1.
Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.
Roseanne Park sabía que Lisa la estaba evitando.
No era tonta. No era ciega. Desde esa tarde en que le propuso matrimonio que Lisa apenas salía de su casa, ni siquiera a su patio, y era claro el por qué.
La pobre omega, luego de las palabras que le dijo, negó con la cabeza, demasiado aturdida, y, sin dirigirle otra mirada, tomó en sus brazos a la rechoncha MiYeon, entrando a su casa y cerrando con un fuerte portazo. Prácticamente, huyó de su lado, aterrada por lo que pudiera hacer.
Rosé se apoyó en la barra del balcón, mirando hacia el patio de la omega mientras exhalaba el humo del cigarrillo. Sabía que debía verse como una depredadora, como una psicópata esperando a su víctima, pero si era sincera, no le interesaba mucho.
Quería a Lisa. La quería a su lado, compartiendo su casa con ella, acostándose a su lado todas las noches, mirándola con esa preciosa sonrisa con la que observaba a su hija.
Y ninguna bebé iba a impedir aquello.
Sabía que era soltera, porque no vio a nadie más en esa enorme y vacía casa, sumado al hecho de que la omega no tenía el olor de un alfa encima suyo. Además, le preguntó a JiSoo y Jennie, amigas de ella y pareja que vivía a su lado, quién era la omega que era su vecina.
Nunca antes se sintió tan atraída por una omega: normalmente, detestaba lo empalagosas y pegajosas que eran, pero Lisa era distinta.
Lo podía ver en su triste mirada, en su comportamiento tímido, en esa carita retraída y lejana que poseía.
Le llamó la atención desde el inicio, y verla cuidando el jardín, cantando y jugando con su bebé, le hacía desear más cercanía, más contacto. Su alfa parecía volverse loca al ver a la omega tan cerca de ella.
Sin embargo, sabía el motivo del rechazo de Lisa: MiYeon era todo lo que le quedaba a la omega, su mundo entero, y aceptar un compromiso con otro alfa era renegar de eso.
Las reglas para los omegas en ese mundo eran claras:
La primera, y más importante, era la obediencia total hacia los alfas.
La segunda, era la fidelidad eterna hacia tu alfa.
La tercera, y no menos importante, era deshacerse de tu hijo si quedabas solo y otro alfa te quería para sí, porque un hijo de otro matrimonio era la clara prueba para el nuevo alfa de que el omega le perteneció a otro, y los celos podían provocar un desastre.
Jennie le dijo eso cuando hablaron sobre Lisa, contándole que luego de la muerte de su alfa, la mitad Tailandesa no parecía interesada en buscarse otra pareja. No cuando tenía a MiYeon.
Sin embargo, Rosé no era tonta, y sabía que tarde o temprano Lisa la iba a necesitar. Sabía que la omega no trabajaba, por lo tanto, el dinero iba a escasear en algún momento. Y Lisa no era idiota, no podía permitirse quedar en la calle con una bebé, siendo una presa fácil para el resto de alfas, que ni siquiera le preguntarían si quería ser su omega.
Por supuesto, Rosé pensaba jugar todas sus cartas allí y lograr seducir a esa pequeña y tierna omega que parecía haberse metido en su piel como nadie.
***
Lisa quería fingir que todo estaba bien, así que ese día se dijo que nadie lo iba a arruinar.
Se puso de pie, frotando sus ojos y viendo a su pequeña MiYeon todavía dormida al lado de su cama. Le revolvió el fino cabello oscuro, dándole un besito en la frente sin querer despertarla.
Desde lo que pasó con Rosé, días atrás, que podía a notar a MiYeon nerviosa, y sabía que era porque percibía que algo con su mami no estaba bien. Lisa no quería asustarla, así que se estaba enfocando sólo en ella para no dar rienda suelta a la histeria.
¿Qué podía hacer? Mudarse no estaba en sus planes, aún tenía un crédito hipotecario que cubrir y terminaba ese mismo año. Si lograba pagarlo, la casa sería para ella y no tenía que marcharse si quedaba sin dinero.
Sin embargo... Para fin de año quedaban todavía cinco meses, y el dinero se le estaba acabando. Con suerte podría sobrevivir dos meses bien, ¿Y luego qué vendría?
Mientras se duchaba, trató de pensar en alguna solución.
Podría salir a trabajar. Pero era arriesgarse demasiado, porque Lisa no era alguien habilidosa. Era más bien torpe, una inútil –como su padre la llamó muchas veces– y ni siquiera tuvo buenas calificaciones en el colegio. Las matemáticas se le confundían, la historia la encontraba aburrida, las lenguas eran demasiado difíciles, literatura era odiosa y en artes fallaba miserablemente.
Lo único bueno que sabía hacer era cuidar flores y mendigar.
—Eres patética, Lalisa. —se dijo, mirándose al espejo, avergonzada.
Y, sumado a eso, si salía y un alfa se enteraba que no tenía pareja, que era soltera...
Rosé ya lo sabía, por lo que no dudó en fijarla como su objetivo.
Si Rosé decidía declararla como suyo, poco podía hacer. Las autoridades la obligarían a matar a MiYeon, o la misma Rosé lo podía hacer en cualquier momento.
Lisa sabía que perdería la cabeza si le quitaban a su bebé.
Bajó a la cocina a buscar algo para comer, apretando los puños al ver el refrigerador medio vacío. Ella podía pasar hambre, después de todo, la mayor parte de su vida apenas tuvo algo que comer, pero no se podía permitir que MiYeon no comiera. Le gustaba así, con sus mejillas regordetas y siempre sonriente.
No sabía de dónde sacó su bebé esa enorme sonrisa. Lisa no sonreía muy a menudo, y su alfa tampoco solía hacerlo.
Miró la televisión, pensando críticamente si debía o no venderla junto con el conjunto de sillones para así sobrevivir otros meses, cuando tocaron el timbre de la casa.
Se crispó ante el sonido, pero trató de calmarse, respirando profundamente, y abrió con su mejor sonrisa falsa.
Casi suspiró de alivio al ver que era Jennie, su vecina.
—¡Lili! —saludó con entusiasmo Jennie, una beta que vivía en la casa contigua a la suya con su esposa, JiSoo, y sus dos hijas adoptadas, SoYeon y Yuqi.
—¡Tía Lili! —gritó detrás SoYeon, de cinco años, saludando totalmente entusiasmada.
Lisa soltó una risa al ver a la pequeña niña lanzarse a sus brazos, tomándola en brazos, y le revolvió el cabello.
—¡Mira que estás grande! —la elogió—. Pasa, Jen, todavía no he tomado desayuno y si quieres-...
—Oh, vale, ¡No hay problema! —Jennie hizo un gesto despreocupado—. Ocurre que JiSoo salió de compras con Yuqi, y quise venir a compartir un pedazo de pastel que sobró de un cumpleaños al que fuimos.
—¿Quieres tomar un té, entonces? —Lisa hizo un gesto para que entrara, dejando a la niña en el suelo.
—Tía Lili, ¿Dónde está Yeonnie?
—Está durmiendo, SoYeonnie, pero si quieres, puedes despertarla con cuidado —Lisa señaló al segundo piso—. Estoy segura de que a Yeonnie le gustará verte.
La niña se rió, contenta, y desapareció segundos después, sin perder un poco la emoción.
—Te ves más estresada —señaló de pronto Jen, dejando el pedazo de torta sobre la mesa—. ¿Ha pasado algo?
Lisa tembló, sabiendo que era fácil de leer, más para alguien como Jennie que, al ser mayor, sentía un innato deseo de proteger a los amigos que quería.
—Supongo que conoces a Rosé. —dijo en voz baja.
Su amiga frunció el ceño, viendo a la omega poner el hervidor.
—Es amiga de Soo, ha ido algunas veces a la casa. —respondió cuidadosamente la beta.
Lisa mordió su labio inferior.
—Te propuso matrimonio.
Por supuesto que Jen lo adivinaría con facilidad al notar su ansiedad, su creciente nerviosismo. Lisa nunca fue buena en ocultarlo, sus sentimientos eran demasiado transparentes. Eso mismo le trajo muchos problemas en el pasado, pues solían aprovecharse de ella por ello.
—¿Cuál es el problema? —preguntó Jennie mirándola fijamente.
Lisa se quebró.
—¡No pienso sacrificar a MiYeon por mi felicidad! —sollozó, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No permitiré que la toque! ¡No a Yeonnie, no a ella! —de pronto, los brazos de Jennie la rodearon, abrazándola con fuerza—. Voy a... Voy a cri-criarla, seré la... La madre que yo quería tener, no... Nadie le hará daño a mi bebé...
—Sí —Jen le acarició el cabello—. Tranquila, Lili, tranquilízate. Rosé no va a tocarte, ella no es así, no es como los otros alfas. No hará algo sin tu consentimiento.
Pero Lisa sólo negó con la cabeza.
Los años le enseñaron que confiar en los alfas era lo más estúpido que uno podía hacer, porque ellos se ponían a sí mismos siempre primero, y nadie les podía negar algo que quisieran con tanto anhelo.
Y Lisa lo notó en el susurro de Rosé: la alfa la deseaba, la quería para ella.
No sabía qué veían en ella, pues era torpe, débil, muy alta para su casta, con unos pómulos demasiado marcados. Sus ojos eran pequeños, y cuando abría la boca parecía un maldito caballo. Su papá siempre se lo decía, los niños en el colegio igual, todo el mundo se burlaba de ella.
Sólo quería que la dejaran en paz con su MiYeon, nada más.
Escucharon pasos bajando las escaleras y rápidamente se separaron, la omega limpiando su rostro con velocidad.
—¡Yeonnie quería verla, tía Lili! —chilló SoYeon, cargando torpemente a la bebé de casi un año y medio.
MiYeon, al verla, se rió y tendió sus brazos hacia ella.
—¡Upa, mami! —balbuceó, sin perder un poco su sonrisa.
Por supuesto que Lisa no le negaría nada a su linda conejita.
La agarró entre risas, comenzando a llenarle el rostro de besos mientras le sonreía con amor, y la atrajo a su pecho, cerrando sus ojos.
Ningún alfa le quitaría a su Yeonnie. Primero moriría antes de que se la arrebataran.
***
Rosé dejó el auto en el estacionamiento cuando vio a JiSoo y Jennie fuera de su casa, como si la estuvieran esperando, y supo que nada bueno podía salir de eso.
No cuando andaban de la mano con sus pequeños demonios, mejor conocidas como mocosa uno y mocosa dos.
Murmuró por lo bajo, apagando el vehículo, para luego salir con una expresión indiferente.
—¡Tía abueeeeeeeeeeela! —saludó la mocosa uno con una sonrisa enorme.
La fulminó con la mirada, pero no la intimidó para nada.
—¿Qué ocurre? —preguntó, mirando a JiSoo—. ¿Quieren que cuide a estas mocosas? No pienso-...
—No, señora amargada —le interrumpió Jennie—. Lisa es lo bastante amable para cuidar a nuestras bebés si se lo pedimos, no necesitamos de ti para eso.
Ouch. Eso dolió.
—¡La tía Lili es tan divertida! —apoyó la mocosa dos, sonriendo—. ¡Y Yeonnie es muy linda, quiero darle besos todo el día!
—¡Yo igual quiero darle besos, SoYeonnie!
—Basta, basta niñas —regañó JiSoo—. Vamos, queremos hablar contigo un momento —no le dio tiempo a responder porque se giró hacia las menores—. ¿Por qué no van con la tía Lili? Pasen por el patio de Rosé y entran por la cocina, estoy segura de que estará feliz de verlas.
Las niñas aplaudieron con emoción, pero Rosé quiso decirles algo sobre que no hicieran un desastre con su comportamiento. Sin embargo, antes de poder hacerlo, desaparecieron como un rayo, gritando.
Malditas mocosas hiperactivas.
—Pasen. —invitó Rosé desganada, abriendo la puerta de su casa.
La pareja entró con calma, contemplando el interior de la fría casa que sólo la alfa habitaba. Definitivamente le hacía falta algo de compañía, alguien que le diera un poco de color a su monótona vida. La decoración de la casa era tan... Gris.
Rosé podía lucir como la típica alfa desalmada que se limitaba a pensar en sus sentimientos, pasando por sobre los demás, pero por dentro era algo así como una dulce bola de algodón que necesitaba de cariño y amor. Además, era completamente fiel a sus amigos, preocupándose de ellos, aunque no lo demostrara mucho.
—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó, suspirando.
Jennie miró a su esposa con una ceja enarcada, preguntándole quién sería la primera en hablar.
—Jen habló con Lisa en la mañana. —comenzó a decir JiSoo.
Su esposa rodó los ojos, bufando, en tanto Rosé levantó la cabeza con repentino interés.
—Te tiene miedo —declaró Jennie con seriedad—, pero no porque quieras ser su alfa, sino porque teme que mates a su bebé.
Rosé ladeó la cabeza, curiosa.
—Es mi deber —dijo, sin placer alguno—, Lisa lo sabe muy bien.
—Es tu deber si la tomas como omega —recalcó JiSoo, poniendo una expresión cansada—. Lo único que tienes que hacer es...
—La quiero como omega —gruñó Rosé entrecerrando sus ojos—. No voy a dejar que se me escape.
La pareja la observó en silencio unos segundos, esperando que se calmara lo suficiente para seguir con la conversación.
—Lisa no va a ceder fácilmente. Puede que nunca lo haga. Si no lo hace, vas a seguir insistiendo, cometerás un error y créeme que Lisa jamás podrá perdonarte, aceptarte por completo si le quitas a su bebé. —dijo Jennie tranquilamente.
—Le daré más bebés —replicó Rosé con impaciencia—. Todos los que ella quiera.
Las dos betas la miraron en shock un momento, demasiado sorprendidas por las palabras de Rosé, que seguía luciendo calmada y seria.
JiSoo abrió la boca para decir algo, pero Jennie habló primero:
—No lo entiendes —regañó, como una madre haría con su hija—. Lili no permitirá que toques a su Yeonnie, porque su bebé representa todo lo que nunca tuvo —Jennie le dio un suave golpe en la nuca—. No conoces a Lisa, nosotras apenas la conocemos, pero está claro que tuvo una infancia difícil y que todavía hay cosas que no ha superado. Su Yeonnie es su única fortaleza, así que no permitirá que se la lleven.
Rosé arrugó los labios, haciendo un puchero de forma inconsciente, y frotó la zona donde Jennie le dio el manotazo.
—Pero la quiero como omega. —dijo de forma lastimosa, como una niña pequeña haciendo un berrinche.
—¿Desde cuándo estás tan necesitada? —se burló JiSoo.
—Desde que la vi en su jardín. —refunfuñó Rosé.
La pareja volvió a quedarse en silencio unos segundos, pensando, y luego JiSoo sonrió de forma minúscula mientras Jennie le decía con la mirada que no era una buena idea.
—Tengo un plan. —dijo Soo.
Jen gimió sonoramente, en tanto Rosé la escuchó de forma atenta.
***
Lisa podía escuchar todo el griterío que venía del comedor mientras preparaba algo para cenar, sintiéndose más relajada al escuchar la risa estruendosa de MiYeon. SoYeonnie y YuYu eran unos pequeños demonios, lo tenía claro, pero siempre que se ponían a jugar con su Yeonnie eran cuidadosas, así que no se preocupaba mucho de ellas.
Tocaron a la puerta de la cocina y frunció el ceño.
Limpió sus manos con el mantel, bajando el fuego del horno, antes de caminar hacia la puerta y abrirla, esperando ver a Jennie o JiSoo buscando a sus hijas.
Por supuesto que se tensó al ver a Rosé de pie frente a ella, inexpresiva, tranquila.
—Hola. —dijo, tratando de lucir relajada.
Rosé hizo un gesto hacia el interior.
—¿Puedo pasar? —dijo de forma suave—. Me gustaría hablar algo contigo, Lisa.
Mordió su labio inferior, pero se limitó a asentir, haciéndose a un lado para dejarla entrar. Rosé no dijo nada más, se quedó observando la cocina con una expresión curiosa, para luego voltearse hacia la omega que seguía un poco cohibida.
—¿Cuántos años tienes? —le preguntó, mirando sus rechonchas mejillas, conteniendo el deseo de acariciarlas.
—Estoy por cumplir los diecinueve —respondió Lisa, un poco incómoda bajo la escrutadora mirada de la alfa—. ¿Por qué, señora Park?
Claro, pretendía mantener las distancias para no confundir las cosas.
—Llámame Rosé —dijo, sin perder el tono suave—. Quiero que trabajes para mí.
Lisa se atoró con su saliva.
Tosió, incrédula, y le miró con los ojos abiertos y la boca en forma de O, en clara señal de sorpresa.
—¿Es una broma? —tartamudeó Lisa incrédula.
—No —Rosé se encogió de hombros—. No paso mucho tiempo en casa y necesito que alguien se haga cargo de ella y del jardín —le señaló con un dedo—. Necesito que vayas tres días a la semana, los que más te acomoden, y te pagaré un millón de wons por día.
La pobre omega parecía a punto de sufrir un desmayo ante sus palabras, tan sorprendida y desconcertada por el ofrecimiento.
Porque lo que estaba diciendo la alfa era realmente... Increíble para Lisa. Con todo ese dinero podría sobrevivir sin problemas durante mucho tiempo, hacerse cargo de las cuentas sin tener que privarse de algo, regalarle muchas cosas a su Yeonnie y más.
—¿Hay... Hay alguna trampa en esto...? —miró a la alfa desconfiada, esperando que le dijera lo que tanto temía.
—No —Rosé humedeció sus labios—. Aún quiero casarme contigo, Lisa, pero no quiero presionarte y deseo conocerte mejor. Así que por ahora te ofrezco esto.
Lisa tembló cuando Rosé se acercó, estrechando un poco sus ojos.
Pensó que la iba a besar a la fuerza, que la tomaría en sus brazos, y Lisa estaba lista para agarrar la sartén y darle un golpe, pero Rosé se limitó a acariciarle la mejilla.
—Deberías sonreír más, Lili —le dijo en un susurro—. Tienes una sonrisa hermosa.
Y tan rápido como llegó, se marchó como si nada, dejando a Lisa con su corazón latiendo a mil y las mejillas ruborizadas.
¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro