada. Ya eres la omega perfecta para mí, así como eres —le dio un pequeño beso en los labios—. Y podrás seguir estudiando y haciendo lo que quieras porque no eres un objeto, Lis, eres una persona libre y que puede decidir por sí misma —otro beso, sintiendo los labios temblar de la omega—. ¿Quieres seguir estudiando, bebé?

Lisa hizo un sonido extraño, algo que no supo identificar bien, como si fuera un jadeo de sorpresa mezclado con un gemido lastimero. Al menos, pensó, ya no estaba derramando lágrimas.

—Lo que yo quiero no es importante —gimoteó Lisa con el tono tembloroso—, ahora sólo voy a... Voy a complacerte...

Tantos avances, tanto esfuerzo, pensó Rosé con amargura, para que la destrozara en unas horas.

Pero si tenía que comenzar a reconstruirla toda de nuevo lo haría, no importaba cuánto tardara en ello.

Atrajo a la omega a su regazo, sin dejar de acariciarle el cabello.

—No, no lo hagas —le susurró dulcemente—, sólo dime la verdad. ¿Quieres seguir en el colegio nocturno? —Lisa no respondió enseguida, y Rosé tragó saliva—. Bebé, prometo no gritarte ni levantarte la voz sea cual sea tu respuesta. Lo juro.

Lisa hipó, aferrándose a la camisa de Rosé. Si bien era alta y de una contextura similar a la de la alfa, en ese instante, lucía como una chiquilla pequeña y perdida en los brazos de su mamá.

—A mí... Yo quiero... —farfulló sin dejar de temblar—. Seguir estudiando... Pero sólo si... Si Alfa es feliz con eso...

Le dio un beso en la mejilla.

—Soy muy, muy feliz, con el hecho de que estés cumpliendo tus sueños, Lili —le ronroneó, soltando hormonas de cariño, sintiéndola ya más tranquila—. ¿Y tú quieres seguir hablando y conversando con JooHyun?

Decir eso significó tragarse su orgullo y admitir a regañadientes que haber reaccionado de esa forma estuvo mal. Lisa no hizo nada malo; bueno, sí, ocultarle esa información fue su error, pero podía comprender un poco el motivo por el que actuó así.

Ahora deberían construir su relación otra vez en base a la confianza y el cariño, lo tenía claro.

Entonces cuéntale lo de Ten. Cuéntale que te follaste a su hermano.

Tragó saliva.

No, eso jamás.

—JooHyun es mi amiga —murmuró Lisa con timidez, sin levantar la vista y jugando torpemente con el dobladillo de la camisa de Rosé—, pero si a alfa no le gusta, entonces... Entonces no la veré más. No quiero poner a alfa triste —la omega se arrebujó más a su lado—. No quiero verte triste, Rosé.

Rosé la miró, sintiendo su estómago apretado al ver los ojos todavía un poco temerosos de Lisa, pero ahora con un pequeño brillo de tranquilidad, y se sintió una basura por haberse dejado llevar por el alcohol y la soledad.

Por haber hecho algo tan horrible y despreciable como haber engañado a Lisa.

***

—¿Lograste hablar con Rosé?

JiSoo levantó la vista de la taza de café que estaba bebiendo, observando brevemente a Jennie frente a ella. Pasados unos segundos, dirigió su vista a sus pequeñas hijas que miraban la televisión con expresiones concentradas, demasiados pendientes del programa infantil que daban a esa hora como para escuchar otra cosa.

—No —respondió JiSoo, suspirando—, tampoco fue a trabajar hoy.

Jen desvió la vista, mordiendo su labio inferior.

—Estoy preocupada —admitió con un suspiro—, tengo un mal presentimiento y ver ayer a Lisa cuando vino a buscar a MiYeon me dejó asustada. Si la hubieras visto, Soo... No dejaba de sollozar y temblaba sin control. Hasta MiYeon notó que no estaba bien, porque apenas Lisa la tomó en brazos, comenzó a frotar su cabecita contra el cuello de su mamá, mientras le dejaba pequeños besitos.

JiSoo dejó la taza sobre el plato, acomodando los lentes que llevaba sobre sus ojos, para luego apoyar su mejilla en su mano.

—¿Segura que no te dijo algo? —preguntó por décima vez la beta.

Jennie frunció el ceño levemente.

—Creo que si me hubiera dicho algo lo recordaría. —espetó un poco molesta.

Su esposa levantó una mano en señal de paz, causando que Jen soltara un bufido, y señaló inmediatamente a las dos niñas, que las observaban con los ojos abiertos por la sorpresa.

—¿Están peleando? —preguntó Yuqi dando un paso, tímida.

Jen trató de relajar su expresión en tanto JiSoo se ponía de pie, tomando en brazos a Yuqi, mientras SoYeon corría y abrazaba la pierna de Jennie, llamando su atención. Por supuesto, Jennie tomó a la pequeña también en sus brazos, sentándola sobre sus piernas.

—Claro que no estamos peleando —dijo JiSoo, revolviéndole el cabello a Yuqi—, sólo que mamá Jen me quiere pegar.

Jennie se atragantó con su saliva.

—¿Disculpa? —balbuceó, ofendida.

—Te disculpo. —replicó Soo.

Jennie parecía dispuesta a replicar, pero entonces escuchó un gemido viniendo de SoYeon, y al verla notó que la menor estaba llorando. Preocupada, la abrazó con más fuerza, acurrucándola contra su pecho.

—¿Qué pasa, Yeonnie? —preguntó Jennie, tocando su mejilla—. ¿Por qué lloras?

—No me gusta que peleen —sollozó SoYeon—. ¿Y si dejan de querrerse?

JiSoo y Jennie se miraron, preocupadas.

—So, tu madre no dejará de quererme —dijo Jennie, llamando su atención—. Mírame, soy demasiado maravillosa como para que me deje.

JiSoo tosió, tratando de no regañar a Jennie.

—Pueden sepalarse —dijo Yuqi de pronto—. Y no vedé más a SoYeonnie y Yeonnie. ¿Qué hadé sin SoYeonnie ni Yeonnie?

Jennie observó otra vez a JiSoo, diciéndole con la mirada que dijera algo para consolar a las menores.

—No nos vamos a separar —dijo JiSoo, pellizcándole la nariz a Yuqi— y no vamos a dejar de querernos, YuYu y YeonYeon, así que no se preocupen —le besó la frente, sonriendo—. ¿Qué otra persona puede soportar tanto a mamá Jen excepto yo?

—¡Oye!

—Nadie —contestó SoYeon, sonriendo—. Sólo mamá Soo puede sopo-tala.

—¡SoYeon!

—¿Está bien? —las dos niñas asintieron, más tranquilas—. Ahora vayan a jugar, ¿Bueno?

Tanto SoYeon como Yuqi asintieron, poniéndose de pie para volver frente a la televisión donde estuvieron jugando con sus figuritas de acción, pero antes de marcharse, Yuqi se volteó hacia sus mamás.

—Mamás —preguntó tímida—, si tía Rosé y tía Lili se dejan de queder, ¿Yeonnie puede quedase con nosotlas?

Jen parpadeó en tanto la expresión suave de JiSoo desaparecía de su rostro, cambiada a una de preocupación.

—¿Dejar de quererse? ¿Por qué dices eso? Ellas no van a dejar de quererse. —dijo JiSoo con tono grave.

Yuqi abrió la boca, pero fue SoYeon la que contestó:

—¡Hoy un señod se nos acecó mientas jugábamos en la calle! —dijo SoYeon como si nada—. Nos dio un dudce y nos plegutó si Yeonnie eda una bebé linda. ¡Le dijimos que amamos a Yeonnie desde que la vimos, ¿Cieto, Yuq?!

JiSoo miró a Jennie, que lucía pálida y enferma, como si estuviera a punto de vomitar.

—¡Sí! —contestó Yuqi con emoción—. Y luego nos pegutó si tía Rosé y tía Lili se quedían poque Yeonnie no es hija de tía Rosé.

Ambas adultas sintieron como la enorme mentira parecía estarse desmoronando de a poco, pero aun así, trataron de no ceder al pánico, al miedo.

—¿Qué dijeron ustedes? —preguntó Jennie con la voz temblando.

Diyimos que Yeonnie une a tía Rosé y tía Lili y las tes son muy felices juntas. —respondió SoYeon sonriendo.

Suspiraron un poco por el alivio, pero siguieron alertas.

—¿Qué mas dijo? —insistió JiSoo.

—Se tuvo que id, pelo antes dijo que debíamos cuidad mucho a Yeonnie si tía Rosé y tía Lili dejaban de quededse —Yuqi puso una expresión compungida—. No quedemos que ellas se dejen de quelel, se ven muy lindas juntas.

Jennie mordió su labio inferior, pero trato de lucir relajada, aunque por dentro estaba asustada.

—No dejarán de quererse —contestó JiSoo—, así que tranquilas, no tienen por qué asustarse. Y...

—Si alguien desconocido se vuelve a acercar —le interrumpió Jennie con dureza—, ustedes no van a hablarle, aunque les ofrezca un dulce. Entrarán enseguida a casa, ¿Entendido?

Las dos se miraron, asustadas ante el tono de su mamá. Se miraron antes de asentir y salir corriendo hacia el comedor, huyendo lo más rápido de allí.

Pero Jennie no las regañó, sólo miró a JiSoo, pensando en el triste panorama que se avecinaba por todo el desastre que sus amigas crearon.

***

La puerta le indicó que Rosé ya estaba en casa, y se arrodilló sobre la alfombra, acomodando a MiYeon en su sillita de juego. Pocos segundos después sintió las manos de Rosé en su cintura, su aliento contra su cuello, y se estremeció.

Si fue por el miedo o por el placer, no lo tenía demasiado claro.

Miró hacia atrás, encontrándose con el rostro preocupado de Rosé, y sus labios se curvaban en una sonrisa nerviosa.

Habían pasado tres días desde que tuvieron esa horrible, desastrosa pelea, y las cosas se tornaron incómodas y extrañas entre ellos.

—¿Ocurre algo, Lili? —preguntó Rosé suavemente.

Se removió, incómoda, antes de mirar a MiYeon, que la observaba en silencio.

—No, sólo estaba jugando con MiYeon —respondió Lisa como si nada—. ¿Cómo te fue en el trabajo?

Rosé no la soltó, por el contrario, se aferró un poco más a ella, sus labios besando su marca.

—Agotador —contestó Rosé, cansada—. He tenido que reacomodar varias citas y operaciones por haber faltado...

Su frase quedó incompleta, apagándose a medida que seguía hablando, y un silencio tenso se instaló entre ellas.

Lisa jugueteó con uno de los juguetes de MiYeon, sin voltearse, en tanto Rosé seguía sin soltarla.

—Quizás... —habló la menor—. Tal vez... Deberíamos retrasar un poco la boda, Rosé...

Fue como un golpe duro para la alfa, que sintió como su instinto parecía lloriquear en protestar, como un animal herido.

Lisa seguía sin mirarla.

—¿No me amas? —preguntó Rosé con amargura.

La omega pareció querer hacerse pequeña en sus brazos.

—No es eso, Rosé —respondió Lisa con la voz apenada—, pero... Estoy asustada, mi amor... Tú... —su tono se quebró ahora por completo.

Lisa no sabía cómo decírselo sin lucir patética. No sabía cómo decirle que vio los chupetones en su cuello, las marcas violáceas en su pecho. Cómo decirle que encontró pintalabios en su camisa y un olor de omega masculino en sus ropas.

Porque no quería oír su respuesta.

No era tonta. No era una idiota.

Podía quedarse callada, ser tímida y estar gran parte del tiempo nerviosa, pero si había algo que no era, era ser una tonta, aunque mucha gente la mirara en menos y creyera que no podía pensar por sí misma.

Así que era bastante obvio que Rosé tuvo un encuentro con un omega esa noche. Si fueron sólo unos besos o un revolcón, todavía no lo sabía.

Pero un engaño...

—¿Yo qué? —preguntó Rosé con seriedad—. ¿Dudas que te amo? Porque lo hago —su voz se convirtió en un susurro temeroso—. Eres mi omega, Lili, y te amo.

Sintió su rostro húmedo, sin embargo, siguió sin levantar la vista.

—¿Me amas? —sollozó—. Si me amas, entonces, ¿Por qué...?

No quería decirlo en voz alta. No quería hacerlo realidad.

—No llores, mi amor —murmuró Rosé con sus ojos llenos de dolor—. Por favor, me rompe el corazón verte así.

Tomó aire.

Y lo soltó:

—¿Con qué omega fue?

El cuerpo de la alfa se tensó.

Dejó salir un jadeo bajo de pena.

—¿Te acostaste con él o sólo se besaron?

Lisa levantó la vista cuando sintió una suave caricia en su mejilla, y se encontró con los afectuosos y dulces ojos de MiYeon, frente a ella, con ese simple toque calmándola, relajándola un poco, lo suficiente para que no colapsara entre lágrimas.
Cuidadosamente sacó a la pequeña de su silla, sentándola en su regazo, y la bebé no dudó en acurrucarse contra el pecho de Lisa, sin decir nada.

—Estaba borracha —contestó Rosé, con la voz apagada—, pero sé que no es una justificación para lo que ocurrió —tragó saliva—. Él... Él me besó. Sólo fue eso, unos besos sin sentido, pero... Pero lo alejé antes de que pasara a mayores. No lo conocía. Ni siquiera recuerdo su nombre.

—¿Lo prometes? —susurró Lisa, sin girarse todavía—. ¿Lo juras, Rosé?

La alfa tragó saliva.

—Lo juro. —respondió con el estómago apretado.

Distraída, Lisa se volteó, sin soltar a MiYeon.

—Te amo —dijo Lisa, quieta—, pero esto... Un engaño no es aceptable para mí, Rosé.

Rosé asintió, avergonzada, bajando la vista.

Lisa suspiró.

—Sigo siendo tu omega —prosiguió Lisa, tranquila—, a menos que marques a otro omega o yo me deje marcar por otro alfa —las manos de Rosé picaron y su alfa sollozó por las palabras de la menor, gimiendo en señal de perdón—. ¿Quieres que nos separemos de forma definitiva, Rosé?

—No —su respuesta fue rápida y definitiva, sin duda alguna—. No, no quiero eso.

La omega asintió en silencio.

—Yo tampoco lo quiero —contestó Lisa—. Yo... He aprendido a quererte y amarte. Mi omega te ama. Pero también está herida —tomó la mano de Rosé, apoyándola en su pecho—. Aquí, duele mucho.

—Haré lo que sea —habló Rosé de forma lastimosa, como una cachorra siendo abandonada—, lo que quieras.

Lisa tembló, asustada por primera vez en su vida.

Porque esperaba que Rosé se impusiera, que le dijera que debía perdonarla, que sacara su lado alfa y la sometiera. No que prácticamente estuviera arrodillada frente a ella, pidiéndole, rogándole, su amor. Su cariño. Su perdón.

Lisa nunca tuvo esa clase de poder sobre otra persona, y le asustaba por lo que significaba.

El verdadero amor que Rosé sentía por ella.

—Ámame. —pidió Lisa.

Rosé la miró.

Y Lisa pensó que le levantaría la voz, que se reiría en su cara por sus palabras, que la ignoraría y se iría.

Lisa temía que llegara el día en que Rosé se diera cuenta de que no valía la pena estar con ella y se fuera.

Pero Rosé sólo extendió sus brazos, suavizando su expresión, mirándola con completa ternura y cariño.

—Ven, Lili. —susurró.

Y la amó.

¡Gracias por leer!

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