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Chan estaba a punto de tener un colapso nervioso cuando marcó por décima vez el número de Jeongin mientras conducía, siendo mandado al buzón de voz, diciendo que el celular del omega estaba fuera de servicio o apagado. Terminó dirigiéndose a una de las direcciones de los amigos del chico, rogando a cualquier Dios que Jeongin estuviera allí para que así pudiera hablar con él y contarle toda la verdad.

Decirle que nunca lo engañó, que ese hijo no era suyo, que Wheein estaba mintiendo y que ellos podían, de alguna forma, salvar su relación.

Chan necesitaba verlo a los ojos y contarle toda la verdad para que así el dolor que sentía pudiera desaparecer, aunque fuera un poco.

Tocó la puerta del departamento, desesperado, y una chica –¿Ahin?– abrió con una expresión de sorpresa.

—Jeongin, ¿está Jeongin aquí? —preguntó, respirando entrecortadamente.

La chica lucía confundida, atónita.

—¿Innie? No, él... —arrugó el ceño—, Jeongin no ha estado aquí desde que se fue con Stephen.

No mentía, porque su alfa no percibió ningún aroma conocido en el departamento, ninguna presencia amada.

Asintió, girándose, pero antes de poder seguir caminando, la chica volvió a hablar:

—Eres su alfa —afirmó, y Chan se detuvo, mirándola por sobre su hombro.

—Sí —murmuró, soltando el aire de su boca.

—¿Para qué lo buscas? —preguntó Ahin bruscamente—. Creo que ya has hecho suficiente por él.

Su primera reacción habría sido mandarla al diablo, gruñirle en voz baja e intimidarla para que no le estuviera jodiendo, sin embargo, trató de controlarse y asintió, dándole la razón, porque la omega frente a él no mentía.

Fue incapaz de proteger la estabilidad emocional de Jeongin, fue incapaz de cuidar de él y de Yongbok, y fue incapaz de ser honesto con el único omega al que su alfa quiso.

—Necesito encontrarlo y... y decirle que...

Se quedó callado unos segundos.

¿Decirle que?

Le iba a contar la verdad, por supuesto, ¿y luego qué? ¿Qué le iba a decir? ¿Qué le perdonara?

Puede que Chan no se hubiera acostado con Wheein, pero, de todas formas, también le mintió a los ojos, le dijo cosas horribles y quiso fingir que nada malo pasó entre ellos, cuando la relación no estaba bien.

—Necesito decirle que lo amo.

Y su voz salió rota, destruida.

Ahin le miró en silencio antes de soltar un ruido despectivo.

—Como si eso fuera suficiente —dijo antes de cerrar la puerta.

Sí, a veces simplemente amar no era suficiente.

Pero trató de ignorar esa vocecita en su interior que le decía que se rindiera y salió del edificio, caminando hacia su auto.

Apenas se puso el cinturón, su móvil comenzó a sonar. Observó el número.

—¿Jeongin? —preguntó de golpe, con su voz teñida de esperanza.

Escuchó una respiración tras la línea; después, sólo silencio. Iba a volver a hablar cuando Jeongin contestó:

—¿Para qué me llamas? —preguntó con tono monótono.

—Necesito verte —se apresuró a decir atropelladamente, tan rápido que sus palabras eran apenas claras—, necesito estar a tu lado, mi amor...

Otra vez silencio.

—No quiero verte —contestó Jeongin.

Su alfa interior gimoteó, pero se obligó a no romperse.

—Lo sé —admitió, apoyando su frente en el manubrio—, lo sé, bebé, pero por favor... por favor, déjame verte.

No hubo una respuesta rápida.

—Te enviaré la dirección por mensaje —dijo Jeongin con tono duro—, pero lleva a Yongbok. Necesito verlo también.

No le importó que no dijera que necesitaba verlo a él: a Chan le bastaba sólo con saber que podría verlo en un par de horas.

Eso era suficiente por ahora.

Yongbok estaba sentado en el suelo con una expresión en blanco, mientras Seungmin y Hyunjin le miraban frente a él con ojos expresivos y enormes. Ambos parecían esperar que el bebé les sonriera como antes, y así ponerse a jugar.

Pero Jisung notó que Yongbok, realmente, no parecía interesado en hacer vida social con sus amiguitos.

—Bokkie —dijo entonces Hyunjin, llamando su atención—, ¿y si juyamos a las escondidas? ¡Podemos mandal a Minnie a contal!

—¡Oye! —se quejó Seungmin para luego inflar sus mejillas—. Bueno, está bien...

—¿Ves? ¡Vamos, Bokkie, juyemos, te plometo–!

—No —la voz del niño salió dura y extrañamente helada—. No —miró a los niños con una expresión extraña—. No los queio.

La sonrisa desapareció de la expresión de Hyunjin y Seungmin parpadeó.

Jisung pudo adivinar el momento en que el desastre inminente iba a desatarse en su casa, en especial cuando los ojos de Seungmin se pusieron brillantes.

Así que, para evitarlo, entró al comedor con los cupcakes que se puso a cocinar una vez Chan desapareció por la calle.

Changbin no estaría feliz una vez regresara a casa y lo viera con el bebé, ya llegaron al acuerdo de cortar toda relación con los Bang, y eso ponía todo lo planeado patas arriba. Además, era el último día de trabajo de Changbin en el hospital y en una semana más iban a marcharse, las cosas ya estaban decididas, y la repentina aparición de Chan desestabilizaba todo por completo.

Jisung jamás lo iba a admitir en voz alta, pero realmente le temía a la familia Bang, sobre todo cuando Changbin apareció con Minho ensangrentado, murmurando que esos golpes eran cortesía de los guardaespaldas de los padres de Chan.

Ayudar a un amigo era una cosa, pero proteger a tu familia era otra completamente diferente. No podían dudar en lo que iban a hacer, aunque eso acabara con una amistad.

—¡Miren lo que hice! —dijo Jisung, llamando la atención de Seungmin y Hyunjin. Por otro lado, Yongbok sólo desvió la mirada, observando la puerta de entrada con los labios arrugados—. Hice sus favoritos, chicos, vengan a probarlos.

Vacilantes, los dos mayores obedecieron, agarrando un pastelito cada uno.

Yongbok no se movió.

—¿No quieres uno, Bokkie? —ofreció Jisung con dulzura.

El bebé sacudió la cabeza, sin responder.

Seungmin lo agarró de la tela de la camisa, poniendo una expresión triste y compungida, y Hyunjin, distraído, le tomó la mano a su hermano, queriendo decirle con ese simple gesto que estaba a su lado.

A Jisung realmente le preocupaba un poco Seungmin, pues notó lo tímido que era con todo el mundo y como se cohibía en ambientes desconocidos, aun cuando Hyunjin estaba a su lado. Y, bueno, si algo no parecía gustarle o se sentía demasiado presionado, solía romper a llorar como si tuviera dos años todavía, actitud que Hyunjin no tenía en ningún momento.

Sin embargo, ambos tenían características de niños alfas, así como Yongbok poseía rasgos de niño omega. Eso daba alguna pista sobre lo que podrían llegar a ser a futuro, cuando se presentaran a los doce años como chicos pertenecientes a alguna raza.

Pero a Jisung algo no terminaba por convencerlo completamente. ¿Sería la actitud confiada con su alrededor, pero tímida y casi ansiosa con el resto que tenía Seungmin? ¿Sería la enfermiza posesividad que Yongbok presentaba muchas veces con Jeongin, una sobreprotectora actitud que podía igualarse al comportamiento de alfas ya adultos? Algo no le cuadraba en su totalidad, pero pensar eso le provocaba dolores de cabeza que prefería evitar.

—Bokkie está enojalo —murmuró Seungmin, mordiendo su labio inferior—. No nos vayamos, papá Jisung. Bokkie nos necesita.

Jisung bajó la vista, pensando en el cruel rostro de Wheein, en los indiferentes ojos de su madre, y algo se estremeció en su interior, porque sabía que esas personas eran capaces de matarlos si así lo deseaban.

—Los ploteyeré —dijo Hyunjin inflando su pecho—, a Minnie y a Bokkie, pelo quedémonos, papá Jisung.

Se puso de pie, sacudiendo la cabeza, y suavizó su voz:

—La decisión ya está tomada, chicos.

Ambos parecían dispuestos a discutir, pero Jisung se acercó a Yongbok, tendiéndole un cupcake.

—¿Seguro que no lo quieres, Bokkie? —le preguntó con todo dulce.

—No —murmuró Yongbok—. Ñam ñam 'e mamá. No 'e ti.

Jisung suspiró, recordando la expresión sonriente de Jeongin cuando le ofrecía un dulce a Yongbok, que el bebé no dudaba en aceptar, siempre feliz de tener la atención de su mami sobre él.

No quería ni imaginar cómo estaría Jeongin con todo esto.

Se puso de pie, mordiendo el interior de su mejilla cuando sintió la puerta de la casa siendo abierta. Sabía que era Changbin sólo por sus pasos, pero los gritos de los niños lo confirmaron cuando fueron a recibirlo.

Changbin no dijo nada cuando apareció, observando a Yongbok con muda sorpresa. Jisung le miró con gesto nervioso.

—Chan me lo encargó de pronto y no pude negarme —explicó.

Changbin no parecía feliz, pero tampoco dijo nada, porque no iba a pelear frente a sus hijos.

—Hola, Bokkie —saludó, inclinándose para revolverle el cabello al bebé.

Pero Yongbok se hizo a un lado, manoteándolo y gruñendo en voz baja.

—No —fue lo único que dijo.

Changbin no hizo amago alguno de volver a intentarlo, aunque lucía preocupado también.

Jisung iba a decirle algo, sin embargo, antes de poder hacerlo, la puerta de entrada fue tocada con desesperación.

El olor alfa de Chan invadió sus fosas nasales por lo intenso que era en ese instante, así que se apuró en abrirlo. El de menor estatura lucía apurado, por lo que saludó apenas y entró, sus ojos buscando a Yongbok.

El niño le miró.

—Vamos, Bokkie —dijo con tono suave.

Yongbok hizo un gesto de desagrado, pero se quedó quieto cuando Chan lo tomó en brazos.

—¿Se puede saber qué mierda ocurre? —preguntó Changbin con el ceño fruncido.

—Jeongin necesita verlo —contestó Chan entrecortadamente, antes de voltearse—. No se preocupen. Ni Wheein ni mi madre harán nada contra ustedes —su tono salió triste, casi roto.

Jisung no pudo evitar sentirse mal, porque ¿qué culpa tenía Chan de tener una familia tan obsesiva y manipuladora?

—Chan... —comenzó a decir Changbin con expresión tensa.

—No, no se preocupen —insistió Chan—, lamento haberlos metido en todos estos problemas. Si hubiera sabido que... —hizo una pequeña pausa, sacudiendo la cabeza—. Sólo quiero darles las gracias por todo. Han sido buenos amigos.

Jisung apretó sus labios. ¿Por qué eso se sentía como una despedida?

—Si hay algo...

—Ya han hecho suficiente —le interrumpió Chan a Changbin con amabilidad—, es momento de que piensen en ustedes, también —los miró con una triste sonrisa—. Nos vemos, chicos.

No les dio tiempo a decir algo más, porque ya se giró para irse.

Jisung tuvo que sostenerse de Changbin, porque una extraña sensación le dijo que las cosas iban a acabar de un momento para otro. Pero si era para bien o mal, eso no podía saberlo.

Jeongin contempló el boleto frente a él en frío silencio y lo guardó en el bolso, mirando el techo como si hubiera algo terriblemente interesante allí.

No sabía cuánto tiempo estuvo así, mirando a la nada, cuando la puerta fue tocada y su omega interior pareció activarse. Pero en lugar de abrir, se quedó un momento en silencio.

—Jeonginnie, soy yo —susurró Chan.

Ladeó la cabeza, poniéndose de pie para abrir la puerta, viendo al desastroso y ojeroso alfa frente a él, sosteniendo a Yongbok.

—¿Mami?

Sonrió, ignorando al alfa para tomar en brazos a Yongbok, que no dudó en arrumarse en sus brazos desesperadamente. Lloraba en silencio, y lo sostuvo, sintiendo como su omega parecía calmarse con tener al pequeño contra su cuello, por un momento a salvo de todo lo malo que estaba ocurriendo.

—¿Cómo te has portado, precioso? —susurró Jeongin entrando, diciéndole de forma indirecta a Chan que entrara también.

—Te estanio —sollozó Yongbok entre hipidos—. Feo sin tú.

—¿Sí? —se sentó en el viejo sofá, sin soltarlo un poco—. También es feo y horrible si no estás conmigo, Bokkie.

Vueve —pidió Yongbok—. Favo.

Jeongin miró a Chan de reojo, viéndolo de pie frente a él y observándole con ojos tristes.

—Te amo, mi vida —le dijo en cambio.

Yongbok asintió, cerrando sus ojitos al sentir feromonas maternas en el aire que lo estaban adormeciendo inevitablemente, además del hecho de poder estar entre los brazos de la persona que más amaba lo estaba relajando como nunca antes.

Chan, por supuesto, no dijo nada mientras Jeongin hacía dormir a Yongbok, observándolo en silencio, admirando sus rasgos suaves y hermosos que no se cansaba de mirar.

Chan podría mirarlo todo el día y jamás se agotaría.

Unos veinte minutos después, Yongbok estaba dormido profundamente, y Jeongin lo recostó en el sofá, poniéndose de pie y caminando hacia el cuarto.

El alfa no dudó en seguirlo.

—Jeongin... —dijo en voz baja.

El omega lo miró por sobre el hombro, rebuscando en el armario una manta.

—Querías hablar conmigo —dijo Jeongin, desviando la vista—, hablemos, entonces.

Hubo una pequeña pausa mientras Jeongin volvía al comedor, cubriendo a Yongbok con la manta para que no pasara frío.

Chan miró la habitación del motel donde Jeongin se estaba alojando, observando lo lúgubre y triste que lucía todo, y tragó saliva, siendo consciente de que el omega no tenía los medios suficientes como para buscar algo más decente para alojar. Había pensado en entregarle dinero, ayudarlo con algo, pero sabía también que Jeongin lo rechazaría e incluso era capaz de devolverle todo.

Jeongin volvió a la habitación para que la conversación no despertara a Yongbok

Chan tomó aire, sin ser capaz de organizar sus pensamientos.

—Jeongin, necesito decirte que...

—Tenías razón —Jeongin levantó la vista sin emoción alguna, casi indiferente, y algo dolió en su interior—, sobre Stephen. No tuve que haberme acercado a él —hizo una pequeña pausa—. Si hubiera sido un buen omega, lo habría mandado al diablo.

Chan arrugó el ceño, confundido, sintiendo su estómago contraído.

—¿De qué estás hablando?

Jeongin se sentó en la cama.

—Stephen se acercó a mí porque Wheein lo ayudó.

El alfa dejó salir su respiración, atónito, y sacudió la cabeza.

Todos los puntos se estaban uniendo, ¿cómo no pudieron verlo? ¿Tan cegados estuvieron, tan ilusionados de armar su sueño, que fueron incapaces de ver las sombras alrededor de su castillo?

—Bebé, eso no importa ahora, sólo...

—Sí importa —insistió Jeongin mirándolo a los ojos—. Si hubiera sido un buen omega, te habría hecho caso porque eres mi alfa. Pero no soy un buen omega —Jeongin sonrió con amargura—. Nunca he sido un buen omega, Chan, ¿sabes por qué? —la voz de Jeongin se endureció—. Porque no me interesa ser un buen omega.

Chan se arrodilló, tomándole la mano.

—Nunca me ha interesado eso. Seas o no seas un buen omega, no me importa.

Jeongin sonrió tristemente.

—Eso suena bonito, Chan, pero es mentira —Jeongin le acarició el rostro—, tú y yo sabemos que es mentira.

Chan quiso replicarle, sin embargo, antes de poder hacerlo, Jeongin se inclinó y le dio un beso en los labios, su boca acoplándose a la suya perfectamente, su alfa gruñendo con satisfacción al sentir a su omega tan cerca, tan al alcance.

Se fue enderezando, sin separar su boca de la del omega, profundizando más el contacto, y sus manos acariciaron el rostro de Jeongin. Sus dedos delinearon sus mejillas mientras lo empujaba sobre la cama, subiéndose sobre él.

—Eres más que mi omega —le murmuró Chan, separándose por algo de aire—, siempre has sido algo más que mi omega —hubo una pausa, dándole otro beso corto—. No quiero que seas un buen omega. Quiero que seas Yang Jeongin.

El menor le miró en silencio, el cálido aliento de Chan contra su boca, y lo agarró del cuello, empujándolo un poco más para abajo.

—Hazme el amor entonces, Bang Chan —pidió Jeongin, antes de besarlo una vez más.

Chan soltó un gruñido bajo, sus manos comenzando a acariciar la cintura del chico bajo su cuerpo, y podía sentir el aire cargado de hormonas sexuales para excitarlo (aunque si era sincero, sólo con tener a Jeongin de esa forma bastaba para endurecerlo). Dejó que el omega le quitara la camisa, su estómago agitándose de forma descontrolada cuando observó los ojos de Jeongin, y comenzó a besar su cuello, deslizándose hacia abajo, echando a un lado todas las prendas de ropa.

Fue lento, sin ningún apuro, tomándose su tiempo para saborear y marcar cada pedazo de piel que el omega le ponía. Oía sus jadeos y gimoteos suaves, sus sollozos de placer cuando quitó su ropa interior y liberó su miembro.

Chan siempre se sentía bendecido de ser la única persona capaz de observar el cuerpo desnudo de Jeongin, de ser el hombre que podía tocarlo sin pudor alguno.

Se inclinó, separando sus piernas, y comenzó a besar sus muslos, subiendo a su vientre, sus dedos toqueteando su ano de forma superficial, sus labios deslizándose por esas pequeñas estrías de embarazo que marcaban el cuerpo de Jeongin, importándole poco que el muchacho bajo él gimoteara que lo hacían ver feo.

Para Chan, Jeongin era el ser más hermoso del planeta, y esas estrías eran parte de su encanto.

Jeongin se arqueó cuando Chan comenzó a penetrarlo lentamente, su miembro abriéndose paso en su lubricado ano. Besó las lágrimas de placer que se deslizaban por el rostro del omega, y volvió a atacar sus labios cuando empezó a embestirlo sin perder el ritmo, jadeando contra su boca, oyendo sus gimoteos suaves de placer.

Jeongin se sentía como si estuviera en las nubes mientras Chan lo penetraba una y otra vez, su miembro golpeando su próstata, sus ojos devorándolo sin descanso alguno, y gimió en voz alta cuando su cuerpo comenzó a estremecerse, su pene eyaculando en ambos pechos, echando su cabeza hacia atrás.

Dejando expuesto su cuello.

Pero no le importaba. No le importaba que Chan se inclinara, sus colmillos abriéndose paso en su piel, punzante dolor haciéndolo quejar cuando el alfa reavivó la marca, anudando en su ano, semen caliente llenándolo.

A Jeongin realmente no le interesaba en ese instante.

Minutos después, Chan se derrumbó en sus brazos, acurrucándose en su pecho, y Jeongin miró el techo mientras le acariciaba el cabello.

El omega se movió un poco y Chan se quejó.

—¿A dónde vas? —le preguntó en un murmullo—. Quédate conmigo.

Jeongin soltó una risa baja.

—Iré a ver si Yongbok sigue durmiendo —le dijo, mirándolo por sobre su hombro—, ¿quieres un vaso con agua? Te ves agotado.

Chan soltó un gruñido en afirmación.

Cinco minutos más tarde, Jeongin estaba volviendo a la cama, dejando el vaso sobre el velador, y se recostó a su lado. Con la garganta seca, Chan bebió el agua de una para luego atraer al omega a su pecho, pensando en decirle entonces lo que descubrió.

Pero Jeongin volvió a adelantársele.

—Stephen nos enseñaba Literatura y Lenguas —murmuró Jeongin, llamando su atención—, y nos estaba hablando sobre los poemas. Decía que muchas culturas tenían sus propias palabras para expresar sentimientos que sólo podían describirse en poemas.

Chan le miró, viendo la expresión risueña de Jeongin, y acarició su mejilla.

—¿Algunas te gustaron? —preguntó con genuino interés.

—Me gustó como sonaba Gigil —dijo Jeongin contra su oído—, que es cuando quiero apretar a alguien porque lo amo.

—Bueno, pues yo me siento en constante gigil contigo —susurró Chan.

Jeongin sonrió.

—¿Sabes que sentí la primera vez que te vi? —continuó Jeongin, cubriéndose con una sábana—. Sentí mariposas en el estómago. Muchas mariposas. Y cuando jugaste con Yongbok. O cuando me propusiste matrimonio. Estaba asustado, pero también había mariposas en mi estómago —las mejillas de Jeongin se tornaron coloradas—. Eso es Kilig. Mariposas en el estómago cuando estoy con la persona que amo. Siempre me has hecho sentir así, Chan.

El alfa lo miró con la garganta apretada, atrayendo el rostro de Jeongin contra el suyo, y volvió a besarlo, oyendo su suspiro bajo.

—¿Todavía te sientes así? ¿Con mariposas en el estómago?

Jeongin cerró sus ojos, acurrucándose a su lado para dormir.

—Siempre me harás sentir así, Chan —dijo, antes de quedarse callado.

Chan miró el rostro adormilado de Jeongin, sin dejar de acariciarle el cabello, y besó su frente. Pensó que, cuando volviera a despertar, podrían hablar con más calma.

—Bueno, cuando me sonríes siempre siento mariposas en todo mi cuerpo, Jeonginnie —le dijo en voz baja antes de cerrar sus ojos, dispuesto a dormir por el resto de la noche con el omega a su lado.

Pero Jeongin no pensaba lo mismo.

No cuando se puso de pie una hora después, observando el rostro dormido de Chan, y en silencio fue al baño. Luego de varios minutos salió ya duchado, sin rastro alguno del alfa, y miró su reflejo en el espejo, observando la marca reciente en su cuello, sus dedos contorneando la piel expuesta.

Recogió el bolso armado que ocultó bajo la cama, observando las pocas ropas que tenía, y lo cerró para luego buscar los pantalones de Chan.

Observó su celular, viéndolo vibrar por la quinta llamada de Wheein, y lo dejó sobre la mesa para después sacar la billetera del alfa, su mano temblando cuando guardó la tarjeta de crédito con la que pensaba sacar algo de dinero.

Limpió sus lágrimas de forma rápida antes de quebrarse.

Sintió a Chan removerse en la cama, pero no se alarmó, pues sabía que el calmante que puso en el agua de Chan era efectivo por completo.

Caminó hacia el pequeño comedor, viendo a Yongbok durmiendo sobre el sofá, y comenzó a recoger las pocas cosas que sacó.

—¿Mamá? —murmuró repentinamente Yongbok.

Jeongin sonrió, inclinándose, y lo tomó en brazos.

—¿Qué ocurre, bolita de arroz? —le dijo en tono bajo, mientras lo acurrucaba contra su pecho, entrando otra vez al cuarto.

—¿On as? —balbuceó el bebé medio dormido.

—Sólo cocinaré algo, mi vida —le dijo, su voz rompiéndose—, ahora, ¿por qué no sigues durmiendo con papá? Vas a tener que cuidarlo mucho, Bokkie. Yo volveré enseguida.

Yongbok bostezó, acurrucándose contra el cuerpo de Chan.

—¿Pomesa? —farfulló, abriendo un ojito levemente.

La sonrisa de Jeongin desapareció y se inclinó, besando la mejilla de Yongbok.

—Promesa, Yongbok.

El bebé parecía satisfecho con eso y no tardó en volver a dormir.

Jeongin cubrió su boca para ahogar el sollozo que moría por escapar de sus labios.

Se enderezó, cubriendo a Yongbok con la sábana, y luego se acercó a Chan, dándole también un beso en la frente mientras dejaba una carta sobre el velador. Finalmente, sacó el boleto de avión que partiría en una hora y media.

Antes de salir del cuarto, miró una vez más la escena, y sintió su corazón quebrándose cuando se dio cuenta de que ya no había vuelta atrás.

Una vez saliera, su decisión habría sido ya definitiva.

Todavía podía volver, desnudarse y acostarse al lado de Chan, quedarse allí por el resto de la noche, fingiendo que no pasó nada, y continuar con esa patética vida que llevó por tantos años, fingiendo que era feliz con la condición que todo el mundo le puso.

¿Y después qué?

Jeongin apagó la luz.

Y luego, no hubo nada.

Chan se volteó, sus manos buscando una conocida presencia, pero atrapando nada, y abrió sus ojos pesadamente, confundido cuando sintió un pequeño cuerpo a su lado que no reconocía.

Se enderezó, gruñendo por el sol que se colaba por la ventana y no lo dejaba seguir durmiendo, y se quedó en silencio un instante, tratando de aclarar sus pensamientos.

Entonces, el silencio se volvió horrible.

Porque era un silencio pesado, triste, sin ruido alguno, sin algo cómodo en el aire. Porque no podía escuchar ruidos en el baño, en el comedor, en alguna parte del lugar. Porque no podía percibir a través del vínculo si su pareja estaba cerca.

Se giró, mirando a Yongbok durmiendo a su lado como si nada, y hubo algo pesado en su estómago cuando sus ojos recorrieron la habitación. Notó que no vio las cosas de Jeongin regadas por algún lado, porque todo parecía perfectamente en su lugar.

Todo excepto un sobre en el velador siendo sujetado por un vaso con agua.

Su mano tembló mientras agarraba el sobre, el vaso cayendo al suelo, y pudo sentir a Yongbok removiéndose a su lado.

Pero lo ignoró mientras extendía el papel frente a sus ojos.

Chan:

Si estás leyendo esto, es porque ya me encuentro lejos, muy lejos, tan lejos que espero que tu alfa sea incapaz de localizarme para siempre.

Lamento si he sonado duro. Lamento haber desaparecido sin más. Lamento haberme ido sin decir adiós. Lamento haber dejado a Yongbok atrás.

Pero tiene razón. Wheein tiene razón.

De alguna triste forma, a pesar de todo el odio, hay una parte mía que puede comprender el actuar de Wheein, porque ella es omega al igual que yo. Porque ella tiene los mismos miedos que todos los omegas tenemos, de no ser nadie en la vida y limitarnos a no ser nada más que animales de cría para el resto de las personas. Porque ella sabe lo que es ser mirado en menos por el resto y fingir que no te afecta, cuando en realidad algo parece morir cada día un poquito más. Si Wheein ha actuado así, es porque la sociedad en la que estamos la ha obligado a eso.

Pero eso no justifica sus acciones.

He descubierto que no importa cuánto me aleje, ella seguirá queriendo verme destrozado, y he decidido irme por eso. Si permanecía en el mismo lugar que ella, Wheein iba a asegurarse de que terminara siendo devorado por todos los alfas posible sólo para su satisfacción personal, y soy lo suficientemente inteligente como para rendirme cuando mi poca integridad personal está en peligro.

Habría querido llevarme a Yongbok conmigo, pero tú y yo sabemos que eso no es posible. Como ahora tiene tu apellido, iba a necesitar tu autorización para sacarlo del país, y tengo bastante claro que no ibas a otorgarme eso porque además Wheein está encaprichado con él.

Así que Chan, tienes que jurarme que lo vas a proteger con tu vida. Yongbok es lo único bueno que he hecho en esta vida y si él llega a morir, Chan, yo también me muero. Puedes marcar a otro omega, creo que seré capaz de soportarlo, pero si algo le pasa a Yongbok, entonces mi vida habrá acabado.

Promételo, Chan.

Y dile que lo amo. Dile que mamá lo ama, tienes que decírselo todos los días, y tienes que entregarle las cartas que le escribiré a futuro. Y tienes que pedirle perdón de mi parte y rogar que sea capaz de perdonarme por haberlo dejado solo. Por no haber sido capaz de protegerlo. Pero es por su bien, aunque eso no me consuele por completo.

Y te amo, Chan, te amo a pesar de todo, pero una parte en mi interior también te odia, y lo siento por eso, pero no puedo evitarlo.

Pero a pesar de todo esto, gracias.

Gracias por haberme amado a pesar de ser un desastre.

Gracias por haberme amado cuando nadie antes lo había hecho.

Gracias por haberme amado hasta el punto de que fui realmente feliz por un tiempo.

Gracias, Chan.

Con amor, Jeongin.

No se dio cuenta de que estaba llorando, hasta que las lágrimas humedecieron el papel que sostenía con manos temblorosas.

—¿Papá? —preguntó Yongbok, frotando sus ojos—. ¿On a' mamá?

Su tono hizo que algo se rompiera en su interior.

Leyó otra vez la última línea, sollozando, sin saber qué hacer en ese instante, sin ser capaz de moverse porque su alfa estaba roto, estaba destrozado, y pedía ir detrás del omega, de correr a buscarlo aunque sabía que no podría encontrarlo.

Porque sólo había silencio tras el vínculo, frío y horrible silencio.

Chan sabía que, por mucho que tratara de buscar al omega, no podría encontrarlo.

Por supuesto, podría contratar detectives privados, averiguar su paradero, ¿y entonces qué ocurriría? ¿Iría tras él a pedirle una nueva oportunidad cuando Jeongin ya tomó su decisión?

Y la verdad, oh, la verdad que no le pudo decir porque Jeongin no se lo permitió, porque se estaba despidiendo de él, hizo que soltara un jadeo bajo de dolor.

—¿Papá? —insistió Yongbok con la voz temblando.

Chan se giró, encontrándose con el asustado rostro del bebé.

—Mamá... mamá... —su voz temblaba, se sacudía con cada nueva sílaba—, volverá, Yongbok.

Yongbok asintió, aunque Chan sabía que el niño no terminaba de comprenderlo.

¿Pero cómo podía explicárselo sin provocar un desastre?

—No loles —dijo Yongbok—, mamá io yo cu-i-a-te —Yongbok asintió, arrugando el ceño, y Chan soltó una risa entrecortada, aturdido.

Cuidarlo. Jeongin le hizo jurar que lo iba a cuidar.

Chan lo tomó en brazos, sin dejar de sollozar.

—Volverá —susurró con voz ahogada.

Pero sólo hubo silencio.

Sólo hubo silencio en la vida de Bang Chan.

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