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Jeongin soltó un gemido mientras enterraba sus uñas en la espalda de Chan, sintiendo como el semen del alfa lo llenaba antes de anudar, gruñendo contra su garganta y con sus dientes enterrándose en su marca.
—Mhn, Chan... —balbuceó el omega sin alejarse.
—Mi omega —masculló Chan, repartiendo besos mariposa por el cuello de Jeongin—. Mío, mío, mío... Mi Jeonginnie...
Se estremeció, cerrando sus ojos, y de pronto la imagen de esa omega desconocida llegó a su mente, besando a Chan y tocándolo sin pudor alguno.
Sin embargo, por primera vez desde la pelea, el rostro de esa omega se transformó en la cruel cara de Wheein, y sin poder soportarlo, rompió a llorar.
Dios, ¿qué le estaba pasando?
Chan, alarmado, separó su rostro del cuello del omega, mirando a Jeongin con preocupación mientras éste sólo sollozaba en voz baja.
No lo soportaba, no podía hacerlo: amaba a Chan demasiado, pero lo que hizo, haberlo engañado de esa forma... Todavía dolía, todavía lo estremecía por completo y lo hacía sentir sucio, pequeño y una basura que no era suficiente para su alfa.
Lo hería en lo más profundo de su orgullo, pero por, sobre todo, le hacía pensar que era desechable para Chan.
—¿Te hice daño? —susurró Chan, saliendo de su interior, con sus manos tomándolo de la cintura para atraerlo a su pecho, pero Jeongin soltó un chillido de disgusto y lo empujó—. ¿Bebé?
—No me toques —murmuró Jeongin girándose, sin importarle si estaba sudado, manchado con su esencia en el estómago, con el semen de Chan en su interior—. No me toques, Chan.
Podía sentir la vacilación del alfa, pero para su fortuna, le dio su espacio y se quedó en silencio, sin acercarse.
¿Cuánto pasó desde esa pelea y ese engaño? Dos semanas. Sin embargo, seguía doliendo. Probablemente dolería para siempre.
¿Cómo podía ignorar lo que ocurrió y fingir superarlo? Un engaño era... era...
Era algo que lo enloquecía por completo.
—Si yo... —susurró con tono quebrado—, si yo me hubiera ido, y hubiera permitido que un alfa me hubiera besado, me hubiera tocado, ¿qué habrías hecho, Chan?
No hubo una respuesta enseguida.
—Lo habría buscado para matarlo —contestó Chan con tono oscuro.
Asintió, mordiendo su labio inferior.
—¿Ella era más linda que yo? —preguntó Jeongin en voz baja.
El estómago del alfa dolió ante la pregunta, su respiración cortándose cuando Jeongin se giró, mirándolo con ojos brillantes, y su boca se sintió seca, su garganta apretándose.
Quería llorar, abrazar a Jeongin, decirle la verdad que lo estaba carcomiendo por dentro, pedirle que jamás lo dejara, que lo necesitaba desesperadamente a su lado por toda la vida. Que volviera a confiar en él, aunque no lo mereciera.
Pero por, sobre todo, que le mirara otra vez como si Chan fuera capaz de salvarlo de todo lo malo en el mundo, aunque fuera todo lo contrario: para Chan, Jeongin era la persona que lo salvó e hizo vivir.
—No —dijo Chan con seriedad, sin una pizca de mentira en su voz—. Ella jamás se podrá comparar contigo, Jeongin. Jamás podrá llegarte si quiera a los talones. Tú... tú eres un ángel.
Las mejillas pálidas de Jeongin se tornaron de rojo, pero aun así siguió impasible.
—Cuando te besaba, ¿sentías algo? —siguió preguntando Jeongin, sus dedos acariciando la sábana.
Chan trató de rememorar esa noche, los besos de Wheein en su cuello, su pecho, sus caderas meciéndose en su cintura y el gemido que soltó la chica al llegar al clímax. Lo demás estaba borroso, un recuerdo lejano que no quería desentrañar.
—Era como si estuviera lejos —contestó Chan, tomando la mano de Jeongin—, como si no hubiera sido yo. La alejé antes de que pasara a mayores.
Mentiroso. Maldito mentiroso. ¿Por qué no puedes decirle la verdad?
Porque eso destrozaría a Jeongin.
Porque eso haría que lo perdiera, y Chan no quería perderlo.
Abrió la boca para decir algo más, pero Jeongin se enderezó, con el ceño un poco fruncido. Casi de forma inmediata se puso de pie, vistiéndose con su bata. Chan le miró, confundido.
—¿Qué ocurre? —preguntó.
—Es Yongbok —murmuró Jeongin sin mirarle—. Creo que no está durmiendo bien.
Sin decir otra cosa, el omega salió del cuarto. Chan no tardó en seguirlo.
Lo primero que hizo Jeongin al entrar al cuarto de Yongbok fue ir directo a la cama del bebé, donde el pequeño soltaba quejidos bajos y lloraba en silencio. El omega no tardó en tomarlo en brazos, preocupado totalmente, comenzando a mecerlo y hablarle para tratar de calmarlo.
Chan también se acercó, sabiendo que, si el bebé estaba asustado, un ambiente familiar sería lo mejor para relajarlo.
Segundos después, Yongbok se despertó, lloriqueando.
—Mami... —farfulló, colgándose del cuello de Jeongin—, mami, mami, mami...
—Tranquilo, Bokkie —susurró Jeongin, dejando que Chan lo abrazara por la cintura—, mami está aquí, contigo. No pasará nada, bebé, lo prometo.
—Mami —siguió repitiendo Yongbok por varios segundos.
En silencio, los dos adultos salieron del cuarto, volviendo a la habitación matrimonial. Una vez allí, Jeongin se acostó con Yongbok en sus brazos, que no parecía querer alejarse de él, en tanto Chan abría la ventana para que el olor a sudor y sexo desapareciera del cuarto.
Al volver a la cama, se encontró con el bebé más calmado, chupando su dedo mientras Jeongin lo arrullaba, cantándole en voz baja.
—¿Qué ocurrió, bolita de arroz? —preguntó Jeongin tiernamente, acariciándole el negro cabello.
Yongbok se acurrucó más en sus brazos de ser posible.
—Mami no taba —murmuró el bebé—. Taba feo y oculo y mami no taba. Mami, ¿no te ilás?
Jeongin parpadeó antes de sonreír, besándole la frente a Yongbok.
—Qué dices, Bokkie —le dijo con cariño—. Jamás me iré, ¿está bien? Siempre estaré a tu lado, mi pequeño bebé. Jamás voy a abandonarte, estaremos juntos por toda la vida.
Jeongin siguió murmurándole cosas dulces al bebé para que volviera a dormir, y mientras lo hacía, Chan pensó en lo que dijo Jeongin. Era normal que lo dijera, por supuesto, porque su bebé acababa de tener una pesadilla, pero...
Pero por algún motivo que quería espantar, aquellas palabras sonaron a mentira y a una promesa que pronto sería rota.
Dos días después, decidieron ver los últimos detalles de la boda, yendo al estanque Anapji para dejar todo listo. Al fin y al cabo, en cinco días, iban a casarse.
La señora Sun estaba hablándoles sobre la disposición de las sillas mientras apuntaba hacia el pabellón donde estarían de pie ante el público. Chan, sin embargo, fingía oírla, pero realmente miraba de reojo a Jeongin, que estaba a varios metros alejado junto a Yongbok. Ambos estaban de pie ante la laguna para alimentar a los patos y cisnes.
El omega estaba riéndose mientras Yongbok imitaba a los patos, lanzándoles pedacitos de pan entre chillidos de emoción.
—¿Señor Bang? —preguntó la beta, que era responsable de organizar la boda en ese lugar.
—¿Sí? —murmuró, distraído.
—Quería hablarle sobre la comida que quieren llevar después en el salón principal, como usted dispuso...
Jeongin se arrodilló ante Yongbok, quitándole la sudadera debido al calor que hacía, y se sintió un poco más enamorado cuando el omega le miró, sonriendo como si nada para saludarlo. Yongbok le imitó segundos después, gritando entre risas.
—... una vez ustedes se marchen para su noche de bodas, se dejará que los invitados...
Jeongin y Yongbok se subieron al puente, quedando en medio para asomarse por la barandilla, y el bebé chilló cuando Jeongin hizo amago de tirarlo al agua.
Dios, ¿podía acaso estar más enamorado de esa pequeña familia?
No era sólo que su alfa estuviera completa e irrevocablemente atraído por el omega de Jeongin, sino que también su lado racional, su mente y corazón, amaban por completo a Jeongin, necesitaban de él y deseaban verlo siempre feliz, sonriente y contento. El amor que sentía por Jeongin era... era inexplicable, era algo que no podía decirlo en palabras, pero que tampoco se molestaba en controlar.
Su alfa siempre supo lo que quería, y cuando vio al omega en el jardín de la casa con su pequeño bebé, su instinto gritó que lo quería a él y a nadie más, así que no le negaría eso por nada en el mundo. Por supuesto, le pareció raro que se encaprichara con un omega que ya fue marcado y tenía un bebé, pero no le dio demasiadas vueltas al asunto.
Y como se lo esperaba, su alfa no se equivocó para nada: Jeongin era todo lo que estuvo buscando y quiso alguna vez, por lo que ahora no lo dejaría ir para nada en el mundo.
Miró la mano de Jeongin, viendo brillar el anillo de compromiso.
Primero el matrimonio, luego una familia con muchos bebés.
Pensar en tener a un montón de niños correteando por allí antes le habría desagradado, pero si eran hijos de Jeongin y él, entonces no le importaba tener a diez niños, más incluso. Todo por ver a su omega preñado y radiante.
Sí, eso estaría bien. Sería una buena vida.
—Eso serían los puntos más importantes, señor Bang —terminó de decir la beta, ajena al hecho de que Chan apenas le prestó atención.
—No se preocupe, me encargaré de eso —farfulló Chan, viendo a Jeongin acercándose para tomarle la mano.
—¿Todo bien? —preguntó Jeongin, sonriendo.
Chan le devolvió la sonrisa.
—Todo perfecto.
—Ugh, Chan...
—¿Mmm...?
—¿Por... por qué de-demonios... ah...? ¡¿PUEDES DEJAR DE EMBESTIRME?!
—¿Realmente... quieres que... ngh... pare?
Jeongin soltó un chillido cuando Chan presionó contra su próstata, sin dejar de masturbarlo, y gimoteó en voz baja al sentir como se corrió en la mano del alfa, quien todavía seguía penetrándolo como si nada.
—Eres... eres el diablo... —jadeó Jeongin, el agua humedeciendo su cabello, y volvió a chillar cuando sintió el nudo de Chan en su interior—. ¡Yo... yo sólo quería ducharme!
El alfa soltó una risa baja, negando con la cabeza, y besó su hombro, eyaculando dentro del omega.
—Te amo —gruñó Chan—, te amo, te amo, te amo...
Sostuvo a un tembloroso Jeongin por las caderas, sin salir todavía de su ano, para luego quitarle los restos de champú del cabello.
—Mañana no me podré mover bien —se quejó Jeongin sin moverse, enfurruñado—, y es la despedida de soltero. Lisa no dejará de molestarme si me ve cojeando.
Tres días para casarse. Quedaba tan poco tiempo...
—Has estado más cariñoso —comentó Jeongin como si nada, soltando un gemido bajo cuando Chan se deslizó fuera de su agujero—. ¿O... ocurre algo?
—Es sólo que... —caviló Chan volteando al omega, apoyando su cabeza en el pecho de Jeongin, acurrucándose junto a él. Le gustaba que Jeongin fuera más alto con él porque así podía colgarse de su cuerpo y dejar que lo mimara todo el tiempo.
A la mierda eso de que el alfa tenía que mimar al omega. Chan prefería mil veces que Jeongin le abrazara y tratara como su bebé.
—Estoy tan feliz de que me quieras —murmuró Chan avergonzado, con las mejillas coloradas.
Hubo un pequeño silencio entre ellos, metidos bajo el agua de la tina. Debía ser cerca de las once de la noche, por lo que Yongbok estaba durmiendo y sin interrumpirlos en ese momento, lo que Chan agradecía internamente. Quería un momento a solas con Jeongin, decirle todo lo que sentía, hacerle saber lo mucho que lo amaba.
—De que me quieras y... y me hayas perdonado —agregó con la voz rota.
Chan no era idiota o iluso: sabía que a veces Jeongin se tensaba de la nada, especialmente cuando hacían el amor, y podía ver una sombra de duda y pena en sus ojos, de seguro pensando en esa falsa omega que inventó para no decirle la triste verdad.
Cometió muchos errores en su vida, pero lo que hizo con Wheein fue el peor de todos. Por mucho que tratara de recordar esa noche, el alcohol nubló su mente por completo y sólo podía recordar a la chica sobre él, besándole el pecho, sus caderas meciéndose y gimoteando su nombre para después sólo ver la oscuridad.
Pero al día siguiente despertó desnudo por completo y con su olor envolviendo a Wheein. ¿Qué otra prueba quería?
—Chan, no...
—Escúchame, bebé —le interrumpió Chan con la voz amable—, sé que todavía te duele, y está bien, lo entiendo, te comprendo y no te echo la culpa. Lo que ocurrió ese día, la pelea, los gritos... Todo se descontroló, tú no tuviste la culpa, el único culpable fui yo, y sólo quería decirte que... que lo lamento mucho, no hay día que no lo haga. Te mereces a alguien mejor, pero soy egoísta, porque sólo quiero que me pertenezcas a mí, a nadie más.
Jeongin le miró en silencio mientras hablaba, sin dejar de abrazarlo. No tardó en inclinarse y darle un pequeño beso.
—Yo también te amo, Chan —le murmuró, pellizcándole la nariz y causando que la arrugara—. Y sí, todavía duele, pero... pero sé que estás arrepentido, ahora sólo queda seguir adelante con nuestro amor y tratar de repararlo todo —le sonrió con timidez, dándole un beso—. Yo te pertenezco, así como tú me perteneces —luego, sus ojos le miraron de forma burlona—, y si me vuelves a gritar otra vez como hiciste ese día, Chan, te vas a quedar sin sexo por tres meses.
El alfa le miró incrédulo, y ante esa expresión, Jeongin rompió a reír. Chan no tardó en seguirlo para después besarlo.
Hicieron el amor en la tina hasta que el agua se enfrió.
Juneon estaba sirviéndole una cerveza y miró el líquido con el ceño fruncido, en tanto Changbin, a su lado, le limpiaba la nariz a Hyunjin.
—¿Cómo es que terminamos cuidando a nuestros hijos y sus madres están pasándola bien? —preguntó Juneon, sin poder creerlo un poco.
Chan se encogió de hombros, observando a Yongbok sentado dentro de la cuna con Gaon. Miraba al bebé con expresión concentrada en tanto Seungmin estaba de puntillas, asomando su cara por entre los barrotes con un puchero en los labios.
Hyunjin se soltó de su papá, corriendo al lado de su hermano, y le imitó frunciendo el ceño.
—¿Po qué no podemos jugal con Bokkie? —preguntó Seungmin lastimosamente.
Changbin suspiró.
—Porque Yongbok dijo que quería cuidar a Gaon —contestó Changbin, por décima vez en la noche.
—¿No quieres jugar con nosotros, Bokkie? —le preguntó Hyunjin a Yongbok.
El bebé los miró.
—No —contestó como si nada, volviendo su vista al pequeño Gaon, que comenzó a chupar los deditos de su pie.
—Deberíamos estar celebrando tu despedida de soltero y no cuidando bebés —murmuró Juneon, cruzándose de brazos.
—Sí —concedió Changbin—, pero nadie quería cuidar a cuatro niños llorones.
Chan asintió, distraído, pensando en el beso que le dio de despedida a Jeongin cuando salió de casa hacia el departamento de Juneon, la sonrisa de felicidad del omega por compartir unas horas con sus amigos, y se sintió extraño, con una sensación rara en el estómago.
Quedaban dos días para la boda, todos los detalles estaban listos, ahora sólo quedaba esperar.
Su móvil vibró y vio el mensaje que Minho le envió. Le extrañó un poco que llegara tarde cuando su amigo solía ser tan puntual, pero no le tomó mucha importancia.
Minho
Lamento la tardanza, ¿dónde estás?
Chan
Departamento de Juneon.
No hubo respuesta, así que sólo se encogió de hombros.
—De seguro Bumjun contratará un stripper —seguía quejándose Juneon—, dice que siempre ha querido ir a una despedida de soltero para ver a un stripper.
—Jeongin dijo que no habría nada de eso —dijo Chan poco convencido.
—No le creas —contestó Changbin—, Jisung me ha dicho lo mismo. Dice que un stripper puede bailarle bien.
—Oh dios —masculló Chan—, ¿acaso le has bailado a Jisung?
Changbin enrojeció.
—Eh... no, no, no sé de qué hablas —tosió, mientras Juneon rompía a reír.
—¡Dance Monster ha revivido! —se burló entre risas.
Chan ocultó una sonrisa bajo su mano, poniéndose de pie cuando el timbre del departamento resonó en el lugar. Juneon se seguía riendo del pobre de Changbin, que trataba de justificarse entre balbuceos, y abrió la puerta.
Su sonrisa desapareció.
Minho estaba de pie ante él, pero...
Mierda, ¿qué demonios hacía su mamá detrás de su amigo, que además estaba con el rostro amoratado y el labio roto?
—Lo siento —sollozó Minho con la voz quebrada.
Sintió como el alma salía de su cuerpo, su estómago contrayéndose por esas simples palabras.
Bang Hyejin sonrió como si nada.
—¿Podemos entrar a tu despedida de soltero, Chan? —dijo su madre con falsa dulzura.
No esperó a su respuesta, por supuesto: entró tirando de un tembloroso y golpeado Minho, empujándolo para que caminara.
Chan no pudo gritarle que se marchara, su voz atrapada en su garganta.
En el comedor, Changbin y Juneon estaban de pie, con expresión de sorpresa ante las dos visitas.
—Seré breve y rápida —dijo su madre, mirando a sus amigos de forma despectiva antes de dirigir sus ojos a los niños, que retrocedieron con expresiones de miedo. Acto seguido, sacó un papel—. Aquí, Chan. Déjame felicitarte por darme un nieto por fin.
Chan parpadeó, sin decir nada, demasiado aturdido como para poder pensar en algo coherente.
—¿Nieto? —habló Changbin como si nada—. ¿De qué está hablando, vieja bruja?
La mujer no se inmutó ante la ofensa de Changbin, sólo le observó como si fuera una cucaracha fácil de aplastar.
—De Wheein —contestó con placer en su voz—. Chan la dejó embarazada. Y cómo nuestro querido Minho me dijo que Yongbok no era hijo de Chan, mi querido retoño me ha dado un nieto después de todo.
Los ojos estaban sobre él, pero no era capaz de formar un pensamiento real ante la situación.
Minho golpeado. Su madre ante él, diciendo que sabía que Yongbok no era su hijo. Wheein.
Oh, Wheein...
Sintió su garganta apretada.
—¡Fuera! —le gritó, aterrado—. ¡No quiero verte más!
Pero Bang Hyejin no le hizo caso, y fue cuando otro pensamiento llegó a su cabeza.
Tenía que ver a Jeongin.
Oh, dios, lo tenía que ver para poder explicarle todo, para poder decirle–
—No te preocupes por nuestro querido Jeonginnie —añadió su madre, riéndose—, Wheein le está contando todo ahora, con lujo de detalles.
La risa de su madre lo persiguió en todo el camino.
Ahin estaba discutiendo acaloradamente con Jisung, peleando sobre cómo preparar el pollo de forma correcta, y Bumjun se inclinó ante él, preocupado.
—¿Deberíamos meternos? No quiero que esto acabe en un asesinato —dijo con real aflicción.
Jeongin negó, divertido, en tanto Lisa añadía comentarios a la pelea de vez en cuando para avivar la discusión y Jennie a su lado trataba de controlarla, fracasando miserablemente, por supuesto.
—Deja que peleen —dijo Jeongin, moviendo su mano—, Jisung necesita gritarle a alguien más que no sea Bin o sus demonios.
—Yo no sé cómo ha podido con dos hijos —contestó Lisa, sacando papas fritas de un bol—, los niños son como Satanás encarnado, pero más chillones, cagones y llorones.
Jennie se atoró con su bebida, en tanto la discusión se veía interrumpida.
—¿Disculpa? —farfulló Jisung, incrédulo—. Sólo yo puedo ofender a mis hijos.
—Jeongin siempre habla mal de ellos en clases —provocó Ahin como si nada.
—¡¿Qué?! —gritó Jeongin—. ¡Yo sólo he dicho que no dejan a mi bebé en paz, son asfixiantes!
—¡Yang Jeongin! —gritó Jisung, escandalizado—. ¡Pues Yongbok tampoco es el bebé perfecto, es un niño malcriado, llorón y gordo!
—¡Yongbok no está gordo, sólo rechoncho! —Jeongin le miró, ofendido.
—¡Pelea, pelea, pelea! —gritó Bumjun, riéndose.
—¡Oh, tú no te salvas, ¿qué clase de nombre es Gaon?! —atacó Jeongin.
—Chicos, por favor, no peleen —trató de tranquilizar Jennie, mientras Lisa seguía comiendo papas fritas.
—Tranquila, Jennie, si se agarran a golpes siempre podemos llamar a la policía —dijo Ahin, pendiente de la discusión por el bebé más bonito.
Jennie suspiró, mirando a Lisa.
—¿Crees que si tengo un bebé será bonito? —le preguntó a la beta con pena en su voz.
Ahora Lisa se atoró mientras Ahin le miraba con picardía.
—Si tienes un bebé, ese bebé le daría mil patadas a los mocosos de estos idiotas —contestó Lisa como si nada, sintiendo sus mejillas coloradas.
Jennie sonrió con emoción.
—¡Gracias, Lisa! —gritó, abrazándola—. Cuando tenga un bebé, serás la madrina.
La beta murmuró unas maldiciones mientras Ahin comenzaba a reír.
El timbre en la casa resonó, por lo que la discusión se vio interrumpida.
Jeongin soltó un bufido, mascullando maldiciones en voz baja al ir a atender a quien fuera que le estuviera molestando. Si era un jodido stripper, no iba a dudar en gritarle a Jisung por hacer cosas sin su permiso.
Pero su hermana le devolvió la mirada cuando la puerta fue abierta.
Le observó, incrédulo, pensando en lo que podía estar haciendo Yang Wheein fuera de su casa esa noche.
Apretó sus labios un momento.
—¿Qué quieres? —preguntó con frialdad.
Wheein le sonrió, aunque esa sonrisa carecía de felicidad o cariño. Era una sonrisa como una cuchilla, helada, dura, filosa.
—Venía a hablar contigo —dijo sin moverse, sacando un papel de su cartera—. ¿Por qué no lo lees, rayito de sol?
Que usara el apodo que le decía cuando eran más pequeños envió un escalofrío por su espina dorsal.
—¿Por qué no te vas a la mierda? —espetó, tomando la manija de la puerta para cerrar.
Sin embargo, Wheein puso su pie antes de poder cerrarla.
La miró con furia.
—No te quitará más de un minuto. Estoy segura de que será de tu interés —dijo con voz suave y falsa compasión.
Jeongin chasqueó la lengua, pensando en las posibilidades de empujarla y mandarla al diablo, pero no quería hacer un escándalo que arruinara su buena noche con sus amigos.
Así que agarró el doblado papel, extendiéndolo, sus ojos leyéndolo con el ceño fruncido en confusión.
Positivo.
¿Qué?
—¿Estás embarazada? —preguntó con un bufido, levantando la vista—. Pues felicitaciones, no esperes que Yongbok sea amigo de tu hijo. Ahora, si no te molesta–
—No espero que tu bastardo sea amigo de mi bebé —le interrumpió Jeongin, ladeando la cabeza—, aunque si podría ser algo así como su hermano.
Parpadeó.
—¿Qué?
Los ojos de Wheein eran crueles.
—¿Quieres saber quién es el papá de mi hijo, rayito de sol? —preguntó, divertida.
—¿Un pobre desgraciado? —contestó, haciendo una mueca.
Wheein soltó una risita.
—¿Acaso Bang Chan es un pobre desgraciado, Jeonginnie? —replicó Wheein, sin borrar esa sonrisa.
Dejó de escuchar los ruidos externos, sólo podía concentrarse en su hermana frente a él, de pie, orgullosa y satisfecha.
—¿Qué? —preguntó con la voz extrañamente suave.
—Yo fui la omega con la que pasó la noche en que te trató como la puta que eres, rayito de sol —respondió Wheein—, y un beso fue lo único que no nos dimos. No quiso besarme mientras me follaba y anudaba en mi interior, dejándome embarazada de un hijo que tú no puedes darle, Jeongin.
El mundo de Yang Jeongin se derrumbó por completo.
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