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Cuando despertó, su cabeza dolía tanto que soltó un gemido bajo en señal de queja. Sus manos se deslizaron por la sábana, buscando el pequeño bultito a su lado para acurrucarlo contra su cuerpo y no soltarlo nunca más.

Sin embargo, no atrapó nada.

Abrió los ojos, enderezándose bruscamente, y notó que no estaba en su cuarto. En la pieza matrimonial. En su casa.

Se revolvió, desesperado, y recordó lo ocurrido la noche anterior.

Un latigazo de dolor y pena recorrió su cuerpo, recordándole lo que hizo.

Recordó el llanto de Yongbok cuando Chan lo sostuvo, moviendo sus manos y pies, queriendo librarse del agarre del alfa, mientras Jeongin sólo caminaba, alejándose, alejándose, con las lágrimas cayendo por su rostro. Su corazón se rompía con cada nuevo grito de Yongbok, pidiéndole –rogándole– que no se fuera, que no lo dejara allí, que lo quería, lo necesitaba.

Los guardaespaldas de Hyejin le dijeron que lo llevarían a un hotel donde podría alojarse, sin embargo, los ignoró por completo y se marchó caminando, aturdido, perdido, incapaz de saber exactamente a dónde dirigirse. Tuvo el fugaz pensamiento de ir donde Jisung, sin embargo, no iba a poder soportar estar en la casa al lado de Chan. No, necesitaba alejarse lo más pronto de allí para no enloquecer por completo.

Así que sus pies se dirigieron al pequeño departamento de Ahin que conoció semanas atrás, cuando la chica lo invitó a comer algo luego de clases.

Recordaba haber llorado todo el camino hacia ese lugar, ignorando las miradas que las personas le dirigían, su mente en otro lado, incapaz de procesar correctamente lo que ocurrió.

Como su mundo se desmoronó en sólo un par de horas.

Chan y Wheein. Oh, Chan y su hermana...

¿Cómo fue tan idiota e iluso?

No, no fue un estúpido: en el fondo, sospechaba que Chan hizo algo más que besar a esa omega supuestamente desconocida de la que habló, pero fingió que no era importante. Y como decía el dicho, no hay peor ciego que el que no quiere ver, y eso terminó por empeorar todo.

Si hubiera tenido un poco de orgullo, no habría seguido con esa tonta farsa, con ese estúpido matrimonio, y le habría pedido a Chan que marcara a otra omega para acabar con ese enlace. Pero fue incapaz de hacerlo, porque amaba a Chan, porque creyó que podían solucionarlo, pero por, sobre todo, porque Chan fue durante muchos meses seguridad y amor para él.

Y no quería perderlo, no quería quedar solo y triste otra vez, sin nadie que lo amara por lo que era.

Sin embargo, si lo hubiera hecho, si hubiera actuado guiado por su mente y no por su corazón, Yongbok seguiría en sus brazos.

Su pequeño, su bonito y dulce bebé, seguiría a su lado.

Jeongin se quebró.

Cayó de rodillas, sollozando por el dolor, por la pena, por el sufrimiento, sintiendo un vacío enorme en su corazón, que parecía engullirlo con cada segundo que pasaba lejos de esa pequeña criatura que tuvo y cuidó con tanto esmero, para que nada malo le pasara.

Su Yongbok.

Era su culpa. Su jodida culpa.

Si no hubiera estado tan ciego de amor por Chan, si no hubiera confiado en un alfa, eso no estaría pasando.

¿Cuándo aprendería su maldita lección?

Los alfas eran crueles. Eran malos. Eran unas personas egocéntricas que se dejaban dominar por su instinto de dominación y posesión, que sólo pensaban en su propio placer y necesidad, importándole poco el omega. Usando al omega sólo para satisfacerse.

Chan lo usó lo necesario para dejarlo como un trapo sucio y le arrebató lo que más amaba en el mundo.

Cubrió su boca con su mano, tratando de no soltar un sollozo de dolor, pero fallando miserablemente, y pronto la puerta de la habitación fue abierta. Una preocupada Ahin entró, asustada, temerosa, pero la omega no dudó en abrazarlo con cariño, tratando de sostenerlo.

Lloró en el hombro de su amiga, sin dejar de ver el rostro triunfal de Wheein, la sonrisa burlona de Hyejin y la mirada avergonzada de Chan sobre él.

Habían ganado. Wheein ganó, de eso no tenía duda alguna.

Ahora sólo quedaba rogar para que le devolvieran a su pequeño bebé, pero en el fondo, Jeongin sabía que eso sería imposible.

No, porque la expresión de Wheein delataba todos los sentimientos enfermizos y tóxicos que sentía hacia él, y el odio, el desprecio, eso no era fácil de eliminar. Wheein lo odiaba tanto que estaba dispuesta a convertirlo en lo más miserable del mundo para sentirse satisfecha, y si tenía que quitarle a su Yongbok, lo haría sin dudarlo.

Se aferró al abrazo de Ahin, tratando de controlarse un poco, aunque sabía que esa herida jamás podría ser curada.

Yongbok no dejó de llorar en toda la noche.

Aun cuando estaba durmiendo, no dejaba de gimotear, lagrimear y retorcerse en su cuna, sin dejar de apegarse contra la almohada de Jeongin, frotándose contra ella con desesperación, como si fuera el cuello de su mami.

—¿Puedes callar a ese pequeño bastardo? —gruñó Wheein con ojeras bajo su rostro.

Chan la miró sin inmutarse, aunque su mano temblaba con las ganas de estampar su cabeza contra la pared.

—No dejará de llorar —contestó, oyendo el nuevo sollozo de Yongbok—. Es un bebé que necesita de su madre, y lo quieras o no, ese papel le pertenece únicamente a Jeongin.

El nombre del omega quemó en su lengua, recordando su expresión rota, sus mejillas llenas de lágrimas, sus labios temblando, las sacudidas incontrolables en su cuerpo, mientras se alejaba tratando de no mirar hacia atrás.

El alfa en su interior se estaba comportando, en ese preciso instante, como Yongbok también: sollozaba, gemía y se estremecía al recordar al omega mirándole sin amor en su expresión, sólo la rabia, la pena, la traición allí.

Costó todo el esfuerzo del mundo no quitarle la almohada a Yongbok para acurrucarse contra ella, queriendo percibir el olor omega de Jeongin, buscando tranquilizarse un poco, pero cuando Yongbok comenzó a golpear su cabecita contra los barrotes de la cuna, sin dejar de llorar a gritos, no tuvo más remedio que entregarle la almohada.

El bebé la abrazó con total angustia, sin dejar de murmurar por su mami.

Chan no sabía cómo arreglarlo, cómo solucionarlo, sus manos estaban atadas en su espalda y esa felicidad efímera que creó junto a Jeongin desapareció.

Tenía claro que Jeongin no le iba a perdonar eso jamás, y si lo hacía, era porque Jeongin era sólo un ángel que él no merecía. Pero por mucho que quisiera ser positivo, era también realista, y ese engaño, meterse con Wheein y dejarla embarazada, no se lo perdonaría nunca en la vida. Y haber provocado que le quitaran a Yongbok...

Chan ​no quería su perdón, porque no era algo que podría obtener enseguida. No, lo que necesitaba era darle otra vez a su bebé, ya que podía notar por el débil vínculo que todavía lo unía a Jeongin, que el omega estaba colapsando, estaba en un estado de desesperación y pena total que tarde o temprano lo consumiría

—Wheein —la chica frente a él, sentada cómodamente en el sofá, le miró con expresión de aburrimiento—, ¿qué tengo que hacer para que Yongbok vuelva con Jeongin? Haré lo que quieras. Lo prometo.

Wheein ​ladeó la cabeza, humedeciendo su labio inferior, antes de acariciar su hombro.

—Márcame —exigió con la voz baja como un ronroneo—. Fóllame, márcame, y Yongbok podrá volver con su asquerosa madre.

La bilis subió por su garganta, su alfa gruñendo en señal de queja.

—Si rompo el vínculo, Jeongin podría morir —dijo con la voz temblando.

Wheein sonrió cruelmente.

—No lo hará, su vínculo con su pequeño monstruito es más fuerte —contestó con burla e hizo una mueca ante el llanto renovado de Yongbok—. Le romperé el cuello a ese jodido–

Antes de que pudiera continuar, Chan dio dos pasos, la agarró por el cabello, y tiró de ella levantándola bruscamente, sin importarle el grito de dolor que soltó.

Le gruñó, mostrándole los colmillos.

—Le haces algo a Yongbok —dijo con tono frío, helado, pero lleno de furia—, y voy a sacarte el corazón con mi propia mano, Wheein, lo juro. ¿Está claro? —Wheein soltó un gemido de miedo al escuchar al alfa de Chan hablar, y Chan tiró con más fuerza de su cabello—. ¿Está claro?

—S-sí —balbuceó Wheein con un hilillo de voz.

Chan la soltó, asqueado, y terminó por salir del cuarto directo a la habitación de Yongbok, que lloraba ahora con más fuerza, recién despierto, notando que su mamá no estaba a su lado.

—Mami, mami, mami... —jadeaba Yongbok, abrazando la almohada y con las lágrimas cayendo por su rostro cuando Chan entró al cuarto. Sus ojos parecieron iluminarse, buscando la figura de Jeongin detrás—. ¿Mami?

Chan se inclinó con intención de tomarlo en brazos, sin embargo, la expresión de Yongbok cambió.

—¡No! ¡No! ¡NO! —le gritó, manoteando sus manos y volviendo a llorar, pero ahora por la rabia—. ¡Mami! ¡Mami! ¡MAMI!

Mordió su labio inferior brevemente.

—Yongbok, mami no está aquí ahora —dijo con suavidad—. Ven, deja que te cambie, debes comer algo.

Hizo amago de volver a tomarlo en brazos, sin embargo, Yongbok hizo algo que hasta el momento no había hecho nunca: Yongbok soltó un gruñido bajo en señal de advertencia, como si quisiera atacarlo.

Se detuvo, mirando al bebé, que le observaba con odio, sin dejar de gruñir como si...

Como si...

Alejó el pensamiento de la naturaleza de Yongbok. Eso no era lo importante en ese instante.

—Mami —ordenó Yongbok, abrazando la almohada, con sus ojos llenándose con lágrimas al captar el olor de Jeongin—. Mami, mami...

Chan necesitaba que Yongbok se duchara y comiera algo. Necesitaba cuidarlo porque sabía que, si algo le pasaba, Jeongin no podría recuperarse jamás en la vida. Él ya lo destrozó con su actuar, sin embargo, iba a hacer lo posible para que no siguiera sufriendo tanto.

Así que Chan hizo algo horrible: le mintió a Yongbok.

—Yongbok —dijo con la voz suave, callándolo unos segundos—, mamá dijo que vendría a verte luego de que te bañes y comas, ¿está bien? —el bebé lo miró con desconfianza, sin soltar la almohada—. Sólo cuando estés listo, mamá vendrá a mimarte.

Los labios de Yongbok temblaron.

—¿Pomesa? —le preguntó, hipando.

Su estómago se apretó, y bajó la vista, incapaz de sostenerle la mirada al pequeño niño, que lucía frágil y perdido en ese instante.

—Promesa —mintió, acercándose.

Yongbok no peleó ni lloró cuando lo tomó en brazos con cuidado, atrayéndolo a su pecho, y saliendo del cuarto, Chan le dio un pequeño beso en la frente. Era consciente de que se vendrían unos duros días, en donde tendría que hacer lo posible para mantener a salvo a Jeongin y Yongbok.

Bang Yongguk miró a su esposa con una ceja enarcada, riéndose entre dientes cuando la alfa terminó de contarle todo lo ocurrido el día anterior con una mirada de satisfacción.

—Así que nuestro retoño decidió aceptar su lugar en la familia —se burló con tono satisfecho, bebiendo de su copa de vino.

—Aceptó heredar la empresa y mantener el imperio Bang siempre y cuando no tocáramos a ese tonto omega —dijo con voz despectiva Hyejin—, así que no podré hacer lo que pensaba con ese patético chico —suspiró, decepcionada.

Yongguk ​rodó los ojos, fastidiado

—¿Y Wheein? —siguió preguntando.

Hyejin humedeció sus labios.

—Preñada y lista para casarse, esperando que nuestro hijo tenga las pelotas para marcarla y acabar con ese enlace de mierda —puso una expresión pensativa—. Aunque me sorprendió que decidiera mantener con vida al crío. Estoy segura de que ese mocoso le traerá nada más que problemas, pero bueno, si ella desea eso, ¿quién soy yo para negárselo? Después de todo, a Wheein se le ocurrió la idea perfecta para arruinar ese estúpido compromiso.

Sí, porque Hyejin sólo planificó deshacerse del omega y su tonto bebé para que Chan decidiera ceder a sus peticiones, pero Wheein fue quién le dijo que era mejor destruir emocionalmente a los dos, para que así Chan fuera manipulable para ellos.

Como estaba la situación, su hijo no iba a rebelarse. No cuando tenían en sus manos la vida de ese tonto bebé. No cuando podían hacer que Jeongin desapareciera con un chasquido de dedos.

Chan se convirtió en un alfa blando, tonto y enamoradizo, un alfa que ellos no criaron, por culpa de su capricho por ese omega, y era momento de que las cosas volvieran a su lugar.

—Ese mocoso nos podría servir también, Hye —le dijo de pronto Yongguk, llamando su atención—. Considera que ahora ese bebé es de la familia Bang y Wheein lo va a criar como su hijo. ¿No tienes ahí a un nuevo heredero? Chan ha demostrado no ser de confianza, así que puedes centrar tus nuevos esfuerzos en hacer de ese bebé un Bang ejemplar.

Hyejin ​observó la copa de vino, meditando

—No tiene sangre Bang —comentó como si nada.

Su esposo se encogió de hombros.

—Sabes que la sangre vale una mierda —dijo, moviendo la mano de manera desdeñosa—, lo importante es si alfa, beta u omega. Si llegara a ser alfa...

—Olvidas al bebé de Wheein —añadió Hyejin.

Yongguk ​soltó una risa baja

—Su bebé. Claro. Pero, ¿cuáles son las probabilidades de que ese bebé sea alfa? En caso de que no lo sea, y el otro mocoso sí... —Yongguk se inclinó—. Tienes que pensarlo de esta forma, Hyejin: Chan no volverá a acostarse con Wheein. Si bien lo tienes en la palma de tu mano, Chan no va a marcarla o dejarla preñada otra vez porque simplemente la odia, y bueno, un alfa que odia a un omega traería consecuencias desastrosas para nuestra empresa, más considerando que piensas en los dos como futuros herederos de nuestro negocio —Hyejin asintió en silencio—. Tienes que tomar todas las cartas posibles y jugarlas maestramente.

—Nos estamos adelantando a los hechos —dijo con suavidad Hyejin, poniéndose de pie cuando la puerta del cuarto fue tocada—. Veamos cómo avanzan las cosas.

Asintiendo, el alfa se acomodó en el sofá, sirviéndose una nueva copa de vino cuando Wheein entró con una mueca de molestia, sentándose en una silla con aspecto de enojo.

Los dos alfas la miraron con una ceja enarcada, haciendo una pregunta silenciosa que la chica contestó segundos más tarde:

—No me marcará —dijo con el descontento marcando su voz—. Ese maldito bastardo no va a marcarme, porque teme que su tonto omega muera —su rostro se deformó por la ira—. Lo quiero muerto. Ahora.

Hyejin ​ladeó la cabeza.

—¿Muerto? Bastaría con que otro alfa lo marque, quiera o no —contestó Yongguk.

Los ojos de Wheein se iluminaron.

—Que sea la puta que es —dijo con una sonrisa sádica—. Que cientos de alfas lo follen y marquen a la fuerza.

Hyejin ​comenzó a reírse sin control, causando que Wheein le mirara con incredulidad.

—Me encantaría eso, Wheein —contestó Hyejin, sin dejar de reírse—, pero lamento decirte que Chan me obligó a jurar que no le tocaríamos un pelo al omega, que lo dejaríamos en paz —la alfa la miró calculadoramente—. Y si bien lo quiero muerto, también, tengo bastante claro que hacer eso sería provocar a mi hijo, y estaría jugando con fuego entonces —Hyejin señaló a Wheein—. Después de todo... ¿no es mi hijo un alfa puro? Podría destrozarte con un movimiento de manos, Wheein, lo sabes bien. Si no lo ha hecho es porque a Chan la violencia nunca le ha agradado mucho.

La sonrisa de Wheein desapareció de su rostro, molesta otra vez mientras se cruzaba de brazos con irritación. Permanecieron en silencio varios segundos, cada uno sumido en sus propios pensamientos, y de pronto, el rostro de Wheein se iluminó, sacando su móvil, marcando un número.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Yongguk, arrugando el ceño.

—Tengo a la persona perfecta que me ayudará sin pedir nada a cambio —dijo, sonriendo astutamente, antes de comenzar a hablar con el alfa al otro lado de la línea.

Ahin miró con preocupación a Jeongin frente a ella, silencioso, pequeñito, mirando la taza de café humeante con una mirada vacía que la asustó por completo. Lavando los platos a un lado estaba Ahin sin decir cosa alguna, aunque se notaba en su mirada que lucía inquieta también.

Las dos chicas no sabían qué decir para que Jeongin pudiera animarse un poco, para distraerlo de alguna forma.

—Podríamos salir más tarde a comprar algo fuera —dijo Ahin con voz nerviosa.

Jeongin ​levantó la vista, sin expresión alguna, pero negó en silencio.

Ahin ​quería tomarlo en sus brazos, apretarlo contra su pecho y decirle que todo iba a estar bien, pero sabía que no debía hacerlo, porque sería mentir

—Tenían razón —dijo Jeongin de pronto—. Tú y Lisa. No tuve que haberlo perdonado. Tuve que haberme ido sin mirar atrás —el tono de Jeongin se quebró—. Yongbok está llorando, está llorando tanto, y no puedo tomarlo en mis brazos para calmarlo...

—No digas eso, Jeongin —balbuceó Ahin con voz temblorosa—. No es tu culpa. Tú no hiciste nada para que tu hermana te odiara tanto, para que la madre de Chan...

—Me lo advirtieron —le interrumpió Jeongin—. Me lo dijeron. Me ordenaron alejarme de Chan y desaparecer de su vida. ¿Y qué hice yo? —bebió de la taza con café, el sabor amargo inundando su cuerpo—. Me limité a enamorarme y confiar en él como un idiota. Es mi culpa. Es mi maldita culpa.

Ahin le tomó la mano, sacudiendo la cabeza, aunque sus ojos estaban llenos de pena. Hyebin se sentó a su lado, sirviéndole a Jeongin un vaso con agua.

—Hallarás una forma de recuperarlo —dijo Hyebin con firmeza—. Yongbok volverá a tus brazos, Jeongin, es tu bebé y no de tu hermana. No de Chan. Es tuyo, sólo tuyo.

Jeongin ​miró a la beta con los ojos llenos de lágrimas

—¿Y cómo? —preguntó entrecortadamente—. No tengo poder legal sobre él ahora que lleva el apellido Bang, ahora está a cargo de Chan, no mío. Y Wheein... ella... ella no cambiará de opinión. Ella quiere verme siendo miserable, quiere...

—Tienes que convencerla de que deje ir a Yongbok —insistió Hyebin—. ¿Qué quiere ella además de Yongbok? Quiere a Chan, pero él sigue siendo tuyo. Tú sigues siendo su omega hasta que... hasta que la marca en tu cuello...

—Hasta que la marca desaparezca —completó Jeongin en voz baja—. Si me dejo marcar por otro alfa... —el omega hizo una mueca de rabia—. Pero no quiero a otro alfa. No quiero más alfas en mi vida. Quiero sólo a Yongbok —Jeongin cerró sus ojos un momento—, y aunque me dejara marcar... eso... eso no asegura nada. Me libraría de Wheein. Pero... pero tendría un nuevo alfa, y ese alfa quizás no querría a Yongbok y al final...

Al final, Yongbok acabaría muerto igual.

Las palabras no fueron dichas, pero el mensaje estaba implícito en su triste silencio.

—Pero si fuera Chan el que rompiera el enlace... —aventuró Ahin.

Los ojos de Jeongin brillaron un poco más, aunque una parte de él, ese pequeño omega en su interior, se retorció ante la idea de perder a Chan también, aunque ya lo perdió.

Su marca ardió.

Si bien renegó de Chan como alfa, si bien una parte suya lo odiaba y no quería saber nada más de él luego de lo que hizo, otra mínima parte de él quería volver a los brazos de Chan, acurrucarse contra su pecho y pedirle que se fueran lejos de allí, sólo los tres, sin nadie a su alrededor que quisiera hacerles daño.

Una parte suya estaba dispuesta a perdonar a Chan a pesar de todo el daño, y se odiaba por eso.

Se puso de pie, vacilante.

—Iré a hablar con él —murmuró, distraído—. Voy a... voy a decirle que marque a Wheein y veré a Yongbok y...

—Espera, Jeonginnie, deja que te acompañe —dijo Ahin, poniéndose de pie.

Jeongin ​la miró, respirando aceleradamente

—Yo... lamento molestarte, no es mi intención...

—No molestas —le interrumpió la omega—. Somos amigos. Los amigos hacen eso.

Asintiendo, Jeongin fue a ponerse las zapatillas, volviendo segundos después listo para salir. Ahin le tendió el brazo y lo agarró, sabiendo que iba a necesitar algo con lo que estabilizarse en el camino hacia la casa de Chan.

Minutos más tarde estaban caminando por la ciudad: Ahin trataba de que Jeongin no fuera corriendo hacia la casa de Chan, pudiendo notar su ansiedad y desesperación por llegar pronto allí.

—Jisung podría sacar a Yongbok, Innie —le estaba diciendo Ahin, tratando de calmarlo.

—Él ya tiene mucho con sus dos hijos —murmuró Jeongin—. Además, Changbin y él podrían meterse en problemas si se ponen contra la familia de Chan. Ellos nos han apoyado y se negaron a cooperar con Wheein. No puedo pedirles que me ayuden sin arriesgar sus vidas.

—Pues Jisung no dudaría en quitarle las pestañas a esa estúpida perra —masculló Ahin. Jeongin la observó en silencio y soltó una risa nerviosa—. No sé cómo una víbora como ella puede ser tu hermana, Innie.

—Oh... —Jeongin la miró de reojo, sonriendo tristemente—. Me gustaría decir que Wheein en el fondo no es así, pero... pero siempre ha sido así conmigo. Cuando... cuando éramos más pequeños, solía pegarme, ¿sabes? Si yo hacía algo mal, si hacía demasiado ruido, si ensuciaba algo, ella se enojaba y me golpeaba, no con fuerza, pero si para hacerme llorar. Aun así, yo la quería tanto, porque... porque no conocí a otra especie de hermana y madre que pudiera suplir la falta de figura materna en mí —hizo una mueca, distraído.

—Pues espero que le pase algo horrible —dijo Ahin con rabia en la voz—. Que se caiga de las escaleras y pierda a ese bebé.

Jeongin ​suspiró, mordiendo su labio inferior un momento.

—Ese bebé no tiene la culpa de lo ocurrido —contestó en voz baja—. Ese pobre niño no tiene la culpa de todo lo que está pasando.

—Pero, aun así, In–

—Estas no son horas para andar en la calle, Jeongin.

Los dos omegas se quedaron quietos cuando una tambaleante figura se asomó por un callejón.

Jeongin ​parpadeó al reconocer el burlón rostro de su padre.

Arrugó los labios, repentinamente nervioso, sintiendo su estómago doler cuando los ojos de Hyunsuk se posaron en él.

Se aferró más al brazo de su amiga.

—Vámonos —le murmuró con tono urgido.

Sin embargo, no dio dos pasos cuando su padre se puso frente a él, y al tratar de retroceder, se dio cuenta de que otras dos personas estaban detrás suyo, impidiendo que pudiera alejarse.

Ahin ​le miró, asustada.

—¿Para dónde vas tan rápido, Jeonginnie? ¿No quieres pasar tiempo con tu padre? —se burló el alfa con aliento borracho—. Ah, y estás con una amiga, ¡mejor para mí! Dos omegas bonitos y dispuestos, ¿qué mejor?

Jeongin ​apretó sus dientes, alterado y asustado, pero sin tratar de demostrarlo.

—Me están esperando en casa, papá —dijo con voz suave—, para otro día-

Hyunsuk soltó un gruñido en señal de advertencia.

—Cierra la boca, bastardo —le espetó—. Tuve que haberte vendido a un prostíbulo en lugar de echarte, me habrías dado un buen dinero, así que ahora no te me escaparás.

Jeongin ​estaba listo para chillar por el miedo, sin embargo, antes de poder hacerlo, otra persona habló.

—¿Jeongin? ¿Ahin?

—¡Stephen!

El alfa estaba bajando de un auto recién estacionado a un lado con el ceño fruncido, viendo las figuras de los omegas encogidas en medio de esas otras personas que lucían agresivas.

Ahin parecía a punto de llorar por el alivio, mientras Jeongin seguía mirando a su padre, que lucía molesto y a punto de estallar.

Decidió moverse antes de que eso ocurriera.

—¿Puedes llevarnos, Stephen? —preguntó, mirando al alfa con esperanza.

Stephen parpadeó antes de asentir.

—Vengan, los llevo donde quieran —espetó, observando al padre de Jeongin de forma desafiante.

El hombre ni sus amigos parecieron moverse cuando los dos omegas se alejaron lo más rápido de allí, moviéndose hacia el auto de Stephen, que no dudó en arrancar una vez las puertas se cerraron.

Sólo una vez que estuvieron a bastantes cuadras lejos pudieron respirar con calma.

—¿Quiénes eran ellos? —preguntó Stephen en medio del silencio.

—Unos hijos de puta —contestó Jeongin, desviando la vista.

El alfa no contestó.

Media hora después, Stephen se detuvo fuera de la casa de Chan, pero Jeongin no se bajó enseguida, se quedó mirando las ventanas con expresión ausente.

—¿Jeongin? —preguntó Ahin, insegura.

El omega los observó.

—Stephen, ¿podrías... podrías esperarme? —preguntó, vacilante—. Yo... sólo vengo a hacer algo y me iré.

Stephen ​le observó con sorpresa, sin comprender, para después asentir

Jeongin ​le dijo a Ahin que le esperara también, bajando del auto, caminando hacia el hogar de Chan, y sintió su corazón latiendo a mil. Tocó la puerta, temblando

Entonces, lo escuchó.

El destrozado llanto de Yongbok.

Su omega se removió, desesperado, y volvió a tocar la puerta.

No le importaba nada más, sólo quería llegar hacia su bebé, tomarlo en brazos y decirle que todo estaría bien, que nada malo iba a pasar; por eso, cuando Chan abrió, diciendo su nombre con total sorpresa, lo ignoró por completo, haciéndolo a un lado para luego correr hacia el cuarto de Yongbok, su corazón latiendo de forma desbocada.

Lo encontró sentado en su cuna, abrazando una almohada, llorando a lágrima viva.

—Yongbokie.

El llanto del bebé se apagó.

Yongbok ​levantó su cabecita bruscamente, mirándolo entre lágrimas

—¿Mami? —balbuceó hipando—. ¡Mami! ¡Mami!

Jeongin no dudó para tomarlo en brazos, el bebé aferrándose inmediatamente a su cuello, balbuceando palabras incoherentes mientras comenzaba a frotar su cabecita de forma desesperada.

Sólo cuando Jeongin lo tuvo así, seguro, pudo respirar con calma, su herido corazón tranquilizándose ante el toque de su bebé, ante el hecho de tenerlo allí, entre sus brazos.

—Te extrañé, bolita de arroz —le murmuró con la voz temblando, llorando también.

—Mami, te amo, te amo... —mascullaba el bebé sonriendo, dándole pequeños besos en la mejilla.

—¿Sí? Yo también te amo, Bokkie —le dijo, llenándole de besos también, causando que soltara risas entrecortadas.

Entonces, lo sintió.

A Chan detrás, mirándolo en silencio.

Se volteó, observando su expresión cansada, las ojeras bajo su rostro, su mueca en el rostro.

El alfa parecía dispuesto a hablar, pero antes de poder hacerlo, Jeongin lo interrumpió con voz fría y una mirada helada.

Lo había decidido. Ya no había vuelta atrás.

—Vas a marcar a Wheein y me entregarás a Bokkie hoy mismo —le dijo.

Chan ​parpadeó.

La respuesta, dada segundos después, no se la esperaba:

—No.

A Chan no le importaba que Jeongin lo odiara: si Jeongin quería, podía romper el enlace dejándose marcar por otro alfa, pero en cuanto a Chan, él no iba a marcar a otro omega que no fuera Jeongin.

Chan no le pertenecía a otra persona que no fuera Jeongin, y no iba a romper con ese enlace, aunque las cosas ya estuvieran arruinadas entre ellos.

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